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Capítulo 13

Desperté. Desperté en un lugar que no conocía y no recordaba haber estado. La luz del sol entraba por las grandes ventanas de cristal y sentí un terrible dolor de cabeza, no recordaba nada y el último recuerdo que mí cerebro procesaba era el de estar en el hospital. Las sabanas eran de terciopelo blancas, las almohadas de algodón. Todo tenía un decorado colonial, estilo Victoriano. Sentí un terrible dolor que me penetro todo el cuerpo, me dolía siquiera moverme, sentía que si lo hacía me lastimaría. Tenía mareo, un mareo horrible. Puse un pie fuera de la cama y me levanté con sumo cuidado. Avance pisando con mis pies descalzos el suelo de madera, hacía un frío terrible, abrí cuidadosamente la puerta sin hacer mucho ruido, realmente tenía miedo, no sabía ni siquiera dónde estaba, ni cómo había llegado aquí, así que podía estar en casa de cualquier perfecto desconocido. Todo estaba en silencio total, así que avancé por el pasillo corredizo hasta llegara unas escaleras de mármol. Baje lentamente prestando mucha atención a mi alrededor, tuve un extraño Dejá Vu, yo había estado aquí antes. Al llegar al vestíbulo asomé mi rostro por una de las tantas ventanas y en ese momento descubrí dónde me encontraba. La mansión abandonada, que no parecía tan abandonada realmente. Ahora estaba restaurada y parecía otra. Un rayo de luz del sol asomó por entre las nubes y me dió directamente en la mejilla, de inmediato sentí como si me hubieran puesto una cuchara caliente. Me aleje del sol de inmediato, me hice a un lado asustada. Expuse mi mano y sentí la misma sensación y ví como mi piel se ponía de un color rojizo intenso. Fruncí el ceño levemente, ¿Cuánto había estado durmiendo? ¿Qué me sucedió mientras estaba inconsciente? ¿Por qué estaba en este lugar, apartado? ¿Por qué el sol me quemaba tan fuerte? Pase corriendo huyendo de la luz y me resguarde de nuevo en las escaleras. Me senté allí a pesar, mientras veía como el sol de escondía poco a poco. No sentía miedo, bueno, quizá sí, tal vez por encontrarme en un lugar completamente desconocido. Pero, en vez de entrar en pánico decidí mantener la calma. No era tan malo, al menos eso quería pensar. Escuché pasos abajo de mí, por un momento me mantuve en silencio completamente rígida en mi lugar. Pero lo pasos se sentía un poco lejos. La mansión era muy grande como para recorrerla yo sola, mi primer instinto fue salir corriendo escalones abajo y esconderme debajo de ellas. Mi corazón palpitaba a mil por segundo y mis manos empezaron a temblar. Escuché voces, voces lejanas. Empecé a sentirme mareada y las ganas de vomitar volvieron, sólo rogaba que no terminará desmayandome. La puerta principal se abrió de par en par, contuve un pequeño grito. Al frente de mí se encontraba Aradia alguien venía detrás de ella, era un hombre si no me equivocaba. Él estaba cerrando a puerta, al girarse y encontrarse de frente de forma indirecta conmigo lo conocí al instante. Era el hombre que solía dibujar, el que había retratado por años y el mismo que mantenía mentido en mis pensamientos. No me equivoqué al imaginar que Aradia lo conocía. Yo sabía desde el instante en el que la ví ir ella tenía la respuestas a todas mi preguntas. A las preguntas que me había hecho desde hacía cinco años, desde que mi memoria se había perdido. Ella subió las escaleras acompañada del hombre, al sentir que estaban lo suficientemente lejos, salí y a pesar de que quería quedarme. Solo pude correr, primero porque no sabía por qué me habían traído aquí y segundo, a pesar de todo ellos eran una desconocidos. Abrí la puerta y la cerré rápidamente al sentir los quemones del atardecer.

-Annia- Escuché mí nombre, me giré lentamente y lo ví frente a mí al final de las escaleras de mármol- ¡NO TE ACERQUES A SOL!- Exclamó él. Empecé a sentirme mareada y solo ví todo borroso antes de desmayarme.

...

-Te lo explicaremos todo- Dijo Aradia mientras me ponía en las mejillas una especie de crema hidratante- Esto ayudará con tus quemones- Asentí brevemente- Ven, vamos- Me indicó incitándome a poner de pie, ambas salimos de la habitación y avanzamos por el pasillo hasta llegar a una puerta más al fondo. Adentro estaba ese hombre, se encontraba sentado detrás de un escritorio. Era una biblioteca- Hermano, trata de explicarle todo de una forma muy calmada- Él asintió. Ella giró y me miro- No te preocupes estaré afuera- Y sin más, simplemente salió dejándome ahí. El hombre me miró un buen rato, me miró con algo que no pude identificar.

-Siéntate, por favor Annia- Me dijo, su voz sonaba igual a como pude imaginarla. Yo tuve que haber sido muy cercana él, de otra forma, jamás mi subconsciente lo recordaría tan bien. Caminé de un forma exageradamente lenta y me senté en el sillón al frente. Él se acercó y sentó justo al frente de mí, estiró su brazo y acaricio mis quemaduras en el rostro- Discúlpame, no debí dejar que te despertarás sola.

-No fue tu culpa- Contesté- Nosotros nos conocíamos antes ¿Cierto?- Él sonrió- Yo te he dibujado por años literalmente, tengo cuadernos enteros con retratos tuyos y de Aradia- Asintió brevemente.

-Sí, no conocíamos. No solo eso, también te he amado todo este tiempo- Fruncí literalmente el ceño.

-¿Cómo puedes amarte si ni siquiera me conoces?- Pregunté.

-Te equivocas, te conozco. Te conozco desde que eras una niña, desde que naciste. Estuve contigo cuando tu padre murió, cuando tuviste ese fatal accidente y tu hermana Ariana murió, también cuando Karina murió. Así ha sido siempre.

-Yo... Yo no recuerdo nada, es muy frustrante.

-Lo sé- Él estaba nervioso, podía percibirlo- Es por que yo te robe tus recuerdos.

-¿Disculpa?- Me puse de pie y lo miré- Eso es imposible.

-¿Tan imposible como que te roben el alma?- Preguntó, fruncí el ceño.

-¿De qué me estás hablando?.

-Todo lo comprenderás a su debido tiempo, no quiero que te mortifiques por ahora- Yo... Yo realmente no estaba entendiendo nada de lo que me decía- No eres mi prisionera en está casa Annia, eso que te quedé muy claro. Puedes disponer de ella cuando desees. Las persianas y ventanas mantendrán cerradas por el sol y por tu seguridad. Después de explicarte todo si deseas volver a tu vida yo mismo te llevaré.

...

Miré la oscuridad de la noche, la luna menguante y la poca luz que daba al jardín. Tenía hambre, aunque no quería verle la cara a él o a Aradia. Todo fue tan explosivo he intenso, tan surreal que me costaba muchísimo creerlo. Yo jamás creí en un Dios o en un Satanás. Jamás me preocupo el cielo o el infierno. Sí le tenía miedo a morir pero nunca creí en nada de eso. Me lo explicó todo, me dijo que había estado enamorada de él, me confesó que me había borrado mis recuerdos y ahora estaba a punto de morir porque me habían robado un pedazo de mi alma. Al principio no lo creí, por supuesto que no, nadie en su sano juicio creería semejante barbaridad, pero algo me decía que tampoco me estaba mintiendo. Hay fuerza más allá del entendimiento humano y él era una de ellas. No dejo de decirme que me amaba y por eso debía esforzarme y quedarme aquí, sólo mientras lograban descubrir como sacar el trozo de alma que se había quedado atascado en el limbo. Me explico que el sol me quemaba por mi falta de alma y aunque al principio entre en pánico pensando que me volvería cenizas como en las películas de vampiros, me tranquilizó diciéndome que no pasaría eso. El sol si me quemaría, me dejaría la piel irritada y de color rojizo, me dolería muchísimo pero no me haría cenizas. Aradia era un arcángel caído. Katrina era un ángel de la muerte y cuando le pregunté que era él no me quiso contestar, evitó mi pregunta y sólo se limito a responderme otras cosas. Yo no comprendía como pude haber estado enamorada de él, no es que fuera imposible, pero no sabía en qué momento había resultado enredada en toda esta telaraña. Todo el asunto era muy frustrante, yo ni siquiera asimilaba lo que estaba sucediendo, no sabía cómo tomarlo o cómo debía actuar ante está situación. Cerré los ojos y trate de recordar, trate de hacerme a la idea o un recuerdo. Todo era sombras en esos cuatro meses, mi último fue haber estado en esta misma casa en Halloween, era lo único que recordaba. Me aleje de la ventana y me acosté de nuevo en la gran cama, me eche debajo de los cobertores y me quedé allí mirando hacia el techo. Me sorprendió mucho, no había polvo o pequeñas telarañas, parecía todo demasiado limpió. Cerré mi ojos y trate de imaginarme amando a ese hombre de ojos azules tan penetrantes y enigmáticos. En algún momento de la noche me quedé completamente dormida y me desperté por una sensación de estar siendo observada. Abrí mis ojos poco a poco y eche un vistazo a la oscuridad que envolvía la habitación y en la esquina más oscura descubrí una figura mirándome. Sus ojos se veían rojos, rojos como el carbón encendido. Un miedo inexplicable de instalo en lo más profundo de mi interior, mis manos empezaron a temblar y sentía mi corazón palpitar desesperando. En un parpadeó, la sombra gris estaba encima de mi cuerpo, empecé a forcejear con él y al tenerlo tan cerca pude ver su aspecto, tenía unos pequeños cuernos que sobresalían de su frente, su piel era escamosa, tenía unas grandes uñas negras y sus dientes era afilados, casi como colmillos. Sus mano la se cerraron al rededor de mi garganta y empezó a obstruir el paso del aire. Mis pulmones querían reventar, estaba entrando en pánico porque veía como él absorbía algo de mí. Estiré mi brazo tomé la lámpara de la mesa de noche y se la estalle contra la cabeza. Pude salir de su agarré, salté de la cama, abrí la puerta y corrí por el pasillo corredizo. El demonio o lo que fuera esa cosa apareció al frente de mí sin darme cuenta. Me tomó de los hombros y me estampó contra la pared, me tomó del cabello y empezó a darme contra la madera, todo empecé a verlo borroso por los fuertes golpes. No sentí nada de un momento a otro, me deslice por la pared hasta quedar sentada en el suelo, todo estaba demasiado borroso.

-Así que eras tú- Su voz era de ultratumba- Te atreviste desafiarme.

-Mi señor.

-Ahora si soy tú señor, hace un momento no parecía que fuera así- Giré mi rostro hacia el frente, lo veía un poco más claro. Oprimí un grito al verlo frente a mí. Su aspecto era completamente diferente. De su espalda salían dos enormes alas similares a las de un murciélago, tenían su misma forma, sin embargo, eran emplumadas, pero un plumaje afilado como dagas adornadas de color negro, en la curvatura de cada una de sus alas sobresalía unos pequeños cachos. Sus uñas se alargaron, su piel empezaba a ser escamosa y de color rojizo. De su frente salían unos grandes cuernos, como los de una cabra, hacía abajo- ¿Quién te envío a herirla?- Preguntó y al no escuchar una respuesta se enfureció aún más- ¡QUIÉN TE ENVÍO!- Exclamó. Yo estaba en estado shock absoluto.

-Anni- Katrina vino hasta mí y me ayudó a poner de pie- Agramón ¿Cómo te has atrevido?- Le preguntó.

-Sácala de aquí- Le dijo, Katrina empezó a caminar guiándome fuera de ese lugar, me dolía el cuerpo y la garganta. Pase por el lado del demonio su mirada me penetró hasta lo más profundo de mi ser, me daba miedo solamente mirarlo. Todo fue muy rápido, sólo lo ví corriendo hacia mí, me golpeó potente mente haciéndome elevar por los aires. Traspase la ventana que estaba detrás de mí y caí en el jardín trasero de la mansión. La luz del amanecer me daba directamente y empecé a sentir como me quemaba. Solté un desgarrador grito de dolor, el dolor que sentía por el impacto me impedía moverme. Mis lágrimas cayeron, el dolor era más que insoportable, era casi agonizante. Una sombra se alzó arriba de mí cubriéndome de la luz, sólo terminé desmayándome.

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