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Capítulo 30- Voluntad.

Actualización especial por el día de las madres. Felicidades a todas las mamis.
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Las paredes rojas la hacían sentir asfixiada, recordaba la última vez que habían estado en ese cuarto: la tensión de la explosión, el dolor y la angustia de no saber qué había pasado, así mismo se sentía ahora. Al shimmer había ayudado con el dolor, aunque su cuerpo no estaba totalmente recuperado, pero era su abdomen todavía inflamado lo que le traía más desasosiego, el no sostener a su bebé en sus manos, la sensación de llenura en los senos y el paño sobre estos para contener la leche que había salido aunque no tuviera quien la tomara. Había llorado, gritado e insultado a todo Dios y existencia posible, Katarina la había abrazado y consolado en todo momento, porque Lux y Zeri estaban demasiado idas ante la realización de que Ezreal estaba muerto.

Caitlyn no lograba comprender como, en cuestión de horas, todo se había ido a la mierda de tal forma. Eventualmente había dejado de llorar, los gritos había desaparecido y su mente se había quedado en blanco; le había pedido a Katarina que la dejara sola, porque necesitaba pensar, pero la verdad era que no había pensado en nada, simplemente se había quedado acostada, mirando las paredes rojas e intentando, ineficazmente, no repasar las memorias de cada cosa ocurrida en el día.

Sintió la puerta abrirse lentamente, pero no se volteó, no tenía fuerzas para eso, ni deseos. Si querían matarla, que lo hicieran, y si venían a ver como estaba, bien podían irse. Nada le importaba a Caitlyn en ese momento.

—Pastelito —susurró esa voz, haciéndola estremecer totalmente.

Cait se incorporó, lento, con temor de que su mente se hubiera perdido totalmente y que todo no fuera más que una alucinación, pero cuando escuchó el obvio gorgoteo creciente que se fue transformando en un llanto escandaloso e irritante, Caityn lloró. Percibió el peso a su lado en la cama, el llanto más cerca, el calor de aquel cuerpo que reconocería en cualquier parte; se giró.

Miró primero a Vi, estaba sucia, cubierta de sangre y polvo, sus ropas estaban rasgadas en ciertas partes y habían algunas marcas violáceas en su piel, el cabello se le pegaba al rostro, sudado y con tonos negruzcos de carbón. Sin embargo, Cait se perdió en sus ojos grises que la miraban con adoración, seguridad y amor.

Sus ojos se desviaron al bebé lloroso que gritaba entre las mantas, estaba cubierta de sangre todavía, tenía partes de una grasa blanquecina cubriéndole la cabeza, carecía de pelo y sus ojos se habían achinado por los gritos constantes, aun con la obvia inflamación facial que tenía, pero para Cait era el bebé más hermoso que había visto.

Vi extendió los brazos, posicionándose para pasársela a Cait, y Cait tembló por un momento, antes de tomarla entre sus manos y acercarla a su pecho. Descubrió uno de sus senos, bajando el tirante por su brazo y reclinándose hacia atrás en la cama, con Vi poniendo una almohada en su espalda a tiempo. Recordó las lecciones de la Madame, diciéndole que colocara a la bebé de frente, panza con panza, y luego tomó su seno entre sus dedos en forma de C y acercó el rostro de la bebé al pezón.

—Wow —exclamó en un susurró, sintiendo como Cassandra succionaba ávidamente en el momento en que todo el pezón y parte de la areola estuvieron dentro de su boca, deteniendo el llanto y moviendo los ojos en todas direcciones con curiosidad—. Tiene tus ojos —comentó Cait, observando los ojos grisáceos con ligeros matices azules que se enfocaron por apenas dos segundos en su rostro, antes de cerrarse nuevamente, deleitándose en saciar su hambre.

—Pueden cambiar de color más adelante —dijo Vi, mirando la escena más inverosímil y maravillosa a la vez; jamás pensó que algún día esto sería algo posible para ella, ni siquiera cuando conoció a Cait.

—Espero que no —declaró Caitlyn en un murmullo bajo, respirando lentamente mientras Cassandra se alimentaba.

—Tenemos a nuestra pequeña Bizcochito —la voz de Vi sonó rota, pero no triste, la emoción se sobreponía a su capacidad de hablar y, por un instante, tuvo que respirar profundo para poder contenerse.

—Cassandra Powder Kiramman —afirmó Cait, derrumbando la poca integridad que quedaba en Vi, observando como las lágrimas que corrían por su rostro creaban un rastro limpio entre la suciedad.

Vi apartó lentamente los cabellos azules de Cait, pegados a su rostro por el sudor y la suciedad del exterior, unió sus frentes, ambas respirando el aliento de la otra, compartiendo el calor, embebiéndose en el momento. Habían pasado muchas desgracias en poco tiempo, y si tenían que estar agradecidas de algo, era de que las tres seguían vivas y estaban juntas, cualquier cosa fuera de esa burbuja, podía esperar por el momento.

Acunó las mejillas de Cait entre sus manos, deslizando sus pulgares por los pómulos y sonriendo cuando escucharon a Cassandra soltar el pezón de Cait para gorgotear unos instantes, antes de volver a prenderse con fuerza y seguir succionando.

—Te amo —murmuró Vi, sintiendo como Cait asentía con la cabeza suavemente.

A partir de ese momento, empezaban una vida nueva.

                            ♡

El grito desesperado e iracundo de Jinx retumbó contra la roca de la guarida, lanzó su ametralladora contra la pared, viendo como esta se estrellaba y rompía en algunas zonas, no le importó. Sus pasos rápidos la llevaron hacia la mesa de experimentos, pasando sus brazos desnudos por sobre los frascos de cristal y derribándolos todos al suelo en una colisión estrepitosa, alzó la mesa con sus brazos y la arrojó un metro más allá.

Su mente iba y venía entre risas burlonas por parte de Mylo, la voz de Claggnor asegurando que no esperaba que funcionara, palabras amables de Vi de regreso a su más tierna infancia y la voz de Silco diciéndole que estaba decepcionado de ella.

—Tranquila, mi pequeño demonio —susurró Silco, abrazándola cuando Jinx cayó de rodillas contra el suelo, su mano pasando sobre sus trenzas en un gesto clamo que la tranquilizaba—. Tendremos otra oportunidad, solo hay que ser pacientes.

—Te fallé, te fallé, te fallé, te fallé —repitió Jinx, pronunciando las palabras con una voz rota en un cántico bajo y atrayente.

—No, todavía podemos ganar, les mostraremos a todos quién eres de verdad —aseguró Silco, acunando el rostro de Jinx y elevándolo, haciéndola mirar en sus ojos, su imagen distorsionándose entre el Silco que ella conoció y el que Vander había conocido, ese sin cicatrices ni un ojo rojo y negro, más joven, inocente y sin heridas—. Eres perfecta, Jinx, y no me has defraudado nunca.

—Ella tiene tus ojos —murmuró Jinx, sintiendo como Silco se desvanecía y la calma regresaba a su mente.

Se puso de pie lentamente, ignorando a Viktor, Samira y al Doctor, que acaban de presenciar uno de sus ataques y alucinaciones, ninguno dijo nada. Caminó con marcada parsimonia hacia su habitación, el cuarto de experimentos personales donde probaba sus bombas, avanzando hacia el baño, donde se desnudó y dejó tirada la ropa en el suelo, metiéndose bajo el agua caliente de la ducha que hizo que su piel se volviera rojiza casi de inmediato.

El agua que descendía por su cuerpo arrastraba sangre, suciedad y tiznes oscuros, llevándose también la sangre proveniente de las heridas en sus muslos, donde había clavado sus uñas, atravesando la tela del pantalón, aunque no se había dado cuenta.

Usó el agua para ir soltando sus trenzas, tal cual Silco le había enseñado, hasta que su cabello cayó varios centímetros más abajo, extendiéndose en todo su largo. Tomó el jabón de Sándalo, ese que sus dos padres, de las dos ella que solían residir en una sola mente, usaban tan a menudo, y cuyo olor le traía paz en recuerdos que eran su lugar seguro, y dejó que este limpiara su cuerpo, grabando su esencia.

Para cuando Jinx cerró la ducha, su mente estaba totalmente en blanco. Envolvió su cuerpo en la toalla blanca que colgaba del toallero, avanzando sin cercarse hacia el cuarto donde estaba la celda de Ekko, dejando un rastro de huellas mojadas por el suelo.

La puerta se abrió lento, dándole tiempo a Ekko a reaccionar e incorporarse, observando a Jinx entrar y cerrar nuevamente detrás de sí misma. Sus ojos irritados, expresión ausente y mirada triste le decían a Ekko que algo había salido mal, pero él no sabía si eso era bueno o malo, considerando todas las posibles opciones. Jinx caminó hasta quedar delante del cristal, las puntas de su cabello arrastrándose por el suelo, las gotas de agua deslizándose por su blanca piel y precipitándose hacia el cemento negro pulido del piso; se detuvo justo en frente de Ekko.

—La niña está con ellas, su poder era demasiado inestable para usarla, hay que esperar —dijo Jinx, confesándole a Ekko los motivos de su condición; el muchacho no pudo evitar sentir un alivio genuino por ello, pero una parte más interna suya, esa a la que tenía que recordarle constantemente que Jinx no era Powder, se sentía mal por la chica que le hablaba.

—Todavía puedes parar esto, no tienen que ser así las cosas —intentó convencerla, porque realmente quería que toda aquella pesadilla se detuviera y quería creer que había algo de esperanza para esa mente enferma que alguna vez había sido su amiga.

—Lo dices como si en serio pensaras que voy a detenerme —comentó Jinx, alzando la mirada y encontrando sus ojos azules con los cafés oscuros de Ekko. Él podía verlo, ella no iba a parar, pero, por ese día, estaba frágil y buscaba paz.

—¿Qué quieres de mí, Jinx? —preguntó Ekko, notando la manera en que la mirada suplicante de ella picaba en su piel.

Jinx no contestó, pero empezó a rodear la celda, sus pasos lentos desapareciendo detrás de la pared lateral; Ekko se puso de pie apenas vio su sombra debajo de la puerta de la celda, sintió los pestillos abrirse y luego la vio a ella allí, parada dentro junto con él, cerrando la puerta con seguro una vez más. Avanzó firmemente, sin detenerse, hasta que estuvo frente a él, ambos mirándose uno al otro en un desafío inquietante de voluntades, las emociones mezclándose y turbándose, haciéndolos a ambos comprender una realidad pesada, pero inevitable.

Ella no dijo nada. Él tampoco habló. Ambos se besaron.

                              ♧

Caitlyn salía del cuarto de baño, acaba de darse una ducha y se había colocado una de las batas de maternidad que Katarina había logrado salvar de entre su ropa en la casa. Hacía tres horas que la mujer había venido para informar las condiciones de Zaun, mientras Cait dormía a Cassandra y Vi armaba una cuna de emergencia que, afortunadamente, la Madame acostumbraba a tener en el almacén del burdel.

Por lo que Sevika y ella habían revisado, la explosión en el centro había derribado dos edificios abandonados que eran usados por vagabundos ocasionalmente, solo había ocasionado tres muertos, pero las balas perdidas de la lucha se habían cobrado a veinte personas.

Vi se mantuvo regía en todo momento, pero Caitlyn lloró, no se sentía especialmente emocionada por la noticia, pero el estrés de todo lo que había pasado, añadido al desbalance hormonal del parto y la lactancia, habían vencido su resistencia al llanto, creando una imagen extraña de lágrimas sobre su expresión neutral y ajena.

El bar estaba algo dañado, pero mayormente se habían afectado muebles, la estructura estaba íntegra, lo cual eran buenas noticias. Su casa, por otra parte, tenía destruidas la habitación principal y el cuarto de ambas, haciendo que la habitación de Cassandra y el baño salieran ilesos.

Sevika había movilizado a las luciérnagas para que ayudaran en la reconstrucción y recogida de escombros, Katarina se había enfrentado a la movilización de los cadáveres junto con un grupo de voluntarios; cuando VI preguntó por qué Benzar no había tomado el frente, ya que Zeri estaba obviamente en baja por la muerte de Ezreal, Katarina tuvo que admitirle que él era uno de los muertos de la batalla, junto con otras treinta luciérnagas.

Vi se había sentado en el suelo, la cabeza entre sus rodillas, respirando profundamente de forma lenta, intentando procesar la destrucción que todo eso había causado. Al final, Sevika había ido a buscar a Katarina, interrumpiendo la pasividad tensa de la habitación, había caminado hasta Vi, tomándola firmemente de los brazos y alzándola, empotrándola a la pared con brusquedad.

—Mira hacia la cama —había ordenado, viendo como Vi cumplía su orden—. ¿Ves eso allí? ¿A ellas dos? Son el motivo por el que no te puedes dejar caer. Tenerte a ti y a los chicos fue suficiente para que Vander dejara todo por cuidarlos, tener a Jinx fue suficiente para que Silco nunca desistiera de enfrentar a todos por protegerla, así que tenerlas a ellas es suficiente para que tú no te caigas ahora. ¡Recomponte de una puta vez!

Después de eso, Vi había reaccionado, apartándose de su agarre y mirándola seriamente, hasta que una sonrisa suave y triste se formó en sus labios, y su expresión dijo un gracias no audible que todas entendieron. Katarina les había dicho que, por esa noche, ella y Sevika se encargarían de todo, pero que Vi necesitaba salir y dar la cara apenas llegara el alba.

Con eso, las habían vuelto a dejar solas, Vi entrando a darse una ducha primero, bajo la insistencia de Caitlyn, que prefería quedarse en la cama con su hija en brazos unos momentos más. Así, cuando Vi salió, Cait fue quien entró el baño y la bebé quedó dormida en la cuna.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Vi, viéndola salir todavía con el cabello mojado.

—Algo cansada, pero más tranquila —admitió Cait, acercándose a Vi, que se había incorporado totalmente y se reacomodaba los pantalones holgados negros, a juego con el top de tirantes anchos que traía.

—Cait, yo quería disculparme —dijo Vi, tomando las manos de Cait entre las suyas—. No llegué a tiempo ni estuve allí cuando me necesitabas y…

—No digas más —interrumpió Caitlyn, llevando uno de sus dedos a los labios de Vi para acallarla y luego acunando su mejilla—. Estás aquí ahora y trajiste contigo a Cassidy, eso es todo lo que importa.

—Tuve mucho miedo, primero de que algo malo les hubiera pasado y luego, de mí misma —admitió Vi, recordando ese momento salvaje en que había perdido todo raciocinio.

—Está bien, es normal, yo estuve aterrorizada también, pero estamos aquí —dijo Caitlyn, colocando ambas manos en los hombros de Vi y sintiendo las de ella en su cintura.

—No hemos celebrado todavía, y no es el mejor momento, pero no quiero que el nacimiento del Bizcochito esté rodeado solo de muerte y dolor, yo he tenido bastante de eso en mi vida —comentó Vi, alejándose de Cait para acercarse a la radio que sintonizaba las emisoras de Piltover, una mejora técnica que Claggnor había hecho para la Madame hacía años atrás.

Movió los ejes hasta que una canción logró escucharse sin estática, era rítmica, y sus letras hablaban de como el amor era peligroso, pero que igualmente sus almas querían quemarse juntas, hacía un símil al fuego conociendo a la gasolina, y Vi no pudo evitar pensar en lo exacto que era eso para ellas.

Vi era como el fuego que explotaba rápido y se expandía, destrozando todo sin pensarlo, actuando sin razonar, y Cait era gasolina, podía ser pasiva y buena, usarse de combustible, ser útil, pero si se salía de control, era un peligro más difícil de controlar. Juntas podías bullir en una convergencia perfecta y eso hacían.

Ambas pensaban lo mismo, notaban las similitudes entre la letra y ellas mientras las manos de Vi volvían a enredarse con las de Cait y ambas se desplazaban lentamente por la habitación, respetando el cansancio de sus cuerpos y el dolor que las recorría, pero sintiendo sus almas inflarse de felicidad ante la burbuja que compartían en ese momento, hasta que el gorgoteo ocasional se tornó en llanto y notaron a Cassidy despierta y exigiendo leche.

Vi observó a Cait ir hacia la cuna, cargando a la bebé y poniéndose cómoda en la cama, dándole de lactar nuevamente, y se embebió en la escena que la acompañaría a partir de ese momento, por un largo tiempo.

«Esta es mi familia, y esta vez será para siempre»

Mientras esas palabras resonaban en su mente, una promesa a sí misma, y a todos los seres a los que había amado y perdido, surgía; su voluntad fortaleciéndose con cada sonrisa limpia y pura de Cait, que no dejaba de mirar a su bebé chupar con fuerza, alimentándose, con los sonidos suaves de Cassidy cada vez que dejaba de lactar, gorgoteando antes de volver a prenderse del pezón, con la música que seguía sonando por la radio, o la pasividad con la que copos de nieve caían del cielo y empezaban a cubrir el suelo, nevando por primera vez en más de diez años en Zaun.

Los milagros existían, fuera cual fuera su origen, y en ese momento, dos almas hermanas consumaban sus fortalezas, una sentándose al lado de la mujer que más amaba y su hija, apreciando la belleza familiar que había perdido a muy temprana edad; y la otra fundiéndose entre gemidos y movimientos dispares y acompasados, quemando sus pensamientos y torturas, destrozando mentalmente sus dolores y quejas, sintiendo que el sudor que la cubría, proveniente de su cuerpo y del ajeno, la limpiaba más que el agua misma.

Su cuerpo se tensó como una cuerda de violín y su espalda se arqueó totalmente, sintiendo el último embiste feroz de aquel cuerpo oscuro que conjugaba con el suyo, y su mente estuvo clara otra vez; cuando el suelo de aquella celda la recibió sin fuerzas, sintió algo fragmentándose en su cabeza, y de repente lo notó, ya no era una, volvían a ser dos.

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El final lo dejo a interpretación de cada quien, pero me gustaría leer sus hipótesis. Esta es un capítulo actualizado adelantado, en honor al día de las madres, espero que les haya gustado.

No habrá más capítulos hasta el fin de semana que viene, al menos no de este libro, si me leen en cualquier otro, nos estaremos leyendo pronto. Dicho eso, un beso a todos y espero que las mamis de su familia la hayan pasado bien. ❤💖

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