Capítulo 53- El alma que habita dentro.
Su cabeza dolía, sentía el cuerpo pesado y su visión borrosa le impedía comprender dónde estaba. El pitido en su oído había desaparecido, pero ahora simplemente ya no escuchaba nada del lado izquierdo, su respiración era lenta y profunda, el aire tenía un olor ácido incómodo, y el característico aroma metálico de la sangre.
La mancha roja cubría las rocas lisas de la plaza, Cassidy se centró en eso, en los bultos oscuros encima de la extensión del rojo. Parpadeó un par de veces más hasta que su visión se enfocó, poco a poco, y pudo distinguir los cadáveres en el suelo, haciéndola retorcerse en su lugar en un vano intento de alejarse.
Una punzada de dolor la recorrió desde su quemadura, haciéndola sentir el peso de las cadenas que la mantenían en su sitio, gruesos grilletes en sus manos, tobillos y cuello. Miró en derredor buscando una escapatoria, en cambio, encontró la sonrisa sádica y divertida de Jinx, quien estaba apoyada contra una cámara hiperbárica de paredes transparentes.
Desde su posición Cassidy podía ver un cuerpo descansando dentro, probablemente sin vida, y las marcas de runas que cubrían las paredes de la cámara, las mismas que recubrían las barras de metal que la rodeaban, por debajo de las gemas, y el aro en el que ella estaba dispuesta al centro.
—Me alegra que despertaras, pequeño experimento, ya es hora de divertirnos —Jinx sonrió con alegría, uniendo ambas manos y moviendo sus dedos juntos en un gesto festivo mientras avanzaba hacia ella.
—¿Qué está pasando? —Cassidy hablaba entre susurros, su cuerpo sintiéndose débil y su mente luchando por mantenerse presente en la conversación. Podían ser sus últimos segundos de vida.
—Estamos aquí para una celebración, un renacimiento —explicó Jinx, agachándose a la altura de Cassidy, quien se mantenía arrodillada en el suelo, y sosteniendo su cabeza por la barbilla—, y tú eres el espectáculo principal.
—¿Renacimiento? —Cassidy frunció el ceño, confundida, intentando hilvanar un pensamiento coherente. Sus ojos se desviaron hacia el cuerpo en la cámara hiperbárica, la idea latiendo con fuerza en su mente—. Quieres que lo reviva.
—Tenía pensado probar la calidad de tu capacidad para revivir personas primero —dijo Jinx, dejando caer la cabeza de Cassidy al incorporarse—, pero gracias a los exámenes de tu abuelo me enteré de que la Arcana parece dañarte. Es posible que no sobrevivas a revivir uno solo, y yo no voy a arriesgarme.
—Por eso mataste a los soldados noxianos, porque estás traicionando a su reina —acusó Cassidy, elevando su mirada hacia Jinx, quien solo la miró fríamente antes de avanzar hacia Silco.
—Es mi padre —contestó, colocando su mano sobre el frío material de la cámara, añorando poder sentir sus abrazos de nuevo—, yo lo maté.
—Estoy segura de que él no te culpa —Cassidy habló con suavidad, intentando alcanzar alguna parte de Jinx que estuviera conectad a los sentimientos que estaba mostrando en ese instante, ese lado humado que Cassidy veía por primera vez.
—Yo lo maté, tengo que traerlo de vuelta —Jinx presionó más la palma sobre la pared transparente, cerrando los ojos en una expresión dolorosa y consternada—. ¡Cállate! ¡Tú no sabes nada! —el grito tomó por sorpresa a Cassidy, que la vio girar hacia donde no había nadie, mirando enfurecida a la nada—. Él me ama y pronto volveremos a estar juntos, y gobernaremos como padre e hija, como él siempre quiso.
Jinx llevó las manos a la cabeza, sus dedos tirando de su cabello mientras ella se agachaba y negaba con fervor, cerrando los ojos. Cassidy la observó gruñir, su cuerpo temblando, el sudor perlando su piel sucia y palabras incomprensibles saliendo de su boca.
De repente, Jinx gritó, elevándose en toda su estatura y disparando hacia la nada, las balas alcanzando la piedra derrumbada de lo que antes debieron de ser bancos; su pecho subía y bajaba con velocidad, manteniendo la expresión jadeante de alguien que acaba de salir a la superficie con hambre de aire después de casi haberse ahogado.
—Bien, es hora —murmuró, tirando el arma al suelo y avanzando hacia Cassidy con una gema de Hextech en la mano.
—No, por favor, Jinx, mírame —suplicó Cassidy, tirando de las cadenas que la mantenían en el suelo con desesperación, pero Jinx tenía un aire ausente mientras parecía enajenada de todo a su alrededor—. No quiero morir, por favor, y no creo que quieras matarme. Recuerdo tú mirada aquella noche, cuando me pusiste la gema en la frente, por un momento hubo algo más allí. No querías lastimarme, no querías herir a Vi tampoco. Ella es tu hermana.
—¡Silencio! —gritó Jinx, lanzando una patada al rostro de Cassidy, haciéndola escupir sangre—. No sabes nada, no entiendes nada.
—Soy tu familia —insistió Cassidy, mirándola con los ojos llorosos. Jinx la observó, sus ojos quedándose estancados en aquella mirada azul grisácea, su respiración ralentizándose a medida que la veía, los recuerdos de otros ojos abrasando su mente—. Tú padre está muerto, pero Vi y yo estamos vivas. No tiene por qué ser así, nosotras somos también tu familia. Por favor, Powder, eres mi tía —su voz se rompió en la última palabra, enviando un escalofrío por la piel de Jinx, quien pareció visiblemente aterrada ante lo que Cassidy decía—. Mamá te ama, y yo quiero amarte también.
—No es posible —negó Jinx en un susurro roto, dándole la espalda y avanzando lentamente hacia el poste de la derecha, el único sin la gema. Sus dedos sostuvieron la gema sin magia, dispuesta a incrustarla en el metal y activar las runas. Nada de lo que ella le decía era cierto, la joven tenía que estar mintiendo.
«¿Y si no lo está?».
Un gruñido exasperado que murió en un gemido lastimero resonó en su pecho, sus manos temblaron ante las palabras de Powder en su mente. Cerró los ojos, sabía que si los abría la vería a ella, a esa niña que murió aquel día en la explosión que mató a su familia. Todo lo que ella tocaba estaba destinado a destruirse.
Mató a Claggnor, a Mylo y a Vander, hirió a Vi, destruyó parte del trabajo de Silco, y al final…, lo mató a él también. Jinx era perfecta para Silco, lo había matado, ella era su hija, él le había dado todo, Jinx era fuerte donde Powder era débil, ella lo traería de vuelta.
—Mi nombre… —la voz de Cassidy interrumpió sus divagaciones, haciéndola centrarse solo en eso durante unos segundos—, mi nombre es Cassandra Powder. Mamá nunca te olvidó, no pudo. Por favor, podemos ser una familia otra vez. Déjanos ayudarte.
«Powder».
La gema cayó de sus temblorosos dedos, sus ojos se abrieron y las lágrimas fluyeron, corriendo su maquillaje oscuro. Allí, delante de ella, estaba Powder, la niña que ya no existía, que tan insistentemente ella había intentado matar; a su lado, con una mano descansando sobre su hombro, una sonrisa suave adornando su expresión comprensiva y tranquila, estaba Silco.
—Está bien, mi niña, es hora de que esto pase —afirmó Silco, asintiendo con la cabeza y mirándola únicamente a ella, estirando su brazo hasta que su mano limpió las lágrimas del rostro de Jinx.
—No quiero perderte —murmuró ella, su voz rompiéndose mientras sus manos se colocaban encima de la de Silco, quien acunaba su cara.
—Nunca me has perdido, mi perfecta hija, siempre he estado aquí, contigo —aseguró él, acariciando con el pulgar su mejilla y haciendo que el azul y el violeta de sus miradas se fundieran.
—Yo…, no sé si pueda —sollozó Jinx, su pecho ardiendo ante la opresión que la sobrecogía, sus ojos suplicando por una salvación que no parecía llegar.
—Pase lo que pase Jinx, tú siempre serás mi hija —no había duda en la voz de Silco, solo firmeza, seguridad, esa que siempre la hacía sentir como en casa, protegida entre sus brazos cuando tenía pesadillas y lo iba a buscar, colándose en su cama.
Jinx no apartó sus ojos de él, las lágrimas nublando su visión unos segundos antes de correr por su rostro y repetir el ciclo. Silco le sonrió, su rostro mostrando todo el amor que siempre le había tenido, ese que ella no supo apreciar. El sollozo se arrastró fuera de su garganta cuando Silco dio un paso atrás, su mano empujando suavemente a Powder hacia el frente, hacia ella. La pequeña caminó hasta detenerse delante de Jinx, mirándola con inocencia, la misma que alguna vez ella había tenido.
Sus ojos observaron a Silco una última vez, aceptando el adiós, sintiendo el lento arrastre del dolor rasgarla por dentro, y entonces, Jinx miró hacia abajo, hacia ella misma, y a la vez, hacia alguien totalmente diferente.
El violeta y el azul colapsaron, fundiéndose, repeliéndose y aceptándose al mismo tiempo, una fuerza de voluntades entre Jinx y Powder, y entonces, el sonido eléctrico del disparo rasgó el aire, y el silencio se rompió con el grito desesperado de Cassidy, mientras Jinx caía al suelo.
Cassidy luchaba contra las cadenas, tiraba de ellas hasta el punto en que su piel se trozaba, las lágrimas cayendo hasta el suelo y los gritos agónicos cubriendo el aire mientras veía a Jinx en el suelo, humo saliendo de su cuerpo, sangre corriendo de sus oídos, nariz y boca, su pecho apenas moviéndose en respiraciones pequeñas, imperceptibles.
Los pasos pesados de una armadura chocando contra la piedra atrajeron la atención de Cassidy, observando a Viktor, aquel hombre que había sostenido un cuchillo contra su garganta, avanzando hacia ella.
—Siempre supe que ella no podría hacerlo —comentó, sus ojos mirando con asqueado desprecio hacia Jinx—. Bueno, no importa, nunca estuvo en mis planes dejarla lograr esto.
—Tú…, asqueroso hijo de puta —bramó Cassidy, el sonido metálico de las cadenas acompasando su voz.
—Me han llamado de muchas maneras, esa no es la peor —aseguró Viktor con una sonrisa triste, ladeando la cabeza hacia donde el cuerpo de Silco descansaba en la cámara hiperbárica—. Ahora ya no importa, es hora de terminar con esto.
Cassidy no preguntó a qué se refería, se quedó quieta, observando como Viktor abría la cámara y sacaba el cuerpo de Silco, arrojándolo a un lado como si no pesara nada, tal cual hacías con un despojo. Lentamente se quitó la armadura, los pedazos de esta resonando al caer sobre la piedra, hasta que quedó con su ropa normal.
Encendió la cámara, cambió los ajustes, borró algunas runas y escribió otras en su lugar, y luego caminó hacia Cassidy, recogiendo del suelo la gema de Hextech que Jinx había dejado caer. Viktor miró a Cassidy, esperando encontrar miedo en sus ojos, en cambio, vio ferocidad. Una sonrisa tiró de sus labios, lamentaba tener que matarla, pero ahora todo se reducía a él o ella, y hacía mucho que había escogido luchar por él.
Colocó la gema en su lugar y el azul fue destellando una gema a la vez. Viktor se retiró hacia la cámara, acostándose en esta y cerrándola, dejando que la energía azul fuera partiendo de las gemas, encendiendo cada runa a medida que las activaba, acercándose a Cassidy.
Ella se prometió no mostrar debilidad; si iba a morir, se negaba a dejarle saber que la estaba destruyendo, pero entonces la energía encendió la última gema Hextech en su círculo y su propia piel ardió. Se mordió el labio, sintiendo la electricidad chispear en el aire, arremolinándose alrededor de ella, avanzando por su piel, su propia magia usada en su contra.
El primer grito escapó, raspando su garganta, derrumbando sus muros, mientras líneas azules se extendían por su piel como grietas en un cristal, envolviéndola en el ardor eléctrico de la Arcana. Todos fueron gritos después de eso, sus ojos destellaron en azul eléctrico, la gema en su frente parecía hundirse cada vez más en su cráneo, y Cassidy solo pudo suplicar para que todo terminara rápido mientras sentía como si su piel se desprendiera de ella, dejándola solo en huesos.
Era como quemarse con ácido, empezaba en la superficie y penetraba hacia abajo, hasta que ya no quedaba nada, y así, Cassidy no pudo ver como los tubos conducían su poder hacia la cámara, como su propia energía cubría a Viktor, como ella moría mientras él cobraba vida.
Ekko escuchó el grito desesperado de Cassidy, corriendo más rápido, encontrando la atroz imagen que se desarrollaba delante de sus ojos. Jinx yacía en el suelo, los soldados noxianos estaban muertos, Cassidy gritaba en el centro de la máquina y Viktor se encontraba dentro de la cámara hiperbárica, absorbiendo la magia de la Arcana.
Tomó una de las espadas de los noxianos caídos y subió a la plataforma, tropezando por un momento con el cuerpo de Silco. Sintió las bilis subir a su garganta, tragó y respiró hondo, avanzó. Levantó la espada con todas sus fuerzas, asestando el golpe en la cámara hiperbárica, pero no logró hacerle ningún rasguño.
Golpeó de nuevo, golpeó hasta que sus propias manos sangraron por sostener la espada, pero no logró nada. Lo intentó una vez más contra los tubos, la energía de la Arcana deteniendo sus golpes antes de que tocara el metal de estos. Se giró hacia los postes de la máquina, impulsándose hacia estos para derribarlos. La onda expansiva lo empujó metros hacia atrás, haciéndolo rodar por el suelo. La Arcana se protegía a sí misma, como un ser vivo, él no podía tocarla.
—Tienes qu…e romper la… cámara —la voz rasposa de Jinx llegó a él, observándola apoyarse en sus manos temblorosas para incorporarse, todavía escupiendo sangre, tosiendo entre jadeos espesos.
—¡Jinx! —Ekko corrió hacia ella, sosteniéndola en sus brazos y ayudándola a sentarse, apoyada contra una roca.
—La cámara… no dejes que él… gane —dijo Jinx, su mano aferrándose a la muñeca de Ekko, su suplica desesperada siendo opacada por los gritos agónicos de Cassidy. Ekko miró a la joven, notando la sangre que empezaba a correr de su nariz, su cuerpo empezando a colapsar ante la Arcana.
—No puedo romperla, no logro hacer nada —repuso Ekko, la ansiedad y la impotencia dominándolo.
—¡Cassidy! —el grito de Vi mientras ella aterrizaba el aerodeslizador precariamente, casi cayendo al suelo, y corría hacia ella, atrajo la atención de Ekko.
—¡Vi, no! —Ekko se interpuso en su camino, deteniéndola al tiempo en que un rayo de la Arcana se direccionaba hacia ella. Ambos rodaron por el suelo, viendo la piedra reventar por los aires cuando el rayo la alcanzó—. La Arcana se está defendiendo a sí misma, acercarse es peligroso.
—Es mi hija, tengo que salvarla —bramó Vi, intentando incorporarse por encima de la fuerza que ejercía Ekko para mantenerla en su lugar.
—Lo que lograrás es matarte tú —rebatió Ekko, tirando de ella hacia abajo y arrastrándola hacia donde Jinx convalecía, su cuerpo cada segundo más cerca de la muerte.
—Violeta —murmuró la peliazul, sus ojos desviándose hacia Vi, quien la miró atónita por unos instantes, notando como el violeta se desvanecía en su mirada, dejando el azul claro que había sido su único anhelo y esperanza durante años—, lo siento tanto…, por todo —una tos la interrumpió, la sangre salpicando su pecho y abdomen—, quisiera poder… repararlo todo. Yo no quise matar a Vander…, ni a Silco…, ni a… nadie. Lo siento mucho…, hermana.
Vi sintió las lágrimas correr por su rostro, sus brazos saliendo de los guanteletes y acunando el rostro de su hermana entre sus manos. Ya no dolía, parecía que su mente había bloqueado el dolor, y solo quedaba la ansiosa sensación de derrumbe ante las palabras de la peliazul. Sintió la sangre caliente salpicando su rostro cuando ella volvió a toser, pero no le importaba, sus ojos se mantenían fijos en aquella mirada triste que suplicaba perdón.
—Powder —susurró Vi, inclinándose hacia adelante, pegando su frente a la de su hermana menor.
—Vi…, pued…es deten...erlo —dijo Jinx, aferrando un agarre débil a la chaqueta de Vi, haciéndola prestarle atención—. Los guanteletes… tienen en…ergía Hex…tech, puede combatir…, combatir la Arcana. Sálvala, Vi.
Su mente se oscureció, sintió una calma extraña crecer desde sus entrañas, abriéndose paso en su interior. Vi se levantó con lentitud, dejando que Ekko ocupara su lugar al lado de Jinx mientras ella avanzaba hacia los guanteletes, introduciendo sus brazos dentro, sintiendo el peso de estos en ella.
Cargó los guanteletes, la energía caliente dejándole saber que estaban listos. Paso a paso, se acercó a la cámara hiperbárica, observando atentamente como Viktor iba recuperando su cuerpo, su masa muscular, su fuerza. Su vida aumentaba a medida que la de Cassidy disminuía. Ya no había gritos en el aire, solo tortuosos sollozos acallados por el sonido de la electricidad mágica. Vi respiró hondo, cerrando sus manos en puños.
Dio un paso primero, otro después, y otro, hasta que se halló corriendo, impulsándose de un salto encima de aquel artefacto letal. El guantelete de Atlas impactó contra la superficie transparente, los rayos y centellas del colapso envolvieron todo durante algunos segundos, la onda expansiva envió a Vi hacia abajo de la plazoleta, chispas azules se quedaron suspendidas en el ambiente, una segunda explosión iluminó la noche y el azul eléctrico se alzó hacia el cielo, las llamas cubriendo la cámara hiperbárica y a Viktor dentro.
—La máquina sigue andando —susurró Ekko, sintiendo su propio miedo cortar las palabras en su garganta al observar como las gemas Hextech brillaron con mayor intensidad, la Arcana revoloteando alrededor del Cassidy, ya no estaba en su cuerpo, pero tampoco quería dejarlo.
—La magia… necesita un lugar don… donde yacer. Está intentando… regresar a ella —dijo Jinx, observando los rayos eléctricos impactar en el cuerpo de Cassidy, creando gritas azules en su piel, la sangre escapando de su boca.
—¿Qué hacemos? Jinx, ¿qué hacemos? —Ekko observó en derredor, viendo a Vi desmayada, con el guantelete de Atlas reventado en su brazo, Cassidy siendo destrozada por su propia magia, y Piltover en peligro ante la inestabilidad de la Arcana.
—Ekko —llamó Jinx, escupiendo un buche de sangre y aferrándose a su brazo—, llévame a ella.
—¿Qué?
—Hay que salvarla…, llévame a ella —pidió Jinx, respirando lentamente, cada segundo más cerca de la muerte.
—No, espera, podemos… —Jinx colocó uno de sus dedos sobre los labios de Ekko, acallando su protesta desesperada.
—Siempre fuiste… demasiado… bueno —comentó Jinx, sonriéndole, aun cuando sabía que sus dientes estaba cubiertos de sangre, ella misma tragando el espeso líquido entre jadeos—. Sabes que es...toy muriendo, déjame hacer esto…, déjame redimirme.
Ekko cerró los ojos, tragando su propio sollozo lastimero antes de pasar sus brazos por debajo del cuerpo de Jinx, elevándola y avanzando hacia Cassidy. Por un breve momento tuvo miedo de que la Arcana los atacara, pero eso no pasó, los rayos estallaron alrededor de ellos, permitiéndoles el paso.
Ekko bajó a Jinx al lado de Cassidy, dejado que las manos temblorosas e inestables de Jinx alcanzaran uno de los grilletes, retirándolo con cuidado y colocándolo alrededor de su propia muñeca. La Arcana centelleó en el cielo, arremolinándose alrededor de Jinx, aceptando el cambio. Ya no importaba quien la tuviera, siempre que alguien hiciera de envase.
Lento, tanto como sus temblorosas manos le permitieron, Jinx retiró cada grillete de Cassidy, viendo como la joven colapsaba en el suelo. Ekko la cargó, dándole una mirada dolida a Jinx antes de alejarse de la máquina. Ella sonrió, al menos habría hecho algo bueno en sus últimos minutos. Cerró otro grillete alrededor de su otra mano, sintiendo el impacto de uno de los rayos en su espalda, las grietas de magia rasgando su piel. Contuvo el grito, no tenía fuerzas para lamentarse.
Sus ojos observaron la mirada tranquila de Mylo, de pie delante de ella, con Claggnor a su lado. Miró la sombra que se extendía sobre ella, encontrando la figura de Vander sonriéndole con ese amor paternal que había tenido para ella en su tierna infancia; Jinx alcanzó el otro grillete, cerrándolo alrededor de su cuello, otro rayo impactó en ella, el poder ardiente corriendo por sus venas.
La mano de Silco tomó la suya, sus ojos mirándola con amor, apoyándola, como siempre hacía con todas sus locuras. Jinx emitió un sollozo bajo, pronto estaría con ellos, su pesadilla acabaría. Extendió su mano hacia el cuarto grillete, el que tenía que cerrar en su tobillo, y una mano masculina lo agarró antes que ella.
—No vas a hacer esto sola —afirmó Ekko, cerrando el grillete en su muñeca.
—Siempre el héroe —murmuró Jinx, viéndolo tomar el otro grillete y colocarlo en su otra muñeca, soltando un grito contenido cuando el rayo impactó en él.
—Por ti, siempre —aseguró Ekko, tomando a Jinx por los brazos y tirando de ella, acomodándola en su regazo, pasando sus dedos en caricias suaves por su piel mientras el viento aumentaba en velocidad, el frío y el calor combatiendo por el dominio del ambiente y los rayos redirigiéndose hacia ellos—. Mírame a mí, solo a mí.
Se miraron a los ojos, porque todo a su alrededor brillaba demasiado para poder observarlo, porque el azul eléctrico había absorbido el aire que necesitaba para respirar, porque sus pieles ardían y se abrían en cortes agrietados, porque la energía cada vez estaba más concentrada en sus cuerpos, hasta que todo lo que quedó fueron los rayos que emanaban directamente de ellos, la luz azulada que surgía de las grietas en sus cuerpos, el calor ardiente del poder. Jinx entonces miró hacia abajo, donde Vi se aferraba al cuerpo inconsciente de Cassidy y lloraba, mirando hacia ella.
«Perdóname, hermana. Te amo».
El rayo de energía se elevó desde ellos hacia el cielo, la noche se volvió día en un azul brillante cegador. Todos en Runaterra vieron el poder ascendente que golpeó el cielo, desafiando a los dioses mismos, culminando una era. Vi cubrió a Cassidy con su cuerpo, evitando el impacto de la onda expansiva, sintiendo el calor de esta contra su piel.
Por unos minutos, todo fue fuerza, poder, energía, calor, infierno en azul, y entonces, todo fue paz, calma, plenitud, fin. Vi abrió los ojos, mirando en derredor, no encontrando más que chispas azules flotantes y un espacio vacío donde antes habían estado Jinx y Ekko. Se había acabado, se habían ido.
—Ma…má —Cassidy entreabrió los ojos, su cuerpo incapaz de obedecerla del todo, el dolor abrasador que hacía que respirar fuera difícil.
—Se acabó, Bizcochito, todo se acabó —sollozó Vi, dejando un beso en la cicatriz de la frente de Cassidy, donde antes solía haber una gema, sus lágrimas fluyendo de sus ojos hacia el rostro de su hija. Y Cassidy lo entendió, de alguna forma, supo cómo era que estaba viva, y así, ella también lloró.
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ARCO DE REDENCIÓN CARAJOOOOOO.
Entonces, les traje a Powder de vuelta, Jinx no murió siendo una perra, Ekko tuvo un objetivo en su vida, Viktor no ganó y Jinx llegó a despedirse de Silco apropiadamente, aunque solo fuera en su mente enferma. ¿Qué más quieren de mí?
Ah, cierto, el final feliz y la familia reunida... bueno, esperen a la actualización del fin de semana siguiente 😝 . Besitos, os quiero.
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