Capítulo 6
Es la quinta vuelta que doy en mi cama, quitando y tapándome de vuelta con el edredón. El clima es frío y la lluvia se intensifica minuto a minuto, causando más ruido. Las dudas me golpean fuertemente los pensamientos hasta dejarme mareada.
Miro la hora en mi celular y son las 2:47 a.m. Genial. Llevo desde las once intentado dormir, pero el intento es nulo, inútil. Casi estresante, teniendo insomnio en el primer día formalmente de escuela.
Abrumada, con mucha información en la cabeza, decido salirme de la cama e ir por algo para beber o incluso comer. Cualquier cosa que me quite esta ansiedad que me está dando.
Divago por la habitación hasta salir al pasillo y bajar las escaleras en calcetines. Las pequeñas lámparas de la cocina y la sala me iluminan, aparte de los relámpagos de la tormenta. Abro el refrigerador, la luz me encandila de repente, pero también me muestra la contada comida que hay. Agarro la leche y al notar que es poca la que queda, decido tomarle desde el cartón. Al terminar, lo aprieto y lo tiro a la basura. Sigo mi recorrido arrastrando los pies, llegando a la sala con planes de echarme, pero al ir tan lento siento una gotera tomarla contra mi cabello, helándome el ser.
Volteo con escalofríos y es nada menos que una mancha en el techo, una gran mancha proviniendo del famosos ático.
Me armo de valor, más que nada por no tener nada que hacer, y me propongo arreglar o por lo menos, evitar que siga cayendo tanta agua para que esta vieja casa no se vuelva el Titanic mientras mis papás roncan placenteramente. Y una aquí, encaminándose con una olla increíblemente grande como para cocinar un cuerpo humano promedio.
Subo al segundo piso con cautela y busco la entrada al ático, recorro unos metros hasta el final de las habitaciones, llegando a la parte donde debo jalar y subir las escaleras, pero al tener a la gran olla se me dificulta, cuestión que insisto sin dejar la olla, hasta lograrlo. Con temor de caerme, subo lentamente, sin poder ver bien por la inmensidad que cargo y la poca luz artificial de color naranja que tenemos como luz nocturna. Sintiéndome victoriosa pero cansada a su vez, logro estar de pie. Aprecio maravillada el espacioso ático que tenemos con montones de pequeñas estanterías con algunos libros y cajas con el nombre de la respectiva, hasta parar en el gran ventanal triangular que me permite ver los objetos del lugar con la luz de la luna. Tiene un patrón extraño, con trazos finos y hasta podría decir que figuras. El encanto dura poco porque la gotera hace presencia sonando, volteo y veo que también mis papás han estado batallando con la lluvia, ya que hay pequeños baldes y hasta grandes sartenes regados por una esquina. Río un segundo pensando en la escena del disgusto de mi mamá por la vajilla, hasta encaminarme a dejar la gran olla en su respectivo sitio, pero al dejarla en el piso, me doy cuenta de que tiene un ligero desnivel. Errores de fábrica.
Ideándome algo, me apresuro en buscar un libro pequeño para ponérselo abajo, pero la mayoría parecen enormes, lo que me hace pensar en que son libros viejos del lugar, intrigándome. Busco en las demás estanterías hasta ver algunos pequeños que están en orden por tamaño, lo que resulta ser una tragedia porque el perfecto orden que tenían es irrumpido por una ligera emergencia. Agarro tres al azar y me apresuro a poner el más adecuado, siendo el número tres. Satisfecha sonrío al ver que resultó, lo que me obliga a ver si hay más goteras ya que estoy aquí, pero es negativo, al menos por el momento. Vuelvo a mirar al ventanal con las gotas golpeando contra el cristal, apurándome un poco a volver a mi habitación antes de que se convierta en un escenario perfecto para una película de terror que claramente, no estaría encantada de protagonizar.
Casi al levantarme, un enorme trueno me sobresalta y asusta, pero a su vez me hace prestar atención a los demás libros que tenía planeado utilizar como soporte. Me siento en posición mariposa y con dificultad, veo los detalles de los antiguos libros o eso parece por la textura de su portada y páginas, también un poco sucios de polvo. El diseño que tiene es simple, color rojo y azul, pero hay algo que roba mi atención: No entiendo desgraciadamente nada. Niego que se trate de idiomas orientales porque a lo que recuerdo, no se parece en absoluto a lo que estoy viendo. Tampoco son los idiomas románticos o los esenciales que me han enseñado. Nunca había visto este... Dialecto. Busco en el otro libro y está igual, es lo mismo. Confundida, levanto el libro tomándolo por los dos lados y dejo que la luz de la luna lo ilumine, pero, aun así, no hay nada concreto. Un nuevo misterio que estoy dispuesta a averiguar.
Bostezo tras bostezo. Son las diez de la mañana y muero de sueño. Llevo hora y media en este cibercafé y sólo tengo media hora de investigación, pero es nulo, y el tiempo más valioso fue platicando con mi mejor amiga, poniéndonos al día, pero una vez que hablas con ella, no paras.
La canción »I Write Sins Not Tragedies de Panic! At The Disco« se reproduce de mi playlist mezclada con un poco de todo desde mi cuenta compartida de Spotify. Indago en una de las playlist de mi papá y me acuerdo instantáneamente de cuando cantaba ayer la canción de Adele, al ver su nombre repetirse tres veces de forma seguida. Sonrío bobamente hasta escuchar que alguien me habla muy cerca. Veo a mi lado y es una chica dependiente del lugar con complexión muy delgada, cabello corto de color rosa pastel y ojos verdes, entregándome mi segundo té chai con leche. Me quito los auriculares conectados a la computadora y le agradezco amablemente, tomando la humeante taza. El delantal del lugar tiene la marca de "Fosty" con una garra de oso de logo. Es lindo y curioso.
Me sonríe de vuelta y asiente, retirándose.
Enfrío un poco el té, meneando la cuchara, quitando la música enfadada y volviendo a un blog que habla de libros prohibidos, pero no específicamente del lenguaje. Indago más y veo algunos ejemplos de escritura antigua, pero no se trata de la que busco. Es más difícil de lo que pensé.
Estresada, apoyo los brazos contra la mesa y bajo la cabeza. Me paso la mano por la frente hasta llegar a agarrarme el cabello, con tensión. Repentinamente, siento una mano posarse sobre mi espalda, volteo de golpe y es la misma chica de hace un rato, esbozando una amigable sonrisa.
—¿Tienes algún problema? ¿Puedo ayudarte? —me mira atenta, servicial revisa rápidamente la mesa y la pantalla, pero mi problema va más allá del servidor.
—Oh, realmente te lo agradezco, pero creo que no es precisamente con el servicio con el que estoy teniendo dificultades—sonrío irónica.
Ríe levemente, captando.
—¿Deberes difíciles? —me pregunta alzando una ceja.
—Algo así—ladeo la cabeza y muevo la mano en significado a "más o menos".
—Tienes tiempo, apenas van empezando las clases. O si se trata de estar atada en un club, realmente te compadezco—ríe dándome confianza y dándome un golpecito en la espalda.
Río de vuelta. Es un poco de todo.
—En realidad, es un nuevo pasatiempo al tren del estrés.
—Si fuera tú, me bajaría a la primera parada o me aventaría por la ventana—volvemos a reírnos. Tiene un gran carisma y me hace sentir realmente cómoda.
—Tomaré el consejo—nos vemos sonrientes por unos segundos. Me hace apreciar su piel blanca con algunas pecas muy claras, por arriba de sus mejillas rosadas.
—¡Lina! —un chico moreno con cabello largo y oscuro parece llamarla porque voltea de inmediato. —Deja de quitarle el tiempo al número 6 y mejor revisa al número 13 que está teniendo fallas con el mouse.
—¡Ya voy! —le dedica con una sonrisa antes de sacarle la lengua. El chico rodea los ojos y niega levemente, pero después sonríe. Parece haber una evidente complicidad.
—El deber llama, así que no te quito más tiempo "Número 6"—hace comillas con los dedos al mencionar lo que dijo su compañero. Le sonrío. Su peculiar sobrenombre me da curiosidad, lo que me impulsa a preguntarle.
—¿Te llamas Liliana o Liana? —pregunto, pero a la vez trato de adivinar.
Sonríe y niega lentamente.
—Ninguno. Mi nombre es "Lilina"—se cruza de brazos y me mira amigable.
—Es muy lindo, nunca lo había escuchado.
—Es japonés—estaba a punto de preguntarle cuando se ha adelantado. —Originalmente era "Ririna" pero en traducción general, sería el que tengo.
—¿Tienes familia asiática? —le digo evidentemente asombrada por su apariencia y personalidad cálida, pero también curiosa por hablar de esa cultura.
Asiente enérgica.
—Mi papá es japonés y mi mamá es estadounidense. Pero, nací y crecí en el país. Igualmente, no me libré de mis raíces—lo dice con ironía, poniendo su mano en señal de querer susurrarlo.
Su historia me deja sedienta de preguntas emocionantes, pero me contengo porque no la soltaría rápidamente, lo sé muy bien.
—Me encantaría saber más pero evidentemente, las dos sabemos que muchos no estarían contentos con eso—sonrío indicando al chico que la llamó, ahora supervisando a los demás en las computadoras.
—Totalmente de acuerdo, necesito este trabajo y al parecer, tú necesitas subirte al tren, de nuevo. Hasta luego—con confianza, me dedica una última sonrisa y me acaricia la cabeza antes de alejarse dando saltitos hasta la máquina correspondiente. Siendo muy servicial y sonriente con esa persona también.
Siente mi mirada, me dedica una sonrisa y sacude la mano saludándome. Le respondo igual, pero despidiéndome y me centro en seguir mi investigación.
Llegando a la esquina de la escuela, me encuentro con Neitan esperándome. Quedamos en vernos los tres antes y así entrar juntos, pero no veo a Anya por ningún sitio. Al acercarme me recibe con un abrazo, estrechándome entre su gran chaqueta negra que casi le llega a los pies, literalmente.
Suspiro dejando ver mi aliento. Es de los lugares más fríos que he estado.
—¿Tienes frío? —me pregunta al soltarme, leyéndome el pensamiento.
—Tolerable—asiento con una sonrisa. —Mi nuevo guardarropa está lleno de suéteres y ropa de invierno. Al fin podré estrenarlo.
Sonríe con gracia.
—Sin dudarlo—responde y su aliento también es notable. —Te decía porque aún quedan algunos minutos y podríamos ir por un café exprés—apunta al lado contrario.
—¿Y Anya? —le pregunto preocupada. No quiero dejarla atrás.
Rodea los ojos, articulando.
—Llegará tarde. Cuando la llamé hace rato apenas la desperté, se desveló en una fiesta ayer—con desacuerdo niega y mete sus manos a los bolsillos de su chaqueta.
Sonrío con gracia. Apenas han pasado unos días, pero voy sabiendo sus mañas.
—¿Es frecuente?
—¿Tú qué crees? El primer día que te conoció te arrasó a una fiesta. Ya la vas conociendo—ríe levemente, de forma contagiosa.
—Eso veo—afirmo uniéndome a su risa.
—¿Le llevamos un café cargado a la "Drunky-Annie"? Es mala copa, debe tener una resaca infernal—propone divertido.
—La conoces muy bien—me río.
—Es la hermana menor que nunca tuve, pero que no me quejo en absoluto. Es insoportable—hace una mueca exagerada y agudiza la voz a propósito. Me río fuertemente a lo que él sigue.
—Eres un lindo y un muy honesto "hermano mayor". Vamos—lo jalo del brazo y nos vamos riendo de cosas que me cuenta sobre su relación con Anya. Podría relacionarlos románticamente, pero su confianza ha atravesado esa línea, a lo que me voy enterando.
Pedimos y recibimos los cafés muy rápido. A pesar de que había demasiada gente, pero es común en un día frío y gris como este. Decidimos no arriesgarnos al esperar más a Anya por más que insistí, y seguir con nuestro camino a la escuela. A medio vaso de café americano, atravesamos la entrada principal de Legendary Winifried con el nombre arriba en una enorme puerta. Al rededor de la escuela están enormes paredes con plantas entrelazas y a medida que vas avanzando, te encuentras con mucho verde. Al centro, a unos pasos de las dos escaleras en espiral hacia la entrada directa a la escuela, está una gran fuente con arbustos cuadrados en cada lado, al frente y atrás. Si volteas a los lados, puedes ver un pequeño laberinto lleno de flores que da a los jardines de cada lado de la escuela, pero si prefieres ser más práctico, está también un puente en medio para evitarte eso. Pero eso sí; El blanco y la naturaleza es un total lema, siendo hasta elegante.
—¿Sabes que esta escuela tiene más de un siglo? —Neitan me comenta aun apreciando el lugar.
Me deja sin palabras, mirando también los alrededores llenos de personas y ruido. A medida que avanzamos, la enorme estructura es más evidente y sorprendente.
—Está muy bien cuidada. Es maravillosa—nos vemos sonriendo, agradeciendo mutuamente el estar aquí. Ya sea por elección o coincidencia, pero haciéndolo.
Pasamos la fuente y algunos ya están jugando con ella, con más razón en un día así, bromeando con la comodidad de sus amigos. Subimos las escaleras un poco curveadas de la derecha, cuidándonos de los demás por nuestros cafés. Veo que casi tropieza por revisar el café de Anya, pero lo ayudo jalándolo de la manga instintivamente. Nos sonreímos con gracia y seguimos como si nada.
Entramos y el movimiento es más ajetreado que la primera vez que vine. Caminamos por los pasillos viendo a los demás estando tan enérgicos y saludándose con euforia, no puedo evitar sentirme melancólica con todos los grandes cambios en semanas y hasta días. Bajo la mirada tratando de recomponerme, pero Neitan parece notarlo.
—¿Todo bien? —pregunta preocupado. Asiento sumiendo los labios y esbozando una ligera sonrisa. Parece enternecerse porque sonríe y me abraza delicadamente sin decirme nada más. Permanecemos así algunos segundos en medio del pasillo, hasta el sonar de la campana.
Resignados nos separamos y miramos confidentes, sin decirnos nada.
—Mucha suerte, "Turista". Nos vemos en el almuerzo—aprovecha para bajarme el gorro negro que tenía bien acomodado hasta que hizo de las suyas, evitando dejarme ver.
—Igualmente, "Gran guía"—nos reímos juntos una última vez hasta escuchar que se va. Me acomodo el gorro y el cabello, incorporándome y recordando el aula donde me toca la primera clase del día. Camino con lentitud, entre las personas emocionadas y ruidosas, queriendo no lucir tan fuera de lugar, pero en realidad, lo estoy. Bebo de lo que resta de mi café, armándome de positivismo para enfrentar el día.
Clase C-1 y número de lista 18, literatura empezando los lunes, lo cual me motiva. Llevamos toda la clase presentándonos de manera rítmica, aventando una bola de papel al azar y al que le toque, tiene que improvisar una frase citada de algún autor de nuestro gusto que nos describa, ya que el maestro Darren dijo que nuestra identidad va más allá del nombre y apellido, siendo un buen comienzo. Parece un tipo apasionado y carismático, su gran sonrisa lo comprueba, igual que su humor. Físicamente es muy alto, con un estilo informal y cabello rubio. Pareciendo muy joven.
Entre risas, aplausos y burlas, la confianza fluye en el aire y me hacen sentir dentro tan rápido, ya que muchos de ellos son compañeros desde primaria y otros asistían a la misma escuela en secundaria, y una aquí, integrándose al sistema.
Al sonar la campana, el alboroto aumenta y el maestro nos calma, diciéndonos que la siguiente clase seguirá el ejercicio. Con una sonrisa satisfecha, agarro mi mochila y me dispongo a ir a la cafetería por algún snack antes de la siguiente clase de lengua extranjera que durará hasta el almuerzo y después, tengo mi club.
De forma tranquila sigo mi camino, viendo a algunos compañeros de clase que parecen ser simpáticos. Atravieso los largos pasillos con varios giros incluidos, hasta llegar a una de las máquinas expendedoras de las que hay. No hay mucha gente aún. Saco cambio y pongo un dólar para seleccionar una barra integral con trozos de almendra con miel que consigo con éxito, después me decido por un té helado que cuesta lo mismo. Los veo moverse y caer con rapidez. Me agacho para sacar la barra y la bebida, pero alguien me gana, sorprendiéndome.
—¿Puedes pedir otro? —la chica del cibercafé se adueña del té y con una sonrisa se gira hacia atrás, a una de las mesas más cercanas.
Me le quedo mirando extrañada por unos segundos antes de pedir otro té e ir con ella. Me siento en frente suyo, ella me dedica una gran sonrisa.
—Gracias—me desliza un dólar, lo que me permite ver su esmalte negro, coordinando conmigo en ese aspecto. Combina con su ropa algo gótica, pero con ciertos tonos pastel y con detalles lolita, algo como el estilo "pastel goth". Me encanta.
Niego y sacudo ambas manos.
—No es necesario, es sólo un dólar. Yo invito—le sonrío amable, agradeciéndole por su confianza que ahora es más notable.
Arruga la nariz y sonríe dulcemente.
—La próxima invito yo, "Número 6"—ríe levemente.
—Hecho—le ofrezco la mano y ella acepta, estrechándola. —Por cierto, mi nombre es Jane, Li...
—¿Qué ibas a decir, Janie? —me interrumpe cambiando a una cara seria.
Perpleja la miro y parece que va en serio.
—¿Lina? —la miro con confusión. Una carcajada se le sale al instante, dándome cuenta de que estaba jugando o eso parece. Miro a los lados viendo si alguien lo notó, pero no es así.
—Pensé que dirías "Lili", lo cual odio—confiesa cambiando el tono acentuando en lo último con pesadez, siguiendo a reírse.
Sonrío incómoda hasta que para.
—Debiste dejarme terminar—se me escapa una risita.
—Lo sé, pero tu expresión fue auténtica. En fin, me da mucho gusto verte por aquí—se calma y cruza sus brazos en la mesa.
—Pienso lo mismo—sonrío.
—¿Vas en primer año? —me analiza con concentración, mientras yo abro mi botella de té y doy un sorbo.
Asiento.
—¡¿De verdad?! —se asombra, diciéndolo casi gritando. Casi escupo.
—¿Qué tiene de sorprenderte? —me limpio con la manga del suéter al sentir chorrear por la impresión.
Parpadea exageradamente y tartamudea un poco.
—Pues, para empezar, no luces desorbitada como los de primer año, incluyéndome en mis tiempos—susurra lo último con una sonrisa. —Y lo que sentí más notable es que no eres estúpida—suelta tan naturalmente que no lo siento como insulto, pero su tono me hace dudar.
—¿Gracias? —respondo perpleja.
—¡No, no, no! Es que es extraño que me lleve tan bien con alguien más joven que yo y que nunca había visto por aquí. Debes tener algo especial, Janie—eleva las cejas bromeando.
Analizo la información que me dio. Siento que algo falta aquí.
—De hecho, debo admitir que tú me diste esa impresión al principio de conocerte, sólo respondí igual, lo que me deja enredada, pero no creo que mi edad influya en las relaciones humanas, o no sé—confieso, tapando el té. La miro y se queda callada por un instante, mirando la mesa.
No interfiero, sólo la veo con curiosidad.
—¡Hola, soy Lina Kuhn! Voy en último grado y estudio diseño. ¿Qué hay sobre ti? —suelta de repente, lo que me hace brincar de mi asiento y mirarla como bicho raro. Esta chica es... Peculiar. Me agrada.
Trato de contener la risa.
—¿Empezar de nuevo? Bueno...—lo digo con ironía, accediendo. —Me gusta tu nombre, Lina. Yo soy Jane Rhyes, de primer año y la asistente temporal del club de periodismo.
Nos sonreímos cómplices y después de unos segundos mirándonos, nos echamos a reír preocupadamente.
—Somos tal para cual—agarra la botella de té y la levanta como si fuera un brindis. Le correspondo con una gran sonrisa y la idea de que la vida te pone en el camino a las personas indicadas en el momento correcto.
—¿De qué hablas? Sólo te seguí la corriente—bromeo, viendo que rodea los ojos mientras bebe de su té.
Deja de beber y me mira fijamente, con una pequeña sonrisa.
—Honestamente, aprecio que lo hicieras. A veces, hablo de más y termino estropeándolo—eleva los hombros con resignación y con una mueca de disgusto.
Le sonrío compasiva.
—Las palabras nos pueden faltar, pero las acciones lo complementan, y tú actuaste conforme lo sentiste y está bien—le comparto mi manera de pensar, queriéndola apoyar. Puede que un mal comienzo no sea el destino del trayecto.
Suelta un » Wow « agudo, sorprendida.
—¿Con qué clase empezaste? —se pone un mechón de cabello detrás de la oreja y ladea la cabeza, curiosa.
—Literatura, ¿y tú? —decido abrir la barrita, pero su risa me detiene. La miro confusa.
—Se nota—lo dice irónica.
Niego con una sonrisa burlona.
—Yo tuve matemáticas—sonríe satisfecha, lo que realmente me sorprende, dejándome intacta por su manera de decirlo tan común. Juega con uno de sus largos collares plateados con pedrería, hasta que siente mi mirada y mi respuesta tardar. Viéndome, reacciona con una sonrisa. —Es mi materia favorita, ¿Realmente te sorprende? —apoya sus manos en su mentón y parece disfrutar mi expresión.
Como si oprimieran un botón, sigo con mi cometido mientras la miro ponerme atención.
—No puedo negar el hecho de que sea atípico pero bueno, para los gustos los colores, supongo—abro la barrita y le ofrezco, a lo que niega de inmediato.
—¿Cuál es la tuya? —me ve comer y siento una ola de información al procesar su pregunta.
Termino de masticar y paso, con una respuesta no tan clara.
—Bueno, mi boleta podría decir lo contrario, pero, no tengo una en especial—elevo los hombros, resignándome.
Deja escapar una risita, que se une con el sonido de la campana, alertándome.
Acomodo mi mochila y me apresuro en recoger mis alimentos. Lina me mira atenta sin ninguna prisa, apoyando la cabeza en sus brazos, con pereza.
—¿Qué clase tienes ahora o por qué la prisa? —permanece igual, sin intención de moverse en un rato.
—Lengua extranjera, por lo cual quiero aprovechar para ver a la maestra antes. Tengo algo que preguntarle—pongo mi mochila de lado y me acomodo el cabello rápidamente.
—¿Tienes dudas ya empezando? —lo dice con evidente sorpresa, de forma un poco negativa.
—Algo así—la miro al responder y está frunciendo el ceño. Refiriéndome más exactamente al viejo libro de dialecto y origen extraño. Por más que busqué, mis resultados no coincidieron, pero al menos conocí de otras lenguas antiguas.
—¿Es sobre los dialectos olvidados que investigabas en la mañana? —con sinceridad e inocencia, me ve como si fuera cualquier pregunta, pero definitivamente, al saberlo me quedo tiesa de la impresión. No me lo esperaba. La miro impactada, ella me responde sonriendo ampliamente, placenteramente. —Soy un poco curiosa—hace una seña con los dedos señalando la palabra "pequeño" a la par que sonríe sin pena.
—Debo tener cuidado de ahora en adelante—bromeo con cierta nota mental, recordándomelo en un futuro cercano.
—Al parecer, tu investigación de horas no dio frutos. ¿Puedo ayudar?
Suspiro pensando en que sigo en blanco.
En un movimiento rápido, saco mi celular para mostrarle una foto que tomé de una de las páginas del libro con el tan peculiar dialecto. Me acerco a enseñarle y ella se levanta rápidamente.
—A menos que me rentes Fosty por toda una noche, creo que no habrá mucho qué hacer—abatida la dejo examinar la foto, que ella la ve atentamente, analizando cada detalle visible. La ve hasta que se oscurece la pantalla.
—¿Ya probaste traducirlo por captura? —me pregunta seria, mirándome.
Asiento lentamente.
—Con más de cinco traductores diferentes, pero o no lo encuentran o ponen palabras de otros idiomas, combinados. Por eso quiero tener una opinión profesional, o eso intentaré—sonrío, intentado pensar positivo, en que habrá algo que me oriente.
Sonríe sin más, incluso pareciendo confundida.
Guardo mi celular en una pequeña bolsa de la mochila y me despido de ella, sacudiendo la mano. Nos sonreímos antes de que comience a caminar rápido. Pero, escuchándola aclararse la garganta me detiene, pensando que tal vez se me olvidó algo.
—Por ahora no hay clase, Janie. Hay una reunión de bienvenida en las canchas del gimnasio—la volteo a ver y retomó su pereza, lo que me da gracia.
—¿No vienes? —le propongo, pero niega de inmediato.
—Ya tuve cinco de esas, es básicamente las reglas, agradecimientos, menciones honoríficas y presentaciones. Ah, y un largo y desmotivacional discurso de bienvenida al infierno... Perdón, "La preparatoria"—sonríe sarcástica, acompañándolo por el mismo tono.
Su expresión me hace sonreír ligeramente.
—Me perderé...—intento convencerla.
—En el primer piso, a unos metros de donde está la aula magna y el auditorio, es de las puertas más grandes que verás. Puedes seguir a los demás o seguir tu intuición. Eres lista, no me necesitas—me interrumpe rompiendo las posibilidades y guiñándome un ojo al terminar.
—Lo intenté—sonrío resignada.
Elevo los hombros y me despido sacudiendo la mano. Me responde haciendo una seña de "Amor y paz". Me alejo finalmente con una sonrisa burlona y me encamino al primer piso, ya que la cafetería está en el tercero. En lo restante que he visto del enorme edificio, sólo hay máquinas expendedoras o puedes salir a comer fuera de la escuela, pero no me convence demasiado.
Paso por los pasillos viendo movimiento, risas y bullas. Sigo indirectamente a los demás, parecemos sincronizados. Bajo las escaleras con un poco de rapidez, apurada por el tiempo perdido, llegando al segundo piso, donde puedo ver que hay salones vacíos. Prosigo con más lentitud, pensando en enviarle un mensaje a Anya y Neitan para reunirnos y así podernos sentar juntos. Espero hasta bajar completamente y ponerme en un lugar donde no estorbe, pegada a la pared.
Saco mi celular, lo desbloqueo y entro a contactos. Pacíficamente busco por el abecedario, siendo algo muy sencillo y práctico, irónicamente por el nombre de la rubia. Pero, cuando estoy a punto de llamar, alguien se acerca y oscurece mi vista clara con su sombra.
Me quedo quieta por un momento, tal vez por la impresión, reacciono viendo de pies a cabeza a la persona que tengo al frente. Luce un atuendo abrigado con grandes botas cafés, y en su rostro se dibuja una sonrisa amigable. Es Corey.
—Ho-Hola—articulo. Le sonrío a la par que él ríe ligeramente, puede que sea mi reacción. —¿También vienes a....? —alcanzo a decirle antes de agarrarme por el brazo y jalarme para seguirlo. Extrañada no me resisto, pensando que es juego.
—No hagas preguntas, sólo sígueme—me guía. Avanzamos por el pasillo opuesto, aligerando el paso al llegar al cual dirige al aula magna, en donde veo a lo lejos la multitud pasar y escuchar el ruido de las bocinas. Definitivamente es ahí, pero al pasarlo y ver que mira al frente, me suelto, parándome en seco.
—Ya lo pasamos—me doy la vuelta, haciendo una seña para que me siga, pero mi giro se vuelve brusco, porque me agarra de nuevo.
—¿Corey, ¿qué...? —perpleja intento resistirme.
—Fuga laboral—me susurra con una sonrisa.
—¿Qué? —decido averiguar, pero me calla seguida de una risa. Curiosa dejo que me guíe. La seriedad y la duda se apodera de mí, cuando caigo en cuenta, seguimos por el pasillo hasta salir a lo que parece el estacionamiento. Donde una Volkswagen turquesa estilo camper está a primer plano, con las chicas del club moviéndose de lado a lado. Preparando algo, evidentemente, pero no creo que sea algo bueno.
Corey me suelta, lo que aprovecho para acercarme a ver qué traman en un primer día de clase nublado. Escucho a Skylar preguntando sobre varias cosas básicas que necesitarán, a lo que Cailin le responde positivamente, lo que aumenta mi sospecha a un viaje exprés.
Lisse pasa al lado mío con un gran maletín negro. Aprovecho para detenerla y saciar mi perplejidad.
—¿Qué está pasando? —le pregunto viéndola ansiosa. Estoy perdida.
—Nos vamos de aventura—se limita a sonreír con una gran sonrisa. Sigue su camino dejándome más alejada a lo que quería saber cómo en Isola.
Frunzo el ceño. Queriendo respuestas claras me encamino con Skylar que está escribiendo algo en una tablet. Cailin me sonríe al verme, sosteniendo un abrigo de lluvia amarillo. Maldición, ¿Qué pasa?
—¿Lista? —la pelirroja me pregunta dando saltitos de emoción.
—Nos escapamos en un primer día, en horas escolares, sin decirme ni pío. Evidentemente, no lo estoy—cuido mis palabras para no sonar molesta, pero el tono no me ayuda mucho, aunque no parece un inconveniente porque ríe fuertemente.
Me cruzo de brazos esperando respuestas. Siento que alguien me agarra el hombro, comenzando a ser un gesto frecuente, Skylar es quien lo hace, mirándome son una leve sonrisa. Tal vez escuchó.
—Lamentamos las inconveniencias, pero fue un plan exprés, igual, no tardará tanto—me ve de arriba hacia abajo, comprobando mi atuendo y aceptándolo, porque no menciona nada sobre él. —Nuestro destino es una vieja iglesia en un pueblo fantasma, cerca de aquí, para un futuro artículo. Haremos unas tomas y nos iremos, no tienes que avisarle a nadie—susurra lo último, en juego, a propósito.
Me quedo muda ante el acontecimiento. Es lo que menos me esperaba.
—¿Vendrás? —Corey pregunta con un tono preocupado.
No respondo de inmediato. Los pro y contra me invaden, pero siento una oleada de adrenalina al pensarlo.
—¿Dónde...? —decido averiguar más.
—Lynchburg. A unos 40 minutos de aquí. Nuestro plan es volver al finalizar las clases—él mismo responde.
—¿Es...? —con una última pregunta, de si es peligroso, riesgoso, necesario, Cailin me interrumpe con una risa divertida.
—Urbex—responde. Los demás la miran seriamente y yo, más que impactada.
—¡¿Eh?!—suelto con exageración. Casi atragantándome con mi propia saliva.
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