Capítulo 27- A término.
Desde temprano en la mañana Ekko había escuchado los ruidos estridentes y la algarabía, pareciera como si afuera de aquella habitación estuviese ocurriendo una batalla, pero todo se mantenía en calma físicamente, así que sabía que no era así. La puerta se abrió, aumentando el sonido confuso del exterior de la celda, y Jinx se adentró, cargando aquella ametralladora peculiar que había perfeccionado; Ekko podía ver que tenía dos cañones más y algunas modificaciones que aumentaban la velocidad de disparo, además de que se percibía más liviana a la carga.
—Vengo a despedirme —comentó Jinx con una sonrisa ligera, parándose en la punta de sus pies mientras apoyaba el cuerpo contra el cristal de la celda.
—¿Van a alguna parte tú y tus amiguitos enfermos? —preguntó Ekko, extrañado de la pasividad con la que Jinx se mostraba.
—¿Un mes y medio aislado es todo lo que toma para que pierdas la noción de lo que ocurre? —cuestionó ella en tono burlesco, dando un giro lento que mostraba su atuendo; pantalones oscuros con rayas violáceas, botas negras, un top morado y un chaleco negro con estrellitas de colores encima, sus dos características trenzas largas; Ekko podía notar que se había arreglado más de lo usual —. Ni siquiera sabes que es una ocasión especial.
—¿De qué coño hablas? —espetó él, molesto por las burlas de la peliazul.
—Me tengo que ir, todo ya está listo y tengo a mi gente esperándome —dijo ella, caminando nuevamente hacia la puerta; se detuvo cuando su mano tomó el pomo, mirando a Ekko por encima del hombro —A fin de cuentas, no todos los días una se convierte en tía.
Ekko se quedó solo con esa frase cuando vio, atónito, como Jinx se retiraba, cerrando la puerta tras sí misma. Las palabras retumbaron en el eco de su mente durante unos segundos, la realidad abriéndose paso; el tiempo parecía haberse detenido desde su perspectiva a raíz de su encierro, pero no era así, él llevaba más de un mes allí, Caitlyn estaba en la fecha límite.
—No —fue apenas un susurro, pero el terror que impregnaba su voz era casi palpable —No, espera, no —nadie podría escucharlo, pero eso no lo detuvo de incorporarse y correr hacia el cristal de la celda —¡Jinx, regresa! ¡No te he dicho dónde están los pasadizos! ¡No te lo he dicho! ¡Regresa!
Sus gritos se perdieron entre los golpes secos al cristal y la sangre que resbaló por este cuando su piel se abrió ante la fuerza, pero eso no detuvo nada, Jinx ya se había ido junto con Viktor, Ahri y el ejército de robots que habían creado entre ella y el Doctor, ya nada podría detenerla.
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Llevaban más de un mes de entrenamiento diario en las mañanas y trabajo de reconstrucción en las tardes, Katarina y Lux se encargaban del bar en las noches, porque Vi no dejaba a las luciérnagas solas y las ayudaba a reparar la guarida, por lo que estaba agotada cuando el sol caía, y Cait cada día dormía más y estaba más adolorida por el embarazo. De cierta forma, habían vivido en calma, aun con las expediciones más allá del límite de Zaun en una búsqueda incansable por encontrar a Ekko, la mantención del funcionamiento de las minas y el orden de Zaun, todo parecía tranquilo.
Caitlyn a veces se quejaba de que sentía que alguien la estaba mirando cuando iba sola a algún lugar de Zaun, al inicio nadie le dio importancia, pero cuando ella tuvo una charla seria con Vi sobre el tema, la pelirrosa determinó no dejarla ir sola a ninguna parte. Parecía algo extremo y Caitlyn se sintió sofocada con facilidad, recordando los días con su madre cuando ella era solo una adolescente, pero sabía que era por un cuidado necesario, Jinx seguía suelta y nadie sabía cuándo aparecería.
Hacían las cuentas del mes, las ganancias del bar habían aumentado considerablemente, ya podían pagarle un sueldo justo a Katarina, Lux y Ezreal, además de amueblar apropiadamente la casa, tenían que admitir que la vida en sí misma parecía sonreírles; lo único que afectaba más a Cait era el recuerdo de su padre.
Pensarlo solo en Piltover, sabiendo que lo había perdido todo y a todos en un muy corto período de tiempo, torturaba su mente. Cuando eso pasaba, Vi la llevaba en el aerodeslizador hacia uno de los puentes, donde se mostraban los muros y portales sellados de Zaun y Piltover, la frontera muerta, y la dejaba sentarse con la espalda pegada al muro y hablar como si Tobías estuviera del otro lado de la pared, escuchándola.
Esos días de calma aparente eran una mera utopía ilusoria, y pronto Cait se vio enfrentándose a la verdad. Regresaba junto con Ezreal del mercado, él era quien hacía de guardaespaldas de Cait ese día, y en efecto, compartía con la mujer la sensación de que alguien los observaba, pero habían preferido no poner en alerta a Vi, porque resultaría muy extraño tenerla todo el día con Cait de repente y la persona que los seguía sería más cuidadosa. Ezreal iba cargando las bolsas mientras Cait abría la puerta del bar cuando esta se dobló sobre sí misma en un dolor ligeramente intenso, el rubio soltó todo y corrió hacia ella de inmediato, sosteniéndola.
—Caitlyn, ¿qué sucede? —preguntó preocupado, aguantando todo el peso de Cait.
—Es…no, espera, no puede ser —farfulló Cait por lo bajo, sintiendo como el líquido corría por sus piernas hasta hacer un charco bajo sus pies.
—Mierda, es el bebé —afirmó Ezreal, dándole una patada a la puerta para abrirla y cargando a Caitlyn dentro, depositándola en la cama lentamente antes de correr en busca de ayuda, necesitaba que alguien le avisara a Vi. Corrió hacia la esquina, donde afortunadamente estaba la Madama con Miguel, que enseguida vio la alteración expresada en el rostro del muchacho.
—¿Qué ocurre, chico? —preguntó ella confundida.
—Es el bebé —fue lo único que logró decir, sin saber qué hacer exactamente.
—Miguel, avísale a Heimerdinger y corre a donde Vi —ordenó la Madame rápidamente, chasqueando los dedos y viendo como el joven corría hacia el burdel —. Tú, vamos corriendo —le indicó a Ezreal, quien prefirió cargarla y llevarla de esa forma al bar.
Entraron apresuradamente dentro, con Ezreal llevándola hasta la habitación donde Cait estaba acostada en la cama, respirando hondo y manteniendo la calma ante cada contracción. Rápidamente la Madame se acercó a ella, dándole órdenes a Ezreal de traer paños limpios, agua caliente y todas las toallas que encontrara, ayudando mientras a Caitlyn a deshacerse de las medias largas y la ropa interior, poniendo debajo de ella una toalla grande que encontró en el baño.
—Todo va a estar bien, ya avisaron a Heimerdinger y a Vi, estarán aquí pronto —aseguró la Madame, indicándole con los dedos a Ezreal donde debía irlo poniendo todo.
—Gracias, la verdad es que no lo esperaba —comentó Cait, contrayendo el rostro de dolor ante una contracción más fuerte de las que había tenido hasta ese instante.
—Tranquila, déjala pasar, no puedes detenerlas —la orientó la Madame, posicionándose entre sus piernas para medir con su mano los centímetros de dilatación —. Cait, todavía no está listo, tienes que aguantar, apenas tienes tres centímetros de dilatación.
—Mierda, entiendo —respondió Cait, dejándose caer entre las almohadas.
—No, no te tires hacia atrás —negó la Madame, chasqueando los dedos para llamar a Ezreal —. Ayúdala a incorporarse, tiene que caminar —ordenó.
Cair quiso protestar, pero ella no sabía nada de partos y la preocupación era mayor que sus dolores, aceptando apoyarse en Ezreal para incorporarse y empezar a caminar tambaleantemente, con el rubio dándole caricias suaves en la espalda y ella sosteniéndose el vientre. Sabía que no sería fácil, y por cada contracción el dolor iba aumentando y el tiempo entre ellas se hacía más corto, pero Caitlyn sabía que eso acaba de empezar.
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Estaban terminando oficialmente con la reconstrucción, Vi estaba bañada en sudor, su piel perlada ante la luz del sol, pero estaba feliz, habían logrado terminar después de todo ese tiempo y esfuerzo. Zeri pasó su brazo sobre los hombros de Vi en un gesto de compañerismo, la verdad era que se parecían bastante en actitud, quizás por eso habían logrado aquella amistad. Benzar les pasó a las dos un pomo con agua, que ellas aprovecharon para echar en sus cuerpos y tomar un poco, refrescándose finalmente. Estaban riéndose de Benzar, que intentaba domar a su hijo, quien ya había aprendido a correr y andaba escapándose de él, cuando los gritos de una voz masculina llegaron hasta ellos.
—¡Vi! —gritó nuevamente Miguel, jadeando y apoyándose en sus rodillas cuando estuvo cerca de ella. Vi sentía la sangre correr por su cuerpo veloz, el miedo apoderándose de sus pensamientos. «No, no de nuevo» —. El bebé, ya viene —logró decir, dejando a Vi paralizada.
Su mente iba a mil por segundo, todos esos meses y el pensamiento de que el embarazo llegaba a un fin nunca pasó por su mente, entendía que debía de ocurrir, pero ciertamente no estaba preparada. Sus pensamientos la llevaron a los recuerdos de su infancia, su madre embarazada, los dolores del parto, los gritos y el ajetreo, la partera dando instrucciones, su padre calmándola, su hermana llorando por primera vez, la manta pequeña en que la envolvieron, su madre mostrándosela.
« — Vi, ella es Powder, tu hermanita. A partir de hoy tienes que cuidarla»
—¿Vi? ¿¡Vi!? —gritó Zeri, zarandeándola fuertemente, mirando con temor las lágrimas que corrían por su rostro.
—¿Dónde está ella? —preguntó, apartando a Zeri y reaccionando finalmente; esta vez ella no podía quedarse fuera, tenía que estar con Caitlyn, tenía que estar dentro.
—Está en la casa, dejé a Heimerdinger yendo con ella y la Madame y el chico rubio ya estaban allí, vine a buscarte —contestó Miguel.
—Zeri —llamó Vi, girándose para pedirle que la llevara, porque ella no estaba en condiciones de conducir, pero encontrando con que la rubia ya estaba encima del aerodeslizador esperándola.
—Vamos, tu mujer y tu bebé te esperan —dijo la muchacha, extendiéndole la mano para que subiera.
El aerodeslizador aceleraba contra la fricción del viento, Zeri se mantenía estable mientras sentía las manos de Vi alrededor de sus caderas temblando, en un agarre firme que mostraba la vulnerabilidad que la había poseído, Zeri lo entendía. Vi estaba como en un trance, pero la determinación se abría paso en su cuerpo, el momento había llegado, no iba a consentir que nada le pasara a Cait o al bebé, era el tiempo del todo o nada.
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El dolor se había vuelto casi insoportable, las contracciones eran cada cuatro minutos y su intensidad había logrado que Cait perdiera toda la fuerza de sus piernas, hacía mucho que había dejado de caminar. La Madama le pasaba paños fríos por la cabeza, limpiando el sudor de su frente mientras Heimerdinger evaluaba su dilatación y la evolución del parto, Ezreal se había mantenido fuera de la habitación, al alcance si necesitaban algo y lejos para darles privacidad, como si a Cait en esos momentos le interesara la privacidad en lo absoluto.
—Cait, apenas tienes cinco centímetros, todavía no puedes, tienes que aguantar —dijo Heimerdinger, justo cuando otra contracción se hacía presente y Cait apretaba el cabecero de la cama con fuerza, poniéndose los nudillos blancos y soltando un gruñido.
—¡Es fácil para ti decirlo! —espetó, su cabello pegándose a su cuello por el sudor que la cubría totalmente.
—No puede salir todavía, Cait —reafirmó Heimerdinger, no dejándose intimidar por la expresión enojada de Cait.
—Tranquila, mi niña, tienes que resistir un poco más —apoyó la Madame, pasándole otro paño frío por la frente y el cuello.
—¿Dónde coño está Vi? —preguntó Cait en un gruñido ronco.
—Miguel fue a buscarla, estará aquí pronto —aseguró la Madame, mirando a Heimerdinger preocupada, el hombre le devolvió la mirada, era necesario que Vi llegara pronto.
—Juro que si no trae su estúpido trasero aquí pronto, voy a… —gruñó Cait, sus palabras muriendo en su boca en un instante.
La explosión hacia sido expansiva, justo en el centro de Zaun, levantando una onda que reventó los cristales de todos los locales y casas en un rango de cincuenta metros y elevó humo negro hacia el cielo. Cait miró por la ventana, observando como el azul era cubierto por una nube negruzca proveniente de la tierra, Zeri detuvo el aerodeslizador, la onda haciéndola retroceder y timonear unos segundos para mantenerse estable.
La imagen del terror se revelaba ante ellas, habían decenas de trajes de hierro con realces violáceos acuosos que mostraban el shimmer que hacía a aquellas máquinas funcionar, todas iban liderados por un hombre en una armadura, Ahri estaba a su lado, sus ojos concordaban con el brillo violeta; pero lo que Vi miró con terror fue a ausencia de Jinx, no estaba con ellos, no estaba allí.
«Cait»
Los cristales del bar habían reventado, la contracción de Cait aumentó en consiguiente al estrés que vivía, no necesitaba que se lo dijeran, ella sabía lo que eso significaba, Jinx estaba allí. El aire no llegaba a sus pulmones, sentía como el mundo daba vueltas como una peonza y su cabeza latía, sus contracciones se hacían más fuertes y todo lo que Cait quería en ese instante era que su bebé se quedara dentro, donde estaba seguro, donde Jinx no podía alcanzarlo.
—No, Cait, respira, tienes que calmarte —indicó la Madama, tapándole la boca rápidamente con sus manos —. Respira por la nariz, ahora —ordenó; Heimerdinger revisó una vez más la dilatación, tenía seis centímetros, todavía no podía.
Su respiración se fue normalizando lentamente, hasta que escuchó la voz de Ezreal enfrentándose a alguien más afuera. Los ruidos provenientes del bar dejaban claro que se estaba desatando una lucha, Cait usó sus manos para impulsarse hacia atrás, pegando su espalda a la cabecera de la cama mientras Heimerdinger y la Madama intentaban calmarla, pero ellos también podían oírlo, tenían problemas. Algo de cristal colapsó contra el suelo, se escuchó el grito lastimero y ahogado de Ezreal, el sonido de algo cortándose y luego la puerta reventando de una patada.
El disparo asestó de lleno en el pecho de la Madame, la sangre salpicó a Caitlyn en el pecho y rostro; no pudo gritar, ni siquiera sentía el dolor de las contracciones ya, todo lo que podía ver era a la mujer morena de cabello oscuro y el parche en el ojo derecho, que la enfrentaba con una mirada sádica en el rostro. Su pensamiento único fue para Vi, una disculpa silenciosa por haberle fallado al defenderse y a su bebé, daba todo por perdido.
—Cait, lo lamento —susurró Heimerdinger, atrayendo la atención de la peliazul hacia él, fijando la mirada en sus ojos e ignorando voluntariamente el arma que le apuntaba al pequeño hombre.
No esperó el empujón, ni siquiera supo cómo Heimerdinger había logrado tumbarla de la cama, pero la explosión en azul que destelló luego de eso solo la dejó casi intacta porque la cama la había protegido. El humo invadió sus pulmones y en el aire flotaban partículas de la habitación, cristales reventados y otros destrozos. Cait no lo vio totalmente, una contracción la hizo gruñir por lo bajo, pero pudo ver el brazo de Heimerdinger, separado totalmente de su cuerpo, y una bomba pequeña en su mano, hecha con Hextech. Le había dado una oportunidad, tenía que tomarla.
Ignoró su dolor y la debilidad de sus piernas, necesitaba huir de inmediato. Sus manos se plantaron en el suelo, afincándose para ayudarla a elevarse, hasta que se supo a una altura capaz de estirar el brazo y que sus dedos se afianzaran en el borde de la cama levantada, usando toda su fuerza construida a través de ejercicio diario por años para incorporarse.
Jadeó mientras se ponía de pie, viendo a la mujer en el suelo, una parte de su cuerpo quemada, y el sistema que se hallaba debajo de la cama, era un mecanismo tipo resorte, hecho para voltear totalmente el mueble y proteger a quien estuviera encima; Cait no sabía en qué momento habían montado aquello, Vi no se lo había dicho.
Gruñó por lo bajo ante la siguiente contracción, sabía que carecía de tiempo, su bebé casi nacía, tenía que irse. Respiró hondo, apoyándose en la pared y pasando por encima de los trozos de cristales y madera, girando el rostro y enjuagando las lágrimas cuando vio el cuerpo destrozado de Heimerdinger, pasando justo por al lado de sus gafas, un cristal enterrándose en la planta de su pie descalzo, ella no se detuvo.
Subió las escaleras a tropezones, sintiendo cada contracción más fuerte, más cerca, no podía permitirse parir allí, no todavía; logró sujetarse del borde de la puerta para ponerse de pie, encontrándose el cuerpo de Ezreal enterrado entre los frascos rotos de la estantería, una flecha atravesando su cuello y la sangre desperdigada por doquier. No, no podía pensar en eso, ni en Vi, ni en nada, tenía que huir.
Se tambaleó hacia la salida, tropezando un par de veces hasta que logró llegar a la acera, sujetándose de un tubo que recogió del suelo para mantenerse en pie, avanzando sangrante entre dolores insufribles, lejos del bar, de la explosión, de la obvia batalla que se estaba librando en el centro de Zaun, lejos de Vi.
La oscuridad había tapado la luz que todavía restaba del sol, el cielo de Zaun se mostraba como antaño, en una época en la que Cait ni siquiera sabía lo que era la guerra, el dolor o la pérdida. ¿Cuánto estaría Vi recordando de su infancia en esos momentos? Cait no podía saberlo.
Logró recorrer tres cuadras completas, hasta que sus piernas flaquearon en la siguiente contracción, su cuerpo desplomándose totalmente en el suelo, el dolor rompiendo su restante entereza.
—Estaba esperándote, cuñadita —Cait elevó la mirada, encontrando los ojos violetas de Jinx fijos en ella.
«No, por favor, no»
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Y se armó el desmadreeee, que ganas tenía de llegar a estos capítulos, no puedo describirlo.
En fin, bienvenidos al segundo arco de la historia, espero que estén listos, van a llorar.
Déjeme en sus comentarios sus opiniones y nos leemos en el otro fanfic el fin de semana, besitos.
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