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Capítulo 8- Debes ser feliz.

La puerta se abrió lentamente, revelando a una Caitlyn que estaba sentada en el suelo, con los brazos apoyados en sus rodillas y las manos cubriendo su rostro. Vi sintió su pecho oprimirse ante la idea de que la había dejado sola durante tanto tiempo, sin saber qué había pensado Caitlyn al despertar, o qué podría creer de todo lo que pasaba, lo confundida que debía de estar al haber creído imposible la posibilidad de un embarazo y lo difícil que debía de haber sido sentir que la persona que siempre había estado allí durante los últimos meses de repente desaparecía.

Vi se adentró en la habitación, cerrando la puerta en un sonido que alertó a Caitlyn de su presencia. La peliazul brincó en su lugar, levantando la cabeza y viendo a la zaunita parada en la entrada de la habitación. Con movimientos bruscos y rápidos Caitlyn se incorporó, mirando a Vi como si estuviera viendo un fantasma.

Vi dedicó varios segundos a observar a Caitlyn: traía un pulóver blanco que le quedaba como un vestido, su cabello lacio se hallaba ligeramente despeinado, sus manos se mantenían estoicamente firmes al lado de su cuerpo y, si bien su expresión era dura, Vi podía ver el dolor en aquellos ojos azules.

Fue un impulso, pero uno de los más certeros que había tenido en su vida; Vi dio tres zancadas hasta que estuvo frente a Caitlyn, colocando sus manos en sus mejillas y llevándola por esa fuerza a que su espalda se pegara a la pared. Caitlyn hizo el amago de decir algo, pero sus palabras murieron en los labios de Vi cuando esta la besó con desesperación, haciendo que ambas siguieran un ritmo desenfrenado cuando la peliazul respondió igual de hambrienta el beso.

Las manos de Caitlyn se fijaron en las caderas de Vi, sus dedos cerrándose sobre la tela que cubría su piel mientras sentía la presión del cuerpo de la pelirrosa mantenerla fija contra la pared, su calor envolviéndola, asfixiándola; pero era tan placentero que Caitlyn no la detendría. Lentamente la intensidad fue decreciendo hasta que ambas solo rozaban sus narices juntas.

—Haremos esto juntas, decidas lo que decidas, seremos las dos —aseguró Vi, en un murmullo firme que no dejaba espacio para confusiones.

—Ni siquiera logro entender totalmente qué está pasando —respondió Caitlyn, apoyando su frente en la de Vi y dejando salir el aire en un suspiro. Vi retiró sus manos del rostro de Caitlyn, dándole una suave caricia antes de llevarlas hacia su chaqueta, extrayendo los arrugados papeles que conformaban la carta de Jinx.

—Lee esto, es la explicación —indicó Vi, dejando en las manos de Caitlyn los papeles y colocando su mano en la espalda baja de Cait, conduciéndola hacia la cama, cerca de la lámpara que se hallaba incrustada en la pared atrás de esta—. Estaré aquí mientras lees —aseguró, sentándose a su lado y apoyando su mano en el muslo de Caitlyn en una caricia reconfortante.

Durante varios minutos Vi se dedicó a estudiar la expresión de Caitlyn mientras esta leía la carta. Podía ver los momentos de confusión, el miedo, la rabia, el dolor, la angustia, la realidad cayendo de forma innegable sobre sus hombros. Al final Caitlyn dejó salir un suspiro, doblando la carta como anteriormente debió de haber estado antes de que Vi la arrugara en su totalidad, y dejándola encima de la mesita de noche mientras su mente procesaba toda la información.

—No sé qué hacer —confesó finalmente, su voz apenas un rasguño en el silencio que reinaba—. Heimerdinger dice que es peligroso tenerle, que lo querrán usar de arma tanto aquí como en Piltover. Jinx confirmó que esos son sus objetivos y yo solo puedo pensar que estoy embarazada, algo que nunca en mi vida me plantee que pasara aun cuando mi madre siempre insistió en que mi objetivo debía ser engrandecer a la familia, lo cual incluía la creación de un heredero. Todo está tan salido de panorama que no sé qué pensar.

—Está bien, Pastelito, es normal —dijo Vi, colocando su mano en el hombro de Caitlyn y llamando su atención—. No tienes que decidir nada ahora, puedes pensarlo.

—No, no puedo, porque esta noche cierran los portales y… —Empezó a rebatir Cait, recordando aquello que no debía haber olvidado. Ambas se miraron con terror al comprender lo que sucedía, apreciando el reloj en la pared que mostraba que faltaban diez minutos para la reunión—. Yo avisé a la policía y al Concejo cuando Jinx atacó, no sé qué habrá pasado en Piltover. Vi, tenemos que volver de inmediato —dijo rápidamente Caitlyn, alterándose ante el inmenso despiste que les había colocado en esa situación.

—Eso haremos —aseguró Vi, levantándose y dirigiéndose rápidamente hacia la puerta—. Vístete y baja, hablaré con Ekko.

Caitlyn obedeció sin dudar a Vi, quien bajó corriendo por las escaleras, saltándose escalones hasta que salió a donde estaba Ekko con Heimerdinger hablando seriamente. Vi no necesitaba ser telépata o tener un oído sensible para saber que ambos hablaban de la situación del bebé, en el segundo que la vieron se quedaron callados y la expresión de Ekko era de consternación pura.

—Necesitamos llegar a Piltover urgentemente —espetó ella, sin darles tiempo a que dijeran nada. Ekko se vio confundido unos segundos antes de asentir con la cabeza.

—Podemos llevarlas en los aerodeslizadores, será rápido —accedió él, su mirada desviándose a una Caitlyn totalmente vestida con ropa suya, pues el uniforme que había estado usando había quedado manchado en sangre, y cargando con su rifle y los guantes de Vi, los cuales soltó apenas se detuvo al lado de la pelirrosa.

—Caitlyn, me interesaría continuar nuestra charla —comentó Heimerdinger, llamando la atención de la peliazul, que se vio desconcertada unos segundos.

—La charla la continuarán en otro momento, ahora llegar a Piltover es prioridad —intervino Vi, mirando fieramente a Heimerdinger, quien entendió la amenaza latente debajo de esas palabras.

—Vámonos —indicó Ekko, subiéndose a su aerodeslizador y llevando consigo a Vi mientras su amigo, el que las había llevado hasta allí, se llevaba a Caitlyn.

Volaban tan rápido como podían, no había forma que llegasen a tiempo, pero al menos lo estaban intentando. Cuando los puentes fueron visibles, obstruidos por el gran muro que llegaba incluso hasta por debajo del agua, deteniéndose solo a diez metros del fondo acuático; estaba cercado por grandes barrotes y mostraba los agujeros que serían sellados por portales permanentemente, haciendo que los puentes se convirtieran en caminos sin salida; las luciérnagas dejaron de volar, permitiéndole a Vi y Caitlyn bajar de los aerodeslizadores.

—Nos veremos de nuevo, entonces hablaremos —aseguró Vi, insegura sobre qué podría pasar de ese momento en adelante, pero con la certeza de que el Concejo no la dejaría quedarse demasiado tiempo.

Con Caitlyn aferrada al brazo de Vi mientras esta usaba los guanteletes, dándose fuerza, ambas cruzaron los puentes y los vigilantes las reconocieron de inmediato. Al final del puente se encontraba Jayce, junto con el resto del Concejo, todos viéndolas regresar y a la espera de explicaciones.

—Buenas noches, Concejales —saludó Caitlyn, Vi mostrándose tan reacia a las palabras como siempre que se reunía con ellos, que era cada vez que Caitlyn lo hacía.

—¿Se puede saber qué ha sucedido hoy? —preguntó Jayce con furia, Vi entrecerró los ojos y una luz eléctrica mostró que había cargado sus guanteletes. Jayce tuvo la consciencia de dar un paso atrás.

—Jinx atacó la fábrica de químicos, creo que eso es obvio —respondió Caitlyn, confirmando las sospechas que habían tenido todos desde la mañana—. Recibimos la llamada temprano, poco después de vuestra carta para la reunión, Concejal Talis —explicó Cait, mirando a quien había sido su amigo, pero que esos últimos meses parecía más bien un total extraño—. Fuimos a la fábrica esperando algún tipo de robo a gran escala, pero nos encontramos con que era Jinx. Intentamos detenerla, ella disparó hacia las columnas de carga y luego la perseguimos hacia Zaun. Yo ya había alertado a la policía y a ustedes, así que no me quedé a esperar para nada.

—Eso lo notamos —afirmó la Concejala Amara, mirándola con suspicacia.

—¿Qué sucedió luego? —preguntó el Consejal Romanof, el más viejo de todos los humanos de aquel centro.

—En Zaun la lucha continuó, Vi logró golpear a Jinx y yo la herí, pero ella nos atacó, haciéndome caer de una altura considerable, lo cual me dejó inconsciente —prosiguió contando Caitlyn, ignorando las miradas que todos le lanzaron a Vi cuando la escucharon gruñir ante el recuerdo de Caitlyn sangrando en sus brazos—. Mi compañera decidió protegerme, Jinx escapó —contó, apretando el agarre en el brazo de Vi para calmarla, haciéndole saber que estaba bien.

—Necesitamos cerrar los portales de inmediato, eso la contendrá —intervino el Concejal, del Norte.

—No podemos. Hoy se suponía que el día sería utilizado para que los zaunitas recogieran todo y pudieran retirarse, además de que tengo equipo movilizado en la búsqueda de Viktor, quien les recuerdo que todavía no aparece —intervino Caitlyn, mirando fijamente a Jayce y notando el momento en que su rostro se desfiguró por el dolor; fue solo un segundo, pero ella supo que sus palabras habían funcionado.

—Ya les avisamos a los zaunitas —respondió Jayce, mirándola detenidamente y descendiendo la vista hacia donde Caitlyn sostenía a Vi—. Ordena a tus hombres regresar y que tu amiga recoja todo. Cuando salga el sol los portales se activarán, no puedo esperar más que eso con Jinx allá afuera, Piltover tiene que estar a salvo —Jayce hablaba con firmeza, mostrando que no daría su brazo a torcer. Caitlyn agradeció que la señora Medarda ya se hubiese ido, sino sería imposible haber convencido a ese Jayce.

—Entendido —afirmó Caitlyn, lacónicamente.

—¿Qué haremos respecto a la protección de Piltover? —preguntó la Concejala del Este, haciendo que sus uñas metálicas resonasen en un constante golpeteo en el metal de su brazo contrario.

—Nada. Cuando cerremos los portales deberíamos de estar a salvo —respondió Jayce—. De todas formas, pronto tendremos mayor protección —añadió de manera misteriosa, captando la atención de los presentes.

—¿A qué se refiere? —preguntó Gilbert, el nuevo Concejal que ocupaba una de las sillas vacías.

—Hemos estado investigando con Hextech como recrear la Arcana en su totalidad, averiguamos gracias a Viktor que se puede mezclar con la vida, con lo biológico —explicó Jayce, mostrando esa expresión obsesiva que adoptaba cuando hablaba de ciencia. Caitlyn no podía creer que alguna vez consideró esa pasión casi enfermiza algo admirable—. Estoy intentando recrear la mezcla definitiva, la creación de la Arcana en una persona, incluyéndola totalmente. Bien entrenada, ese ser sería el soldado perfecto, la protección máxima. Por ahora la fórmula sigue fallando, pero tengo fe en que lograré encontrar la mezcla adecuada.

Caitlyn sintió la tensión en Vi, pero no podía calmarla, ella misma tenía un buche ácido subiendo por su garganta, quemándola de dentro hacia afuera mientras escuchaba la explicación de Jayce a los demás concejales. Su boca se secó y las palabras de Heimerdinger volvieron a su mente, la afirmación de que el bebé dentro de ella sería usado como arma mostrándose en su más puro estado. Jayce, quien había sido su amigo, era la mayor amenaza en el momento.

—Concejales, os pido disculpas, pero mi compañera y yo hemos pasado un día agotador, como comprenderéis —Caitlyn intervino la perorata de Jayce, atrayendo la atención de los demás—. Si mañana al amanecer tenemos que estar aquí para la despedida y apertura de los portales, oficializando la creación de la Nación de Zaun como República independiente, creo que lo mejor es retirarnos ahora.

—Creo que todos deberíamos hacer lo mismo —concordó la Concejala Amara, iniciando una caminata calmada hacia su auto, donde el chofer le esperaba con la puerta abierta. Todos los Concejales estuvieron de acuerdo, despidiéndose entre murmullos y alejándose.

—¿Necesitáis un viaje? —preguntó Jayce, ofreciendo llevarlas a ambas en su auto hasta la mansión Kiramman.

—Lo agradeceríamos —aseguró Caitlyn, manteniendo los modales mientras Vi farfullaba muy coloridas palabras sobre lo innecesario que era eso y lo estúpido que era Jayce.

El viaje fue incómodo y silencioso, Caitlyn y Vi permanecieron en los asientos traseros del auto, la peliazul aun aferrada al brazo de la otra mientras cada una miraba por las ventanillas, apreciando el paisaje y sumergida en sus pensamientos.

Ocasionalmente, Caitlyn llevaba la mirada hacia el frente, sus ojos tropezando con los de Jayce en el retrovisor, haciendo que el hombre desviara la mirada rápido. Para fortuna de Vi, que parecía que en cualquier momento saltaría del asiento para caerle a golpes a Jayce si volvía a mirar a Caitlyn de aquella forma, el viaje terminó y Jayce aparcó delante de la mansión.

—Muchas gracias, Jayce —dijo Caitlyn sin mirarle, saliendo del auto siendo ayudada por Vi, quien la siguió dentro de la mansión donde un preocupado padre las esperaba.

—¡Por todos los cielos! —exclamó aliviadamente el señor Kiramman, lanzándose a abrazar a las dos chicas cuando ellas apenas cruzaban la puerta, dejando a Vi algo desconcertada por la efusiva expresión de cariño—.  Me alegra tanto que ambas estéis bien —aseguró Tobias, apretando el abrazo alrededor de las dos.

—Lamentamos preocuparte, papá —dijo Caitlyn, notando que Vi no tenía palabras para decir, ambas apartándose del hombre unos centímetros.

—No pasa nada, solo me siento feliz de saberlas a salvo —afirmó, negando con la cabeza para restarle importancia—. ¿Sucede algo? Parecéis venir de un entierro —comentó, notando los semblantes serios, preocupados y, sobre todo, abrumados que ambas traían. Caitlyn observó a Vi unos segundos antes de suspirar.

—Vi, déjanos un momento, tengo algo que hablar con mi padre —pidió suavemente, sabiendo que la pelirrosa entendería a que se refería. Vi asintió con la cabeza, mirando a Caitlyn para transmitirle fuerzas antes de mirar al padre de Caitlyn con un pesar grande en sus hombros, pues sentía que le había fallado al hombre de alguna manera, y luego retirarse del todo.

—Cait, ven, siéntate —pidió su padre, guiándola con una mano en la espalda hacia uno de los sofás y sentándose uno al lado del otro, tomando las manos de Caitlyn entre las suyas como hacía cuando ella era pequeña—. Dime qué sucede, se nota que es algo grave.

—Antes de iniciar quiero pedirte que me escuches hasta el final y, sobre todo, tienes que saber que lo que te diré no puede salir de entre nosotros, papá —dijo Caitlyn, su mirada suplicante y atemorizada hizo a su padre suspirar pesadamente.

—Así de grave es, ¿eh? —comentó él, apretándole las manos suavemente en apoyo—. Te escucho.

Caitlyn tragó en seco y respiró profundo, lanzándose a contar su día desde que habían salido de la casa rápidamente cuando Tobias se encontraba en la clínica; pues, posterior a la muerte de su madre, el padre de Caitlyn había vuelto a practicar medicina.

Ella le contó todo, narró a detalle cada evento de ese día, incluido su miedo ante la reveladora noticia, su desesperación al sentirse sola; la calma que la sobrecogió en medio de la bruma cuando Vi la apoyó, aun cuando ni ella misma sabía qué iba a decidir; sus dudas que fueron resueltas por una carta escrita por quien era obviamente una persona desquiciada de la mente, la incertidumbre ante lo que podría pasar a partir de ese momento, la rabia mientras escuchaba a Jayce hablar y como eso la hizo notar que las palabras de Heimerdinger eran reales: su bebé sería un arma en manos de Piltover o de Jinx, y eso la tenía angustiada.

Su padre escuchó atento, mostrando el rostro más impasible que Caitlyn le había visto desde siempre; esa máscara aprendida en sus labores de doctor, donde no podía mostrar sus emociones ante sus pacientes porque era considerado iatrogenia. Caitlyn sabía que la estaba escuchando porque su mirada seguía fija en ella, sus manos apretando las suyas cuando ella paraba, sintiendo que tenía que tomar unos minutos para continuar sin romperse en pedazos. Hasta que ella finalmente terminó el relato y se quedó observando a su padre asentir lento, mirándola a los ojos.

—Cait, tienes que irte a Zaun —sentenció Tobias después de unos segundos de silencio, sonriéndole suavemente.

—¿Qué? ¿De qué hablas papá? —protestó Caitlyn, sintiendo la desesperación crecer dentro como una llama que había sido avivada desde sus brasas.

—No, no te alteres. Escúchame —pidió su padre, tomándola de los brazos con firmeza, pero sin lastimarla, haciendo que sus ojos azules se fijaran en los de él—. Heimerdinger tiene razón. Piltover querrá a tu bebé como un arma, no pararán hasta tenerlo y no te dejarán abortarlo, en caso de que eso quieras, porque es el arma perfecta y está disponible sin que ellos tuvieran que hacer nada. Lo más importante en estos momentos es sobrevivir, para eso me temo que solo tienen una salida.

—¿Pero qué será de ti? —rebatió Caitlyn, sintiendo un dolor en su pecho ante a idea de dejar a su padre solo.

—Yo estaré bien sabiendo que mi hija logró salvarse —aseguró él, subiendo sus manos hasta los hombros de Caitlyn y sonriéndole dulcemente—, de Piltover y de ella misma.

—¿A qué te refieres? —preguntó Caitlyn, sin comprender del todo. Su mente todavía estaba algo embotada por los acontecimientos precipitados que estaban ocurriendo.

—Caitlyn, no hay forma en que tú hubieses sobrevivido en Piltover sin Vi, ni ella en Zaun sin ti —afirmó su padre dulcemente, sosteniendo el rostro de su hija entre sus manos y acariciando con el pulgar sus mejillas, limpiando las lágrimas que empezaban a desbordarse—. Lo que las dos tienen se basa en todo lo que han vivido, es demasiado intenso. Parecen dos planetas orbitando alrededor de ellos mismos, siendo el centro del gravedad del otro. Al inicio parecerá que todo estará bien, ambas lo intentarán y lucharán por fingir que nada sucede; pero eventualmente eso las irá agotando, demacrando la persona que son dentro hasta que no quede nada. Siendo honesto, con o sin bebé, esperaba que decidieras irte con ella.

—Papá, no puedo dejarte solo —dijo Caitlyn, dejando salir un sollozo mientras desistía de su intento por contener sus lágrimas.

—Eso es lo que los hijos hacen, Cait, siguen su camino en busca de su felicidad —aseveró su padre—. Yo lo hice con mis padres y ellos lo hicieron antes de mí. Es un ciclo que se repite, porque como hijos, ustedes tienen sus propias vidas y deben vivirlas. Debes ir con ella, debes ser feliz, te lo mereces —declaró, abrazándola fuertemente, sintiendo como ella apretaba el abrazo aferrada a su espalda, llorando hasta que sintió que sus lágrimas se acababan, hasta que fue suficiente, hasta que la decisión estuvo tomada.

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No sé ustedes, pero a mí este capítulo me resulta muy emotivo😭🤧.

Díganme qué les pareció y si les está gustando, vayan a leer el último capítulo de esta tanda de actualizaciones. SIGUIENTE🔜

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