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Capítulo 9- Cambios decisivos.

Vi esperaba paciente sentada en la cama, mirando sus manos marcadas en heridas de antaño, algunas costras por sostener constantemente los guanteletes, sus nudillos cicatrizados por años de golpes a la pared de una celda fría, o a otras personas. Su mente estaba en blanco, todo lo que podía pensar para salir de aquel problema ya lo había pensado. La solución era una sola y sabía que era muy probable que Caitlyn ya hubiese llegado a esa conclusión ella misma.

La puerta se abrió lentamente. Vi alzó la mirada y observó a Caitlyn parada detrás de la puerta cerrada, mirando con cierto grado de desconcierto e impresión. Vi se vio teniendo un deja vú, recordando aquella tarde en que algo similar había pasado; solo que Vi había estado acostada, con su brazo colgando del borde de la cama, y en el suelo habían decenas de pistas sobre el robo de la gema de Hextech.

En esta ocasión Caitlyn no habló. Caminó parsimoniosamente dentro de la habitación hasta que se detuvo en frente de la cama, sentándose al lado de Vi y luego dejándose caer hacia atrás hasta acostarse en posición fetal. Vi la imitó, mirándola frente a frente esta vez.

—Me despedí de mi padre —confesó Caitlyn, recordando como este le decía que prefería no verlas en la mañana, porque no quería que ella se sintiera mal o que Vi se culpara por todo.

Vi entendió lo que esa frase significaba. Su mano se estiró hasta que sus dedos tocaron la mejilla de Caitlyn, haciendo que la peliazul cerrase su mano sobre la de Vi, uniéndolas y trazando figuras con su pulgar sobre el dorso de la mano de Vi.

—Nos vamos a Zaun —comentó Vi, una afirmación a medias hecha como un susurro, todavía tanteando la realidad de aquello.

—Nos vamos a Zaun —repitió Caitlyn, haciendo más real la situación.

—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Vi, aludiendo al elefante en la habitación. Caitlyn sonrió con tristeza y pesar.

—No será fácil. Jinx estará al acecho y no sabemos a qué se refiere con que vendrá a buscarle cuando esté listo, pero sabemos que significa que regresará —dijo Caitlyn, mirando profundamente a los ojos azul grisáceos de Vi—. Lo que significa que tendrás que luchar contra ella y no puedes vacilar.

—Lo sé —afirmó Vi. Lo había pensado durante todo ese tiempo; el día que Jinx regresara vendría a por su bebé, querría llevárselo y Vi sabía que tendría que luchar contra ella como si no fueran nada—. Probablemente esa sea la única forma en que pueda enfrentarla sin ver a Powder cada vez que la golpeo —confesó, admitiendo una debilidad que no podía ignorar más. Caitlyn solo asintió suavemente con la cabeza.

—Heimerdinger intentará convencerme de no tenerlo —continuó Caitlyn, sabiendo que eso hacía que habitar con las luciérnagas no fuera una opción muy viable.

—Creo que en ese caso tendré que asumir la posición que me quieren dar como líder de Zaun, algo así como lo fue Vander —respondió Vi, sintiendo el apretón de Caitlyn cuando mencionó el nombre del hombre que la había criado una parte de su vida como una hija, porque esa historia se había contado una noche de tantas en las que después de devorarse una a la otra el cansancio no llegaba.

—No será fácil —afirmó Caitlyn, acercándose más a Vi.

—Nada lo ha sido nunca —repuso Vi, sosteniéndole la mirada y acariciando su mano—. Excepto por esto —añadió, aludiendo a lo que tenían entre ellas, a esa relación que superaba lo que ambas consideraban un noviazgo, elevándose por encima de una palabra que abarcaba tan poco y que se había vuelto nada significativa para el mundo.

No dijeron más nada. Las palabras sobraban en medio de aquella cama. Iluminadas escasamente por la luz lunar que entraba por la ventana, sosteniendo sus manos en ese mínimo contacto; que parecía tan poco en comparación con todas las noches anteriores en que sus cuerpos se habían abrazado sin nada de por medio, pero que en esos momentos era más que suficiente, incluso más íntimo. El sueño se hizo presente, llevándolas a las dos a un descanso pacífico que antecedía a lo que se venía encima de ellas.

El reloj sonó, despertándolas mientras todavía el cielo era oscuro. El sueño luchaba por aferrarse a ellas, pero eso no era una opción. Vi se metió a ducharse mientras Caitlyn recogía todo lo que necesitarían: la ropa para las dos, fotografías de su familia que consideraba preciadas para ella y aquel anillo grabado con símbolos extraños que ella desconocía y que su madre le había contado de niña que había sido pasado en su familia por generaciones.

Guardó en otra bolsa las ropas de Vi, que habían aumentado mucho gracias a la insistencia de Caitlyn de comprarle nueva vestimenta durante esos tres meses que había estado en Piltover. Eran dos mochilas grandes, toda su vida sumida dentro de ellas, pero era todo lo que necesitaba.

Vi la esperó mientras Caitlyn se duchaba, vistiéndose con unos pantalones verde grises, una camiseta blanca y una chaqueta oscura por encima, con un doble forro con capucha. Estaba terminando de vendarse el brazo derecho cuando Caitlyn regresó a la habitación, mirando su uniforme de vigilante encima de la cama. Su sueño más deseado había sido portarlo con orgullo, había luchado duro para poder llegar a ello y al final, se iría vistiendo otra cosa.

Vi observó a Caitlyn enfundándose en unos pantalones grises; cerrando los cinturones alrededor de su pierna derecha, donde guardó un arma de mano; colocándose una blusa púrpura por encima y una chaqueta oscura, cargando su fusil y mirando su reflejo en el espejo por última vez, sin saber si volvería a pisar aquella casa algún día, pero consciente de que las probabilidades eran casi nulas.

—Deberías de llevar esto, Pastelito —comentó Vi, colocándole en la cabeza un sombrero de copa alto, de un intenso color morado—, parece el glaseado de tu dulce —añadió, mirándola a través del reflejo y enorgulleciéndose de sí misma al ver la sonrisa que cruzó los labios de Caitlyn.

—Creo que es buena idea —concedió ella, sorprendiendo a Vi, quien terminó sonriéndole también.

Finalmente, los primeros rayos del sol cruzaron la ventana; el momento había llegado. Cada una se colgó una mochila a la espalda, Caitlyn guardando su fusil doblado dentro. Tenía que admitir que Jayce hacía buen trabajo, esa versión mejorada del fusil que había entregado a cambio de la medicina para Vi era más liviana y manejable, pero tenía mayor potencia y era más exacto; posiblemente la única cosa de sus tiempos como vigilante que llevaría consigo. Vi se puso los guanteletes, cargándolos al mínimo y girándose hacia Caitlyn, quien asintió con la cabeza, liderando la marcha fuera de la casa.

No se detuvo al pasar por frente a la habitación de su padre, aunque sabía que él estaría despierto y esperando a que la puerta de entrada se cerrara. No pensó mucho cuando cerró la puerta principal, caminando por la entrada de aquella casa en la que había vivido toda su vida, y se negó a dejarse llevar por el momento cuando la reja se cerró herméticamente, dejándola fuera de la vida que había conocido hasta el momento.

Condujeron hacia el puente, porque usar por última vez el auto de la policía parecía lo correcto. Mientras se desplazaban, por la ventanilla se podían ver algunas contadas personas con sus mochilas; eran zaunitas que habían hecho asentamientos en Piltover de forma pacífica durante aquellos meses, pero llegaba la hora de volver a casa.

El auto se detuvo delante del puente donde estaban los Concejales y ellas permanecieron dentro de este hasta que el sol salió en su totalidad, observando como el último de los zaunitas cruzaba la única puerta abierta permitida para pasar de Piltover a Zaun. Jayce hizo un gesto mirando al auto; aunque él no podía verlas, sabía que ellas a él sí.

Vi y Caitlyn comprendieron que el gesto significaba que era el turno de Vi, así que ambas respiraron profundo. Vi fue la primera en salir del auto, cargando los guanteletes hasta su máximo para prevenir cualquier movimiento extraño. Jayce no le quitaba los ojos de encima, había un brillo triunfal en sus ojos que irritaba a Vi, pero ese no era el momento. La puerta del piloto se abrió y Caitlyn salió de dentro, vestida informalmente y cargando la bolsa en su espalda. Todos guardaron silencio al ver aquello, el brillo arrogante de Jayce desapareciendo del todo.

Avanzaron entre los vigilantes y piltovianos, sintiendo las miradas fijas en ellas, el murmullo que empezaba a crecer y esparcirse por la multitud. Caitlyn se detuvo delante de Farbián, un vigilante que le recordaba mucho a la antigua sheriff antes de Marcus; quizás era porque era su sobrino, pero tenía ideales muy similares a los de su fallecida tía y Caitlyn lo había entrenado con ayuda de Vi durante aquellos meses.

—Ten, ahora es tuyo —afirmó, dejándole en la mano las llaves del auto del sheriff y la placa oficial—. Es mi última decisión como Sheriff —El joven la miró, respirando profundamente y asintiendo, Caitlyn continuó su camino hasta detenerse delante de los Concejales—. Confío en que hará un buen trabajo usted —dijo ella, dirigiéndose hacia Gilbert, quien la miraba atónito—. Le dejo la sucesión de mi silla en el Concejo. A partir de este momento, usted tiene el poder de doble voto —declaró, mirando fijamente a todos los demás concejales, sabiendo que no había roto ninguna regla. Se había cerciorado de ello durante esos meses de estudio del funcionamiento del Concejo, en búsqueda de todo lo que pudiera serle útil.

—No hay vuelta atrás, ¿lo sabes? —intervino Jayce, Caitlyn le miró pasivamente y sonrío.

—Lo sé —sentenció, mirándolo antes de darse la vuelta y retomar su caminata con Vi.

—¿Sabes que le has jodido la vida? —preguntó Jayce en un grito a medias, refiriéndose a Vi, quien giró a verle por encima del hombro—. Eres la peor persona de todas —espetó, los celos nublando su juicio.

—Entiendo tu punto —respondió Vi, su rostro transformándose en la personificación de la arrogancia mientras una sonrisa ladina de suficiencia se formaba en sus labios—,  pero esta peor persona de todas es a quien ella elige —rebatió, guiñándole un ojo como despedida mientras volvía a darle la espalda.

Recorrían el puente con seguridad, manteniéndose una al lado de la otra, sosteniendo con orgullo la decisión que habían tomado. Sus pies finalmente las desplazaron más allá del muro, dejándolas en el lado del puente que era oficialmente Zaun. Ambas dejaron salir un suspiro, mirando hacia atrás, donde los Concejales mantenían un mutismo general y Jayce les prendía fuego con la mirada.

Los barrotes de metal bajaron, cerrando la puerta permanentemente y luego una descarga de un azul eléctrico cruzó el aire, llenándolo todo de luz para dejar en su lugar oscuridad, mostrando un agujero oscuro que parecía profundo, donde antes había una imagen de Piltover. Ahora sí era oficial, ya no había vuelta a atrás.

                              ◇

Un grito de frustración salió de su garganta, resonando por toda la habitación mientras sus manos barrían todo lo que había encima de la mesa, haciendo un estrepitoso ruido cuando los objetos y documentos cayeron al suelo. No podía creerlo. Caitlyn la había preferido a ella, una criminal, una suburbana, salida de lo más profundo de las fisuras. Eso no podía haber pasado.

Su mente era un revuelo de caos, la ira nublando cada pensamiento lógico mientras se acercaba cojeando hacia el estante con bebidas. Nunca había comprendido tanto el padecer de Viktor sino hasta ese momento, cuando a él mismo se le hizo imposible caminar fluidamente.

Viktor. Ese era otro tema que Jayce tenía encarnado en su pensamiento de forma severa. Después de la explosión habían recuperado muchos cuerpos, incluidos el de Mel, que estaba destrozada y casi carbonizada; sin embargo, Viktor había desaparecido.

En el levantamiento de escombros el corazón de Jayce se había apretado con dolor por cada vez en que percibían un cuerpo, aliviándose al ver que no era Viktor, sosteniendo la esperanza de que su compañero estuviera vivo, pero cuando fue obvio que no había ningún cadáver entonces la pregunta se formó totalmente en su mente. ¿Dónde estaba Viktor?

Había solicitado a Caitlyn personal para revisar por todo Piltover y Zaun en busca de un rastro del hombre; ella no se lo había negado, sabiendo cuánto significaba Viktor para él, pero todo había sido en vano. No lograban encontrarlo, parecía haberse evaporado y todos eran conscientes de que eso era imposible. Era eso lo que lo tenía desesperado. Había querido a Mel y ciertamente amaba a Caitlyn, aunque todavía no definía qué parte de ese amor era fraternal y qué parte rozaba con el deseo, pero su relación con Viktor era diferente.

¿Lo amaba? Demonios, claro que lo hacía, simplemente faltaba la parte sexual. Para Jayce, Viktor era hermoso. Tenía una mente brillante, su talento lo cautivaba y, si bien no siempre estaban de acuerdo, Viktor tenía una forma increíble de meterse en su cabeza para demostrar sus puntos de vista y Jayce simplemente le daría la razón.

¿Lo consideraba solo un amigo? No. Jayce era lo suficientemente consciente de sí mismo como para saber que no lo veía solo de esa forma. Viktor, en muchos aspectos, era su salvador; pero a la vez era un mortal y, de alguna manera, era lo que mantenía a Jayce lejos de la locura.

—¿Dónde demonios estás? —maldijo Jayce en la pregunta. Las esperanzas no morían, pero cada día el dolor era más grande y demasiadas cosas se habían derrumbado a su alrededor. Jayce simplemente se sentía ido y ajeno a todo—. Realmente te necesito —murmuró, dejándose caer al suelo y permitiendo que las lágrimas escaparan.

                               ♡

Jinx se paseaba por el laboratorio de Signed, jugueteando con su arma entre sus manos, dándole vueltas y disfrutando de la sensación de libertad mientras esperaba. El químico había sido quien la había llamado, así que Jinx esperaba que tuviera buenas noticias; contrario a las voces en su cabeza, que seguían diciéndole que tal vez era para informar algún fallo en el plan. Para la paz de su mente, el viejo apareció finalmente, cargando consigo una bandeja de enfermería que contenía dos ámpulas y una jeringuilla.

—Doc, pensé que se me había perdido —comentó Jinx, sonriéndole mientras se apoyaba en puntas de pie y se inclinaba hacia un lado en un gesto infantil.

—No me atrevería —aseguró él, sabiendo que tenía que ser cuidadoso con las palabras que escogía—. La llamé porque ya es hora de comprobar si el sujeto despierta o no —informó, viendo a Jinx abrir los ojos en una expresión de ansiosa felicidad y aplaudir rápidamente con sus manos.

—¿Qué estamos esperando entonces? —preguntó alegremente ella, acercándose de una carrera corta a Signed y dando la vuelta en círculo alrededor de él.

—Por aquí —la guió El químico, intentando ignorar la efusividad de la chica, sabiendo que si algo salía mal aquel día podía terminar con él muerto a manos de la mocosa que Silco alguna vez recogió. La ironía no se le escapaba.

Llegaron a la parte interna del laboratorio, donde Jinx se quedó parada en una esquina, apoyada casualmente en la mesa mientras Signed se acercaba al tanque que contenía aquel cuerpo flotando en un líquido violáceo, manteniendo la respiración por máquinas y del todo inconsciente.

Tomando una profunda respiración, el viejo tocó el botón que inició el vaciamiento del tanque, dejando que el cuerpo se sostuviera en unos soportes de metal estratégicamente colocados para ese momento. El cristal cilíndrico subió automáticamente y El químico se acercó al cuerpo.

Sus manos tiraron de las palancas que usaron los soportes para colocar el cuerpo en posición horizontal, guiándolo hacia la camilla que estaba al lado. El químico retiró los soportes, asegurándose de que el cuerpo estuviera apropiadamente descansando sobre el metal de la camilla, y luego quitó la mascarilla que lo ventilaba. Esperó paciente unos segundos en los que un sudor frío lo recorrió, sabiendo que Jinx observaba todo con una mirada desquiciada, hasta que el pecho subió y bajó en un ritmo suave y constante, prueba de que respiraba solo.

Empujó la camilla hacia el centro de la sala, donde estaban las marcas en el suelo que la estabilizaban y evitaban que esta rodase en caso de que el paciente se moviera bruscamente. Giró hacia la mesa donde había dejado la bandeja con el líquido a inyectar, observando por un segundo los ojos de Jinx, muy abiertos y fijos de forma casi permanente en el cuerpo del sujeto mientras sus dientes tiraban de una parte de su labio inferior y sus manos se cerraban en el borde de la mesa, apretando el metal hasta que sus dedos se volvían amarillos.

Quitando su vista de ella, Signed removió la tapa de la bandeja y tomó la jeringuilla, partiendo las ámpulas y succionando su contenido dentro del contenedor del instrumento, iniciando su recorrido de regreso al lado de la camilla. Su mano vagó suave por el rostro del sujeto, quitando el cabello mojado que en esos tres meses había crecido y finalmente, exponiendo el cuello. Miró a las ataduras de la camilla, decidiendo cerrar las que sostenían el torso y presionaban los brazos, cuestiones de seguridad.

Su mirada se enfocó en ese punto en el cuello, girándole la cabeza para que descansara de lado y expusiera la vena lo más posible. Sentía su pulso acelerarse en el momento en que la larga aguja metálica traspasó la piel y luego presionó el embolo, inyectando todo el líquido dentro del cuerpo del sujeto. Sus pies lo llevaron rápidamente a retirarse, dejando la jeringuilla vacía en la bandeja y mirando atento al sujeto; pero nada pasaba.

Podía percibir como Jinx iba alterándose, sentía su tensión llenar el ambiente de forma pesada y de repente, lo único que sintió fue el fuerte tirón que lo empotró en la mesa, notando que tenía a Jinx encima de él y que ella sostenía la jeringuilla vacía apuntando justo sobre su ojo derecho.

—¿Por qué no pasa nada? —preguntó Jinx, con la voz marcada de rabia.

—No lo sé. Debería de funcionar, pero sabíamos que había una posibilidad de que no resultara —se defendió el médico, manteniendo el tono más impasible que pudo. Ni Silco había logrado hacerle sentir tanto miedo como lograba Jinx, porque con Silco sabía que había cordura, que podía hacerlo pensar. Con Jinx nada era seguro.

—Pues arréglalo —exigió ella, acercando la aguja a su ojo mientras su mano lo sostenía del cuello, usando todo su peso para presionar en puntos específicos que hacían que El químico no pudiera moverse, aun cuando ya podía ver la punta de la aguja tan cerca que sabía que faltaban milímetros para sentirla penetrando su ojo.

Un grito abrupto interrumpió todo, dejándolos a los dos congelados mientras escuchaban los sonidos de tos y jadeos, seguidos de algunas quejas sin sentido que denotaban dolor. Jinx se bajó de encima del viejo, volteándose hacia la camilla y viendo el cuerpo del sujeto forzarse contra las amarras que lo mantenían en su lugar.

El químico rápidamente corrió hacia él, revisándolo para asegurar que estuviera en buenas condiciones, quitando los cierres y ayudándolo a acomodarse sobre el frío metal. Jinx observaba todo con una torcida sonrisa de satisfacción, su mente gritando de felicidad ante su éxito.

Cuando los ojos almendra se abrieron y lograron enfocarse en el rostro cubierto de Signed, que le exhortaba en bajas peticiones que estuviera tranquilo, ambos supieron que todo había funcionado y una risa marcada hizo eco en el lugar, la celebración patente de Jinx mientras el viejo científico sostenía entre sus manos el delgado rostro.

—Bienvenido de vuelta, Viktor —dijo, haciéndose escuchar por encima de la estruendosa risa que llenaba el ambiente.

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Y eso fue todo por esta semana, pequepinkypitufibolas.

¿Qué les ha parecido? Por fis, déjenme dicha sus opiniones del fanfic, me ayuda mucho a continuar.

Como comentario extra, es posible que pronto suba un fanfic de Vi y Caitlyn adaptado al mundo de Divergente, no sé si alguien de los que lee esto les guste la idea, o siquiera recuerden esos libros/películas, pero ya tengo el borrador avanzado y tengo pensado pulir algunos detalles para entonces subirlo también. ¿Les interesa?

En fin, gracias por leer y besitos a todos❤💙

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