Capítulo 3- Tormentas en la mente.
Tres días habían pasado en su totalidad para que Vi se recuperara. La fiebre wue apareció, fue seguida de un dolor abdominal que llegó a no permitirle pararse de la cama. Aun en su luto, el padre de Caitlyn había ayudado en el cuidado de Vi; sin poder diagnosticar apropiadamente qué era lo que la afectaba, pero descartando hemorragias internas o cualquier inflamación aguda de órganos; para el alivio de Caitlyn, quien hacía función de enfermera controladora constante y lloraba cuando Vi se dormía, temiendo que algo malo pasara y tuviera que perderla también. Cuando Vi finalmente se sintió mejor, ella pudo respirar tranquila.
Estaban acostadas juntas, abrazadas, y Vi observaba la expresión ida de Caitlyn, quien se mostraba dolida y meditabunda.
—¿Qué sucede, Pastelito? —preguntó Vi, deslizando sus dedos por la espalda desnuda de Caitlyn y rezando a todo Dios que pudiese escucharla en agradecimiento por el calor que inundó Piltover, que hizo que Caitlyn escogiera aquel vestido de dormir ligero que apenas cubría su cuerpo.
—No la he llorado —confesó en voz baja, como si fuera un secreto demasiado oscuro para admitirlo—. Pasé todo el tiempo preocupada por ti y por la ciudad. Escuché a mi padre llorarla cada momento en que no estaba ayudándome a cuidar de ti y, sin embargo, yo no la he llorado —explicó con expresión neutral. Vi dejó salir el aire suavemente por su boca y tragó grueso antes de hablar.
—Caitlyn, cada persona sufre su dolor de forma distinta —dijo con delicadeza, pero asegurándose de tener toda la atención de la chica—. Es algo que aprender allá abajo. No todos llegan a sufrir, gritar y romper cosas en el primer instante y eso no significa que no les duela, solamente todavía no están listos o sufren de otra manera. Cuando estés lista, llorarás —aseguró Vi, depositando un suave beso en la frente de Caitlyn, quien alzó la cabeza para mirar directo a Vi con agradecimiento.
—¿Todavía no vamos a hablar de eso?—preguntó, su voz apenas un murmullo en la noche.
—¿Quieres hablarlo ahora? —propuso Vi, dispuesta a hacer lo que hiciera sentir mejor a Caitlyn, pero la peliazul lo meditó unos minutos antes de negar con la cabeza—. Lo hablaremos, cuando estés lista.
Así, acunada entre los brazos de Vi, Caitlyn fue dejándose llevar por el sueño al ritmo suave del tarareo de la pelirosa, quien evocaba en su memoria el recuerdo de una nana infantil que su madre les cantaba a ella y a su hermanita y que, posteriormente, ella le cantó a Powder cuando solo eran ellas dos y Vander. Su ritmo se fue volviendo más lento con el paso de los minutos, menos audible, y finalmente Vi también se durmió.
El día llegó antes de lo que las dos deseaban, pero con Vi recuperada, ya no podían seguir enajenándose de la destrucción que todavía yacía afuera; así que Caitlyn le prestó a Vi unos pantalones negros ajustados, pero flexibles, y una camiseta blanca para que usara, encima de la cual Vi colocó un chaleco oscuro con capucha y luego la chaqueta roja.
Por su parte, Caitlyn vistió su uniforme oficial; siendo que finalmente le haría una visita a Jayce, pero no podía descartar el que él seguía siendo un Concejal y todo podía terminar reduciéndose a trabajo, algo para lo que necesitaría estar lista.
—¿Estás segura de ir a Zaun sola? —preguntó Caitlyn por tercera vez en la mañana. Desde que Vi le había comentado que necesitaba recuperar los guanteletes del burdel y hablar con sus amigos en busca de información sobre Jinx, Caitlyn no había logrado mantener la calma.
—Pastelito, crecí allí, estaré bien —respondió Vi por tercera vez, siendo paciente ante la preocupación de Caitlyn. Ella sabía que solo era la peliazul aferrándose a alguien que la mantenía fuerte, y sintió un calor en el pecho ante el pensamiento de que ese alguien era ella.
—Está bien, entonces te veré en la tarde —dijo Caitlyn, dándole un abrazo apretado a Vi y luego apartándose antes de que las ganas de no dejarla ir la superaran.
—Cuídate, Pastelito —se despidió Vi, guiñándole un ojo divertida antes de irse corriendo por encima de los techos que todavía se sostenían y los edificios restantes.
Caitlyn inició el camino hacia el hospital, diciendo ir a pie para apreciar el estado de la ciudad. Piltover se había puesto de inmediato a trabajar en la recuperación de su pueblo. Resultó que la devastación mayor estaba en centro, las áreas aledañas no estaban tan lastimadas, y luego de que los escombros fueran removidos de todas partes y las victimas restantes entregadas a sus familiares, la imagen que se mostraba no era tan desalentadora.
Habían máquinas con tecnología Hextech siendo usadas para la reconstrucción de ciertas zonas y muchos obreros trabajando que Caitlyn no sabía de dónde habían salido con exactitud, considerando que las minas eran mayormente explotadas por personas de la Ciudad Subterránea.
Los vigilantes se mantenían atentos en todo momento, asegurándose de que nadie traspasara el límite entre Zaun y Piltover, algo que seguía pasando. Por eso, ocasionalmente, podías escuchar disparos, persecuciones y explosiones pequeñas; pero Caitlyn recién empezaba a empaparse con eso.
El hospital, o lo restante de este considerando la parte derrumbada del ala norte, se mostraba ante ella como una puerta imponente a cruzar. Caitlyn ni siquiera sabía por qué estaba tan temerosa de repente, pero tardó dos minutos en hacer que su cuerpo se moviera y poder dirigirse hacia una de las enfermeras, presentándose y preguntando por Jayce Talis.
Amablemente, la joven le indicó que estaba en el tercer piso del área oeste, una de las zonas del hospital que apenas si se vieron afectadas. Caitlyn le agradeció y se apresuró a llegar, tocando la puerta con firmeza cuando se detuvo delante del número indicando.
—Adelante —dijo Jayce desde dentro, su voz algo carrasposa según Caitlyn, quien se adentró sin vacilar—. ¡Caitlyn, estás bien! —exclamó Jayce al verla allí, de pie delante de él, sin heridas preocupantes.
—Hola —saludó Caitlyn, avanzando hacia él y abrazándolo de forma reconfortante.
—Lo siento tanto por tu madre. Desearía haber estado contigo antes —se disculpó Jayce, quejumbroso; a lo que Caitlyn se limitó a negar con la cabeza con expresión afable, restándole peso a la culpa que él sentía.
—Lamento no haber venido antes, Vi estaba terriblemente enferma —explicó ella, viendo como el rostro alegre y aliviado de Jayce se transformaba en asco y enojo ante la mención de la zaunita.
—¿Vi? ¿Sigues viéndote con esa escoria? —Jayce bramó la pregunta, y Caitlyn sintió como algo dentro de ella se alteraba hasta el borde de la ira.
—No la llames así —espetó ella, haciéndolo sorprenderse ante el tono autoritario y defensivo que usó—. Ella no es una escoria.
—Todos los zaunitas lo son —rebatió Jayce, gesticulando hacia la ventana rota que habían intentado arreglar con madera de forma temporal—. ¡Mira hacia allá afuera, eso lo hicieron ellos! —exclamó exaltado el piltoviano, su cuerpo mostrando de forma casi palpable todo el desprecio que sentía—. Estuvimos a favor por la paz, íbamos a independizarlos y ellos nos atacaron.
—¡No! —negó Caitlyn vehementemente, sintiendo la mirada de Jayce fija en ella—. No fue así, no fueron ellos, fue Jinx. Me secuestró en mi casa, también a Vi y a Silco. Nos iba a matar, a Silco de hecho lo mató —explicó Caitlyn de forma casi desesperada, pero sin perder la firmeza de la que había carecido durante esos días, sintiéndose nuevamente más ella misma—. Ella fue quien detonó el misil, ella es la culpable, no todo Zaun.
—Todos ellos son iguales —escupió Jayce con veneno.
—No, no lo son —rebatió Caitlyn con fuerza, enfrentándole.
—Tus sentimientos te nublan el juicio —repuso él, amargamente—. El Concejo sobreviviente hará una reunión hoy en la noche después de que todos recibamos el alta médica para determinar el siguiente curso de acción. No podemos seguir teniendo a esas plagas entrando a nuestra ciudad por libre. Pensamos que devolverles el golpe pueda ser lo mejor —Caitlyn no podía creer lo que escuchaba, comprendiendo que lo que debatirían era cuándo atacar y con cuánta fuerza—. Por herencia tú debes ocupar el puesto de tu madre, pero sé que no es algo que deseas, así que escoge a un sustituto y envíalo con nosotros esta noche. Su voto no será muy importante por el momento, pero ayudará tenerlo en el asiento.
—¿Quién ocupará el puesto de la Concejala Medarda? —preguntó Caitlyn, sabiendo que era cruel, pero sin importarle en lo absoluto ya en ese momento. No cuando había tanto en juego.
—Su madre estaba en la ciudad. Temporalmente será quien se haga cargo —respondió Jayce, con la expresión marcada por el dolor.
—Entiendo —fue lo último que dijo Caitlyn, saliendo por la puerta con una entereza que era la fachada que durante años su madre había inculcado en ella.
Sus pasos resonaban en el asfalto suavemente, la lluvia que en algún punto de su conversación había empezado a caer bañaba su cuerpo; pero el frío se mantenía ajeno a ella mientras avanzaba sin detenerse, su mente inundándose de recuerdos.
«—No debes nunca mostrar debilidad». Su madre mirándola desde arriba, viéndola llorar por no haber podido responder apropiadamente en el colegio.
«—No les des la satisfacción de creer que pueden vencerte». Su madre el día en que tuvo su primer torneo de disparo con escopeta.
«—Lucha por lo que quieras, debes de buscar la manera más hábil de imponer tus deseos». Su madre explicándole que no debía rendirse cuando en el colegio había ocurrido la desgracia de que un profesor había abusado de una alumna, siendo Caitlyn quien la había rescatado, pero como ella no era hija de nadie, no la querían escuchar.
«—Estoy orgullosa de ti». Su madre la última vez que pronunció esas palabras, cuando Caitlyn usó toda su autoridad para plantear la defensa de la chica ella misma, logrando justicia.
Siempre creyó que había decepcionado a su madre en el instante en que escogió ser vigilante en lugar de algún tipo de abogado o líder civil, pero, en realidad, lo que había hecho era seguir esas mismas reglas que en su casa desde pequeña le habían enseñado. Había luchado por sus deseos, había impuesto sus opiniones, no había mostrado debilidad en ningún momento y jamás permitió que nadie creyera que por ser una Kiramman podían simplemente pasar por encima de ella.
«Tengo que hacer algo» meditó, sus pasos yendo más rápido bajo la lluvia, apenas registrando a los vigilantes a su alrededor, o las pocas personas que estaban en la calle mientras las nubes tapaban totalmente el sol. Antes de darse cuenta, sus pasos se detuvieron delante del cementerio. El terreno menos visitado de Piltover, el más alejado; irónicamente, el que menos daño había recibido en la explosión.
Ella no lo había hablado con su padre, pero sabía que su madre había sido enterrada allí, como cualquier otro Kiramman antes de ella, probablemente como todos esperaban que Caitlyn fuera enterrada algún día.
Caminó por sobre el cemento y los paneles metálicos que sustituían lo que, según los libros, en algún momento había sido césped real, un ser vivo verde y brillante. ¿Hacía cuánto la humanidad se había devastado tanto a sí misma? Caitlyn no tenía años suficientes para saberlo, pero no le importaba el pasado. Tenía que pensar en ese momento, en el ahora y en la persona a la que quería proteger.
Se detuvo delante de la tumba de su madre, donde se mostraba una lápida de cemento con una placa metálica que rezaba su nombre entero, su fecha de nacimiento y muerte, además de una imagen a relieve de su rostro. «No le hace justicia» pensó Caitlyn.
—¿Qué debo hacer, mamá? —preguntó al aire, sabiendo que no obtendría respuestas—. No es lo que quiero, nunca ha sido así, pero si no lo hago, ¿qué pasará con todos esos que son inocentes antes los actos de una loca? ¿Qué pasará con Vi?
El viento sopló fuerte, la lluvia se intensificó y el frío finalmente llegó hasta ella, calando sus huesos, haciéndola mirar con aprensión hacia el gris oscuro del cielo, sin hacer ningún gesto para cubrirse de la helada agua de lluvia. Sus pulmones chuparon aire con fuerza, dejando que el olor a humedad la impregnara por dentro y aclarase sus ideas mientras sus ojos se cerraban, permitiéndole solo sentir. Su cabeza volvió a mirar hacia el frente, su mirada férrea y determinada. Sabía exactamente qué haría ahora.
♧
Vi aterrizó sobre sus pies después de una intensa carrera por los techos y tuberías altas de Zaun, observando como el desastre había llegado hasta ellos. Habían más peleas de las que recordaba y no había pasado una semana siquiera de que Jinx detonara el misil contra Piltover. Los negocios que en su corta estadía había visto todavía abiertos, estaban ahora cerrados; las personas caminaban con miedo y habían algunos que se hallaban muertos en las esquinas.
A lo lejos Vi pudo distinguir a Sevika discutiendo con otro chico, golpeando su cráneo hasta reventarlo contra una de las paredes, repartiendo sangre por todas partes. «Así que ahora tú quieres ser la nueva jefa» pensó Vi con desprecio. Eso podía ser tan problemático como tener a Silco mismo en el poder, o incluso peor.
Sin quedarse a ver más, Vi continuó la carrera hacia el burdel, siendo recibida por el guardia de la puerta. Rápidamente caminó hacia la oficina de Babette, manteniendo su cabeza tapada con la capucha del chaleco. Cuando la madame la vio, de inmediato le hizo un gesto de silencio con las manos y descorrió la cortina para que Vi fuera directo hacia la habitación que había ocupado con Caitlyn, donde sus guanteletes todavía estaban.
—¿Qué ha pasado en este lugar? —preguntó apenas estuvieron en la intimidad de la habitación.
—Sevika está intentando tomar el control ante la muerte de Silco. Sin un líder todo se está yendo al demonio, querida —explicó con tristeza la madame—. Yo seguiré a flote sin importar lo que suceda, el sexo siempre ha vendido, pero no sé qué pueda deparar el futuro para Zaun.
—Lo resolveremos —aseguró Vi, colocando su mano sobre el hombro de la señora, quien le sonrió tristemente.
—No, Vi, este no es lugar para ti ya. Está bien, deberías quedarte con la vigilante en la superficie. Es obvio que pasa algo entre ustedes —afirmó Babette, haciendo a Vi desviar la mirada hacia los guanteletes, caminando hacia ellos mientras en su cabeza procesaba qué decir.
—Ella y yo… tenemos algo especial, pero no sé qué tan correcto sea —explicó la pelirrosa, metiendo ambas manos en los metálicos guantes y encendiéndolos, sintiendo el poder que contenían.
—Sea lo que sea, querida, es lo mejor que te ha pasado en mucho tiempo y eso es obvio. Deberías de aferrarte a ello —aconsejó la señora, sonriendo tranquilamente hacia Vi, quien le devolvió la sonrisa ligera antes de asentir—. Vete por la puerta trasera. Esa da al callejón de los ebrios, pero esta semana ellos han ido desapareciendo, así que debe de estar limpio.
—Gracias por todo —dijo Vi, antes de darse la vuelta e irse por el pasillo de abajo, hacia donde la madame le había indicado que estaba la salida.
El aire pesado de Zaun le inundó nuevamente los pulmones, sintiendo como todo el ambiente en sí mismo había cambiado en pocos días. Si seguían por ese camino, todos estarían muertos en poco tiempo y eso era poco producente.
Sin cuestionar mucho, Vi reinició el viaje de regreso, corriendo de nuevo a través de los techos y tuberías que se mantenían estables, creando una ruta poco usada hacia Piltover. Sintió el peso de los guanteletes, que resultaban ser extrañamente livianos considerando su fuerza y aspecto, y los usó para propulsarse incluso más lejos de lo que sus brazos lo harían por si solos.
Su carrera se detuvo en el mismo punto en que había partido hacia Zaun el día en que Caitlyn la había liberado. Mirando desde ese puente, que de alguna manera se había sostenido en pie, la imagen de una ciudad en recuperación mientras el atardecer iluminaba en rojo y naranja todo a su paso quemó su mente.
Sus ojos se quedaron quietos ante la escena casi etérea que tuvo delante suyo en segundos: Caitlyn vistiendo un vestido azul intenso, con un intrincado diseño de bordados negros encima de la lisa tela de abajo, usando unos guantes negros de tela semitransparente, con su azul cabello recogido en una moño elaborado que Vi ni siquiera sabía que era capaz de hacerse en el pelo y su rostro impasible, maquillado ligeramente. Vi sabía decir que Caitlyn se veía, sin temor a equivocarse, imponente en todos los sentidos.
—Wow, Pastelito —fue lo único que pudo decir, sintiendo que su aliento le faltaba, aunque poco tenía que ver con la carrera.
—Necesito que vengas conmigo —pidió Caitlyn, sintiendo la mirada de Vi envolviendo su cuerpo, desvistiéndola mil veces en su imaginación.
—¿A dónde? —preguntó la pelirrosa, todavía algo enajenada de las palabras de Caitlyn.
—Hay una reunión del Concejo. Tengo un par de puntos que aclarar con ellos y no pienso permitir que Zaun se vea nuevamente afectada por las decisiones de Piltover, o las de Jinx —Ante la mención de su hermana, Vi centró toda su atención en lo que Caitlyn decía, recluyendo a un rincón de su mente la parte de ella que estaba pensando en las cientos de formas en que podía arrancar ese vestido del cuerpo de Caitlyn.
—¿Para qué me necesitas allí? —cuestionó Vi, sin entender su función en el proceso.
—Porque mi propuesta te incluye; aunque antes, de hecho, tengo algo que preguntarte —dijo Caitlyn lentamente, con una seguridad en su forma de hablar que Vi le había visto solo en los momentos más cruciales, esa mirada firme e impenetrable que mostraba toda su determinación. Ella no entendía qué estaba pasando, pero sabía que ante esa Caitlyn, el Concejo no tenía una oportunidad siquiera.
—Adelante —exhortó Vi, sintiéndose presa de algún tipo de embrujo que la hacía orbitar alrededor de Caitlyn.
—¿Estás dispuesta a quedarte aquí, conmigo? —preguntó Caitlyn, dejando que el verdadero peso de la pregunta flotara entre las dos durante algunos segundos.
La conversación que recién había tenido con Babette vino a la cabeza de Vi. Sus ojos se perdieron por un momento en la distancia, hacia donde se hallaba la Ciudad Subterránea, Zaun, y luego volvieron a fundirse contra los ojos azules de Caitlyn.
—Te lo dije, Pastelito, me quedaré contigo dónde sea que vayas —afirmó sin dudas, sentenciando el futuro de ambas en una unión más allá de lo corpóreo.
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¿Y ahora qué ideas tendrá Caitlyn? Bien, quien sabe, esto podría ponerse interesante, pero ya eso queda para la siguiente semana mis pequepinkypitufibolas😊🤗.
Déjenme en comentarios sus opiniones, así puedo saber qué tal lo estoy haciendo, ¿vale? Muchas gracias por leer y hasta el próximo fin de semana. 😉🥰💜.
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