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Capítulo 4- Todo tiene un costo.

La improvisada sala de Concejo se encontraba en una de las mansiones más alejadas, aquellas que apenas habían sufrido daños debido a la distancia entre ellas y el centro de la ciudad. Vi tenía que admitir que todos se habían curado relativamente rápido, aunque se lo debían a la cantidad de medicinas que habían sido mejoradas con los años.

Si ella había podido sobrevivir a una puñalada con solo unas gotas de shimmer en una mezcla altamente tóxica, de la cual ella prefería saber lo menos posible, no podía imaginar dónde estaba el límite para ellos en Piltover.

Caitlyn se veía serena, con una actitud pétrea que Vi no le había visto, normalmente era más emotiva. En esos momentos Vi tuvo la sensación de que estaba viendo a la Caitlyn entrenada, esa que su madre había preparado para que enfrentara el mundo, la que ella misma no había querido ser mientras crecía; pero ahora se mostraba de esa forma por necesidad, y Vi se sintió mal, porque sabía que era doloroso dejar sus propias convicciones por un bien mayor.

Las puertas se abrieron finalmente y Caitlyn no vaciló en adentrarse en la sala; la cual consistía en un área adornada en tonos cafés y dorados, con una mesa redonda en el centro y siete sillas dispuestas en ellas. Los demás miembros del Concejo ya estaban allí cuando ella entró, regia en todo momento ante la mirada atónita o curiosa de los presentes; incluso la de Jayce, en la cual Vi notó la lujuria avivándose debajo de su enfado inicial, sintiendo ella la rabia bullir dentro; pero entonces la mirada de Jayce la enfocó a ella directamente.

—¿Qué demonios hace ella aquí? —escupió la pregunta con un tono de reprimenda, como quien demanda que le pidan permiso hasta para la más minima acción.

—Viene conmigo —contestó Caitlyn, tomando el asiento que le correspondía e ignorando las dagas que Jayce lanzaba con la mirada.

—El Concejo está hoy reunido, porque hay que tomar medidas con lo que ha ocurrido —inició Ambessa Medarda, quien ocupaba el lugar de su hija—. Piltover se mostró débil y condescendiente con la zona suburbana y estos les han traicionado. El Concejal Talis quiso la paz y ellos les devolvieron un misil brillante con una gema que él mismo diseñó y que terminó matando a cientos, entre ellos a mi hija. En mi opinión, el distrito suburbano es una plaga cuyo único fin son las minerías. Es hora de ponerlo en su lugar.

—¿Quiere decir iniciar una guerra? —habló la Concejala mientras sus uñas metálicas golpeaban la mesa. Su otro brazo estaba totalmente hecho de metal ahora, en la explosión debía de haberlo perdido.

—Es la única opción —intervino Jayce, poniéndose de pie y caminando con una marcada cojera alrededor de los demás—. Son como una plaga. No saben sostener los tratos. Lo mejor es deshacerse de todos ellos —las palabras salían marcadas con veneno de su boca.

Vi sentía la ira recorriendo su cuerpo, sus puños apretados y los guanteletes imitando el gesto. Estaba a punto de avanzar y lanzarle el primer puñetazo hacia Jayce cuando la voz neutral y firme de Caitlyn resonó por encima de los demás.

—No haremos eso —sentenció, dejando a todos mudos y observándola—. Ustedes no lo saben, solo ven su pérdida y no entienden ni les interesa entender —continuó tranquila, su mirada cambiando de forma lenta por cada concejal, asegurándose de sostener sus ojos fijos en los de todos ellos por un par de segundos—. El misil fue lanzado por Jinx, solo ella es la culpable. Silco iba a aceptar el trato con usted, Concejal Talis. Jinx se enteró de esto y le secuestró, igual que a Vi y a mí —narró acompasadamente, apreciando como todos observaron a Vi durante unos segundos—. Mató a Silco, intentó matarme a mí y sentó a Vi en el asiento de primera fila para el disfrute de lo que ella consideraba un espectáculo. La nación de Zaun no tiene que pagar por ello, ese pueblo merece ser libre de todos..., de nosotros. Nuestro principal objetivo debería ser atrapar a la verdadera culpable, no masacrar inocentes que festejaban su posibilidad de libertad —finalizó Caitlyn, dejando que en el silencio sus palabras se asentaran en la mente de todos.

—¿Y qué propone exactamente? ¿Darles la autonomía que querían? No tienen un líder ya para eso y cuando lo tengan, este va a venir a atacarnos de forma inmediata —rebatió la Reina Medarda, poniéndose de pie y golpeando la mesa con las manos.

—Le recuerdo que no estamos en Noxus y que su posición aquí es meramente una cortesía en honor a la muerte de su hija; ya que, debido a sus propios cargos en su nación, usted no puede ejercer como Concejal de Piltover —repuso Caitlyn con calma, viendo el enojo engrandecerse dentro de la mujer.

—Lo que propones no tiene sentido. Volverán a atacar —apuntó Jayce con enojo, mirándola como si no la reconociera.

—No lo harán, nunca lo han hecho. Siempre se han defendido y eso es válido para todos —afirmó Caitlyn, incorporándose parsimoniosamente, atrayendo todas las miradas de la habitación—. No habrá una guerra por injusticia, pero podemos conseguir un trato.

—¿Un trato? —preguntó el Concejal del norte, un hombre rubio y desinteresado en todo menos su propia vanidad, que ahora se mostraba con una parte del rostro tapada en chapas de oro; probablemente estaba quemado debajo de ellas.

—A Zaun se le dará la independencia absoluta, construiremos un muro y cerraremos con portales. Serán un país independiente de todas las formas posibles, lo que suceda en él después de eso no será asunto de Piltover —explicó Caitlyn, apoyado ambas manos cuidadosamente cruzadas enfrente de ella—. Nuestro objetivo será Jinx, ella es la culpable. El resto del tiempo lo que haremos será limpiar nuestras calles de los maleantes que existan, una labor que yo y mi compañera Vi —dijo, indicando con la mano hacia la mentada—, tomaremos en nuestro cuidado. Considerando que el Concejal Talis decida dejarle como regalo permanente los guanteletes de Atlas, claro está.

Todo permaneció en silencio durante demasiados segundos para el pensamiento de Vi. Caitlyn le había explicado su propuesta mientras avanzaban hacia esta reunión; a Vi no le había convencido del todo, pero tampoco tenía mejores planes y era la solución que no incluía la destrucción masiva de Zaun, donde habían personas buenas que habían nacido en el lado equivocado de aquellas tierras. Finalmente, Jayce retomó la palabra.

—Muy bien. Si las dos os comprometéis a limpiar la ciudad, yo aseguro que durante el proceso de reconstrucción se construya un muro que separe totalmente a Zaun de Piltover —aceptó, mirando a Caitlyn fijamente—. Pero con la condición de que cuando el muro esté terminado, todo aquel que pertenezca a Zaun, allí ha de volver —Vi jadeó ante esa condición, pudiendo notar el momento exacto en que Caitlyn sintió un dolor interno ante ello. Eso no estaba en los planes.

—Eso me temo que incluiría a Viktor, si es que le encontramos —rebatió ella. Todos se mantuvieron ajenos ante lo que era, obviamente, un debate personal.

—Viktor ha dado todo, hasta casi su vida, por esta ciudad. Es tan piltoviano como cualquier otro —defendió Jayce, cojeando para acercarse a la mesa y colocar ambas manos sobre la superficie—. Tu amiga puede quedarse los guanteletes y usarlos, puede incluso llevárselos si quiere, pero cuando el muro esté terminado no habrá pasado tiempo suficiente para que ella tenga años de sacrificio por Piltover. No podrá ser considerada uno de nosotros. ¿Aceptas aun así?

Caitlyn y Vi lo sabían, ese trato era una forma de castigarla, de ponerla contra la pared por su propuesta. Si Caitlyn se negaba mostraría que solo ofrecía la alternativa pacífica por motivos personales y egoístas. En cambio, si accedía, terminaba perdiendo a la única persona que todavía se quedaba a su lado, a la mujer que la mantenía cuerda y viva incluso en medio de aquella densidad y caos.

Jayce se había asegurado de que no hubiese forma en que ella pudiese ganar y Caitlyn lo sabía. Sus ojos se enfocaron en los azules grisáceos de Vi, una disculpa yaciendo en su mirada mientras la pelirrosa asentía con la cabeza. No quedaba otra opción.

—Que así sea —afirmó firmemente Caitlyn, alzando la mano a favor de la paz.

Jayce la miró con los ojos entrecerrados durante algunos segundos, antes de levantar la mano, mostrando que también estaba de acuerdo. La mano metálica con engranajes de la Concejala se alzó en el aire, seguida de la mano envuelta en vendas del Concejal humano de mayor edad entre ellos, luego se vio la mano enchapada en oro del Concejal rubio; mostrando que no solo su rostro había salido afectado.

Faltando un puesto en el Concejo, solo restaba que Ambessa Medarda alzara la mano. Todos contuvieron la respiración pocos segundos cuando la vieron mirando fijamente la mesa, los puños apretados y su cuerpo temblando de rabia; hasta que un suspiro escapó de sus labios. Los temblores pararon y, derrotada, alzó la mano.

Caitlyn miró al rostro de Vi con un dolor indescriptible cubriendo su mirada; podía identificar que Vi sentía lo mismo. Sí, habían logrado salvarlos, pero el costo era demasiado. Habían puesto un reloj en cuenta regresiva sobre sus cabezas y ya no había vuelta a atrás.

                              ♤

La habitación de Caitlyn se sentía fría y extrañamente gigante. Para la peliazul era como si hubiese entrado en la habitación de un total extraño. El dolor en su pecho no se iba, los deseos de llorar se habían acumulado por cada paso que ella y Vi habían dado en dirección a la casa; y cuando el sonido de los guanteletes de Vi cayendo al suelo rompió el silencio mudo, Caitlyn finalmente se permitió llorar.

Percibió el calor envolviendo su cuerpo, la firmeza de los músculos que la rodeaban, el amor en el abrazo que estaba recibiendo. Sus manos se deslizaron alrededor del cuerpo de Vi, cerrándose como puños en su espalda y apretando el abrazo, sintiendo que necesitaba toda la cercanía posible entre ellas si quería respirar de nuevo; y entonces los recuerdos la inundaron.

Estaban en ese mismo cuarto, habían intentado colarse y su madre las había descubierto de inmediato. Luego de una plática particularmente inusual, su madre había accedido a que presentaran su caso al Concejo y Caitlyn había regresado a la habitación, acostándose al lado de Vi. La había mirado de frente desde sus posiciones inversas, escuchándola contar su historia y el dolor que eso significaba para la menor.

Su mano se había movido como por vida propia, pero cuando sintió la suavidad del rostro de Vi o lo dulce de su caricia al sostener la mano de Caitlyn y su pulgar trazando figuras sin forma coherente en el dorso, la mente de la piltoviana simplemente había determinado que no iba a detenerse más.

Se había sentado lento en la cama, sin dejar de perderse en aquellos ojos grisáceos que la miraban fijamente. Su respiración se aceleró mientras transmitía una intensidad más allá de lo humano hacia Vi, quien se incorporó sin separar sus manos, quedando sentada igual que ella.

La cercanía que crearon se fue acortando hasta que sus alientos se mezclaban. Levantaron la mirada para que sus ojos se encontraran, en una petición de permiso que para ese punto era innecesaria.

Cuando sus labios se juntaron en el primer roce, Vi sintió una descarga eléctrica que recorrió su cuerpo, cerrando totalmente el espacio hasta que ambas movían sus labios suaves en una sincrónica fluidez de placer. Vi fue la primera en apartarse, jadeando; pero Caitlyn aprovechó ese instante, elevando su mano libre hasta la parte posterior del cuello de Vi y tirando de ella hacia adelante, introduciendo su lengua en la boca de Vi.

Los sentidos de Vi se embebieron en el momento, extasiándose ante las sensaciones de la lengua de Caitlyn moviéndose activamente contra la suya y eso fue todo lo que necesitó para que su cuerpo tomara el control, dejando de lado cualquier parte racional que le decía que tenían que descansar, que pronto estarían delante del Concejo presentando su caso contra Silco.

Vi se apoyó en sus rodillas, impulsándose sobre Caitlyn con delicadeza; quien pronto imitó la posición de Vi, quedando una frente a la otra. Sus manos fueron reconociendo el cuerpo ajeno con cuidado, pegándose firmemente y sintiendo como el calor contrario las envolvía; hasta que Caitlyn dejó escapar el primer gemido y eso cortocircuitó la mente de Vi, quien bajó sus manos hasta las nalgas de Caitlyn, apretando con firmeza y tirando de esta, haciéndola abrir las piernas y deslizarse hacia su cuerpo de forma tal que para Vi fue fácil depositarla sobre su espalda en la cama, quedando ella entre sus piernas.

Con una rapidez impresionante, Vi atacó de nuevo la boca de Caitlyn; pero esta vez ya no habían concesiones, lo que quedaba era un deseo firme y hambriento por parte de ambas. Los dedos de Caitlyn se enredaron en el rosado pelo de Vi y tiraron con fuerza mientras esta le mordía el labio, deslizándose luego por su mandíbula, apenas rozando con su aliento la piel de Cait, bajando hasta su cuello. Cuando pudo sentir el pulso desaforado de Caitlyn latir contra sus labios, Vi no dudó en morder con la firmeza necesaria para hacer a Caitlyn gemir, arqueando la espalda y haciendo que su centro se encontrase con uno de los muslos de Vi.

La sensación era embriagadora e inevitablementr el descontrol venció. Caitlyn hizo que sus temblorosas manos encontraran las solapas de la chaqueta, tirando de esta para pasarla fuera de los hombros de Vi, aun cuando la pelirrosa gruñó ante la idea de retirar sus manos del cuerpo de Caitlyn; pero apenas la prenda tocó el suelo en un golpe sordo, Vi se incorporó sobre sus piernas con una mirada feroz.

Sus manos se dirigieron a los zapatos de Caitlyn, retirando cada presilla hasta que ambos cayeron al suelo. Luego sus palmas se deslizaron por la tela del pantalón que cubría las piernas firmes, quitando cada hebilla que se encontraba en el camino, desligando los cintos y amarres hasta que los retiró totalmente, subiendo hacia los botones de los chalecos y la blusa.

Caitlyn se incorporó tanto como la posición le permitía, con Vi que seguía moliendo su muslo contra la humedad de su vagina y eso hacía que la peliazul tuviese serios problemas para coordinar pensamientos y movimientos, pero logró sostenerse lo suficiente para que Vi retirase las mangas y protectores, haciendo a sus dedos recorrer la tela hasta dar con el zipper que sostenía la tela negra más pegada a su cuerpo en su lugar.

—Hazlo —La voz de Caitlyn había salido marcada por una necesidad que hizo a Vi sentir su propio interior mojarse y contraerse. Estaba jodidamente pérdida si con tan poco tiempo ese Pastelito podía desinhibirla así.

Sin vacilación, Vi deslizó el cierre, descubriendo la piel de la espalda de Caitlyn hasta que ya no hubo más que bajar. Se inclinó hacia adelante y besando el cuello de Caitlyn, sus manos tirando de la pieza para sacarla por el frente, revelando sus hombros para que Vi dejara un camino de saliva con su lengua haciendo giros sobre la suave piel.

Cuando Cait dejó que su cabeza se fuera hacia atrás, exponiendo su cuello, Vi pasó automáticamente a dejar un trazo de mordidas suaves por toda la longitud mientras la tela dejaba visible sus pechos a medida que Vi la bajaba.
Vi se incorporó una vez más, tirando del mono negro fuera del cuerpo de Caitlyn. La observó allí, vestida solo con unas bragas azul cielo que nada tendrían de sexy en otra persona, pero que en Caitlyn hacían a Vi salivar con la sola idea de poder quitárselas.

Caitlyn tenía el rostro rojo, llegando a cubrir con ese tono también sus orejas y su pecho, algo que Vi encontró adorable mientras tomaba con su mano el tobillo derecho de esta y la hacía alzar la pierna hasta que estuvo a la altura de su boca, mordiendo por encima de su agarre y deslizando posteriormente su lengua donde había mordido.

Caitlyn jadeaba y su cuerpo empezaba a cubrirse de una capa de sudor que solo la hizo más apetecible para Vi, quien quitó de un tirón sus propios zapatos usando sus pies de palanca mientras descendía sobre la cama, recorriendo con sus uñas romas la piel de la cara interna de la pierna de Cait y sus labios desperdigando besos en la pierna contraria.

Podía ver la humedad en las bragas de Caitlyn, la excitación en la forma en que sus manos se cerraban en puños contra la almohada, su piel erizándose bajo su tacto, sus caderas moviéndose espontáneamente contra el aire; hasta que el rostro de Vi estuvo a centímetros del centro de Caitlyn, fue allí donde se detuvo. Sus manos ascendierob por el firme abdomen y Caitlyn miró hacia abajo, hacía ella.

—¿Lo quieres, Pastelito? —preguntó Vi en el tono más inocente que pudo fingir, con una sonrisa ladina que hizo a Caitlyn sentir como se contraía por dentro.

—Joder, sí —afirmó la mayor, haciendo a Vi resoplar en una risa corta antes de que sus manos bajaran nuevamente y esta vez se engancharan a la tela de las bragas de Caitlyn. Sin pensar en nada más que quitarle la envoltura a su dulce, Vi tiró con fuerza de estas hasta que la tela cedió bajo sus dedos, rasgándose.

Caitlyn sintió un frío delicado cuando el aliento de Vi golpeó la humedad que manaba de ella. Sus piernas por inercia hicieron el amago de cerrarse , pero las firmes manos de Vi actuaron con rapidez, frenando ese movimiento y haciéndola abrirlas nuevamente.

—Mírame —ordenó Vi, y Caitlyn tuvo que apoyarse en sus antebrazos para intentar tener una mejor vista de ella misma, desnuda y abierta de piernas ante Vi, que tenía su rostro a centímetros de su intimidad y cuyo aliento golpeaba justo en ella cuando hablaba o respiraba—. No dejes de mirarme —ratificó su orden.

Un gemido a medio camino de un grito se escapó de la garganta de Caitlyn cuando Vi hundió finalmente la lengua dentro de ella, entrando sin control y con firmeza, girándola hacia los lados y de arriba hacia abajo, deleitándose en el sabor de Caitlyn; que resultaba ser más delicioso de lo que había podido siquiera empezar a imaginar.

Sus manos apretaban sus muslos para mantenerlos abiertos mientras la sinfonía de gemidos de Caitlyn acompañaba cada movimiento enérgico de la lengua de Vi dentro de la mojada cavidad que se contraía a su alrededor; y cuando Caitlyn miró los ojos de Vi, el negro de las pupilas se había tragado casi en su totalidad el azul grisáceo.

Fue esa imagen lo que trajo a Caitlyn de vuelta a la realidad, al momento en que estaba, con ella vestida con aquel elegante vestido, siendo abrazada por Vi, quien la consolaba ante la idea de que acaba de firmar su contrato de separación. Tan pronto como el muro estuviese terminado, Vi tendría que irse y esa idea hizo que Caitlyn decidiera que no tenía que esperar más, que no quería hablar ni pensar más.

Sus manos se deslizaron de la espalda de Vi, subiendo por su torso hasta su cuello, jugando con los cabellos cortos de su nuca y el lado izquierdo de su cabeza, la petición suplicante escrita en sus azules ojos. Vi no se resistió, nunca lo haría, no con ella. La apretó más entre sus brazos, acortando el espacio entre las dos, cerniendo sus labios en movimientos voraces que fueron rápidamente respondidos.

Por esa noche se dejarían llevar, no existiría más nada que ellas dos en aquella cama, en aquella habitación, y así sería por todas las noches que les quedaran.

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Hola, pequepinkypitufibolas, ya sé que no es un lemon completo, pero poco a poco señores, no se me desesperen😉esto recién empieza.

Honestamente espero que les esté gustando el fanfic y que encuentren atrayente esa versión de Vi y Caitlyn, que tampoco es que diste mucho de la que presentaron en la serie. Como ya he dicho antes, me gustaría leer sus opiniones, así por favor no se olviden de dejar siquiera un comentario diciéndome qué les pareció y si así lo desean, votar el capítulo. Sin más, sigan bajando, quedan dos capítulos más...

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