Capítulo 12
-Las plumas- Me dijo Katrinia, ella estaba mirando a Annia mientras dormía, fruncí el ceño y la miré.
-¿Qué?- Pregunté.
-Le quitaron las plumas- Me acerqué a ella y le miré la garganta, por eso estaba empeorando.
-Mierda- Susurré. Katrinia le tomó la mano y entonces, sus ojos se pusieron en blanco, estaba teniendo una visión. Me quedé ahí esperando que terminará, ella tenía la respiración acelerada y los ojos se le encharcaron de lágrimas.
-El ritual se debe hacer hoy, Lucifer. Sino, mañana a la media noche ella morirá- La piel se me heló, una escalofrío me pasó por la columna y sentí unas terribles ganas de vomitar.
Annia estaba acostada en una cama de las tantas habitaciones. Sus venas negras ahora estaban muchísimo más notorias y su piel parecía la de un fantasma, blanca completamente y con semicírculo abajo de los los párpados. Su cabello rubio castaño se le estaba cayendo y su cuerpo era muy delgado. Acaricié un poco su cabello, lo pasé por mis dedos y me quedé unos segundos ahí. Las plumas en su cuello no estaban, eso la estaba debilitando. No habíamos hecho el ritual porque su cuerpo estaba muy débil para soportarlo, y lo que hacían las plumas era cargarla de fuerza vital para fortalecerla. Sin ellas, se iba debilitando más con cada segundo y su cuerpo físico se iba acabando. Su pecho subía y bajaba con algo de dificultad y su respiración podía oírla muy clara. No sé qué haría si llegase a perderla, si por alguna razón no pudiera salvarla, no podría perdonarme, no podría siquiera vivir con mi existencia si por alguna razón ella muriera por mí culpa. ¿Qué pasaría cuando se abracen el amor y la muerte? ¿Se muere el amor y se enamora la muerte? En ese caso, la muerte moriría enamorada y el amor amaría hasta la muerte. He sido testigo de quienes lo han perdido todo por amor y aunque al principio me parecía muy estúpido, ahora soy yo quien está apunto de perderlo todo por ella. Lo daría todo, mi inmortalidad, el infierno, mi divinidad, mi corona como el rey, lo cedería todo, incluso, lo que no poseo. Cruzaría el averno, el purgatorio y hasta viajaría al vergel celestial, todo, si con eso me aseguraban que estaría a salvo. Me puse de pie y camine fuera de la habitación. La tensión entre Katrinia y yo había bajado considerablemente, ya no nos tratábamos como perros y gatos, aunque ella aún se negaba a volver a Infierno, no la presionaría, dejaría que sola, se diera cuenta cuál era su verdadero hogar. Baje las escaleras de mármol, cruce el vestíbulo y baje los escalones de concretó, me introduje en el auto y empecé a caminar. Aradia y la chica estaba con el Padre Constantino, debía avisarles que el ritual sería hoy, debía hacerse hoy corriendo el riesgo de que Annia perdiera la vida en el proceso. Yo no estaba dispuesto a arriesgar su vida, pero viendo la circunstancias debía actuar lo más rápido porque cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día y semana era un día menos sin alma y más al borde de la muerte. No sabíamos bien donde estaba su alma, yo quería creer que estaba resguardada en el infierno, aunque tampoco estuviera seguro. Últimamente no estaba seguro de nada de lo que tuviera que ver con ella. Me introduje en el tráfico y fije mi rumbo hacia la iglesia. Aradia lo había hecho bien, dijo que le había borrado la memoria a todos sus conocidos y por ahí derecho estuvo buscando las páginas del το βιβλίο των νεκρών. Era una libro demasiado antiguo, creado por la primera bruja de la humanidad, o sea mi hermana. En sus adentros habían runas jamás antes vistas, hechizos que ni quiera Aradia, Miguel, Dios o yo podíamos romper. Secretos de la humanidad que aún se desconocen, las verdades sobre los Demonios, Ángeles, Arcángeles, incluso yo. Aradia lo había hecho con la intención de mantener a salvo a los mundanos, pero al ver su codicia y avaricia decisión dárselo a la hermandad de la que era participe la cazadora. Hace algunos años, me enteré que páginas se ese libro se perdieron. Ahora vagan al rededor del mundo cualquiera puede tenerlos. Aparque el auto y salí. Subí los escalones de las escaleras y me dirigí directamente a la oficina del padre Constantino. Al abrir la puerta me encontré de frente con una mujer de cabello café y unos penetrantes ojos amarillos. Su cuerpo estaba cubierto por algunas runas y sostenía un libro en las manos.
-Lu- Me llamó Aradia, giré mi rostro hacia mi hermana. A la mujer la conocía, su aura desprendía algo conocido.
-Hola, Aradia- Saludé- Vine porque el ritual debe hacerse hoy.
-¿Qué?- Preguntó- No, Annia aún está muy débil- Intervino la mujer y si mal no lo recuerdo en algún momento Aradia la llamo Ana.
-Y lo está aún más, alguien le robo las plumas que le daban fuerza- Contesté.
-No, hermano, no haré el ritual arriesgando a que muera- Respondió mi hermana.
-De todas maneras morirá si no lo hacemos. Katrinia tuvo una visión y morirá mañana a la media noche- Las dos mujeres abrieron brevemente su boca- Te lo suplico Aradia, debes hacerlo, tiene dos opciones y en la dos ella muere.
-Anais, ¿Qué piensas tú?- Le preguntó Aradia.
-Yo no lo haría, ella está muy débil. Pero si es su decisión está bien, aunque no me hago cargo de las secuelas que esto traiga.
-Házlo.
Pov's Aradia.
-¿Las tres estamos listas?- Preguntó Anais, miré a Anaciel y asentí- Bien... Son tres lugares en los que debemos buscar Purgatorio, Limbo y Averno. No sabemos con exactitud dónde está el alma de Annia pero debemos buscarla. Puede que incluso este dividida en esos mundos- Nos tomamos de la mano y cerramos los ojos- La protección.
-Antes de iniciar- Interrumpió Miguel- ¿Podemos ayudar en algo?- Preguntó.
-La casa se convertirá en una portal entre los mundos, no dejen que nadie pase la barrera. Cualquier espíritu demoníaco podría poseer su cuerpo y hacerse pasar por ella- Explicó Anais- No dejen que nadie cruce por el limbo o el purgatorio y mucho menos que entren demonios del infierno- El asintió y salió de la habitación cerrando la puerta, no volvimos a tomar de las manos y cerramos los ojos- La protección.
-Invoco ignis, aer, aqua, terra. Auxilio locus nulla non ingreditur sine licentia vel foliorum- Repetimos Anaciel y yo al unísono, estábamos lanzando un hechizo de protección.
Había un pentagrama dibujado en el salón y en el centro del dibujo se encontraba el cuerpo de Annia. Habían cuatro espejos atrás de nosotras, los espejos eran entradas a otras dimensiones y agua, el agua era un elemento de la naturaleza y ayudaba a neutralizar las entradas, cada una tenía una cuerda amarrada en el dedo meñique de la mano izquierda, así, no correríamos el riesgo de que ninguna de las tres nos perdiéramos, era una especie de ancla para todas. Aunque no me gustaba para nada la idea Anaciel y yo unimos fuerzas para lanzar tres hechizos que esperábamos protegieran el cuerpo y el lugar. Ella y yo no podíamos ser poseídas por ningún ente demoníaca, así que estábamos parcialmente a salvo. Anais en cambio, a pesar de su maldición seguía siendo mitad humana y eso, precisamente era lo que buscaban los demonios. Así que el primero lo lanzamos a nuestros cuerpos, por qué el segundo que era el que acabamos de hacer era para proteger la habitación y por si a caso, un último hechizo para proteger la casa. Si algo salía mal no correría el riesgo de que algún espíritu enfadado, demonio, alma atormentada o fantasma maligno saliera de este lugar. El hechizo de la mansión era simple pero efectivo, habíamos esparcido tierra santa en ventanas y puertas, habíamos cerrado con hechizos usando elementos de la naturaleza y Ana había hecho runas de retención en cada esquina, pared, vestíbulo y suelo de la mansión, por último, ella sello todo con un poco de su sangre de demonio, la runa así, se volvía irrompible. "Frequenter et reverenter Hagae Comitis de viribus invocato a nobis petere ut nobis concedas transitum" Susurramos las tres, la temperatura en la habitación disminuyó considerablemente y el frío empezó a azotar nuestros cuerpos, abrí un poco los ojos y vi neblina en todo el lugar. Cerré de nuevo los párpados, "Complexus inferno sunt intra limbo extra purgatorium animarum" Empezaron a escucharse lamentos, gritos desgarradores que se escuchaban en todo el lugar, pequeños susurros que confundían a cualquiera. Sentí un escalofrío en mi columna vertebral y sentí como un roce me pasaba por el hombro. Los espíritus habían cruzado. "Nos paenitet de input vis quod liberum arbitrium nostra" Abrimos los ojos, todo estaba oscuro y las velas se habían apagado, el lugar casi no se veía por la espesa niebla y el cuerpo de Annia estaba elevado por los aires a unos dos metros del suelo. Asentimos y cada una entro a un espejo. Todo era gris y di un respingón al ser recibida por desgarradores gritos que quebrantaba el alma más valiente. El limbo es un lugar donde reciden las almas que mueren en pecado original, pero no están condenadas al infierno. Era literalmente el borde de un ricos, pero donde hacia demasiado frío. Limbo proviene del latín limbus que significa borde o límite, haciendo referencia al "borde del Infierno" Sus espíritus vagaban, lamentándose, llorando su propia muerte. Ahí es donde yo estaba. Habían mujeres y hombres. Normalmente los niños no era condenados al limbo, solo aquellos que morían sin ser bautizados, aunque sus almas eran tan jóvenes que jamás comprendían o diferenciaban si estaban en el cielo o en este lugar. Seguí caminando entre las almas, con cuidado de no alertar a ninguna y con precisión para no asustarlos. No veía al alma de Annia en ningún lado, seguí observando hasta que el borde del lugar, casi, diría yo a punto de tirarse estaba su alma. Me acerqué corriendo hacia ella, estaba cabizbaja y lloraba. Le toque el hombro, ella levantó su mirada y sus ojos café estaban completamente negros. Ella estaba sufriendo muchísimo, podía percibirlo. Saqué mis alas al descubierto, toque su espíritu y preparada para salir algo ocurrió, su alma estaba anclada, algo la retenía. Sentí un vacío en el estómago, algo estaba sucediendo, alguien quería cruzar por el espejo. Trate de hacer que viniera conmigo pero no lo conseguía, ella seguía completamente atorada. No tuve más remedio que dejarla, quería tratar de hacerla cruzar, pero no podía arriesgarme a que el espejo se rompiera y yo quedará atrapada, tampoco podía arriesgarme a que lo que sea que quisiera cruzar al otro lado lo hiciera. Seguí el hijo amarrado en mi meñique y salí de nuevo.
-Aradia- Me llamó Anaciel- Logramos sacar una parte de su alma del Purgatorio y otra del Averno.
-Annia está anclada al Limbo, trate de sacarla pero no pude. Hay algo que no la deja salir- Contesté.
-Debemos cerrar los portales ya, hay mucha carga de energía demoníaca- Dijo Anais.
-Yo no pude sacarla, pero si vamos juntas quizá podamos. Entren ustedes y yo me quedaré para que nadie pueda cruzar- Les sugerí, se miraron entre sí y asintieron. Mire el espejo que conducía al Averno, había una sombra allí, le daba manotazo al espejo con intención de quebrantarlo. Volví a sacar mis alas con la intención de intimidar aquella entidad. El tiempo pasaba y las chicas nada que volvían. Noté que los espejos empezaban a formar grietas- Mierda- Susurré, arrastré a Ana y Anaciel para que salieran. Ella alcanzaron a salir en el momento en el que el espejo se quebró haciendo que los vidrios volaran hacia todos los lugares. Cubrí el cuerpo de Anais con mis alas para que no se lastimara- ¿Están bien?- Pregunté. Asintieron.
-No pudimos sacar a Annia, es como lo dijiste, está atascada en el limbo, aquí el problema es porqué- Explicó Anais.
-Tenemos problemas- Agregó Anaciel llamando nuestra atención, ambas la miramos. Alguien había cruzado, un demonio.
-¡NO DEJEN QUE TOQUE EL CUERPO DE ANNIA!- Exclamó Ana. Ella sacó un látigo y trato de arremeter contra el demonio. Él soltó un gruñido feroz. Sus ojos se volvieron negros y en su rostro se notaron venas negras. Anaciel sacó al descubierto sus hermosas alas blancas, se alzó en el centro de la habitación.
-Nel nome del padre, del figlio e dello Spirito Santo, ti esilio. Qui non puoi entrare- Los ojos de Anaciel eran blancos y entonces, el demonio fue desterrado y todo se aclaró. El cuerpo de Annia seguía acostado a la mitad del pentagrama. Ella guardo de nuevo sus alas y ahora los ojos de Ana ya no era negros- ¿Crees que haya funcionado?.
-No lo sabemos. Esperemos a que despierte- Contesto Anais.
...
-Fue un gusto ayudarte, Aradia- Dijo Anais, sonreí.
-Te diría que que te debo un favor, pero tú me debes muchos- Ella río- De verdad muchas gracias, solo es cuestión de que despierte, ojalá sea pronto. Tú ya hiciste todo lo que podías hacer- Saqué una hoja vieja y desgastada y se la di- Es una hoja del Βιβλίο των nεκρών, yo sé porque lo estás buscando y espero que este a salvo contigo. La encontré en el hospital dentro del sillón de cuerina. Tú no merecías lo que te pasó y espero de todo corazón que puedas romper tu maldición, Anais- Ella asintió, me dio un pequeño abrazo. Se despidió y ví como se metía al vehículo y se alejaba poco a poco.
-¿Crees que haya funcionado?- Preguntó Miguel.
-Pues ojalá que sí.
-Esa mujer yo la conozco- Me dijo- Es única en su clase, creo que no ha existido nadie igual a ella. Padre la había escogido como su mano izquierda.
-Tienes razón Miguel, no ha existido ni existirá nadie como ella. Con Annia hemos visto lo que le sucede a un cuerpo sin alma. Sin embargo, mira Anais.
-Quizá un humano sin alma ya no se le considere humano, quizá sea un monstruo. Asrael trato de romper su maldición- Contestó- Pero no pudo, es una maldición demasiado fuerte.
-Ojalá que la hoja que le di le sirva de algo.
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