Capítulo 55- No es un adiós...
Las modificaciones entre los tratados de ambas naciones habían tomado algunos meses, al menos habían contado con la ventaja de que zaunitas y piltovianos no parecían odiarse a muerte después de la batalla. Zaun había iniciado un nuevo sistema de exportación de sus minas, Piltover les había suministrado equipamiento adecuado, perfeccionado con Hextech, y parte de la producción iba para ellos, pero Zaun ponía el precio de venta.
Lentamente la población iba recuperándose. Ahora podían ver a niños jugar en la plaza que antes había sido el centro de un baño de sangre. Jayce la había reconstruido, creando un territorio neutral, construyendo un edificio central donde se llevarían a cabo todas las reuniones entre el Concejo de Piltover y los líderes de Zaun, retirando la ventaja para cualquiera de las partes involucradas. Allí, en la gran muralla que rodeaba la plaza, las luciérnagas habían hecho un mural inmenso donde se mostraba a cada uno de los caídos aquel día sin importar quienes fueran, noxianos, piltovianos o zaunitas, todos estaban allí.
Las naciones de Runaterra parecieron aceptar el error de Noxus después de las pruebas presentadas por Jayce y Caitlyn, quienes tenían el talento de la diplomacia carente en Vi, por lo que ella se ausentó de la reunión en la que se plantearon tales temas. En cambio, ella se ocupó de dirigir la construcción de las estatuas de Zeri, Sevika, Ekko, Silco y Jinx alrededor de la estatua de Vander, donde todo Zaun podría verlos.
Había tardado en entenderlo, pero Katarina, quien había escuchado a Sevika hablar de él, fue quien la ayudó a comprender los esfuerzos de Silco, aun si su método no fue el mejor. Formaba parte de la historia de Zaun, y merecía ser recordado tanto como otros. Algunos dirían que incluso más, pues la madurez le había ayudado a ver que, aun con buenas intenciones, las decisiones de Vander tampoco habían sido las mejores.
Todavía habían noches difíciles donde Lux se levantaba entre gritos y Sylas tenía que abrazarla con fuerza y sostenerla hasta que ella terminaba de llorar; madrugadas en las que Vi había colocado una manta sobre los hombros de Katarina, quien se quedaba dormida de la borrachera en alguna de las mesas del bar; instantes en los que Cait se disociaba de su entorno, alejándose en su mente hacia un lugar seguro donde su padre y su madre estaban vivos; o períodos en los que Vi lloraba en silencio, siendo abrazada por Cassidy, ante el recuerdo de Ekko y Jinx.
En ocasiones Cait y Vi se encontraban teniendo crisis de nervios porque Cassidy no aparecía, armando grandes escándalos cuando la veían llegar trepada en Ava. Era difícil adaptarse a la idea de que ya no estaba en peligro, de que podía andar libremente sin sentir el filo del cuchillo en su cuello ante cualquier cosa. Pero cada día esos momentos eran menos, y la vida continuaba su curso a su ritmo.
—¿Disfrutando de la vista? —preguntó Vi, aterrizando en el tejado del edificio donde Cassidy estaba sentada.
—Puedes decirlo así —contestó ella, ofreciéndole la botella de cerveza a Vi, quien alzó una ceja interrogativamente, pero igual lo tomó y le dio un trago.
—Pensé que eras muy joven para esto —comentó, devolviéndole la botella.
—¿A qué edad empezaste a tomar tú? —repuso Cassidy, mirándola de reojo con expresión arrogante.
—Ese es nuevo —señaló Vi; sus ojos detallando el tatuaje del brazo de Cassidy, donde se veía el diseño de uno de los monos que Jinx solía dibujar, destacando en azul y rosado, y debajo se leía Jinx escrito con la letra con la que ella firmaba sus grafitis en las paredes.
—Formó parte de mi vida entera. Existo gracias a ella, tuve pesadillas gracias a ella, las cicatrices en mi cuerpo son gracias a ella, pero también estoy viva gracias a ella. Merece un lugar en mi vida, tanto como cualquier otra persona —explicó Cassidy, dándole un trago a la cerveza y acomodando sus mechones que se batían con el viento.
Vi observó a su hija. Había cumplido quince hacía dos meses atrás, llevaba el cabello corto por la barbilla, cayendo más largo del lado derecho, como Caitlyn solía traerlo. Usaba tops cortos y pantalones a rayas, no ocultaba sus cicatrices ni las estrías azules, las abrazaba como parte de ella misma, de su historia, pero ya no era solo eso lo que cubría su piel.
Se había hecho el primer tatuaje un mes después de la batalla; era simple, el nombre de Sevika en letras que simulaban ruedas dentadas se mostraba en la base de su nuca, salpicado por manchas doradas y violetas, como el brazo metálico que ella había tenido.
Había empezado solo por eso, pero luego se tatuó el símbolo de la salud en honor a su abuelo en el antebrazo derecho; una luciérnaga por Ekko en la muñeca, con quien había compartido apenas minutos tensos en medio de un momento crítico, pero quien igual lo había dado todo por ella. Tenía el cabello rubio en ese peinado ridículo que Zeri siempre había usado justo encima de su hombro sin cicatrices de quemadura, y una magdalena mecánica con el número seis en romano se alzaba en la cara interna de su brazo derecho.
Vi siempre supuso que debían de regañarla por empezar a tenerlos a una edad tan temprana, pero no pudieron, no al ver qué tipos de tatuajes se hacía, no cuando estos eran una forma más de enfrentar la pérdida.
—Tú madre y yo tenemos una reunión con el Concejo de Piltover esta tarde —anunció Vi, tomando la botella de la mano de Cassidy y dándole un trago antes de devolvérsela, limpiándose la comisura de sus labios con las vendas del brazo que portaba la larga cicatriz de la quemadura—. Algo sobre una propuesta de negocios para ambas naciones por parte de otro país de Runaterra.
—Suenas muy emocionada por ir —bromeó Cassidy, vaciando lo que quedaba de la botella y dejándola rodar por el techo, viendo como asestaba el tiro cuando la botella cayó dentro del contenedor de basura que estaba en la calle.
—No es muy mi estilo, pero lo intento por ellos —contestó Vi, señalando con la cabeza hacia los zaunitas que mantenían vidas relativamente tranquilas, caminando por sus calles seguras.
—Me voy de Zaun —dijo Cassidy, sintiendo la tensión que cubrió a su madre durante algunos segundos. Ella extendió sus brazos, abrazando sus rodillas mientras el viento soplaba con más calma.
—¿A dónde? —preguntó Vi, conteniendo la flaqueza de su voz.
—A cualquier parte —contestó sin vacilar, dejando que sus ojos vagaran más allá del horizonte—. A todas partes. He pasado toda mi vida viviendo con miedo, pensando que si respiro demasiado lejos de ustedes algo malo va a pasar. Algo malo ya pasó, sobrevivimos, estamos aquí, pero yo sigo sintiendo esa sensación de asfixia cuando camino por las calles de Zaun. Necesito algo más, necesito el mundo.
—¿Irás con alguien? —inquirió Vi, notando la determinación en Cassidy, sabiendo que oponerse no serviría de nada, ella se iría con o sin su permiso, prefería tener su confianza para saber qué planeaba verdaderamente.
—No tengo pensado hacerlo. A quien único quisiera llevar es a Ava, y no es fácil mantener un perfil bajo si andas con una dragona supuestamente extinta de más de tres metros, así que iré sola —explicó, reclinándose sobre sus brazos y suspirando—. Le escribí una carta a mami, sé que no me dejará ir si se lo digo, pero eres libre de llamarte ignorante ante mis planes.
—Le he mentido a Caitlyn muchas veces durante años, siempre terminó peor para mí cuando supo la verdad, y siempre la supo. Admitiré que lo sabía, será lo mejor, aun si pasaré algunas noches durmiendo en una mesa en el bar —bromeó Vi, sonriendo ante la encantadora risa queda que escapó de Cassidy—. ¿Escribirás frecuentemente?
—Tanto como pueda —aseguró Cassidy, mirando a Vi ponerse de pie. Se lo pensó unos segundos, pero también se incorporó, quedando cara a cara con su madre. Cassidy ya era tres centímetros más alta que Vi.
—Te extrañaré, Bizcochito —dijo Vi, tragando el nudo en su garganta e ignorando las lágrimas en sus ojos. Cassidy sonrió, acercándose a Vi y abrazándola con fuerza, hundiendo la cabeza en el cuello de ella, queriendo grabar ese momento en su mente de forma permanente.
—Nos veremos de nuevo, mamá —afirmó Cassidy, suspirando cuando sintió a Vi dejar un beso en su sien, y luego se apartó.
Vi se quedó allá arriba, con el viento moviendo sus cabellos cortos, el sol alumbrando en el naranja del ocaso, Zaun preparándose para la noche, el momento en que sus calles cobraban vida verdaderamente y todos parecían más activos y felices; y ella allí, de pie, sintiendo los pasos de su hija mientras se alejaba, hasta que ya no la escuchó más, sabiendo que había saltado del tejado.
No ocultó sus lágrimas ni las contuvo, las dejó correr, porque era humana, porque sentía, pero sabía que esta vez no era como las otras veces en las que se había separado de quienes amaba, esta vez se volverían a ver.
Su mente estuvo dispersa durante la reunión con el Concejo de Piltover, pero eso no afectó en nada, considerando que quien tomaba esas decisiones era Caitlyn. La noche ya cubría el cielo en toda su extensidad cuando Cait y Vi atravesaron las puertas del bar, donde el barista se había hecho cargo bajo la supervisión de Katarina, que pasaba casi todas las noches allí.
Intercambiaron un saludo cansado mientras bajaban las escaleras hacia la casa, Vi preparándose para lo que se avecinaba. No le extrañó el sobre violeta que había en su cama, sobre la almohada de Cait, ni fue raro que eso fuera lo primero que Cait notara. Vi se apartó, dándole tiempo para leer la carta, notando los temblores en su mano, su respiración agitada, las lágrimas que mojaban el papel, la forma en que se mordió el labio inferior.
Cuando Cait terminó, Vi se mantuvo quieta cerca de ella, esperando saber si la necesitaba o si quería matarla, si debía de acercarse más o alejarse. Durante largos minutos nada pasó, Cait permaneció en silencio, llorando, hasta que sus ojos se alzaron hacia Vi con una rabia mal disfrazada, lacerándola con su mirada.
—¿Lo sabías? —preguntó en voz baja, con un arrastre ronco que prometía dolor—. Sin mentiras, Vi, ¿lo sabías?
—Sí.
Su admisión fue seguida del impacto de Cait sobre su cuerpo, quiso golpearla, o tal vez no, quizás solo necesitaba sacar un poco de su furia, pero igual no quería lastimar a Vi. De alguna forma, al final Vi solo encerró a Cait entre sus brazos, deslizando su mano por su espalda mientras la otra se aferraba a su nuca, sosteniéndola, susurrándole al oído que todo estaría bien, asegurándole que ella regresaría.
Esa noche Cait se durmió llorando, abrazada a Vi en todo momento. El sol apenas salía cuando Vi se despertó, encontrando el otro lado de la cama vació. Su mirada vagó en derredor, buscando a Cait, deteniéndose en su figura estática mirando por la ventana, observando como la vida en Zaun se ralentizaba a medida que el día empezaba.
—¿Te despertaste hace mucho? —preguntó Vi con voz somnolienta, estirando sus músculos y acercándose a Cait.
—Poco antes de que clareara el cielo —respondió Cait, abrazando sus brazos con sus manos, su mirada perdida en la nada—. Quiero estar enojada contigo, quiero decirte todo tipo de maldiciones y mandarte a dormir al bar o al burdel de Lux.
—Puedes hacerlo si es lo que deseas —concedió Vi, sabedora de lo difícil que era esa separación para Cait.
—No lo haré —negó Cait, carraspeando para aclararse la garganta antes de girar hacia Vi, su mirada azul adornada por la luz suave del amanecer que entraba por la ventana—. No lo haré porque no es tu culpa. Pienso que es muy pequeña todavía, y desearía que siguiera siendo mi bebé por siempre, pero sabíamos que estábamos adelantando su tiempo a medida que la preparamos para sobrevivir, debí tomar en cuenta que después de todas esas experiencias ella no sería una niña de quince años mentalmente hablando. Yo solo… no estaba preparada.
—No creo que ningún padre que verdaderamente ame a sus hijos esté preparado para dejaros ir algún día —comentó Vi, acercándose a Cait y envolviéndola entre sus brazos, sus frentes tocándose, ambas respirando el mismo aire, el calor de sus cuerpos invadiendo al contrario—. Lo hicimos bien, Pastelito, la criamos bien. Ella es fuerte, sabe lo que hace, y, más importante aún, es nuestra hija. Ella estará bien.
—Lo sé —admitió Cait, rozando su nariz con suavidad contra la de Vi, alzando un poco la cabeza para dejarle un beso en la punta de la nariz y sonriendo cuando sintió a Vi soltar una risa queda—. Hoy Jayce vendrá de visita.
—¿Para qué? —cuestionó Vi apenas en un susurro, ambas decididas a conservar la burbuja que las rodeaba tanto como pudieran.
—El ingeniero que está trabajando con Sylas ideó una mejor prótesis mecánica para su brazo —explicó Cait, suspirando cuando sintió los dedos de Vi ascender en movimientos circulares por su espalda—. Además, quiere visitar la antigua casa de Viktor.
—No lo ha superado —murmuró Vi.
No era una pregunta, durante meses había visto la mirada de añoranza en Jayce cuando observaba a la distancia, la forma en que a veces sus labios articulaban el nombre del antiguo inventor, como movía sus dedos en el fantasma de una caricia que no podía dar. Vi estaba sinceramente sorprendida que nada sexual o romántico hubiese pasado entre ellos, dado el nivel profundo al que se amaban, pero esa era su perspectiva, no tenía que ser la realidad de todos.
—No del todo, pero va mejorando —contestó Cait, sus labios arrastrándose por la mandíbula de Vi hasta llegar a su cuello, soplando el aire frío antes de respirar su propio aliento caliente sobre la piel que se erizaba ante ella.
—¿Cuánto tiempo tenemos? —inquirió Vi, descendiendo sus manos por los costados de Cait hasta detenerse en sus caderas con una caricia suave que envío escalofríos por el cuerpo de Cait.
—Todo el tiempo del mundo —aseguró Caitlyn, apartando un poco su rostro del de Vi, ambas mirándose a los ojos, embebiéndose del vicio lícito del azul impactando con el gris.
—Será mejor que empecemos entonces, es posible que no nos alcance con solo eso, Pastelito.
Cait dejó escapar una risa queda cuando sintió a Vi levantarla en volandas sobre sus brazos, llevándola a la cama. El mundo afuera iba mejorando de a tramos, no podían cambiarlo todo de la noche a la mañana, pero incluso con el progreso cerniéndose sobre la humanidad, habían cosas imperecederas entre ellos, habían sentimientos indestructibles, personas inolvidables, vínculos inquebrantables. Ellas lo eran todo, abarcaban cada unión irrompible existente en el universo.
Era irónico, si miraban en retrospectiva, que todo hubiera empezado con una investigación oficial y el primer acto delictivo de Caitlyn al sacar a Vi de Stillwater. Quizás eso debió de ser un precedente para el futuro, para lo que Caitlyn estaba dispuesta a hacer por Vi, pero no se dieron cuenta de ello sino hasta años más tarde.
Sus cuerpos ya no eran los mismos, si bien seguían teniendo aquella musculatura definida y firmeza en sus gestos, ahora tenían cicatrices, marcas imborrables que se mezclaban con los cambios naturales de la edad. Cuando Cait sonreía salían líneas alrededor de sus ojos, y Vi las tenía en el entrecejo, Caitlyn le recordaba todo el tiempo que esto era por fruncir el ceño ante todo.
Hacía mucho que habían dejado atrás a las veinteañeras que se enfrentaron a Silco, sin embargo, cuando Cait reía, Vi no dejaba de mirarla, embebiéndose en la belleza de su sonrisa, de la separación en sus dientes que era tan adorable y que la hacía querer besarla hasta que Cait se lo creyera. Y cuando Vi mantenía aquella expresión enojada mientras golpeaba el saco de arena o la máquina de entrenamientos, Caitlyn absorbía cada golpe, cada gesto, cada gruñido de su garganta, degustando el momento.
El día se extendió entre abrazos, besos, caricias, la unión cálida y desesperada de sus cuerpos, seguida de momentos pacientes y ambiciosos por más, por poder fundirse una en la otra, gravarse en la piel. No vieron a Jayce ese día, aunque luego se enterarían por Lux que sí había logrado encontrar la casa de Viktor, que le había dejado una flor mecánica dentro y se había ido, con un brazo totalmente nuevo.
También verían a Lux y Sylas tomarse de las manos, dándose una oportunidad de algo más por primera vez después de la muerte de Zeri; no concebían la idea de estar con nadie más, y no podían apartarse uno del otro, prometieron no cometer los errores que Lux y Zeri habían cometido.
Más tarde ese día verían a Katarina sentada en una mesa de la esquina del bar, hablando con el hombre de nombre Garen, con su imponente armadura y cabello castaño perfectamente recortado, y ella negaría la bebida que la mesera le iba a servir, tapando la boca de su jarra de cerveza después de haber tomado de esta una sola vez.
Él le sonreiría y seguirían hablando de algo que no tendría nada que ver con la guerra pasada o con la forma en que él había cuidado a los zaunitas evacuados, ella se reiría y se irían esa noche juntos. Cait y Vi sonreirían compartiendo un sentimiento cómplice, sabiendo que Katarina se merecía ser feliz.
Escucharían los rumores, mientras atendían el bar, de una flor mecánica que destellaba en azul y entonaba una melodía armónica, proveniente de una casa abandonada en uno de los callejones de las casas cerca del antiguo riachuelo, donde la brecha con Piltover era apenas de dos metros, cada uno a su lado del agua. Las personas empezarían a hablar, ellas reirían en privado, y en público alentarían sus supersticiones, divirtiéndose con la credulidad de los zaunitas.
Verían a Ava descansando en el techo de La última gota, su cola colgaría hasta interferir con la entrada, sus escamas reflejarían la luz de las estrellas mientras ella suspiraría, buscando en el cielo la imagen de Cassidy y no encontrándola. Y eso se repetiría durante semanas, hasta que la primera carta llegase, escrita de su puño y letra, narrando como había cruzado dos fronteras en Runaterra, había conocido a personas interesantes, se había metido en algunas peleas callejeras que ella declararía inevitables, pero que Cait y Vi sabrían que fueron provocadas, y hablaría sobre su estadía en Targon y sus planes para seguir hacia Jonia cruzando el mar.
Todo eso sería más tarde, la noche no había llegado todavía y ellas apenas comenzaban. Sus cuerpos se fusionaban en una extraña enredadera de extremidades y calor, sus risas interrumpían las intenciones más lascivas y la diversión se mezclaba con la lujuria. Eso allí, ese momento donde eran ellas mismas, haciendo de algo placentero un instante divertido y amoroso, único, era precisamente lo que las mantenía juntas.
Era la definición de amor en las pieles de dos mujeres que habían nacido en caras diferentes de la misma moneda: Piltover y Zaun, progreso y desgracia, Ciudad de la superficie y Cuidad hundida. Todo en ellas era opuesto, debieron de haberse mantenido separadas desde el primer momento, pero ambas lucharon, desafiando leyes, sistemas, dictadores y la magia misma, solo por la seguridad de una vida juntas.
«Ningún monstruo aparecerá ahora, Vi».
«Y si llegan, esta vez estamos juntas, Pastelito».
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Entonces, no tengo mucho que decir excepto que estoy en lágrimas y mi novia es testigo absoluto de que estaba negada a subir el final de la historia. No quería despedirme de este fanfic, no quería cerrarlo; pero ella tiene razón en algo, tenía que hacerlo por ustedes. Así que aquí estoy.
Ahora... como pueden notar, el título de este capítulo va unido al título del epílogo. Una libertad creativa contra las leyes de la gramática y los escritos. Espero les guste el epílogo y, cuando lo lean, este fanfic habrá terminado.
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