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Capítulo 49- Rugido de esperanza.

Sus manos temblaban, se suponía que ella era fuerte, había estado preparándose para ese día desde que tenía memoria, pero los nervios habían sacado lo peor de ella. Estaba sentada en la ventana, observando el ejército de vigilantes, zaunitas y luciérnagas movilizarse bajo la seguridad de la madrugada, todo porque ella existía.

Sus dedos juguetearon con el largo mechón de cabello que siempre colgaba fuera de sus moños, buscando ocuparse en algo, por banal que fuera, que la distraje del sonido ajetreado que había dentro de la mansión. Dos toques en la puerta la hicieron respingar, sus ojos mirando hacia la entrada, donde Sevika estaba parada junto con Katarina. Había llegado la hora.

—Hola, pequeña bestia —saludó Sevika, dejando que Katarina fuera a avisarle a Cait y Vi que ya estaban listas para partir.

—Hola —la respuesta de Cassidy fue débil, su voz cortándose entremedio de la palabra, como si fuera a derrumbarse y llorar en cualquier momento.

—Oye, sé que eres joven y no nos has visto luchar nunca, pero puedo asegurarte que tus madres son dos mujeres rudas, capaces de ir allí y patear traseros noxianos hasta el amanecer, y regresar contigo —aseguró Sevika, acercándose a Cassidy en el límite de lo que se permitía sin que fuera incómodo para ella. No solía ser buena estando cerca de otros, por más jóvenes que fueran.

—Yo solo…, yo solo quiero a mi familia.

Fue como un rayo, peor aún, la sensación quemante que recorrió a Sevika ante el déjà vu la torturaba tanto que por un instante consideró arrancarse la piel a tiras. No fue el murmullo entonado de forma apenas audible y plagado de tristeza, sino la mirada agonizante en aquellos ojos tristes, lo que la llevó de regreso a aquella noche: ella caminando por la casa de Silco, escuchando el llanto molesto precariamente ahogado, entrando en aquella biblioteca, encontrándose el cuerpo encogido en una incómoda posición en la esquina, detrás del buró.

Eran otros ojos, más azules e infantiles, pero carentes de inocencia, los que esa noche la habían mirado así; era otra chica, más pequeña, más rota, una cuya mente estaba dañada y nadie sabía reparar. Esa noche Sevika se había sentado en el suelo, a su lado, no la había tocado, porque los niños la hacían sentir incómoda, más aun si lloraban, y Sevika sabía que ella merecía más que un roce brusco de alguien que obviamente no quería confortarla con su tacto, pero se quedó a su lado. Pasaron horas hasta que la pequeña habló, alzando la mirada hacia Sevika, su voz rompiéndose entre los sollozos ahogados.

—Yo solo quiero a mi familia —había dicho, como si Sevika tuviera en su poder la capacidad de concederle el deseo. En cambio, Sevika cerró los ojos, alzó su mano con lentitud y la colocó en la cabeza de azul cabello, acariciándola con tanta suavidad como ella era capaz.

—Nosotros somos tu familia ahora, Powder.

La culpa dolió. Si ella hubiera hecho más, si después de esa noche no le hubiera dejado todo el trabajo paternal a Silco, si no se hubiera quedado a un lado, viéndolo malcriarla y consentirle todo sin orden alguno, ignorando activamente la locura creciente en su hija adoptiva, si ella hubiera buscado ayuda para la niña, quizás Jinx no hubiera crecido de la forma en la que lo hizo. No podía remediar el pasado, pero quizás podía hacer algo con el presente.

—Escúchame, Cassandra —Sevika acortó toda la distancia entre ellas, sentándose en la ventana, frente a Cassidy; su mano real alcanzando la mano delgada de la joven en un agarre firme, sus ojos fijos en los de ella—. No sé qué pase esta noche, no hay certeza de nada, pero te prometo, por el honor que me queda y la lealtad que les tengo, que tú volverás a tener a tus madres contigo.

—Ya estamos listas —anunció Caitlyn, entrando en la sala seguida de Vi y Katarina.

Sevika le dio una última mirada a Cassidy, quien se veía más tranquila después de sus palabras, un agradecimiento sincero en sus ojos, antes de apartarse y salir junto con Katarina, concediéndoles un tiempo a solas.

Tobías se paró en la entrada del salón, Ekko pasando por su lado y saliendo junto con Sevika y Katarina, permitiéndose mirar a la familia que se había creado antes de cerrar la puerta, su mente afirmando el pensamiento que llevaba latente en él desde que se había escapado: si hay algo por lo que vale la pena luchar, es esto.

Cassidy se puso de pie, parándose frente a sus madres, quienes la observaron con detenimiento, el miedo de que pudiera ser la última vez que la vieran apretando sus gargantas.

—Tengan cuidado —pidió Cassidy, conteniendo sus lágrimas, luchando por ser más fuerte.

—El abuelo se quedará contigo, hazle caso y manténganse a salvo —dijo Cait, tomando las manos de su hija entre las suyas—. Nosotras no estaremos aquí, pero si algo sale mal, monta en Ava y aléjate, huye hacia donde nadie pueda encontrarte.

—Mamá...

—Tienes que hacerlo, Cassidy —interrumpió Cait, inclinando su cuerpo para quedar a la altura de su hija. Pronto sería tan alta como Vi, crecía rápido—. Y prométeme que no usarás la Arcana, pase lo que pase. No sabemos si puedas llegar a necesitarla, si la usas demasiado te matará, así que no recurras a ella a no ser que sea imprescindible. Prométemelo.

—Lo prometo —sus lágrimas corrieron por sus mejillas, sus dientes se enterraron en su labio inferior y Cassidy se impulsó hacia adelante, abrazando a Cait con fuerza y escondiendo su cabeza en su pecho.

—Bizcochito —llamó Vi, tocando la espalda de Cassidy con cariño, viendo a su hija girarse hacia ella y aferrarse a su torso en un abrazo fuerte—. Mantente a salvo. Antes de que te des cuenta, todo habrá terminado.

Vi bajó su cabeza, depositando un beso en la cabeza de Cassidy antes de apartarse. Ambas caminaron hacia la puerta, con Cait cruzándose su rifle por el torso y Vi activando los guanteletes de Atlas. No miraron atrás, no podían permitírselo, pero Cassidy no las dejó de mirar, aun cuando sintió los brazos de Tobías rodearla en un abrazo consolador, ni siquiera al ver la puerta cerrarse, o al escuchar el silencio que quedó cuando todos se hubieron ido de Piltover.

                             ◇

Jayce miró sus puños fijamente, encontrándose las heridas abiertas de sus últimas horas golpeando el saco de entrenamiento de su casa. Viktor todo este tiempo había estado vivo, lejos de él, tramando un ataque que acabaría con la vida de cientos. ¿Cómo no lo vio? ¿Acaso su amigo siempre había tenido esa personalidad? ¿Estuvo él tan ciego que no alcanzó a notarlo?

No tenía respuestas a esas preguntas, dudaba de su capacidad de responderlas de forma imparcial, sobre todo si tomaba en cuenta que, pese a su arrebato de ira y autolesión, no podía evitar la sensación de alegría que lo invadía al saber que estaba vivo.

Vendó con cuidado sus puños, cubriendo las heridas como si no fuera a enfrentarse en batalla en pocas horas. Terminó de vestirse, revisó que todas sus pertenencias y documentos estuvieran en orden, no quería dejar ningún asunto sin atender en caso de que lo peor pasara. Se miró en el espejo una última vez, la pregunta que había estado evitando resonando en su cabeza como un mantra masoquista:

¿Podría matar a Viktor? ¿Podría Viktor matarlo?

De la primera sabía que la respuesta era no, de la segunda, no estaba tan seguro. Jayce dejó escapar un suspiro de rendición; nada podía hacer desde allí, pasara lo que pasara, solo lo sabría cuando estuviera delante de él, y pensando así, tomó su Martillo de Mercurio y salió de su casa, subiendo al aerodeslizador que lo llevaría al campo de batalla.

                            ♤

El sol se alzaba en su máximo cuando las tropas piltovianas, zaunitas y luciérnagas llegaron al lugar destinado. El terreno era llano, rodeado de edificios derrumbados que antiguamente fueron parte del plan de Piltover de reconstrucción, pero al final el terreno salió de su distribución geográfica y quedó al abandono. Zaun lo hubiera reclamado, pero ya era difícil mantenerse tal cual estaban, más tierras solo les significaría más problemas.

Las carpas se armaron alrededor de los edificios, los vigías se extendieron en un radio de tres kilómetros, a la espera de cualquier señal que fuera una amenaza. En ese momento, solo les quedaba esperar.

Puede que fueran los nervios, o la sensación apremiante de aferrarse a sus últimas horas seguras, pero nadie protestó cuando Vi pidió una carpa mediana para que todos ellos cupieran dentro. Sevika se acomodó en el suelo, con Katarina apoyada contra una roca a su lado, Cait y Vi tomaron asiento en las lonas dispuestas, Sylas se limitó a acostarse, con Zeri y Lux sentadas a sus pies.

Nadie habló nada por horas, hasta que los vigilantes entregaron los almuerzos, cortesía de Piltover, con el objetivo de mantenerlos fuertes y enérgicos para la batalla; entonces Sevika se quejó de que Zaun cocinaba mejor, y Vi se adentró en la historia de Cait repudiando la comida viscosa de los puestos callejeros, para luego devorarla sin compasión cuando estuvo embarazada.

Las horas se alargaron, o eso parecía, el sol cambió de posición en el cielo, pero la conversación no volvió a morir. Hablaron de todo y de nada en específico. Contaron las mejores historias de sus infancias, las familias que habían tenido, los castigos que sufrieron por las bromas más ridículas.

Hablaron de sus mejores amigos, de sus batallas favoritas, de cómo habían aprendido a luchar cómo lo hacían y de los motivos de que escogieran esas armas. Narraron anécdotas de escuela, pesadillas más perturbadoras y lo que de niños habían soñado que serían de adultos. Pero también hablaron de miedos, de los momentos más difíciles de sus vidas, de las personas que habían perdido.

El claro sonido de la alarma interrumpió la historia de Katarina justo cuando el cielo se vestía de naranja y rojo. El atardecer había llegado, y el ejército enemigo también. Se miraron unos a otros, no queriendo decir las palabras, pero despidiéndose en silencio. Hubo un instante de contención respiratoria colectivo, y luego todos suspiraron, levantándose de sus lugares de descanso, tomando sus armas y saliendo de la carpa.

Los vigilantes de Piltover estaban repartiendo las armaduras prometidas: discos de Hextech que colocabas en tu pecho y los encendías, desplegando láminas metálicas que cubrían las partes vitales más expuestas del cuerpo. Eso funcionaba para ellos, peleaban más con agilidad que con fuerza, armaduras pesadas los ralentizarían, pero no estaban seguros de sí sería igual para los demás.

Jayce ya estaba delante del ejército piltoviano cuando ellos descendieron, todos los ojos se fijaron en su llegada, pero ninguna miró en la dirección de los pilties. Avanzaron más allá, donde las luciérnagas y los zaunitas las esperaban, manteniendo un regio silencio, atentos a sus líderes. La presión sobre sus hombros era escabrosa, pero eso justamente les mantenía atentos.

—Sevika, tú y Lux tomen al grupo de zaunitas que ella movilizó, se encargaran del flanco derecho y parte trasera central —ordenó Vi, ajustado sus guanteletes y probándolos, una seguridad de que funcionaban perfectamente, o, más bien, algo en que distraer su cabeza mientras analizaba las opciones—. Katarina y Zeri dirigirán a las luciérnagas al centro delantero y flanco izquierdo; Caitlyn, tú te quedarás en la retaguardia con los vigilantes que disparan a largo alcance; y Sylas, tú vas conmigo al frente.

—¿Qué estás diciendo? —cuestionó Cait, cerrando su mano alrededor del brazo de Vi y haciéndola girarse hacia ella, sus ojos desafiando las órdenes dadas.

—Estoy diciendo que todos los presentes nos preocupamos demasiado unos por otros, lo cual no tiene nada de malo, excepto que aquellos que hemos luchado antes sabemos que eso siempre termina en tragedia —respondió Vi, zafando su brazo del agarre de Cait y mirando en derredor—. Ellos han venido aquí por nosotros, fueron nuestras jodidas elecciones los que los han llevado a la guerra, dependen de nosotros, cuentan con nosotros. Te amo más que a nada, Caitlyn, y eso precisamente es lo que me hará imposible luchar en la batalla sin buscar cada cinco segundos que estés bien. En el mejor de los casos eso solo terminará con mi muerte, en el peor, con la de todos ellos y la tuya misma.

—Vi tiene razón —intervino Zeri, notando como ella los había repartido de forma que ninguno de los que sostenían una relación romántica estuvieran juntos. Una sonrisa triste se extendió por su rostro, Vi era inteligente—. Ya luché al lado de Lux una vez y casi me matan por perder la cabeza al verla herida. Esto no es como el ataque de los soldados de shimmer hace catorce años, la mínima distracción puede ser catastrófica. Tomemos nuestra responsabilidad.

Zeri miró hacia Lux, tomando su rostro entre sus manos y dándole un suave beso, antes de girar hacia Sylas y besarlo también, respirando profundamente y avanzando hacia donde estaban las luciérnagas. Sevika no miró a Katarina, todo lo que pudieran hacer o decirse, ya lo había hecho, así que solo ajustó su brazo mientras marchaba hacia los zaunitas, seguida de Lux, que se despidió de Sylas con un beso cariñoso. Katarina trotó entre los demás para alcanzar a Zeri, y Sylas se apartó, permitiéndoles un momento a Cait y Vi.

—Estás enojada.

—No, Vi, solo no entiendo por qué no me lo dijiste antes —repuso Cait de forma brusca, Vi apartando la mirada antes de alzar una ceja en su dirección.

—Porque sabía que te enojarías e intentarías convencerme que lo mejor es estar juntas —contestó Vi, con una tranquilidad poco característica en ella.

—Porque es verdad —reclamó Cait.

—No, no lo es —Vi cerró el espacio entre ella y Cait, alzando la cabeza para mirarla directo a sus ojos, sonriéndole con calma—. Tú estilo de lucha y el mío son distinto, eres mejor detrás de todos, lejos de la batalla cuerpo a cuerpo, protegiendo a los demás con tu buena puntería.

—Querrás decir: mi excelente puntería —corrigió Cait, haciéndolas a ambas reír. Su mano se alzó hasta acariciar la mejilla de Vi, respirando profundamente al verla inclinar el rostro hacia su tacto—. Nos vemos cuando todo termine.

—Así será, Pastelito.

Cait se alejó de Vi, avanzando hacia los vigilantes, donde Jayce la esperaba después de haber observado el intercambio sin entender qué sucedía, había estado demasiado lejos para escucharlos. Vi la miró hasta que ella se detuvo al lado de Jayce, entonces, y por primera vez, giró hacia su pueblo, su gente, los habitantes de Zaun, enfrentando la realidad de los hechos, y así, habló:

—Zaunitas, hoy nos enfrentaremos a un enemigo cruel y despiadado. No son nada como lo que conocemos, pero podemos vencerlos. Somos un pueblo que vivió marginado, humillado, avasallado durante demasiados años. Muchos nacieron y murieron bajo la sombra de un Zaun decadente, pero aquellos que hemos tenido la dicha de verlo crecer, alzarse desde sus cimientos derruidos y volverse una ciudad fuerte, sabemos de lo que somos capaces. Nos hemos enfrentado a vigilantes, a explosiones, soldados de shimmer y magia; sobrevivimos a eso, y sobreviviremos hoy. Esos que vienen no quieren dominarnos, sino exterminarnos. No es solo Zaun lo que nos jugamos hoy, es la vida misma, y la de aquellos a los que amamos. Hoy lucharemos como lo que somos, como lo que siempre fuimos: sobrevivientes, guerreros, y ganaremos, ¡porque perder no es una opción!

Fue más un rugido de guerra que un grito, fueron las voces de miles de ellos alzándose en un solo reclamo, fue la furia que yacía dentro y hervía con el fuego que solo es capaz de crear el sufrimiento lo que resonó en el viento, contra la piedra caída, en el llano del terreno, en el valle de la muerte que los esperaba con los brazos abiertos.

Tal fue la emoción desbordante, que los vigilantes se vieron a sí mismos conmovidos, entusiasmados, aferrándose ellos también al llamado de guerra de quienes para ellos siempre habían sido seres inferiores, lacras.

Jayce miró a Vi, recordando a la joven furiosa que lo había buscado un día en el taller y le había convencido de ir por sus propios medios a enfrentar a Silco. Esa llama que había visto en ella aquel día seguía viva y fuerte tantos años después, y así, por primera vez desde que la guerra fue anunciada, él tuvo esperanza.

                             ◇

Avanzaban a paso firme, habían visto a los vigías desde lejos, pero les permitieron partir. La guerra para Ambessa era como un juego, y para deleitarse ella necesitaba un componente psicológico, trastornar la mente de sus enemigos.

Le gustaba la manera en que el ánimo se alzaba entre las tropas minutos antes del enfrentamiento, después de un discurso conmovedor cuyo efecto solo duraba hasta que los primeros soldados se enfrentaban y ocurría la primera muerte. La desesperación que cubría a los hombres cuando esto pasaba era casi posible de saborear para ella.

Escuchó el rugido bestial de un ejército con esperanza, con ansias de lucha, y sonrió. Detestaba enfrentar enemigos débiles que solo iban al campo de batalla como cerdo al matadero.

—Parecen estar entusiasmados —comentó con una sonrisa.

—Eso parece, mi reina —concordó su general, apreciando el brillo alegre hambriento de sangre.

—¿Todo está listo? —preguntó ella, desviando su mirada hacia Viktor, incapaz de ver sus ojos a través de la armadura. Él no respondió, se limitó a hacer un solo asentimiento, pero eso fue suficiente—. Llegó la hora.

Los caballos avanzaron, los aerodeslizadores sobrevolaron todo, y el ejército noxiano surgió de entre los escombros y edificios caídos de la distancia, con soldados de shimmer que corrían entre ellos, rodeándolos, haciendo la función de un campo protector.

Jayce dio la orden a los vigilantes, el sheriff Farbián lideró una parte de ellos, y Vi esperó los segundos necesarios para que la primera parte de los piltovianos fueran adelante antes de dar la orden ella misma.

Las luciérnagas fueron las primeras en avanzar, sus ataques distribuidos directo hacia los aerodeslizadores enemigos; Sylas se adelantó a Vi con una parte de los zaunitas, y los primeros disparos resonaron en el aire antes de que el cielo oscurecido con él último rayo de sol se adornara de rayos azules y violetas. La batalla había empezado.

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Epa epa epa, que dolor escribir todo esto aaaaaarrrrgggg, pero a la vez, que divertido y emocionante.

¿Qué opinan del capítulo? Me dicen por favor 🥺

Ya estamos en la mejor parte jajaja.

Pd; intenté subirles dos capítulos como siempre, pero wattpad no me dejaba, anda trágico conmigo y me está dando problemas. Por ahora, uno es todo lo que tengo para ustedes.

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