Capítulo 2
No creyéndole a mis ojos, parpadeo un par de veces hasta creer lo que está pasando. Quedando en un silencio en que juraría que el latido de mi corazón es el único que se escucha.
Veo que la bestia se mueve, comenzando a hacer ruidos extraños y a volar con sus grandes alas.
El impacto me deja plasmada en el suelo aun mirando, admirando los pocos detalles de su cuerpo horrífico que puedo observar por la iluminación plasmada en lo que ahora es.
Un gruñido suyo muy fuerte me hace reaccionar, obligándome a tomar las cosas rápido, esparciendo las manos hasta encontrarlas y poder levantarme enseguida para salir corriendo. Los ruidos que hace me hielan la sangre enseguida, absorbiendo todo el miedo que no había tenido.
Busco el celular al acercarme a la puerta, hurgando con las manos de nuevo como animal. Al acercarme a la parte oscura logro verlo. Lo enciendo asegurándome de que esté bien, viendo de una vez la hora, dando las doce en punto. Medianoche.
Como total Cenicienta, me echo a correr hasta entrar por la puerta a empujones sin tener el descaro de voltear atrás, viendo a todos lados como toda paranoica que se le acaba de aparecer un monstruo frente sus ojos. Que la acaba dejar traumada, sucia y descalza.
Corro con todas mis fuerzas con la respiración acelerada y el corazón peor. Con los tacones en la mano izquierda y el celular con la derecha. Ignorando todas las miradas extrañadas de algunas personas que ponen atención en aquella chica espantada que parece que corre por su vida, porque en efecto hago eso.
Las dudas comienzan cuando el shock comienza a desaparecer.
Esto no sucede. ¡No puede suceder!
Sin cabeza para pensar, decido correr a la mesa para dejar las cosas de Anya. Cuando estoy ahí, me doy cuenta de que los chicos no están y en su lugar están un montón de vasos plásticos regados. De forma discreta, acomodo los vasos para que oculten su cartera en la cual meto de forma rápida su celular. Apenas y cabe.
Dejando eso listo intento ver a alguien conocido para que pueda ayudarme en algo, lo que sea, pero desgraciadamente no es así. Terminando por irme corriendo con los pensamientos revueltos sin ninguna estrategia buena para irme, sólo correr y correr hacia casa.
No puedo dejar de darle vueltas al asunto. Llevo toda la noche sentada en la orilla de mi cama pensando en lo que ocurrió anoche. Pensando en una razón lógica, una teoría o simplemente una explicación, pero lamentablemente no encuentro nada razonable que no sea el efecto negativo de alguna sustancia. Trato de convencerme que fue una confusión o una ilusión óptica, aunque, bien sé que no es así. Mentirme para quedarme con la coincidencia tranquila, no me basta, sólo sacia de más dudas. De querer saber más.
No fue un sueño. Fue real, completamente real. Y la razón debo averiguarla yo. Alejaré el miedo enfrentándomele.
—¿Jane? —mi mamá llamándome es lo primero que veo al voltearme de golpe, asustada.
Al verla, suspiro de alivio.
Ya estoy mal.
—¿Qué pasa? —me muevo inquieta.
—Eso mismo te pregunto a ti—se acerca, mirándome confusa.
—Tuve una pesadilla... Muy real—la miro a los ojos, queriéndole transmitir lo que siento.
Se acerca a sobarme la espalda mientras se sienta a mi lado.
—Las pesadillas que se viven en vida son las peores—lo dice justo acertando en la situación.
Asiento sin poder decir nada más.
—¿Me escucharon llegar? —cambio el tema queriendo no entrar en detalles.
—Sí. Medio dormida te escuché llegar temprano, sin embargo tu papá es quien estuvo sin poder pegar ojo—hace gestos de extrañes para que le cuente más a fondo, aunque eso no es amerítable.
—Las fiestas no son lo mío—sonrío tensa.
Sonríe riendo un poco, sabiendo totalmente eso.
—Vine a asegurarme en que sí llegaste y no fueron simplemente imaginaciones—se levanta con lentitud.
Río ligeramente.
—¿Ya se van? —le pregunto.
Asiente sonriendo.
—Debemos seguir investigando los lugares y decidirnos por un auto. Tu padre es un indeciso, peor que yo—eleva las manos quejándose.
Parece que se la están pasando todo lo contrario a mí. Eso me hace sonreír.
—Que les vaya bien, tengan cuidado.
—Igualmente, Jane—sonríe ligeramente.
Le respondo sonriendo, aceptando. Al verme una última vez, se gira en dirección a la puerta que dejó abierta.
Suspiro pensando en qué debería comenzar a hacer.
—Por cierto... ¿Cómo se llamaba el bosque que dibujabas? Una vez lo mencionaste—se voltea de repente.
¿Y esa pregunta tan repentina?
—Curts. El bosque Curts.
Parece ida de repente y abre un poco la boca de manera sorprendida.
—En los bosques cercanos que estudiamos, hay un bosque llamado así. Creo que por fin diste con el—me sonríe elevando su cabeza.
La sorpresa me deja muda.
Sonrío como tonta sin saber al cien la razón. Destino o casualidad. Tengo que investigar más a fondo sobre él. Antes, tengo que poner los pies en la tierra. En unas horas tendré que ir a la escuela y fingir como si nada hubiera pasado hasta encontrar alguna otra solución o respuesta. Incluso la posibilidad de encontrar el chico que medio vi, aunque, es más complejo.
Principalmente, tengo que desmaquillarme y darle sus cosas limpias a Anya. Antes de darme una ducha relajante de todo.
—¿Crees que sea el destino? —le digo antes de dejarla ir sin decirle nada más.
Mueve la cabeza pensando.
—No todo sucede con razón, pero no explico que esta vez no la tenga—responde de inmediato.
—La razón quisiera saber...—susurro clavándome con eso.
—¿Qué dijiste? —interfiere de manera repentina. Pensé que lo había dicho muy suave.
Niego moviendo mis cabellos por la fuerza.
—Eh, que si tenemos cuarto de lavado. Necesito darle las cosas limpias a Anya.
Se queda pensando unos segundos para finalmente hacer una mueca y negar.
—Aún no. Pero, en los locales, en una pequeña plaza cerca de la tienda de víveres, pude ver una, junto a una biblioteca.
¿Biblioteca?
—¿Y está...? —muevo las manos esperando las indicaciones.
Sonríe alejándose.
—Te enviaré las indicaciones por mensaje y te dejaré el dinero en la mesa. Suerte—se va con una sonrisa irónica, teniendo bien en mente que donde quiera que me digan o den indicaciones, sé perfectamente llegar.
—¡Gracias!—le digo fuerte para que escuche, levantándome un poco.
En lo que está el lavado y secado, he decidido caminar por los alrededores tratando de distraerme, pero por más silencio, más cesan mis pensamientos y un montón de dudas que no me dejan quieta.
Estar frente a frente con la biblioteca del pueblo me ha iluminado el rostro por un momento. Tal vez deba investigar más allá.
Ignorando su estructura vieja y un poco decaída, el impulso emocionante de haber encontrado la manera de aclarar mi mente ha sido suficiente para entrar. Presenciando un lugar que podría denominar como mágico por la acomodación tan inusual a las bibliotecas modernas que parecen oficinas. Esta en comparación, tiene estantes altísimos y un techo enorme, con decoraciones de siglo, alfombra color rojo oscuro y pilas enormes de libros gruesos.
La torpeza me hace tropezar con un libro que andaba en desorden por el suelo, balbuceando disculpas a la nada. Elevo la cabeza para buscar si alguien me vio, pero gracias al cielo no es así, ni si quiera el fantasma de la persona encargada al inicio del mostrador, donde está vacío.
¿Ahora cómo lidiaré con el acomodo?
El malestar de tener que arreglármelas como siempre me pone en marcha a un mural grande con una hoja color crema, antigua, que está pegada en uno de los estantes más fácilmente de visualizar. Hay decenas de ellos.
Leo rápidamente de arriba a abajo, guiándome con el dedo. Es una tabla con el contenido, que, por cierto, es tan amplio como el lugar. Aunque a pesar de la cantidad infinita de temas de lectura, no tengo ni uno previsto.
Diablos. Tal vez la mitología me sirva de guía.
Pasillo 57. Mitología del mundo.
¿Qué no con este pueblo tengo suficiente por el cual saber?
Con pesadez, me dirijo a las indicaciones vistas para poner inicio a mi búsqueda por intentar descifrar qué carajos vi esa noche.
¿Acaso eso que vi tiene una especificación sobrenatural o es víctima de una nueva droga? Nunca se sabe.
Llegando, un suspiro de agobio se me sale al ver los visibles miles de libros que rodean el pasillo. Ansiosa por empezar, camino rápido para adentrarme y visualizar las categorías. Griega, egipcia, romana, árabe, china. Sin pensarlo mucho, tomo el primer libro de la mitología griega al ir por orden.
Es un libro pesado y completamente viejo. Hasta tiene partes en griego que desconozco en totalidad. Después veo que se trata de leyendas míticas con significados. Sintiéndome acertada sigo leyendo, hojeando, viendo que habla sobre la historia, las criaturas míticas de época y hasta detalles exactos. Yéndose por las ramas más allá de lo que buscaba, fallando al iniciar.
Viendo los libros que quedan y mirando la hora en el celular, una presión de tiempo me asfixia.
—Me lleva...
—¿Puedo ayudarte? —la voz de un chico me sobresalta. Actuando exaltada por completo, hasta dejando el libro en su lugar de manera rítmica.
Aclaro la garganta sonriendo un poco.
—Gracias, pero ya me iba. Permiso—tratando de salir desapercibida sin ser cuestionada, paso lentamente a su lado, siendo un error porque me detiene en seco.
—No es problema ayudarte a encontrar lo que estás buscando. Luces insatisfecha, sinceramente—me suelta al momento en que miro cómo me detiene. Es un chico muy alto, rubio, con ojos color miel y mirada inocente. Atractivo, verdaderamente.
—¿Sabes leer la mente? —bromeo aceptando su amabilidad.
Sonríe pareciendo incómodo, lo que me hace reír.
—Tengo un don con lo que desean las personas—sonríe finalmente, luciendo más tranquilo.
Mi cara de sorpresa no disimula.
—Grandioso—lo veo a detalle, notando su ropa desaliñada que la cubre un delantal café oscuro con un gafete con su nombre, que es Millo.
—Usualmente les parece a las personas extraño que un chico desconocido venga a atinar exactamente en sus asuntos—confiesa, mirándome a los ojos.
A mí no me resulta extraño, es más genial, quisiera poder hacer lo mismo, pero debo admitir que tengo muy buena intuición.
—No serías desconocido si se detuvieran a leer tu nombre—apunto con una sonrisa.
Ríe.
—Ya debes saber mi nombre, pero quisiera hacerlo directamente para dejar de ser un desconocido. Millo Lekker, el chico que supervisa este lugar 24/7 y que podría ayudar—extiende las manos, con orgullo.
Su seguridad y orgullo a este lugar me hace reír levemente.
—Soy Jane, Jane Rhyes. La chica a la que no le resulta extraño que un chico que ya conozco acierte en mis asuntos—le devuelvo las palabras, contradiciéndolas.
Sonríe agachando la cabeza por un momento.
—Me alegra ya no ser un desconocido entrometido en tus asuntos. Si necesitas ayuda, puedes pedírmela sin problemas, para eso me pagan—eleva los hombros con resignación, un poco irónico.
—Gracias, pero en realidad creo volver después. Venía de pasada porque tengo algo pendiente en la lavandería—entre cierro los ojos, disculpándome corporalmente.
Aprecio el hecho de querer ayudarme, pero no creo saber con exactitud qué busco.
Se queda pensantivo por unos segundos hasta que hace un sonido volviendo a la realidad.
—Dime qué buscas y en menos de un minuto lo tendrás. ¿De qué se trata? —mueve las manos listas para cualquier ataque al tema, luciendo fascinado con su reto.
—Parece que la magia sí existe como para aparecer cosas tan rápidamente—sonrío viéndolo moverse.
—Cuando llevas años en el mismo lugar, el acomodo se convierte en tu abecedario—sonríe viendo a los lados. —¿Y bien? —replica, volviendo a mirarme.
El hecho de tan sólo pensarlo me hace balbucear. ¿Cómo le explicas a alguien con una vida normal que viste una bestia, por lo cual quieres informarte para saberla enfrentar? En principio te dirán que estás loca y que estás en la sección equivocada, llevándote a la de psicología. O con algo de suerte, te dirán viciosa por desvelarte tanto por no pasar la batalla final de un videojuego. La cuestión es que ninguna es lo suficientemente buena para denominar la valentía que estoy otorgando al querer informarme por una idea más loca que decir la verdad sin conseguirla yo misma antes.
—Características y rasgos de criaturas mitológicas—deduzco asintiendo.
Pone su mano en su barbilla mirando alrededor y después vuelve a mí.
—¿Lo tienes? —añado viendo su reacción de lentitud.
Vuelve a la realidad de manera energética.
—Claro, aquí están algunos ejemplares—camina adentrándose en el pasillo. Lo sigo, viendo sus movimientos. —¿De qué cultura exactamente buscas? —toma un libro grisáceo, hojeándolo.
—En realidad, un poco de todo. Me gustaría saber más sobre criaturas mitológicas, costumbres y características. Una complementación—fijo mi mirada en las páginas del libro que tiene, notando muchas cosas peculiares como la forma de edición. Es realmente antiguo.
—¿Te interesa lo antiguo? —me ve, cerrando el libro y poniéndomelo en el costado del brazo.
—Sip. Totalmente—asiento mintiendo. —Me encanta la fantasía y lo relacionado con ello, más viniendo de libros que puedan ayudarme a saciar mi curiosidad—le agrego más a la mentira, echándole credibilidad.
Sonríe sacando otros libros.
—Medusa, sirenas, vampiros ¿Y esas cosas? —revisa un libro unos segundos antes de ponerlo sobre el otro. Al hacerlo, acomodo los libros sobre mis manos.
—Sólo informativo, no novelas juveniles—le aviso riendo.
—En un principio pensé que serían para una tarea, pero debido a que nunca te he visto, dudaría que fuera así.
—Soy la nueva aquí, es normal, supongo. Es muy diferente Leesburg a la ciudad, aquí todos se conocen y allá... Apenas y nos saludábamos—mis palabras me hacen vagar por recuerdos de la ciudad.
Notando un aire de nostalgia, Millo pone más libros encima de los otros, comenzando a ser pesado.
—Creo que esos son los primordiales—se sacude las manos, sonriéndome. —Características, ejemplos, detalles de eras, leyendas, rituales antiguos e incluso creencias. Espero te ayuden con tu investigación peculiar—se acerca, indicándome el lugar de vuelta.
Fue más fácil de lo que pensé. Debería ser más accesible de ahora en adelante. Yo sola me hubiera tardado horas.
—Muchas gracias, de verdad me salvaste el tiempo—me echo a reír y después reímos en conjunto.
—Tú me salvaste del aburrimiento. No es muy divertido acomodar libros una y otra vez esperando a que un alma pise este lugar—se dirige al mostrador de la entrada, con ritmo rápido.
Miro a los lados una vez más, notando efectivamente la soledad del lugar. Hasta tiene área de descanso y lectura con varios sillones y puffs. Es una desgracia que no haya más personas haciendo uso de este precioso lugar.
—Es una lástima. Tiene tanta autenticidad y tranquilidad, que cualquiera en su sano juicio pasaría de vez en cuando por acá.
—Ojalá todos pensarán así. Sólo se aparecen por los libros de moda o para echarse una siesta mientras fingen ser productivos—hace una mueca, frunciendo el ceño al mirar el suelo. Concordando conmigo y los puntos de vista que hemos dicho. —No es común la presencia productiva de las personas.
Me acerco a su paso, notando su decepción. Decidiéndome a cambiar el tema.
—¿Puedes con todo, solo? —elevo los libros, acomodándolos.
—Estoy aquí la mayoría del tiempo, así que de poco en poco acomodando o limpiando, no es muy difícil pero sí tardado—acercándonos al mostrador, se va por el lado del encargado y revisa unos papeles.
—¿También estudias? —dejo los libros encima, sintiendo la pesadez de mis manos irse.
Asiente entregándome un formulario con un bolígrafo.
—Sexto semestre. Completa esto, por favor—mueve la hoja mientras mueve las cejas.
Está en último año. Su altura puede tener lógica ahora, aunque sus rasgos son un poco más aniñados en comparación a otros chicos que he visto.
Agarro el bolígrafo, apoyándolo contra la hoja para antes de escribir, darme cuenta de qué se trata. Trata de datos básicos a rellenar para una credencial bibliotecaria.
Me doy cuenta de que Millo está viendo en qué parte voy, así que decido sacarle plática.
—¿Sería muy obvia al preguntarte en cuál preparatoria vas? —le sonrío por un instante antes de seguir escribiendo.
Hace una risita muy peculiar.
—Un poco. Tratándose de la única preparatoria de Leesburg.
—Ya veo. Entonces, supongo que te veré—río un poco también.
—Tengo permiso para faltar por el trabajo, pero comúnmente a la hora del almuerzo suelo estar temprano en la cafetería. Lo mejor de ahí es el desayuno—susurra al decir lo último.
Sus palabras espontáneas me hacen sonreír, hasta darme cuenta de que habla del turno matutino.
—Voy en la tarde, ahora sí ni en el almuerzo te veré.
—Hubiera sigo agradable que fuera lo contrario—eleva los hombros.
Asiento.
—Sí... Pero, es gracias al poco cupo. En sí, prefiero no madrugar e ir a rastras odiando todo—le digo recordando mi rutina de antes. Debido a que siempre era lo mismo, me aburría bastante, pero ahora es diferente. No batallo madrugando, pero no me gusta, irónicamente.
Ríe moviéndose en el mismo lugar.
Al terminar, le entrego el papel, el cual recibe con una gran sonrisa en su rostro.
—Ya eres oficialmente parte de esta biblioteca y sus tratos—me desliza una pequeña credencial muy formal y reluciente.
—¿Tratos? —agarro entre mis manos la credencial, apreciando lo impecable que se ve, teniendo mi nombre y una identificación básica, como el apellido y número telefónico. —Eres rápido—la dejo donde mismo.
Sonríe.
—Así debes ser para evitar el estrés—me da los libros que eligió que ahora están en una bolsa plástica con el logotipo de la biblioteca que apenas noto. Es un círculo sencillo conformado por palabras de "Biblioteca pública Urless", con el característico detalle de un pino.
Antes de que pueda decir algo al respecto, agarra la credencial, guardándola en lo que veo es un cajón con otras cuantas.
—Dímelo a mí—procedo a callar al darme cuenta de que es el típico "trato" de yo te doy libros y tú la credencial. Intercambiándolos cuando hayas devuelvo los libros que te llevaste.
—¿Sabes cómo se manejan las cosas? —pregunta.
Asiento.
—Tengo la idea.
Asiente con una sonrisa.
—Bien, de repaso. Tienes de 10 a 30 días para devolver los libros, pero, los clientes responsables llegan hasta 3 meses y llevándose 10 libros. Eso se logra con la constancia y puntualidad.
—Creo poder lograrlo—le digo sincera.
—Me gusta tu positividad—sonríe.
Sonrío tomando la bolsa.
—Muchas gracias por todo, Millo. Nos vemos en unos días—me río yéndome con una gran sonrisa de alegría y un poco libre de pesadez al tener libros que me ayuden a informarme, de forma más rápida de la que pensé.
—¡Cualquier duda sabes a dónde dirigirte! —grita al ver que me alejo rápidamente.
Me volteo asintiendo con una sonrisa amistosa de agradecimiento. Al segundo de verlo sonreír vuelvo a ver al frente, tomando con fuerza la bolsa que está un poco pesada. Saliendo del lugar con ayuda de mi otra mano.
Logro escuchar una campana en la puerta, cosa curiosa que me hace prestar atención arriba al recordar que no escuché ninguna al entrar, siendo un error porque al quedarme quieta, alguien choca conmigo, provocando que tire la bolsa en el suelo con tal fuerza que salen los libros de esta.
¡Maldición!
—¡Perdóname! —una chica morena con el cabello largo y muy ondulado, color negro, me ayuda a levantar los libros, poniéndolos en su lugar mientras está agachada.
—No te preocupes—un suspiro de molestia se transforma en una sonrisa falsa.
Dice algo de que iba muy a prisa e iba mirando a otro lado, pero al ver el título en un libro que sostiene entre sus manos, su cara preocupada cambia radicalmente. Sus rasgos gruesos se sorprenden, mirando el libro como un tipo de adefesio.
Decido preguntarle "¿Qué pasa?" Por lo cual me acerco, lo que la alerta, metiendo el libro en la bolsa y saliendo, corriendo sin mirarme una vez más.
Preguntándome: ¿Qué diablos acaba de pasar? Me quedo extrañada, mirándola cómo corre frenéticamente, asustada.
Con una culpa en el pecho me acerco lentamente a donde están Anya y Neitan. No doy ni dos pasos más cuando ella me ve y se voltea sorprendida.
—¡Jane! —corre hacia mí, lo que me hace notar que tiene gafas oscuras de sol.
Haciendo una mueca de arrepentimiento, le entrego su ropa y accesorios lavados en una bolsa grande y transparente de lavandería.
—¡¿Qué pasó contigo, mujer?!—acepta la bolsa al momento que llega Neitan a su lado, dándole a la fuerza la bolsa para poder abrazarme libremente.
Le acepto el abrazo un poco tensa y confundida.
—Te llamé...—dice Neitan, viéndome.
—¡Qué bueno que estés sana y salva! —le interrumpe Anya de manera eufórica, alejándome de repente, agarrándome por los hombros. —Cuando pregunté por ti al ver mis cosas como cofre enterrado en medio de vasos, nadie me supo decir. ¡No funcionó lo de adaptarte! Incluso algunas personas me dijeron que una chica de vestido negro y flequillo, salió corriendo descalza en medio de la noche. Deduje que se trataba de ti al no haber ni rastro tuyo.
—Síi...—las palabras se me atoran en la garganta al no saber qué decirle. —Fui Cenicienta—río de forma muy fingida e incómoda.
—Anya, la estás acorralando—Neitan intenta separarme de los agarres de Anya, pero hace que empiece a sacudirme mientras llora falsa y exageradamente.
Con vergüenza, miro a los lados viendo que las miradas se han puesto en nosotros.
—¡Estaba preocupada! —termina por abrazarme mientras sigue llorando, haciendo que se le caigan las gafas.
—Lo-lo siento... Me asusté por lo que vi y simplemente quise largarme antes de seguir traumándome—la honestidad sale de mi boca sin analizar las palabras antes.
Anya se detiene y me mira directamente a los ojos. Sus ojos un poco hinchados y rojos me dan a entender el motivo de las gafas, también aparte podría ser el rímel corrido que ahora es visible.
Sin decir nada se queda callada mirándome, esperando que yo siga.
Unos ligeros balbuceos se me escapan por la presión y no saber qué decir.
Neitan interrumpe la presión, acomodándole a Anya sus gafas en la cabeza.
—Vi a una pareja haciendo cosas muy... Inusuales. Llegué justo en ese momento del acto, y me vieron, por lo cual decidí escaparme enseguida. Me asusté. Sólo quise volver a casa sin seguir experimentando más accidentes—la mentira fluye tan bien, sin cortes o con tono sospechoso, es más, el tono es tan sincero que hasta yo me lo creería. Tengo futuro para ser estafadora.
El silencio permanece unos segundos, en los cuales rezo mentalmente porque se lo crean. Confirmando mi petición celestial, ambos se echan a reír.
—¡Jane! —dicen al mismo tiempo, riéndose y tal vez burlándose.
Aliviada sonrío, riendo con un poco de alegría momentánea.
—Eso es normal en fiestas así. Chicos en la oscuridad, tomando, bailando y fajando—se acerca a mi lado Neitan, apoyando su brazo en mi hombro.
—Debí haberme mentalizado mejor—volteo los ojos mientras asiento. A excepción, de que no hay manera de mentalizarte con el hecho de que al nuevo lugar donde vayas a vivir, haya criaturas mitológicas.
—Aunque, ese ambiente no es el más sano—Anya me suelta, poniéndose de nuevo las gafas.
—Eso está más que claro—discute Neitan. —Me alegra haberme lastimado esa noche.
Me recuerda a lo que trataba de decir.
—Es verdad, ¿Qué te pasó? No escuché bien por el ruido—me cruzo de brazos, viéndolo a detalle para tratar de deducir qué le pasó.
Niega con vergüenza, bajando la cabeza.
—Traté de hacer trabajo de carpintería y terminé en el suelo con tablas y clavos encima mío.
Mi expresión facial tararea un» ¡Ouch! «
Anya sólo ríe con desespero.
—¡Eres un tonto! Siempre terminas igual cuando quieres hacerte el importante—lo agarra por el cuello con sus brazos, riéndose.
Neitan la aparta con una sonrisa tensa, entregándole sus cosas.
—Al menos lo intento, pero soy un fracaso para ser carpintero—sonríe, tratando de sobrellevar las palabras de Anya.
—¿No te quedaron moretones o algo? —me pongo seria ante la situación.
Niega.
—Sólo el susto—sonríe.
—Creo que quedamos igual esa noche—le sonrío, animando la situación.
Asiente sonriendo, agachando la cabeza con un poco de rubor. Haciéndolo parecer muy tierno.
—¿No te dijeron nada tus papás? —pregunta Anya, de nuevo acercándose a mí.
—Apenas y vi a mi mamá en la mañana—elevo los hombros, resignada que no hay mucho qué decir de ese tema.
Hacer una mueca, viendo de repente el espacio.
—¿Irás a la fogata? —suelta de repente, volviendo a verme.
¿Fogata? Suceden muchos acontecimientos a la vez en este lugar.
—¿Otra salida? —niego despegándome de su lado, comenzando a caminar por delante suyo.
—Jane—Neitan me sigue, pero decido seguir mi camino.
Ya he tenido suficiente como para correr riesgo de nuevo. Ni siquiera estoy lista para enfrentar la situación.
—¡Espera! —Anya llega por detrás, abrazándome con fuerza. —No te molestes. Si no quieres ir, entiendo, sólo dímelo.
Suspiro, asintiendo.
—En realidad prefiero quedarme leyendo—me volteo, soltándome de los brazos de Anya con delicadeza.
Neitan ríe espontáneamente, lo que me hace prestarle atención.
—Puedes llevarte los libros que quieras, Jane. Es lo que hago cuando voy. Es un ambiente muy relajado, hasta aburrido. Lo que sucede, es que ahí todos los estudiantes nos reunimos cada año.
—¿Cómo una tradición? —pregunto, tratando de comprender.
—Algo así—mueve las manos asemejando un "más o menos". —Nos reunimos para contar sucesos entre todos, mientras comemos malvaviscos. Incluso, podemos quedarnos a acampar.
Anya hace un sonido de alegría, como risa muy aguda.
—Pero sin alcohol ni cosas indebidas, pero no te aseguro que haya chicos indecentes en la oscuridad—se echa a reír.
¿Me están motivando a ir?
—Sé lo que hacen—me burlo.
—No es ningún secreto—Anya sonríe.
Resoplo, pensándolo.
Es un rato entre amigos, únicamente. Aunque, admito que tengo terror en encontrarme de nuevo a la criatura. Quedarme a acampar no es opción pensable.
—¿Tienen pensando quedarse a acampar? —me cruzo de brazos, viéndolos seria.
Se miran al mismo tiempo, antes de volver a verme y negar.
—Negativo—dice Neitan.
—En absoluto—le sigue Anya.
Viéndolos coordinarse tan bien me dan ganas de echarme a reír, lo cual hago.
—Mis ojeras serán antimaquillables si paso otra noche desvelada. No es sano—se acerca de nuevo a mí.
—Tal vez, por un rato—al terminar aprieto los dientes esperando no arrepentirme después. Debería distraerme.
Ambos chicos se unen conmigo, contentos. Hablándome hasta con otro tono de las instalaciones de la escuela.
Este lugar es tan divertido como un funeral.
Como con fuerza un dulce de los 8 que me he comido esta noche. Pensé que, al tratarse de una fogata, estaríamos todos reunidos hablando y comiendo en compañía, pero todos están peor de dispersos que al inicio de un acomodo grupal.
—¿Cómo te la pasas en tu primera fogata pueblerina? —se acerca Neitan a mi lado, estrechándome con el brazo.
Rodeo los ojos, mirándolo con ironía. Hemos estado aquí nosotros dos solos comiendo dulces por más de una hora, comentando cosas al azar.
Lo ignoro siguiendo a comer mi dulce.
Me muevo sintiendo el calor de nuestra fogata. Sí, nuestra. Resulta que aquí hay diferentes fogatas con grupos de amigos, incluido la de los chicos de último año en la cual está Anya ligando. Abandonándonos.
Neitan me avienta un malvavisco, logrando que se robe mi atención.
Elevo la cabeza, extrañada. Preguntándole corporalmente qué ocurre. Él sólo me responde con una sonrisa, siguiendo a poner malvaviscos en una varita.
—Dame una varita—le arrebato la suya a manera de juego, poniéndola al fuego. Viendo los colores naranja y amarillo combinarse.
Neitan se ríe tomando otra.
—Pareces divertida—lo dice sarcástico.
Suspiro en tono de burla.
—En realidad, pensaba que la fogata sería como las famosísimas de las películas donde se reúnen todos en grupo y hablan entre todos, mientras comen, y no sé, se divierten, supongo—pongo una mano en mi mejilla, apoyándola.
—No es un campamento. Las canciones infantiles y jueguitos típicos están fuera—ríe, acercándose al fuego.
Sonrío pensando en ello.
—Lo sé, no son cursos de verano, pero al menos tenía otra idea de esto. En vez de fogata es fogatas. Pensaba distraerme.
Más teniendo en la cabeza la idea de tener una bestia cerca. Tal vez debería ir a explorar. Enfrentar mis miedos para poder estar tranquila.
—Puedes ir con los demás chicos como Anya—eleva una ceja, masticando su malvavisco.
Sonrío negando.
—No pienso dejarte solo. Mejor vayamos a explorar—le propongo, levantándome de la rueda de árbol.
Ríe aun masticando.
—Creo que yo ya me sé hasta los tipos de árboles que hay en este bosque—al terminar de masticar, deja su varita a un lado, vacía.
Debe ser muy inteligente. Tiene pinta de ello, tengo suerte de tener nuevas amistades así.
—¿Ah, sí? Interesante—finjo interés exagerada, tocándome la barbilla. —Clasifícalos—lo reto, divertida.
Sonríe asintiendo. Aclara la garganta de forma ruidosa.
—Bueno, principalmente el bosque Curts se clasifica por ser un bosque conífero. Árboles coníferos, como los pinos.
—¿Qué dijiste? —mi sonrisa se baja al escucharlo decir eso. Jurando que he escuchado mal.
Frunce el ceño, extrañado.
—Conífero. Es un tipo de árbol con esa forma, es uno antiguo y peculiar...—me explica, pero eso no es lo que quiero saber.
—No, eso no. Sobre lo del bosque donde estamos—lo interrumpo, riendo de nervios.
—Sí, estamos en el bosque Curts. ¿No lo sabías? Aquí solemos venir todo el tiempo, por su extensión.
Su declaración me deja helada, inédita. Con un escalofrío en todo el cuerpo que me deja al mismo tiempo callada y quieta.
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