Capítulo 6- Huyendo de la realidad.
Miedo. Esa sensación desesperante que te hace sentir que tu garganta se cierra, que tus pulmones no toman aire suficiente, que tu cuerpo no se mueve tan rápido como usualmente, que tu fuerza no es la que necesitas y que si no luchas, todo cuanto amas desaparecerá delante de ti.
Vi lo estaba intentando, verdaderamente lo hacía; un terror líquido corría por sus venas mientras su cuerpo se esforzaba al máximo para llegar donde Ekko y las luciérnagas. Era probable que ellos fueran los únicos que hubiesen tenido que enfrentarse a situaciones similares en algún momento. Si alguien tenía médicos o lo más similar posible, eran ellos.
Sin embargo, Caitlyn seguía sin reaccionar, la sangre había manchado sus ropas y Vi no podía discernir si seguía sangrando o ya había parado. No se había detenido para comprobarlo, mientras viera que todavía respiraba no se detendría, y eso hacía que todos sus esfuerzos parecieran nulos.
—¡Alto allí! —dijo aquella voz fuerte que Vi recordaba de alguna parte. Sus pies frenaron casi en seco ante la figura encima del aerodeslizador que le obstruía el paso.
—Necesito ver a Ekko, es urgente —espetó Vi, todo su cuerpo emanando ese olor característico del miedo, el cuerpo de Caitlyn inerte entre sus brazos.
—Sígueme —indicó el hombre, quien no tardó en reconocerlas. A Vi no le importó que no se quitara la máscara; siempre que las llevara hasta Ekko, nada más le interesaba.
Pasaron por uno de aquellos pasadizos oscuros que ya había transitado aquella noche en que había presenciado uno de los lados más violentos de Jinx, y su pecho se oprimió ante el recuerdo de su hermana, aquella quien había puesto en peligro la vida de la única mujer por quien había desarrollado sentimientos más allá de lo sexual.
Cuando el sol iluminó sus cuerpos, Vi pudo ver que todos los pertenecientes a esa comunidad las miraban intrigadas. El guía se quitó finalmente la máscara, mostrando que era el hombre bestia que había querido matarla la primera vez que la vio.
—Está por aquí —apuró él, reconociendo una emergencia cuando la veía, empatizando con el dolor que reflejaba la expresión de Vi. Caminó hacia una de las vueltas alrededor del árbol, donde Vi pudo ver a Ekko hablando con una persona más pequeña y muy peluda, algo similar a un perrito adorable con expresión de sabiduría.
—¡Vi! —exclamó Ekko al verla, impactado por las condiciones en que ella se presentaba.
—Por favor, necesito ayuda —pidió ella, suplicando como nunca antes. Pudo ver el movimiento de la diminuta mano que apartó suavemente a Ekko, la pequeña personita acercándose a ella.
—Oh, Caitlyn —suspiró el hombrecito—. Necesita ayuda de inmediato, requerimos una habitación —indicó, mirando firmemente a Ekko, quien asintió y les abrió el camino hacia una habitación vacía. Siempre tenían algunas de esas por si alguien necesitaba refugio—. Mi nombre es Heimerdinger, era Concejal junto con su madre. Vi a Cassandra nacer y la vi a ella también. Puedo ayudarla —explicó el antiguo Concejal cuando llegaron a la habitación, sintiendo la necesidad de hacer que Vi confiara en él, pues ella se mostraba reacia a soltar a Caitlyn— Tienes que dejarla en la cama —dijo con suavidad.
Vi respiró agitada, pasando su lengua entre sus labios mientras colocaba a Caitlyn con cuidado en la cama, alejándose cuando Heimerdinger se acercó y empezó a examinarla. Vi se movió hasta que su espalda tocó la pared, soltando los guanteletes y desplazándose hasta el suelo. Sus ojos permanecieron fijos en las pequeñas manos que recorrían el cuerpo de Caitlyn con seguridad, las manos de alguien que sabía lo que hacía con certeza.
Ekko se acercó a ella calmadamente, sentándose a su lado y apoyando su mano en el hombro de Vi. Aquel día hacía tres meses había notado el vínculo entre ellas; los sentimientos que nacían, daban vueltas en espiral y se arraigaban; pero no sabía que tan profundos se habían vuelto sino hasta ese instante. Vi parecía al punto de morir ella misma: su piel pálida, sus ojos estáticos de forma constante en Caitlyn, temblores recorriendo su cuerpo, el miedo latente apoderándose de todo, devastándola.
—Necesito saber qué pasó —dijo Heimerndinger, mirando a Vi desde su posición al lado de Caitlyn.
—Nosotras recibimos… un mensaje de que habían atacado la fábrica de químicos —inició Vi, forzando su voz con firmeza y conteniendo los tartamudeos iniciales—. Jinx estaba allí. La perseguí hasta aquí, luchamos y ella iba a atacarme cuando Caitlyn apareció. Jinx disparó y Caitlyn cayó al suelo desde una de las tuberías altas.
—Ya veo —murmuró Heimerdinger, mirando fijamente el cuerpo de Caitlyn con expresión pensativa—. Necesito que salgan, tendré que desvestirla para algunas comprobaciones —indicó sin titubeos. En esos momentos él era quien daba las órdenes sobre el bienestar de Caitlyn.
Ekko le dio su mano a Vi para ayudarla a incorporarse, haciéndola salir mientras Heimerdinger iniciaba sus evaluaciones. Bajaron a paso pesado las escaleras, Vi manteniéndose muda mientras descendían hasta el nivel de una habitación que en la puerta tenía su nombre, haciendo que ella mirase fijamente el tallado unos segundos.
—La guardé por si algún día volvías —comentó Ekko ante la pregunta implícita en la expresión de Vi, abriéndole la puerta para que entraran, mostrando una habitación como las cientos de otras allí.
Era sencilla, de colores marrones, con una cama en una esquina y un escritorio en la parte opuesta. Había pequeñas lámparas pegadas en las paredes, que estaban apagadas en ese instante, y dos sillas cerca del agujero grande a forma de balcón que estaba en la pared derecha, dejando una vista perfecta del árbol central de aquella guarida.
—Gracias —dijo Vi, sentándose en el borde del balcón y mirando hacia afuera, donde los demás jugaban con sus hijos, preparaban sus armas o simplemente convivían en comunidad.
—¿Fue difícil? —preguntó Ekko, dándole espacio a Vi para que se sintiera en confianza.
—¿Luchar contra Jinx de nuevo o verla casi asesinar a mi novia? —repuso Vi en una pregunta irónica, sus ojos fijos en el balcón que sabía era de la habitación donde estaba Caitlyn en esos momentos.
—No sabía que ya habían avanzado tanto —comentó Ekko, un tono divertido en su voz que hizo a Vi notar lo que había dicho, mirándole a él y negando suavemente con la cabeza.
—No lo hemos hablado, pero… —sus palabras murieron en su boca, su mirada perdiéndose hacia aquel balcón nuevamente.
—Pero está allí —terminó Ekko por ella, sonriendo con suavidad y entendimiento.
Realmente esperaba que Caitlyn no tuviera ningún daño severo. Estaba feliz de que Vi pudiera tener una pizca de la felicidad que merecía, y si algo le pasaba a Caitlyn, eso se iría para siempre.
—Verla fue demasiado. Estaba enojada por lo que había hecho, dispuesta a atacarla en serio, y a la vez no podía —confesó Vi, la molestia apoderándose de su voz, el enojo hacia ella misma—. Si yo hubiese sido más fuerte, si no hubiese vacilado, capaz Caitlyn no hubiese tenido que disparar, llamando la atención de Jinx y ahora… —Sus manos taparon su rostro, deteniendo la verborrea que escapaba sin control de sus labios.
—Es tu hermana, nadie espera que puedas hacerle frente sin recordar eso —La consoló Ekko, acercándose a ella y haciéndola mirarlo—. Yo también vacilé —Vi permaneció en silencio, la culpa comiéndola viva—. Si tan solo supiéramos qué quería ahora —comentó el joven, dejando salir un suspiro de frustración.
—Dijo algo sobre un regalo —murmuró Vi, el recuerdo de las palabras de su hermana llegando a su cabeza. Su mano se movió rápidamente hacia su chaqueta, sacando aquel sobre con dibujos que Jinx había tirado cerca de ella antes de desaparecer—. Esto es para mí, ella dijo algo sobre un regalo —volvió a murmurar, mirando luego a Ekko con una expresión de disculpa que el muchacho entendió de inmediato.
—Te dejo para que la leas —dijo, sonriéndole en apoyo y saliendo de la habitación.
Vi no tardó ni cinco segundos en romper entre gestos veloces el sobre, extrayendo varias hojas dibujadas. Algunas tenían los monstruos característicos de Jinx, otras simplemente repetían palabras de forma inconexa y las últimas tenían aquellos símbolos que Vi recordaba haber visto grabados en el cuerpo de Caitlyn.
La letra era difícil de leer y habían marcas de tinta, zonas mojadas y partes tachadas, pero eso no impidió que Vi fijara sus ojos detenidamente en cada palabra mientras su mente se esforzaba por procesar lo que estaba leyendo.
Su respiración se agitó con cada palabra que conectaba con la siguiente, formando una idea coherente; un mensaje. Su mente saltó las letras de aquellos momentos en que la locura se había apoderado de la escritura, dejando palabras sin sentido en medio del mar de información expuesta.
Sus dedos apretaron el papel hasta arrugarlo por los bordes, sus dientes se presionaron juntos; la ira y la confusión disputándose el control de sus pensamientos. De repente, aquella habitación le simulaba muy pequeña, su ropa se sentía muy caliente, el sol era demasiado brillante y molesto, su cuerpo se sentía eléctrico y con deseos de movimiento. Estar sentada ya no era una opción.
Como si alguien la estuviese persiguiendo, Vi se puso velozmente de pie y salió corriendo de la habitación, dando un fuerte portazo que resonó en aquella planta. Su caminar se detuvo, sus ojos fijos en Heimerdinger, quien la miraba con preocupación, pero que también le confirmaba sin palabras que lo que ella acaba de leer era cierto. Él no necesitaba preguntar cómo ella lo sabía, podía deducirlo de su expresión de pánico, pero Vi no podía con eso en ese instante, no de esa forma.
Sus pasos se aceleraron, sus manos haciendo una bola arrugada de aquellos papeles y guardándolos en la chaqueta antes de que finalmente sus músculos tronaran en libertad cuando empezó a correr. Estaba huyendo, de qué o quién, ella no sabía; pero huía.
Saltaba sobre los techos, sus manos apoyándose contra las paredes por impulso, dándole la palanca necesaria para doblar a tiempo, para aferrarse a las escaleras que subía o bajaba. Sus botas se deslizaban por los tejados al resbalar por ellos, sus piernas daban fuertes saltos que la desplazaban de un edificio a otro. Todo en su mente era un torbellino sin sentido.
«—Hola, hermana querida».
Un edificio interponiéndose entre ella y su desvío, su cuerpo tirándose de todas formas, aferrándose con sus manos al marco de una ventana que cedió bajo su peso, haciéndola caer hacia el balcón de la otra. Ignoró el dolor a propósito, saltando hacia la ventana lateral y usando las rejas de los balcones para escalar.
«—Aquel libro tenía notas sobre cómo regresar la Arcana».
Sus músculos se tensaban por el esfuerzo, sus pies marcando cada rendija de apoyo que encontraba, el sudor desplazándose por su cuerpo, sus dientes apretándose mientras un gruñido salía de su garganta, subiendo dos niveles de aquel envejecido edificio.
«—Se podía crear la Arcana definitiva, un arma biológica pensante».
El apoyo en las rejas de un balcón le sirvió para impulsarse de un salto hacia un tubo saliente. Sus brazos hicieron palanca, elevando todo su cuerpo de cabeza por encima del tubo; sus pies encontrando el punto de apoyo para que sus manos se soltaran, su cuerpo contorsionándose en un arco y haciéndola caer de pie en aquel pequeño alero.
«—Era necesario un recipiente perfec... ¡CÁLLATE!».
Paso tras paso, sus dedos tocando la pared en busca de equilibrio, el suelo mostrándose a veinte metros hacia abajo, una ventana abierta siendo su salida. Vi pasó su cuerpo por el marco roto de la ventana, observando que no hubiese más nadie en aquella habitación y corriendo hacia la puerta, saliendo al pasillo que mostraba al fondo las escaleras hacia la azotea.
«—Silco apoya mi idea. Mi actuar fue acertado, Violeta».
Saltaba de tres en tres los escalones, ascendiendo a una velocidad de vértigo. Su pecho subiendo y bajando al ritmo de un jadeo errático que no caracterizaba para nada sus carreras usuales. Sus manos empujaron estrepitosamente la puerta que daba a la azotea, el aire pesado de Zaun llenando sus pulmones, la oscuridad característica de esas tierras cubriéndolo todo.
«—La usé a ella, a tu novia, Vi. Las usé a las dos para mi pequeño experimento».
Sus pies afianzaron su peso en el suelo, su cuerpo inclinándose hacia adelante. El movimiento empezó apoyado en la memoria muscular que su cuerpo poseía, dando todo su máximo en aquella carrera, sus ojos fijos en el tejado siguiente que estaba separado por una distancia inusualmente larga, a más de veinticinco metros de altura de lo que sería una caída mortal.
«—Cuando la Arcana haya madurado, iré a recoger mi regalo».
El borde del edificio desapareció. El salto apoyado en el impulso acertado, su cuerpo encorvándose para mayor efectividad, el pequeño instante de ingravidez cuando iba por la mitad de la trayectoria, alcanzando el punto más alto de impulso que su cuerpo podía permitirse.
«—Seré mejor tía de lo que tú fuiste como hermana».
Su cuerpo impactando contra el tejado, rodando sobre su espalda y deteniéndose. Su mirada estaba perdida totalmente de su entorno, su garganta ardiendo ante cada jadeo, la realidad aplastante consumiéndola.
Vi fijó su mirada en el cielo oscurecido. No era de noche, todavía se escapaba algún resquicio de claridad entre las nubes de humo y tóxicos rastros de las minas. Sus extremidades desmadejadas chocaron contra el sucio techo; lágrimas se acumularon en sus ojos hasta desbordarse por el extremo, corriendo por su sien y perdiéndose en su rosado cabello.
—Mierda —Fue la palabra que salió de sus labios, la única expresión de la irreal situación en la que se encontraban. Por primera vez en muchos años, Vi no tenía un plan.
◇
Jinx estaba bailando de felicidad. Su risa descontrolada resonaba en un eco sostenido en medio de aquel lugar, sus pasos tambaleantes y sin ritmo seguían una música extraña que solo existía en su cabeza, sus brazos moviéndose al compás de aquella melodía, con sus trenzas enredándose y desenredándose de ellos.
Los pasos pesados que ocuparon el silencio de la habitación, interrumpiendo el festejo mental de Jinx, se le hicieron molestos a la chica; pero al ver de quién se trataba, una sonrisa ansiosa se formó en su rostro.
—¿Y bien? ¿Está listo? —preguntó, su lengua siendo aprisionada por sus dientes en una sonrisa torcida.
—Solo hay que esperar a que despierte, él ya había adelantado parte del trabajo —respondió El químico, asintiendo con la cabeza mientras mantenía una distancia segura. Aunque hubiese decidido trabajar con ella, no era ajeno al hecho de que Jinx estaba mal de la cabeza.
—¿Escuchaste eso? —inquirió ella, estirando su cuerpo en un gesto de felicidad—. El plan está en marcha, pronto tendremos todo lo que queríamos —continuó; us ojos abiertos en asombro y alegría, mirando hacia lo que para Singed, era la nada—. ¡Cállense! ¡No estoy hablando con ustedes! —gritó, torciendo su expresión en molestia y girando para mirar hacia atrás de ella.
—Apenas el sujeto despierte, le haré las pruebas necesarias —intervino el viejo hombre, deseando salir de la presencia de Jinx tan pronto como fuera posible—. Si todo es positivo, iniciaré con la creación de los prototipos.
—Bien, bien, has eso —respondió Jinx, su respiración jadeante y sus manos aferradas al nacimiento de su cabello. Sin meditarlo más, El químico se retiró rápidamente del lugar, dejando a la chica sola, mirando hacia ninguna parte con expresión disgustada.
Jinx se irritó, caminando por el desorden de plásticos, metales y piezas rotas y pateándolas en cualquier dirección. Un gruñido a medio camino de un grito raspó su garganta, sus manos tiraron de su cabello y su cuerpo se retorció en desesperación hasta que sus rodillas tocaron el suelo.
—¡Te dije ya que te calles! —gritó con furia, la frustración haciendo mella en ella—. ¡Tú y él no saben nada! —rebatió. Su mente le gritaba en formas fantasiosas, adoptando la figura de sus antiguos amigos, sobre todo lo malo que podía haber en ese plan—. Solo él y yo sabemos, solo él y yo entendemos —murmuró, arrastrándose por el suelo sucio hasta llegar a donde mantenía la mayoría de sus bombas, ignorando el escozor de la herida de su hombro, que ya estaba casi totalmente curada.
Continuó repitiendo aquella frase como un cántico, buscando calmarse, usándolo como un escudo contra el mundo y contra su mente misma; mientras sus manos quitaban los seguros de las bombas y las arrojaban al vacío.
Silco había tenido razón al crear un escondite diferente para ella, un sitio que nadie más que él supiera, tan similar al que anteriormente usaba en su propia guarida que ella no sentiría la incomodidad de habitarlo y nadie sospecharía de que ese lugar existía.
—Solo tú, solo tú y yo entendemos, solo tú y yo sabemos —dijo entre susurros.
Acostó su cuerpo de lado en el mismo borde del abismo, adoptando una posición fetal algo incómoda mientras su mente se quedaba en blanco. Su mano derecha estirándose sobre la nada, dejando que la bomba resbalara de sus manos y se precipitara velozmente hasta que explotó, haciendo que una ráfaga de aire caliente llegase a ella; quien continuó allí acostada, su mano balanceándose en el aire.
Su cuerpo apoyado en el frío suelo, su mente profesándole imágenes de Silco sentado a su lado, prestándole su regazo para que ella apoyase la cabeza, peinando su cabello con los dedos como cientos de veces antes había hecho, reafirmándole cuánto la quería y lo perfecta que era mientras ella repetía con letanía la misma frase.
—Solo tú y yo —murmuró, tan suavemente que era inaudible para oídos humanos, sus ojos mirando huecos hacia los ojos profundos de Silco, su mente aferrándose a él como prueba de su cordura.
—Solo tú y yo —escuchó que él respondía, sonriéndole de aquella afectuosa forma que solo ella podía ver; y ella sonrió también, sintiendo que el amor hacia quien había sido su padre crecía y la fortalecía. Sí, el plan funcionaría, tenía que funcionar. Solo así ellos podrían ser felices.
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Y bueno, ya aquí todos se hicieron a la idea de cuál es el plan y espero que estén preparados para lo que se avecina (sonríe macabramente, modo Jinx)
Actualicé mucho antes de tiempo porque tenía estas ideas en la cabeza quemándome el cráneo y tenía que sacarlas para poder estudiar para mi examen del sábado, así que se las traje 🤷🏻♀️.
¿Qué piensan el capítulo? Por favor, decirme en comentarios qué tal lo vieron y qué opinan del fic por el momento.
Dicho esto, nos leemos en la próxima actualización, besitos pequepinkypitufibolas.
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