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Prólogo

Entre a la tienda de antigüedades, aunque ahora solo pareciera un salón vacío color blanco. Mis tacones resonaban en la cerámica color blanca y hacia eco en todo el lugar, mire a mi alrededor de algo que me diera indicios de lo que había sucedido. Vi en sus recuerdos, escaneé sus memorias, todo había comenzado en este maldito lugar. Pero no sentía nada fuera de lo común, no encontraba algo que me diera indios de lo había sucedido esa tarde, pasé las yemas de mis dedos por las pareces recién pintadas. Nada, no había nada. No sentía un ambiente pesado u hostil, algo debió de haber estado en este lugar como para que ella empezará a enfermarse así. Yo sabía que no era coincidencia, sabía que algo estaba mal, mi sexto sentido me lo decía. Ella se había convertido en un blanco fácil después de que separó de mi hermano. Fue todo un escándalo en el inframundo, el diablo enamorado de una dulce mortal. Patéticos, realmente lo era, el amor es el sentimiento que lleva a la perdición a todo ser humano. Puede llegar a ser un arma muy poderoso de doble filo, un filo que no escoges a que lado cortar. El amor es peligroso y de eso Lucifer, Ferno o cualquier otro ser podía dar testimonio. Saque una pequeña bolsa de papel y de adentro saque uno polvo que tenía, servían para hacerte ver los últimos recuerdos que tenía el sitio. Sople en todas las direcciones y el vapor empezó a salir inundando el lugar a un extraño olor a margaritas, odiaba ese olor. Me trasporte al mundo astral y allí estaba mirando a través de las dimensiones sus recuerdos. Ella había entrado y la había recibido un hombre, un nombre muy extraño, cruzaron algunas palabras y luego él la trajo hasta está habitación.

Al frente de mí, colgado de la pared había un cuadro muy antiguo y en muy mal estado. Por un momento me detuve, mientras mi garganta de secaban, eso era imposible, por unos segundos, unos breves instantes él se quedó mirando mis ojos, como si supiera que del otro lado lo estuviera mirando. Salió del salón y la dejo sola, según veía a través de la visión, ella empezó a sentirse mal y por último calló al suelo. Fruncí el ceño al verla ahí, me puse en cuclillas y me acerqué para verla mejor. Tuve la sensación de mirar hacía atrás y cuando lo hice fue justo a tiempo para esquivar el cuchillazo que me iba a dar. En ese momento el vínculo se rompió y ya no pude seguir observando. Debo admitir que me sentía un poco o muy mareada. Sacudí varías veces la cabeza para aclarar mis ideas, tenía ganas de vomitar y para acabar de joder más la situación tenía un horrible dolor en las sienes. Ya sabía lo que había sucedido y lo más frustrante era que Lucifer no estaba y yo tenía la razón, en todo. Me puse de pie como pude y salí de ese lugar rápidamente. Extendí mis alas afuera y me impulse para volar. Algo andaba muy, muy mal yo siempre supe que los arcángeles no dejarían pasar lo que sucedió, pero lo que no entendía y lo que no me explicaba era el porque decidieron atacar después de tanto tiempo, Lucifer ya no estaba y hasta donde tenía entendido no volvió al mundo terrenal. Aterrice en una de las ventanas de la catedral y guarde mi alas, camine por el pasillo y recorrí el camino hasta la oficina de Constantino. Entré sin avisar y allí estaba rezándole a mi padre al pie del altar.

-Constantino- Lo salude- Que gusto verte- Me acerque a él y le di un beso en los nudillos.

-Aradia querida, me place verter- Sonreí- Pero deduzco que no viniste a saludar solamente- Trague saliva, no sabía si contarle o no, pero realmente necesitaba a mi hermano.

-Tienes razón Constantino, necesitó a mi hermano Lucifer- Él frunció el ceño- Padre, realmente esto es muy grave. Annia ella está en peligro y creo que tiene que ver con mis hermanos.

-Aradia... ¿De qué estás hablando?- Preguntó.

-Yo... Yo no estoy segura de lo que le está pasando, en otras palabras no tengo nada claro- Empecé a jugar con mis manos nerviosa- Pero lo sé, lo sé, algo anda mal con ella puedo sentirlo si no ha pasado va a pasar. Constantino- Tomé sus manos- Debes creer en mí, si a ella le sucediera algo ambos sabemos que Luzbel moriría de la tristeza. Debes localizarla, no, mejor aún debes invocar a mi hermano para que venga.

-Aradia, ya ha pasado mucho tiempo, realmente no sé dónde está, créeme he tratado de invocarlo pero jamás viene. Supe que la visito por unos meses y luego, simplemente no volví a saber de él- Me explicó- Aradia, ¿Estas segura que no estás paranoica?.

-Quizá, pero... Es mejor tener certeza. Constantino, ¿Cuándo fue la última vez que hablaste con él, que lo viste personalmente?.

-Bueno, hace tres años. Aradia escucha... Posiblemente sólo sea paranoia, ya pasaron cinco años y los Arcángeles cumplieron su trato.

-No, no lo hicieron. Luz ya se había alejado de Annia cuando su mejor amiga murió y aún así, mis hermanos decidieron matar a Karina para darle una advertencia a Lucifer de lo que podría pasarle a ella si no se iba. Estoy completamente segura que ellos provocaron esa muerte. Además... De vez en cuando me gusta vigilarla de lejos para saber cómo está y he visto a Gabriel siguiéndola. Sí, sé que él nos ayudó a salvarla pero... ¿Y si todo fue un truco? Quizá están esperando la oportunidad perfecta.

-Aradia ahora si creo que estas paranoica. Nada va a suceder y nada va a pasar. Es mejor dejar las cosas como están. Sabes que apoyo incondicionalmente a Lucifer pero seriamente creo que estas exagerado un poquito, así que por favor cálmate. Dime... No ha pasado nada en los últimos cinco años ¿Qué te hace creer que sucederá ahora?- Preguntó, medite mi respuesta.

-Es una visión.

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