Capítulo 25- Alegría entre pesares.
Capítulo dedicado a Sasi223
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Habían discutido porque Vi seguía diciendo que Cait no podía y Cait no estaba dispuesta a ceder. Había pasado una semana del atentado en la guarida de las luciérnagas y del desvanecimiento de Cait, en ese tiempo Vi había dirigido la reconstrucción de la guarida.
Lograron sacar todos los escombros y adaptar las zonas no destruidas en nuevos dormitorios; todavía quedaba mucho por arreglar, pero gran parte de Zaun había ayudado, incluso Sevika, a quien Katarina había convencido de alguna manera que Vi prefirió no preguntar, considerando la risa traviesa de Lux cuando la pelirroja dio la noticia. Zeri había tomado el mando de las luciérnagas, puesto que Benzar tenía un bebé al que atender y no se consideraba apto para toda esa responsabilidad, Vi lo agradecía.
Desde el día anterior todas las luciérnagas se habían vuelto a mudar a su guarida, el campamento había sido desmantelado y Zeri se había reunido con Vi en petición de un entrenamiento adecuado para todos, que los ayudara a enfrentar lo que fuera que Jinx estuviera haciendo.
Vi coincidía con la idea y verdaderamente lo apoyaba, pero cuando Cait salió de la habitación diciendo que ella podía dirigir el entrenamiento, mostrarles lo que Zaun no sabía de Piltover, Vi había estallado diciendo que ella estaba débil, aun cuando Heimerdinger había declarado a Cait fuera de peligro tres días después de la fiebre; la Arcana también la curaba a ella, no solo al bebé.
Al final, Vi había terminado durmiendo en el suelo del bar porque Cait no la quería en la cama, Cait se había vestido temprano en la mañana y en ese momento estaba delante del resto de luciérnagas que aprenderían a pelear, aun contra los deseos de Vi, que dejó de discutir cuando vio chispas azules surgiendo alrededor de Cait.
—Si todos están aquí hoy es porque queréis aprender a defenderos adecuadamente y a luchar, sé que tenéis vuestro estilo que es muy útil, los vigilantes se han visto en problemas más veces de las que podemos contar, pero a la vez es muy descuidado en varios aspectos y eso es lo que quiero arreglar —dijo Cait, parada delante de todos ellos, con un vestido azul oscuro que dejaba visible su embarazo avanzado y un abrigo largo por encima, junto con una bufanda roja, regalo de Lux, que parecía altamente emocionada por el futuro bebé —. No pienso corregir lo que saben, quiero que aprendan lo que no y lo usen en vuestro beneficio. No sabemos a qué nos estaremos enfrentando, pero estamos claros que no puede ser solo a Jinx, así que a partir de este momento yo intentaré entrenarlos y ustedes intentaran aprender. Es cuestión de supervivencia, no de llevarnos bien, porque no soy estúpida y sé que por ser piltie muchos queréis mi cabeza. No la tendrán, así que mejor centrémonos. ¡Empezamos!
Pese a que no quería, Vi no pudo ocultar una sonrisa satisfecha de orgullo ante las palabras de Cait; la chica seguía sorprendiéndola con su fortaleza y determinación en cada una de sus acciones, incluso para llevarle la contraria. Sin más que hacer, Vi se apoyó en una de las raíces del árbol grande, que por algún motivo se había salvado a tiempo, y disfrutó de espectáculo.
Muchos se mostraban renuentes en un principio, pero a medida que Cait iba dando órdenes y explicaciones mientras caminaba entre ellos e ignoraba cualquier incomodidad que tuvieran, como si no existiera, todo con gran profesionalismo, Vi pudo apreciar la forma en que todos se fueron relajando, aceptando sus indicaciones.
Explicó combate cuerpo a cuerpo, haciendo los cambios necesarios que les permitían ver debilidades que antes pasaban por alto o movimientos más fluidos de ataque, porque ella había estudiado la técnica aunque no la ponía en práctica, prefiriendo los rifles.
Cuando todos estuvieron agotados físicamente, Cait dio dos horas de charlas sobre técnicas de ataque y defensa en grupos, formaciones, órdenes sin palabras, señales, formas de retirarse y protección, explicó un mejor uso de las armas de fuego e incluso argumentó el motivo de que todos sus fusiles habían sido retirados y llevados a reparación, pues Cait había indicado mejoras a hacerles a las que ellos tendrían que adaptarse.
Hicieron una pausa en el almuerzo, donde Sevika terminó uniéndose a ellos con las reformas en su brazo, ordenadas por Cait y realizadas por Heimerdinger, quien había empezado a soltar sus reticencias sobre la magia y el huso de Hextech. Ahora el brazo de Sevika tenía un fluido interno constante de shimmer que no se adentraba en su sistema, sino que se limita a la zona, y no era visible desde fuera, de forma que no pudiera ser detenido por golpes o disparos.
Su brazo era transformable en una pistola, aunque ella debía de cargar las municiones, ayudaría con las batallas en las que tuviera que alejarse. De alguna forma, para Vi fue surrealista ver a Sevika agradeciéndole a Cait, más aun lo fue para todas las luciérnagas presentes, que luego de eso no dudaron más de la peliazul.
Cait estaba terminando de explicar estrategias de combate y formaciones en guerra cuando Zeri llegó, había sido llamada por Lu y Ezreal, que de alguna forma se habían hecho amigos de ella, o algo así, Vi no lo entendía bien, y había pasado casi todo el día desaparecida. Ahora se sentaba al lado de Vi, observando las explicaciones de Cait con atención y pasándole a la pelirrosa una botella con un alcohol suave, que Vi tomó agradecida y le dio un buche.
—Ella es buena, su técnica es diferente a la de Piltover, la mejoró sola —comentó Zeri, mirando atentamente a los planos que Cait había dibujado en una pizarra improvisada que tenía detrás.
—Sabía que ese acento tuyo era peculiar. Eres una piltie —afirmó Vi con una risa nasal escapándosele.
—Nací en Demacia, pero mi padre era de Piltover y nos mudamos de regreso, me escapé de casa a los once y vine para Zaun. Estoy aquí desde entonces —explicó Zeri, dándole un trago a la botella —Mi padre era un vigilante, por eso aprendí algunas cosas.
—Deberías de enseñar con Cait entonces —sugirió Vi, tomando la botella nuevamente.
—Creo que tu mujer lo tiene controlado —comentó Zeri con una risa queda, viendo como Cait regañaba por la falta de atención de algunos, daba dos palmadas fuertes en la pizarra y volvía a explicar. Vi también se rio.
Antes de que cayera la noche, todos se disiparon, luego de una serie de agradecimientos incómodos por parte de algunos, que Cait decidió pasar por alto, devolviendo la cortesía. La verdad era que no esperaba el mínimo gesto de reconocimiento. Caminó hacia Vi tranquilamente, habiendo gastado todo su enojo en el entrenamiento del día, por lo que no pudo evitar sonreír cuando la zaunita la miró con cara de cachorro regañado, una disculpa implícita que hizo a Cait asentir con la cabeza mientras le daba un beso suave y le acariciaba la mejilla.
—Nos vamos a casa, tenemos todavía dos horas antes de tener que abrir el bar —propuso Cait, recibiendo un asentimiento de parte de Vi.
—Yo conduzco —aseguró la pelirrosa, ayudando a Cait a subir a su aerodeslizador e iniciando el camino hacia su casa.
Ambas se encontraron ligeramente intrigadas cuando vieron todavía las luces apagadas, siendo raro que Lux, Katarina y Ezreal tuvieran todo a oscuras cuando deberían de estar preparando todo para abrir. Se miraron con cautela, Cait aferrándose a la pistola que nunca soltaba mientras Vi avanzaba con determinación para abrir la puerta.
El grito de sorpresa las hizo brincar a ambas, Cait soltando un improperio al momento de ver las luces encendidas y la decoración por todas partes. Habían globos dorados y negros, mezclados con aquellos azules y violetas, serpentinas por algunas partes y demasiado brillo para el gusto de ambas.
Un cartel grande con letras de colores que parecían hechas a rayones se alzaba por encima del grupo que se había reunido, rezando en fondo blanco las palabras “Babyshower” que empezaban en rosado e iban degradando hacia un azul oscuro.
Lux sostenía unas velas que soltaban chispas de colores, mientras Heimerdinger traía dos globos, uno azul y dorado y otro rosado y verde, la Madame estaba sentada encima de la barra fumando y tomando, pero con una amplia sonrisa y, de alguna forma, Katarina, Sevika, Ezreal y Zeri se hallaban en una esquina, sonrientes en su mayoría, aunque menos efusivos.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Cait mientras ambas avanzaban dentro del bar.
—Pensamos que necesitaban una distracción de los últimos acontecimientos y sabemos que no han podido dedicar mucho tiempo a preparar las cosas para el futuro bebé, así que pensamos agilizar el proceso —explicó Lux, colocando la vela encima del pastel que Zeri venía empujando.
Era una torre de cuatro piso que empezaba en una base que simulaba el distrito subterráneo, luego Los Carriles, el nuevo Zaun y el último piso era Piltover, con los colores representativos de cada territorio y encima de todo, una magdalena de relleno rosado con una cereza encima.
—¿En serio le escribieron al pastel “Bienvenido, bizcochito”? —preguntó Vi con una sonrisa, soltando la mochila en uno de los asientos.
—No dejas de decirle así, sonaba lógico —respondió Lux, encogiéndose de hombros.
Todos rieron ante las expresiones de Cait, que pasó de estar atónita a llorar y luego a reír con algarabía, un cambio común en ella por las hormonas; Vi nunca lo admitiría, bajo riesgo de que Cait la mandara a dormir al suelo de nuevo, pero encontraba adorable todos esos cambios.
Festejaron entre gritos, brindis por parte de todos los que podían beber, comentarios sobre posibles nombres para el bebé, que Cait prefirió no detener aunque ellas ya habían elegido nombres, Ezreal gruñendo cuando Lux se sentó encima de Zeri, algo que Vi disfrutó porque le encantaba molestar al hombre.
Picaron el pastel, o más bien hicieron a Vi picarlo, porque simplemente parecía correcto ver a alguien tan poco delicado intentar hacer trozos de iguales proporciones para todos. No funcionó y Vi terminó mordiendo parte del pastel y clavando el cuchillo en la mesa, algo que hizo a Cait carcajearse.
Cuando el tiempo se había acabado y ya era hora de recoger, puesto que el bar no podía permanecer cerrado, todos empezaron a hacer una limpieza rápida, excepto Katarina, que dijo que acompañaría a Sevika hacia el límite con el Este; Vi en serio no quería preguntar, menos aún ante la mirada pícara llena de insinuaciones que recibió por parte de Cait.
—Vi, Cait —llamó la Madame, haciendo a las dos mujeres detenerse en la puerta de las escaleras —. Los chicos y yo preparamos algo más que solo la fiesta y el pastel, un babyshower tiene como objetivo darles regalos que ayuden con la llegada del bebé, así que preparamos algo en la habitación de este, esperamos que lo disfruten.
—En serio no tenía que molestarse —repuso Cait, su voz tomada por la emoción de verlos a todos preocuparse por ellas.
—Ustedes han hecho mucho por Zaun y por nosotros, es lo menos que podíamos hacer —aseguró la Madame, dándoles una palmadita a cada una en la mano antes de retirarse a pasos cortos del local.
Sin comprender totalmente qué podrían haber preparado, Cait y Vi bajaron las escaleras, abriendo la puerta del salón de la casa, encontrando la primera diferencia. La puerta de la habitación del bebé estaba pintada de gris oscuro con los bordes en blanco y tenía afuera un letrero en colores blancos con decoraciones de dulces que decía “Bizcochito”.
Vi sonrió, entrelazando su mano con la de Cait antes de avanzar y abrir la puerta. El cuarto estaba a oscuras, pero podían ver las formas de nubes y estrellas que iluminaban la habitación, colocadas en las paredes y el techo, una luna estaba pegada estratégicamente en el interruptor de la luz, para encontrarlo de inmediato.
Cait lo encendió, mostrando una habitación de paredes azul oscuro con techo blanco y adornos de un cielo nocturno por doquier. Había un pequeño armario y gavetero blancos, un balance acolchado rosado con lunas azules y dos grandes cojines redondos en la alfombra del suelo. La cuna blanca con detalles grises estaba al fondo, con un mosquitero gris claro y un móvil de cuna con nubes rosadas que parecían algodón de azúcar encima.
Había una repisa en una de las paredes que tenía letras de madera pintadas en gris que repetía la palabra Bizcochito y un tercer cojín en forma de magdalena a los pies de la cuna. El peluche que Vi había comprado estaba dentro de la cuna, entre las almohaditas pequeñas y las sábanas para el bebé, una pañalera colgaba de la izquierda y había un olor suave, como el de pan recién horneado, que inundaba la habitación.
—Esto… yo… —Cait intentó hablar, explicar, hacer algo, pero no lo lograba, apenas si podía hilvanar dos pensamientos coherentes y el llanto estaba contenido en su garganta.
—Lo sé, Pastelito, lo sé —admitió Vi, que la había entendido aunque no hubiera dicho nada.
Vi abrazó a Cait por la espalda, sus manos apoyándose en su vientre abultado y ambas mirando hacia la cuna. Ellas solas no habrían podido permitirse aquello, no todavía e incluso para cuando Cait tuviera al bebé, ciertamente jamás habrían comprado todo, pero de alguna forma la vida de Vi había cambiado tanto que había logrado hacer amigos nuevamente, gente tan leal como antaño; con la diferencia de que, aun si ella los lideraba, todo el peso y la responsabilidad no era suya.
Las cosas habían cambiado y su vida era casi una utopía, pero la ausencia de Ekko era el recuerdo más vivo de que todo era meramente temporal, el desastre las alcanzaría tarde o temprano. Vi apretó más a Cait contra ella, sintiendo al bebé patear desde dentro; eso era todo para Vi, y lo protegería de todas las formas posibles, por siempre.
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La puerta metálica se abrió y Jinx entró con una bandeja en la mano, abriendo una pequeña trampilla en la puerta de la celda y pasando la comida dentro. Ekko la observó mientras ella dejaba la bandeja en una esquina y se paraba delante de él, mirándolo a través de la pared y sentándose cómodamente en un sillón que un hombre que cojeaba había traído en la mañana.
—Morir de hambre no es una opción, si te niegas a comer volveré a traer a Ahri y haré que te convenza, de nuevo —afirmó Jinx, inclinándose sobre las patas traseras del sillón solamente, empujándolo con la fuerza de una de sus piernas, habiendo colocado la planta contra el cristal.
—¿Qué hago yo aquí, Jinx? —preguntó Ekko frustrado —. Llevo una semana y no has hecho nada, no me has torturado, no me has preguntado nada, solo vienes todos los días a traerme una única comida y a sentarse, observándose comer.
—Te propongo algo: yo contestaré a una de tus preguntas, la que escojas, si tú te acabas la comida —propuso ella, una sonrisa divertida en su rostro mientras ladeaba la cabeza.
Ekko gruñó, acercándose al plato y empezando a devorar el arroz con carne son sus propias manos, Jinx no le daba cubiertos por seguridad. La peliazul se quedó observándolo durante el tiempo que a Ekko le tomó terminar la pequeña ración de comida, disfrutando de ver como este comía sin necesidad de motivaciones forzadas. Cuando terminó, Ekko aventó con todas sus fuerzas el plato haca Jinx, justo a la parte de la pared donde ella estaba, causando un estrépito que se extendió en el ligero eco del sitio unos instantes.
—Tanta rabia contenida, me recuerdas tanto a mí —se burló Jinx, subiendo su cuerpo hasta sentarse en el espaldar de la silla, sus pies en el acolchado fondo.
—¿Para qué me quieres aquí? —preguntó Ekko, ignorando las bromas de Jinx.
—Tan apresurado, uno pensaría que había aprendido algo de paciencia esta semana —dijo ella divertida, saltando de la silla y cayendo en el suelo, caminando por el borde de la pared de cristal, haciendo que sus uñas sonaran contra este —. ¿Cuál es el apuro por saber?
—Déjate de mierdas, Jinx —bramó Ekko, viendo como Jinx desaparecía detrás de una de las paredes blancas.
Sintió el sonido de la puerta, iba a abrirla. Ekko se preparó para atacar, dispuesto a golpear su camino fuera de aquel lugar, la puerta se abrió de una patada y el disparo lo alcanzó en la parte baja del abdomen antes de que él pudiera reaccionar; no había notado que Jinx cargara ningún arma. Jinx sopló el humo del cañón de la pistola, adentrándose en la celda y caminando lentamente hacia Ekko, quien intentaba hacer presión en la sangrante herida.
—No me gusta ese comportamiento impulsivo —comentó ella, apuntando con la pistola de forma desganada, como si no fuera un arma letal —, pero hicimos un trato y cumpliré mi palabra —Jinx se agachó justo al lado de Ekko, donde este se mantenía acostado en el suelo y adolorido, el cañón de la pistola presionando contra la mandíbula del chico, la mirada desorbitada de Jinx brillando en violeta fija en sus ojos —Nadie conoce Zaun como tú, Silco se preguntó por años cómo las luciérnagas siempre escapaban, pero yo supe esa respuesta, aunque no se la dije. Ustedes y sus pasadizos ocultos a nivel subterráneo por todo Zaun y Piltover eran como cucarachas escurridizas, y creo que tú los conoces todos.
—No voy a decirte nada —rebatió Ekko en un gruñido de dolor, apretando los dientes.
—Lo harás, querido amigo —aseguró Jinx, poniéndose nuevamente de pie y saliendo de la celda, tirando una pequeña botella de shimmer medicinal en el suelo al lado de la puerta antes de cerrarla —. Tómalo si no quieres morir, aunque si eso prefieres, piensa que entonces tendré que regresar por otro de tus hombres que me ayude a lo que quiero, así que no te conviene —dijo ella, mirándolo por encima del hombro antes de dejar la recámara, con la imagen de Ekko herido, arrastrándose por el suelo para llegar a donde estaba la botella.
Él tenía que sobrevivir, tenía que enfrentarla.
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Ya Jinx reveló sus intenciones, o parte de estas al menos.
¿Ustedes qué opinan? Estaré esperando ansiosa vuestros comentarios.
Por el momento es todo, nos leemos el fin de semana que viene y es un placer compartir con ustedes. Besitos, pequepinkypitufibolas 💖💖💖💖
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