Capítulo 52- Voluntad y sacrificio.
No había ido a la batalla, había llegado al terreno, había querido entrar en la carpa con Vi, pero no lo hizo. En cambio, Ekko pasó la tarde trepado en la parte más alta de Piltover, escondido de todos, observando la ciudad. Sabía las intenciones de Jinx, había logrado sonsacarle partes de su plan a lo largo de los años, en los momentos de vulnerabilidad posteriores al sexo.
Si era honesto, sabía que Jinx apenas lo viera lo mataría; él había jugado perfectamente su papel durante años, adentrándose en su mente con peticiones pequeñas como una celda más cómoda, un poco más de comida, que ella se quedara a su lado un rato más, que entrenaran allí adentro juntos, que retirará el sensor de movimiento porque le hacía sentir incómodo que alguien estuviera percibiendo lo que ellos hacían juntos allí.
Ella le había dado todos los medios para escapar, había tomado tiempo, pero esa debilidad que había mostrado ante él era suficiente para tenerla en su peor estado homicida al verlo. Ekko también sabía que Jinx no iría a la batalla, perder tiempo allí cuando el objetivo era Cassidy no era el estilo de Jinx, pero si le decía eso a Caitlyn o a Vi, era poco probable que fueran a luchar, lo cual solo alargaría más aquello, pues Jinx buscaría otra forma de acercarse a Cassidy sola.
No, Ekko no dijo nada. En cambio, esperó a que todos se hubieran escondido para recorrer los alrededores de Piltover en busca del lugar dónde Jinx llevaría a cabo la extracción de la Arcana. No esperó que le tomara tanto tiempo, creyó que sería un lugar obvio si Jinx pensaba que la batalla estaba ganada, pero no contó con la desconfianza que caracterizaba a la mujer.
La noche hacía mucho que había caído cuando Ekko finalmente encontró los camiones custodiados por los noxianos y una máquina extraña establecida en el centro de la plataforma. Era un espacio abierto, a las afueras de Piltover, cerca del terreno compartido con Zaun, donde había una plazoleta gigante que antaño era donde se hacían las congregaciones entre el Concejo y el pueblo, Vander le había contado eso.
La máquina contaba con cuatro postes metálicos, un aro en el centro que estaba conectado a los postes por tubos y cadenas en el centro del aro. El brillo familiar de las gemas de Hextech destellaba entre el metal, fuera lo que fuera que esa máquina hacía, no era bueno. Ekko percibió los cables que conectaban los postes hacia una especie de cámara hiperbárica transparente.
Pudo haber enfrentado a los noxianos, pero eso sería estúpido, él era uno solo, ellos eran diez, él llevaba años sin luchar verdaderamente y ellos eran guerreros entrenados, así que prefirió usar un dispositivo explosivo pequeño para distraerlos, pudiendo descender de su escondite y acercarse a los camiones por la parte de atrás.
La sutileza era parte de su forma de lucha, aun si ya no era un adolescente pequeño, seguía siendo capaz de moverse en silencio alrededor del enemigo. Para su fortuna, los camiones no iban a puertas cerradas, sino que tenían levantada la plancha y unas pesadas cortinas negras bloqueaban la luz hacia el interior.
Ekko logró saltar dentro silenciosamente, haciendo uso de la fuerza de sus brazos para sostener su peso y que sus pies pudieran caer en el suelo del camión con ligereza controlada. Avanzó en la oscuridad, sin lograr distinguir forma ninguna, con una de sus manos extendida hacia delante, esperado tocar algo.
El frío tacto del cristal llegó desde la punta de sus dedos al mismo tiempo en que el contendor se iluminó ante su toque, mostrando una imagen que dejó a Ekko mareado, perturbado de forma absoluta. Silco, desnudo, pero tan conservado como la última vez en que Ekko lo vio, flotaba en aquel líquido verdoso, tubos conectados a su cuerpo, muerto.
La realización llegó a él demasiado tarde, se reprochó no haberlo notado antes, no habérselo planteado siquiera. Jinx no tenía pensado eso cuando creó a la niña, pero luego de haber matado a Silco, esa fue su única obsesión. Jinx quería a Cassidy para revivir a Silco. Los ojos de Ekko observaron el contenedor al lado del de Silco, donde una mujer joven de tez oscura flotaba, sin vida, con el rastro de la explosión cubriendo su cuerpo. Ella era el motivo de que los noxianos ayudaran.
El estallido se escuchó a lo lejos, Ekko sintió el aire atascarse en su garganta. La batalla era lejos de allí, nada de lo que ocurriera se escucharía en ese sitio, la explosión había sido en la ciudad, Jinx había llegado a Cassidy. Ekko escapó, aprovechando el momento de distracción de los noxianos ante el humo de las llamas que ascendían desde el centro de Piltover, corriendo, saltando por encima de cada edificio, reja, casa y vehículo que se interpuso en el camino.
Respirar era difícil, su cuerpo resentía el exceso físico después de años encerrado, pero no se detuvo, exprimió hasta el último gramo de energía en él, encontrándose delante de la mansión Kiramman en llamas.
«Jinx».
Observó su entorno, el rastro del polvo y la desgracia, buscando una señal de hacia dónde habían huido. Rastrear a Jinx era casi imposible, su única oportunidad era encontrar a Cassidy. Perdió mucho tiempo intentando hallar un rastro, alcanzando los puntos altos de la ciudad en busca de cualquier cosa que le diera un indicio, pero no fue hasta que sus ojos vieron el destello azul a lo lejos que pudo tomar un rumbo, para ese entonces, ya era demasiado tarde.
Corrió, aferrándose a la esperanza de poder alcanzarlas, de que Cassidy pudiera defenderse adecuadamente, al menos hasta que el llegara, pero toda su fe desapareció cuando llegó al sitio, encontrando a la dragona en el suelo, sangrando, y sin rastro de Jinx o Cassidy.
—Eh, tranquila —susurró Ekko, acercándose lentamente a Ava, sus manos hacia el frente en un gesto que indicaba paz—, solo quiero ayudar —aclaró, escuchado el gruñir débil de la dragona cuando lo vio arrodillarse a su lado. Ekko revisó la herida, sangraba demasiado, donde estaba no podía aplicar un torniquete y el tiempo apremiaba para Cassidy—. Necesito encontrar a Cassidy, necesito salvarla. ¿Me entiendes? —Sus ojos miraron con desesperación hacia el herido animal, que respiraba pesadamente, hasta que un gemido lastimero retumbó en sus costillas—. Volveré por ti, lo prometo.
No podía hacer mucho, pero usó su chaqueta para cubrir la herida y su cinturón para mantener la tela allí, intentando contener el sangrado, antes de retomar su carrera hacia donde había estado inicialmente. No sabía cómo, pero Jinx usaría a Cassidy para revivir a Silco y a la mujer, sin saber que se enfrentaba a un enemigo que para ella era invisible. Ekko no estaba luchando contra Jinx, estaba intentando llegar antes que Viktor.
♧
Vi sobrevoló por encima de las carpas en el aerodeslizador, habían heridos allí, aquellos a los que habían logrado sacar antes de que murieran. ¿Cuánta desgracia solo por una mente enferma? Detuvo el aerodeslizador bruscamente, casi perdiendo el equilibrio, al ver a Cait acostada sobre una lona, respirando lento, su mano aferrándose a la herida visible en su muslo. Descendió con premura, saltando del vehículo y corriendo hacia ella.
—Vi —la voz de Cait apenas era un susurro ahogado, sabía que si intentaba hablar más fuerte, fallaría—. ¿Qué haces aquí? —preguntó, cuando la pelirrosa se agachó a su lado.
—¿Qué te pasó? —inquirió Vi, ignorando la pregunta de Cait.
—No es nada, estaré bien —aseguró Cait, tomando entre sus manos las de Vi y forzándola a mirarla—. ¿Qué está pasando?
—Jinx y Ekko no están en la batalla y Viktor se fue hace unos minutos. Cassidy está en peligro, voy hacia ella —explicó Vi, sus ojos recorriendo con detenido escrutinio a Cait, buscando cualquier otra herida.
—Tu brazo —murmuró Cait, notando la quemadura del brazo izquierdo de Vi, quien apartó las manos de Cait con su mano sana y negó con la cabeza.
—El guantelete colapsó con un rayo, ya no sirven, pero estoy bien.
—Supuse que eso podría pasar —intervino Jayce, acostado a unos metros de Cait, un torniquete evitando que se desangrara por la herida abierta de lo que le quedaba de brazo—. Eran muy viejos y los habías usado mucho.
—Tengo que irme —declaró Vi, haciendo caso omiso a Jayce.
—No puedes ir sin tener con qué defenderte —negó Cait, aferrando sus manos al brazo de Vi para detenerla.
—No tenemos tiempo —rebatió Vi, desesperándose ante cada segundo que pasaba.
—Ve a mi tienda, hay otros guanteletes de Atlas allí, un modelo más perfeccionado —dijo Jayce, lanzándole a Vi una llave en un gesto visiblemente doloroso—. Es para que abras la caja donde están.
—Gracias —la palabra pareció raspar su garganta, pero Vi sinceramente lo agradecía, le acababa de dar algo con lo que luchar por su vida.
—Vi, cuídate, por favor —suplicó Cait, mirándola con una desesperación dolorosa que oprimió a Vi.
—Escúchame —Vi cerró su mano en la nuca de Cait, sosteniendo su cabeza, haciéndola mirarla fijamente—, voy a ir allí, voy a salvar a nuestra hija y voy a volver. ¿Me estás entendiendo?
Cait asintió queda, incapaz de decir nada, y Vi aceptó esa respuesta, levantándose y corriendo hacia la carpa de Jayce. Todo era demasiado organizado dentro, encontrar la gran caja que contenía los guanteletes fue sencillo, abrirla no tanto. La llave cayó de su mano temblorosa un par de veces antes de que Vi pudiera meterla en la cerradura, abriéndola y encontrándose con dos guanteletes azules oscuros con bordes plateados y rojos.
Observó su brazo durante unos segundos, no podía usar el guantelete en esas condiciones. Miró en derredor, buscando algo que la ayudara, encontrando las botellas de agua en una esquina. Mordió el borde de su chaqueta para contener sus gritos antes de retirar los pedazos del vendaje que se habían pegado a su carne, gruñendo y apretando los dientes entre espasmos dolorosos que la hacían temblar, hasta que finalmente su brazo estuvo descubierto.
Jadeó, tomando el pomo y abriéndolo, volviendo a cerrar sus dientes en el cuero antes de verter el agua sobre su piel, sintiendo como si mil agujas la traspasaran, y luego un alivio ligero. Rebuscó entre las cosas de Jayce, dando tumbos contra los objetos que la rodeaban, hasta encontrar una de sus camisas, rasgándola con los dientes y obteniendo un pedazo suficiente de tela, con la que vendó su brazo.
Con todo eso, aun tuvo que contener un grito y morderse el labio inferior hasta sangrar cuando metió la mano dentro del guantelete, encendiéndolos. Eran más pesados que los anteriores, pero a la vez más cómodos y Vi se sintió extrañamente complacida, antes de salir corriendo de la carpa y regresar hacia el aerodeslizador.
Pudo sentir la mirada de Cait en ella, pero se negó a mirarla, no podía flaquear en ese momento, el tiempo se acaba. Encendió el vehículo y se alzó al cielo, dejándolo a Cait detrás, sintiendo la expansión de una explosión empujar el aerodeslizador un poco hacia adelante. No se volteó, sabía lo que eso significaba, Zeri había cumplido su palabra, la batalla estaba cerca de terminar.
◇
Sylas y Zeri sobrevolaron la batalla, derribando algunos de los aerodeslizadores enemigos y esquivando los disparos de los soldados de shimmer, entrando en el rango de ataque de los soldados que protegían la fuente de energía de shimmer.
Sylas fue el primero en bajar, dejando que el vehículo avanzara hasta estar cerca de los soldados, recibiendo el disparo de Zeri que lo hizo estallar y derribó a varios de sus enemigos. Sylas usó sus cadenas para enviar golpes de energía que hicieron explotar a otros soldados, atrayendo la atención sobre él mientras Zeri descendía en su aerodeslizador, disparándole a los tres soldados restantes y llegando a la fuente.
Jadeó mientras sus ojos estudiaban con desespero el funcionamiento del equipo. Conforme la masa de energía en el centro era más grande, lo cual daba más poder a los soldados de shimmer, y se sostenía por el equipo cerrado a su alrededor. Zeri cargó su arma, disparando a la tapa de la caja hasta reventarla, sus manos afianzándose al borde y elevando su peso, inclinó su cuerpo hacia dentro, observando las gemas Hextech y los patrones grabados en las barras metálicas.
Había un dispositivo que brillaba en una luz azul intermitente un poco más debajo de donde Zeri podía alcanzar. Sabía que era riesgoso, pero la visión a la distancia de la brutal matanza era suficiente motivación, Zeri cargó su arma y disparó hacia la caja metálica pequeña que tenía la luz parpadeante, cayendo al suelo ante la expansión de energía que aconteció después, pero observando con decepción que tanto la caja como la esfera de energía estaban intactas.
Fue allí que lo notó, la manera en que la esfera se volvía ligeramente inestable, la falla en el ataque de los soldados de shimmer que Sylas luchaba por derrotar. Era posible vencer, pero el precio era alto. Zeri miró a Sylas, quien cayó de rodillas ante el doloroso golpe de una de las bolas de energía de los soldados, pero aun logró destruirlo con un rayo antes de levantarse tambaleante para enfrentar a los restantes.
Sus ojos se desviaron más atrás, donde todos los aerodeslizadores ya habían caído al suelo y los cuerpos seguían cayendo, la sangre bañando la piedra, la muerte teniendo un festín. Jinx no estaba allí, Viktor tampoco, Cassidy estaba en peligro y cada segundo que la batalla se prolongaba, uno de ellos moría y ellos estaban más cerca de perder.
Levantándose entre temblores, Zeri se acercó a la caja, volviendo a aferrarse al borde, elevando su peso por encima, sus pies quedando sin soporte ninguno. Ella respiró profundamente, tragando grueso y dejando fluir las lágrimas que nublaron su visión. Esta era su elección, pero no significaba que estuviera feliz por hacerlo.
Se quedó apoyada sobre su abdomen, tomando su arma y cargándola, trasladando su propio poder hacia ella, canalizando su energía. Disparó, asestando directo hacia la esfera violácea que inmediatamente empezó a agrandarse de forma inestable, su color cambiando por segundos entre violeta intenso, azul más claro y un amarillo extraño, su energía impulsando como un huracán.
Sylas percibió la debilidad en los soldados, la forma en que parecían perder energía; cargó sus cadenas, usándolas para envolver los cuerpos de estos y destrozarlos, antes de que sus ojos buscaran a Zeri. Estaba inclinada sobre el borde de la caja, aferrada a una de las barras de metal para que la expansión de la energía no la propulsara hacia fuera de nuevo, su otra mano sosteniendo su arma en un ataque permanente hacia la esfera de energía que crecía por segundos y empezaba a salirse de control.
Corrió hacia ella, tenían que alejarse antes de que la esfera explotara, la onda expansiva sería lo suficientemente grande como para alcanzarlos incluso estando donde la batalla se desarrollaba.
—¡Zeri! ¡Tenemos que irnos! —forzó el grito por encima de la energía que se arremolinaba, la misma que le impedía acercarse más hacia ella.
—¡Ve con Lux, protégela! —pidió Zeri, su cabello batiéndose alrededor de su rostro, las lágrimas en sus ojos revelándole la verdad a Sylas.
—¡No! ¡No me iré sin ti! —espetó Sylas, forzando su cuerpo a avanzar más, cayendo de rodillas en un gruñido cuando la misma energía creciente lo doblegó.
—¡Sylas, mírame! —Zeri reafirmó su agarre sobre la barra de metal, sus pies afianzándose en la lisa pared de la caja, su mano firme manteniendo el disparo continuo de su arma—. Si me retiro ahora la esfera volverá a ser estable, todo habrá sido por gusto. Tienes que irte, alguien tiene que quedarse con Lux.
—¡No puedo! —rebatió él, enterrando sus dedos en la tierra, buscando cualquier cosa a la que agarrarse que le permitiera unos segundos más con ella.
—¡Sylas, ella no puede quedarse sola! ¿¡Me entiendes!? —Zeri gruñó, sintiendo el calor de la energía empezar a quemar su piel, cada vez más roja y dañada—. ¡Tienes que irte! ¡Cuídala por mí! Por favor.
La suplica apenas fue un murmullo articulado y Sylas sintió sus propios ojos arder con las lágrimas. No podía negárselo, no cuando ella estaba dispuesta a todo por salvarlos. Él le articuló un vago te amo, el primero que le había dicho desde que habían empezado aquella extraña relación intensa, y Zeri le sonrió entre lágrimas, una sonrisa suave, bella, tan resplandeciente como ella misma.
Sylas se soltó. Su cuerpo fue impulsado hacia atrás por la energía que iba expandiéndose, haciéndolo rasparse contra la piedra del suelo, hasta que se detuvo. No miró hacia atrás, se limitó a aferrarse a la petición de Zeri, y corrió hacia la batalla.
Los soldados de shimmer empezaban a caer, dejando a los noxianos expuestos ante los ataques de piltovianos y zaunitas, pero Sylas no luchó, corrió entre los cuerpos de vivos y muertos, buscando desesperado a Lux. Sus ojos la encontraron a la distancia, lanzando un rayo hacia un noxiano que atacaba a Katarina, quien estaba doblada en el suelo al lado del cuerpo de Sevika.
Sylas lo entendía; para Zeri detener todo aquello era lo más importante. Lux lo miró, sonriendo al verlo vivo antes de percibir la angustia en sus ojos; giró en todas direcciones buscando desesperada a Zeri, hasta que encontró su imagen lejana allí donde una esfera de energía empezaba a romper la caja que la contenía.
Los brazos de Sylas la envolvieron cuando Lux corrió en dirección a Zeri, tirándola al suelo, sosteniéndola con toda su fuerza. Ella gritó, suplicó, se retorció bajó su agarre y luchó por escapar, por detenerla, pero la luz destelló de forma cegadora, volviendo la noche día, la onda expansiva dobló los cuerpos hasta hacerlos caer al suelo, el sonido dejó un pitido incómodo en sus oídos, y cuando todo pasó, Zeri ya no estaba.
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Matar personajes es DOLOROSO. Y ustedes se preguntarán: Loren, y si es doloroso, ¿por qué lo haces? Señores, es que yo soy adicta al drama angustioso que te lleva a la tragedia con finales felices, y a veces, ni siquiera eso. A veces prefiero el final realista y lógico, o solo el doloroso.
Pero, no temáis mis valientes lectores, este no es el caso. Sin embargo, ¿por qué mato personajes? Porque es un fanfic de Arcane y en Arcane muere gente. Piensen objetivamente la cantidad de personajes que murieron en la temporada 1, y verán lo que digo.
Dicho esto, subí otro capítulo, como siempre recuerden que mis actualizaciones son dobles y que sus comentarios son mi inspiración y alimento. No me dejen sin ellos.
Adelante pues...
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