XXIX
— ¿Estás bien, Toni? — Consultó mi madre que venía bajando las escaleras y me vio apoyarme en una pared.
— Hola Mamá... si, solo... aún tengo sueño. — Respondí fingiendo que no acababa de sufrir un mareo.
Me giré hacía ella para sonreírle como si nada hubiese pasado. Noté que ya estaba vestida y arreglada como si fuera a participar en un programa de televisión, mientras que yo usaba un short y una camiseta que apenas me cubrían.
En el comedor ya nos esperaban mi padre y Arno, que estaban igual de bien vestidos que mi madre, lo que era costumbre.
— ¡Papi! — Lo saludé alegre yendo hasta él para besarle la mejilla.
— Mi hija querida. — Respondió igual de risueño.
Me senté a su lado en la cabecera de la mesa y comenzaron a servir el desayuno. Todo iba bien hasta que el olor dulce del chocolate derretido sobre las fresas que decoraban mis tostadas llegó a mis fosas nasales . Unas repentinas náuseas me invadieron y empujé mi silla para alejarme del asqueroso aroma.
— ¿Qué pasa? — Preguntó mi padre al ver que me apresuraba para salir del comedor.
— Recordé que tengo que hacer algo importante, comeré algo más tarde en mi oficina.
— Te vez pálida. — Habló mi hermano.
— Es la falta de maquillaje. — Logré decir antes de salir de su campo de visión.
Corrí al baño más cercano, pero las náuseas se detuvieron, lo cual me pareció raro. En la tarde tendría que hacerme una revisión del extremis.
Durante la mañana en la empresa no tuve ningún episodio parecido, así que lo olvidé. Pero los malestares volvieron en la tarde, aunque de forma distinta, pues era dolor de cabeza, se notaba que me molestaba, pues Pepper me ofreció un medicamento.
— Si es el extremis, no me hará efecto. — Lo rechacé y ella me pidió que fuera a la Torre para que Jarvis me hiciera un chequeo, cosa que acepté, para su sorpresa. Sin embargo, a última hora me desvíe hacía la mansión estaba demasiado cansada como para hacer algo más que dormir.
— ¿Todo bien? — Inquirió mi madre cuando entré a la sala, no había notado su presencia.
— Sí. — Respondí intentando irme sin tener que mentir más.
— Es bastante temprano.
— Estoy algo cansada, subiré a mi habitación.
— ¿Segura que solo es eso?
— Sí, en la mañana te dije que no dormí bien. — Contesté y ella asintió, pero no parecía muy convencida, sin embargo, me dejó ir.
Eso no era totalmente una mentira, había dejado de dormir bien desde hacía un mes, mi mente no paraba de castigarme durante las noches y como consecuencia de eso lo único que dormía eran un par de horas.
Me despojé de mi ropa ajustada y me metí entre las sábanas, mi corazón se encogió cuando recordé la mañana siguiente después de entregarme a Steve. Estaba sola, no había ninguna nota y cuando salí a buscarlo Natasha me dijo que el omega no estaba en S.H.I.E.L.D. algo en la mirada del resto de equipo me hizo saber que sabían lo que había pasado. Pues la pelirroja incluso me hizo un comentario sobre andar con la misma ropa del día anterior. Así que me fui sin contestar. Me cansé de llamarlo todo el día y regresé un día después, pero Bruce me informó que Clint, Natasha y Steve estaban fuera del Estado, pues había aceptado otra misión. El maldito no se dignó ni siquiera a enviarme un mensaje. Me sentía como los omegas de la secundarias, que eran desechados por los populares después de llevárselos a la cama. Así que decidí no volver a buscarlo.
Logré quedarme dormida abrazada a una almohada y desperté con una notificación de que la cena estaba lista, decidí ponerme una pijama que me mantuviera bien abrigada y bajé a cenar, noté que mis padres estaban poniendo especial atención en mi, lo que comenzó a molestar a mi hermano, pues yo no quería hablar, pero ellos insistían en hablar sobre mi día y cómo me había sentido.
A la mañana siguiente reconocí un aroma que antes era agradable para mi, pero ahora no era mi favorito. En la mesa vi un arreglo con mis donas preferidas y haciendo todo mi esfuerzo por no mostrarme asqueada saludé a mi familia y me senté.
— Pedí las donas que tanto amas para animarte. — Anunció mi padre.
— Gracias. — Dije y me serví un gran vaso de licuado de fresas.
— ¿No las vas a probar? — Instó el omega cuando estaba a punto de terminar mi vaso, pues no había tocado nada más de la mesa.
A regañadientes tomé una y le di una pequeña mordida, eso fue suficiente para hacer que mi estómago decidiera que debía haber subir lo que recién había tomado.
— Sabía que no estabas bien. — Dijo mi padre tomándome el cabello mientras las arcadas seguían atacando mi cuerpo, pero ya no había nada que expulsar. — Llamaré un doctor. — Agregó pasándome un poco de papel para que limpiara mi boca, era el único que me había seguido y mi estómago no me dio tiempo para cerrar la puerta.
— No, estoy bien. — Respondí antes de enjuagarme la boca.
— No lo estás.
— Papá, no soy una niña, no es necesario que llames a nadie.
— Los doctores no son solo para los niños. — Me reprochó cuando yo intente salir y me cerró el paso.
— Es solo estrés, aún sigue en pie la votación para decidir si continuó dirigiendo la empresa. — Mentí, pues eso había quedado en el pasado.
— ¿Estás segura de que sólo es eso?
— Si y para evitar que te preocupes descansaré toda la mañana.
— Me parece bien. — Respondió y esta vez sí me dejó salir del baño.
Sonreí al ver mi cama, últimamente anhelaba demasiado volver a ella, aunque me invadía el frío de la soledad cuando estaba en ella.
— ... Hacerte mia.
Las palabras de Steve me dejaron congelada, pero unos segundos después me invadió la risa.
— Que cosas dices. — Logré pronunciar cuando me calmé. — ¿Es en serio? — Consulté cuando vi su seriedad. — Steve, acabó de comer, si hacemos algo terminaré vomitando.— Me excusé intentando alejarme cuando su mano apretó mi muslo.
— En la Torre no pensabas eso, simplemente me tomabas cuando querías.
— ¿Podrías dejar de recordarme lo mal que me porte? — Pedí intentando salir de debajo de su cuerpo, pero sus dos brazos me aprisionaron en mi lugar.
— ¿Por qué no aceptas? ¿No confías en mi? — Cuestionó dolido, lo que provocó que detuviera mis movimientos.
— Steve... — Lo llamé centrando al fin mis ojos en los suyos y tomando su rostro entre mis dedos. — Está bien, aceptó. — Accedí rodeando su cintura con mis piernas.
Su mano se deslizó a mi zona íntima...
Me desperté agitada por el recuerdo o sueño que tuve. Ni dormida podía dejar de pensar en él. Molesta me levanté a hacer mis necesidades y luego tomé una ducha, me iría a la empresa ya que no podía descansar.
Cuando llegué Pepper me recibió con una sonrisa y dijo que en media hora tenía una junta. Durante toda la reunión no pude concentrarme, tenía hambre y una jaqueca terrible, había sido mala idea venir directamente sin pasar por algo de comida.
— Te ves fatal. — Manifestó la omega cuando el socio se fue.
— Gracias... aunque así me siento.
— Casi es hora del almuerzo, ¿Pido algo?
— Tengo hambre, pero solo con pensar en comida siento náuseas.
— Entonces, te traeré un café.
— No. — Respondí masajeando mi sien.
— Esto es peor de lo que pensé.
— Náuseas y dolor de cabeza, eso no pinta nada bueno.
— Creo que voy a morir.
— No puedes ser... ¿Has estado con Steve?
— ¿Qué?
— Podrías estar sintiendo los síntomas de su embarazo mediante la conexión de almas gemelas.
— Eso no es... — Corté mis palabras y salí corriendo hacia mi oficina, necesitaba mi tableta.
Verifiqué las fechas y efectivamente, mi periodo se había retrasado dos semanas. Y por si fuera poco mi mente recordó que no habíamos usado condon, yo estaba demasiado nerviosa en ese momento como para pensar en cuidarme, además de que eran contados los casos de omegas que embarazaban alfas, incluso para un alfa macho era difícil y tenía que ser yo la que cambiaba las estadísticas.
— Tengo que ir a comprar una prueba de embarazo. — Expuse cuando Pepper llegó a la oficina.
— Felicidades. — Expresó como despedida cuando me dirigí al ascensor.
Los nervios me estaban carcomiendo y solo podía pedirle al cielo que todo esto fuera una coincidencia. Mi mente no concebía que yo llevara un bebé en mi vientre, era algo casi imposible. La idea de tener hijos era igual de disparatada que imaginarme pariendo un bebé. Realmente no estaba en mis planes.
La persona que me vendió la prueba me dio una mirada se compasión, seguramente leyó en mi rostro la desesperación, incluso me deseo suerte.
Cuando llegué a la mansión no me importó dejar el auto a mitad de camino a la cochera. Y por suerte no encontré a nadie en mi caminata a mi habitación. Me despojé de mis tacones antes de entrar al baño y comencé a leer las instrucciones, eran simples, pero al momento de hacerla mis manos temblaban y parecía que sufriría un ataque de ansiedad mientras esperaba el resultado.
Dos rayitas.
Ni siquiera era una línea difusa, la marca tenía un color brillante, casi burlándose de mi, pues el paquete decía que si la línea era pálida, el resultado podía ser un falso positivo. No me atreví a tocarlo, me quedé parada frente a el aparato mientras mi corazón de desembocaba más de lo que ya estaba.
No pensé mucho en lo que hacía mientras caminaba por la casa, descalza y sin mi chaqueta, solo lo buscaba, hasta que di con él.
— ¿Toni? Creí que te habías marchado a la empresa. — Manifestó mi padre cuando me diviso y su expresión cambio al ver mis ojos brillantes por las lágrimas contenidas.
No lo dejé levantarse del sofá que estaba a varios metros de la piscina y no sé cómo terminé subiéndome a su regazo como cuando era una niña y tenía miedo. Metí mi cara en su cuello y él comenzó a acariciar desde mi cabello a mi espalda sin decir nada, además de soltar sus feromonas para intentar calmarme, pero sólo lo logré hasta que vacié todo el llanto que guardaba.
Un rato después pensé que lo incómodo que debía estar mi padre, así que me bajé de sobre sus piernas y me senté a su lado.
— ¿Quieres hablar? — Preguntó en voz baja y tomando una taza de té que estaba en una mesa cercana, no noté en que momento la trajeron y sabía que antes no había nada ahí. Sus palabras trajeron de vuelta a mi mente todas mis preocupaciones e instantáneamente mis ojos se empeñaron nuevamente. — Oh, no llores. — Me consoló.
Volvió a dejar la taza en la mesa y pasó un brazo sobre mis hombros para acercarme a él, lo que evitó que comenzará a llorar otra vez. Estar junto a él me traía paz y sentía como si cualquier problema desapareciera si nos manteniamos abrazados.
— ¿Sabes quién es el padre? — Inquirió cuando me acomodé a su lado.
— ¡¿Lo sabes?!
— Noté el cambio en tu aroma hace varios días y tú madre también me lo comentó, pero lo terminaste de confirmar cuando saliste corriendo del comedor como si hubiera un incendio.
— ¿Por qué no dijiste nada?
— Esperaba que Steve te lo dijera.
— No nos vemos desde esa noche. — Revelé y él me entregó el té.
— ¿Se lo dirás?
— No lo he pensado.
— Pero, lo más importante es... ¿Lo tendrás?
16 de Marzo 2022
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