-¿Cómo te sientes Katrina?- Pregunté mientras terminaba el emplasto de plantas medicinales para su dolor en la espalda.
-Estoy bien- Contestó, era dulce su voz, suave y muy delgada. Ella era de piel muy blanca, de cabellos platinado y ojos verdes. Parecía albina- Aradia, hermana. Ayúdame a volver al cielo, por favor.
-Yo no puedo hacer eso Katrina, no poseo el poder, ni la fuerza. La única manera es recuperando tú ala y no tenemos ni idea de dónde está- Su semblante cambio a uno de tristeza absoluta
-Sabes lo que le sucede a un ángel al pasar mucho tiempo en el mundo mortal, lo sabes.
-Lo sé, lo sé Katrina, pero te prometo que no te va a suceder. Volverás al cielo, te prometo recuperar el ala- Acaricié su beso rostro, era hermosísima. Una de las más bellas que había visto en mis eones de vida. Ella me sonrió de manera amable- ¿Por qué no descansas? Yo hablaré con el padre Constantino- Asintió sin decir nada.
Después de dejarla fui con el padre y lo traje hacía Katrina, también tomé algo de ropa le cubrí el cuerpo y la subimos al auto, ella padecía de mucho dolor, soltaba gritos de desesperación de vez en cuando. Tomé algunas de mis plantas medicinales y le hice un emplasto en su herida, eran hierbas de diferentes lugares sagrados alrededor del mundo y eso la calmaría por unas horas. Sin embargo, el dolor regresaría y sería, quizá, mucho peor. Los Ángeles caídos que no era expulsados y caían bruscamente a la tierra sufrían diferentes cambios si no regresaba a su hogar, su divinidad desaparecía, a sus alas se les caían las plumas, perdía la memoria de su estadía en el vergel celestial y por último en poco días envejecen y morían como ancianos. Era una metamorfosis dolorosa y poco triste para el ser angelical. Si Katrina no recuperaba su ala posiblemente su dolor fuera tres veces peor. Realmente yo no creía que Lucifer fuera quien la hizo caer, si venía del cielo posiblemente fuera enviada por Miguel lo cual me hacía dudar de su palabra, pero en sus ojos vi mucha seriedad cuando acuso a mi hermano. Además, por muy fiel que fuera un ángel a la palabra de la mano derecha de Dios no creo que fuera capaz de arrancarse así mismo su ala para complacer a Miguel. Tomé uno de mis grimorios de la biblioteca de mi apartamento y trate de buscar en él algo que me diera indicios de lo que le estaba sucediendo a Annia. Según recordaba sus ojos era de un color ámbar claro y cuando la vi está mañana estaban más oscuros, sus pupilas dilatadas y tenía hemorragia interna en el ojo izquierdo. Eso me dio un pista, posiblemente la tengan envenenada con Beleño Negro, esa planta estaba extinta o eso pensaba, la usaban las brujas de la edad media, el veneno no era conocido por la medicina por que es una planta que crece muy lejos, en las selvas de Asia, Europa y África occidental en las profundidades de alguna cueva y proviene del musgo brillante de las piedras donde no entra el sol. Provocaba hemorragia interna, vómito y cambio de color de piel. Tenía nicotinas tan fuerte como: Alcaloides Tropánicos, Hiosciamina, Escopolamina, Atropina y abundantes Flavonoides que provocan la muerte en sólo días. Aunque la epilepsia no coincidía con los síntomas, en la antigüedad precisamente la usaban para curar los ataques epilépticos, tampoco coincidían los desmayos. Había rentado un apartamento para quedarme en un edificio alto de la ciudad, las alturas me encantaba, me recordaban a mí hogar. Aquí tenía lo necesario y lo más importante, la infinidad de libros que había coleccionado en mis largos años de vida, algunos de hechicería y otros simplemente libros que me recordaban a mis vidas pasadas. A la larga lista de personas de las que me enamore en mi soledad. He sido la primera bruja de la humanidad y en el año 659 A.C conocí al que para la humanidad fue EL PRIMER FILÓSOFO PENSANTE Tales de Mileto, él trataba de darle explicación al origen de la vida, el universo y la humanidad. Me parecía un mundano tan interesante que lo observe durante muchos años, pero luego hizo lo que todos, se llenó de orgullo y arrogancia tratando de presumir saber más que cualquiera, fue mi primera desilusión. Después conocí a un hombre que trataba de sobresalir con sus inventos revolucionarios Aristóteles un hombre con mente abierta a todo lo que se le pudiera encontrar lógica, una gran pérdida para la humanidad. Después fui gran amiga del líder político y militar del gran imperio Romano Julio César y aunque no está en los libros de historia yo le ayude a conquistar las naciones, luego de eso, ya no me necesito más, era un grandísimo patán y quiso pasar por encima de mí mandándome a la horca y eso no le salió tan bien, le costó un imperio entero meterse con la hermana del Diablo. Pobrecito, ahora está revolcándose en el infierno. Fui amante de Safo Mitilene una discípula a la que Platón llamó la décima musa por sus increíbles poemas. Y me enamoré perdidamente de una bruja llamada Eva, aunque al principio fue mi discípula me superó rápidamente, ambas hicimos el libro de hechicería más importante para el mundo, pero luego ella me traicionó y tuve que asesinarlas.
Pov's Annia.
-Annia, ¿Estás bien?- Preguntó Samirah, estaba en el baño vomitando pero esta vez no era la baba de color negro, ahora era sangre.
-Dame un segundo- Logré decir entre gemidos, sentía la garganta respingona, baje la tapa del retrete y tire de la cadena, fui al espejo y moje mi rostro. Me costaba respirar, abrí la puerta y Samirah me esperaba del otro lado.
-¿Estás bien?- Preguntó de nuevo, fui a mi cama y me senté en el borde- Anni te veo muy mal y estabas vomitando de nuevo, yo creó que es mejor que llamemos a Horacio. Me preocupa porque mi tía no está.
-Horacio está en la universidad, y no me va a pasar nada, la medicina que me mando la doctora me está haciendo efecto.
-Se nota que te ha servido mucho- Dijo sarcástica- ¿Y Silvana?.
-No vas a llamar a nadie, voy a estar bien, tú no te preocupes- Ella me miró no muy convencida y luego salió de mi habitación enojada. Samirah tenía un genio del carajo.
Fui al closet tomé mis lápices para dibujar y el block, quería dibujar. Hoy era Lunes, mamá estaba trabajando y yo estaba en casa con Samirah porque no había tenido clases. Empecé a trazar las líneas en la hoja en blanco y a dejar que el lápiz hiciera su trabajo. La medicina que me había mandado la doctora Oriana me sirvió para calmar los mareos y quizá los desmayos, sin embargo, el vómito y la debilidad persistía, me costaba respirar y me sentía muy débil a veces. Primero vomitaba la baba maloliente, ahora era sangre de un color rojo oscuro. Realmente no quería volver al hospital, así que lo dejaría así mientras el próximo chequeó, mañana debía volver a la universidad y me sentía feliz de recuperar un poco mi vida, tenía las esperanzas puestas en que pronto volvería todo a la normalidad, o al menos, eso pensaba. Los últimos días habían sido los peores de mi vida. Ayer en la iglesia tuve un encuentro con una mujer en la oficina del padre Constantino y un extraño Deja Vu me invadió cuando la vi, se me hizo muy conocida, aunque no logrará ubicar dónde la había visto. Al lápiz con el que estaba haciendo el sombreado se le quebró la punta, así que me levante de nuevo de la cama y fui a buscar un sacapuntas del cajonero de noche, pero unos cuadernos de dibujo que tenía se cayeron haciendo que todo se abrieran en medio de suelo. Me agache para recoger el desorden, los apile cada uno de nuevo en su lugar y me detuve en uno de los dibujos. Sabía que la había visto en algún lado, tomé los libros de nuevo y abrí página por página pasando por los dibujos de la mujer. La chica que vi en la oficina del padre es la misma que retrató en mis hojas de block. La tenía en muchas formas, pero la gran mayoría de veces la dibujaba con unas grandes alas en su espalda. Ella quizá sabía lo que me había ocurrido hace cinco años y posiblemente si la encontraba también encontraría al hombre que dibujaba junto con ella. Recapitule en mi cerebro y trate de recordar si en algún momento hace cuatro años la vi en algún lugar o si crucé con ella en la calle, pero no, sólo logré que una vez más, (como en otras ocasiones) me doliera la cabeza. Era como si mi subconsciente recordará cosas que mi consciente no hiciera. Como si los recuerdos que perdí estuvieran guardados en un rincón de mi cerebro donde no podía entrar. Aunque ahora tenía una ventaja, la chica de mis dibujos y el reverendo que mi madre frecuentaba tenía que tener algunas respuestas. Me sentía un poco débil para caminar, pero aún así tomé la decisión de ponerme de pie, tomar mi gabardina y salir de mi habitación para dirigirme a la parroquia. Samirah podía quedarse sola unos minutos, además hacía tarea del colegio. Salí sin decirle y tomé un taxi en la calle. La iglesia era muy conocida. Desde que mi madre iba a la iglesia yo sólo había cruzado dos o tres palabras con ese padre, su nombre era Constantino y lo sabía porque en una ocasión hace más o menos un año vine a restaurar una pintura. Nunca me sentí cómoda dentro de las iglesias. Dios y yo definitivamente estábamos peleados hace mucho. Yo sabía que existía un Dios todo poderoso que gira en torno de lo que hoy somos, sin embargo, en lo personal no le tenía mucha fe a él. Baje del vehículo cuando llegue y vi que las puertas estaban medio cerradas, sólo había una pequeña rendija, mire hacía dentro y las velas estaban encendidas.
-¿Hola?- Pregunté a la nada, solté un suspiro y seguí por el pasillo hasta llegar a la puerta que guiaba a su oficina.
-Señorita Wilson- Di un pequeño brinco del susto, me lleve la mano al pecho y me gire- ¿Cómo entro?- Preguntó el padre.
-La puerta estaba abierta, am...- Tragué saliva- ¿Hice mal?- Él negó amablemente- Vine ayer con mi madre y me pidió que fuera a su oficina por lo papeles de confirmación de Samirah, había una mujer allí y se me hizo muy conocida, mire- Le mostré los dibujos de ella- La he dibujado por años, casi desde que perdí la memoria, esperaba encontrarla de nuevo- Tosí un poco, sentía que respiraba con dificultad. Aún así lo disimulé.
-Aradia- Susurró lo suficientemente alto.
-¿Ese es su nombre?- Pregunté, tosí tres veces más.
-¿Está bien?- Me preguntó, asentí, me cubrí la boca y que otra vez tosía sangre.
-Annia- Escuché mi nombre, me giré para mirar de donde provenía la voz, era la mujer y venía con una chica de cabello blanco y ojos azules. Tosí de nuevo, está vez me estaba empezando a hiperventilar.
-Sabe mi nombre, significa que me conoce- Empecé a esparcir más sangre. Ella se acercó a mí.
-No estás bien- Me dijo, luchaba por obtener un poco de aire para mis pulmones, de mi boca salió un gran chorro de sangre que cayó en su cuerpo. Mis pies fallaron, entonces ella me sostuvo de los hombres- Annia mirame, mirame.
-Hay que llevarla a un hospital, rápido- Fue lo último que escuché decir antes de desmayarme.
...
-Su hija se está muriendo, señora Alexandra - Fue lo primero que escuché cuando, poco a poco, empecé a despertarme, mantuve los ojos cerrados. Mi madre sollozó- Sus pulmones se están llenando de sangre, las convulsiones son peores y en cualquier momento su cerebro colapsará haciendo que quede en coma y quizá nunca despierte- Abrí mis párpados y miré a mi madre llorando- La ciencia ha hecho todo lo que ha podido, ahora le recomiendo que rece mucho.
-¿Cuánto tiempo?- Preguntó.
-En cualquier momento puede irse, en un ataque de epilepsia o en un desmayos- Ella giró su mirada a mí y se limpio rápidamente sus ojos.
-Hija- Su voz quería sonar firme, pero no lo logro, tomó mis manos y besó mis nudillos- Todo va a estar bien- Sonreí en mis adentros, qué mentira más hermosa ¿hasta dónde podrían llegar las mentiras de una madre para que su hija no sufriera?- La doctora dice que te buscarán una nueva medicina- Evidentemente ella no sabía que yo había escuchado todo, asentí. Tenía una sonda por la boca ésta sacaba el líquido de mis pulmones, me inyectaban suero y tenía oxígeno en la nariz. Estaba algo mareada- Hoy te dio un ataque, tuvimos mucha suerte porque estabas con tu amiga y ella te trajo al hospital- ¿Amiga?¿Esa mujer me trajo al hospital? Mamá acarició mi rostro.
-¿Dónde está ella?- Pregunté con dificultad, no se me entendía bien por la sonda en la boca.
-Está afuera, ¿quieres que entre?- Asentí. Ella salió de la habitación dejándome sola, sentía mucho dolor en el pecho, un dolor tan grande y agudo que era como si alguien me pusiera un bloque gigante de concreto en el tórax, quise sentarme así que lo hice con mucho cuidado. Unos minutos después la mujer entró y me miró.
-Hola- Habló- ¿Cómo te sientes?- Bien, si no contabamos el hecho de que me estaba muriendo.
-Hace cinco años tuve un accidente donde perdí la memoria de 4 meses completos de mi vida- Tomé aire para respirar mejor, hice una pausa mientras me recuperaba- Yo sé que tú me conoces, te he dibujado durante años y sigues siendo la misma- Tosí un poco, sus ojos verdes se encharcaron de lágrimas, pero no derramó ninguna. Se sentó al lado de mi cama- Por favor, por favor- Le supliqué- Merezco la verdad, me estoy muriendo- Ella asintió mientras acariciaba mi cabello.
-Tienes razón, mereces la verdad.
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