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Capítulo 3

No puede ser. Otra cosa más a la lista de apañármelas sola. Aunque, todo parece una casualidad, parece que todo está tan bien acomodado que me hace pensar que todo está planeado, organizado, en mente. El problema es saber por qué, sólo sé que el para qué, es para seguir averiguando.

La impresión me deja boquiabierta, mirando a Neitan por unos segundos muy largos que evado, volteándome de lado contrario para proseguir a cerrar los ojos con fuerza y abrirlos cuando estoy más tranquila.

—¿Estás bien? —se levanta, queriendo alcanzarme, pero me separo a tiempo.

—Recordé algo—asiento, sonriendo falsamente.

Vuelvo a mi lugar para comenzar a organizar mis libros y demás cosas que traje para poder irme tranquilamente por un rato. Necesito recorrer el lugar, buscar y encontrar una pista, o al menos intentarlo.

—¿Ya te vas? —me mira desubicado, temiendo que sea eso y me contradiga con lo que dije de que no lo dejaría.

Niego de inmediato.

—Para nada. Daré un pequeño paseo antes de ir al baño, necesito ir urgentemente. ¿Podrías cuidar mis cosas? —medio miento para conseguir que no me persiga, acomodando mis cosas antes de tomar mi celular y una linterna de bolsillo.

—Claro, pero ¿Sabes dónde es? Si quieres...—se levanta, pero lo freno, moviendo la mano para que se quede donde está.

—No tardaré, de verdad. Sólo está a algunos metros del bosque la gasolinera. Vuelvo enseguida—sonrío para que se tranquilice y esté con la mente quieta.

—Jane, hay cada loco a estas horas. En serio, no me gustaría dejarte sola.

Suspiro ideando algo más.

—Bueno, acompáñame a la entrada del baño de la gasolinera. Después, nos regresamos juntos. ¿Qué te parece? —le propongo, viéndolo. Notando su sonrisa de satisfacción que se agita cuando asiente.

Sonrío con resignación. Estoy agradecida de su caballerosidad y preocupación, pero de verdad quería ir por mi cuenta a intentar buscar más pistas.

—Vamos—dice firme, agarrando nuestras cosas y metiéndolas en su mochila.

Sep—asiento dirigiéndome por el lado derecho hasta parar al escuchar a Neitan hablarme.

—Es por el lado contrario. Llegaremos más pronto—apunta, aclarando la garganta.

—Ah—digo en seco, haciéndole caso. Memorizando los atajos en este nuevo y no tanto, lugar.

¡Tengo que salir de aquí!

Me echo agua en el cabello para peinarlo, antes de dirigir mis manos a mi rostro, tapándolo con desespero. Sintiendo la frialdad del agua que me hace dar escalofríos.

Llevo más de 15 minutos dentro, meando imaginariamente mientras miro alguna salida inexistente o visible para alguien demasiado normal que no cabe en una pequeña ventana, arriba de uno de los baños del final.

Estoy acabada a terminar por no hacer nada fuera de lo común esta noche.

De pronto, un crujido causado por algo del suelo me hace abrir los ojos con impresión, notando que es una piedrecilla de cristal, ahora, hecha trizas.

Confusa, me pongo de rodillas para observar mejor y darme cuenta de que abajo de los lavabos, está un diseño rocoso de puras piedras iguales, con algunas caídas. Perfectas para un plan de rescate.

Debo tener buena puntería.

Muevo mi mano, haciendo un cáliz mental de la distancia que recorrerá la piedra hacia la cabeza de Neitan. Cuidando de la mía, que está siendo asomada desde lo más abajo, mirando que el chico castaño está totalmente absorto en sus pensamientos y en mirar una Durango oscura que está a unos cuantos pasos de él.

Aviento la primera piedra de cinco que he logrado sacar, dándole muy abajo.

¡Diablos! Es peor que un juego de feria, encima, me veo ridícula.

Rodeando los ojos y bufando en mis adentros, tiro la siguiente, rozándole la punta de la nariz, lo que lo hace voltear desorbitado, pareciendo que acaba de descongelarse después de mil años. Meto la cabeza al momento justo, escondiéndome detrás de la pared.

Escucho que camina brevemente, antes de escuchar de nuevo calma.

¿Le ha dado igual?

Prosigo, viéndolo mirar a todos lados, excepto al lugar donde yo estoy. Tomando impulso, tiro la siguiente en su mejilla, con tal fuerza que me hace hacer una expresión de dolor porque hasta yo lo sentí. Me pasé.

Ahoga un grito, bufando molesto, con toda la razón. Se soba la mejilla mirando a ambos lados, buscando una respuesta. Una que no encontrará.

Una pequeña risa me hace taparme la boca de repente, consiguiendo que tome atención en el lado que estoy, obligándome a girar como militar en guerra o entrenamiento.

—¿Hay alguien ahí? —pregunta con voz temblorosa, con pasos suaves.

Apretando un ojo y sonriendo tensa, respiro lento, unos segundos antes de proseguir a aventar la cuarta piedra de lado izquierdo, justo en unas plantas frondosas que dan de camino al bosque. Con toda la fuerza que suplica "funciona", lo cual se logra, echando a Neitan a correr detrás de la piedra como todo perro, buscando encontrar un explicación, armándose de valentía.

Al momento en que escucho silencio, me levanto como puedo y me echo a correr a una velocidad récord. Como si fuese un tipo de fuga. Mirando sin alguna buena idea la última piedra y aventándola por ahí, frunciendo el ceño.

Me voy por el lado contrario para evitar reencontrarme con Neitan, dirigiéndome al bosque, sacando rápidamente la linterna que había guardado en mi bolsillo. Alumbrando mientras corro hasta ver que parpadea.

La confusión me hace mirar la linterna y sacudirla para que ilumine, cosa negativa, ya que, al no ver mi camino, termino chocando con algo y hacerme caer directo a una montaña de hojas secas que me hace soltar la linterna.

—¡Maldita sea! —me quejo, levantándome a cuclillas, esparciendo las manos para encontrar la linterna, cosa que no veo.

Al querer utilizar mi celular para alumbrarme, unos ruidos de hojas moviéndose muy cerca mío, me detienen. Mirando al frente con toda la calma y atención posible.

¿De qué se trata?

Valiente, me levanto con lentitud sin hacer ningún tipo de ruido, dispuesta a acercarme a ver qué pasa. Juraría que lo que sea que se movió, está detrás del cuarteto de árboles que están a sólo unos metros de mí.

Camino lento, con el corazón más acelerado mediante más me voy acercando. Tragando saliva al estar ahí, del otro lado.

Me agarro de la corteza de uno de los árboles para poder mirar al otro lado de forma discreta, obteniendo un resultado nulo. Negativo. No hay nada detrás.

Resoplo alejándome del árbol, agradeciendo que no sea nada, pero a la vez, maldiciendo. Pudo haber sido un animal, tal vez es mejor irme silenciosamente.

Retrocedo a mi camino de venida, ignorando otras posibilidades de que sea algo más interesante. Tachando la idea de que me vuelva a pasar lo de la fiesta.

Justo cuando me siento preparada para volver e ignorar la idea de seguir investigando por mi bien, la vibración de mi celular en mi bolsillo del pantalón me hace sorprenderme, maldiciendo al escuchar mi tono de «Indecision de Blackbear «.

Lo saco rápidamente, viendo que se trata de Neitan. De seguro ya se dio cuenta que no estaba.

Escucho hojas moviéndose, alertándome y volteándome a la vez. Viendo sombras pasando muy rápidamente de un lado a otro. Son altas y con forma masculina.

¿Chicos escondidos? La duda me deja en blanco, mirando al frente, queriendo decir algo, pero me quedo sin palabras, sólo mirando.

Los segundos parecen eternos y el ruido vuelve. Obligándome a quedarme callada esperando algo más.

—¿Eres tú? —una voz familiar se acerca demasiado a mí. —¡Jane! —Neitan al comprobarse de que en verdad soy yo, me agarra del brazo y me jala lejos de ahí, alejándome de lo que vi.

—En verdad vi sombras. Dos sombras masculinas, exactamente—discuto con ambos chicos, en la mesa de la cafetería.

—Lo sé, por eso te alejé de ahí—acuerda Neitan, agarrándome la mano, concordando.

Al saber que no fui la única que lo vio, me hace liberarme de una gran presión.

—¿No vieron nada más? —Anya deja su manzana a un lado, abriendo los ojos. Su tono interesado es más notable que el preocupado.

Niego.

—Pudiera ser una banda o alguna pareja, tal vez—agrega Neitan, alejando su mano y uniéndola con la suya.

Ladeo la cabeza pensando en eso. Es una posibilidad, pero las intenciones no estaban claras, no hicieron nada más. Sólo asustarme.

—¿Unos gays? —pregunta Anya, sonriendo de forma picara, mordiendo su manzana muy exagerado, insinuando algo más.

—¿Gays? —suelto sin redactarlo, mirándola.

Neitan y Anya se miran pareciendo cómplices, después agachando la cabeza.

—Es lo más seguro. Practicaban algunos numeritos—Anya sigue, hablando el tema verdadero entre otras palabras, fingiendo un tono muy sarcástico.

Esta chica es todo un caso.

Me quedo callada, asimilando lo que ha dicho, entendiendo completamente. Sonrojándome.

Anya comienza a reír como demente, siguiéndole Neitan. Siendo dos chiflados que no ayudan a mi color parecido al de la manzana de Anya, pero en el rostro.

—¡Eres tan inocente! Te pones como un tomatito. Toda colorada—agarra uno de mis mechones de cabello y juguetea con él.

—¡No es eso! —jalo mi cabello de su mano y me cruzo de brazos. —El tema no iba a ese punto. Se trata de que algo extraño pasa y quiero saber de qué se trata.

—¿De qué hablas? Vándalos, únicamente, o algo así—dice Neitan, dándole poca importancia con un tono de voz serio.

Resoplo negando.

—El punto es que precisamente ese bosque... Ese bosque es el de mi sueños en todos estos años—bajo la mirada, pensándolo. Evitando sus miradas que juraría que son sorprendidas o extrañadas.

Un silencio entre nuestra mesa nos embarca y lo único que se escucha, es el ajetreo en todas las demás.

—¿Un déjà vu? —pregunta él mismo.

Frunzo el ceño.

Ojalá se tratara de eso, pero es totalmente negativo.

—¿Soñaste con un bosque? Puedo buscar la definición en Google de los libros de los sueños, si quieres—Anya comienza a teclear en su celular, dejando la manzana en frente suyo.

La detengo antes de que siga más allá.

—No busques eso, Anya—le digo.

—Exacto, no es necesario. Fue un déjà vu—sigue Neitan.

—Tampoco es eso—lo miro negando.

Suelto a Anya, suspirando, volviendo a acomodarme a mi lugar, recorriendo la silla.

—¿Entonces? —pregunta Anya, duda que parece tener también Neitan porque se queda callado, levantando una ceja mientras se acaricia la barbilla.

Es hora de revelarles una de las cosas que me ha dejado pensativa y con la cual me he estado carcomiendo la cabeza en dudas.

—En los últimos años he tenido un sueño de un bosque que de hecho, se trata sobre el que estuvimos ayer. Exactamente ese.

Al terminar de decírselos los veo, quietos, procesando lo que dije.

—¿Cómo estás segura? —pregunta Neitan, con un gesto muy confuso, pareciendo neutral y a la vez confundido.

—Porque es lo que he soñado por los últimos 16 años. Repitiendo lo mismo, el mismo lugar. Sin necesidad de haberlo conocido.

Anya hace una mueca de disgusto, sin decir nada.

—Psicológicamente, diría que puede ser un recuerdo o tipo de trauma y por eso lo recuerdas constantemente—deduce Neitan, sorprendiéndome con su análisis.

Me muerdo el labio inferior con un leve viaje al espacio al repasar sus palabras.

—En realidad, no es así. Creo que me iré por la teoría de que hay una razón...

—Destino—interrumpe Anya.

—¿Eh? —decimos Neitan y yo al mismo tiempo.

Anya sonríe, resoplando con una pequeña risita.

—Déjaselo al destino. Puede sorprenderte y sinceramente, no le veo una explicación científica, psicológica ni teórica—nos mira al decir las últimas palabras, recalcándonos nuestras últimas palabras que hemos dicho.

Elevo los hombros sin mucho qué decir al respecto. Tiene que haber una explicación y a la vez no. Un 50 y 50.

—¿Cómo puedes decir eso, Anya? El destino no puede existir en esta clase de cosas. Estás como el día en que miraste a un chico en la feria y pensaste que sería el amor de tu vida por coincidir en tres de los juegos del lugar y al final nunca lo volviste a ver. Te quedaste como hoy en día, más sola que mi vecino el acumulador de muñecas plásticas.

Una sonrisa evidente de burla se me escapa, por lo cual me volteo al lado como si hubiera recibido una cachetada.

—¡Oye, idiota! En mi defensa, fue un extranjero y amorío pasajero, pero si es para mí, volverá. Como todo en la vida. Deberías calmarte "Einstein", y empezar a hacer menos encuadres y cálculos académicos para hacerlos directos en tu vida personal. ¡Por eso Jane te mandó a la Friendzone recién conocerla! Y no la culpo...—Anya comienza a alardear, comenzando a darme calor por la vergüenza y la incomodidad que siento.

—¡Tú empezaste a meter la cursilería! Que eso no es posible en algo psicológico de padecimiento al pasado y por lo cual no es posible si es planteada como teoría al futuro, pero en sí son análisis a fondo—él le sigue, mientras yo me encojo en mi asiento.

—No entendí nada de lo que dijiste, pero, aun así, ¡Eres un insensible antirromántico! Aún sigo pensado que eres gay de closet porque tus muestras de amor no avanzan de los sonrojos e idiotez al hablar con la otra persona, pero igual, tú eres naturalmente así. Así que...

Callada y quieta, decido irme del lugar con algo trivial.

—Iré por una manzana nueva—la interrumpo llevándome la suya de su lado y mordiéndola para poder irme libremente de la razón de mi futura jaqueca.

—¡Oye! —se levanta intentando pararme, pero le corro, evitándolo. —¡Te acompaño! Este idiota me pone de los nervios...

—¡No irás a ningún lado hasta que me digas por qué dijiste esa semejante cosa de la Friendzone con Jane! —Neitan suelta, obligándome a caminar rápido para salir de esta situación que evidentemente no es agradable.

—¡Con mucho gusto! En primer lugar...—es lo único que escucho antes de alejarme lo suficiente de ellos.

Creo que mejor resuelvo esta duda yo sola. Otra a la lista de libros.

Niego sonriendo y riendo a escondidas por la escena que acabo de apreciar. Caminando por las mesas con personas ruidosas, moviendo la manzana de manera rítmica, hasta llegar a la mesa de comida, donde al ver libre, agarro una nueva manzana. Asegurándome de que está en buen estado y que me convenza de escogerla ya que, hay otros cientos más.

Dejo la manzana mordida de Anya a un lado, notando la demás fruta que me está haciendo ojitos de llevarme una de cada color, pero en un instante, algo me alarma y hago lo correcto de alejarme, pero en este caso no. Al retroceder, he empujado inconscientemente a un chico con cabello fantasía azul al querer evitar golpearme y terminar por golpearse él.

¡Idiota! Soy un peligro para los chicos.

Tapándome la boca y mirando como último que ha desacomodado las manzanas, tirándolas. Salgo corriendo como cobarde de la cafetería, hasta llegar a un punto donde puedo caminar rápido sin sospecha.

Jesucristo bendito. El don de la torpeza se me da de maravilla.

Sigo de forma normal hasta salir de la cafetería, doblando el pasillo y dirigiéndome a la zona de los casilleros que como comúnmente, está vacío por la hora. Prosigo mirando todo a mi alrededor pensando en mi casillero. Es el R-98 que, según las indicaciones, está en la parte de arriba.

Observo los colores blanco y negro que cubre cada casillero. La decoración está muy bien ambientada en estructura antigua. Colores claros y tenues están como base.

Giro a la izquierda para poder salir a tomar aire antes de volver a las clases obligatorias y aburridas de instalación. Tan sólo nos dan nuestro programa de aprendizaje y después hablan una introducción de cada una, junto con el profesor encargado. Cosas básicas. Me interesaría más saber la historia de la escuela ya que es sumamente antigua, pero desgraciadamente, historia no está en el primer semestre.

Me salgo de la escuela por la puerta trasera que da al jardín muy colorido que antes no había visto. A decir verdad, hay muchas cosas de aquí que quisiera conocer en su totalidad, a pesar de que lleve días. Siempre es interesante saber de más, así nada puede sorprenderte demasiado.

Quieta, vago con la mirada por todo el lugar tan campestre. Veo que hasta la cancha está al aire libre, incluyendo un anfiteatro. Es maravilloso el paisaje. Estando a unos metros del bosque lo que da todo un toque al lugar, con ello el clima frío y un aire muy puro. Totalmente diferente a mi escuela anterior que era todo pasillos largos y edificios cubiertos. Incluso un reglamento de uniforme escolar detallado y aquí, es todo lo contrario. Es tan liberador.

Me cruzo de brazos necesitando de un poco de calor, ya hasta mi cabello se comenzaba a mover de manera rebelde. Exhalo viendo mi aliento de forma muy concentrada que descarta la idea de que alguien pudiera pasar al lado mío, justo lo que sucede. Desorbitada volteo a mi costado izquierdo, apreciando de manera rápida un chico alto con un suéter oscuro que reconozco al instante. Helando mi ser.

Impactada, decido seguirlo y descartar o acertar la idea de que es el mismo chico que vi en la fiesta, antes de ponerme las ideas de cabeza. El suéter es el mismo, exactamente el mismo. Lamentablemente, la oscuridad de esa noche no me dejó apreciar más detalles que sólo su ropa y el color negro de su cabello.

Agarro la puerta antes de que se cierre, armándome de valentía para seguir su paso con firmeza, convencida a averiguar quién es, aunque sea la persona equivocada. Prefiero no acertar que no hacerlo.

Camina muy rápido, haciendo que apresure mi paso a su nivel, doblando el pasillo a la derecha. A medida en que me acerco a él, mi corazón late más y más rápido. Las dudas que estoy planeando desde las más interesantes a las más tontas desaparecen cuando se adelanta. Avanza primero, perdiéndolo. Miro a la esquina decidida a buscarlo, pero una mano me detiene, agarrándome del brazo.

—¿Quieres unirte al club de robótica? —una voz masculina un poco baja, me hace perder la emoción del momento. Es un chico con cabello castaño claro y unas pecas que adornan su piel clara.

—¿Qué? —frunzo el ceño al verlo sonriente, después de mirar por todos lados buscando al chico que seguía, pero desgraciadamente, escapó.

Sintiendo la necesidad de golpearme en la frente, me libero suavemente del chico que parece muy aniñado por sus facciones y hasta podría decir que me causa ternura, así que no quiero ser grosera con él.

—El club escolar. ¿O ya tienes uno? —pregunta curioso, viéndome directamente a los ojos, notando el color de sus ojos grises.

¿Hay clubes? No había leído eso y nadie me lo había comentado. Qué cosas.

—Esto, no. Soy de primer semestre y no tenía idea de ello—me cruzo de brazos, asegurándome de que ya nadie podrá agarrarme, evitando seguir con mi plan.

Me entrega un volante que tenía en la otra mano, aceptándolo con extrañes. Es sobre los distintos clubes que hay, incluyendo del cual me habló.

Jardinería. Baloncesto. Computación. Diseño. Artes dramáticas. Robótica. Música. Fotografía. Periodismo.

—Pero, aquí dice que hay disponible diez clubes—le comento, señalando el volante.

Se rasca la cabeza, incómodo.

—Ajedrez no salió tan popular como creíamos.

Analizo su comportamiento.

—¿Eras parte? —ladeo la cabeza, viendo su expresión de asombro al parecer, descifrándolo.

Asiente, sonriendo.

—Prefiero no escarbar en el pasado, así que, ¿Te quieres unir? Puedo explicarte las bases y lo que necesites saber. Piénsalo. Aún tienes toda esta semana para decidir.

Hago una mueca de disgusto pensando en estar rodeada de máquinas y tuercas. El mantenimiento y la creación no es lo mío.

—Muchas gracias, pero prefiero lo artístico. El problema es que no sé cuál—suelto una risita pensando en las opciones a mi gusto como lo es la creatividad liberal. Como el arte.

Ríe volteando a ver a su izquierda, siguiéndolo con la mirada me doy cuenta de que hay distintos puestos informativos con respecto a los clubes y su temática en letras grandes con dibujos alusivos.

—Tienes de dónde escoger. Pero, si quieres unirte, con confianza dímelo. Me gustaría tenerte en mi equipo—me guiña un ojo y después se aleja a su puesto con otros chicos, con toda la comodidad del mundo. Es muy desenvuelto.

Sonrío con gracia.

Examino el pasillo con la mirada notando algo que me hace abrir mucho los ojos. Más bien, alguien. Parece ser el mismo chico que tenía el suéter negro y está justamente en el penúltimo puesto, el de diseño.

Camino decidida a entablar conversación. Olvidándome de mi exterior, sigo mirando fijamente hacia allá. Conforme me acerco, noto su carácter serio mientras sus demás compañeros mixtos están riendo y hojeando volantes, también haciéndolos avioncitos.

Está moviendo con pocas ganas un bolígrafo contra la mesa blanca, absorbido por su mundo. Lo único que puedo ver mejor es su rostro, debido a las demás personas amontonadas que se mueven de lado a lado sin mencionar su pose inclinada. A simple vista, su cabello negro contrasta con su piel blanca y parece tener ojos claros.

¿Será él? El suéter es el mismo, pero, hay más modelos así. Es frustrante. Ni siquiera sé si va en este turno. Tal vez, me estoy creando una historia con tan poco. Bueno, eso tendré que averiguarlo.

—Luces interesada—una voz gruesa me sobresalta.

Volteo al lado donde la escuché y se trata de una chica morena con una expresión alegre. Es la misma chica con la que me encontré afuera de la biblioteca.

La impresión me deja muda, pero trato de decir algo antes de tartamudear al esperar más.

—¿Tú no eres...? —la apunto intencionalmente, prestando toda mi atención a ella. Ahora tiene el cabello esponjado y un labial rojo oscuro que le queda excelente.

—Skylar Jamshyd de cuarto semestre. Perdón por el incidente de la otra vez, estaba en plena investigación—me interrumpe, mostrándome una gran sonrisa.

—¿Investigación? —pregunto, viendo que toma asiento en el puesto de periodismo. La persigo con interés de saber más.

—Como verás—extiende la mano, señalando el lugar. —Soy parte de las personas que tienen interés en el saber más allá. Incluyéndote.

Veo instantáneamente a las personas que están también en el puesto, pero parecen ocupadas en lo suyo.

—¿Me estás invitando a ser parte? —le doy al clavo, produciéndole una sonrisa.

Ríe de forma silenciosa.

—Corporalmente, pareces interesada en el club de diseño. O, en alguien conformante de ahí. A decir verdad, es un club muy sano, con personas muy talentosas...

¿Cómo esta chica se dio cuenta de eso? Es más, lo dice muy segura.

—Sabes estudiar muy bien a las personas—le admito su buena cualidad con seriedad.

Se levanta, planchándose con las manos su vestido blanco pegado.

—Eso es lo que aprendes después de todo, o algo más allá—le echa misterio, agarrando un volante de su mesa y acercándose a mí con él, entregándomelo. Lo acepto, pero no lo miro porque su mirada está fija en la mía. Sus ojos café oscuro contra el café claro de los míos. —¿Jane Rhyes, cierto? Eres más interesante de lo que imaginaba. Pensé que serías la típica chica de ciudad delicadamente vanidosa, pero me equivoqué.

Frunzo el ceño, decidida a confrontarla con sus argumentos, pero al momento que abro la boca, me calla prosiguiendo a hablar.

—Shay, es un sujeto reservado y con poca información en su archivo. No hay mucho de él, pero es un tipo rudo de pocos amigos, o al menos eso dicen los de su grado—baja el tono, casi en un susurro.

—¿Shay? ...—justo cuando pregunto, me gira para que mire en la dirección donde se encuentra el chico que estaba decidida a hablarle. Exactamente el mismo.

—¿Ves al chico que parecen estarlo obliganlo a vivir, jugando con la lapicera?

—Bolígrafo—corrijo por instinto.

—¡Eso! —exclama energética. —Él. Rumores dicen que es un dealer.  Incluso, que es un sociópata.

Mientras sus teorías me llenan la cabeza, lo veo más aburrido que una persona no creyente en una misa de 5 horas. No creyéndome eso.

—Sólo es serio—elevo los hombros.

—Las mejores cosas se planean en silencio...—susurra, mirando fijamente al chico que parece sentir nuestra mirada porque voltea. Causando que nosotras también nos volteemos.

—Siento que lo juzgan mal, porque tú misma dijiste que son rumores. No hay testigos.

Me mira a los ojos, desesperada.

—Dejamos casos del periódico estudiantil por pocas pruebas y personas dispuestas a averiguarlo porque su carácter es... Fuerte.

—Eso me consta—pienso en voz alta con ironía.

—¿Lo conociste? —me agarra de los hombros, mirándome. Está actuando de forma muy exagerada.

¿Ahora qué digo? Siento que esta mujer me robará el alma si sigue mirándome así.

—Eh, no estoy segura de que fuera él porque estaba todo muy oscuro, pero tiene mucho parecido. En la fiesta de bienvenida intenté ayudarlo porque parecía ido y se portó grosero. Muy grosero—elimino las palabras "Bestia", "Extrañes" y "Locura" de la anécdota. Redactando lo principal. El punto creíble.

Me clava más fuerte los dedos en la piel.

—¿Es por eso por lo que quisiste enfrentarlo? —acierta sin el pequeño detalle que iba bastante bien hasta que me interrumpieron.

Asiento con lentitud.

—Ten cuidado con ello. Sea o no, es mejor que estés segura antes de hacerlo. Infórmate leyendo su expediente antes de acercarte a alguien. No sabes las intenciones que pueda tener.

¿Es un consejo o es lo que hace? Parece bastante personal y frecuente en ella.

—Ah, es por eso, que tú sabes...

—Claro que sólo puedes hacerlo si perteneces exclusivamente al club de periodismo. Información y acceso exclusivo a los miembros—me suelta, volteándose. Dirigiéndose a la esquina del puesto.

—¿Es tu manera de convencerme? —le pregunto analizando su estrategia bien hecha.

Ríe, volteándose a mi lado.

—Tú eres la que elige—vuelve a su sitio con una sonrisa. Dejándome dudosa.

Nunca me había pasado por la cabeza estar en periodismo. Me hago más dudas a mí misma que a los demás en general. Tampoco me gusta crear divagues públicos o notas periodísticas. Es complicado.

Resoplo, leyendo al fin el volante que sostenía en mis manos. Ahora, un poco arrugado. Leo con detenimiento las características del club, incluyendo lo que Skylar, me había dicho. "Acceso exclusivo a información". Según esto, obtendré información de todo antes que los demás y seremos encargadas de nuevos temas y organizaciones escolares. Parece mucho trabajo, pero, por algo han sucedido las cosas.

Niego, dándome la vuelta para alejarme y sacar esa idea loca de mi cabeza. Es una locura. Tendré más oportunidad, pero ¿Es lo que en verdad quiero y necesito? Si sigo por mi parte será más complejo y tardado.

Parece una idea irreal, aunque es tan simple y sencilla como acercarme, aceptar y apuntarme. El problema es que lo haría más por curiosidad y conveniencia que por gusto. Aunque, son buenas propuestas, ¿no? Poder informativo.

Dudosa, sigo con mi guerra mental en el pasillo sin hacer ningún movimiento. Pensándomela.

Escucho la campana sonar, indicando las clases y también el aumento de personas acercándose. Apresurándome a decidir lo más pronto posible. Veo de reojo al chico causante de todo esto, levantándose y yéndose por el otro lado.

No te dejaré ir. No esta vez. Hasta descubrir lo que quiero, lo que necesito para calmar esta incertidumbre, de la forma que se ha abierto ante mí. Esa puerta de poder.

Con la mente un poco clara, me volteo, decidida.

—¿Sabes qué? Me uno.


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