Capítulo 7
Es la primera vez que dejo el pueblo desde que llegamos aquí. Me convencieron diciéndome todos los detalles respectivos a esta exploración urbana. Pero, aunque esté informada y sea necesario, permanezco callada en mi asiento, mirando por la ventana el bosque que tenemos en ambos lados de la carretera. El frío bosque con niebla y un fondo grisáceo.
La música indie me relaja, pero a la vez me motiva a pensar con tranquilidad.
—Lynchburg. Pueblo vecino de Leesburg, pero con el tiempo, la desolación lo volvió uno fantasma. Ahí volveremos para nuestra segunda aventura—Lisse comenta con aire misterioso, diciendo las palabras lentas, al terminar, se gira hacia nuestros asientos, cabe recalcar que me quedé con Corey, y nos hace brincar del susto al poner un mapa casi en nuestras narices. Parece viejo, opaco, y tiene taches con tinta roja y círculos con negro. Parece un croquis a los lugares más interesantes a su parecer.
Corey suspira agobiado.
—Sólo serán tomas a la iglesia LaVey, no empieces—empuja el mapa con suavidad, no queriéndolo dañar.
Lisse lo mira con ojos asesinos y después vuelve a su sitio, analizando de nuevo el mapa, dándole instrucciones de atajos a Skylar, que es la segunda persona con licencia de conducir en esta camioneta. Claramente, yo no soy una de ellas.
—¿Todo bien? Has estado muy pensativa—Corey me toca el hombro, esbozando una sonrisa.
Asiento enseguida.
—Es la primera vez que hago esto, simplemente es inevitable no pensar en todo—le sonrío sincera. Aparte, se trata sobre mí, la que piensa hasta darse jaqueca. Más en estos nuevos casos.
—Si estás preocupada, simplemente velo como una nueva experiencia. Es trabajo, tenemos justificaciones, regresaremos a tiempo y conocerás nuevos lugares. Nada puede salir mal, tenemos maña—ríe ligeramente, sacudiéndome por el hombro con suavidad.
No puedo evitar sonreír divertida.
—Creo que tienes razón.
—Siempre la tengo—me guiña un ojo jugando. —Sólo no te debes dejar llevar por pensamientos negativos que arruinan la magia—aconseja a la par que Cailin reparte dulces de una caja decorada con pegatinas. Al llegar nuestro turno de escoger, elijo uno largo con bolitas rojas en un tubo plástico. Corey agarra uno igual, pero con el color azul.
—Entonces, me dejaré sorprender, mago—bromeo, agitando el dulce como una varita mágica.
Me imita, comenzando a golpear mi dulce con indicación de pelea. Le sigo la corriente, riéndome por este insignificante hecho.
Escucho unas voces lejanas llamarme, somnolienta me tallo los ojos, queriendo volver a la vida. Es Lisse, que esboza una radiante sonrisa, llamándonos a Corey y a mí, que estamos reviviendo.
—Apúrense—nos dice antes de dejarnos, bajándose de la camioneta.
Desubicada me incorporo, pero me sobresalto al no ver a nadie más. Muevo a mi compañero de al lado, quejándose adormilado, dándose la vuelta. Insisto, aunque al final se niega.
Lo dejo descansar y me voy casi corriendo, bajando con tanta fuerza que me tropiezo y caigo al rocoso suelo. Notando nuestro alrededor por primera vez. Estamos frente a una gran estructura con ciertos derrumbes, de color oscuro, estatuas destruidas sin mucha forma y detalles muy peculiares. Podría decir que tiene una vibra tétrica. Y la ubicación no da mucho para confiar, a simple vista estamos a kilómetros de lo que fue una vez la población, estando ahora desolado, siendo un lugar completamente olvidado.
—Jane—escucho que alguien me llama desde lejos. Me fuerzo a ver y son las chicas haciéndome señas. Me levanto con cautela y sacudo mi ropa del pasto seco.
Camino rápido mirando los detalles de la estructura, con asombro. Jamás había visto algo similar. Es tan único, siendo un desperdicio que esté abandonado, descuidado.
Embobada sigo a las chicas, que están armando el equipo fotográfico, que a simple vista se ve muy completo y complejo. Cargan varias cámaras de distintos tamaños y elementos de producción bastante profesional. Lisse nos hace una seña hacia la entrada, teniendo unas enormes puertas oscuras, siendo una iglesia bastante gótica, dándome mala espina. Los detalles que tiene parecen simbólicos por lo detallado que está, siendo algo profundo.
Iluminando la cerradura, la fuerza con concentración, pero falla a los primeros intentos. Al ver eso, nos mira con una leve sonrisa maliciosa segundos antes de sacar de su minúsculo bolso a la cadera unas pequeñas pinzas cosméticas. Con agilidad, hace maniobras con bastante fuerza en la cerradura, destruyendo las pinzas que parecen no ser importantes, logrando abrir una de las enormes puertas de una patada. Abriéndonos a la posibilidad de ver en el interior, un interior muy oscuro y que la única palabra que puedo procesar es perturbante.
—Abracadabra—sonríe victoriosa, lanzando las pinzas destruidas a su suerte y abriendo ambas puertas que parecen ser muy pesadas, lo más que se puede.
Sus expresiones de emoción se cuelan con el rechinado del metal de las puertas. Avanzan impacientes hasta dejarme completamente atrás, asombrada y no todo para bien. Los detalles son más claros, con una estructura clásica de una iglesia, pero grandes modificaciones que son evidentes, igual que el deterioro. Los leones y serpientes son un lema, detallado, intacto. El rojo la combinación y la estupefacción mi conclusión.
—Es satánica—una voz resuena en mis oídos, provocándome un susto de muerte, lo que me hace dar un brinco.
La risa del castaño me hace relajarme, pero a la vez sentir un poco de molestia por la reacción que me dio, aunque claramente eso quería.
—No me sorprende, pero tú sí. Pensé que estabas muerto—me cruzo de brazos sintiendo la piel de gallina, sonriéndole levemente.
—Mi descanso acabó. A trabajar—se estira, bostezando. Lo observo despeinado, con el cabello totalmente revuelto como si tuviera un mal día de cabello, pero parece importarle un comino porque me jala del brazo con entusiasmo, haciendo que nos adentremos a la oscura estructura que no me había atrevido pisar.
Nos quedamos estáticos en el inicio del camino hacia lo que parece que fue un altar, ahora sin mucho por ver sólo un pequeño gran detalle. Una gran estatua posicionada en el fondo me deja desorbitada, embobada por su exclusividad. Jamás había visto algo similar, tiene cabeza de animal y el cuerpo de hombre, con una seña significativa en las manos, con un brazo arriba y otro abajo, flexionados.
Nunca he sido religiosa, ni mi familia lo es, en absoluto. Me considero más espiritual. Sin embargo, esto es otro nivel.
Momentáneamente, el recuerdo de la última escena de la fiesta de bienvenida me invade, haciendo una comparación entre la figura en que se transformó el chico con la luz de la luna llena y esta estatua que tengo a algunos metros de mí. Siendo algo casi indispensable, inevitable, pero tan sólo pensarlo me revuelve las entrañas.
Un flash me trae de vuelta, encontrándome con que estoy realmente en este momento, viviéndolo en cámara lenta. Estoy alejada de los demás que se mueven libremente por el extenso lugar, capturando los mejores ángulos y escribiendo con rapidez en sus celulares, tal vez haciendo un análisis del gran monumento. Y otros, simplemente andado a sus anchas, maravillados. Ni siquiera noté a mi compañero alejarse, tal vez estoy demasiada distraída por la impresión, por la experiencia.
Intentando integrarme, doy unos pasos apreciando el trabajo de los demás, moviéndose con total energía, diciéndose con seguridad que será una gran nota, que empezarán a prepararla desde hoy mismo. Sin resultarme extraño, me siento ajena a su conversación, fuera de lugar. Y más de encajar, es que no sé qué hacer para ser útil con mi presencia, para aprender y ayudar.
Al permanecer viéndolos y claramente, sin poder hacer mucho porque incluso saben más que yo, pidiéndoselas arreglar por su cuenta, decido dar una vuelta por el lugar desgastado, con una presencia inquietante, imborrable. Luce un estilo elegante, como de otra época, demasiado viejo o con un estilo específico, antiguo. Hay velas rojas gastadas tiradas por algunas partes de las bancas oscuras de madera. Hay tapete agujereado abajo de ellas y al frente, con objetos tirados como papel y algunos libros que tienen la portada lisa de color tinto.
Curiosa, me hinco para poder recogerlo y hojearlo rápidamente, averiguando que tiene una semejanza con la escritura, siendo familiar. Frunzo el ceño con duda, parando en una hoja al azar y viéndola con detenimiento, entrecerrando los ojos no creyéndome lo que deduzco. Es el mismo dialecto que el del libro que encontré en el ático. Atónita, siento asco de los nervios, de las emociones repentinas que con los hechos se han acumulado desde que llegué aquí, a este lugar, a este pueblo. Que parece que he estrenado como nunca.
Abrazo con firmeza la frazada con la estoy tapada en mi asiento, comiendo un poco del chocolate que me dieron para subirme el azúcar. Me comencé a sentir mal después del descubrimiento que comenzaba a formularme, al mar de asuntos por resolver desde el inicio. No les faltaba mucho por terminar, pero la curiosidad a veces deja volar el tiempo. Después de resistirme, mi palidez y desconcentración me delataron, así que, aunque me forzara a actuar estable, optaron por la idea de que era suficiente. Eso, y la lluvia que se soltó del día grisáceo. Intensificando la pesadez que sentía.
—¿Te sientes mejor? —Lisse se acerca, aprovechando que Corey me dejó el resto del asiento para poder recostarme, pero en cambio estoy abrazando mis piernas, viendo por el empañado vidrio los pinos del bosque.
Asiento, con una leve sonrisa.
—Fue momentáneo—le ofrezco chocolate, aceptándome un trozo. Se acomoda a sus anchas, con notable cansancio.
—La impresión—deduce, convenciéndose a sí misma.
—Es lo más probable, nunca había visto... Eso—siendo algo indescriptible o extenso, opto por asemejarlo a esa palabra, causándole gracia.
—Bienvenida a la máquina del misterio—su tono sarcástico, enfatizando a la referencia, me hace sonreír burlonamente.
—¿En serio? —me cubro la boca con la mano al estar comiendo y riendo al mismo tiempo.
Asiente con energía.
—Eso explica el color—prosigo.
Ríe.
—En realidad, fue decisión colectiva porque la camioneta era del padrastro de "Mami-Sky"—al mencionar el apodo, mira a Skylar y una ligera sonrisa se dibuja en su concentrado rostro.
Damos vuelta en una pequeña gasolinera con una tienda de víveres que jamás había visto.
—Haremos una parada. ¿Te encargas del resto? —le dedica una mirada confiada a Corey, quien resignado eleva los hombros con una mueca. Se sonríen segundos después, antes de que las chicas al volante tomaran un pequeño paraguas oscuro y se bajaran con rapidez. Corren en la creciente lluvia, hasta desaparecer entre los baños del lugar.
Corey suspira, bajándose de la camioneta para intercambiar lugar para manejar, con cierta pesadez. El aire helado se intercala con el calor acogedor que había, haciendo que me cubra con más fuerza.
—¿No quieres ir al baño? —Lisse me pregunta, levantándose con un paraguas morado.
Niego.
—Ya volvemos—sonríe, dando un portazo y apresurándose a seguir a las chicas como en una carrera de vida o muerte. Parece resbalarse a la mitad, por lo cual la risa divertida de Corey se manifiesta. Comparto una sonrisita también, hasta ver que entra a los servicios.
La camioneta avanza, el ruido de la lluvia aumenta y el ruido natural me deja pensando, recapacitando. Con inquietud, saco mi celular, despreocupándome por la hora, sólo teniendo en mente algo en este momento. Entro a las fotos, viendo la última que tomé. Siendo la de la escritura peculiar, el dialecto. Deslizo a la siguiente, la foto del viejo libro del ático, teniendo una similitud mortal. Definitivamente se trata de lo mismo, pero ¿De qué?
Suspiro bloqueando la pantalla, recargando mi cabeza en el asiento, casi dejándola caer. Cierro los ojos, escuchando la lluvia, queriendo que mis pensamientos se vayan con ella.
Entro a rastras al luminoso local, dando hincapié a mi estado físico. Es muy temprano, por lo cual el sol es tenue y los lugares empiezan a abrir, siendo un ambiente casi desértico.
Me quedo quieta a medio pasillo, viendo a Lina de lado a lado. Parece que está haciendo la limpieza. Tiene los auriculares puestos y tararea con energía una canción que no logro reconocer, de igual forma, estoy demasiado cansada para funcionar bien.
Sin planear molestarla, camino con lentitud, hasta la primera máquina cercana, con plan de sentarme y averiguar todas mis dudas cuanto antes, pero es en ese momento que se inmuta de mi presencia dando un giro sorprendente, asustada.
La saludo y articulo para hablarle, pero bruscamente suelta la escoba que estaba ocupando, haciéndola sonar contra el suelo, sobresaltándome. Corre hacia mi lado y cuando llega, me inspecciona de arriba a abajo, en segundos. Frunce el ceño confundida, mirándome a los ojos.
—¿Qué te pasó, Janie? —me sujeta por los brazos, aun mirándome. -Pareces un fantasma-esboza una sonrisa.
Con desganas sonrío, realmente sintiéndome así.
—Sólo estoy cansada. Quería tener mucho tiempo para investigar.
—Una persona en su sano juicio estaría durmiendo a las 6 a.m. No yendo a un cibercafé desaliñada, arrastrando su trasero a la fuerza, tratando de no morir. Iré por un café, siéntate—recorre la silla sin dejarme protestar o contestar, indicándome, antes de hacer su cometido.
Su honestidad me hace reír.
—Tal vez, realmente no lo estoy—me siento, girando la silla.
—Realmente dudo que tu estado se deba a las tareas por ser la primera semana, pero si necesitas ayuda, sólo pídela—llega dejándome una humeante taza en la mesa. Arrastra otra silla y se sienta a mi lado.
La miro dudosa. No suelo comentarles mis problemas a las personas, los suelo callar y resolver por mi cuenta, sólo cuando es demasiado para mí, se suelen notar.
—Creo que todo se puede sobrellevar, adaptar, pero el proceso es complicado—tomo la taza del café y lo enfrío con la cuchara. —Igualmente te agradezco—le sonrío agradecida, aunque ella se queda seria, no convencida.
—No te guardes lo que no quieres—se recarga, viéndome atenta.
—¿Tenemos otra opción? —le doy un sorbo al café. Está muy dulce.
Asiente.
—O joderlo o joderte, pero eso tú lo decides—sonríe con amargura, levantándose de la silla, notando que un par de personas han entrado al lugar. Lina se acerca a atenderlos con amabilidad y terminar lo que mi aparición pospuso. Giro la silla, encontrándome cara a cara con la pantalla oscura en la cual refleja mis ojeras y mi cabello esponjado, retrocediendo a las palabras que me dijo, siendo un tiro al blanco.
—¿Una novatada? —lo digo con más sorpresa de lo que quisiera. Nunca me había tocado presenciar eso. Miro a los lados para ver si nadie me prestó atención, pero siguen con su almuerzo, en su mundo.
—Apagaron las luces y llenaron la escuela de humo, por lo cual, la alarma de incendios se activó y terminamos empapados—Neitan me cuenta de sus desaventuras del primer día, lo cual no me enteré al estar fuera, agradecida o desgraciadamente.
Anya se echa a reír al mostrarme algunas fotos y videos que tomaron de ese momento que terminaron en los estados de sus amistades. Debo admitir que ver las caídas y la histeria del personal escolar, es muy divertido.
—Incluso había personas disfrazadas, fue épico—se ríe con ganas, no dejando de rememorar los eventos de ayer.
Neitan bufa descontento.
—No fue para tanto.
Anya lo golpea en el hombro con fuerza, provocándole una mueca.
—Pobre bebé, lo dices porque tu "cacahuate" se mojó—se ven por unos segundos, pareciendo debatir entre miradas. —Al menos, podrás comprarte uno mejor—le guiña el ojo, sacudiendo su celular, presumiendo que está intacto.
Sus miradas competitivas no duran tanto, porque después se echan a reír. Sus risas me contagian y me río con ellos sin saber precisamente por qué, sólo me dejo llevar.
Nuestra risa dura unos minutos hasta que mis tripas suenan y un leve dolor se manifiesta, tengo hambre. Me levanto de la mesa con intención de agarrar lo que sea para no tener un malestar después por malpasarme.
—¿A dónde vas? —Anya me pregunta, domando su risa.
—Debo comer si no quiero morir—le sonrío, alejándome.
—¡¿Me traes una leche con chocolate?!—me pregunta con tono alto, casi gritándome como desesperada, a pesar de que sólo he avanzado unos metros.
Neitan le tapa la boca y mueve el dedo negando, seguido de señalar que está loca y que me vaya.
Anya parece morderle la mano porque da un grito ahogado. Se miran retándose, hasta que avienta a Anya.
—¡Que sean dos! —me dice él, con una amplia sonrisa, sacudiendo su mano para alivianar el dolor.
Rodeo los ojos sonriendo. Siguiendo con mi plan y con dos pedidos más a la cuenta.
Paso por las mesas, aumentando mi velocidad al ver la extensa fila. Llego a tomar una bandeja color crema, cubiertos y esperar mi turno detrás de una chica con cabello muy corto. La fila comienza a avanzar a medida que espero, acercándome cada vez más a ver los diferentes alimentos que sirven. Hay mucha variedad, siendo reciente por su aspecto y el humo saliente, sin hablar del olor, que me hace aumentar mi apetito, queriendo agarrar de todo.
—¿Me dejas atrás de ti? —la dulce voz de Lina me desconcierta. Dejo de estar embobada por la comida y miro atrás mío a unos chicos platicado entre sí. Con timidez asiento, no queriendo que lo noten, pero Lina les pide permiso y se posiciona con una gran sonrisa a su lado. Siendo lo contrario a lo que quería.
—¿De dónde saliste? No te había visto—le pregunto sonriendo. Avanzamos en la fila, estando a más de la mitad.
—Acabo de salir, pero debo apurarme si quiero escoger buen lugar—se acomoda un broche de calavera que tiene en el cabello que parece que hoy lo onduló, poniéndolo en orden. Realmente me gusta su estilo, es tan único y le queda de maravilla.
—¿Qué clase tienes o por qué la prisa? —curiosa, la observo. Su maquillaje en la escuela es más cargado que en el trabajo, tal vez por el tiempo o la comodidad.
—Cálculo avanzado. En realidad, es una clase particular por lo cual ganas puntos extra—lo comenta con emoción, sacudiendo los hombros.
—Números con letras, ¡Qué diversión! —actúo sarcástica, lo que le provoca una risa.
Me da un codazo, sonriéndome. Le sonrío y nos miramos por unos segundos divertidas, pero como por arte de magia, mi sonrisa se esfuma al ver pasar a una silueta familiar, oscura. Lo sigo con la mirada, viendo que se acerca a las mesas de hasta el final, en soledad.
—Avanza—Lina me da un empujoncito, observando que dejé una distancia notable de unas tres personas. Me apresuro en seguir a la fila, preparándome para por fin agarrar mis alimentos y los encargos de mis queridos amigos.
Esperamos en silencio, siguiendo el movimiento que avanza cada vez más rápido. Me decido a pensar qué agarraré primero, obligándome a dejar la fiesta en paz con mis cuestionamientos. Hasta hace unos días, no tenía idea de su persona, sólo rastros de su personalidad nórdica.
Siendo algo imparable, doy miradas discretas a su mesa, donde no lo veo tan bien, pero está quieto, almorzando como toda persona en este lugar. Avanzo en silencio, miro de reojo y me enfoco de nuevo en seguir avanzando, hasta llegar a mi turno, escogiendo un poco de pasta, vegetales con pollo a la mantequilla y sopa de champiñones. Al terminar, escojo las leches con chocolate y me llevo una de vainilla para mí, siendo de las últimas que quedan. Miro cuestionante a Lina, queriendo saber si quiere una, pero me detengo al verla tan selectiva con sus alimentos, preguntando los ingredientes de cada tipo que le llama la atención.
Espero a que avance a la zona de bebidas y postres para preguntarle.
—¿Quieres una? —señalo las bebidas que tengo en mi bandeja, dispuesta a pasarle una antes de que se acaben, pero termina negándose, sacudiendo la cabeza.
—Si no es de soya, no estoy interesada—se acerca y agarra un jugo de arándano.
—¿Tienes un plan alimenticio específico o estás a dieta? —curiosa le pregunto, viéndola moverse.
Me sonríe con gracia.
—Algo así. Soy vegana—apunta a su bandeja llena de verduras, arroz y sopa de brócoli.
Conociendo el sentimiento, le sonrío.
—Y yo soy vegetariana—apunto mi bandeja copiando su gesto y nos miramos cómplices. Terminando con nuestro turno, nos salimos de la fila con cautela, hasta irnos juntas.
—Siéntate conmigo—la guío sonriente y ella acepta con un sonido. Caminamos por las mesas con precaución, rodeando donde hay más espacio. Inevitablemente, mi vista se fija en las mesas de hasta atrás al estar cerca de ellas, posando la mirada en un punto claro desde el principio. Al pasar personas a nuestro lado, pareciera como si pusieran el "Replay" porque reacciono de ese momentáneo instante de"Pause". Ese momento donde miro de nuevo su cabello oscuro y rostro serio que conforman una peculiar forma de ser y actuar.
Invocando su atención, me mira por un segundo, con una mirada fija, directa a mis ojos, donde yo no bajo ni desvío la mirada. La mantengo, intercambiando esa repentina coordinación.
Lina me jala de repente y hace que me siente en una mesa cerca, vacía. Preocupándome, casi tirando la sopa de champiñones y esparciendo un poco de pasta, sin contar las leches tiradas.
—¡¿Qué pasó?!—sorprendida, la cuestiono por el acto tan brusco.
—Tú y el chico de negro-mira hacia atrás, atinándole. —Llevas mirándolo hace un rato, Janie. Acaso...—sin añadir nada más, dejando las posibilidades al aire, mis mejillas comienzan a sentirse cálidas, sonrojándome por ser pillada in fraganti. —¿Quieres que te lo presente? —cambiando su expresión, sonríe ampliamente, bufona.
—¡¿Lo conoces?!—casi se me fractura la mandíbula de tanto abrir la boca para articularlo.
—Va en mi clase. Aunque, es muy reservado, tal vez conociéndolo mejor...
—Creo que ya lo conozco bastante bien... —me susurro para mí misma lo que capta la atención de Lina, mirándome fijamente. —Lo conocí hace tiempo, obteniendo una mala impresión, que siguió así pero nunca he podido hablar con él debidamente. Los sucesos me han hecho prolongarlo—explicándole en resumido, para que la situación torne otro giro al que íbamos, dejo la bandeja en la mesa y saco en un acto rápido el libro viejo de mi mochila. —Todo va relacionado—no añadiendo nada más, agito el libro, cortando la explicación.
Lina baja el libro, restándole atención y me sonríe con diversión, casi como una chispa de emoción que hace iluminar su rostro.
—Pues, hazle frente—de un golpe, baja hacia mis piernas el libro, alentándome con su tono. Me mira animándome con lenguaje corporal.
Me le quedo viendo, pensativa, recapacitando si realmente me conviene, pero a los segundos una idea de es ahora o nunca me convence. Entonces, me mentalizo, trago aire y asiento, aceptando antes de echarme hacia atrás. A veces sólo debes animarte y crear la situación, convirtiéndolo en tu momento esperado.
Me levanto, dejo mis cosas y cuando estoy a punto de dejar el libro, una fuerza me hace impulsarme mayormente al estar de pie, tambaleándome con mis pies y la nada, convirtiéndome en un centro divertido de atención por unos instantes de quienes lo presenciaron. Le devuelvo una mirada asesina a la chica que me mira atenta, escondiendo una sonrisita. Rodeo los ojos y me animo a recobrar la compostura, hasta seguir mi camino con un objetivo claro: Lion Shay Novotny.
Trago saliva al acercarme más y más. Pasando a los demás estudiantes que, aunque hagan ruido, mis sentidos están concentrados en alguien que está a tan sólo unas cuantas mesas. Conforme avanzo, mi corazón se acelera y los nervios me comienzan a invadir. Las dudas más simples y estúpidas me acorralan hasta sentir mis manos húmedas, sudando.
Negando mis instintos, inhalo y exhalo para tranquilizarme y dejar de ahogarme en un vaso de agua. Sin embargo, es más complicado animarte que pensar en hacerlo, siendo un hecho cargante de adrenalina y emociones revoloteando como mariposas, llenas de emociones congeladas.
Llegando al límite, sólo separándonos una mesa, me detengo en seco, sin querer, como reflejo. Observo sus movimientos, su almuerzo variado, su ropa oscura que sigue siendo negra, pero ahora llevando un abrigo largo y un rostro serio, en una solitaria mesa hasta atrás de la cafetería, aislado. Queriendo no llamar la atención, pasar desapercibido, fallando en mi caso y recordándome en cada instante que debo tener cuidado.
Con repentinas ganas de irme, arrepentirme, me resisto tan fuertemente que mi única escapatoria es correr a sentarme en frente suyo de manera tan precipitada que por primera vez noto su expresión de sorpresa, incluyendo sus movimientos, interrumpiendo su trago a una Coca-Cola Zero.
Coincidentemente, nuestras miradas se cruzan por unos segundos que parecen eternos, donde todo alrededor parece desvanecerse, ahuyentarse de este momentáneo cruce forzado. La luz artificial de color blanca me deja mirar con más detalle su rostro. Tiene pequeños lunares que sólo prestando demasiada atención puedes notarlos, estando tan cerca, observando también el impecable contraste que hace el negro en su pálida piel, enfatizando en sus ojos azules, cristalinos, reflejantes, siendo parte de un rostro inexpresivo, frío.
Abro la boca para comenzar por presentarme formalmente, antes de seguir con mi cuestionamiento, rompiendo el anonimato, pero me calla aclarándose la garganta ruidosamente, tomando la situación por el mango del sartén, literalmente.
—Lion Shay. Y sí, se escribe como se escucha. No, no soy asiático. Sí, eres predecible y no, no es un placer reconocerte. Buen día—arrogantemente, seguida de sus palabras cortantes en todo ámbito, se levanta tomando sus cosas con toda la intención de dejarme plantada, aptitud que ya no permitiré.
Con determinación, dejo el libro en mi antebrazo izquierdo y me acerco demasiado a él, arrebatándole su bandeja con una ensalada básica y toda clase de comida con carne, desagradándome. Dejándola de forma ruda sobre la mesa, casi estrellándola, liberando todas mis inquietudes y dudas que su aparición en mi vida ha causado, demostrándolo con una simple y, fuerte, acción. Evitando que siga siendo una persona fugaz que tiene la prioridad de dejarme pensativa por intensivos días.
Lo miro fijamente, invadida por la impotencia de estar detrás de él como un perro persiguiendo su cola. Él, me mira desorbitado, bastante sorprendido, mirando su bandeja con su comida regada por una chica que llegó de la nada que se negó de ser "Nada". Nada más que una simple aparición errónea en el lugar equivocado en el momento equivocado, pero con la excepción de no haber sido con la persona equivocada. De muy mala o buena suerte, tal vez y a la vez.
—Estoy cansada de tus momentos fugaces que sólo me dejan desorbitada, por eso estoy aquí—clara, relajando la mirada, lo dejo procesar lo que acaba de pasar, soltando su bandeja e invitando a que se siente de nuevo con una seña. Acompañándolo, viéndolo elevando las cejas.
—¿De qué hablas? Apenas te he visto tres veces, contando hoy—relaja la mirada, pero con un tono aun siendo parte de la sorpresa.
—Cuatro—corrijo recalcándolo. —La noche de la fiesta de bienvenida también cuenta—me cruzo de brazos con dificultad.
Da un largo paso, acortando el espacio que nos separaba decentemente, haciéndolo inexistente, invadiendo mi espacio personal convirtiéndose en un hábito, un juego. Pareciendo un deseo culposo porque al estar delante mío, agarra mi rostro con rudeza y me inspecciona provocándome un gesto perplejo con su ceño fruncido, lo que dura poco porque termina sonriendo placenteramente, disfrutando de mi sacada de órbita, comenzándome a sentir incómoda. Antes de arrebatar sus dedos fríos de mi cálida piel, él decide adelantarse y retroceder con una sonrisa bufona, satisfactoria al dejarme desorbitada.
—El maquillaje sí que cambia, eh—vuelve a su sitio y tomando de un gran trago de su lata de refresco, se sienta, invitándome a hacer lo mismo, devolviéndome el gesto que hace rato no aceptó a las buenas.
Suspiro, mirando al techo en desacuerdo con su comentario, pero termino sentándome al pasar los segundos, unos segundos bastante largos. Al verlo, su mirada se posa en mí, dejando de beber y ofreciéndome. Niego de inmediato, lo que le incita a terminar su bebida y presionar la lata con fuerza.
—Quiero hablar sobre nuestro encuentro en la fiesta de bienvenida, antes de lo sucedido—suelto rápidamente, entrecerrando los ojos, desconfiando de su reacción. En cambio, su sonrisa aparece, pero en vez de ser burlona es una picara, retorciendo las palabras y transformándolo en otro contexto.
—Vienes, me acorralas, me privas de mi tranquilidad, cuestionándome y todavía me echas la bronca como si tuvieras algún privilegio sobre mi—sonríe amargamente. —Ya tuve suficiente—desaprobándolo, se intenta levantar fastidiado, pero le hago entender que esto no ha acabado, estrellando el libro sobre la mesa, con bastante fuerza, sonando un golpe seco.
Cansada, interfiero las futuras palabras que se aproximan, parando la posibilidad.
—Sabes bien a lo que me refiero. Tus distracciones no me harán cambiar el tema. Iré al punto, sé que no eres lo que aparentas—escupo, sintiendo una oleada de emociones por al fin decírselo cara a cara.
Elevando las cejas, mira mi rostro serio, comenzando a compartir esa expresión habitual.
—¿Y quién es realmente lo que aparenta? —devuelve, irónicamente.
—La pregunta aquí es: ¿Por qué intentas creerte lo que aparentas? —le contesto, con bastante seriedad.
Eleva los hombros con resignación, haciendo una mueca y ladeando la cabeza.
—Porque es más fácil aparentar que dar a conocer la realidad.
Perdura un largo silencio intercambiado de nuestros ojos fijos a los otros. En sus ojos se refleja mi rostro, en un gran enfoque.
—¿Y tú? —me pregunta de repente.
—¿Yo qué?
—¿Qué intentas creer? —se cruza de brazos, esperando mi respuesta con un rostro pacífico aunque tal vez una mente ruidosa.
—Aparentar que todo está bien. Creer en que no existe lo sobrenatural y todo está en mi mente, pero tu presencia retumba esas ideas con más perseverancia, con más insistencia—le revelo, compartiéndole mis más profundos pensamientos sobre él por primera vez.
—¿Desde cuándo?
—Desde esa noche que te conocí en el lugar menos ordinario en el momento más peculiar.
Baja la mirada por un instante, que es irrumpido su gesto inconsciente, volviendo a permanecer firme o simplemente aparentarlo, diciendo de las cosas más absurdas que he escuchado.
—Estabas borracha-retoma su tono sarcástico. —O drogada—añade.
Me indigno y le respondo ofendida.
—Para tu información, estaba completamente sobria—bufo, apoyando mis brazos encima del libro ahora al revés, apoyando mi cabeza en mis manos.
—¿Corrumpus Magicae? —apunta con la barbilla a la contraportada del libro.
Impactada por su deducción, por saber leer el idioma, el dialecto, abro los ojos impactada.
—¿Sabes lo que dice? —contengo mi conmoción, no pudiendo disfrazar mi impresión.
Asiente con calma, como si fuera lo más normal del mundo.
—Enoquiano. Sólo dos seres logran descifrarlo, te lo dejo a tu retorcida imaginación—sonríe, levantándose con seguridad.
Tal vez sólo esté de nuevo con sus respuestas que terminan siendo juegos mentales, pero logra inquietarme.
Impidiendo una vez más que se vaya, me levanto, dedicándole unas sabías palabras, deducidas de nuestro encuentro, nuestra atípica charla que terminó siendo cuestionamiento colectivo.
—Pudiste haberlo negado, pero me confirmas que hay algo que escondes. No te preocupes, tu oscuro secreto está a salvo, sólo quiero respuestas—le susurro, acercándome con lentitud, mirando su expresión confundida que dura unos instantes antes de acercarme demasiado, invadiendo su espacio personal a propósito, pero que no le incomoda, en cambio, me responde con una amplia sonrisa divertida.
—Si le temes a la oscuridad, no deberías obligarte a apagar las luces—susurra rasposamente, oscureciendo su voz, acercándose peligrosamente a mí. Quedando a sólo un par de pasos de distancia de nuestros cuerpos. Oliendo su perfume penetrante y sintiendo el aliento de sus palabras que chocan en mi rostro, por el cambio de estatura, resaltando.
—¿Quién dijo que no puedo animarme a intentarlo? Y quizás, lograrlo—sin que logre intimidarme, le sigo el juego. —Puedo intentar caminar con la luz apagada, siguiendo mi instinto.
—No sabes lo que haces. A lo que te enfrentas—advierte. —No siempre estás a salvo siguiendo tus instintos.
Sonrío.
—Lo sé. Y, aun así, seguiré. Porque, de eso se trata, que es lo mejor—me acerco más, confiada. A tan sólo un paso de él, de su cuerpo, de su rostro.
—Inténtalo—responde con una sonrisa fugaz, tocando uno de mis largos mechones de cabello. Desapareciendo con su movimiento, retrocediendo, yéndose del lugar al sonar la campana que da señal al final del almuerzo. Dejándome sola, quieta, intacta en el mismo lugar. Con una sonrisa satisfactoria y un nuevo reto al ras de mis dudas que han disminuido, pero no desaparecido. Dispuesta a descubrir más sobre lo que me dijo y lo que aún no ha hecho, sobre la verdad que cada vez va aclarándose como un cristal. Su verdad. Su oscuro secreto que apareció a medianoche y seguirá, con intensidad.
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