Extra 2- Axel
El hacha se hundió en el cuello del hombre que había tomado la estúpida decisión de desafiarla en combate. Axel no había ido buscando problemas, solo quería beber hasta olvidar el terrible día que había tenido y luego desmayarse en la cama incómoda que la esperaba en la habitación rentada por esa noche; claro, los planes cambiaban.
La noche había empezado acorde a sus deseos, y ella no vio nada malo cuando la invitaron a un partido de cartas en el cual le sería sencillo ganar dinero. El tipo; un idiota que debía de provenir de alguna tierra rica, si Axel se guiaba por su acento y falta de cuidado con su entorno; había sido un perdedor frecuente que la acusó de hacer trampas y la retó en una pelea cuando se sintió ofendido por las constantes victorias de la mujer.
La sangre salió a borbotones del cuerpo que yacía en el suelo, creando un charco rojo que machó el asfalto y uniéndose a las tantas huellas de muertes pasadas. Axel no se preocupó por eso. Limpió su hacha en las ropas elegantes del muerto y la volvió a colocar en su cinturón, girando para adentrarse en la taberna y subir las escaleras hacia su habitación. Estaba cansada y no quería más inconvenientes. Por supuesto, recogió su dinero antes; no iba a permitir que ninguna de esas alimañas se quedasen con su premio.
La habitación era un cuarto pequeño con una cama, una mesa con su silla y una puerta que daba al baño. Ella no necesitaba más. Tiró sus armas sobre la mesa y se desvistió sin mucho cuidado, dejando su ropa desperdigada en una esquina antes de adentrarse en el baño. El agua caliente limpió el rastro de sudor, suciedad y sangre que la cubría como una segunda piel, dejando solo el oscuro color natural bañado en cicatrices blanquecinas; la prueba absoluta de la vida que había llevado.
Aun goteando agua, salió del baño y se dejó caer en la cama, mojando las sábanas. Su cuerpo pedía a gritos un descanso, había estado trabajando demasiado en los últimos meses; ella sabía que no era más que un mecanismo se sobrecompensación para intentar huir de sus demonios internos, y eso solo la frustraba más. Para su desfortuna, su mente no parecía estar en la labor de darle el sueño necesitado.
Pensó en llamar a alguna de las putas del burdel que buscaban clientes en la taberna. Axel no solía necesitar pagar los servicios y hallaba mucho más excitante conquistar a sus amantes, pero había ocasiones donde el dinero era la vía fácil que le daba lo que quería cuando estaba demasiado cansada para esforzarse. No logró encontrar la voluntad para siquiera eso.
Cerró los ojos en un vano intento por dejar sus pensamientos fuera y mantener su mente en blanco, pero el encuentro que se había efectuado unos meses atrás volvía a su cabeza una y otra vez con fuerza. Odiaba no haberlo superado, y odió aún más cuando se vio sumida en una vívida recreación mental de los eventos. Se halló de nuevo parada en medio de aquel callejón, frente a ese hombre, discutiendo el mismo tema que los había cazado durante años.
—Veo que no has cambiado nada —dijo Alister, mirándola con detenimiento. Axel solo desvió la mirada, cansada.
—No entiendo por qué te sorprende —repuso ella, apoyando su peso en la pared de ladrillos mohosos.
—Pensé que la lección de hace años te enseñaría algo —Axel se tensó ante la mirada fija de Alister en la cicatriz que cruzaba su rostro, y la ira rugió en su interior. Todo su cuerpo se bloqueó para no abalanzarse sobre él y apretar su cráneo entre sus manos hasta romperlo.
—Tú, de todas las personas, no tienes derecho a hablar de eso —bramó Axel, apartándose de la pared y parándose imponente.
—Tienes tanta ira dentro —comentó Alister, con una casualidad tan ligera que Axel solo quiso poder matarlo en ese instante.
—Perdona por no andar festejando ante el recuerdo del hombre que violó y asesinó a mi madre delante de mí, y por no arrepentirme de haberle torturado hasta a la muerte —Las palabras surgieron como veneno por su garganta, y vio el instante en que Alister se tensó, pero eso no la detuvo.
—¿Y qué costo tuvo esa muerte? —preguntó él, en un rasposo tono dolido.
—Una cicatriz más en un cuerpo lleno de ellas. No es la gran cosa.
—Matarlo no te trajo placer ninguno —afirmó Alister con convicción, y Axel se permitió una sonrisa marcada de ironía.
—¿Qué puedes saber tú de eso? Si todo esto es así hoy en día, es porque tú tenías una deuda con él —Axel dio un paso al frente, ladeando la cabeza de forma lenta y peligrosa—. Tú sabías que él vendría y desapareciste. Todo fue tu culpa; y si hoy soy quien soy, es por eso.
—Tomé la mejor decisión que pude —rebatió Alister y Axel soltó una carcajada solitaria y bañada en tristeza.
—Una decisión de mierda, padre —sentenció ella. El ruido de fondo de la calle atrajo su atención, haciéndole recordar que estaba en Las Islas de las Sombras por negocios, no para reuniones familiares indeseadas—. Si eso es todo.
Ella giró sobre sus pasos, alejándose del hombre que alguna vez debió de haberla protegido, a quien su difunta madre declaró amar hacía demasiados años. Su cuerpo se detuvo ante el llamado de su nombre, ese que le había sido otorgado en su nacimiento, aquel escogido por la mujer que la dio a luz. El nombre de una niña que había muerto hacía demasiados años.
—Tu madre no hubiera querido que esta fuera tu vida —dijo Alister con pesar.
—Mi madre está muerta, y tú lo estarás también si vuelves a llamarme por ese nombre —afirmó ella, mirando por encima de su hombro hacia Alister, la rabia brillando en sus ojos con irises totalmente negros—. Mi nombre es Axel.
Axel volvió a abrir los ojos, encontrándose en la oscuridad de la habitación. No necesitó mirar hacia la ventana para saber que las nubes habían tapado la luna, pero casi lo prefería así. Allí, con las figuras que sus ojos encontraban en las sombras, podía permitirse recordar la felicidad de una infancia muerta. Había tenido que luchar y matar para sobrevivir cuando se vio sola en el mundo. Axel no se arrepentía.
Ella recordaba la primera vez que mató a alguien. Había sido apenas unos días después del asesinato de su madre. Axel estaba huyendo de la ciudad, escondiéndose para evitar que aquellos hombres la encontraran y terminaran lo que habían empezado; el hambre la llevó a robar pan de un puesto callejero y se escondió en un callejón para poder comerlo. Un hombre decidió que ella se veía lo suficientemente atractiva como para pasar una noche, aun si ella no lo consentía, y en su feroz defensa sus manos infantiles alcanzaron un hacha sin filo que alguien había dejado olvidada.
A veces, si se concentraba mucho en el recuerdo, podía evocar la sensación de la carne y el hueso cediendo ante cada golpe de la desafilada piedra lisa, y sus oídos se llenaban de los gritos que poco a poco se fueron apagando junto con la vida de aquel hombre; pero Axel ya no estaba tan segura. Había matado demasiadas personas, podía estarlo confundiendo con cualquier otro.
Algo bueno salió de ese evento. Un hombre la vio defenderse desde las sombras y decidió que ella tenía el tipo de fuego que él necesitaba. La acogió, le dio comida y un techo, y la entrenó en el arte de la lucha y el asesinato. Runaterra vivía tiempos oscuros, aprender esas habilidades era el mayor regalo que alguien podía hacerle a otro ser. Las personas le dieron su nombre, porque ella se negó a tomar uno, y su lista de muertos aumentó a la misma velocidad que el dinero en sus bolsillos. Nunca mató por placer, sino hasta el día en que volvió a verlo.
Se suponía que fuera un trabajo sencillo, pero cuando se reunió con el cliente, se vio frente a frente con el perpetuador de las tortuosas horas finales de su madre. Axel no sabía a cuántos mató esa noche para llegar hasta él, ni cuánto duró el enfrentamiento. Ni siquiera recordaba en qué momento le habían herido. Para cuando su mente volvió a conectarse con la realidad el hombre ya estaba muerto y desfigurado, ella estaba rodeada de los cadáveres de quienes habían sido los guardias de ese tipo, y una herida cruzaba su rostro. Matarlo no cambió nada, pero Axel admitía que se había sentido bien.
No volvió a matar por negocios después de eso. Se metió en otros trabajos ilícitos, y traficó con sustancias de variadas procedencias, pero sus hachas solo volvieron a tomar vidas cuando era necesario. Prefería ese estilo de vida. Viajaba más y era igual de peligroso, de todas formas su fama la precedía, pero de alguna manera la mantenía más tranquila.
Una punzada fuerte en su cabeza fue el indicador final de que debía de forzarse a dormir. Tenía un camino largo que seguir hacia Jonia si quería visitar a su tío, como ella llamaba al hombre que le había enseñado todo lo que ella sabía. Le resultaba increíblemente irónico que la persona que le enseñó cómo matar, hoy en día fuera el dueño de un hostal con bar que hacía de fachada para sus ventas de sustancias especiales. Axel no se quejaba, ella era su distribuidora por excelencia, así que ganaba mucho por eso.
El sueño no llegó, tal como ella temía, pero de alguna manera ella logró sumergir su mente en un letargo que le permitió descansar lo suficiente. Cuando la luz del día entró por la ventana, Axel se sentía menos cansada físicamente, aun si su mente seguía desvariando entre recuerdos. Se vistió con prisa y salió de la habitación, bajando a desayunar alguna comida asquerosa que servían siempre en ese tipo de establecimientos, antes de pagar por un transporte rápido que pudiera llevarla hasta el corazón de Jonia.
Contrario a lo que se pudiera pensar, Axel amaba el transporte público. La mantenía alerta debido a la cantidad de personas, y eso ayudaba también a camuflar más su presencia, pero estar rodeada de extraños también le daba una falsa sensación de seguridad anónima que ayudaba a que ella se relajara. Llegó más pronto de lo pensado a su destino, bajándose del vehículo con una propina hacia el conductor, antes de dirigirse dentro de aquel hostal que parecía un antro de mala muerte desde fuera. Y tal vez lo era.
—No esperaba verte tan temprano —comentó Joel, sonriendo con suavidad al ver la imponente figura de Axel adueñarse del ambiente interior del hostal, que estaba casi vacío a esa hora.
—Adelanté mi viaje un día porque el cargamento tuvo que ser movido de lugar. No me gusta cambiar el calendario, pero hay que adaptarse —respondió, dándole una palmada en el hombro al viejo hombre antes de aceptarle un trago de una bebida verde con fuerte sabor rasposo.
—Pareces desanimada —Los ojos de Joel siguieron cada gesto de Axel y ella se sintió desnuda ante su mirada. Joel nunca se había propasado con ella ni la miraba con lujuria, pero había algo en la intensidad de sus ojos claros que la hacía sentir expuesta. Parecía no poder mentirle ni esconder nada, y eso la asustaba.
—Han sido días difíciles —contestó Axel, restándole importancia, pero pudo ver la manera en que la mirada de Joel se agudizó. Él sabía que ella no le estaba diciendo todo; sin embargo, siempre había respetado sus límites, por lo que se limitó a asentir quedamente y dejar escapar un suspiro cansado.
—Puedes bajar y revisar lo que queda, así sabrás cuánto tienes que dejar del cargamento y lo que debo de pagarte —indicó Joel, continuando con su labor de organizar botellas y limpiar vasos, como si fuera algo importante.
Axel no preguntó ni dijo más, ambos se conocían lo suficiente como para saber que si alguno quisiera traicionar al otro, ya estarían los dos muertos. Descendió las escaleras hacia el sótano y abrió la puerta trampa hacia el subsuelo. Aquello parecía más alguna especie de bunker, pero la humedad y el frío ayudaban a conservar la mercancía con mayor calidad y Axel pensó que haber pasado tantos días trabajando en la construcción de aquello había valido la pena.
Retiró la capa de sus hombros y dejó sus hachas a un lado antes de iniciar el inventario. Necesitaba calcular cuánto habían vendido y qué tan rápido se había agotado cada cosa, así sabría cuál era la mayor demanda en el momento y podría dejar el material adecuado del cargamento. Era la parte tediosa de su trabajo, pero incluso como asesina a sueldo había tenido momentos particularmente aburridos. Trabajo era trabajo.
Dedicó varias horas al conteo de las cajas vacías y las cuentas necesarias, sin detenerse ni siquiera cuando Joel vino a traerle comida para reponer energías y una bebida que Axel agradeció. La noche se asomó de nuevo en el cielo para cuando ella tuvo todo en orden y terminó los papeles con los pedidos necesarios del cargamento. Su cuerpo dolía y añoraba poder moverse de nuevo, así que no fue extraña esa sensación de retención a medida que subía las escaleras, volviendo a colocarse su capa y tapando con ella sus hachas.
El olor etílico característico de los bares llenó sus sentidos, mientras la bulla de las múltiples charlas saturó sus oídos. Detestaba las multitudes, especialmente la de borrachos reunidos en un bar, pero beber en su habitación sola era deprimente incluso para ella y el silencio hacía que su mente tuviera espacio para pensar cosas que prefería no recordar. Inició su camino hacia la barra, dispuesta a pedirse lo más fuerte que tuvieran mientras esperaba al cierre para hablar con Joel, pero sus pies se detuvieron al captar una imagen peculiar en una esquina del bar.
Reconoció a los dos hombres involucrados: Vaux y Carrel, dos inútiles buenos para nada y sin ambiciones, pero con habilidades peculiares para asesinar. Solían ir por las presas fáciles, mujeres solas que tomaban hasta emborracharse para olvidar alguna pena; pero, de vez en cuando, preferían los retos. Si no lograban lo que querían, Vaux usaba sus ojos para conseguirlo.
Su habilidad era algo escalofriante. Axel detestaba a los mentalistas y manipuladores de cuerpos; había pasado demasiado tiempo entrenando entre hombres así para poder enfrentar ese tipo de magia y sabía lo desagradable que era estar bajo esas posesiones. Sin embargo, no fue eso lo que captó su atención.
Sus ojos se quedaron fijos en la figura menuda, pero con músculos marcados, que había enfrentado a ambos hombres y ahora mostraba una expresión contenta y arrogante. Axel recorrió su cuerpo con escrutinio, detallando cada curva, cada muestra de piel entre las telas, los ligeros mechones violetas que escapan debajo de la capucha, el brillo ansioso en aquellos ojos azul grisáceos que mostraban una emoción digna de un guerrero; esa que solo tienen aquellos que saben el efecto de la adrenalina en la batalla. Pudo ver las cicatrices que mostraban sus brazos, entrelazadas con estrías de un azul eléctrico y extensiones de tinta con forma de diferentes tatuajes. Axel sintió su boca secarse y su corazón palpitando en sus oídos.
«No puede ser», pensó.
Había escuchado sobre alguien así en alguna parte de Noxus, cuando los soldados borrachos contaban anécdotas de la batalla vivida y las negociaciones de paz posteriores. Hacía mucho que había aprendido a creer en lo que decían muchas personas, pues siempre había algo de verdad en sus palabras, pero se había mantenido escéptica con la existencia de la chica sobreviviente al poder de la Arcana. Ahora, allí, observando a aquella joven hacerle frente a los ojos de Vaux sin inmutarse siquiera, supo que se había equivocado al no creerle. Un noxiano no muestra miedo ni respeto por rumores. Axel debió de haberlo sabido.
—¡Basta ya! —gritó. No supo que la llevó a intervenir; sabía que la joven podía haber acabado con ellos en dos segundos y no le importaba lo que ocurriera con esos imbéciles, pero sintió la imperiosa necesidad de interferir…, de hacerse notar.
—Esto no es tu problema, Axel —espetó Carrel, girándose para mirarla a medida que Axel avanzaba en dirección a ellos.
—Lo hacéis mi problema cuando interrumpís mi tiempo de descanso con peleas estúpidas que obviamente vais a perder —rebatió Axel, su mano saliendo de debajo de la capa de cuero sobre sus hombros y desviándose hacia el mango del arma que colgaba del cinturón.
—¿Perder? —cuestionó Vaux, con incredulidad y diversión—. La chica ya es nuestra.
Axel no pudo más que preguntarse cómo dos hombres que vivían la vida luchando podían ser tan idiotas. Hacerlos retroceder no sería fácil solo con intimidación física, y Axel realmente los quería fuera de inmediato. No tenía interés en ellos, sino en llegar hacia la joven, en poder observarla de cerca para corroborar lo que su mente le gritaba que investigara.
No usaba la magia nunca; disfrutaba de la tensión de la lucha real, y cuando tenía que acceder a sus poderes su cuerpo quedaba agotado. No es que ella no entendiera que ese era el precio a pagar por usar magia robada. Ella había nacido como una humana normal, Joel la había ayudado a tomar ese poder de un mago al que Axel asesinó en uno de sus primeros trabajos. Le facilitó la vida, pero todo tenía un costo.
—La chica acaba de patearos el culo en tres segundo y no se ha movido de su posición de defensa pese a que activaste tus ojos. Es inmune a la magia y os va a reventar el cráneo, algo que no me molesta, excepto que hoy no estoy para tolerar vuestras estupideces —repuso Axel, sus ojos adquiriendo un brillo verdoso que hizo que ambos hombres dieran un paso atrás. Incluso sin nunca haber visto a Axel usar sus habilidades antes, todos habían escuchado las historias. Si sus ojos negros brillaban, era más probable que Noxus cayera como imperio a que tú salieras con vida de ese enfrentamiento.
—Como sea, tampoco era tan bonita —comentó Carrel, tocando el hombro de Vaux y caminando hacia fuera del bar.
Axel deseó seguirlos y golpearlos hasta que se arrepintieran de decir eso último, pero no pudo. Todo su cuerpo pareció volverse piedra cuando sus ojos finalmente se encontraron con la mirada azul grisácea que la penetraba sin pudor.
La joven la estaba estudiando de pies a cabeza, y cuando sus ojos volvieron a unirse, Axel se deleitó en la manera en que las pupilas de la chica se habían dilatado, comiéndose casi todo el iris. Un ardor placentero creció en su interior. Si los mitos eran ciertos o no, a ella ya no le interesaba, todo su ser ahora tenía otro deseo en mente; uno tan grande y tan fuerte que parecía que la quemaría viva si no lo obtenía.
—No necesitaba ayuda —reclamó la joven en tono arrogante, girando para volver a sentarse en la silla. Axel se embebió en la firmeza de su voz y el rastro pastoso excitante que marcaba sus palabras. No dudó de más nada, su decisión estaba tomada.
—No pensé que la necesitarás —Axel afirmó, sentándose en la misma mesa. La noche recién comenzaba.
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Holiiis. Sí, el libro está terminado, pero prometí algunos extras más y, a petición del público lector, les doy aquí un trasfondo de Axel como Oc y su historia. Además, quería poner ese primer encuentro desde su perspectiva.
Para quienes leen mis otras historias, pido disculpas por la falta de actualizaciones, mi vida ha ido fluctuando entre mi abuela con cáncer terminal que desarrolló un ántrax (no lo busquen en internet si ya de antemano no saben que es) y yo que he estado enferma, además de mis labores en la universidad (¿Mamá, por qué me dejaste escoger Medicina?)
No he tenido tiempo para editar ni escribir mucho, pero esto llegó en un golpe de inspiración que coincidió con un momento de corriente en mi casa (nunca hay) y con un rato de tiempo libre porque estaba descansando, y no contuve el impulso.
Prometo que nos leeremos más pronto. Besitos♥️🙌🏻💙 y dejen algún comentario por fis.
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