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Capítulo 54- Un día a la vez.

El sol se alzaba en el horizonte, mostrando una imagen dantesca de cuerpos que cubría el campo de batalla. Los sobrevivientes movían a sus heridos, se llevaban a sus muertos; los heridos eran tratados por los médicos de Piltover, los muertos eran dejados en bolsas plásticas.

Los noxianos serían devueltos a través de una de las puertas de Hextech en una aeronave, llevándose con ellos a los que perdieron, para que los lloraran u honraran como considerasen; los piltovianos eran trasladados en grandes vehículos, llevados al centro de la ciudad, donde cada familia reconocería a su miembro perdido; los zaunitas serían movilizados hacia Zaun en grupos, allí decidirían qué hacer con ellos.

Era una mañana silenciosa, pareciera como si todos tuvieran miedo de perturbar la victoria con el sonido y que eso los hiciera despertar del sueño, devolviéndolos al campo de batalla, a la guerra y devastación. Aun con su brazo herido, Jayce tomó rápidamente el control de la situación; para pesar de Cait, tenía que admitir que él se había vuelto un buen líder, la experiencia lo había hecho crecer. Era posible que Piltover estuviera en buenas manos, después de todo.

—Listo, señora Kiramman, ya puede pararse —indicó una de las enfermeras, acabando de curar su herida. Cait agradecía la anestesia que evitaba que sintiera el dolor—. Deberá usar las muletas y no poner mucha presión en la pierna, pero estará bien.

—Gracias.

Apenas le dieron permiso de moverse, Cait tomó las muletas y empezó a andar lejos de los demás, avanzando por las familiares calles de Piltover, observando a las familias reuniéndose, o llorando a los caídos. No había visto a Lux, Sylas o Katarina, había querido, pero ella misma no sabía qué decirles, y su mente estaba fija en su hija, quien no había aparecido todavía.

No tenía fuerzas para apoyarlos, para consolarlos, caminaba en un trance extraño, incapaz de sentir nada, su cuerpo usando la memoria muscular para no caer, y su mente espaciada.
No supo cuánto había caminado sino hasta que se vio delante de las rejas de su mansión. No entró.

Observó las cenizas y escombros de lo que fue el hogar de su infancia, adolescencia y parte de su adultez, la casa de su familia, el orgullo de su madre. Nadie tuvo que decirle, su padre le había informado del mecanismo de explosivos instalados en la casa por seguridad, sabía que si había tenido que usarlos, él ya no estaba vivo. No lloró, quiso hacerlo, se sentía mal no hacerlo, pero no encontraba las lágrimas en ella.

—Pastelito.

La voz se extendió en el velo del silencio como una caricia melódica. Cait sintió su respiración acelerarse, cerró los ojos, tragando el nudo en su garganta y dándose la vuelta lentamente, su peso recargado en las muletas. Abrió los ojos con parsimonia, con miedo, y sintió el peso de su pecho desaparecer cuando vio a Vi caminando hacia ella, su brazo pasado por encima de los hombros de Cassidy.

Quiso correr, pero no pudo, así que se quedó allí, quieta, esperando pacientemente hasta que ellas estuvieron delante. Cassidy pasó sus brazos por el torso de Cait, abrazándola, dejándola sentir su calor, sus temblores, su vida. Cassidy estaba viva. Cait lloró.

El sollozo escapó de sus labios con una mezcla de tristeza y alivio, su mano apoyándose en la espalda de Cassidy, presionándola más contra ella, como si quisiera fundirla a su cuerpo y nunca más dejarla. Sus ojos se alzaron hacia Vi, suplicantes de tu tacto, y ella no la hizo esperar, acercándose por el lado sano de Cassidy y abrazándolas a ambas.

Había lágrimas silenciosas corriendo por sus rostros, sollozos que rompían la imagen de entereza que intentaban sostener, temblores espasmódicos que controlaban afianzando el agarre una en la otra. Estaban vivas, no estaban bien, no lo estarían por un largo tiempo, pero ahora sabían que tenían tiempo para ir recuperándose.

                              ♤

El día fue largo, doloroso, pesado. Jayce dio un discurso de victoria que honraba a los caídos en representación del Concejo, y por voto popular se le otorgó un puesto aún más alto: Presidente del Concejo. Vi no dijo nada, pero de cierta forma se alegraba por él, no era el mismo hombre que había conocido años atrás, o tal vez sí, era aquel que había ofrecido la paz por encima de la guerra contra Zaun, el que se había perdido en su propio dolor después del estallido del misil. Era bueno que estuviera de vuelta.

Jayce ofreció las instalaciones de cada hotel de Piltover de forma gratuita para los zaunitas. Allí serían atendidos por enfermeras, podrían bañarse, comer si lo deseaban, y recuperarse antes de partir en el ocaso. Cait sostuvo la mano de Vi mientras curaban la herida en su brazo y llevaban la articulación a su lugar, se la había dislocado al golpear con el guantelete la cámara hiperbárica, y soportó los apretones cuando Vi gruñó al curarle la quemadura. Su piel no volvería a ser la de antes y su tatuaje estaba perdido entre la herida, pero Vi no se quejaba, a diferencia de Jayce, ella al menos conservaba la extremidad.

La cura de Cassidy fue más difícil de soportar, tuvieron que ser expulsadas de la habitación para que no interrumpieran más el trabajo del personal de salud mientras curaban la quemadura y las heridas causadas por la Arcana.

Las cicatrices perdurarían toda su vida, las estrías azules en su piel serían marca eterna de lo que ella había sido, de lo que había vivido, junto con la cicatriz en su frente y la de su labio inferior. Cassidy no se quejaba, había gritado, maldecido y gruñido apretando los puños durante el proceso de cura, pero había sobrevivido todo aquello. Era su historia, suya para contar, y eso era el mayor logro posible.

Les repartieron ropas bastante genérica, todas negras, pero ninguno se quejaba; muchos de ellos había crecido teniendo que reutilizar sábanas para hacer camisas, no les importaba qué ropa les dieran los piltovianos. Cassidy quedó dormida con un sedante, obsequio de una de las enfermeras, quien consideró que después de todo lo que había vivido siendo apenas una niña, le vendría bien descansar. Cait lo agradeció con cariño.

Vi estaba en la ducha cuando oyó la puerta abrirse, el sonido de las muletas, la caída de la ropa, la puerta de la ducha, y así, Cait estaba allí, con ella, y Vi la ayudaba a sentarse en el quicio de la esquina, justo bajo la ducha. Permanecieron allí horas, esperando que la presión del agua limpiara la mayoría antes de lavarse adecuadamente, compartiendo el silencio que tanta paz les traída.

En horas de la tarde, cuando Cassidy ya estuvo despierta, los toques en la puerta atrajeron la atención de las tres. Vi fue quien abrió la puerta, era la menos herida, aun si cargaba un largo vendaje en una mano y un cabestrillo en la otra. No se vieron sorprendidas de ver a Sylas, Lux y Katarina en su puerta, con visibles ojeras, ropa limpia y sus heridas atendidas. Vi se apartó, dejándoles pasar, y lentamente todos se fueron acomodando en los cómodos sillones del recibidor de la habitación.

Cassidy fue quien lo pidió, quizás era una petición egoísta, pero ella quería saberlo, así que el silencio se extendió posterior a sus palabras solos unos segundos, hasta que Lux habló. Narró la batalla desde su perspectiva, lo que había hecho, a quiénes había matado, cómo la habían herido, y el momento final donde vio desde la distancia a Zeri sacrificarse por ellos.

Sylas acompañó su relato, contando de lo que había vivido al lado de Vi en la vanguardia, y los últimos momentos de Zeri. Vi lloró en silencio, las gotas marcándose en la alfombra del suelo. Ella le había pedido a Zeri que detuviera aquello, no contó con las consecuencias.

—No fue tu culpa —aseguró Lux con voz monótona, su mirada fija en Vi—. Ella sabía lo que estaba haciendo.

Katarina fue la siguiente en contar su batalla, los momentos en que ella y Zeri se habían ayudado, las veces en que casi la mataban, las personas a las que ella misma acabó. No fue hasta que describió el instante en que encontró el cuerpo sin vida de Sevika que Cassidy aceptó la verdad; había querido ignorarlo, pensó que tal vez la mujer había estado muy herida, pero no fue así. Caitlyn continuó detrás, explicando los motivos de su retirada temprana de la batalla y cómo había matado a la Reina de Noxus, la última de su familia. Así, fue el turno de Vi.

Respiró hondo, cerrando los ojos, evocando cada recuerdo, narrando los momentos más importantes, sintiendo sus palabras atascarse en su garganta cuando tuvo que admitir que Sevika había muerto por protegerla. Cuando escuchó eso, Cassidy apretó sus manos en puños, mordiendo el interior de su mejilla hasta que el sabor metálico cubrió su lengua.

Vi siguió la historia, relatando los acontecimientos posteriores, como había visto el destello de los rayos en el cielo y se había dirigido directo hacia Cassidy, la manera en que Jinx había logrado acceder a Powder por fin, después de tantos años, y el sacrificio que habían hecho ella y Ekko. Cassidy no dijo nada, se limitó a apoyar la cabeza en la pierna de Vi y permanecer en silencio; nadie la interrumpió.

El sol tornó el cielo de naranja cuando los zaunitas fueron avisados de que los preparativos para su regreso a Zaun estaban hechos. Fueron llevados en vehículos terrestres hacia la gran plazoleta, sus muertos ya estaban acomodados en una aeronave, y había otra dispuesta para los sobrevivientes, los llevarían directo al corazón de Zaun y luego regresarían.

—Caitlyn, Vi —Jayce se acercó, usando un vendaje apretado en su muñón, caminando con dificultad, pero manteniendo un aire estoico que rara vez se podía ver—. Asumo que ya se van.

—Los zaunitas debemos volver a casa, Jayce —declaró Cait; Jayce no pasó por alto la inclusión en sus palabras. Era cierto, Caitlyn era una zaunita ahora.

—Quería decirles que, cuando todo esto pase, me gustaría reunirme con los líderes de Zaun para negociar los términos de la independencia de Zaun de nuevo —dijo Jayce, estirando su brazo sano hacia Cait, entregándole una carpeta que ella sostuvo precariamente, teniendo que mantener el equilibrio con las muletas—. Por ahora, esto es lo que puedo hacer, lo demás lo discutiremos después.

Cait abrió la carpeta, inclinándola para que Vi pudiera leer el contenido también. Caitlyn dejó escapar un suspiro cansado, pero marcado de alivio, y Vi se mantuvo impasible, aun cuando por dentro pudo sentir el peso que siempre cargaba desvanecerse lentamente. Jayce le acaba de otorgar a la Nación de Zaun acceso total a las puertas de Hextech, un arreglo comercial entre ambas naciones con igualdad de esfuerzo y beneficio, rutas de comercio abiertas de forma indefinida, relaciones diplomáticas entre ambas naciones.

—Debí haber hecho esto desde la primera vez —lamentó Jayce, una obvia disculpa en sus palabras, en la expresión dolida de su rostro—. En lugar de eso, cerré toda comunicación, forcé los portales y separé Zaun de Piltover. No tenía que haber sido así, el dolor y la ira me cegaron, no es que eso sea una excusa, pero quiero hacerlo mejor. Creo que podemos hacerlo mejor.

—Todos hemos cometidos errores, Jayce —dijo Vi, avanzando hacia él y colocando su mano vendada sobre su hombro en un apretón amistoso y suave que evitara daños mayores a ambos—, pero aprendemos de ellos, crecemos, mejoramos. Muchas gracias.

—Nos veremos pronto —prometió Caitlyn, cerrando la carpeta y dándosela a Katarina, quien la tomó y siguió adelante, excusándose con una mirada hacia Vi.

—Otra cosa, pensé que vuestra hija estaría feliz de saber que su amiga está bien —comentó Jayce, sus ojos desviándose hacia Cassidy, que lo miró con extrañeza.

Jayce hizo un movimiento sutil con su cabeza, señalando hacia la aeronave donde iban entrando los zaunitas heridos. Cassidy sintió el llanto golpeándola por dentro como no le había pasado hasta ese momento. El sollozo escapó de sus labios y sus piernas echaron a correr antes de siquiera pensarlo, deteniéndose solo cuando estuvo tan cerca que podía llegar a golpearla.

Ava la miró, aun ligeramente adormecida por la anestesia que habían usado mientras curaban su herida y sacaban la bala, pero la reconoció, su lengua babeando el rostro de Cassidy cuando esta inclinó su cabeza hacia ella, sonriendo con la felicidad que solo se puede sentir cuando un ser amado está vivo y a salvo.

Cait y Vi se embebieron en la imagen de Cassidy sonriendo de felicidad, de alivio. Habían pasado por mucho, estaban todos muy rotos, demasiado dañados, pero lograrían superarlo, un día a la vez. Ambas se giraron para agradecer a Jayce, pero este ya se había alejado, dando indicaciones para la reorganización de Piltover y la reconstrucción del terreno que se había usado para la batalla. A Cait le pareció escuchar algo sobre tierra neutral entre Zaun y Piltover, pero no estaba segura, y de todas formas tendrían mucho tiempo para hablarlo.

Subieron a las aeronaves, ascendiendo en el cielo y cruzando de Piltover a Zaun mientras el sol se escondía en el horizonte, dando fin a un día del que todos querían olvidarse. Tal cual Jayce dispuso, las aeronaves los dejaron en el centro de Zaun, donde los zaunitas evacuados ya los esperaban.

El recibimiento fue lúgubre, a diferencia de Noxus y otras tierras de guerra y conquista, para ellos las pérdidas dolían y no eran opacadas por la victoria. Las aeronaves se fueron, pero ellos se quedaron. No hubo que dar la orden, era algo que Zaun había vivido demasiados años atrás, cuando la primera Gran Rebelión contra Piltover.

Todos ayudaron, moviendo los cadáveres hacia las piras que en algún momento del día los zaunitas que habían regresado habían preparado. Tomó gran parte de la noche, pero no podían descansar sin darles el descanso a sus seres queridos. Cada familia escogió a un miembro para tomar una antorcha, los zaunitas se reunieron, parándose al lado del ser querido que ya no estaba y bajaron las llamas, prendiendo en fuego los cuerpos. No hubo un gran discurso, las palabras no cubrirían nada de aquello, el silencio era más apropiado para el luto.

Cait y Vi no tenían familiares directos a los que quemar, Tobías, Ekko y Powder no eran cadáveres, ni cuerpos, eran cenizas llevadas por el viento que ellas nunca controlarían. Lux y Sylas tampoco tenían a nadie, Zeri había sido consumida por la explosión, su cuerpo desapareciendo por la masa de energía. Sin embargo, se quedaron.

Se quedaron por respeto a quienes lucharon, honrando a los que dieron su vida por defenderlos, por ayudarlos. Se quedaron por las familias que tenían un miembro menos, por los niños que habían perdido un padre o un hermano, por las mujeres que habían perdido un hijo o un esposo. Se quedaron por Sevika  por las llamas encendidas por Katarina.

—La hice prometerme que se aseguraría que mis madres regresarían a salvo —Cassidy se acercó a Katarina lentamente, hablando en un susurro pacífico que iba acorde a la quietud de la noche mientras las llamas se alzaban y el calor aumentaba, acabando con la carne de quienes ya no estaban—. Supongo que no comprendí la profundidad de la promesa.

—Ella no era el tipo de mujer que hacía algo que no quisiera hacer —respondió Katarina, dejando caer la antorcha en la pira donde las llamas ya consumían a Sevika—. Si te lo prometió es porque siempre estuvo dispuesta a hacerlo —Katarina dio un paso atrás, dándole la espalda a las llamas, su mano acomodándose en un apretón delicado sobre el hombro sano de Cassidy—. Tranquiliza tu consciencia, esto no fue tu culpa. Ella murió con dignidad, esa que solo una persona verdaderamente leal tiene, y sé que no querría que te estuvieras torturando por ello ahora.

Katarina se alejó, manteniendo un paso tranquilo que la hacía parecer estar dando un paseo bajo la luna en una noche cualquiera. Cassidy la dejó ir. Sus ojos vagaron sobre las llamas, viéndolas tornar la noche en día, el frío en calor, la carne en cenizas. Pensó que era una ilusión apenas, pero no fue así.

Una sonrisa discreta tiró de sus labios mientras cientos de luciérnagas con sus brillantes luces verdes sobrevolaban las llamas y se alzaban hacia el cielo en una danza armónica que solo esos insectos podían crear, dando la ilusión de ser las almas de aquellos de los que hoy se despedían, que finalmente podrían descansar en paz. Todos las vieron, los zaunitas mantuvieron el pacto de silencio, incluso cuando el asombro destacaba en sus rostros y las lágrimas corrían de sus ojos. La paz había llegado.

Esa noche Cassidy fue a casa con sus madres, su corazón más ligero y pesado a la vez. Ya no sentía las cadenas que la habían atado y torturado toda su vida, pero ahora, en su pecho habitaban todas las personas que ella había amado, aquellas que vivían y las que no, ocupando tanto espacio que a veces era difícil para ella respirar. Se acostumbraría a la sensación, algún día ya no siquiera sentiría que estaban allí, pero las memorias no desaparecerían.

—¿Estás bien, Bizcochito? —preguntó Vi, arropando a Cassidy con gestos lentos con su única mano utilizable, aun cuando ella específicamente dijo que podía hacerlo sola.

—Se siente extraño, ya sabes, no tener la Arcana, ser… normal —confesó Cassidy, analizando las estrías azules que recorrían su cuerpo, repasándolas con el dedo, siguiendo sus trazos y rutas sobre su piel.

—Te acostumbrarás, todos nos acostumbraremos. Solo necesitamos tiempo —aseguró Vi, acariciando con sus dedos la frente de Cassidy, apartando sus largos mechones del medio antes de inclinarse y darle un beso de buenas noches.

—Descansa, mamá —despidió Cassidy con un bostezo interrumpiendo sus palabras. Vi cerró la puerta.

Sus pasos la llevaron a su propia habitación, donde Cait estaba acostada en la cama, la sábana recogida en el lado de Vi, esperando por ella. No se hizo esperar, apagó la luz y se adentró en la cama, dejando escapar un gemido de satisfacción cuando sintió su cuerpo cerca del de Cait, sus calores mezclándose.

Si había una vida mejor prometida después de esta, Vi estaba segura de que incluía a Caitlyn, no podía haber nada mejor si Caitlyn no estaba allí. En su lado de la cama, con su brazo pasando debajo de la cabeza de Vi y haciéndola acurrucarse contra ella, Caitlyn pensaba lo mismo. Otra vida, una mejor, debía de incluir a Vi, pero mientras eso pasaba, ambas disfrutarían esta vida que tenía, esa nueva era que empezaba.

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Hola, espero que el desenlace no haya sido decepcionante.

Lamento solo subir un capítulo, mi abuela está ingresada de urgencia en el hospital desde el viernes y yo ando muy atareada con esto, así que no me da tiempo a editar dos como hago siempre.

El próximo domingo subiré el capítulo final y el epílogo, pero mientras tanto, por favor dejen en comentarios su opinión al respecto. Me alegrara mucho saber qué tal les ha resultado la experiencia de leer este fanfic.

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