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Capítulo 9

Siento el corazón desbocado y mis ojos amenazantes, casi saliéndose de sí, con impertinencia.

—¡¿Hiciste qué?!—articulo.

Ríe ruidosamente.

—La materia dará una nueva convocatoria de inscripción. Es tu acceso ilimitado a obtener más respuestas y más dudas. Todo tiene una situación escondida, descúbrelo y, prepárate—señala la guía y cuando tengo la mirada en ella, me toca fugazmente la nariz, yéndose rápidamente con una sonrisa satisfecha. —¡B-16 del sexto piso a las 5:30! Tu lugar está asegurado y registrado, no llegues tarde y mucha suerte, ¡aunque no la necesitarás, Janie! —grita con euforia añadiendo datos importantes del acontecimiento del cual estoy ahora repentinamente envuelta.

—¡Lina! —intento alcanzarla con desespero, con los papeles, la credencial y mis alimentos, totalmente como una secretaria, pero una sin sueldo. Subo con inquietud, hasta llegar al piso y echarme a correr entre los estudiantes activos, estorbándome. Esta chica es toda una vidente misteriosa de feria. Con palabras sencillas te deja en situaciones y pensamientos aún más grandes. —¡Espérame! —le grito cuando logro ver su cabello desvanecerse con los demás estudiantes. ¡Maldición!

En un arranque energético, me lanzo a correr lo más que puedo, equilibrando las cosas que tengo en las manos y las ideas en mente. Aviento a algunas personas con intención y sin ella, variando del camino que tomo. Algunas personas se quejan y reclaman, pero no me importa. Sigo mi táctica hasta ver a la chica doblando el pasillo velozmente, tomo aire unos segundos, preparándome para correr ferozmente tras ella. En ese instante, alguien me detiene del hombro con firmeza, extrañada miro hacia atrás mío y me encuentro con una cara desconocida. Se trata de un chico alto con piel bronceada, cabello castaño claro y unos impresionantes ojos avellana que resaltan con su tonalidad.

—Disculpa, soy Kamel Eleniak y soy parte del consejo escolar y es por ello que debo sancionarte por infringir las normas escolares—me lo dice con un tono tímido, avergonzado de lo que me cuenta, sin contar que se pasa una mano por el cabello mientras me lo dice, despeinándolo más.

Sólo hay una cosa por hacer.

—Voy tarde, discúlpame—huyo de ahí, comenzando a correr con fuerza. —¡Será luego! —le grito a lo lejos, motivándome a seguir más y más al verlo perseguirme.

Me corrompe la adrenalina, la presión. Los nervios son invadidos por el sentimiento de culpa que resulta ser fugaz porque siento la inquietud de que aquel chico corra detrás mío, pero con un poco de suerte, puedo pasar desapercibida con los cientos de rostros y cuerpos en este piso.

Al despoblarse los largos pasillos, mi vista exige una pista del paradero de Lina, la cual se debilita al recorrerlos sin encontrarla, notando el tiempo correr y mi desesperación también, doblo en el pasillo opuesto, resignándose al dirigirme a mi objetivo principal, con pasos pesados y las manos también.

Reviso el itinerario que nos envió Skylar, precisamente de mis actividades como asistente y aprendiz, dirigiéndonos con día, lugar y hora, incluyendo las actividades que debemos cumplir ese día para evitar retrasos en las publicaciones del periódico mensual y el blog en línea del cual se encarga Lisse en diseñar y los demás en informar. Precisamente, lo suyo es el atractivo visual, sabe muy bien lo que hace con la paleta de colores y la tipografía. Me ha explicado algunos detalles de su trabajo y cómo logra que se vea tan bien, también me ha hablado de medidas, contrastes y luces en diseños que ha hecho para distintos apartados de este que con suerte me llevo algunas recomendaciones. Hemos opinado y discutido sobre algunos trazos que ha escaneado, pero que no la terminan por convencer, igualmente le he propuesto hacer algunos dibujos o intentos de ellos que tal vez le puedan ayudar. Donde actualmente estoy con el quinto terminado que es nada menos que la iglesia que visitamos anteriormente, la cual me sigue dejando atónita más que por la apariencia, por lo que descubrí ahí.

Dejo el lápiz y me concentro en la recopilación de datos que tengo que memorizar para aprobar el examen de admisión. Hojeo el último resumen de la guía con incertidumbre. Es demasiada información concentrada y ni siquiera sé cuál tema será el enfoque principal. Repaso con rapidez, adaptándome a dibujar y estudiar a la vez. Mis ojos inspeccionan los dibujos que realicé y las siguientes páginas que hablan de probabilidad, turnándose por tiempo.

—¡Jane! —grita Lisse con emoción.

Suelto la guía asustada y me dirijo a verla. Esboza una gran sonrisa. Me levanto de una de las mesas que están al lado de los equipos de informática, llevándome consigo los dibujos hasta estar detrás suyo, dándome cuenta de que su emoción se debe a que tiene en vista previa algunos diseños del periódico y folletos de este que lucen espectaculares.

—¿Qué dices? —se quita los audífonos rosados y sus ojos café oscuro me interrogan con la mirada.

Veo los tres diseños que varían en color y portada del encabezado, llamándome la atención el color negro con letras plateadas, los demás son lindos, aunque no me atraen tanto.

—Son lindos, pero tengo un favorito, el del medio—apunto a la pantalla con una sonrisa. Ríe chillonamente, mirándome.

—Es justo el que concluyó mi "Mó" cuando recién se lo envié por WhatsApp—guarda los diseños y teclea algo, lo cual no veo al dirigirme curiosa, tratando de averiguar a qué se refiere con sus expresiones faciales. Sin embargo, no lo comprendo y tampoco quiero entrometerme, sólo permanezco así, hasta que siente mi interrogación.

—Es una de mis mamás—responde con naturalidad.

Elevo las cejas con impresión, nunca lo había escuchado de alguien cercano.

—No quiero entromemeterme y tocar temas delicados, no tienes porqué...—evado los cuestionamientos queriéndole entregar los dibujos, pero ríe con gracia, interrumpiéndome.

—Para nada. Solamente tengo a mi "Má" y "Mó" que son mis madres adoptivas, las cuales me enseñaron que, en vez de dar explicaciones, enseñes algo fructífero con lo mismo. Que no es nada privado ni complicado el decirlo, simplemente son mis madres—me lo dice dulcemente, sonriéndome con el mismo sentimiento. Me quedo atenta con sus lindas y ciertas palabras, provocándome una sonrisa concordativa.

En un movimiento rápido, busca en su celular algo y me termina enseñando una foto de ella con su familia, tratándose de dos mujeres contrastantes, una mujer alta de piel morena con cabello corto, oscuro y otra un poco más baja con estructura robusta, piel blanca y largo cabello rubio. Lisse está en medio de ellas, sonriente, con notablemente menos edad, tal vez unos 8 años. Sigo mirando con ternura hasta notar que se oscurece la pantalla, lo cual interrumpe enseñándome una foto de un pequeño pelirrojo que tiene en sus brazos, con una expresión alegre y hablando temporalmente más reciente.

—Tienes una familia muy linda—le soy sincera, sonriéndole tiernamente.

—Y la mejor parte es que ahora no sólo somos nosotras, a nuestra vida llegó Tim, cambiándola por completo desde hace 3 años—deja su celular al lado, terminándome de compartirme una parte importante de su vida con los ojos brillosos, conmocionada.

Sabiendo que estamos entrando en terreno íntimo, solamente me dedico a acariciarle la espalda y sonreírle agradecida por decirme esto, por compartírmelo.

—Bueno, tu "Mó" tiene buen gusto—apoyo mi mano en su hombro, volviendo a ver la pantalla. Dirigiéndonos de nuevo al tema inicial.

Ríe.

—Pienso lo mismo—se incorpora y prosigue lentamente con los diseños, moviéndolos, agrandándolos y guardándolos en el formato PDF en una memoria con una brújula. —¡Listo! Pine-Five ya tiene listo su trabajo grupal, solamente...—analiza los últimos detalles, enfocándose en mi mano sujetando las hojas con los dibujos que he realizado.

—¿Puedo verlos? —me pregunta con una ligera sonrisa.

—¡Claro! —reacciono, dándoselos con rapidez. La toma entre sus manos y los cambia uno por uno, viéndolos al detalle y acercándose en algunas partes donde emite sonidos de apreciación.

—Son... Impresionantes—lo dice aun viéndolos, hasta dirigirse hacia mí. —¿Desde cuándo dibujas?

—¡Gracias! Lo hago desde que tengo memoria, si tengo entendido—susurro lo último, recordándomelo. —Aunque los rostros no son lo mío, soy un desastre en ello—río confesándome.

Se queda mirando el de la iglesia, tocando los detalles de la estructura con delicadeza.

—Tus paisajes son espectaculares—impresionada, me entrega el mismo que mantenía en sus manos segundos antes, quedándose con el dibujo del bosque que me inspiré viendo desde la ventana del viaje grupal y otro que es similar, pero de diferente ángulo y con más sombras. Cabe recalcar que son bocetos en blanco y negro. —¿Puedes sacar un par de copias? Necesito resguardos, en cambio yo iré a escanear estos—los mueve y me ve sonriente, pero inevitablemente le respondo con una cara inesperadamente confundida. —¿O viceversa? —me propone al ver mi reacción.

Niego de inmediato, razonando que ni siquiera sé dónde ni cómo escanear.

—¿Dónde puedo sacarle copias? —me muevo para que se pueda levantar.

—El centro de copiado está en el mismo que en el de las impresiones de la papelería escolar en el primer piso, pero en la sala de maestros del quinto piso tienen mejor equipo—me guiña un ojo con una sonrisa divertida.

Me quedo boquiabierta ante su respuesta repentina.

—¿Y tú irás ahí? —bajo la voz, mirando a los lados.

—Iré a la dirección—ríe ruidosamente. —El equipo de periodismo debe tomar riesgos y conformarnos con los equipos gratuitos de estudiantes no será uno de ellos—acaricia mi cabello y después se va con lentitud, con confianza en lo que hará o  al menos eso demuestra.

Miro el dibujo en mi mano. Maldición.

La moral me cuestiona, pero acepto tomar el riesgo de dirigirme a la sala de maestros con la excusa que es parte de nuestro trabajo en equipo o simplemente puedo defenderme con la idea de ser nueva y no saber a detalle el funcionamiento de las instalaciones, que en parte es cierto, convenientemente.

Recojo mis cosas, guardándolas en mi mochila colorida con cuidado, hasta cerrarla y ponérmela en un hombro, lanzándome en la tarea de las copias. Salgo con rapidez de la sala con pocas almas en ella, apurándome para terminar a tiempo y poder estudiar debidamente.

Paseo por los pasillos, subo escaleras con la mente fija en algo; Avanzar de mi estanque. Debo poder aprovechar las oportunidades que se me presentan y dar lo mejor de mí, ya que todo tiene una razón y un aprendizaje, por lo cual, me he enriquecido de experiencias al llegar a este pueblo, y quiero seguir haciéndolo. Las piezas comienzan a emparejarse poco a poco. Mi estancia aquí tiene una razón dudosa, nublosa, pero no fugaz.

Cuido con delicadeza el dibujo en mi mano, tratando que no se arrugue ni se arruine con mis movimientos firmes al pasar los pisos, ahora con cierta fatiga. Gloriosa llego al quinto piso con algunas gotas de sudor, delatando mi falta de rendimiento en ciertas situaciones que no corra peligro, sólo de perder mi tiempo subiendo escaleras de un edifico antiquísimo. Busco entre el largo y deshabitado pasillo, pero parece infinito, los casilleros se llevan mi atención al notar su cambio de color blanco a negro. La extrañes y la peculiaridad me invaden, provocando que dejara pasar una gran sala que parecía justo la que busco. Al caer en cuenta, retrocedo dejando los salones espaciosos y me centro en el nombre del lugar en una placa que indica precisamente lo que quiero encontrar. Con cautela, miro por la persiana, rogando porque no haya tanto movimiento o ya de milagro sea nulo, pero batallo en percibirlo.

Busco con la mirada y al parecer, la gran e iluminada sala está pacífica. Decido arriesgarme con el corazón comenzando a acelerarse, moviéndome dudosa, girando la perilla en un movimiento lento, viendo a los lados por la preocupación de la proximidad de la gente, y en cuanto noto presencias acercándose, entro sin dudarlo.

Cierro la puerta detrás mío, miro al frente, notando cercanamente los colores grises y negros de la sala, pero, sobre todo, intacta, lo que me provoca respirar con alivio. La sala es moderna, bien equipada y decorada, incluyendo libreros, una gran mesa, sillones, pequeños lockers, plantas, cuadros de arte abstracto y otros más académicos, un apartado con equipos de cocina como máquinas de café, microondas y un par de refrigeradores, incluyendo una pequeña barra con bancos. Y en el fondo, están dos puertas separadas por bastantes metros que tienen distintos símbolos, la primera que está en la esquina tiene el símbolo referente al baño y la siguiente, tiene uno de una máquina que no logro percibir. Intrigada, creyendo que he dado en el blanco, me dirijo hacia allá, con rapidez, queriendo actuar lo más efectivo y rápido posible.

Al acercarme, el aire acondicionado me provoca escalofríos, me acerco cara a cara con la puerta caoba que, viéndola de cerca, se trata de una impresora. Debe ser aquí.

Me decido a abrir la puerta justo en el momento en que alguien más lo hace del interior, reaccionando con correr instintivamente hacia atrás, evitando que me golpee y a la vez que me vea. Me pego a la pared grisácea y veo a un par de personas salir de ahí, tratándose de dos chicos castaños cargando varios juegos de texto. Los veo seguir apurados, diciéndose algo entre sí con risas, lo cual no logro captar al cien, solamente: "Dejen a Lio con lo demás", hasta que abandonan la sala sin siquiera inmutarse de mi presencia.

—¡Erickson! —una voz masculina con bastante desespero se manifiesta, seguido de una caminata veloz con la que la puerta parece estorbar ya que el chico sale a prisa, aventándola y peligrosamente rozándome, lo que me hace soltar un grito ahogado, desplazándome bastantes metros, llegando a un librero. —¡Par de imbéciles! —corre hacia la puerta malhumorado, percatándome de quién se trata me quedo desconcertada, mirándolo, quejándose a la par que abre la puerta para ver a sus compañeros desparecidos.

Madre mía.

Bufa resignado y vuelve con pasos pesados, exagerados, apretando los puños. Llegando a aventar con resignación la oscura mochila que cargaba consigo, reacciono con un ligero brinco que hace resbalar y caer mi mochila, resonando mi presencia. Mantiene una expresión severa que se suaviza al verme, al notar que he sido público de una de sus escenitas.

—¿Y tú qué carajo haces aquí, niña? —pregunta frunciendo el ceño, con molestia. —No importa, sumérgete en tus propios asuntos—sigue su camino con indiferencia sin dejarme responder, reaccionar, sólo me deja plantada como idiota. Adentrándose donde estaba.

Molesta, lo sigo, volviéndome a poner la mochila y quedándome consigo en el pequeño cuarto con los equipos necesarios para hacer la tarea de un lustro entero. Hay impresoras, copiadoras, computadoras de escritorio, y un sin fin de máquinas similares a medida que te adentras al espacio, seguido de vitrinas con lo que parece papelería esencial como carpetas, hojas de oficio, bolígrafos y demás. Boquiabierta navego con la mirada, notando las repisas con más material colorido, dándole más forma al insípido color gris. Vuelvo a mi realidad, que sí parece insípida, mirando al chico con ropa y personalidad oscura, desenvolviéndose en la copiadora, sacando juegos de lo que percibo como dibujos de rostros humanos y animales en blanco y negro, que logran llevarse momentáneamente toda mi atención.

—¿Tú los hiciste? —pregunto con asombro.

Se detiene por un instante, volteándome a ver y asentir con neutralidad por unos segundos que no duran tanto porque vuelve a su actividad.

Me acerco con intriga, dejando mi dibujo al lado de los suyos para poder apreciar sus trazos, me dejo envolver por ellos y las técnicas que emplea, ya que tienen luces, sombras, contrastes e incluso en un dibujo que parece ser de un frondoso árbol con un rostro triste y otro feliz en la copa, detallando las expresiones, las arrugas, las delgadas hojas y las líneas de la corteza, pareciendo ser algún efecto de tercera dimensión.

Absorta en el dibujo, me desvío del presente por un instante muy largo, apreciando y preguntándome sobre sus capacidades dadas o inculcadas, hasta que me nubla la vista analizadora sobre el dibujo que mantenía en mis manos, siendo reemplazado por cinco copias del mío, siendo completamente inesperado.

—¿Necesitas más? —sus ojos azules se encuentran con los míos, con sorpresa ante su acción y su voz neutral. Niego lentamente. —Tu riesgosa visita hacia aquí debe tratarse de lo mismo. No te sorprendas, sólo apúrate y parpadea que hay moscas—con un tono y una sonrisa sarcástica, ordena sus papeles, dejándome parada viéndolo, intacta por su espontánea cortesía.

—Gracias—respondo de mi impresión, con suavidad.

Únicamente me ve, sin articular ni expresar nada más, para terminar por concentrarse en lo suyo, pareciendo que cuenta los juegos que sacó y en proceso, maldice entre dientes, refiriéndose a los chicos de hace un rato. Unos muy buenos compañeros, claramente.

Lo observo de pies a cabeza, no extrañándome su estilo oscuro, casi resultando gótico. Su cabello luce despeinado, incluso más largo y rápidamente puedo captar que está usando anillos plateados en sus largos y pálidos dedos.

—¿Disfrutas de la vista? —replica pareciendo indignado, sin mirarme y aún ordenando sus papeles.

No le respondo, permanezco callada, guardo las copias en mi mochila intentando distraer mis emociones a flor de piel, pero al final, la extrañes y la molestia me poseen. Cruzo los brazos mirándolo con el ceño fruncido. Es cuando me animo a confrontar sus acciones tan mezquinas.

—¿Qué mierda pasa por tu cabeza? —le digo con un tono firme, el cual es bastante directo como para hacerle dejar de seguir con su actividad y girarse hacia mí, atrayéndole completamente mi contestación.

Perplejo, me mira cosificándome, con desagrado. Intentado encontrar alguna pieza de lo que pienso o lo que me pasa en mente. Cuando solamente lo que hago es reaccionar como él lo hace conmigo.

—¿Qué demonios te pasa a ti? —me responde con la misma pregunta, con asombro, casi ofendido. —Eres bastante impredecible.

Por un segundo, siento la cólera por su ironía en unas cuantas palabras. Trato de relajarme para hablar civilmente con una persona bastante voluble.

Respiro con impaciencia.

—Admito que tanto tú como yo somos culpables de la imprecisión entre los dos. Tú por hacerme caer en la tentación y yo por unírmele sin perdón. Y no me arrepiento al respecto, no me arrepiento de mis indecisiones, contradicciones ni confusiones. No me arrepiento de absolutamente nada—hago una pausa para observarlo a los ojos, está desconcertado, callado, mirándome fijamente, esperando que termine. —Porque si mi destino era estar en el momento equivocado en el tiempo adecuado, aceptaré todo lo que conlleve, inclusive si guardar el secreto de medianoche de una criatura con grandes y oscuras alas, igualmente que su alma, terminaré lo que empecé. No lo dejaré a medias al darme cuenta de que cuento con la presencia de un ser sobrenatural al que no temo, pero tampoco anhelo, ni deseo... O bueno, tal vez sí deseo conocerte más profundamente, hasta llegar inclusive por mi cuenta al mismísimo infierno si lo implica al estar al lado de un temible o deseable demonio—con un tono vacilante lo dejo helado, recapacitando la bomba de información que le he propiciado de un momento a otro, porque exactamente, somos completamente impredecibles. Lo reto con la mirada, motivando a que me responda directamente, pero al parecer, por primera vez lo veo sin un as bajo la manga debido a que, a los cuantos segundos de nuestro contacto visual, eternal, donde demuestra estar alerta. Intenta huir de ahí a toda velocidad, con urgencia a lo que evito lanzándome sobre el seguro de la puerta, bloqueándole su clara intención. Mi mochila cae al suelo y algunas hojas vuelan por el mismo del consecuente e inesperado arranque.

—Tú y tu puta manía por hacer perder la paz ajena—susurra con molestia, sin mirarme, en unas palabras escupidas o parecidas.

El silencio nos inunda, sin movimiento, sin interrupción. Al quererle repetir mis palabras debido a que no escucho una respuesta de su parte o derivada, intenta encontrar la perilla, tragándome mis palabras lo evito, en un choque y encuentro de nuestras manos en la perilla, aferrándose a ella. Su piel es fría y el metal de sus anillos lo incrementa. No tengo intención en alejar mi mano y al parecer, él tampoco. Como un electroshock, me mira con una leve sonrisa, un tanto oscura, retorcida. Acelerándome el corazón.

—Deberías temerme—aprieta su mano contra la mía, con fuerza.

—No lo hago ni tengo contemplado hacerlo—lo niego, viéndolo recorrer cada centímetro de mi rostro con sus grandes y azulados ojos, en los cuales puedo reflejar mi expresión seria.

Se acerca con lentitud, inclinando y apoyando su cuerpo, acercando su rostro al mío, provocándole curvear una sonrisa más marcada.

—Te haré temerme o desearme, lo que sea más sencillo, aunque eso sí; Te avisaré que lo haré profundamente...—aleja su fría mano de la mía, recorriendo lentamente con las yemas de los dedos mi brazo, surgiendo efecto involuntariamente en sentir erizarse mi piel a causa de su tacto. —Si así lo deseas, lo haré hasta envolverte y poseerte causalmente en la misma oscuridad—baja el sonido de su gruesa voz. Su tacto cambia dirigiéndose hacia mis largos cabellos que los agarra, acariciándolos, mueve su otra mano con la cual se apoya en la puerta para poder inclinarse más, mucho más.

—Te cedo el paso y el permiso, completamente—me acerco sin dudas momentáneas, bajando el tono de voz. —Demuéstramelo una vez más—aprovechando el momento, quito sigilosamente el seguro y abro la puerta agachándome a la vez, haciéndole una icónica despedida con una caída que resuena al resbalarse e impactar contra el suelo del exterior. Sus quejidos y maldiciones resuenan, dibujándome una gran sonrisa a la par que mis impulsos me hacen agarrar provechosamente mi mochila y salir de ahí lo más rápido posible, brincándole por encima y dejándolo ahí tirado.

Salgo disparada hacia el aula de cálculo avanzado donde presentaré mi examen de admisión, con un escaso conocimiento de la mitad en adelante, el cual apenas y pude repasar. B-16 del sexto piso, según las indicaciones dadas, el cual está infinitamente alejado para alguien que va retrasado. Incluyéndome en ese caso. Podría rechazarlo y así me evitaría más ajetreo a mi movida rutina, pero claramente no debo hacerlo, aunque lo quiera y quiera evitarme una relación de amor-odio con esta materia extracurricular... La curiosidad, la duda, la atracción me guía y es ahí cuando dejo mis ideales por mis acciones que dirán más, me enseñarán, comprobarán y negarán aún más. Debo averiguar, debo envolverme hasta estar satisfecha con la misma idea tentadora e incitante a corromper mis indecisiones que quiero que se vuelvan decisiones y en el proceso, me llevaré algunos puntos extra.

Llego con un ligero retraso, justamente cuando tienen toda la intención de cerrar la puerta, que evito entrando como un rayo. Un maestro bastante alto y calvo con ojos oscuros me mira cuestionándome, antes de que se haga una situación incómoda decido disculparme a lo que acepta interrumpiéndome, asintiendo mientras cierra los ojos con pesadez y hace un sonido dándole igual. Concluyendo hace una seña refiriéndose a que me vaya a sentar, siendo todo un caballero.

Veo a los demás que son más de los que esperaba y algunos me miran con una ligera sonrisa divertida, la cual respondo dándole igual siguiendo mi camino hacia un asiento al frente en la última fila, pero con una pizca de vergüenza escondida.

En la pizarra están escritas algunas fórmulas con su respectivo nombre y el apellido del maestro; Stoker. Él mismo comienza a hablar presentándose, notando cierto acento, adelantándonos que no le importa de quién o qué se trate, no soporta el desorden ni el "compañerismo con las dudas compartidas amablemente" refiriéndose a los cuchicheos con trampa, diciéndolo con su áspera voz prosiguiendo a señalarnos indicaciones, procedimientos y respectivas reglas. Camina de lado a lado mientras habla con bastante volumen, puedo notarle un ligero tic en el ojo derecho, el cual se ve claramente en el espacioso e iluminado salón, inclusive es más grande que en los que he estado, sin contar el cuartel. Vago mi mirada por los decorados y blancas paredes que precisamente se adecuan a la materia. Nos entrega uno a uno un papel con una hoja aparte de respuestas, diciéndonos que sólo necesitamos la calculadora, el lápiz, borrador y sacapuntas, añadiendo que lo demás va en el suelo dentro de la mochila, hace énfasis en que celular que suene, examen que anula. Deslizo el mío en la bolsa por dentro de mi abrigo negro, temerosa. Golpea la pizarra, asustándome inesperadamente, señalando que el tiempo comienza y que la suerte esté siempre de nuestro lado, pero que si ve "Que la virgen les habla a algunos" recogerá el debido examen y podrá irse a casa temprano. Caramba.

Veo a los demás poniéndose manos a la obra con una que otra sonrisa o cara seria ocultando nervios o algo más. Doy un largo suspiro, motivándome a seguir y comienzo. Leo las indicaciones y la primera parte es de opción múltiple, pero al darle la vuelta y revisar hasta el número cincuenta, es pregunta abierta con gráficas. Con el ceño fruncido y sintiendo mi corazón latiendo más rápido, leo la primera pregunta que es muy revoltosa y hasta un tanto confusa. Estoy bastante oxidada. Abro los ojos asimilándolo hasta escuchar al maestro pasar frente mío con una sonrisa burlona en su pálido rostro. Lo miro y parece notar mi momentánea preocupación. Madre mía, ¿En qué me he metido?

Sintiéndome aliviada y ligera al estar en el aire fresco de la noche, respiro cerrando los ojos, disfrutando de haber acabado el examen después de 2 horas y media de tortura y cansancio mental, el cual me hizo acabar con una terrible jaqueca. Al terminar, las punzadas vuelven lo que me hace apresurarme a sentarme a la fuente de la entrada de la escuela y buscar entre mi mochila un paracetamol para aliviar el dolor. Hago mi cometido y bebo de lo que me queda de la botella de agua la cual me salvó de bloqueos y negaciones en el examen. Negándome a pensar mis posibilidades, tapo la botella y la guardo para apresurarme en irme a mi casa ya que es bastante tarde, el cielo estrellado ya se hizo presente y el frío aumenta con la oscuridad.

A punto de irme, unas manos heladas tapándome los ojos me dejan desconcertada. Sin embargo, a los pocos segundos una risa de una voz femenina me hace recobrar el aliento. Toco sus manos y analizándolas corporalmente, puedo deducir que son las delicadas y delgadas manos de la misma chica que me mandó a lo que acabo de salir.

—¿Lina? —al terminar de pronunciar su nombre me devuelve la vista que ahora es un poco borrosa y me trae consigo, abrazándome como al principio del ajetreado día.

—¿Cómo te fue? Futura colega—me pregunta alegremente acariciando la tela de mi abrigo, pero puedo notar que lo tiene como un hecho el que entraré, diciéndolo con bastante seguridad.

La miro con desaprobación, fingiendo estar molesta y cuando noto la seriedad en su rostro, sonrío con gracia.

—Pudo estar peor. Digo, un maestro especial, cincuenta preguntas sin saber las últimas y ser abiertas, plus una buena jaqueca, pero recalco; Pudo estar mucho peor—de forma sarcástica he intentado ser positiva me vuelve a abrazar soltando una ruidosa risa que me hace sentir de nuevo una punzada. —¿Y tú cómo diablos me inscribiste? —le digo separándola un poco, para poder verla a la cara. Me responde primero con una gran sonrisa. Hasta ahora me doy cuenta de nuestra ligera diferencia de estatura, tal vez porque no está usando zapatos altos por lo que se ve más pequeña.

—¡Sólo necesité los datos de tu credenciaaal! —lo menciona con una cantaleta. La punzada vuelve, haciéndome entender que es hora de irnos. Me agarro el costado de la cabeza con una expresión bastante notoria que hace exclamar preocupante a la chica.

—¿Ya tomaste algo? Perdón, no quería ser tan ruidosa—me acaricia el cabello maternalmente, suavizando el tono y haciendo unos ojos de cachorro.

Asiento lentamente.

—Justamente. ¿Tomas el bus? —la miro, comenzamos a caminar y apoya su mano en mi espalda, ayudándome mutuamente.

—De hecho, te iba a proponer que nos fuéramos en Uber Pool porque ya es tarde y los buses estarán retacados. Voy para la calle Copernicus, ¿Y tú?

—En la otra vuelta, básicamente—la casualidad me hace sonreír inesperadamente. Ella sonríe en conjunto y seguimos caminando, concordando en que podríamos irnos juntas de vez en cuando y revisando las tarifas de la aplicación, hasta pedirlo en la esquina de la entrada de la escuela.

Me dirijo con rapidez a ver los resultados de los exámenes de admisión a la clase de cálculo avanzado. Precisamente hoy es la introducción y presentación a los alumnos nuevos. Busco en las largas hojas rodeadas de personas, con dificultad llego a posicionarme al frente de la letra correspondiente, busco mi apellido, llevándome la noticia de que efectivamente estoy dentro con 43/50 aciertos. Lo que me sorprende incluso más.

Le tomo foto a la lista con mis resultados y se lo envío por mensaje a la chica que me involucró en esto, a los segundos veo sólo en su respuesta emojis de celebración y corazones, lo que me hace sonreír bobamente. Satisfecha me apresuro en ir casi saltando a mi clase antes de que la campana suene, siguiendo mi rutina, pero con una ligera distracción en mente. Teniendo la idea de que las cosas se están acomodando poco a poco, pero lo que esté a punto de pasar de ahora en adelante, marcará un antes y un después. Con impaciencia, llego temprano a la respectiva clase con una sonrisa de satisfacción. Hay sólo un par de personas platicando entre sí. Aprovecho para tomar un asiento adelante, dejando mis cosas y dirigiéndome hacia la entrada esperando a alguien en específico con los brazos cruzados. Pasan los minutos y las personas, pero ninguna específicamente es él.

Me sorprende una llamada entrante tratándose de la mismísima Lina. Contesto y escucho su respiración agitada. Justo cuando voy a hablarle con angustia me interrumpe:

¡Shimatta! ¡Shimatta! ¡Janie, olvidé mi nuevo recopilador y tuve que ir a buscarlo! —hace una pausa para respirar, pero el ajetreo que escucho de fondo me dice que está corriendo sin parar. —Voy tarde, ¿Me apartas un lugar junto a ti? ¡Ariga... Ah! —un golpe seco se escucha acompañado de su agudo grito.

—¡¿Qué pasó?! ¡¿Dónde estás?!—le pregunto haciéndome de lado, buscando pistas de su paradero, pero escucho que la llamada termina. Me colgó.

Conmocionada le llamo con insistencia, pero al negármelo después del máximo de intentos, comienzo a teclear escribiéndole un mensaje de texto, justo cuando una silueta oscura pasa por al lado mío, desconcertándome.

—¿Tú de nuevo? —se para en seco, mirándome con molestia. Pone sus brazos en la cintura y frunce el ceño. —¿Qué quieres?

Respiro profundo, animándome a seguir. A hacer las cosas como debieron empezar, pero, aunque no pueda cambiar lo hecho, cambiaré lo que haga de ahora en adelante. Empezando por el pie derecho.

—Soy Jane Rhyes, fácil de recordar. Sí, soy nueva por aquí, sí, me previne y por supuesto, te reconozco a la perfección—me adelanto y con intención de cambiar las cosas le ofrezco mi mano para estrecharla con una sonrisa amigable, lo que lo deja completamente desconcertado.

Mira al lado antes de voltearse y mirar mi mano esperando, sonriendo fugazmente antes de dirigirse hacia mi mirada.

—¿No crees que es un poco tarde para las presentaciones oficiales?

—Lo es—me limito a decir. —Pero eso no quiere decir que no hay razón porqué no hacerlo ahora. Es más, es justamente el momento.

Mira mi mano aun esperando y la estrecha con fuerza, aceptando. Volviendo a sentir su frío tacto.

—Tus deseos son órdenes, ahora compláceme—aprovecha nuestras manos unidas para tomar la mía con fuerza y jalarme hacia la pared, dejando pasar a algunas personas tras nosotros. —Cediéndome el permiso cometiste un grave error, ¿Qué quieres a cambio? —su repentinidad me deja pensativa, pero recuerdo mi objetivo.

—Quiero saber qué oculta tu oscura apariencia que es engañosa, quiero conocerte hasta averiguarlo. Quiero saber quién eres realmente. Y si es en verdad un error, quiero demostrarlo o simplemente puede ser el mejor de mis errores—suelto mi mano con firmeza, arrebatando nuestra unión, nuestra cercanía.

—Ya sabes en lo que te metes. Te he dado oportunidades para arrepentirte, para correr, para alejarte, pero simplemente te atas voluntariamente, ciegamente. Sin saber lo que haces, sigues actuando impulsivamente...

—Te equivocas—lo interrumpo. —Sé los riesgos que corro y aun así aquí sigo, porque precisamente me das razones, tal vez no todas son buenas, pero me las das y me permites acercarme. Simplemente sigo haciendo lo que me incita y lo que me atrae, porque quiero experimentar lo que no se ve, lo que no sucede. Científicamente, físicamente, teóricamente.

—Te faltó matemáticamente—añade. —Y si no sucede, ¿Entonces yo qué? —indignado se apunta, notándolo.

—Por eso estoy aquí—le afirmo con seriedad, con seguridad.

Escucho que hace un sonido de burla con una sonrisa de estar disfrutándolo. Mirándome fijamente, queriéndome transmitir más de lo que realmente reflejan sus actos autoritarios.

—Siéntate—susurra, yéndose velozmente. Dejándome.

—¿Qué? —a la par que pregunto, llega el mismo maestro de ayer golpeando la puerta con unos papeles, sobresaltándome.

Bufo y lo miro antes de hacerle caso, el cual corresponde mi acto, sonriéndome levemente. Se sienta en un lugar en medio de la última fila, donde casi no hay alumnos sentados. Aprovecho esa oportunidad para agarrar mis cosas y dirigirme atrás suyo, notando que no se sorprende ni cuestiona, sino que le provoca una sonrisa aún más notable.

—Espero estés completamente consciente de lo que haces—se burla, girándose hacia mí.

—Perfectamente—le respondo segura, instalándome.

Nos miramos sonriéndonos, siguiendo a pesar de escuchar que el maestro comienza a hablar. Se presenta, describe la materia, muestra los objetivos y competencias generales, anota el encuadre, pero seguimos igual, sin cansancio. En un reto de miradas que termina al escuchar al maestro atender a alguien que tocaba la puerta.

—¡Rhyes! —me llama escandalosamente, lo que me hace prestar toda mi atención. —¡Te buscan, señorita!

Busco con la mirada y al hacerse de lado, mis ojos captan al mismísimo chico que evité echándome a correr. El corazón se me achica y siento que dejo de respirar por un momento al ver que me enseña mi credencial con una mueca de disgusto. Reacciono y busco idiotamente en mis cosas, pero efectivamente; No está. No creyéndomelo me le quedo mirando suplicante, no queriendo aceptar lo que acaba de suceder y en lo que me acabo de meter.

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