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Capítulo 5

No era necesario que me besara. Bastaba con fingir o únicamente hablar, acordar algo más. Era completamente innecesario. Mis instintos no me dejaron evitarlo por la rapidez que sucedió, eso me revuelve las entrañas.

—Hija, no has tocado tu omelette. Se te va a enfriar—mi mamá me trae de nuevo al tiempo real, motivándome a comer antes de atraer moscas a la comida y a mi cara en pleno ojo público.

Hemos venido a Roosevelt's, un restaurante con aspecto muy campestral que está a unos minutos más allá del centro del pueblo con un menú muy variado de forma casera. Es nuestro primer desayuno reunidos después de la ajetreada semana y yo estoy solamente picoteándome el labio inferior, con el tenedor, justo donde abusaron de él. Tal vez, inconscientemente tratando de justificar por si se ve irritado ya que me dolió después de llegar a casa al par que mis papás y con un historial anormal de llamadas de Anya. Le dije que estaba bien, pero que me perdí y después supe arreglármelas con sus indicaciones. Aun así insistía en que le dijera la verdad a detalle para no preocuparse, la verdad que no es recomendable sacar a la luz.

—¿Quieres pedir otra cosa? También hay arroz frito, sé que te encanta—mi papá le sigue a mi mamá, ambos mirándome con seriedad.

Me quito el tenedor y lo dejo en el plato, justo al lado del omelette intacto.

—La verdad es que no tengo mucha hambre, sólo me acabaré el jugo de naranja y pediré un café—elevo los hombros y hago una media sonrisa.

—¿Café? Lo que necesitas es dormir bien. Ve esas ojeras que tienes—mi papá intenta agarrarme el rostro, pero me hago de lado, evitando que lo inspeccione y sea peor que un microscopio.

—Es verdad, luces muy cansada. Jane. Ya hablamos sobre la exigencia y tu...—se apunta mi mamá a la lista de encontrarle defectos a Jane para regañarle.

—¡Sólo no me puse corrector! Eso es—paro en alto sus comentarios golpeando la mesa, recordándomelo a mí misma igual. Es verdad que no pude dormir bien toda la noche por lo que sucedió. Suelo sobrepensar a las cosas y más siendo cosas así. Tan... Peculiares.

Se miran por un instante y después me miran riéndose de forma coordinada.

—No dependas del maquillaje para cubrir tu mala salud en tus desveladas, duerme bien. Apenas empiezas, ojo ahí—mi mamá me apunta con su barbilla y después se enfoca en tomar con ambas manos su taza de té de manzanilla.

Suspiro asintiendo.

—Trataré—le digo.

En lo que termino con mi mamá, mi papá alza la mano llamando al mesero para pedir mi café, haciendo caso omiso a lo que conversamos.

—Mejor dale las bolsitas de té para una mascarilla de spa al 2x1—mi papá intenta sacar la bolsita de té de la taza de mi mamá, a lo que ella responde indignada, dándole un manotazo con la cara toda seria, contrastando con la sonrisa tiesa de mi papá.

Cubro mi boca para no reírme fuertemente y llegar a carcajearme.

—¡Bienvenidos a Roosevelt's, hogar de la naturalidad y la comodidad! Siendo un lugar hogareño, espero que se sientan como en casa. ¿Qué más desean ordenar? —un joven mesero se acerca a mi lado izquierdo, por lo que tardo en verlo, pero juraría que su voz ya la he escuchado antes, aunque ahora su tono es más chillón por la cantaleta.

—Pídelo, Jane—me dice mi mamá, dejándome pedir lo que quiero por mi cuenta como me llegué a acostumbrar.

Me giro para ver al chico de frente y al hacerlo me llevo una gran sorpresa.

—¿Jane? —Millo responde con la misma expresión de sorpresa que yo tengo justamente en la cara.

—¿Millo? ¿Trabajas aquí? ¡Qué sorpresa! —me respondo a mí misma con una sonrisa, siendo obvia.

Asiente sonriendo energéticamente.

—No me esperaba eso—le soy sincera, riendo a lo que en unos segundos él me hace compañía.

—Yo no me esperaba verte aquí, bueno, tampoco es como si nunca me toparía contigo con esta extensión kilométrica, pero al menos no pensé que tan pronto—sigue riendo, yo le sigo igual, observando su uniforme color café bajo con el logotipo del lugar que es una pequeña casita con el nombre del restaurante en negro, con el mismo logotipo en su gorra del mismo color café, lo único contrastante son las letras blancas de su nombre.

Sonrío con gracia.

—De hecho, quería toparme contigo lo más antes posible y agradezco que lo hiciera sin tener que planearlo—apoyo las manos sobre la mesa de madera, juntándolas.

—¿Pasa algo? —me mira atento, cruzando sus brazos, notando que sostiene una libreta pequeña con una pluma de tinta oscura. Todo un clásico.

Veo de reojo a mis papás atentos a la escena, en especial mi papá que tiene el ceño fruncido. Tal vez deduciendo de otra perspectiva la situación en sus ideas retorcidas. A decir verdad, es muy celoso con los chicos, tanto así que siento que terminaré en un momento dado atraída por las chicas y no me molestaría en absoluto si no las hace huir igual, sino, me veré en la desgracia de casarme con una planta.

Incómoda, asiento con lentitud.

—Sólo quería regresar los libros a la biblioteca, pero llegué tarde. Ya tenía en plan devolverlos, sólo era eso. Quería que supieras que ya están listos a ritmo y tiempo—sonrío con un poco de trabajo, sonando amable y no llegando al objetivo de la incomodidad.

—Oh, no te preocupes. Pásate en la tarde por allá, te recibiré con gusto. Sé que eres una chica responsable, no me sorprende tu capacidad lectora, es increíble—me sonríe al grado de notarle hoyuelos cuando lo hace.

—Pero a mí sí me sorprendes. Estudiante, biblioteca y ahora un restaurante, es fascinante. Yo me volvería loca con tantas cosas en la cabeza—río al pensar si estuviera en su situación. Sería una tragedia o eso creo.

Ríe mostrando su sonrisa.

—Todo con un poco de organización se puede, créeme. Aunque a la larga te harás de mejor amigo al café—añade, riéndose levemente junto conmigo.

Si supiera.

—Te creo, pero no deja de ser admirable, felicidades—paro de reír terminando con una sonrisa, viéndolo.

Nos miramos con una sonrisa leve, amistosa, segundos antes de ser estropeada por mi papá aclarándose la garganta.

Me volteo a verlo extrañada y le lanzo una mirada confundida.

—Hablando de café, Jane quería pedirte uno—interrumpe, con tono serio.

Veo a mi mamá con ojos asesinos para que lo calme antes de decir algo fuera de lugar, pero está tan concentrada en tomar de su té mirando la escena con algo de gracia que no le veo ni el mínimo interés en querer interrumpir.

—E-enseguida, ¿Algo más? —Millo responde desorbitado, anotando rápidamente en la libreta, recobrando la firmeza.

—Sí, quisiera otro para mí. Si es ahora mismo, mucho mejor—toma de su café americano con seguridad, entonando lo último con más rudeza.

—¡Por supuesto! Nos vemos después, Jane—responde amable, recuperándose de ese momento extraño, tocándome el hombro antes de salir a prisa con una sonrisa alegre.

Asiento sonriendo, cambiando la cara justo cuando se va, a una contraria dirigida a mi papá.

—Conque por eso llegamos a la par ayer, eh—separa la taza de sus labios para poder hablar en tono de cuestionamiento.

—Ya tienes un café en las manos. ¿Era necesario? —agarro mi jugo de naranja y lo bebo esperando que conteste.

—Curioso porque ya me lo terminé—responde satisfactorio, dejando la taza en frente suyo.

Rodeo los ojos negando, terminándome de golpe el jugo.

—¿Quién es él? —al fin mi mamá entra en la situación.

—Amm...—me agarra de sorpresa aun bebiendo, por lo cual y la pregunta me hacen alentarme en contestar hasta dejar el vaso de cristal a mi lado. —Si mi papá no estuviera tan "impaciente" por su café consecutivo, se hubiera presentado. Es Millo Lekker, un chico encargado de la biblioteca y por lo cual lo conocí ahí. Es mayor que yo porque ya casi acabará la
preparatoria en el turno contrario, pero recién lo conozco. No se hagan ideas extrañas, es muy amable, sólo eso.

Se vuelven a mirar de manera coordinada, intercambiando una expresión sonriente de mi mamá y una seria de mi papá. Justo hablando un lenguaje que sólo ellos entienden, pero que yo puedo comprender. Haciéndome caso omiso a lo último que dije.

—Otra vez con el lenguaje corporal. Iré a rentar un libro sobre eso y otro de nombres para bebés—bromeo con lo último, queriendo cambiar el ambiente tenso que emite la aura de mi papá.

—¡¿Qué?!—reacciona de la misma manera que pensé. En cambio, mi mamá sonríe de oreja a oreja.

Bajo la cabeza sonriendo, sintiendo la vibración de mi celular en el bolsillo justo antes de escuchar mi tono de llamada. Lo saco y veo que es Anya. Es hora de un cuestionamiento policial, literalmente.

—Oh, iré a responderle a Anya. Ha estado llamándome desde ayer, pero no he podido responderle como se debe, está preocupada porque me tardé—agito el celular, indicándoles y me levanto, girándome de la mesa.

—Está bien, cariño. No te tardes que no quieres que tu "amiguito" sea rehén de tu papá, ¿cierto? —sonríe en burla, de seguro provocándole canas verdes a mi papá.

—Totalmente—me volteo para verlos con una sonrisa antes de seguir mi camino hacia delante.

—¡Oh, no, no, no! Señorita, tenemos que hablar seriamente sobre tus relaciones personales en este lugar...—escucho a mi papá explotar, siendo callado por mi mamá lo que me causa una sonrisa a lo Jeff The Killer.

Doy un largo suspiro antes de entregar los libros en el mostrador, abatida por no conseguir la información que deseaba. Leí todos estos libros sin tener respuestas claras, sólo más dudas y futuras posibilidades legendarias, pero teniendo contradicciones.

—¿No saciaste tu hambre lectora? —Millo me hace levantar la cabeza para mirarlo con su tono tan curioso.

Niego haciendo una mueca.

—¿Revisaste bien? Son muchos libros con bastante información. Comúnmente, deberías quedar atrapada por un tema en específico.

Creo que por eso mismo no puedo mirar más posibilidades. No hay bestias humanas con una cola larga como el dragón de Sherk. Tal vez debería enfatizar en dragones y animales fantásticos.

—Estoy bloqueada—le confieso.

Sonríe mostrando comprensión.

—Prueba con lo primero que se te venga a la mente cuando pienses en libros de interés. Lo que más te atraiga—me aconseja, deslizándome mi credencial de la biblioteca por el mostrador. —Pasaste a la siguiente fase, por tu entusiasmo en leer tan rápido. Disfrútalo.

Lo miro confundida, tratando de asemejar la razón exacta de su decisión.

Cuando me le quedo mirando por unos segundos muy largos, me guiña el ojo y se aleja con los libros que dejé, para acomodarlos, probablemente.

Se mira más confidente que esta mañana, pero creo que cualquiera en su posición y en una situación tan extraña, actuaría incómodo. Inclusive, deshecha los planes de comentarle lo que pasó con intención de empatizar con él.

Comprendiendo su acción, mi mente se acelera llegando a concluir dos temas.

—Figuras espirituales tradicionales de la cultura oriental y... Mutaciones—le grito tratando de que escuche antes de que se vaya y dé doble recorrido, pero dándome cuenta, bajo el tono al decir lo último, mentalizándome a una posibilidad.

Millo parece impresionarse por mi deducción o el tono elevado de mi voz porque se para por un segundo, antes de voltear para verme y sonreírme.

—Enseguida—vuelve a sonreírme como de costumbre y sigue su paso sin más interrupciones.

—Gracias—le sonrío agradecida y un poco pensativa.

Llego a mi casa como de costumbre, a pie. Escuchando claramente una de las canciones favoritas de Adele de mi padre.

Me apresuro al caminar con los libros que me ha dado Millo, que curiosamente son menos de los que tenía previsto. Cuando estoy a nada de intentar jalar la puerta, ésta se abre de repente con una persona cargando una enorme caja saliendo de ella. El coro de "Set Fire To The Rain" se combina con la voz inspirada de mi papá que está tan centrado en su "mini-concierto" que no me ve y me empuja como luchador de Sumo hacia atrás.

Caigo en las escaleras del pórtico con los libros regados por doquier con unas cuantas hojas regadas y un dolor palpitante en la frente. Grita aterrado de manera muy chillona, dejando donde puede la caja que está más pesada de lo que pensaba, para auxiliarme.

—¡Jesucristo! —me ayuda a levantarme casi de un jalón, mirándome de lado a lado.

Comienza a balbucear incoherencias que tienen que ver con disculpas y preocupación, claramente.

—Estoy bien, estoy bien—le repito sacudiéndome la suciedad que se le ha pegado a mi ropa antes de recoger con rapidez el desastre de los libros.

—¿No te hiciste daño? —me inspecciona con cuidado mientras se agacha y me ayuda a acomodar los libros.

Niego sonriendo.

—Nada grave. ¿Qué haces con eso? —apunto a la caja con la barbilla.

Se pasa la mano por el cabello, aún conmocionado.

—Estábamos despejando el ático. Es basura de la casa y mudanza.

—¿Ático? —mi sorpresa es evidente.

—Debes verlo, es magnífico. Hay montón de libros...—susurra lo último y dirige la mirada hacia los que están aún en el suelo.

—Eso haré—le respondo susurrando. Nos sonreímos por unos segundos antes de seguir cada uno con su actividad pausada.

Al intentar cargar los libros, escucho mi celular sonar, dando señal a una llamada.

Un poco desganada por la interrupción consecutiva, saco el celular y reviso el contacto, pero es un número no registrado. Dudo sí o no contestar ya que, no suelo contestar números desconocidos, pero por esta vez al ver la llamada por unos segundos, decido arriesgarme.

—¿Bueno? —lo digo dudosa.

—Rhyes, soy Skylar. El club de periodismo tendrá una reunión dentro de media hora en el salón D-6. Básicamente, es para la introducción al equipo y asignar las tareas correspondientes. ¿Podrás asistir?

Balbuceo pensándomela así que decido preguntar.

—¿Trabajo en fin de semana? Creí que mañana empezaban las clases oficialmente.

Escucho su risa antes de aclararse la garganta.

—El club de periodismo no tiene días libres, querida. ¿Estás ocupada?

Mi expresión de sorpresa se manifiesta y me deja intrigada.

Miro los libros queriendo poder quedarme a terminarlos, pero el deber llama y de una forma peculiar.

—Está bien. Voy para allá—cuelgo, mentalizándome en lo que pueda ocurrir y si es justo este ritmo de estudio. Entro en la casa para dejar mis cosas rápidamente, escuchando la música de fondo, pero muy baja porque mis pensamientos comienzan a cuestionarme.

La escuela tiene poco movimiento, pero no nulo. Parece que hay otros clubs que también están esclavizados el día de hoy.

Apresuro el paso al intentar buscar el salón correspondiente, pero este lugar es bastante amplio. Perderé tiempo si lo busco por mi cuenta, mejor preguntaré.

Camino unos pasillos más hasta ver un par de personas cargando una caja que parece material de dibujo. Me acerco a ellas diciéndoles: "Disculpen, ¿Pueden ayudarme?" que es ignorado por sus risas y continuando su charla.

—¡¿Saben dónde queda el salón D-6?!—decido levantar la voz, lo que funciona por un instante. Me presta atención una chica de cabello corto y rubio, apuntando al lado contrario de donde estamos.

—Sube hasta el sexto piso, dobla a la derecha y ahí verás las letras de los salones correspondientes—sonríe terminando y volviendo a su plática con el chico de cabello afro.

—¡Gracias! —le respondo con una sonrisa y me apresuro a seguir sus indicaciones. Miro la hora en el reloj y la reunión debería empezar en 10 minutos. Tengo tiempo.

Camino rápidamente por las eternas escaleras hasta pasar piso por piso y apresurar más mi ritmo. No estaría de más construir un ascensor, en especial, para estas circunstancias. Me imagino la tortura de los estudiantes que tienen clase acá y más, yendo tarde.

Tomo aire en el piso 5, parando por un momento, sujetándome del oscuro barandal. Veo que hay alumnos con carteles y más cajas. Deben estar planeando algún suceso, nunca había tenido que venir un fin de semana a la escuela.

Me ánimo a seguir hasta escuchar la campana que da a entender la hora en punto. Comienzo por correr sin cesar como si alguien me persiguiera y así es, la presión. Noto que las escaleras en espiral se disminuyen de tamaño hasta llegar a dos puertas. La de la derecha dice "Fuera de servicio" y la izquierda no tiene nada. Son puertas exactamente iguales, con el mismo color gris claro.

Instintivamente, intento abrir la puerta de la derecha como me lo habían indicado, pero por obviedad, no abre. Intento una, dos, tres veces hasta tocar, pero sin obtener resultados. Pensativa, decido dejarlo así y seguir con la otra puerta que, tras un rechinado, la abro sin problema, necesitando un poco de fuerza porque es pesada.

Al instante, la luz me deja cegada. Paso al interior de la puerta con dificultad, dándome cuenta poco a poco que hay unas escaleras metálicas de color gris, que dan a una salida de cristal. El cielo nublado me da a entender que he llegado a la azotea. Motivada a descubrir más la escuela, me aventuro a seguir el camino hasta salir, empujando hacia arriba la puerta de cristal y siendo testigo de la hermosa vista que tengo frente a mis ojos.

Me quedo boquiabierta al mirar los árboles del bosque que casi son del mismo tamaño que del edificio escolar. Grandes pinos moviéndose con el aire puro del lugar en un fondo azul grisáceo por el clima. Los árboles están en tonos de verdes contrastantes unos con los otros. Todo un escenario perfecto para apreciar.

Escucho movimiento al lado derecho, lo que me hace voltear por reflejo y notar un chico de espaldas con ropa oscura fumándose un cigarrillo. Está en el borde, mirando la impresionante vista con una notable concentración.

Miro a los lados restantes y a unos metros veo una pequeña caseta con una puerta parecida a las que vi hace un momento. Tal vez sea otra entrada u otra salida. Deberé averiguarlo. Camino con lentitud para no hacer notar mi presencia, pero a la mitad, escucho al chico aclararse la garganta.

—¿No está claramente prohibido estar es este lugar? —se voltea dedicándome unas palabras con un tono agrio.

Al instante, su voz y su silueta me hacen reconocerlo. Es el mismo chico que no he podido sacar de mi cabeza desde el día de la fiesta, con más intensidad, desde el día de ayer. Es bastante alto, con una figura delgada a pesar de su ropa holgada, cabello intensamente negro y unos ojos claros que no puedo diferenciar el color de entre azul o verde a simple vista, pero resaltan con su piel demasiado pálida.

Me petrifico al momento al saber quién es y su apariencia física claramente notable por primera vez, sin oscuridad de por medio. A los tres segundos reacciono al verlo acercarse con una cara amarga. Qué simpático.

—¿No está claramente prohibido fumar en este lugar? —le devuelvo, apuntado con la barbilla su cigarrillo a la mitad.

Sonríe con ironía. Acerca el cigarrillo a sus labios mientras se decide a caminar hacia donde estoy, hasta estar delante mío y echarme el humo en toda la cara hasta llegar a partes de mi cabello.

Reacciono tosiendo con un sabor y olor horrible, molesta. Agito las manos quitando el humo que ha dejado impregnarse en mí, con bastante fuerza y con toda la intención de apagarle la sonrisa maliciosa que ahora tiene, golpeando su mano y hacerle caer el cigarrillo al suelo por la fuerza de mi manotazo. Su sonrisa se esfuma como el humo.

—¡¿Qué carajo?!—grita y corre a recogerlo, pero termino pisándolo antes de que lo logre. Su mirada se eleva hacia mí con rabia. Confirmando que el color de sus ojos es azul.

—Si dejaras de portarte tan pecaminoso, tus acciones tendrían un mejor resultado—agito mi ropa y parte del cabello para evitar que el horrible aroma del tabaco se impregne.

Se levanta sin dejarme de mirar con intensidad, fijamente, y sus rasgos marcados se intensifican con su mirada severa. Rehusándome a sentirme intimidada en absoluto, me cruzo de brazos y lo miro seria, en un reto de miradas que él comenzó y por supuesto, yo seguiré.

Tal vez seguirle el juego es ponerme a su nivel, pero irme corriendo sería confirmar el pánico que siento al verlo de nuevo y tenerlo tan cerca. Por más dudas que tenga, debo actuar intacta, serena.

Al estar de pie, elevo la cabeza para poder verlo adecuadamente, debido a su altura. Nuestro duelo de miradas apenas dura unos minutos cuando su rostro se suaviza y una pequeña sonrisa se intercambia por su severidad.

—¿Así tratas a tu salvador? —sonríe de forma sarcástica, extendiendo los brazos y elevando los hombros con un toque de superioridad. Su aliento con olor a cigarro es muy penetrante, igual que su forma de mirar detalladamente, hasta hacer sentir incómodo a uno. Cualidad con la que no estoy de acuerdo sentir, rechazando esa idea de mis sentidos.

Abro los ojos sorprendida. Por más evidente que sea, la oscuridad no era un pretexto para no reconocernos. O eso creía.

—¿Salvador? —repito extrañada, repasando como un disco los sucesos ocurridos de ayer por la noche.

Asiente con una expresión de satisfacción.

—El "Deber" iba en serio. Esa salvación que pareció celestial para tu suerte tiene un precio, acaso, ¿Creías que era gratuito? —imita mi pose con intención.

—Besarme y echarme humo no hablan bien de tu buena reputación sobre tu santidad.

Ríe de forma amarga.

—¿Besarte? —repite.

—Lo hiciste.

Niega de inmediato, de manera lenta, desaprobadora.

—Ni siquiera lo hice bien, pero ahora puedo hacerlo mucho mejor—da un paso, su rostro se acerca peligrosamente al mío, con toda la intención de seguir sus palabras sin problema, aunque para su desgracia, le respondo empujándolo de los hombros por reflejo. Con bastante fuerza por lo que suena como un golpe.

Miro que se sorprende por un segundo, ocultándolo por una cara sonriente, mostrando su sonrisa envidiable. Asimismo, recobrando su postura.

—Voy en serio, me debes un favor que estoy dispuesto a cobrar—su tono es claro y se ha alejado un poco, lo suficiente para escucharlo con firmeza.

Me lío con la situación, necesitando la aclaración de esto que no me esperaba en absoluto.

—Debo agradecértelo, pero antes debo preguntarte, ¿Qué esperas de mí? —aligero el tono más de lo que esperaba, arrepintiéndome de haber preguntado.

—Que seas una persona civilizada y aceptes el adeudo—pensando que sonreiría, mi idea es enterrada por su mirada volviendo a dirigirse hacia mí, sin ninguna intención de cambiarla hacia ninguna otra parte.

—Hablas como si tú lo fueras, cuando en realidad tu comportamiento desde ayer ha sido todo lo contrario.

—Lo soy—replica.

—Tus acercamientos dicen otra cosa. Apenas te conozco, pero sé más sobre ti de lo que quisiera...—intencionalmente, susurro lo último, no convencida por completo de revelárselo directamente.

—Tú misma lo has dicho, apenas me conoces por lo cual, no sabes todo sobre mi—con un diálogo fugaz, no profundiza en el tema a pesar de haberlo escuchado, pero, tal vez no interpretado.

Armándome de valor, dejo las dudas y los temores por un instante para decírselo de manera directa.

—Aunque, tengo claro que sé algo que tal vez no debería saber—su expresión cambia al ras de decir mis últimas palabras. La confusión y la seriedad se quedan en el aire por unos segundos que parecen minutos, donde no dejamos de mirarnos.

—¿A qué te refieres? No sé ni siquiera tu nombre y es mejor que nos quedemos así—cortante, vuelve a mostrar su lado frío. Dándose la vuelta, sigue su camino sin volver a mirarme. Perpleja, doy unos pasos para hablarle por última vez, lo que no funciona porque presencia mi movimiento y se para en seco.

—¿No tenías que estar con tu club hace 15 minutos? —me lo dice de espaldas, siguiendo con su característico tono.

—¿Cómo sabes...? —le respondo enseguida, sorprendida. Pero, al momento en que lo hago, la campana vuelve a sonar dando señal a un módulo terminando, en armonía con las manos en forma de pistola del chico antipático, en forma de burla.

Sayonara—responde con la palabra que menos esperaba en este momento.

Lo miro unos cuantos segundos antes de convencerme que debo volver a mis asuntos importantes. Corro hasta la puerta en la que principalmente iba a dirigirme, azotándola un poco por la velocidad. Me encuentro con unas escaleras iguales a las que estaban en la otra puerta, más largas, pero estas dan hacia un largo pasillo vacío. Sigo mi camino rápidamente, con la cabeza hecha un lío por el encuentro tan particular que presencié. Llego a los salones con letras, busco en cada puerta de color negra hasta notar la D-6 en tono plateado, encontrándola, por fin.

Cansada, paso con una entrada eufórica y preocupada. Cierro la puerta despacio y me recargo en ella, recobrando el aliento. Miro a la derecha y veo un gran salón con mucha iluminación, plantas en cada ventanal y una gran mesa redonda donde 6 personas me miran detenidamente. Maldición.

—Lo siento, me he perdido—observo las nuevas caras hasta llegar a Skylar, sonriéndome burlona desde su gran silla que está centrada en la mesa entre todos los demás.

Al poco tiempo, algunos se echan a reír irónicamente.

—Justamente estaba hablándoles de ti, Rhyes. Siéntate—me ordena con una amplia sonrisa, apuntando a un lugar en específico. Quedando delante de ella.

Asiento sin añadir nada más. Me acerco a la iluminada mesa, viendo que la mayoría de las personas son chicas con una mirada amigable y un chico sonriendo. Sonrío levemente devolviendo la calidez.

—¿Quieres algo para beber? —me pregunta el chico cuando recién me siento al lado de una chica pelirroja, con ojos verdes y semblante sociable. Le prestó atención de inmediato, quedándome seria hasta analizar rápidamente las tazas de los demás que parece café y té. Al lado de lo que parecen tarjetas personificadas con su apellido en tono plateado y negro, incluyendo el mío. Es increíble.

Asiento sonriendo, encontrándome con sus ojos café oscuro.

—Un café, por favor—el castaño oscuro me devuelve la sonrisa y se pone en marcha a una zona que parece una pequeña cocina con máquinas de bebidas metálicas muy bien equipadas.

—Retomando una de las variantes de la reunión, era presentarles a la nueva integrante de nuestro equipo. Y, aquí está—Skylar hace que aplaudan con emoción por unos cuantos segundos, sonriéndoles educadamente, hasta que hace una seña de basta.

—Es una fortuna que estés con nosotros, irónicamente—una chica rubia con mechones de colores y ojos oscuros me dedica antes de terminar con una risita mientras se tapa la boca con la mano, notando sus hoyuelos.

A punto de agradecerle, soy interrumpida por la chica pelirroja.

—Eres la candidata indicada para este club, tus cualidades son magníficas. Inteligencia, sobresaliente, ejemplar, responsabilidad, tutoría. Encajarás a la perfección...—para dando un gran respiro, Skylar la interrumpe aclarando la garganta con fuerza, mirándola seria. Me encojo en el asiento con un poco de temor de la situación. No sé con qué nivel de FBI me enfrento.

—Estudiamos tu expediente desde que Jamshyd nos contó sobre ti. No te asustes, es algo normal cuando debatimos sobre un nuevo miembro—la rubia prosigue, mirando a la otra chica con seriedad.

—Entiendo—es lo único que puedo decir.

El chico llega entregándome mi café en frente mío, colocando una servilleta y una cuchara al lado. Le sonrío agradecida.

—Empecemos con las presentaciones oficiales. Corey Fey, nuestro servicial fotógrafo—Skylar apunta con la barbilla al chico de al lado mío, quien me hace una seña de "A la orden, capitán" mientras se instala en su lugar. —Cailin Pryce, la encargada de las entrevistas y redactar el artículo. Básicamente la coescritora—se dirige a la pelirroja y ella sonríe orgullosa. —Y la que hace la magia del atractivo visual, Lisse Gibb la diseñadora gráfica que convierte nuestro esfuerzo en lo que es nuestro equipo de Pine-five—la gran sonrisa de la chica rubia cambia por completo cuando la presentación termina. No sólo ella, sino que los demás integrantes miran asombrados a la cabeza del equipo, en cambio yo, sólo espero a que mencionen la razón de su impacto. Pero nadie habla, y Skylar, sonríe.

Los demás se ven unos a otros, entendiéndose entre ellos, excluyéndome. Jugueteo con la cuchara, moviéndola para enfriar el café, después de unos segundos bebo para tragarme la incomodidad de la situación.

—Bienvenida al equipo, asistente y ayudante, por el momento, Rhyes.

Inesperada, casi escupo el café por la noticia de mi posición y la alta temperatura de mi bebida. Pero, en vez de eso, toso de manera alarmante por un instante hasta controlarme.

—¿Estás bien? —Cailin me pasa la mano por la espalda para darme unas palmaditas. Asiento secándome la boca con la manga de mi suéter rojo. Pensando que tal vez quedaré del mismo color por la vergüenza de mi exageración.

—¿No teníamos el acuerdo de no cambiar el nombre desde Pine-three? —Lisse pregunta con un tono molesto.

—Me retracto, quisiera acordar eso con ustedes. De ahora en adelante vendrán actividades muy importantes que significarán grandes cambios—se dirige hacia mí al decirlo, con una leve sonrisa, inquietándome un poco.

—¿Estás segura de la posición de Rhyes? Habíamos discutido que sería una semana de prueba con nuestra ayuda—Corey interviene, preocupado.

—Eso pasará, le ayudará a cada uno de ustedes por orden: Pryce, Gibb y Fey. Hasta encontrar su lugar. Ya revisaremos el itinerario. Buena suerte, pero presiento que no la necesitarás, eres una mente brillante que pronto se acoplará a nuestro ritmo de trabajo—me dedica con un tono aireado y confiado.

—¿No te ayudaré a ti? —le pregunto dándome cuenta de que no se ha mencionado. También deberá tener una tarea aparte de organizar y ordenar.

Todos se comienzan a reír, excepto ella, que los mira con letalidad.

—Yo no necesito ayuda, soy la que coordina a este gran imperio, por lo cual me puedo manejar sola—esboza una superioridad notable, casi admirable.

Nos vemos por un corto tiempo, ella de forma determinada y yo, prestándole atención.

—Jamshyd, tenemos temas que abordar. Se vienen las competencias deportivas de septiembre y las organizaciones para octubre...—Lisse comienza a hablar de los pendientes, pero Skylar sigue viéndome, sin prestarle atención.

—Hablaremos de eso en la próxima reunión, está ya ha terminado. Pueden retirarse—la interrumpe, dirigiéndose a los demás.

Con un ambiente dudoso y conflictuado, aceptan y asienten, levantándose. No dejándome atrás con esa sensación.

Me comienzo a cuestionar sobre mis capacidades y habilidades hasta notar que soy la última en irme. Me levanto y me propongo irme, hasta que siento una mano posarse sobre mi hombro derecho al momento en que acomodo mi silla.

—¿Tienes prisa? —Skylar me pregunta con una sonrisa.

La veo secar los últimos cubiertos al lado del lavaplatos. Cada miembro del equipo tiene un día a la semana para hacer limpieza y este no es la excepción, pero ella se ha ofrecido a limpiar en días de reuniones extraescolares a lo que he ayudado con cierta voluntariedad. En el transcurso, me ha explicado un poco más acerca del grupo y que el propósito de crearlo, más que chismes y acontecimientos, es mostrar de un lado único lo que pasa en esta escuela y el pueblo. Suelen investigar a fondo y tomarlo muy en serio, incluyendo minicampamentos y noches de organización. Me gusta la seriedad de su trabajo más que un simple club para aprobar, me pone en una perspectiva más interesante para enfocarme. Sin mencionar lo demás.

—Me sorprendió tu determinación al unirte aquí—comenta, regresándome al tema.

—Tuve la teoría de que era lo mejor, así que me convencí—me despego del refrigerador, donde estaba recargada.

—Presentí que eras un gran partido, y no me equivoqué. Posees grandes características que el grupo también comparte, eso me hizo llamar mi atención. No me malentiendas, realmente te admiro—se seca las manos en el delantal que usa y me dedica una sonrisa cálida, dejándome sin habla.

—No creo que sea nada especial a comparación tuyo. Es pronto decirlo, pero eres una gran líder—intento elogiarla como ella lo hizo, pero en vez de devolverle la causa, ríe burlona.

—Sólo dirijo el imperio, pero no soy la dueña de ello. Aquí todos somos los líderes, todos aportamos, todos escuchamos, todos seguimos lo que es mejor para cada uno de nosotros—deja el delantal en un perchero y camina hacia un mueble oscuro donde está un florero de rosas, con muchos cajones pequeños.

—Entonces, ¿A qué categoría te dedicas? —la sigo a paso apresurado, viendo que saca una llave de una de las bolsas de su pantalón liso, formal. Da vuelta la cerradura y frente a mis ojos, decenas de llaves están acomodadas en orden con un nombre abajo de ellas.

—Soy la encargada de la investigación y escribir parte del artículo que se publica. A veces, ayudo con lo que los demás necesitan que se les dificulta conseguir, pero al fin y acabo, esa es mi tarea principal—se agacha un poco por la posición en la que está el cajón, buscando entre todas las llaves.

—¿Escoges el tema?

Niega y suspira, encontrando lo que estaba buscando.

—Entre todos, tomamos las decisiones importantes, pero claro, a veces hago pequeños arreglos porque tengo el acceso—con esa última palabra, deja una llave dorada encima del mueble—Pero, tampoco me gusta abusar.

La miro y cierra el cajón con fuerza.

—Tengo tu primera labor de asistencia. Es muy sencilla—guarda la llave oscura con la que abrió el cajón, teniendo las manos libres para entregarme la que sacó.

—¿En qué puedo ayudarte? —me pongo en disposición.

Se acerca y me gira, apuntando a un lugar del salón con estantes de libros y un par de puffs blancos encima de una alfombra roja de peluche y una mesita negra pequeña. Este lugar está más que completo, es enorme. Más que club parece cuartel.

—Al final del último estante, encontrarás una cabina con documentos y archivos clasificados. Sólo yo puedo entrar, pero aún tengo que terminar de revisar la información que Pryce me envió, ¿Podrías traerme los archivos del anaquel G-19 y H-19? Guíate por el número—me entrega la llave que está helada, con un patrón muy peculiar de trazados.

—Enseguida—asiento decidida, tratando de cumplir con las expectativas que de ahora en adelante tendré que lidiar.

Sólo me sonríe, satisfecha. Se gira y regresa a la mesa, sacando un maletín que al parecer estaba debajo, con una laptop plateada. Sigo sus indicaciones y paso por el amplio lugar, apretando la llave, viendo de reojo los libros informativos y pareciendo más que simples lecturas. Los ventanales dejan ver un atardecer rojo, hermoso. Me pierdo viendo los alrededores hasta llegar a una puerta completamente negra con las palabras "Exclusivo, sólo personal autorizado". Já, me sé de uno que siguió lo mismo. El encuentro de hace rato me revuelve la cabeza.

Deshaciéndome de la idea, prosigo y doy vuelta a la llave hasta escuchar la puerta rechinar y notar la oscuridad dentro. Doy unos pasos intentando encontrar el encendedor, pero las luces se prenden automáticamente, dejándome sin habla al percatarme de la filas y filas de anaqueles plateados que están en la gran cabina con cientos de archivos. Me adentro y cierro la puerta a la par que quito la llave.

Miro de lado y lado viendo lo mismo, pero con diferentes letras y números, de ahí en más es todo un clon. Hay categorías como "Álbumes", "Anuario", "Alumnos", hasta llegar a las letras con número del lado derecho, empezando por A-01, dando a entender una extensiva búsqueda, al parecer. Volteo al lado izquierdo y me encuentro en la sección de alumnos, donde más avanzo, hay archivos más clasificados, en el cual me detengo en la sección de "Expedientes". Atónita, un deseo impulsivo me llega a la mente, pero me controlo. Si me descubren, sufriré graves consecuencias por buscar donde no me llaman. Pero, ya estoy aquí, no sé si tendré de nuevo esta oportunidad inigualable, permitida, al final, tengo la llave. Todo se acomodó a la perfección, o casi.

La idea me da brincos y vueltas hasta decidirme después de unos minutos considerándolo. Hagámoslo.

Con esa confianza, me apresuro a asegurar la puerta, viendo a todos lados por si hay cámaras de vigilancia o algo que pueda ponerme en riesgo, pero es negativo lo que me impulsa a volver a la sección que me llama. Tal vez esté mal o es indebido, pero hay deseos reprimidos que te agobian hasta hacerlo. Será rápido, seré sigilosa.

Vuelvo a los expedientes, recordando al instante el apellido que Skylar me mencionó del muy inusual chico. Shay. Al recordarlo, su imagen de cabello oscuro, mirada severa y ojos claros me nublan la mente. Provocando un sentimiento de arrepentimiento hasta rememorar que no debería acercarme a nadie antes de leer su expediente. Regla que he roto muy descaradamente o así se dio la situación pero que ahora estará por cambiar, sabiendo más, lo que necesito, aunque sea un poco, ya que también recuerdo que no habrá mucha información en su archivo, pero algo será. Cambiará, aclarará o abrumará mis dudas, pero una reacción tendrá toda esta oleada de adrenalina que siento, buscando entre las letras y letras, poniéndome manos a la obra, con cautela. Hasta llegar a las últimas letras y dar con apellidos similares, parando instintivamente en "Shay Novotny".

¿Será ese? Busco otro similar, pero es único, así que opto conque al fin tengo una puerta abierta de información exclusiva, personal, real.

Saco con cuidado la gran carpeta plástica de color negra, irónicamente, pero es el color general de los expedientes. Memorizo la posición en la que estaba el archivo y me hinco, abriendo la carpeta entre mis piernas, dejando a primera vista una foto suya en blanco y negro donde se ve más joven, con el cabello más corto, pero con la misma expresión severa, de pocos amigos. Abajo, está una hoja pegada con un clip, quito con cuidado la foto y la dejo en el piso, encontrándome con información valiosa para mis ojos.

"Lion Shay Novotny".

Datos generales:

Lugar de nacimiento: Leesburg, Virginia.
Año: 2001.
Tipo de sangre: AB- negativo.
Altura: 1.85.
Peso: 180 Libras.
Familia: Desconocido.
Dirección: Desconocido.
Teléfono: Desconocido.
Escolar: Sobresaliente.
Conducta: Sobresaliente.

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