Capítulo 5- Reaparición.
Tres meses. Ese era el tiempo que se habían tomado los del Concejo para organizar todo en la ciudad, iniciar las reconstrucciones apoyándose en la tecnología de Hextech y construir de cero un muro que nadie comprendía para qué era.
Durante ese tiempo Caitlyn había ejercido como Concejala y también como sheriff, posición que tomaría totalmente en el momento en que lograse todo lo prometido para Zaun. En el distrito suburbano las cosas se habían controlado. De la noche a la mañana Sevika se había hecho con una parte de la ciudad, pero los límites se habían marcado y la otra mitad ejercía como una especie de democracia ordenada, que respondía ante Vi.
Vi había hecho el papel de mediadora. Cuando no estaba golpeando cada cosa y persona atravesada en su camino que estuviese haciendo daño, estaba acompañando a Cait para resolver los casos que plagaban todavía Piltover. Se dedicaba a dar viajes a Zaun para organizar el sistema al que se adaptarían una vez que la ley que declarara su autonomía fuera vigente. Por voto popular, Vi era la líder que tomaría el poder, tal cual Vander había sido en su momento.
Esto le traía problemas con Sevika, que en más de una ocasión habían terminado con Vi y ella disputando a puños. Luchas que regularmente Vi ganaba por el uso de sus guanteletes, pero que de alguna forma Caitlyn siempre llegaba para detener una masacre final, aludiendo que no podía matar a Sevika mientras todavía estuviera bajo la mira del Concejo.
Tres meses en los cuales los días eran de arduos trabajos e investigaciones infructíferas sobre Jinx, a quien parecía habérsela tragado la tierra, y las noches se llenaban de una pasión volátil, capaz de consumir ciudades enteras ante la mínima chispa.
Vi devoraba el cuerpo de Caitlyn con avaricia y gula, como si quisiera poder consumirla del todo y llevársela con ella; pero sabía lo egoísta que eso sería en realidad, por lo que solo disfrutaba del tiempo que tenían con Vi entrando en Caitlyn tantas veces como fuera posible, sintiendo sus orgasmos aprisionar sus dedos como si no quisiera que se fueran de su interior nunca. Vi no quería sacarlos.
De la misma manera, Caitlyn disfrutaba de Vi, de la forma en que reaccionaba ante sus toques que cada día se volvían más seguros y firmes, más expertos. Del cómo se mojaba por ella, disfrutando de su lengua hasta llegar a correrse en su boca, con Caitlyn degustándola totalmente.
Para suerte de ellas, entre las primeras reparaciones que se hicieron en Piltover se encontraron las casas de los concejales, por lo que pronto la mansión Kiramman volvió a verse como antaño. Fue duro para Caitlyn y su padre, pero ayudó a que para ella fuera más fácil mirarle a la cara en las mañanas, cuando los tres se reunían para desayunar, porque ahora sabía que su padre ya no podía escuchar los sonidos profanos que hacía cada vez que Vi se adentraba en ella, embistiéndola a su ritmo salvaje y frenético, o la devoraba hasta hacerla chorrear.
Sin embargo, todo lo bueno ha de tener un final y esa mañana, mientras aun ambas se encontraban desnudas en los brazos de la otra, una carta llegó para Caitlyn por parte de Jayce.
—¿Qué quiere ese ahora? —preguntó Vi.
Si bien ella y Jayce habían tenido su momento de vínculo durante el ataque a las minas de extracción de Silco, había muerto allí mismo aquella noche y el verle mirando con deseo y añoranza en dirección a Caitlyn no ayudaba a la opinión de Vi sobre el hombre.
—Es una carta solicitando nuestra presencia en la reunión de esta noche —informó Caitlyn, leyendo la carta mientras con la mano libre sostenía cerrado el albornoz y caminaba de regreso a la cama, sentándose al lado de Vi, que no se molestaba en lo absoluto por mostrarse desnuda, con la sábana arrugaba en sus caderas—. El muro está terminado, se abrirán los portales esta noche para sellarlo permanentemente. Es una reunión de despedida, el tiempo se ha acabado —explicó Caitlyn, ignorante de los temblores de su mano, pues su vista se había vuelto borrosa ante la noticia.
—Hey, no llores, Pastelito —pidió Vi suavemente, abrazando a Caitlyn contra su pecho y pasando la mano por su cabello con delicadeza—. Sabíamos que este día llegaría —dijo, aunque no sonaba tan segura como quería, su voz empezaba a romperse—. Siempre fue destinado a ser así.
—No, yo creía que sinceramente podía hacerlos cambiar de opinión —negó Caitlyn, admitiendo la esperanza que había sostenido durante ese tiempo—. Creí que si les mostraba lo útil que eras para la ciudad, la forma en que no querías atacar ni dañar a nadie y los protegías, la manera en que tú y yo como equipo éramos imparables, ellos retractarían la decisión.
—Shh, ya no llores —susurró Vi sobre el cabello azul, dejando un suave beso en la coronilla de la cabeza de Caitlyn—. Piénsalo así: yo siempre te recordaré como lo mejor que me ha pasado en la vida. Es solo que no hay jodida forma en que olvide tu sabor. Eres muy dulce, Pastelito y últimamente no puedo probarte en las mañanas porque siempre andas tan estresada que tienes el cuerpo revuelto —Sus palabras tuvieron el efecto deseado, una risa queda salió de Caitlyn.
—Solo tú harías sonar esas palabras románticas y sucias a la vez —comentó la mayor, incorporándose y llevando el cabello hacia atrás al pasar sus dedos por este.
El sonido del teléfono de emergencia las hizo sobresaltar a ambas, haciendo que Caitlyn rápidamente fuera a atenderlo. Mientras escuchaba a Caitlyn aceptar direcciones y preguntar detalles, Vi había empezado a vestirse; poniéndose sus pantalones carmelitas claros, con la camiseta blanca y la chaqueta negra con capucha encima, atando sus botas con agilidad para el momento en que Caitlyn regresaba al cuarto veloz, quitándose el albornoz y empezando a colocarse su uniforme de la manera más rápida posible.
Cuando Caitlyn estuvo vestida y tomando su rifle, Vi ya la esperaba con los guanteletes puestos y mirándola con esa intensidad que siempre se apoderaba de ella ante la expectativa de darle una paliza a un montón de gente que lo merecía.
—¿A dónde vamos? —preguntó mientras ambas se subían al auto.
—La fábrica de químicos que recién abrió hace tres días acaba de tener una explosión. Los empleados que escaparon aseguran que fue intencional, e incluso hay algunos que dicen haber sido exhortados a salir por el ejecutor —explicó Caitlyn, acelerando a fondo el auto. Últimamente era más práctico conducir por tierra que usar ningún vehículo volador, siendo el tráfico aéreo mayor que el terrestre.
—Excelente, significa que podré pegar muchos golpes —afirmó Vi, haciendo que su puño impactara en la palma de la mano contraria, lo que trajo consigo un sonido metálico producto del choque de los guanteletes.
—Te he dicho que no hagas eso dentro del auto, Vi, me preocupa que esas cosas exploten —La regañó Caitlyn, usando ese tono imperativo que siempre salía cuando Vi tenía alguna actitud que Caitlyn consideraba inapropiada, que eran pocas veces, pues ella se había adaptado bien a la forma de ser de Vi; a no ser que pusiera en peligro a alguien o a ella misma, Caitlyn no solía regañarla.
—Sí, Sheriff Pastelito —respondió Vi en tono enérgico, ese que siempre hacía a Caitlyn sonreír.
Por un momento Vi se permitió la concesión de mirar a Caitlyn y apreciar eso, sus rasgos relajados en una sonrisa mientras negaba con la cabeza, una expresión que solo Vi conseguía enteramente. Los recuerdos que había ido acumulando a lo largo de esos tres meses y un poco más, los que tenía desde el momento en que dejó de golpear la pared de aquella prisión y miró por encima de su hombro para ver a una joven vigilante parada fuera de su celda, se filtraron por su mente como un mosaico de imágenes. Eso sería lo único que le quedaría después de esa noche.
El auto se detuvo con un rechinar de ruedas, haciendo a Vi notar lo extrañamente silencioso que estaba todo. Se miraron una a la otra, ambas con el ceño fruncido ante lo inusual del asunto. Vi negó con la cabeza, una clara indicación para Caitlyn de que no debía de alejarse. El fuerte de Caitlyn era la distancia, su especialidad era disparar; sin embargo, había ciertas situaciones en que Vi expresamente le pedía no hacerlo, cuando algo en el panorama le indicaba que cualquier separación podía ser peligrosa y definitiva.
«¿Quién cuidará de ella cuando yo no esté?» el fugaz pensamiento pasó por su mente un segundo antes de que sus guanteletes empujaran las puertas de la fábrica, pero Vi lo descartó tan rápido como llegó. No era momento de pensar en ello.
Se adentraron en la fábrica, con el ensordecedor silencio abrumándolas a ambas, siendo capaces de sentir sus pisadas con claridad en medio de aquellas gigantescas habitaciones. Caitlyn le señaló hacia el suelo, donde una brillante flecha azul dibujada a trazos rápidos se mostraba. Un escalofrío recorrió la columna de Vi, reconocía esa forma de dibujo.
«No puede ser», negó en su mente, rezando para que no fuera real, para que los tres meses que llevaba en absoluto silencio prevalecieran, para que todavía nadie supiera nada de ella ni en Zaun ni en Piltover; pero no era así, porque al seguir el camino la siguiente flecha tenía el dibujo familiar de esos monstruos que Powder y Jinx dibujaban, y Caitlyn comprendió lo que sucedía.
Tocando la alarma de su intercomunicador, que transmitió de inmediato una señal de alerta para todas las estaciones de vigilantes y el Concejo en sí mismo, Caitlyn fue la primera en adelantarse, sabiendo que desde que habían traspasado las puertas ya no podían retirarse.
Por el camino había decenas de dibujos inconexos en diferentes colores brillantes; donde preponderaban el azul, morado y verde; hasta que la última planta de la fábrica se hizo presente y una Jinx tal cual la recordaban, cargando una versión mejorada de su ametralladora de tres cañones, se mostraba delante de ellas con una sonrisa.
—Bienvenidas, espero que les haya gustado la decoración —dijo risueña, uniendo sus manos delante de si y moviendo los dedos rápidamente unos contra otros—. Me alegra ver también que ambas habéis logrado manteneros juntas, me encanta que triunfe el amor —Su voz se iba tornando más oscura a medida que hablaba, adoptando un tono amenazador preocupante que se continuó de una risa macabra.
—Jinx —llamó Vi, indecisa sobre si decirle Powder podría empeorar la situación—. ¿Qué haces aquí? —preguntó, avanzando dos pasos mientras Caitlyn mantenía su fusil cargado, a la espera de cualquier gesto repentino que pudiese significar peligro.
—Vengo de visita —afirmó la menor, dando un giro sobre sus pies mientras sostenía la ametralladora, apuntando directamente hacia Caitlyn—. Es que pensé que Piltover necesitaba una mejor decoración —Sus labios se deformaron en una sonrisa enferma. Uno de sus párpados se contrajo un instante en un tic nervioso mientras ella ladeaba la cabeza, como si alguien le estuviese hablando al oído, pero sus ojos seguían fijos en Vi.
—Jinx, no tienes que hacer esto —intentó razonar Vi, hablando suavemente mientras alzaba los guanteletes con los dedos extendidos.
—¿Juguete nuevo? —preguntó Jinx, ladeando la cabeza y riéndose—. Sí, ya sé que son peligrosos. ¡Cállate! —le dijo a nadie en específico, haciendo que Vi sintiera un reflejo nauseoso ante la imagen de su hermana divagando en alucinaciones.
—Powder —dijo Vi, un último intento de hacerla razonar, de buscar la vía pacífica—. Necesitas ayuda, déjame dártela. Me quedaré a tu lado para cuidarte, viviremos en Zaun, juntas —propuso, explicándole la imagen familiar que ambas podrían llegar a tener. Si Caitlyn no era una opción a mantener a su lado, podía al menos intentar recuperar a su hermana, o lo que quedase de ella.
—Ella no lo dice en serio —repuso Jinx, mirando hacia su derecha donde no había nadie—. Eres una mentirosa, Vi —sentenció, volviendo nuevamente la mirada a su hermana y apuntándola a ella con el cañón ahora—, pero eso no importa. Vine a dejar un mensaje y así será.
El disparo de la ametralladora resonó en el eco de la desolada fábrica. Vi se lanzó hacia un lado mientras Caitlyn se resguardaba, disparándole a Jinx desde detrás de unos soportes de metal; sin embargo, ya era muy tarde. Cuando Jinx detuvo su ataque hacia la columna de hierro que sostenía las vigas superiores por el dolor del disparo de Caitlyn, el daño ya estaba hecho. La columna empezó a tambalearse, los pernos y tornillos no la sostenían, y la estructura amenazaba con colapsar.
Una risa macabra que detonaba felicidad salió de Jinx al notar como la primera viga caía, destrozando directamente dos de los tanques de ácido que estaban debajo de ellos, donde ella había colocado bombas que explotaron ante el impacto de la viga, haciendo que Caitlyn se agachara en el suelo para protegerse mientras Vi corría hacia ella protegiéndose con el escudo de los guanteletes.
Vi llegó hacia Caitlyn, cargándola y corriendo a tiempo para alejarse de la segunda explosión, la cual hizo que el ácido llegase incluso hacia ellas. Ambas miraron en dirección a Jinx, quien sonreía feliz mientras se cruzaba el arma a la espalda y saltaba fuera de la fábrica por una de las ventanas.
Ante la risa de suficiencia de Jinx, Vi vio rojo. Usó sus guantes para propulsarse en un salto hacia la ventana y corrió por los tejados detrás de Jinx, quien le llevaba unos segundos de ventaja.
Podía verlo, la velocidad proveniente del shimmer que se encontraba dentro de su cuerpo, de aquello que de alguna forma la hacía más fuerte, más rápida, más letal; ni usando la carga de los guanteletes Vi lograba alcanzar a Jinx, sintiendo sus músculos quejarse por el esfuerzo extremo al que estaban siendo sometidos.
No desistió, siguió persiguiéndola aun cuando vio que iban a cruzar uno de los pocos puntos de unión entre Piltover y Zaun, de esos que en el mapa que le habían dado a Caitlyn tenía la marca de un portal.
Jinx dio un salto que la hizo avanzar por encima de tres edificios, algo que Vi tuvo que imitar usando la carga máxima de sus guanteletes. Un error que notó tardíamente, cuando sus pies tocaron el techo y este cedió bajo el impacto de Vi, haciéndola caer dentro de aquel edificio.
Un gruñido de molestia y dolor salió de su garganta. Se incorporó tan rápido como pudo, mirando en derredor en busca de una puerta que no parecía hallar. Chasqueó la lengua, la molestia apoderándose de su cuerpo; cargó los guanteletes al máximo, su mente bañada en un solo pensamiento, tenía que llegar hasta Jinx. Los guanteletes golpearon la pared, abriendo el camino para Vi, quien rápidamente saltó fuera del edificio hacia el tejado más bajo, brincando de este a la tubería superior y parándose en ella para mirar a dónde podía haber ido Jinx.
El golpe la tomó por sorpresa, haciéndola perder el aire cuando la patada de Jinx conectó con sus costillas, tirándola de la tubería y haciéndola impactar contra el suelo varios metros abajo. Tardó unos segundos en incorporarse malamente del suelo, pero no pudo detener la siguiente patada de Jinx, que la hizo rodar cinco metros más lejos, haciendo que escupiera sangre mientras un dolor firme se incrementaba en su abdomen.
—Siempre tan débil, hermana —dijo Jinx, su voz pastosa arrastrándose entre los sonidos distorsionados que flotaban en el ambiente de Zaun—. ¡Mírate! Una sombra de lo que eras y todo por una vigilante, una piltoviana —Jinx caminó lentamente hacia Vi, disfrutando de verla en el suelo—. No puedes herirme porque soy tu tierna hermanita menor, pero yo puedo herirte de todas las formas que quiera —La felicidad palpable en esas palabras revolvió el estómago de Vi, quien pese a todo no se había preparado para enfrentar a esa versión de su hermana—. ¡Cállense! ¡Aún tengo tiempo! —gritó, mirando desesperadamente hacia su izquierda.
Con una sádica sonrisa, Jinx acortó el espacio entre ella y Vi, dispuesta para darle otra patada; pero esta vez el guantelete de metal se apretó alrededor de su pierna, encendiéndose en azul eléctrico y lanzándola contra la pared de un edificio diez metros lejos.
Jadeando, Vi se incorporó, cargando sus guanteletes y poniéndose en posición de ataque. No podía seguir negando la realidad: su hermana, si quedaba algo de ella, estaba más allá de cualquier alcance. Una risa alegre con matices dolientes resonó en el ambiente, proveniente de donde Jinx estaba incorporándose, su lengua entre sus dientes llegando a limpiar la sangre que goteaba.
Su velocidad volvió a acercarla a Vi, más esta vez ella estaba preparada. Sus guantes activaron el escudo, haciendo que Jinx lo golpease, y eso le dio el margen para asestar un puñetazo en el costado de la joven con trenzas, sacándole el aire y mandándola varios metros lejos.
Vi tomó impulso, corriendo y saltando sobre Jinx, quien alzó los pies para empujar a su hermana, defendiéndose del golpe. Ambos cuerpos volvieron a correr una hacia la otra, golpes impactando entre el metal y la piel, el azul eléctrico fusionándose con el magenta brillante, los ojos de Jinx destellando y oscureciendo su sádica expresión mientras una sonrisa demostraba lo mucho que se estaba divirtiendo.
Vi asestaba sus puñetazos por momentos, viendo que Jinx usaba su velocidad para esquivarla a tiempo. Tiró un golpe con su brazo izquierdo, haciendo a Jinx inclinarse hacia la derecha; Vi sonrió cuando vio que a su hermana no le dio tiempo de razonar por qué retiraba su brazo izquierdo a medio camino del gesto, impulsando su brazo derecho y haciendo que el guantelete impactara contra el rostro de Jinx, dejando un rastro de sangre mientras esta volaba hacia atrás por el golpe.
—Ríndete —pidió Vi entre jadeos, agotada de luchar contra su propia hermana.
—Tú todavía… crees… —musitó Jinx, poniéndose de pie nuevamente y mirando a Vi con diversión—, que tienes el control —Una sonrisa deforme cambió la posición de sus labios y en un movimiento rápido, la ametralladora de Jinx que había permanecido a un lado de la pelea volvía a ser sostenida por su dueña, apuntando directo hacia Vi—. Tú no controlas nada —aseguró, tirando del gatillo a punto de disparar.
El disparo resonó en el aire, seguido de la mueca de dolor de Jinx y la sangre que manó de su hombro. La más joven miró en la dirección de la que había venido el tiro, mostrando a Caitlyn encima de una de las tuberías gruesas que estaban más altas que los edificios, apuntándole con su fusil.
Sin hacer nada por detener la hemorragia, Jinx empezó a reír maniáticamente, mirando a Vi con una advertencia en su rostro. A Vi no le dio tiempo a impulsarse hacia adelante y detenerla, ni a llegar a saltar hacia Caitlyn tampoco. Jinx cambió el objetivo de su ametralladora, disparando hacia la tubería que enseguida expulsó vapor y cedió ante la presión, haciendo que Caitlyn se precipitara hacia el vacío.
Su cuerpo impactó el suelo antes de que Vi pudiera salvarla, todo el aire expulsado de sus pulmones, un dolor recurrente en cada parte sensitiva posible; pero, sobre todo, una punzada mayor en su abdomen. Había escuchado a Vi gritar su nombre. Todo era muy difuso y su vista estaba nublada. Los sonidos llegaban distorsionados, como si estuviera bajo el agua y solo registraba el dolor.
—Disfruta de mi pequeño regalo, hermana —comentó Jinx, acercándose a Vi, quien había soltado los guanteletes para sostener a Caitlyn entre sus manos, con lágrimas derramándose de sus ojos—. Vendré a recogerlo algún día —aseguró Jinx, tirando al lado de Vi un sobre con unos dibujos de monstruos y alejándose con una sonrisa, disfrutando la mirada de horror en Vi al ver la sangre que manchaba las piernas de Caitlyn.
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Bueno, soy dada a hacer muchas escenas angustiosas en mis libros y fanfics, así que en serio espero que les guste.
¿Qué opinan del capítulo? ¿Qué sintieron leyéndolo? Me dejan saber por favor😊
Y sigan adelante....
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