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Capítulo 24- Defensa que hiere.

—Este es el último —informó Sevika, soltando a un hombre de unos treinta años en el suelo, donde estaban los demás heridos, tenía una pierna fracturada, pero estaría bien.

—Esto es un desastre —comentó Katarina, observando apreciativamente los heridos, los familiares, los niños que lloraban y los pocos cadáveres que habían logrado sacar.

—¿Nada de Vi todavía? —preguntó Sevika, mirando hacia la guarida que se derrumbaba mientras las llamas se alzaban más altas, iluminando la noche en un tono rojizo de muerte.

—Allí viene —indicó Katarina, observando los dos aerodeslizadores que descendían con Vi detrás, con un niño ensangrentado en sus brazos.

El grito de una mujer se escuchó por encima de los demás, la señora de negro cabello corriendo hacia su hijo, siendo interceptada por otra mientras uno de los hombres con conocimientos de medicina le quitaba el niño a Vi de los brazos y lo acostaba en una camilla improvisada. Vi observó con aire ausente la escena unos instantes, antes de que su rostro se deformara en una expresión enfermiza y ella caminara hacia Katarina y Sevika.

—Esto se ve mal—comentó Katarina, ganándose una mirada irónica de Vi.

—No me digas, no me había dado cuenta —rebatió sardónicamente la pelirrosa.

—¿Qué coño pasó? —preguntó Sevika, recordando que no había visto un destrozo de esa magnitud desde la bomba de Powder cuando el secuestro de Vander, decidió inteligentemente no recordárselo a Vi.

—Tenías razón, el shimmer puede ser usado para ampliar los poderes de Ahri —comentó Vi, sus ojos fijos en el suelo, justo donde su sombra se proyectaba entre luces rojizas móviles —. Dominó a Ekko —el peso de sus palabras llegó hasta Katarina y Sevika, haciendo que la gravedad de todo aumentara considerablemente.

—¿Qué haremos ahora? —inquirió Katarina, dubitativa de cuál sería un apropiado movimiento, considerando la obvia desventaja.

—Primero necesitamos refugiarlos a todos y curarlos, salvar a los que podamos. Después, ya veremos —respondió Vi, mirando a su alrededor a los heridos.

—Después lucharemos —intervino una voz femenina, Vi girándose hacia la muchacha pelirrubia que antes la había ayudado, ella quitándose el pañuelo que tapaba la parte inferior de su rostro y encarando a Vi –Ekko ya no está y yo no lo culpo, pero ahora hay que luchar. Quien hizo esto quiere destruirnos a todos, no podemos permitirlo —las palabras firmes de la chica de ojos amarrillos que reflejaban las llamas atrajeron la atención de las demás luciérnagas. Vi miró en derredor, notando la determinación que se asentaba entre ellos.

—¿Están todos dispuestos a la guerra? —preguntó Vi en un grito, observando sus expresiones determinadas, marcadas por el dolor de la pérdida. Sus ojos volvieron a enfrentar a la mirada amarrilla de la joven —, Muy bien, curaremos a los heridos, se recuperarán y cuando estén listos, nos prepararemos. Si todos están dispuestos, lucharemos —el grito apreciativo de apoyo se escuchó por encima del silencio del dolor —. ¿Quién eres tú? —se dirigió Vi a la chica.

—Zeri —dijo ella, mirando a Vi fijamente.

—Te encargarás de ellos mientras encuentro una forma de organizarlos —ordenó Vi, Benzar acercándose hacia ellas —, Tú prepara los medios de transporte y prepáralos, creo que sé a dónde llevarlos —él asintió sin dudarlo —. ¿Heimerdinger está despierto? –
—preguntó.

—Aquí estoy —respondió el hombrecillo, saliendo de atrás de la alta figura de Benzar.

—¿Sabes curar personas, no? —interrogó Vi, recibiendo un asentimiento de parte del peludo hombre —Cuídalos y dame una lista de lo que necesitas, traeremos lo que podamos.

Heimerdinger no tardó en escribir en un pedazo de papel quemado todo tipo de materiales fáciles de conseguir o sustituir por otros, lo más difícil serían las medicinas; pero Vi propuso reunir cualquier objeto de valor que ellos hubieran rescatado para intercambiarlo en la cuidad subterránea por algo de medicina con shimmer, sería dolorosa, pero efectivamente rápida. Todos apresuraron la recogida de cualquier cosa intercambiable, por pequeña que fuera, y Sevika se presentó voluntaria para descender a la cuidad subterránea por la medicina, Katarina iría con ella en uno de los carruajes para el transporte.

Vi partió hacia la parte más interna de Zaun, reclutando toda la ayuda posible para armar un campamento en condiciones que pudiera darles refugio a las luciérnagas por el momento. Contra todo pronóstico, gran parte de Zaun ayudó; para cuando Sevika regresaba con el cargamento, ya habían movido a más de la mitad de las luciérnagas y Heimerdinger corría de un herido al otro, ayudando a curarlos.

Zeri se unió a Vi para los traslados de los heridos en los aerodeslizadores mientras Sevika se quedaba a cargo de los niños, su figura intimidante les quitaba las ganas de saltarse los órdenes e ir a investigar sobre la situación. Katarina y Benzar se mantuvieron con el grupo de luchadores de las luciérnagas que no estaban heridos en el área de la guarida, moviendo el agua que podían para extinguir el fuego.

Cuando el alba los alcanzó, ya Heimerdinger había logrado curar a más de la mitad de los heridos, el fuego estaba apagado y, para fortuna de las luciérnagas, solo el área de los dormitorios se había visto afectada, los demás edificios dentro de las rocas se habían sostenido, pero las llamas no les habían permitido notarlo sino hasta la salida del sol.

Vi dio órdenes de que todos se quedaran en las carpas hasta que tuvieran un mejor registro de las estructuras internas, algo que tardó hasta llegado el mediodía, cuando habían logrado hacer una limpieza masiva de los escombros y preparado todo para el traslado del campamento hacia el interior de la guarida.

—¡Vi! —el grito desesperado de Lux llegó hacia ella, haciendo que toda su piel se erizara mientras se giraba hacia la chica rubia. Katarina, Sevika y los demás que la rodeaban también miraron a la muchacha, que corría hacia ellos con una expresión de terror tan grande que Vi sintió que su sangre se helaba —. Es Caitlyn —esas palabras hicieron que Vi se quedara de piedra.

«No, no, por favor, no. »

—¿Qué ha pasado? —preguntó Katarina, comprendiendo que Vi había llegado a su punto de ruptura, su mente colapsando finalmente ante la posibilidad de que algo malo le hubiera pasado a Caitlyn.

—Estábamos preocupados, ella quería venir a ayudar, pero Ezreal y yo logramos contenerla. Todo lo que sabíamos era por chismes de los zaunitas y por las llamas que veíamos, no sabíamos qué hacer y ella se fue desesperando más y más —explicó Lux, sus jadeos interponiéndose a sus palabras —. Dijo que se sentía mal, pensamos que era por el mismo estrés, pero entonces de desmayó y empezó a sangrar por los oídos, la nariz y entre las piernas. Yo no sabía qué hacer y… —a medida que hablaba, la desesperación iba apoderándose de sus palabras, sus manos moviéndose frenéticamente y sus ojos desenfocados.

—Lux, tranquilízate —avanzó Katarina, sus manos cerrándose firmes sobre los brazos de Lux —¿Qué sucedió?

—No lo sé, la cargamos y la llevamos a la cama, dejé a Ezreal con ella porque es quién puede cargarla y vine corriendo hacia acá porque no había ningún transporte disponible —respondió Lux, sus lágrimas corriendo por sus ojos.

La mente de Vi era una nebulosa de imágenes, esas mismas que habían llegado a su pensamiento en los minutos que le tomó ayudar al niño, las que ahora la atormentaban con toda su fuerza. Las palabras de Lux llegaban a ella, se enterraban en su consciencia, pero no la dejaban procesar, hasta que la escuchó, tan esclarecidamente que fue doloroso a un nivel físico.

—Creo que es el bebé, respondió ante el estrés de Cait. Ella le estaba lastimando con su alteración descontrolada, así que la Arcana intervino de alguna manera —comentó Lux, una hipótesis que Ezreal le había dicho segundos antes de que ella saliera corriendo en busca de Vi.

—¡Heimerdinger! —gritó Vi a todo pulmón, atrayendo la atención de los presentes mientras el pequeño hombre corría hacia ella —. Cait te necesita urgentemente —bramó, la ira contra sí misma domándola por dentro.

—Yo los llevó, tú no puedes conducir en ese estado —intervino Zeri, montándose en su aerodeslizador rápidamente. Vi no discutió, cargó a Heimerdinger sin esperar que este hablara y trepó detrás de Zeri, una de sus manos aferrándose a las caderas de la rubia mientras ella aceleraba hacia el cielo, recorriendo sobre Zaun en dirección al bar.

« Por favor, no, ella no.»

                             ♡

Cuando Ahri atravesó las puertas de la guarida seguida de Ekko, Jinx sonrió abiertamente, sus ojos violetas enfocando la imagen del chico que miraba sin ver, totalmente ajeno a su entorno. Con una sacudida de cabeza Jinx guió el camino hacia su propio laboratorio, donde había establecido su habitación permanente, y pasó hacia una recámara dentro de esta. Había una pared transparente de un material que simulaba el cristal, pero era quinientas veces más resistente, una celda personalizada que Silco había hecho hacía años y todavía permanecía en excelente condiciones.

—Hazlo entrar —ordenó Jinx en un tono ansioso, Ahri cumplió y Ekko avanzó a paso firme hasta estar de pie en el centro de aquella plataforma, mirando hacia Jinx a través del material transparente —. Puedes retirarte —indicó, haciendo que la pelinegra se fuera.

Apenas la puerta se cerró, el hechizo de Ahri se rompió. Ekko parpadeó un par de veces, sujetándose la cabeza mientras intentaba permanecer equilibrado sobre sus pies; sentía como si hubiera estado mucho tiempo bajo el agua y ahora la atmósfera de la superficie lo presionara. Le tomó más de cinco minutos poder registrar dónde estaba y lo que lo rodeaba, admirando el blanco de las paredes que llegaban a causarle dolor de cabeza, el cristal frente suyo que le permitía ver más allá y la figura delgada de azul cabello y sonrisa ladina que lo miraba intensamente.

—¡Tú! —bramó él, precipitándose hacia el cristal hasta que sus puños impactaron en este, sin hacerlo vibrar siquiera.

—Puedes luchar contra esto todo lo que quieras, Ekko querido, pero no vas a conseguir nada, así que te sugiero que conserves energías —comentó Jinx con una sonrisa, caminando hacia el cristal lentamente —. Eres mío ahora, adáptate a eso.

—¡Maldita perra loca! Saldré de aquí y esta vez no te escaparás —espetó Ekko con rabia, apretando los dientes con tanta fuerza que a Jinx tuvo el pensamiento de que podría rompérselos. « Eso sería divertido. »

—Todavía no estás listo, pero en algún momento lo estarás —aseguró ella de forma enigmática, ladeando la cabeza y agitando los brazos alrededor de su cuerpo —. Ponte cómodo, estarás aquí una temporada.

No dijo más, Jinx se retiró dando saltitos emocionados mientras se carcajeaba abiertamente, cerrando la puerta de un portazo, ignorando los gruñidos de frustración de Ekko, sus puñetazos y patadas hacia el cristal o la manera en que este gritaba ofensas coloridas hacia ella. Todo eso no era más que combustible para su deleite personal. La segunda parte del plan estaba en marcha.

                             ♧

El aerodeslizador no había frenado totalmente cuando Vi ya se había lanzado de este, aterrizando sobre sus pies y corriendo dentro del bar, directo hacia su habitación. Su respiración era errática y su cuerpo temblaba, pero eso no la detuvo cuando atravesó la puerta de la habitación y avanzó hacia Cait, agachándose al lado de la cama y tomando su mano entre las de ellas.

—¿Vi? —llamó Cait, entreabriendo los ojos; estaba sudada, tapada con diversas mantas, temblaba y su pelo se pegaba sucio a su frente. Se veía enferma.

—Estoy aquí, Pastelito, para ti y para el bizcochito —aseguró Vi, besando el dorso de la mano de Cait mientras por la puerta entraba Heimerdinger.

—Vamos a ver qué ha pasado —afirmó el pequeño, subiéndose en un banco para estar a la altura necesaria y abriendo su maletín.

Vi se sentó en una silla, tomando a mano de Cait en todo momento mientras su pie se movía contra el suelo a una velocidad espantosa; sus músculos dolerían después, pero eso no importaba. Heimerdinger no decía nada, solo utilizaba diferentes objetos que Vi no sabía qué eran, examinando a Cait con cada uno de ellos, su mirada fija en la paciente y su expresión neutral no revelaban nada y esto aumentaba la ansiedad en Vi. Para cuando Heimerdinger guardó todos sus instrumentos y volvió a subir las mantas sobre el cuerpo de Cait, Vi sentía que le iba a dar un infarto allí sentada, su rostro estaba caliente y la cabeza parecía estar siendo martillada con fuerza.

—Al parecer fue una reacción al estrés —dijo Heimerdinger —. El bebé no controla la Arcana, esta es un sistema de protección y nada más, cuando Cait se convirtió en una amenaza al no mantenerse calmada, la Arcana atacó para defenderse. Los síntomas que tiene ahora son la respuesta de su cuerpo, la fiebre es preocupante, debemos hacerla bajar, pero no podemos usar shimmer ni nada similar, hay que recurrir a las técnicas antiguas, antes de la magia. Deberá de estar bien para la mañana.

—¿Qué debemos hacer? —preguntó Vi, soltando un suspiro de alivio al saber que todo tenía solución, pero la culpa no se iba, permanecía debajo, carcomiéndola, sabiendo que ella era la causa de ese estrés.

—Paños de agua fría, debemos refrescarla tanto como sea posible —indicó Heimerdinger —. Colócalos en la frente, nuca, pechos, axila, bajo vientre, espalda baja, cara interna de los muslos y parte posterior de las rodillas. A medida que se calienten por su temperatura los cambias por otros que estén fríos y sigues haciendo eso hasta que la fiebre ceda.

—Iré sacando el hielo —comentó Ezreal, haciendo que notaran su presencia. Vi no lo había visto en aquella esquina de la habitación sino hasta el momento.

—Yo me retiraré para ayudar a los heridos restantes, pero regresaré en la mañana y si antes de eso ocurre algo, avísame de inmediato —dijo Heimerdinger, ganándose un asentimiento de Vi, quien observó como Cait se había vuelto a quedar dormida antes de ir con el pequeño hombre hacia afuera del bar, donde Lux ya había llegado.

—¿Katarina? —preguntó Vi al salir.

—Se quedó con Bezar y Sevika atendiendo a los demás —informó Lux.

—Zeri —llamó Vi, haciendo que la rubia saliera de detrás de una columna en la que se había apoyado para fumar —. Haz que desplacen a todos hacia la plazoleta central del antiguo distrito bajo, fue limpiada hace un mes por orden de Caitlyn. Las tiendas de campaña pueden ser montadas allí hasta que la guarida sea reconstruida, aunque todos deberán de estar sanos para la noche, por si acaso.

—Te enviaré un informe cuando todo termine —aseguró la chica, subiéndose al aerodeslizador y cargando a Heimerdinger con ella.

—Ezreal y tú encárguense de todo, yo me quedaré atendiendo a Cait —continuó ordenando Vi, calmándose ante el asentimiento de Lux y de Ezreal, que venía a informar que había dejado el agua con hielo y los paños en la mesita al lado de la cama, para que Vi los usara.

Vi no dijo más, se adentró nuevamente en la casa, bajando las escaleras, y regresó al cuarto, sentándose al lado de Cait y mojando los paños, iniciando así el día más largo de su vida hasta el momento; aquel donde la mujer que amaba se encontraba inconsciente en su cama, mientras su bebé dentro intentaba estabilizar una magia que no controlaba y el mundo fuera de allí parecía hacerse añicos.

Jinx, una vez más, había sido el desencadenante de todo y Vi esa vez ya no sentía culpa por su pasado, solo lograba procesar el odio que aumentaba como un incendio cuando le echas gasolina. Jinx se las pagaría, Powder estaba muerta.

La noche había caído nuevamente, el informe de Zeri vino acompañado de Sevika y Katarina, que prácticamente asaltaron el bar como recompensa de su arduo esfuerzo. Vi leyó claramente todo lo que decía, habían instalado el campamento temporal, todos los enfermos se habían curado, solo necesitaban reposo.

Iniciarían a la mañana siguiente el proceso de evaluación de daños de la guarida, ver cuánto de esta era posible reconstruir. Habían muerto un total de ciento cincuenta y seis luciérnagas en esa explosión, menos de las que todos esperaban, si Vi era sincera, pero seguían siendo bajas considerables que dolían en el corazón de ellos. No podían hacer nada ya.

Vi se dejó caer en la silla con un suspiro agotado, su cuerpo dolía, su mente parecía haberse desaparecido y su cabeza era una tortura permanente. Llevaba despierta más de cuarenta y ocho horas a un ritmo vertiginoso de estrés y problemas, se había quedado dormida un par de minutos repetidas veces mientras cuidaba a Cait y eso la hacía sentir culpable; no merecía descansar, Cait estaba en aquel desastre por su culpa. Al final, Vi apenas estaba funcionando.

—Deberías de venir a acostarte conmigo —murmuró Cait con voz cansada, y fue como si a Vi le dieran una descarga eléctrica de momento. Se incorporó en la silla, mirando los ojos azules con bolsas negras debajo y la sonrisa suave que Cait le dedicaba.

—Pastelito —susurró Vi, inclinándose hacia ella y sujetando su rostro con delicadeza, depositando un beso suave, como si Cait pudiera romperse, y luego apoyando sus frentes juntas —. Juro que sentí que me moría.

—Pareciera que estás cerca —comentó Cait con una burla implícita, podía ver el cansancio en Vi y estaba preocupada —. Acuéstate conmigo, estoy bien ahora.

—Ni siquiera me he bañado, Cait, además necesitas descansar más —repuso Vi negando con la cabeza.

—Nada de eso me importa, acuéstate a mi lado y descansemos juntas —pidió Cait una vez más, su tono más imperativo en esa ocasión.

—Siempre tan mandona —murmuró con diversión Vi, quitándose las botas y dando la vuelta alrededor de la cama, para acostarse en el otro lado; abrazando a Cait, que no dudó en moverse hacia ella, y dejando un suave beso en la frente de esta —. Lamento tanto lo que pasó.

—No es tú culpa, ni del bebé, ni mía, simplemente pasó —aseguró Cait, haciendo espirales con los dedos por encima de la tinta de los brazos de Vi.

—Este bizcochito nos va a dar muchas sorpresas —comentó Vi, su voz pastosa y lenta, el sueño venciéndola con rápidez.

—Será como su madre entonces —rio Cait mientras respondía, dejándose llevar por el sueño una vez más cuando sintió las respiraciones estables de Vi y su cuerpo relajándose.

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Hola por aquí, ya regresé, pensaba actualizar más temprano, pero no pude.

En fin, me gustaría leer sus comentarios sobre este capítulo y ya saben, si creen que merezco el voto, lo dejan allí.

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