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Capítulo 9

-La casa es grande- Dije observando todo a mi alrededor- ¿Por qué está?- Le pregunté- Ha estado abandonada por años.

-Aquí fue donde nos encontramos por primera vez hace cinco años- Me explicó Lucifer- Ella y sus amigos entraron sin permiso. Si hubieras visto su rostro del susto- Rió brevemente- ¿La pudiste encontrar?- Preguntó, fruncí el ceño- A la chica, la que te debe el favor.

-Oh... No, no la he podido encontrar. Parece que está retirada, se fue de la hermandad hace mucho, la trate de rastrear pero tiene una runa de bloqueo- Contesté.

-¿Tiene familia?- Preguntó.

-Sí, si la tiene. Pero sus hermanos no me dirán nada aunque las trate de persuadir. Su lealtad en admirable- Asintió, me giré para marcharme y me choqué de frente con uno de los demonios de mi hermano- Asmodeo.

-Mi lady- Dijo dando un reverencia, era uno de los demonios más leales de Lucifer- Es un gusto verla- Le sonreí asintiendo, sin más salí del vestíbulo.

Mi hermano me había hecho venir a una mansión abandonada (Que ya no estaba tan abandonada) La compró hace muchos años, en 1804 cuando un feudal quiso cambiar su vida por la casa. Mi hermano la mantuvo inhabitable hasta hoy. Contrató hace unos días personas que la restaurarán y la organizarán, su plan es vivir allí en su estadía aquí y después dársela a Annia. Debo decir que conocer a Anaciel me afectó y me afectó mucho. No podía creerlo, no podía consentirlo, padre me había reemplazado, había creado a Anaciel para suplir mi lugar en el cielo. Eso quería decir que si estaba enojado y que jamás podría volver al cielo. Ella y yo éramos casi idénticas y su parecido conmigo era más que increíble. Entré al auto y antes de encender el motor lancé al aire polvos del norte con un mechón de cabello de la mujer que estaba buscando igual que las demás veces el hechizo de rastreo no funcionó. Hace cuatro años una mujer llamada Anais me llamó para que la ayudará a invocar a un demonio, a Mammón para ser exactos. La mujer era una guerrera, una chica inteligente perteneciente a una hermandad creada por Dios hace muchísimos milenios. Unos meses después de esto me volvió a buscar, quería mi apoyó para una guerra que se aproximaba, aunque yo no quise ayudarla por que mi naturaleza es ser neutra entre los problemas del mundo oculto, me hubiera gustado ayudarla. Nunca volví a saber de ella y aunque me quedo debiendo un favor jamás me preocupe por cobrárselo. Encendí el motor y salí a la calle. Lucifer tenía encerrada a Katrina en el sótano de la iglesia, no estaba de acuerdo, sin embargo, le hizo un hechizo de retención y yo no pude romperlo, su fuerza era mayor a la mía. Yo creía plenamente que realmente ella no era mala, sólo sus decisiones forzadas la habían llevado a esto, mi hermano si le tenía desconfianza, no la quería cerca de Annia y de cierta manera lo entendía, solo que creía que era un poco duro con ella. Aparqué el auto en el estacionamiento del hospital y entre, subí hasta el tercer piso por el ascensor, en la sala de espera vi a la madre de Annia, ella estaba sentada leyendo un revista. No pareció notar mi presencia así que caminé hasta la habitación de ella y me asomé por la ventana. Estaba dormida, ya no tenía ese montón de máquinas conectadas a su cuerpo, solamente estaba ahí tranquilamente, ya llevaba casi un mes internada. Sentado en un sofá cama estaba su amigo Horacio. Me devolví en mis pasos y me acerque a la señora Alexandra. Dirigió su vista a mí y me sonrió dejando la revista de lado. Yo podía tratar a Annia con magia, podía tratar de salvarla, pero para eso tenía que llevármela de aquí. La medicina de los humanos terminaría por matarla, así que pensé muy bien lo que le diría.

-Señora Alexandra, ¿cómo está?- Le pregunté.

-Muy bien Aradia, gracias por preguntar- Me contestó.

-¿Y Annia?- Pregunté de nuevo

-Igual, sin esperanza.

-Si yo le dijera que hay alguien que puede curar a Annia a la perfección, pero que para eso debe dejarla ir a un lugar donde usted no sepa de ella por un tiempo ¿Aceptaría?.

-Es mi hija, la única que me queda, la luz de mis ojos la razón de mi existir. Haría cualquier cosa por salvarla- Me dijo con determinación, asentí. Del ascensor vi salir a mi hermano. Se acercó a nosotras y ella lo miró con curiosidad.

-Señora Alexandra, quiero presentarle a mi hermano Luci... Luc- Corregí de inmediato.

-Es un gusto señora- Algunos doctores pasaron corriendo mientras sonaba un código de alarma, miré con el ceño fruncido y no comprendí bien lo que sucedía hasta que Alexandra de levantó del asiento y corrió hasta la habitación de Annia. Nos asomamos por la ventana y ella estaba teniendo un ataque. Lucifer iba a entrar como un loco a la habitación pero lo detuve y aunque forzó conmigo unos momentos me miró.

-Hermano, no puedes entrar ahí como un loco, detente- Se hizo invisible al ojo humanos y entro sin hacerme caso, hice lo mismo y nos quedamos de pie al lado de la cama. Ella se estaba ahogando con su sangre y los doctores le introducían una sonda para que esta pudiera aspirar la sangre en los pulmones. Estuvieron un momento tratado de hacerlo hasta que de un momento a otro su corazón se detuvo. Vi el rostro lleno de terror en los ojos de Lucifer. Los doctores pidieron desfibrilador y empezaron a darle choques eléctricos para reanimarla.

-Mi amor- Le susurró Lucifer en el oído- Te pido que luches, aguanta unos días, sólo mientras descubro que te pasa- Su corazón no latía- Mi amor no puedes irte, tienes mucha vida por delante, mucho camino que recorrer, por favor, sé que estás sufriendo pero mantente despierta. Te prometo, no, te juró que no volveré alejarme de ti, te devolveré los recuerdos, por favor lucha- Una lágrima se deslizo mi mejilla, jamás había visto miedo en los ojos de mi hermano, no hasta hoy. Y en ese momento su corazón volvió a latir. Solté un suspiro de alivio.

-Su cerebro no funciona- Dijo uno de los doctores- Quedó en coma- Mi boca se abrió con sorpresa.

-Encuéntrala- Habló Lucifer- Encuentra a la cazadora, quiero que la traigas aquí. Si es posible traéla a rastras ¡PERO LA QUIERO AQUÍ!- Exclamó.

Pov's Lucifer.

-Está muy mal, está más allá que aquí, ni siquiera sé cómo sigue viva- Dijo Anaciel.

-¿Sientes algo, Anaciel?- Le preguntó Miguel- Magia negra, cualquier cosa.

-No, estoy igual que Aradia, es muy raro.

-¿Cuánto tiempo crees que le quede?- Le pregunté a Anaciel.

-Días, si no es horas.

-Estamos haciendo todo lo que podemos para encontrar quién le hizo esto- Me dijo Miguel y por alguna razón si le creía, él sacó un colgante de uno de los bolsillos del pantalón, tenía una pluma- Esto la mantendrá con vida, es la pluma del ala de un ángel, mi ala para ser exactos.

-¿Te quitaste una pluma?- Pregunté.

-Te dije que no tengo la culpa- Se la puso en su cuello- Y esto lo demuestra.

...


Salí de la biblioteca te la casa y baje las escaleras. Todo estaba completamente limpió y olía a lavanda. La casa me pertenecía hace más de dos siglos, jamás la había ocupado y aunque todo lo conservaban perfectamente, incluyendo la estructura de la mansión, tuve que hacerle algunos arreglos. Hace cinco años aquí fue donde nos vimos por primera vez, así que tenía muy presente el recuerdo. El lugar contaba con un sótano, seis habitaciones, ocho baños, dos patios, dos vestíbulos, tres terrazas, dos jardines internos, unas escaleras en caracol de mármol blanco, columnas de piedra caliza, una cocina integral completamente inteligente y una biblioteca que había llenado con libros de todos los tiempos, de todos los escritores, filósofos, poetas, alquimistas, doctores, brujas y cualquier cosa que pudiera ser un libro. Incluida teorías, síntomas o hechos parecidos a lo que le está pasando a Annia. Me la había pasado encerrado leyendo todo lo relacionado con ella y sin éxito. Abrí la puerta y baje las escaleras polvorientas de madera ya gastada hasta el sótano. Trasladé a Katrinia hasta aquí, en la iglesia ya no podía tenerla más y me la llevaría cuando Asmodeo o yo viajáramos al Infierno. Confiaba más en mis capacidades de retenerla. Al principio si estaba muy enojado con ella, claro que sí, por un segundo había creído que subió por sus celos y quería hacerle daño a Annia. Después cuando se me bajaron los humos, comprendí mejor las cosas, aunque si la tenía retenida por precaución. También sabía que no era la manera, me dolía verla encerrada, ella era como mi propia hija. Katrinia se encontraba dormida en una cama muy cómoda, la había hecho traer para que no sintiera que era mi prisionera. Corrí una silla y me senté frente a ella, con una blusa descubierta en la espalda, podía ver la cicatriz que le había hecho. Aunque ella misma lo dudará eso me había dolido más a mí que a ella. Ella era el arcángel más calmado del infierno, todos mis demonios, príncipes, bestias y castigadores eran feroces, unos guerreros con instinto asesino, no sentía remordimiento, ni temor, ni amor, ni alegría o agradecimiento, mucho menos amor. Los volví inmunes para que no tuvieran debilidades. Pero algo especial pasó cuando la cree a ella, siempre fue y será diferente a los demás seres en el Infierno. Escuché pasos en la plata de arriba, así que subí de nuevo y cerré la puerta. En el vestíbulo se encontrará Constantino y Gabriel, eufóricos me pidieron que los acompañará a la biblioteca. Los tres subimos y al llegar, los dos apoyaron dos libros pesados que traía en los brazos. Eran muy antigüos, lo sabía porque la carátula de cada uno de ellos era de piel de animal y las hojas era casi un reliquia y estaban escritos a mano pero con ilustraciones magníficas. Ambos hablaron entre sí unos momentos mientras buscaban la página en la que había quedado. Gabriel se paseo la biblioteca entera hasta encontrar un libro y luego lo abrió donde tenían los otros dos. Yo realmente no entendía nada de lo que hacían.

-Ya sabemos que le ocurrió a Annia- Dijo el padre Constantino sin dejar de mirar el libro en la mesa.

-¿Qué?

-Después de tanto buscar he investigar ya descubrimos que le pasó- Habló Gabriel- Todos los síntomas, sus ataques y todo concuerdan con un corpus animae.

-Un alma fuera del cuerpo- Contesté, él asintió.

-Mira- Me señaló el libro, todo estaba en un latín muy antiguo pero entendía muy bien, decía que un cuerpo sin alma no podía sobrevivir y que al no poseer un alma el cuerpo se deterioraba con el pasar de los días.

-Aradia no está, llama a Anaciel, debemos ir a ver Annia.

...

-Mi amor- Susurré- Que bien lo estás haciendo, si me escuchas aquí estoy y no me iré- Acaricié su rostro pálido pero hermoso- Ya sabemos que ocurrió, pronto te vamos a curar- Anaciel entro a la habitación con Miguel a su lado. Ella puso los ojos en blanco y recorrió a Annia de pies a cabeza con un magnetismo negro que le salía de los dedos, el de Aradia era verde. Ella frunció el ceño y se alejó bruscamente de ella.

-Estoy es muy malo, esto... Esto es mucho peor que malo, es perverso- Dijo, estaba muy alterada- Si le están robando el alma.

-A ver, explícame... ¿Cómo que "le están robando"?- Pregunté.

-Quien sea el que le este haciendo esto no alcanzo a llevársela toda, por eso no ha muerto, aunque es como una batalla de quién tira más fuerte de la soga, en cualquier momento alguno de los dos cederá y realmente dudo que Annia sea la vencedora. Por eso su muerte está siendo de está manera, quieren que sufra lo que más se pueda- Cerré mis puños ¿Quién se había atrevido?

-Debe de ser un calvario para ella- Agrego Miguel. Ojalá que mi hermana encuentre a la chica.

-¿Quién podría ser tan perverso para hacer algo así?- Preguntó Anaciel, la única persona que se me había ocurrido era Miguel, pero lo que hizo para mantenerla con vida me demostró que decía la verdad. Ahora lo que me quedaba era averiguar quién estaba detrás de todo esto. Era algo supremamente macabro y siniestro. Ahora comprendía perfectamente su dolor, su sufrimiento. Ahora ni yo mismo sabía cómo se mantenía en este mundo. Jamás vi a nadie aferrarse a su vida de esa manera, quería vivir y si seguía resistiendo de esa manera lo lograría, al menos era lo que esperaba.

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