Capítulo 47- En familia.
Caitlyn observaba a Cassidy desde su ventana, la joven estaba en el jardín de la mansión, jugando con Ava a lanzarle trozos de carne que la dragona corría a atrapar antes de que tocaran el suelo. Dolía, todo en ella parecía arder de dolor ante la presión del miedo. Cerró sus ojos un instante, sintiendo el peso sobre sus hombros.
El sonido de la puerta abriéndose lentamente la hizo respirar profundo, sabía quién era la única persona que se adentraría en su habitación sin avisar antes, pero no hizo nada para pedirle que se fuera. En cambio, permaneció en silencio, dejando que Vi se acercara a ella hasta que sus brazos la envolvieron en un suave abrazo, sus labios depositando un beso ligero en su cuello antes de apoyar la frente contra su espalda.
—Tengo miedo —admitió Vi, evitando mirar por la ventana, que mostraba la vista de una ciudad casi congelada mientras cientos de zaunitas se adentraban en ella.
—Yo también —confesó Cait, envolviendo las manos de Vi con las suyas.
—Pastelito… —Cait negó con la cabeza al escuchar el apodo cariñoso de Vi, el tono en que lo dijo dejaba claro la petición que iba a hacerle, y ella no lo consentiría—, por favor, solo escúchame.
—¡No! —espetó Cait, alejándose del abrazo de Vi y girando para enfrentarla—. No me voy a quedar fuera de la batalla, no vas a entrar allí sola. No pasará.
—Alguien tiene que quedarse con Cassidy —intentó Vi, alegando a su instinto maternal para mantenerla alejada del peligro.
—Ava se quedará con Cassidy, mi padre se quedará con Cassidy, pero yo no —afirmó Cait, mirando a Vi con una firmeza inquebrantable.
—Hay un límite para el dolor y la perdida que una persona puede soportar —Vi se acercó a ella, acunando el rostro de Cait con una caricia dulce y mirándola a los ojos, mostrándose vulnerable ante ella—. Cuando la batalla comience, enfrentaré a Jinx. Hace mucho que acepté dejar detrás a mi hermana, Cait, Powder está muerta en esa mente, pero su cuerpo sigue siendo el de ella y matarla va a dolerme. No puedo hacer eso mientras mi mente se llena de preocupación por ti.
—Pues averigua la forma de hacerlo, o mejor aún, déjame matarla yo —repuso Cait, sus manos cerrándose sobre las muñecas de Vi y apartando su tacto de su rostro—, pero lo que sí está claro es que voy a luchar, quieras o no.
—¡Cait! ¡Vi! —el llamado desesperado de Lux captó la atención de ambas, que rápidamente compartieron una mirada antes de correr fuera de la habitación, llegando al primer nivel de la mansión en segundos.
—¿Qué está pasando? —preguntó Vi, mirando hacia Lux, quien rápidamente le indicó con la cabeza hacia la puerta.
Vi y Cait miraron a la entrada de la mansión Kiramman, la puerta abierta totalmente, Zeri parada en el medio con la respiración acelerada y el obvio rastro de lágrimas marcadas en su rostro. Lentamente ella se movió, dejando espacio para la otra persona.
Vi sintió un nudo crecer en su garganta y presionar, dejándola sin respirar unos segundos, hasta que el llanto la rompió por dentro. Cait fue lo único que impidió que ella se desplomara, sosteniéndola para ayudarla a quedar arrodillada en el suelo, su cuerpo temblando mientras las lágrimas no dejaban de correr.
Sintió aquellos brazos cálidos y firmes atraparla en un abrazo, la manera en que Ekko pasaba sus manos por su espalda en un gesto que buscaba tranquilizarla, el sonido de su voz repitiéndole que estaba allí para ella, que había vuelto, que estaba vivo.
No notó como Zeri lloraba mirándolos, mientras era abrazada por Sylas y Lux, que le daban apoyo; no percibió tampoco a Cait caer sentada en el sillón cercano, acallando sus sollozos en sus manos, sin dejar de mirar a Ekko; en ese momento todo lo que existía eran ellos dos.
¿Cuántas veces se habían perdido el uno al otro? Vi tenía que ser la peor hermana de la historia si a su hermana menor y al chico que consideró su hermano menor los perdió tantas veces que ya no podía contarlas.
—Estoy aquí, Vi, estoy vivo, estoy contigo —repitió Ekko una vez más, sintiendo como Vi iba calmándose, hasta que ella pudo alzar su cabeza, mirándolo con el amor de una hermana mayor.
—Estás vivo —susurró ella, limpiando con sus pulgares las lágrimas de Ekko.
—Lo estoy, y no voy a morir pronto —aseguró Ekko, sonriéndole con dulzura antes de que su expresión se ensombreciera y mirara a Cait con seriedad—. Jinx debe de saber que escapé a estas alturas, adelantarán el ataque.
—¿Qué tan rápido pueden moverse? —cuestionó Cait, limpiando las lágrimas de su rostro y carraspeando para aclarar su voz.
—Estarán aquí para mañana al atardecer —dijo Ekko, ayudando a Vi a ponerse de pie, justo en el instante en que Sevika y Katarina entraban por la puerta, la primera cargando con los guanteletes de Vi.
—¿Qué demonios? —espetó Sevika, mirando a Ekko impactada—. Y yo pensando que nadie podía regresar de la muerte.
—De la muerte no, pero del infierno, eso seguro —contestó Ekko, ambos compartiendo una risa queda ante la broma.
—Papá, llama a Jayce, dile que lo necesitamos aquí lo más rápido posible, y que venga con el sheriff —indicó Cait, retomando la serenidad que la caracterizaba—. Ekko, si quisieras darte un baño y ponerte una ropa limpia.
—Te lo agradecería —concordó Ekko, asintiendo con la cabeza.
—Vi, llévalo a la última habitación del pasillo, es la única que queda libre. Hay ropa en el armario.
Vi guió a Ekko a la habitación y se quedó con él, esperándolo sentada en la cama mientras se bañaba, una sensación de calma aplacando el miedo constante ante la seguridad de que él estaba allí, de regreso a su lado. Al menos por ese instante, podía permitirse ser feliz.
Sevika y Katarina usaron el tiempo de espera para actualizar a Cait sobre el estado de los evacuados. Garren los había distribuido lo mejor que podía y habían armado grandes carpas escondidas entre las casas para que no se notara que ellos estaban allí. Para cuando los golpes en la puerta captaron su atención, Sevika ya había terminado el último informe.
—Concejal Talis —saludó Lux, abriéndole la puerta y permitiéndole pasar.
—Caitlyn, mi secretaria me dio el mensaje urgente de tu padre —dijo Jayce, adentrándose en una habitación llena de zaunitas. Podía estar de pie en la sala de una mansión que una vez visitó tanto que parecía su segunda casa, pero él era quien se sentía el invasor extraño entre ellos.
—Ambessa y Jinx atacaran mañana, en algún punto del atardecer, puede que poco después —soltó Caitlyn, mirando con preocupación a Jayce. Él podía ver la sinceridad en sus ojos, y su propia mente se sumió en las tinieblas del terror.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó, apoyando una mano en el espaldar de un sillón para mantener la estabilidad.
—Ekko es un amigo de nosotros que fue secuestrado por Jinx hace años atrás, logró escapar recientemente, él sabe la localización del escondite, estamos seguros de que adelantarán el ataque para evitar que seamos nosotros quienes los ataquemos a ellos —explicó Cait, girando su cabeza hacia la puerta al ver a Cassidy entrando en silencio.
—¿No podríamos atacar en algún punto durante la noche o la mañana? —preguntó Katarina, desviando la mirada de Jayce hacia Cait.
—No es posible —intervino Zeri, sentándose en el reposamanos del asiento donde Sylas estaba acomodado con Lux sentada encima de su regazo—. A Ekko le tomó casi un día llegar a nosotros, se movía solo y en un aerodeslizador bastante avanzado, si he de decir. Movilizar todo el ejército de vigilantes de Piltover, los zaunitas y las luciérnagas, con armamento y todo lo demás, tomaría el doble de tiempo incluso para nosotros, sin contar la distancia extra por estar en Piltover.
—Para cuando lleguemos, no estaremos en condiciones de luchar, y eso es si no nos tropezamos con ellos por el camino —terminó Sylas, dejando caer casualmente una mano en la cadera de Zeri y moviendo su pulgar en una caricia relajada.
—Tendremos que movilizar a todos durante la madrugada, acampar a las afueras del terreno escogido, preparar lo que podamos que nos de ventaja. Nuestros enemigos son fuertes —analizó Jayce, sus ojos perdiéndose en la nada mientras ideaba diferentes formas de luchar que pudieran ayudarles a ganar.
—Nuestros enemigos también tienen un enemigo adentro —la voz de Ekko llegó desde lo alto de la escalera. Se veía más relajado después de un baño, con ropa limpia y habiendo removido el estrés de los años de cautiverio—. Yo no logré huir solo, tuve ayuda.
—¿Quieres decir que hay un traidor entre ellas? —cuestionó Cait, sus ojos mirando a Ekko y luego a Vi, que parecía tan sorprendida como todos mientras ambos bajaban las escaleras y se unían al resto.
—Sí, pero no está de nuestro lado. Él tiene sus propios planes, no sé cuáles son, pero no son a nuestro favor —aseguró Ekko, sus ojos fijándose en Cassidy, que se había quedado apoyada contra una pared en silencio. Podía ver la clara mezcla de Vi y Cait en ella, parecía haber sido creada como el perfecto reflejo de ambas, obteniendo lo mejor de ellas.
—Genial, como si no fuera suficiente una demente y una genocida sin escrúpulos, ahora tenemos un traidor del cual no conocemos intensiones ningunas —todos miraron a Sevika ante su audible queja, pero ella solo se limitó a mirarlos con irónico desprecio antes de sentarse tranquila al lado de Katarina.
—¿Qué sabemos de este tipo? Puede que podamos hacernos una mejor idea de lo que pueda querer —intervino Vi, cruzado los brazos en su torso y acercándose de forma casi inconsciente a donde estaba Cait.
—Es el hombre de la armadura, quien lidera los soldados de shimmer —contestó Ekko, viendo como algunas de ellas asentían en reconocimiento, recordándolo de la batalla que habían tenido el día del nacimiento de Cassidy—. En realidad es un científico, solo lucha gracias a la armadura que Jinx le construyó. Solía ser aprendiz o amigo, en cierta forma, de Signed, el Doctor.
—El hombre que Caitlyn mató —puntualizó Vi, obviando la mirada atónita de Jayce, que inmediatamente observó a Cait como buscando una explicación. Ella no dio ninguna.
—Exacto —afirmó Ekko, aceptando la oferta muda de un trago ofrecida por Zeri, quien le alcanzó un vaso con algún tipo de alcohol de coloración verdosa—. Los dos pasaban horas en los laboratorios haciendo diferentes experimentos. Fueron quienes engendraron los bebés dragones, y de allí Jinx decidió enviarle uno a Cassandra —Cassidy desvió su mirada con preocupación hacia la ventana, viendo en el jardín a Ava descansar dormida—. Después de la muerte de Signed, Viktor fue quien se hizo cargo de todo lo que Jinx encontraba aburrido.
—¿Viktor? —la voz de Jayce fue apenas un murmullo ronco que se arrastró con siniestro asombro.
Cait abrió los ojos, sorprendida, mirando hacia Vi cuando la comprensión las golpeó de repente. ¿Cómo no lo habían pensado antes? Cait lo había olvidado, o no lo había encontrado importante, ella no sabía, pero Viktor había estado allí la noche en que Jinx incrustó la gema en Cassidy, Viktor fue quien amenazó la vida de su hija con un cuchillo en el cuello, fue quien condujo el aerodeslizador lejos. ¿Por qué no había recordado eso hasta ese momento? Cait jadeó al sentir el calor de la mano de Vi envolviendo la suya, sacándola del pozo de culpa y flagelación en el que se estaba sumiendo.
Jayce, por su parte, mantuvo la mirada fija en sus manos, observando cada línea, curva y callo. Viktor, después de tantos años, Viktor. Lo había buscado incansablemente, había llorado hasta desvanecerse, se había enojado con cada ser vivo a su alrededor, había permitido que el dolor lo condujera a comportarse como un imbécil mayor al que normalmente era, todo por un hombre que no se había molestado ni una vez en hacerle saber que estaba vivo. Viktor, a quien Jayce había amado hasta el punto de la destrucción, era ahora su enemigo.
—Pues parece que estamos en desventaja absoluta —comentó Lux con pesar, percibiendo la preocupación en los demás.
—No del todo —dijo Jayce, sus manos cerrándose en puños mientras se alzaba en toda su estatura—. Tenemos la Arcana.
—¡No! —espetó Vi, dando un paso hacia adelante mientras la tensión envolvía la sala como un manto firme, todos encontrándose de pie y alertas repentinamente.
—Nuestra hija no luchara, solo tiene catorce años —repuso Caitlyn, sintiendo cierto alivio de ver como Cassidy había ido rápido hacia donde Zeri y se quedaba a su lado.
—Creo que tu nueva familia había visto demasiada guerra y devastación a esa edad como para preocuparnos por ello ahora —rebatió Jayce, mirando directamente hacia Cassidy—. Lo dijiste tú misma, ella ha entrenado para controlar su magia. Ahora que la use.
—Escúchame, maldito hijo de…
—La Arcana es peligrosa, Jayce —interrumpió Tobías, parándose delante de Vi, quien ya había avanzado hacia Jayce con la evidente intención de iniciar una lucha física—. Cassandra puede usar un poco de Arcana, lo básico, lo necesario, pero su cuerpo se desgasta con ello. En una lucha, ella caería muerta en menos de veinte minutos de uso continuo. Ella no es una opción.
—¿Cómo sé que no me mienten solo para protegerla? —cuestionó Jayce, sus ojos destilando un aura acusatoria hacia todos a medida que los miraba.
—Aquí tienes todos los registros de cada examen, experimento, suero o medicamento usado en ella —dijo Tobías, pasándole a Jayce una gruesa carpeta escrita a mano por él mismo, donde había mantenido todo al día, evaluando su desarrollo—. No te estamos mintiendo.
Jayce tomó la carpeta, revisando lentamente los exámenes realizados por Tobías, los diferentes sueros usados, la manera en que su cuerpo respondía a la magia. Leyó con atención sobre la gema en su frente, la función que cumplía, los diferentes usos de la Arcana y cómo estos podían matarla.
Estaban en guerra, eran tiempos desesperados, pero ni siquiera él se atrevería a condenar a la joven a muerte por una victoria no asegurada. Jace dejó escapar un suspiro profundo mientras cerraba la carpeta, dejándola sobre la mesa central y mirando a Caitlyn.
—No pediré que vuestra hija vaya a su propia muerte, ella y Tobías pueden quedarse aquí, dejaré algunos vigilantes rondando cerca. Los demás partiremos en la madrugada. Descansen, tengan su última comida en familia y duerman en paz, después de mañana, nada volverá a ser igual.
Cait no dijo nada, pero sus ojos mostraban agradecimiento mientras veía a Jayce marcharse. Un pesaroso silencio se cernió sobre ellos, mirándose unos a otros, consolándose en lo que podía ser la última vez que todos estuvieran juntos. Pasara lo que pasara mañana, aunque sea uno de ellos no regresaría.
Katarina fue la primera en retirarse, tomando la mano de Sevika y saliendo sin hablar. Cait y Vi no preguntaron a dónde irían, ellas no lo dijeron, cada quien tenía derecho a pasar su último día seguro como quisiera. Lux fue quien dio el siguiente paso, llevándose consigo a Sylas y Zeri; Tobías se disculpó tímidamente, retirándose a su habitación; y Ekko anunció que iría a la cocina a comer algo, dejando a Cait y Vi con Cassidy.
—Mamá, mami —ambas se giraron para ver a Cassidy avanzando hacia ellas con una mirada tempestuosa, una lucha interna mostrándose claramente en el gris de sus ojos—, si hay alguna forma en que yo pueda ayudar en esa batalla.
—Cassidy —interrumpió Cait, yendo hacia ella y tomando su rostro entre sus manos—, sé que quieres ayudar, pero tenerte allí solo complicaría las cosas. Quedándote fuera del alcance de Jinx y Ambessa es la mejor forma de ayudarnos, los demás podremos concentrarnos mejor en la lucha si sabemos que estás a salvo.
—Pero…, yo… —Cassidy cerró sus manos en puños y miró al suelo, mordiendo su labio inferior y frunciendo el ceño.
—Bizcochito —llamó Vi, colocando una de sus manos en el hombro de Cait para apartarla dulcemente y alzando el rostro de su hija con el suave toque de su dedo índice bajo su barbilla—, sé que estás frustrada, tienes miedo y te desespera no poder ir a luchar cuando los demás lo estaremos haciendo. Créeme que lo que sé, he estado allí. Pero como alguien que ha luchado desde una edad muy temprana, te pido que no lo hagas siempre que puedas evitarlo. Déjanos protegerte.
—Tú eres lo más importante para nosotros —afirmó Cait, acariciando su mejilla con el pulgar—. Haríamos lo que fuera por ti.
—Yo solo quiero que todo esto acabe —Cassidy intentó contener las lágrimas en sus ojos, fallando miserablemente y dejándose envolver por el abrazo cálido de sus madres.
—Acabará, Bizcochito. Acabará —aseguró Vi, dejando un beso en su cabello mientras observaba a la profundidad azul de la mirada de Cait. Ellas tenían miedo. Ellas tenían un motivo por el que luchar, alguien a quien proteger.
A medida que la noche fue cayendo, el silencio sepulcral se extendió en todo Piltover. Los soldados bebieron en compañía, las casas rezaron por una protección divina para sus valientes, y las familias se abrazaron, temiendo que fuera la última vez.
La mansión Kiramman opacó el silencio con la música armónica el piano, bajo los expertos dedos de Tobías, tocando la canción que le había compuesto exclusivamente a Cassandra cuando, años atrás, él la había estado cortejando. Ekko se sentó con una botella en su habitación, mirando por la ventana hacia el paisaje desolador de una Piltover serena.
Las luces de la ciudad alumbraban la noche en calma, y entraban por la ventana de la habitación donde Zeri, Sylas y Lux yacían juntos; lo que fuera que los había llevado hasta allí ya no importaba. Habían desperdiciado años intentando sobrellevar esa relación extraña, porque el recuerdo de Ezreal era demasiado fuerte para Lux, hasta que finalmente el muro autoimpuesto se había derrumbado. No había suficientes horas para compensar lo que habían perdido, por eso dejaron que la noche fuera testigo de su unión; cayeron algunas lágrimas, dolor y felicidad mezclándose. Un hola y un adiós.
Las uñas rojas de Katarina se deslizaron por el metal del brazo de Sevika, sintiendo la frialdad de este contra su piel. Peligro, eso era lo que debía de representar, pero para la pelirroja era distinto, para ella aquella extensión letal del cuerpo de la mujer mayor no era más que una fuente de placer interminable. Sevika jugó con su pelo, sintiendo las ondas suaves de la larga cabellera entre sus dedos, mientras sus respiraciones se acompasaban, en algún momento, incluso sus corazones latieron a la misma velocidad.
Durante toda su vida Sevika había estado dispuesta a morir, incluso había saltado delante de aquella explosión para proteger a Silco. Su lealtad hacia un bien mayor había sido siempre inquebrantable. Sin embargo, allí, en aquella cama suave, con Katarina en sus brazos, por primera vez se encontró a sí misma pidiendo un poco más de tiempo, una última salvación.
Caitlyn peinaba el cabello de Cassidy, desenredando los nudos que se habían formado durante el día, mientras Vi acariciaba a Ava, que estaba tirada en el suelo de la habitación de la joven. Ya no hablaban, y Cassidy estaba segura que eso era debido al miedo a que sus voces fallaran, a que mostraran el terror que se había apoderado de ellas. Había crecido sabiendo que este día llegaría, y, por extraño que pareciera, no era la guerra lo que le daba miedo, sino la idea de personas inocentes muriendo por ella.
Cait depositó un beso en su cabeza cuando terminó, dejando el cepillo en la cómoda mientras Cassidy se acomodaba en el suelo junto con Ava. Vi se sentó acostó a su lado, estirando la mano para ayudar a Caitlyn a tomar el lado contrario, dejando a Cassidy entre ellas. Pasaron allí muchas horas, solamente observándola, con Cait entonando una balada suave que solía usar para arrullar a Cassidy cuando era bebé.
Cuando finalmente la respiración de la joven se acompasó y fue obvio que estaba totalmente dormida, Vi y Cait se miraron, un sentimiento de aprensión atorado en sus gargantas. Salieron con cuidado de no despertar a Cassidy, dándole una caricia suave a Ava en la cabeza, y antes de cerrar la puerta, observaron a su hija una vez más, la tranquilidad en su rostro mientras dormía. Vi entrelazó sus dedos con los de Cait. Cait cerró la puerta.
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Se acerca tan tan tan taaaaaan, tan tan tan taaaaaaan...: LA GUERRA... pero todavía tienen un poco más de amor antes de eso... sigan adelante.
NO SIN ANTES DEJARME UN COMENTARIO DE QUÉ LES HA PARECIDO, POR FIS.
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