Capítulo 14- En su piel.
Caitlyn permaneció de pie y a una distancia considerable de la chica zorro mientras la veía adentrarse más en la habitación, manteniendo cercanía con la puerta por si a la mujer le daba por hacer algo que a ella no le gustase. La huida tenía que estar asegurada. Ahri la miraba divertida; acercándose al bar donde reposaban algunas botellas, tomó dos vasos y vertió en ellos algún tipo de alcohol dulzón que mezcló su olor con la casi intoxicante esencia que bañaba el aire.
—Adelante —ofreció Ahri, estirando su mano con el vaso hacia Caitlyn.
—No bebo —negó la peliazul secamente, su mirada fija en cada gesto de la otra mujer, analizando todo de ella, como le habían enseñado en la Academia cuando se preparaba para ser vigilante.
—Claro —comentó en un tono burlesco la pelinegra, depositando el vaso en una mesita y dándole un trago a su propia bebida.
—¿Podemos hacer esto rápido? Tengo cosas que hacer —solicitó Caitlyn, en ese tono imperativo que demostraba su costumbre de estar al mando.
—¿Le hablas a Vi de esa forma también? Porque a ella nunca le ha gustado que le digan que hacer —repuso Ahri con diversión. La provocación debajo de sus palabras caló a Caitlyn, pero esta siguió mostrando una expresión pétrea e impasible.
—Puede que no sepas esto, pero los gustos cambian conforme el tiempo pasa; quizás ella no sea la persona que tú conocías antes —rebatió Caitlyn con firmeza, intentando no caer en el juego de la zorra.
—Es cierto que ha pasado algún tiempo desde que la vi la última vez. Ella era apenas una chica de 15 años que cumplía su primer año de sentencia en Stillwater cuando nos conocimos —explicó Ahri, en un falso tono reflexivo que hizo a Caitlyn apretar los dientes—. Supongo que de su primera mujer a la actual deben de haber cambiado algunas cosas —Lo sabía, podía notar que esas palabras tenían como objetivo hacerla perder el control, pero no significaba que Caitlyn pudiera controlar el fuego que la recorría por dentro.
—Por eso se dice que es la última la que importa, porque esa elección es la que demuestra quien eres en verdad cuando tu personalidad está totalmente formada —repuso la peliazul de forma impasible, haciendo uso de todo lo que su padre le había enseñado cuando de niña ella se interesó en el motivo detrás de su expresión desinteresada al atender a los pacientes.
—Para eso habría que esperar a ver quién es la última —rebatió cizañeramente Ahri, escondiendo una sonrisa detrás del vaso mientras bebía.
—¿Qué quieres hablar finalmente? —preguntó Caitlyn, decidiendo que ese juego de tirar y aflojar se volvía cansino.
—¿Sabe Vi que estás embarazada? —soltó sorpresivamente Ahri, Caitlyn sintió el aire congelarse en sus pulmones—. ¿Te preguntas cómo lo sé? Puedo olerlo en ti. Todavía no se nota mucho, pero ese olor es inconfundible para mí —explicó la mujer, manteniendo el aire arrogante mientras hablaba—. ¿Me pregunto qué dirá Vi cuando sepa que su novia se ha revolcado con algún hombre oportunista y que ahora está preñada? —provocó, buscando atemorizar a Caitlyn.
—¿Tanto quieres saber? —preguntó Caitlyn, una sonrisa ladina de suficiencia adornando su rostro, su expresión tensa relajándose—. Deberías ir a decirle, así ves su reacción de primera mano —propuso Cait, negando suavemente con la cabeza—. Si eso es todo, me retiro. Tu presencia no es grata para mí —informó, dándole la espalda a la mujer mientras se iba, disfrutado de la superioridad que poseía en ese momento.
—Estaré en Zaun algún tiempo —interrumpió Ahri, esta vez su voz ya no sonaba tan divertida—. Alquilé esta habitación para poder disfrutar de mi estancia. Hay cosas que quiero resolver con Vi y puede que necesite dormir aquí por una temporada.
—Creo que tomaste la decisión correcta —respondió Caitlyn, mirándola por encima del hombro—. Este lugar parece ajustarse perfectamente a tu… carácter.
Sin decir más, Caitlyn abrió la puerta y salió de la habitación, dejando detrás a una Ahri frustrada que sentía que había perdido la primera batalla. En el calor del momento, Caitlyn pudo sentir su mente despejándose, sus pensamientos tomando orden a medida que caminaba fuera del burdel. Cuando el aire pesado de Zaun la golpeó al salir, su enojo inicial había desaparecido, su lado racional había tomado el control y los celos recluyeron dentro..., por el momento. Sintiéndose mucho más ligera, Caitlyn inició el camino a la guarida de las luciérnagas, pensando en que cuando Vi llegara tendrían que tener una conversación seria.
♧
La tarde se había extendido para Vi. Miguel y algunos otros empleados del burdel habían ido a llevarle los muebles y ella había pasado el tiempo organizándolos acorde a un croquis detallado que Cait había colocado en una de las paredes, sujeto con una chincheta, para que Vi no se confundiera en la organización.
Después de tener todo organizado había tenido que recibir los utensilios de consumo; siendo vasos, jarras, platos y demás; que se habían adelantado un par de días en su entrega como agradecimiento por la limpieza que Vi y Cait habían estado haciendo en Zaun.
La noche se acercaba cuando finalmente tuvo un instante de tranquilidad, observando como el bar se veía en increíble estado y todavía guardaba algo de la esencia que Vander en su estructura. Cait se había encargado de que Vi le explicara detalladamente todo del bar de cuando su infancia, recreando gran parte de este para que Vi y los zaunitas se sintieran más en confianza, como en casa.
Los ojos de Vi viajaron incontrolablemente hacia la puerta que daba al pasillo. Se había mantenido cerrada todo ese tiempo, nadie había entrado excepto por Vi, que había bajado a desempolvar todo una de las pocas tardes en que había venido sola porque Caitlyn se sentía mal.
Sus pies avanzaron sin que pudiera meditarlo, su mente embotada en una sola idea. La perilla giró bajo su mano, la puerta cedió. El pasillo oscuro la recibió silenciosamente; sus pasos no hacían ruido ninguno, como si perturbar esa calma fuese a ser el inicio del fin de todo; la segunda puerta se mostró ante ella y, al abrirla, la escalera le dio sensación de vértigo.
Concentró todo su ser en bajar un escalón a la vez, hasta que sus pies tocaron el fondo. Tomó una respiración profunda, sintiendo el peculiar olor de un sitio que lleva cerrado y solo demasiado tiempo, entonces abrió los ojos.
Su mirada avanzó en derredor por la habitación vacía, su mente evocando los recuerdos de antaño: una habitación llena de estantes, dos sofás, las puertas del fondo que daban a las dos habitaciones pequeñas; en una estaba la litera de Powder y ella, seguida de la otra donde estaba la de Mylo y Claggor.
Hubo un tiempo en que los cuatro dormían en la misma habitación, pero a medida que Vi y Powder habían ido creciendo Vander los separó y empezó a dormir él en el sofá del recibidor. Ahora todo estaba vacío. En algún punto de sus años en Stillwater, Silco lo había transformado todo y ya no quedaba rastro de quienes alguna vez habían vivido allí. Ella lo agradecía.
Un suspiro pesado salió de su boca, dándose la vuelta para retirarse del lugar; solo entonces percibió algo que no había visto antes: en el poste de carga detrás de la escalera estaban las marcas de crecimiento de todos ellos. Vander las había ido haciendo y Powder las había decorado todas con distintos colores. Rosado para Vi, amarillo para Claggor, verde para Mylo y azul para sí misma, junto con pequeños monstruos dibujados alrededor.
«¿Cómo no noté esto la primera vez que bajé aquí?»
La respuesta era sencilla e incluso estúpida: aquel día ella solo estaba concentrada en quitar el polvo y limpiar el suelo para salir de allí lo más rápido posible. Se acercó lentamente al poste, sus dedos trazando el rastro de marcas y pintura, los recuerdos azotándola con una fuerza bíblica, las lágrimas llenando sus ojos y cayendo en un rastro húmedo por sus mejillas. Su mano se detuvo al lado de la última marca de Powder, su pulgar trazando el nombre cuidadosamente.
—Lo lamento tanto —susurró, su voz tomada por el llanto—. Sé que debí de haber hecho más. Yo era la mayor y la líder, pero también era una niña que acaba de perderlo todo por segunda vez en la vida, Pow-Pow —Su lengua humedeció sus labios, su mano presionando firmemente contra la madera—. Reaccioné mal. Te lastimé cuando tú también sufrías y destrocé lo poco que quedaba de estabilidad en ti, aun cuando siempre supe que no estabas bien, que todavía tenías pesadillas en las noches, momentos en los que la ansiedad se apoderaba de ti e instantes en los cuales nadie podía acercársete, excepto yo.
Avanzó otro paso, arrodillándose delante del poste, su frente apoyándose allí donde estaba la marca más alta de Powder. Su respiración era pesada e irregular, las lágrimas se precipitaban al suelo desde su barbilla, su cuerpo temblando suavemente en la tristeza que la consumía.
—No puedo seguir así, aferrándome al recuerdo de quien eras y yo destruí —murmuró más bajo, su aliento golpeando la fría madera dibujada—. No puedo seguir culpándome eternamente y justificándote —continuó, su mente evocando la imagen de Powder delante de ella, sintiéndola como si fuera la frente de la niña la que estuviese pegada a la suya—. Tengo que dejarte ir, porque ahora no es solo mi bien o el de Caitlyn; hay alguien más involucrado que es inocente de todo y no puedo permitirte que le hagas daño —explicó, sabiendo que solo ella estaba escuchándose, pero eso precisamente era lo que importaba—. Lo lamento tanto, Pow-Pow, pero tengo que dejarte ir —Sus ojos se cerraron con fuerza, un sollozo escapó de ella y las lágrimas se desbordaron—. Te amé, Powder —En esa última aceptación susurrada, su mente evaporó la imagen de su hermana.
Las lágrimas pararon, los temblores aminoraron y finalmente Vi pudo tomar una respiración profunda. Sus músculos se tensaron y Vi se incorporó, sus dedos alejándose del frío poste sin volver a mirar. Pasó el dorso de su mano por su rostro, las vendas limpiando las huellas fantasmas de su llanto.
Sus pasos resonaron en la habitación a medida que subía, impregnando su presencia en el silencio, dejando atrás aquella etapa de su vida. Las cosas eran diferentes ahora, era una Vi distinta, era momento de aceptar eso; y, así, su caminata la llevó delante de la puerta de aquel estudio donde los carteles y diseños resplandecían en colores neón.
La campanilla sonó avisando su entrada e inmediatamente un muchacho salió de detrás de una barra. Sus globos oculares estaban tatuados en negro, una costumbre que Vi había visto mucho en la cárcel, tenía el cabello negro tirado hacia un lado y rapado del lado contrario, cientos de tatuajes recorrían su piel, mezclándose con las cicatrices, y su rostro era adornado por piercings en diferentes zonas.
Vi no pudo evitar sentirse relacionada con él de alguna manera, recordando el ardor de la primera vez que se acercó a la celda de aquel prisionero para que la tatuase y las horas que demoró cada sesión hasta que su tatuaje estuvo terminado.
—¿Se te ofrece algo? —preguntó el muchacho, sus ojos fijos en el tatuaje del cuello del Vi; el único expuesto por el momento.
—Quiero un tatuaje —afirmó ella, a lo que el joven solo asintió y la guió hacia dentro del estudio.
Su vida estaba marcada en su piel, en cada cicatriz, en cada diseño de tinta negra. Todo lo significativo para ella estaba gravado permanentemente en su cuerpo y, luego de esa noche, algo más también lo estaría.
♤
Caitlyn se mantenía sentada en el borde del balcón, sus pies colgando hacia fuera y sus manos entreteniéndose con un libro de los que había conseguido gracias a Heimerdinger; quien últimamente parecía más en calma con la realidad de que el bebé nacería, como si estuviera haciendo las paces con la idea. Sus ojos leían cada párrafo a la vez, hasta que fue obvio que no estaba leyendo nada. La noche hacía mucho que había caído y Vi todavía no regresaba.
La puerta de su habitación sonó dos veces antes de que Ekko entrase. Le había traído la cena más temprano y, al ver las claras intenciones de Caitlyn de ir a buscar a Vi, se había tomado como labor personal revisarla cada media hora para asegurar que no fuera a hacer una locura.
—¿Nada? —preguntó, como si no fuera obvio. Caitlyn le lanzó una mirada mordaz que hizo que el chico sonriera quedamente, entendía ciertos parecidos entre ella y Vi—. Estará bien, Caitlyn. Cuando llegue le gritarás hasta el cansancio sobre lo mal que está desaparecer así y luego ella te dará una explicación sobre lo que estuvo haciendo y listo, todo quedará olvidado.
—Luego del magnífico día que ha sido hoy, seguro —espetó Cait, cerrando el libro con fuerza.
—Sigo sin entender qué te ha puesto tan de mal humor —comentó Ekko, tomando asiento en el sillón cerca de Caitlyn.
—Nada, todo ha sido perfecto, desde la llegada de la zorra esa hasta la desaparición de mi mujer en la noche —respondió ella sarcásticamente, haciendo a Ekko reír a carcajadas.
—¿En serio estás preocupada por Ahri? —preguntó Ekko con diversión, recordando la verborrea que Cait le había soltado cuando él le preguntó sobre su regreso tan temprano, en la cual la piltoviana había hecho mucho énfasis en la sexy y estúpida mujer zorro que había aparecido y su para nada placentera conversación—. Pensé que después del jaque de la tarde esa partida había acabado.
—Eso fue hasta que Vi no regresó —espetó ella, un gruñido bajo resonando de su garganta.
—Por cierto, ¿Vi sabe que le dices mi mujer cuando ella no está presente? Es que ese tono posesivo no te lo he visto cuando andan juntas —preguntó Ekko con diversión, haciendo que Caitlyn lo mirase con rabia que se fue diluyendo hacia una risa, incapaz de mantenerse enojada con el chico diciendo tonterías cerca de ella.
—Supongo que algún día deberé de decírselo, capaz te grabo su reacción para que la veas —dijo Cait, riendo finalmente junto con Ekko.
—¿Decirme qué? —preguntó Vi, entrando en la habitación con expresión confundida ante el ambiente familiar de la escena. Caitlyn inmediatamente retomó su semblante enojado y Ekko contuvo la risa mientras se ponía de pie y caminaba hacia la salida.
—Os dejo solas —dijo en voz alta, deteniéndose un segundo al lado de Vi y poniendo su mano en su hombro a forma de apoyo—. Buena suerte. No ha sido un buen día —susurró en el oído de Vi, deslizándose fuera de la habitación y cerrando la puerta. Vi permaneció unos instantes estudiando el rostro enojado de Cait.
—Hola, Pastelito —saludó, sin saber qué hacer exactamente.
—¿Eso es todo lo que tienes para decir? ¿Hola, Pastelito? —preguntó Cait con molestia, sus brazos cruzados al frente y su mirada lanzando dagas hacia Vi.
—Lamento haber llegado tarde, pero estuve algo ocupada. Llegó el cargamento de los utensilios del bar, organicé todos los muebles que Babette envió como dejaste en el croquis y luego me distraje por un rato —explicó Vi, notando como el rostro que Cait, que se iba relajando, se frunció nuevamente con ira ante su última frase.
—¿Te distrajiste cómo? —inquirió Cait con ira mal contenida. Vi admitía que nunca la había visto así, pero últimamente su novia estaba muy impulsiva de diferentes formas y, a veces, eso incluía un enojo sin sentido.
—Te mostraré —respondió Vi, acercándose al balcón y cerrando la cortina.
Cait no le quitaba la mirada de encima, pero la dejaba ser, aunque permanecía a una distancia considerable de Vi. Por su parte, Vi respiró profundamente, dándole la espalda a Cait mientras deslizaba la chaqueta fuera de su cuerpo, tirándola sobre el sillón que antes ocupaba Ekko. Sus manos pasaron a sujetar con fuerza la camiseta que cubría su cuerpo por encima de su cabeza, tirando de ella para que subiera por su espalda, dejando la piel visible y quedándose solo en el corpiño negro que usaba debajo.
Los brazos de Caitlyn bajaron lentamente, su expresión suavizándose a medida que observaba la definida espalda de Vi. Su respiración se volvió lenta, ella avanzando en pausados pasos hacia Vi, hasta que su calor llegó hasta el cuerpo de la pelirrosa. Sus dedos se alzaron hasta trazar la piel del borde de las líneas negras que ahora cubrían más parte de Vi, sus ojos incapaces de despegarse del diseño.
Una nube recorría parte de la espalda baja de Vi, hacia la derecha, justo debajo de la rueda dentada que tenía la P referente a Powder en el gran tatuaje de engranajes. Dentro de la nube se podían leer “Tú eres de mala suerte”, las palabras que Vi le había dicho a Powder, la frase que había creado a Jinx. Sus dedos temblaron recorriendo el diseño, sintiendo lo que esa frase podía significar ahora.
—No es lo único que me hice —comentó Vi, sintiendo la delicadeza del tacto de Cait y el silencioso llanto que se deslizaba por su rostro. No quería que ella estuviera triste por algo que Vi había necesitado hacerse—. Mira más hacia arriba, a la izquierda.
Cait obedeció, su mirada deslizándose por la piel trazada con tinta en la dirección que Vi había indicado, hasta que sus ojos se encontraron con el otro tatuaje. Sintió su respiración acelerarse, las lágrimas que ahora fluían eran de felicidad, una emoción que lamentablemente no sentía a menudo en los últimos tiempos.
Demasiadas cosas habían estado pasando, el estrés de todos los eventos juntos y la aceptación de su maternidad, que no llegaba totalmente a alcanzarla, impedían que pudiera disfrutar su nueva vida. Sí, habían momentos alegres e instantes en los que estando con Vi todo pensamiento negativo desaparecía, pero eso no calmaba del todo su dolor.
—Vi —susurró, su frente apoyándose en el hombro de la pelirrosa, sus manos fijas en la piel de su espalda, sus lágrimas deslizándose por los trazados de los tatuajes. Vi se mantuvo en silencio, permitiéndole a Caitlyn tener ese momento, reconociendo la embriagadora emoción que Cait desprendía; ella también la había sentido—. Te amo.
Vi cerró los ojos, una respiración profunda llenando sus pulmones mientras su pulso se aceleraba. Ambas permanecieron así, en silencio, con la realidad cayendo sobre ellas mientras sus sentimientos estaban finalmente expuestos entre las dos. Durante el tiempo que sostuvieron esa cercana posición, con Caitlyn todavía llorando sobre la espalda de Vi; quien había llevado su mano a entrelazarse con la de ella; lo único en lo que ambas quisieron enfocarse era en los dedos de Cait dejando caricias en el tatuaje.
La imagen se seguía reproduciendo en su mente mientras sus dedos la trazaban, detallando cada línea de aquel engranaje nuevo entre los demás, las letras C.K grabadas encima, las palabras dentro que rezaban “La luchadora de Cait”. Una marca permanente en el árbol genealógico que Vi tenía en su piel, en su historia y en su vida.
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Que tensión, por Dios. Jajajaja.
¿Qué opinan de la respuesta final de Cait en su conversación con Ahri?
¿Qué piensan del tatuaje de Vi? Admito haberme inspirado para la frase en un fanart que vi en Pinterest, no lo subo porque no sé los créditos y no quiero faltarle el respeto a nadie, así que bueno.
¿Qué creen del capítulo en general? Me dejan saber en comentarios y ya saben, si les interesa, SIGUIENTE🔜🔜🔜
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