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Capítulo 1

El mismo sueño. La misma sensación de duda y extrañes que al juntarlo, hace un revuelo en mi estómago al despertar. Aunque después de estos años, se ha convertido en un regalo celestial de cumpleaños o eso quiero pensar. Cada año es lo mismo, debo terminar por acostumbrarme.

El ruido rechinante de la puerta de mi cuarto me hace obviar el hecho de que son mis padres tratando de entrar sigilosamente para sorprenderme, pero han fallado en el proceso.

—Ya los atrapé—les digo sin dejar de trazar las líneas rectas de mi dibujo.

Sus sonidos de decepción se vuelven quejidos, acompañados de pasos directos a la habitación.

—Te lo dije, Emerick. En cuanto sale el sol, ella se despierta. Es imposible ganarle—mi mamá lo dice acercándose a mí, lo que me desconcentra para seguir dibujando.

Sonrío cerrando la libreta con el lápiz dentro, dejándola por encima del escritorio, pero aun teniendo la mano sobre ella.

—Lo sé, cariño. Cada año es lo mismo, pero debemos ser menos obvios—mi papá contesta con un tono neutro, un poco bajo.

Niego escuchando sus estrategias para quitarme el hábito de darme cuenta antes de tiempo.

—Simplemente deberían rendirse. Yo no fallo—les dedico una amplia sonrisa, dirigiendo mi mirada hacia su contraste físico. Son tan contrarios que me hacen dudar en el hecho de que combinen tan bien.

La mano cálida de mi mamá me acaricia la espalda mientras me ve a los ojos con una sonrisa, haciéndome apreciar su color avellana.

—¿Qué dibujabas? —me pregunta al par de segundos en que nos miramos.

Ya debería saberlo, cada año lo mismo.

—El lugar que desconozco, pero extrañamente lo dibujo a detalle—elevo los hombros, sintiendo la cercanía de mi papá viniendo hacia acá.

—Tú tienes mucho talento, pero también mucho misterio—escucho decir a mi papá antes de sentir algo frío y cremoso en mi nariz. Entendiendo que fue él.

—¡Oye! —río dejando a mi mamá atrás para perseguir a mi papá y ver que agarró crema batida del cheesecake que siempre me preparan, para usarlo como inicio de guerra.

Aviento la libreta a mi cama para poder combatir con mis dos manos libres. Aprovecho la distancia del plato que está a la orilla de mi cama para agarrar también un poco de la crema batida y tratar de embarrársela en la cara, pero debido a su gran altura, lo hago en su camisa de pijama con dibujo de patitos.

Mi papá ríe, intentando cargarme, pero lo evito totalmente, amarrando mis pies en su pierna. Pareciendo que estamos jugando luchitas.

—¡Emerick! ¡Jane! ¡La ropa! —mi mamá ríe nerviosa por la lavandería, pero parece importarle poco porque prosigue a reír más fuertemente, mezclando las risas de todos en la pequeña habitación.

—¿Estás completamente lista? —mi papá llega a inspeccionarme al dejar las maletas marrones al lado de las suyas que lucen más sofisticadas.

—Completamente no, pero lista sí—le sonrío de forma sencilla, disimulando la nostalgia que momentáneamente siento al dejar el departamento en el que hemos estado viviendo estos últimos 16 años, contando hoy.

Se acerca para estrecharme contra su cuerpo, sintiéndome arropada, pero a la vez acomplejada.

Sé que será temporal y necesario para su trabajo, por eso no me quejo, pero es difícil no poder decir nada. Tener que actuar firme a veces es más complicado que no estarlo.

—Siento que tengamos que abandonar la ciudad así porque sí—me consuela cepillándome con los dedos mis largos cabellos castaños.

—No te disculpes, no quiero más disculpas a la lista de mil—bromeo sonriendo repentinamente.

—Añade una más, sin contar las de tu mamá.

Un quejido exagerado de sorpresa por la excesiva cantidad de disculpas infinitas que se aproximan hace reír fuertemente a mi papá.

—Espero tener sueño en el avión para no escucharlas—río, escuchando los pasos de las zapatillas ruidosas de mi mamá.

—Yo espero que no sea la hora nostálgica porque de verdad que hace 5 minutos me acabo de retocar el maquillaje—se acerca para terminar por unirse a nuestro abrazo, haciéndolo más cálido y unido.

Nos quejamos al instante de sentir su fuerza, pero terminamos riendo levemente, apreciando este último momento en este departamento que será un recuerdo una vez que abandonemos Detroit.

Bebo de mi café americano una vez más antes de proseguir a mover la pierna que tengo elevada, esperando la indicación de recepción para nuestro vuelo al centro de Virginia, para después de ahí seguir a viajar en autobús por unas cuantas horas para poder llegar al pequeño pueblo de Leesburg. Tan pequeño que nunca había escuchado de el en clase de geografía. No sabía que existía, debe ser peculiar o demasiado común como para mencionar.

Repito de nuevo la canción «Bloodfeather de Highly Suspect» tarareando la letra con total calma. A decir verdad, los vuelos me resultan un viaje en bus debido a mis padres y su constante movimiento viajero. Pero, nunca les había tocado una oportunidad de verdad para ser todos unos especialistas en ingeniería forestal como ahora. Un traslado a unos días de iniciar clases. Toda una verdadera oportunidad, deshaciendo la monotonía y llevándonos a todos a una nueva aventura a cientos de kilómetros de lo habitual. Aunque claro, no tenía opción. Ser hija única tiene muchas ventajas, pero con ello, otras muchas desventajas. Podría mencionar el hecho de la sobreprotección y la idea de que tengo 5 años por siempre.

—Te traje un libro de mándalas. Espero no te aburras demasiado—la presencia de mi papá me sobresalta. Volteo para verlo sentarse al lado de mi asiento, tendiéndome un libro delgado y una caja pequeña de crayolas por encima.

A esto me refería. Es un gran detalle sabiendo que me encanta dibujar, pero no puedo dejar de pensar en que se puede tratar con doble sentido que sólo amabilidad.

Le sonrío agradecida, dejando el café y los audífonos a un lado para agarrar el regalo de mi papá con fuerza, asegurándome en que no se me resbale de las manos.

—¿Detalle o regalo? —le pregunto justo cuando empiezo a hojear el libro, apreciando su buen material.

—¿No es lo mismo?

Cierro el libro de golpe, viéndolo serio y mostrándole una sonrisa irónica. Sabe a lo que me refiero.

Al permanecer así por unos segundos su seriedad se desvanece y su sonrisa aparece, delatándolo.

Mientras se digna en responder, mis ojos vagan por su rostro, observando sus ojos verdes que cargan con unas notables ojeras que opaca su color. Tal me parecía que estaba muy alegre por su traslado, pero también veo que preocupado. Lo que me gusta de él, a pesar de su carisma y sentido del humor, es su fortaleza frente a las circunstancias y la manera en que demuestra tener todo estable, aun siendo un manojo de nervios por dentro.

—Bien, me atrapaste, pequeña detective. Quise darte algo pequeño por tu día—acaricia mi rodilla sonriendo. —Sé que no te gusta que celebremos tu cumpleaños.

—Acertaste como siempre—apoyo mi mano en la suya, haciéndole compañía a su sonrisa.

—Es un poco molesto tu peculiaridad, Jane—se sincera, poniendo su otra mano encima de la mía. Tengo consciente que le desagrada la idea de no celebrar el cumpleaños de su única hija, para su colmo.

Elevo los hombros a manera de disculpa combinada con un "Ya que". Para mí, mi cumpleaños es como otro día como cualquiera.

—Soy su hija les guste o no, me traten como me traten, como chihuahua en bolso o maletero...—no me deja terminar cuando ya está riéndose a carcajadas.

—¿Chihuahua en bolso o maletero? —repite.

—Me faltó decir en jaula canina para este vuelo—ladeo la cabeza fingiendo un tono de sarcasmo.

—Seguro—me estrecha la cabeza a su pecho.

Muevo la cabeza buscando sentirme más cómoda.

—Gracias por todo, sé que para ustedes debe ser más difícil alejarse—cierro los ojos escuchando los latidos de su corazón y el sonido de su respiración.

—Tú vas incluida por supuesto. Eres de verdad muy madura para tu edad, nosotros debemos agradecerte por tomarte todo tan bien sin hacer drama alguno—pasa sus manos por mi cabeza, acariciándola.

Podría quedarme aquí por siempre.

—Es lo mejor para ustedes, sólo quiero verlos feliz. Al cabo, me faltaba el drama interesante en mi vida de adolescente, espero encontrarlo en Leesburg y no tener que hacérselo a mis propios padres—sonrío motivándolo a que haga lo mismo.

—Aléjate de los alborotos y líos policiales—afirma su voz.

—No tengo interés en ninguno de ellos, créeme—suelto una pequeña risa. Me caracterizo por ser tranquila y aislada, es ridículo siquiera pensar en que me gusta meterme en problemas.

El sonido de mi celular llamando me desconcentra de este momento con mi papá. Despegándome con lentitud.

—¿Quién es? —me pregunta justo al momento en que me dirijo a ver de quién se trata.

Veo el nombre de mi inseparable mejor amiga desde el preescolar y la única, para acabar.

—Cassie—le digo volteándolo a ver dudoso. Agarro el celular para contestar, pero una voz femenina se filtra por los alrededores del aeropuerto indicando el siguiente vuelo. El nuestro.

—¿Puede esperar? —sonríe.

—Tendrá que hacerlo—veo el celular notando como la llamada se pierde.

Cassie es muy inquieta y a veces un poco tonta, lo contrario a mí. Somos un total contraste, tal vez por eso nos llevamos tan bien. Últimamente hemos estado hablando todos los días por horas desde que le dije que me mudaría por un tiempo. De seguro debe querer saber cómo me va, pero ahora mismo no es buen momento, tendré que llamarla luego. Sólo espero que no se enfríe nuestra relación.

Me levanto tomando mis cosas y suspirando al pensar que este es el comienzo a nuestra nueva vida.

Siento la mano de mi papá darme unos golpecitos alentadores en mi espalda mientras me motiva a seguir, diciéndome también que es momento de sacar a mi mamá del baño o del caño.

Su buen humor como siempre me hace reír en el mejor momento, evitando la melancolía volver.

Al momento en que se abre la puerta rústica de nuestra nueva y primera casa, siento un nudo de sentimientos atorados en la garganta.

—¡Tantas horas después, por fin han sido válidas! —mi papá estalla de emoción con una gran sonrisa en su cara.

Y contenerme de quejas estúpidas y lloriqueos por dejar la ciudad lo han válido para verlo así.

No puedo evitar sonreír.

—Yo necesito ir al baño o un lavabo, ¡O, aunque sea una bolsa! —mi mamá sale disparada adentro de la casa, haciendo que se enciendan instantáneamente las luces.

—Suzanne, siempre de precipitada a la hora de viajar—se pasa la mano por la cara aun sonriendo.

—¿Los nervios, quizás? —me muevo sonriendo.

—Mal hábito más bien, como dejar a medias el equipaje—se pone las manos en el cuello, tenso.

¿Necesitará ayuda? Quedan aún más maletas en el taxi que está estacionado hace como 10 minutos.

—Seguiré cargando cosas...

—¿Quieres que te ayude? —me doy la vuelta para ayudarle sin necesidad de que me responda, pero me detiene.

—Ayúdame cargando las maletas acá dentro y viendo si necesita algo tu mamá, por favor—me suelta al terminar de decirlo.

Asiento sonriendo.

—Está bien—me alejo para cargar en cada mano una pesada maleta y dirigirme adentro de la pequeña casa. Yéndonos en caminos distintos.

Camino pasando el pórtico de madera un poco rechinante, cruzando al tapizado de alfombra café que inunda el color de la casa. Es más grande que nuestro pequeño e iluminado departamento, pero a simple vista no es tan grande en su comparación.

El mobiliario ya está incluido y parece un poco usado, aunque sus colores no pasan del café y rojo. Todo está tan bien combinado que me hace pensar que mi mamá puso sus gustos en amueblar. Es tan... Acogedor. Es la única palabra que se me viene a la cabeza al ver cada detalle que contiene. Hasta tiene una chimenea con unos grandes sillones.

—¡Jane! —la voz de mi mamá me hace tirar de golpe las maletas.

Volteo al instante para verla sonriendo de oreja a oreja haciéndome una seña con la mano para que vaya rápido.

—¡Tienes que ver esto! La cocina es una joya.

Asiento caminando rápido retomando la tarea de cargar las maletas y dejándolas lo más cerca de los sillones para dirigirme a la entrada de la cocina. Elevo la cabeza viendo el segundo piso muy iluminado con el cancel de madera, se ve muy lindo. No me había dado cuenta de que había un candelabro de cristal colgando en medio de la sala. Me está gustando mucho este lugar, tiene su toque "clásico" que tanto me gusta.

Una fuerza me jala adentro de la cocina, entendiendo que es plan de la emoción de mi mamá haciendo práctica en mí.

—¿Qué tal está la comida? —mi mamá pregunta picando su caja de comida China con los palillos.

Bufo con gracia.

—Excelente, te luciste—le contesto bromeando y tendiéndole una sonrisa amigable.

Mi papá no tarda en hacer de las suyas echándose a reír a carcajadas.

—Va en serio, es nuestra primera cena familiar en esta nueva casa—deja sus palillos para apoyar su mano sobre la de mi papá y la mía, al mismo tiempo.

—Apoyaré a Jane, sin sentido figurado—sonríe al momento de que mi mamá lo ve seria.

En realidad, el momento está siendo maravilloso, me encanta que podamos estar reunidos tan casualmente en el piso, olvidándonos de futuros planes para nuestra nueva rutina mañana.

Tomo turno para decirles lo que siento para interrumpir su guerra de miradas. De una vez que me evito ser rostizada.

—Chimenea, comida asiática, unión familiar. Todo va increíble—me acerco a ellos, alejándome del calor excesivo que estaba comenzando a sentir.

Ambos me sonríen tan tiernamente que me gustaría tomarles una foto y verla cuando esté malhumorada por estar aquí. Tan... Lejos de mi vida. Mi vieja vida que había conservado por años. Era momento de darle un cambio, creo.

—¿No te quejarás de la señal? —echa en broma mi papá.

Sonrío negando.

—Más que eso me quejaré de la oscuridad de este lugar. Hemos llegado tan tarde que no he podido ver el paisaje que nos rodea—alejo la comida mirándola, viendo unos cuantos vegetales sobrantes que ya no se me antojan.

—Gajes del oficio—mi mamá añade.

No lo creo.

—Sólo recuerda que no son vacaciones, mañana comenzará nuestra nueva rutina. Trata de no estresarte antes—mi papá picotea su comida pareciendo de pronto un poco ido, pero manteniendo su característica sonrisa.

—Eso es casi imposible—mi mamá se echa a reír. Me conoce demasiado como para saber que me estreso por todo.

Río yo también, acompañándola.

—En mi defensa, todo deber ir bien pensado y organizado antes de suceder—me acerco viéndolos directa.

—Trata de relajarte un poco—comenta mi mamá. Sabe también que cuando me pongo directa es que un buen argumento se acerca.

Soy físicamente quieta, pero mentalmente inquieta. Se sorprenderían al decirles todos mis planes e ideas.

—Trataré—sonrío poco convencida. A pesar de que dijeron que no son vacaciones y que quieren que me relaje, siento una gran contradicción con sus palabras que terminan confundiéndome. Sólo no pensaré estrictamente todo, sólo seriamente. Aunque saben que soy muy perfeccionista y eso no se quita.

—Es un buen hábito, Jane. No lo dejes, sólo no te estreses por tratar de encajar en todo. Es algo que no necesitas—mi papá se acerca y veo que deja trozos de comida en la mía.

¿Y esto?

No digo nada, le hago entender mi confusión con la expresión de mi cara.

—A tus vegetales le faltaban carne—sonríe elevando los hombros.

Tonto. Sabe perfectamente que detesto la carne.

—En realidad, ya no tengo apetito—le sonrío elevando una ceja.

—Puedes guardarlo para mañana—sugiere.

Niego.

—Creo que prefiero hacer agricultura al bosque más cercano antes de comer eso último—río al terminar de decirlo, más en serio que en broma.

—Vas siguiendo nuestros pasos... O algo así—me desordena el cabello como perro.

Me quejo, pero me defiendo haciéndole lo mismo con ambas manos mientras mi mamá ríe.

Observo la pantalla del celular oscurecerse hasta reaccionar en que mi mamá ha entrado en mi habitación.

—¿Todo está bien? —me pregunta.

—Me he quedado sin crédito para hablar con Cassie.

Sonríe acercándose.

—Trata de despegarte un poco de todo lo viejo—aconseja, estirando su brazo para dar entender que le dé el celular.

¿Es necesario?

Se lo doy sin mucho revuelo. Tampoco es que tenga la gran cosa que hacer con él.

—¿Cómo estás tomando todo este cambio? —deja el celular a un lado, en la mesa de noche.

Veo todo a mi alrededor por un segundo. La habitación es más grande que la del departamento, pero incluso más fría a pesar de que en la otra tenía un ventanal del tamaño de una pared. Aquí sólo tengo una gran ventana y un papel tapiz apagado, pero a pesar de eso, es un estilo muy clásico y cómodo.

—Sobrellevándolo, sinceramente—trago saliva al regresar a mirarla.

Me dedica una sonrisa tensa.

—Me alegra saber eso.

—Ya habíamos hablado muchas veces de este tema hasta que llegó el día. No había mucho qué entender—me recargo, recordando por un momento todas las instrucciones que recibí, las indicaciones y consejos por semanas antes de que estuviéramos aquí.

—Entender y comprender no es lo mismo—me cobija con cuidado.

—Terminan relacionándose—concluyo.

Mi mamá agacha la cabeza, pareciendo que hay algo que le inquieta.

—¿Qué pasa? —decido averiguar.

—No es nada grave, sólo quería recordarte que mañana entramos temprano y tú, entras...

—A las dos en punto, mientras ustedes saldrán tarde por la noche, pero estarán aquí para la cena—la interrumpo recordando todo lo que me dijeron.

Se queda seria, cuando me mira las dos reímos fuertemente.

—Perdón por no poder llevarte como lo solíamos hacer. Justo mañana también alquilaremos un auto para movernos como antes sin necesidad de utilizar taxis diariamente—recobra la postura, sentándose en la orilla de donde estoy.

—No hay problema con eso, para nada. Puedo tomar el autobús.

Se le sale una risita.

—Incluso puedes irte caminando.

—¿De verdad? —me sorprendo al cambio drástico de que antes duraba cerca de media hora en auto para llegar a mi escuela.

Asiente.

—Estás a diez minutos de Legendary Winifried y a veinte minutos del centro de la ciudad, donde estaremos nosotros—sonríe ampliamente al mencionarlo. Luce emocionada.

—Mamá, ¿Eres feliz? —indago en su rostro.

Parece sorprenderse por unos segundos, aunque después sigue sonriendo como si nada.

—Mucho.

¿Y esa cara de hace rato?

—Entonces, ¿Por qué estás preocupada? —me acerco para poder verla a los ojos directamente.

Lo piensa unos segundos en silencio hasta comenzar a articular algo.

—Diferentes horarios, nueva rutina, distintos proyectos... Es sólo eso. Que a pesar de que cambien cosas volveremos a dejarte sola por mucho tiempo como antes—luce sumamente acomplejada porque al decirlo su voz se quiebra.

Me acerco a abrazarla, intentando hacerle entender que todo está bien.

—No te preocupes por eso. Ustedes no están aquí por nada y yo tampoco, estaremos todos ocupados. Aparte, pasé unas vacaciones increíbles organizando todo esto con ustedes, pero la realidad sigue—le acaricio la cabeza con delicadeza, escuchando su respiración.

Asiente correspondiendo mi tacto, acariciándome ella la mejilla.

—Hablando de organizar, ¿Ya tienes todo listo? —cambia el tema repentinamente.

—Desde que fuimos de compras—sonrío recordando la indecisión del color de la mochila que terminó siendo de colores.

—Muchísima suerte mañana, Jane. Aunque no la necesitas, pero igualmente te lo diré para animarte de todos estos cambios—nos separamos lentamente hasta volver a nuestra antigua posición.

—No son tan grandes, igual, empezaré la preparatoria aquí, no tendré que ponerme al corriente como si fuera a mitad de año o algo así—le digo positiva, moviendo las manos.

—Recuerda avisarnos por mensaje cuando llegues—abre los ojos hablando en serio.

Tengo que hacerlo de todas formas para las indicaciones o por si me pierdo.

—Iré a ponerle carga al centro y después me iré a la escuela. No te preocupes, espero que ustedes también tengan un gran día mañana—sonrío alegre.

La voz de mi papá llamando a mi mamá nos desconcentra.

—¿Qué hace? —le pregunto moviendo la cabeza para intentar verlo.

—Más organización por teléfono—suspira. —Pero vale la pena.

Un escalofrío de repente me recorre el cuerpo.

Mi mamá se da cuenta, entendiendo sonríe de repente.

—Estamos a 3 minutos del bosque, es normal—me cobija más.

¿Es en serio? Cerca... Muy cerca del bosque.

Sorprendida me levanto de repente y me voy corriendo hasta la ventana, observando todo oscuro, pero con figuras de árboles muy altos que están muy cerca de la casa. Increíble.

¿Cómo que no pueden ponerme crédito aquí? Ahg.

Renegando camino por Leesburg, observando que todo con claridad se ve increíble. Tachándome la idea de que todo iba a ser muy campestral y tranquilo. Parece una pequeña ciudad, pero con aire más natural y frío.

Sigo las indicaciones mentales que me dejaron mis papás para llegar en tiempo y forma. Seguir a la derecha, cruzar locales, vuelta a izquierda y seguir derecho hasta ver los edificios irrumpiendo con el ambiente del lugar, aunque en sí, todo es muy normal.

Ni siquiera me canso en caminar cuando ya estoy al frente de mi nueva preparatoria. Es grande y vieja, pareciendo antigua por su apariencia. Es blanca y tiene mucha naturaleza como decoración.

Me detengo a observarla a detalle inspeccionando su arquitectura y sus letras en grande con su nombre lo más arriba posible, digno para apreciar.

Noto que estorbo un poco, así que me hago a un lado para dejar a la bola de gente alborotada que camina y habla a la vez con mucha euforia. Todo lo contrario a mí.

Regreso a ver las letras de Legendary Winifried, pero no pasan ni un par de segundos cuando siento que alguien me empuja, tambaleándome hasta chocar en alto con alguien más en una dirección al azar.

—¡Muévete! —la voz se aleja, logrando apreciar una tonalidad masculina.

Me quejo al sentir un golpe en mi cabeza y otro en mi cóccix, siendo protegida por un cuerpo. A pesar de eso, el otro sujeto sufre el mismo destino, pero con mayor fuerza, siendo disparado más adelante. Justo en un puesto informativo sobre la escuela con folletos, carteles y toda la cosa.

¡Qué estúpida!

Me levanto de golpe un poco lastimada, pero con la vergüenza como motivación para dirigirme a ver cómo se encuentra aquella persona que me cubrió sin planearlo.

Corro un poco hasta llegar a ver a un chico tirado con papeles arrugados encima suyo y la parte del mantel de tela turquesa que le cubre la mitad del cuerpo. Escena perfecta para echarse a reír como si fuese sacado de una comedia como Friends, pero lamentablemente no es ninguna cosa mencionada, sólo mi culpa y mi cruel destino.

La gente ríe y otras empiezan a acercarse como imanes. Ridículos imanes.

—¡Lo-lo siento tanto! Me-me empujaron y no fue mi intención hacer lo mismo, pero...—me lanzo de rodillas para ayudarlo, quitándole todo lo que tiene encima con total desespero, como si abajo de tanto papel, fuera a encontrar algún tesoro.

Al verlo extenderse con lentitud le doy la mano para que se levante suavemente.

—No sigas, sólo dolió un poco—interrumpe mis siguientes disculpas respondiéndome con un tono muy tranquilo. —Sólo, no lo vuelvas a hacer—eleva la mirada hacia la mía, logrando apreciar una linda sonrisa. Combinada perfectamente con su atractivo físico y su color castaño como definición. Su cabello es muy similar al color de sus ojos claros. Es realmente un chico lindo y yo... Tirándolo.

Lo suelto para taparme la boca justo cuando estoy a punto de sonreír espontáneamente.

—Tenlo por seguro—río nerviosa.

El chico vuelve a sonreír, mirándome muy quieto.

—Soy Neitan Doyle. Un gusto en ayudarte a suavizar las cosas—bromea acomodándose la ropa casual que viste.

Parece agradable, agradezco que fuera un chico así que otra persona delicada.

—Jane Rhyes—asiento a la vez que acomodo mi cabello rápidamente.

Los murmuros y pequeñas risas vuelven a ser presentes al quedarnos en silencio.

—Pareces perdida, tal vez pueda ayudarte a instalarte—parece darse cuenta porque mira a los lados de forma discreta y después vuelve a mí, con una mirada seria.

—¿Se nota tanto? —sonrío acercándome a él y dejando que me guíe.

—Parecía que me pedías un tour a gritos por mi aterrizaje al puesto de información escolar—comienza a caminar adentrándose en la escuela.

Río.

—Puede ser—me pongo a su paso, mirando a nuestro alrededor la estructura increíble que voy viendo en la escuela.

Por dentro todo parece muy reducido, pero con largos pasillos llenos de gente de un lado a otro. Hay globos de colores en las esquinas y más puestos de distintas temáticas, pero con el mismo fin de informar. Todo parece muy bien ordenado.

—¿Vas a pedir informes o ya estás inscrita? —me pregunta al concluir por mi indagación a los lados.

—Ya estoy inscrita—lo veo al decírselo. Desde la primera semana en que mis papás comenzaron a ordenar todo el traslado detalladamente y me dicen que me relaje con el orden, diálogo que quisiera comentarle, pero no lo amerita.

Se queda pensando por unos segundos con una expresión extraña.

—No te vi en las inscripciones—me ve el rostro pareciendo que está analizándome.

Puede ser porque no sabía de este lugar y menos había puesto un pie aquí antes. El internet hace milagros a distancia.

Río levemente al verlo tan concentrado.

—Vengo de Detroit. Fue inscripción en línea hace unas semanas atrás, recién llego aquí.

—Oh, una chica de ciudad—sonríe moviendo las manos con exageración de asombro.

Sonrío negando.

—No hay nada de interesante en eso. A pesar de que no sabía de este lugar antes, luce más agradable que el ruido de los coches todas las mañanas y el smog en el aire—cruzo los brazos, sonriendo un poco.

Ríe.

—Eso creo...

—¡Neitan! —una chica rubia llega corriendo para echarse en sus brazos con total euforia que me hace poner distancia, antes de ser de nuevo arrasada con tirarlo.

Parece saber instantáneamente quién es porque ríe en conjunto a ella y la abraza muy fuerte.

Los veo pensando en que son muy lindos juntos. Cassie me recibía así después de un verano juntas y videollamadas todos los días hasta regresar a clases. Irónico, pero demasiado lindo.

—Oh, ella es Jane, mi nueva turista—se despegan, enfocando atención en mi antes de que me sienta melancólica.

¿Turista? Debe ser al agregar brevemente nuestro encuentro tan peculiar.

Sonrío viendo a la rubia con ojos cafés acercándose muy alegre, sonriéndome de vuelta.

—Cinco minutos tarde y ya Neitan se convierte en un donjuán—ríe mirándonos por turno. —Anya Adkins, su mejor amiga y tu cuñada en un futuro.

¿Cuñada? Eso, no.

Me quedo muda sin saber cómo tomarme eso.

Neitan luce inquieto y su risa suena demasiada falsa. Yo igual finjo una sonrisa, incómoda.

—¡Es broma! —se acerca a tomarnos por el brazo y estrecharnos contra ella.

Su risa me motiva a reír también, aliviada.

—Me alegra saber que hay nuevos rostros por aquí—nos suelta poniendo sus cabellos detrás de la oreja.

Yo comienzo a pensar lo mismo.

—En mi caso, hay muchos nuevos—sonrío viendo alrededor.

—Sí, demasiados. Pero no todos tienen el interés para crear nuevos vínculos. Todos aquí nos conocemos desde la primaria, es aburrido—Anya rodea los ojos al decirlo.

Debe ser por el tamaño y geografía del lugar.

—Es interesante conocer a nuevas personas, aunque, algunas están muy absortas en sus cosas como para hacerlo—apunto con la barbilla a un ejemplo de personas riéndose entre sí. Grupos sociales hay donde quiera.

—Por supuesto, conforme pasa el tiempo aquí, la exigencia y las amistades aumentan—dice Neitan. Parece tener más conocimiento sobre este lugar, espero que sea así para ver si puede ayudarme en adaptarme un poco.

—Como en todo, supongo—regreso a mirarlos. —Tampoco es que me caracterice por ser de muchas amistades que digamos—sonrío comentándoles un hecho de mi vida en resumido. A decir verdad, he sido muy aislada de las personas. Por los cursos de verano no he tenido problema con socializar, pero sí en crear amistades más a fondo.

Ambos me sonríen.

—Ya nos tienes a nosotros—Anya se adelanta al decirlo.

—Pues, muchas gracias—le sonrío agradecida. Es demasiado genial.

Duramos sonriéndonos unos segundos hasta que la campana suena, exaltándome.

Me muevo inquieta mientras ellos permanecen intactos. ¿Por qué no se mueven?

—¿Qué aula te toca? —me pregunta Neitan, recordándome que aquí se trasladan en cada materia.

Comienzo para recordar.

—Inducción en la D-23, álgebra en la A-10, literatura en la C-35...

—¡Wow! Qué buena memoria tienes—Anya me interrumpe viendo mis brazos por si tengo algo anotado ahí o si cargo algún papel con los datos.

—No es difícil recordarlo—sonrío para no lucir presumida de que, en efecto, tengo una buenísima memoria.

—Bueno, debido a que en primer semestre la primera semana es de inducción y salen temprano, no harán nada interesante más que enseñarles las instalaciones, horarios y el reglamento—Neitan me lo dice tan seguro que siento más curiosidad por saber cómo es que sabe tanto. Estuve leyendo varias semanas sobre esta escuela para informarme en lo básico, pero no lograría decirlo con esa seguridad. Sin mencionar que tampoco hay mucha información para rescatar.

—¿Vas en segundo semestre, acaso? —le pregunto saciando mis dudas.

Asiente sonriendo.

Anya sonríe dándose cuenta de mis sospechas.

—Él es todo un cerebrito, que no te extrañe sus argumentos raros—se echa a reír abrazando a Neitan para suavizar sus palabras o su efecto en él.

—Entonces, ¿No te veremos seguido? —sonrío evitando entrar en detalles en el tema que Anya sacó para no ofenderlo de alguna manera.

—Claro que no. Nos veremos todos los almuerzos en la segunda mesa de la ventana de la cafetería—aleja a Anya jugando con su mano en la frente.

—¡Pero hoy no! —interrumpe ella misma, quitándose la mano de Neitan con un manotazo.

¿Qué tiene de excepción hoy?

Neitan cierra los ojos mientras niega.

—Tu fiestecita—abre los ojos. —Alcohol como agua, música como plática y tapa rabos como ropa—sigue desaprobando corporalmente esa idea.

—¿Fiesta? —pienso en voz alta.

Ambos asienten, pero Anya lo hace energéticamente.

—¡La fiesta de bienvenida! Debes venir, así te integrarás mejor y mucho más rápido—se acerca a agarrarme de los brazos con fuerza.

—Anya, no creo que...—Neitan intenta interrumpir.

—¡Vamos! Ándalee—alarga las e mientras me sacude, estratégicamente actuando.

No soy una chica de fiestas porque odio bailar y tomar, pero tampoco me desagradan en su totalidad. Tampoco es que me vaya a ellas seguido, por mis papás y mis escasas amistades a ese nivel. Aunque, tengo la regla personal de mantener la cordura y no tacharme de chica libertina por seguir varios pasos relacionados.

—No creo que me dejen... Aparte, no tengo crédito. Así que...—me excuso no tan convencida.

—¡Llámales del mío! —me suelta sacando su celular.

¿Ahora qué digo?

—La verdad, es que no tengo muchas ganas. No soy mucho de fiestas—niego terminado por decir la verdad.

Hace una expresión de decepción.

—Ya está, déjala—se acerca Neitan agarrándola por los hombros.

Al ver a Anya tan decepcionada me hace sentir un poco mal y hasta culpable de tener nuevos amigos y perderlos por una tontería. Tal vez, sólo esta vez podría flexionar mis reglas personales. Obligadamente voluntaria.

—Podría hacer una excepción—entre cierro los ojos insegura.

Anya levanta la mirada hacia mí de manera automática y sus ojos se ilumina, antes de echarse encima mío, comenzando a gritar como loca. Llamando la atención en el pasillo.

Neitan sonríe pareciendo inseguro. Le respondo sonriendo y asintiendo, dándole entender que estoy segura.

—¡¿Cómo crees que les voy a preguntar eso?! ¡Acabo de conocerlos! —grito al celular de Anya, directamente a mi papá el sobreprotector que me pide todos los datos generales de Neitan y Anya para dejarme ir.

—Si quieres ir, tendrás que hacerlo—escucho su voz firme y podría jurar que se cruzó de brazos.

Reniego negando.

—Ya te dije los datos de dónde estaré y hasta qué hora. No es necesario que...

—La condición es esa y tienes 3 segundos para hacerlo si quieres ir a la casa de tu amiga saliendo de la escuela—me interrumpe apenas comenzando a echarle un choro.

Me jode la vida.

—¡Quedaré como acosadora! —grito viendo si miran para acá, pero están muy tranquilos platicando, alejados.

—1.

—¡Papá! —me acomodo el cabello desesperada.

—2.

—¡Maldita sea! —exclamo sintiéndome contra la espada y la pared.

—¿Qué dijiste? —lo dice sorprendido. Nunca me había escuchado maldecir.

—¡Está bien! —accedo suspirando exageradamente. —Igual podré ir y ni cuenta te darás—bromeo evadiendo el tema de la grosería.

Escucho que resopla molesto, lo que me hace reír.

—¡Chicos! —les grito para que vengan a conocer a mi "Superpapá". Pidiéndole al señor que no hable de más y me queme viva con mis nuevos amigos.

—Ahora entiendo—Anya se echa a reír abrazándome por detrás.

—Ni lo menciones.

Neitan también ríe.

—Debido a la entrevista criminal que recibí, me siento responsable por acompañarlas, señoritas—se acerca uniéndose a abrazarme.

—Lo agradecería, pero no te sientas comprometido si no te gusta, Neitan—ladeo la cabeza para mirarlo.

Niega.

—Una vez al año no hace daño intentar divertirse como los chicos a nuestra edad. Pero, les aviso que llegaré un poco tarde porque tengo pendientes que hacer.

—¿Cómo qué? —pregunta Anya. —Ir por la despensa puede esperar, no nos dejes plantadas—le agarra el cachete como "amenaza".

Ríe y se quita del agarre de Anya.

—Sólo es aviso.

Se quedan mirando unos segundos seriamente hasta echarse a reír.

Me encanta su amistad, me hacen sentir parte de ellos fácilmente.

—Jane, tengo un nuevo vestido que de seguro te gustará. ¡Ya quiero salir! —hace ruidos de emoción con una gran sonrisa.

Sonrío asintiendo.

¿Qué sentido de la moda tendrá ella? Hasta la vista, se ve demasiado bien. Colorido, jovial y hasta elegante. Confiaré en su gusto.

—Cuidado, no quieres terminar como si llevaras un disfraz de Halloween—Neitan bromea.

—¡Oye! —Anya le pega en la cabeza a lo que hace que se queje. —Por cierto, ¿Cuál era tu aula?

—D-23. ¿Cuál es la tuya? —le pregunto.

—E algo, pero no importa, me colaré en la tuya hasta que salgamos—sonríe muy entusiasmada.

—¿Qué? —me sorprendo al verla tan tranquila diciéndolo.

—Acostúmbrate—añade Neitan con una sonrisa.

—¡Tú deberías hacer lo mismo! —dice Anya. Él al segundo niega.

—Yo sólo soy el guía, no formo parte del turismo—mira a Anya y después se enfoca en mí.

Le sonrío recordando la razón. Me responde igual.

Seguimos abrazados caminando por el pasillo mientras sigo viendo cómo mini-pelean y cambian a opiniones sobre la fiesta.

—¿No crees que es demasiado? —le pregunto recordando que en una revista de belleza decía que no debías combinar la sombra negra con el labial rojo porque se sobrecarga.

Nop—termina de ponerme el labial. —Es de noche, cumple con el requisito de la ocasión.

—Bueno—accedo, viéndola cómo luce de bien con un estilo parecido al mío, pero ella tiene el cabello lacio y yo tengo pequeñas ondas. Ambas de vestidos negros pegados hasta el alma y tacones del mismo color listos para patear. Específicamente, mi vestido es un poco más largo en comparación suyo, enseña los hombros y tiene encaje en las mangas, en cambio el de ella es de terciopelo y es de tirantes. Y refiriéndonos al calzado, también son contrastantes porque los míos son más altos y los suyos son de aguja.

—Aparte, tú eres más pálida que yo, así que por eso el rojo te queda mejor que a mí.

—¿Por eso tu elección a rosa? —le pregunto viendo su maquillaje impecable. Podría ser maquillista profesional.

Asiente sonriendo.

—¿Tú cuándo pediste permiso? —enfoco mi atención a sus ojos que resaltan su color claro con esa combinación oscuras de sombras.

—No es necesario—sonríe. —Cierra los ojos—me ordena para dar otro retoque.

—¿Y eso?

—Mis padres están separados y vivo con mi papá, el que trabaja todo el día por ser sheriff. Ahora, ábrelos—se aleja, viendo su obra maestra en mí.

—Oh, los míos también trabajan todo el día.

Veo que sonríe satisfecha por su trabajo, pero su cara cambia a una de confusión.

—Entonces, ¿Por qué te mudaste? —deja las brochas en su gran caja de maquillaje que tiene en el sillón.

—Por eso mismo—me muevo del banco del que estoy desde hace horas.

Deja de moverse y se queda quieta esperando a que siga.

—Son ingenieros forestales y por la zona en que vivíamos, no había mucho en qué trabajar. Carecían y variaban las zonas y los proyectos—río al pensar cómo se tomará algo tan irónico como eso.

Frunce el ceño, confundida.

—Es extraño—se echa a reír.

Río concordando con ella.

—¿Dónde vivías? —para su risa para saciar su curiosidad.

—Detroit.

Halaga la ciudad con un «Wow« muy largo.

—¿Qué tan grande es el cambio? Supongo que radical—se contesta a sí misma siguiendo a mover maquillaje.

—Para ser sincera, antes de venir acá no sabía sobre este pueblo—sonrío, viendo alrededor de su sala, que se caracteriza por el color verde y ser muy elegante.

Ríe acercándose con algo en la mano.

—Normal. Leesburg es demasiado pequeño, pero hay grandes cosas aquí. Te lo digo por experiencia, tengo toda mi vida aquí y si me preguntarán por irme, lo negaría... A menos que sea por compras a New York—susurra lo último con una gran sonrisa.

Se acerca dándome un espejo de mano. Lo tomo, viéndome con una expresión saliente de total sorpresa.

—Te quedó precioso—me miro de diferentes ángulos, queriendo ver cada detalle. ¡Es toda una experta! Mi reflejo es casi irreconocible a mi usual estilo con inspiración de moda asiática.

Un claxon nos hace apresurarnos un poco. Movilizándonos.

Dejo el espejo al lado del banco, en una mesa a su tamaño, para poder bajarme e ir por mi pequeña bolsa también prestada del armario de Anya.

—Ya llegó el taxi. Toma tus cosas, preciosa—me guiña el ojo dirigiéndose a la puerta, abriéndola y saliendo por ella.

Río de forma inesperada, haciéndole caso. Camino hasta tropezarme con algo, tambaleándome y cayendo de rodillas justo cuando iba a salir.

Karma.

—¡Jane! —Anya me grita, motivándome a levantarme como si nada hubiera pasado.

—¡Ya voy! —me levanto con cuidado para comenzar a correr.

Nos bajamos del taxi hasta quedar enfrente de un gran casino completamente negro parecido a una discoteca, pero muchísimo más amplio y con gran ruido desde la entrada. Está al frente del bosque, teniendo un clima muy frío y más interesante.

Observo el lugar con una sonrisa. No es una fiesta clásica que parece de fraternidad. Bueno, como lucen esas fiestas en las películas. Sólo hay algunas personas fuera fumando y platicando.

—¿Puedes cargar mis cosas en la bolsa? No me gusta cargar nada en las manos—se apresura haciendo lo que dijo, guardado su cartera brillante y su celular.

Hago un ruido de extrañes hasta que se aleja y me agarra del brazo.

—¡Qué comience la acción! —me jala, obligándome a atravesar el sendero iluminado por pequeñas luces blancas hasta llegar a la gran puerta negra donde un par de chicos ya mayores nos echan una mirada muy inusual, hasta dejarnos pasar una por una.

Me les quedo viendo mal, hasta sentir que Anya me jala hasta meterme.

El ambiente es un poco caluroso, se escuchan risas y gritos de emoción por todos lados, combinados con la música electrónica a todo volumen. Las luces de colores nos iluminan por segundos y el vapor artificial nubla un poco la vista.

Al caminar por el lugar, adentrándonos, puedo ver una gran pista de colores con reflectores y chicos bailando a su estilo. Arriba, en una plataforma está el DJ moviéndose muy energético. Del lado derecho están las barras de comida y bebida con decoraciones muy extravagantes, hasta con fuentes de chocolate y queso. Se ve fabuloso.

—¡Mira! Por acá—aumenta el ritmo, dirigiéndonos al lado izquierdo donde están algunas mesas muy vacías.

Unos chicos sentados al ver a Anya le sonríen muy alegres. Ella también les sonríe, haciendo señas con la mano y ellos asienten desde su respectivo lugar.

Amigos suyos.

Ella me suelta, sentándose primero con toda la confianza, comparándose conmigo, que lo hago lentamente.

—¡Ella es Jane! —pone sus manos sobre su boca para que puedan escuchar. —Ellos son Matthew, Hassan y Aiden—los apunta en general y cuando los menciona saludan o hacen un gesto extraño.

Les sonrío, a lo que ellos hacen lo mismo.

—¿Es tu amiga? Nunca la había visto—un chico pelirrojo me come con los ojos, literalmente. Creo que es Matthew por el orden.

—¡Sí! —Anya le da un golpe en la espalda.

Se quedan hablando unos instantes antes de pararse al mismo tiempo.

—¿Quieres ir a bailar? —Anya me pregunta, apuntando hacia la pista.

Niego inmediatamente.

—No me gusta—me acerco a decirle.

Ella niega con desaprobación.

—Bueno, ya vuelvo, iré con Matt a la pista. Envíale un mensaje a Neitan—me guiña el ojo antes de irse con el tal "Matt", antes Matthew.

Asiento.

Me volteo para poder iniciar una conversación con los chicos que se quedaron, pero parecen muy interesados en su plática porque ni siquiera se inmutan en mirarme por más que los vea.

—¿Hassan y Aiden? —me acerco sonriendo para poder entrar en su vínculo.

Ambos castaños sonríen sin más y vuelven a lo suyo.

Hago una cara de desagrado, notando que la vida quiere que siga siendo asocial.

Claro, qué comience la acción.

La música de Eminem anima el ambiente y sobre todo me anima a mí. Sentada por más de una hora y esperando a Neitan que no ha hecho acto de presencia. Ahora me siento obligada de estar aquí, lamentándome.

Me muevo de mi cruce de brazos que me servían de almohada, para poder sacar el celular de Anya y escribirle un mensaje de texto a Neitan.

Soy Jane ¿Ya vienes? Anya me dejó con un par de chicos que hablan menos que una roca. Ayuda.

Me aseguro de que se envió antes de apagar la pantalla y dejar el celular en la mesa, esperando una señal de vida por parte de Neitan.

Apoyo mi mano en mi mejilla, aburrida y aturdida. Prefiero esperar a Neitan que tener que bailar con un desconocido e interrumpir a Anya mientras se divierte, sin embargo, puedo ir por comida. ¡Sí!

Me levanto y agarro el bolso para dejar el celular en su sitio, caminando hasta llegar a la barra de postres. ¡Hay demasiados! Pero el cupcake de vainilla me roba la atención.

Agarro con el dedo un poco de la crema batida que tiene, probando su sabor tan exquisito. En mi momento de gloria me interrumpe el celular vibrando. Lo saco desesperada y veo que es Neitan.

¡Por fin!

Contesto escuchando que me llama repetidas veces.

—¡Neitan! —grito tapándome el oído.

Escucho a cortes su voz diciendo algo sobre llegar o no llegar o que se allegó el dedo, algo así.

—No te escucho bien, voy a salir. Quédate ahí—me acomodo la bolsa para poder caminar buscando la salida, pero por tanta gente no logro reconocerla.

Sigo caminando, volteando a todos lados hasta ver entre la gente una puerta alejada del lado contrario del que estábamos.

Tal vez es la salida de emergencia, da igual.

Me dirijo hasta allá, a pequeños aventones por parte de la gente alborotada y emocionada. Hasta llegar a la puerta que vi, donde veo que por este lado casi no hay nadie.

Miro a los dos lados como si fuera a cruzar una calle, hasta asegurarme que nadie me ve. Jalo del frío metal de la oscura puerta con todas mis fuerzas hasta lograr abrirla y salirme de forma escabullida.

—Listo—me pongo el celular en la oreja regresando a la llamada, pero no escucho nada. —¿Neitan? —me doy la vuelta viendo que estoy a pocos pasos de donde empieza el bosque.

Maldita sea, todo está muy oscuro.

Me despego el celular viendo que colgó o que colgué accidentalmente porque está la pantalla en negro.

Genial, tendré que rezar porque haya señal acá. Si de por sí no se escuchaba por todo el alboroto.

Bufo indignada.

Enciendo el celular dirigiéndome a llamadas recientes para remarcar, pero unos murmuros maldiciendo de lo que parece una voz masculina me asustan, obligándome a iluminar en la dirección en que los escuché.

—¿Hola? —me armo de valentía para caminar con toda la firmeza en lo que estos tacones me lo permiten.

Al iluminar más a la izquierda, veo a un chico de cabello negro agachado con sus manos en su rostro. Justo en ese momento la luz de la pantalla del celular se apaga.

Murmura algo muy bajo que no puedo captar, pero siento que siguen siendo palabrotas.

—¿Puedo ayudarte? —me acerco un poco preocupada por su estado. Tal vez necesite llamar a alguien. Lo que dice suena muy estable como para que sea un borracho o drogadicto. Aparte, está bastante serio y quieto.

«Un malandrín» me pasa por la mente, pero razono en que ya me hubiera atacado y no estuviera en esa posición tan... Rara. Tal vez está herido.

—No, vete—su voz se escucha más alta a comparación de antes. Es bastante grave y firme.

Me quedo quieta pensando en qué puedo hacer.

—Si necesitas llamar a alguien, puedo prestarte mi celular... Que no es mío exactamente, pero, igual, puedes...

—¡Lárgate! —se levanta de golpe, gritándome totalmente furioso.

¿Por qué actúa así?

—¿Qué? Yo sólo... ¡Sólo trataba de ayudar! —le respondo gritando también, molesta.

—Nadie pidió tu acto de caridad. Ahora lárgate, antes de que te obligue a hacerlo. ¡Anda! —se acerca un poco, tal vez retándome.

¡¿Cuál es su problema?!

—No. No me iré—me acerco más, cruzando los brazos. Demostrándole que a pesar de que no lo veo bien en su totalidad, no me intimida.

—Joder—veo que se mueve bruscamente. —¡Lárgate de una puta vez! —llega a empujarme en dirección a la puerta para que vuelva.

Me defiendo pegándole, provocando que salga volando el celular.

¡No! ¡Ay!

—¡Deja de tocarme! —lo empujo con todas mis fuerzas, accidentalmente pegándole en el abdomen firme, haciendo que se queje.

Agacha el rostro por unos segundos, obligándome a inspeccionar lo que lleva puesto con la poca luz que hay, por si las moscas. Anotando mentalmente unos tenis, jeans y suéter con capucha color negro que lleva puesto, casi confundiéndolo con su cabello.

—No tengo tiempo para esto—murmura volviendo a su postura, soltándome con todas sus fuerzas.

—¡Oye! —alcanzo a tomar el equilibrio antes de caerme.

Comienza a correr desesperado hacia el bosque. En un acto de molestia y adrenalina, corro hacia a él, evitando que se salga con la suya después de su jaloneo.

Me alcanzo a quitar los tacones para aumentar mi velocidad, pero procuro agarrar uno para poder defenderme. Logrando alcanzarlo al aventarme, no literalmente, sobre él.

—¡Suéltame! —me jala como si fuera una pulga, aunque debido a mi aferre, puedo ser una.

—¡Tú te lo buscaste! —le respondo pegándole en la espalda con el talón del tacón, notando que no se queja, pareciendo que es de acero.

—¡¿Qué no entiendes?! Te lo he advertido. Yo... ¿Eh? —grita moviéndose desesperado, sintiendo que su cuerpo ha comenzado a vibrar extrañamente. Eso hace aflojar mi fuerza, lo que hace que logre empujarme hasta atrás y tirarme al pasto al encontrarme una piedra en mi camino.

Me quejo levemente, viendo algo que cautiva toda mi atención desde el suelo y que justo la luz de la luna llena me lo permite ver mejor. El chico comienza a gritar agarrándose el rostro, hasta escuchar que su voz se va deformando en una tonalidad irreconocible e inquiétable. Su estatura se multiplica inmediatamente y su contextura corporal se vuelve gruesa, oscura, mostrando algo temible y horroroso. Con cuernos, alas y una cola larga. Una bestia.

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