Capítulo 13- Una visita entrometida.
El sonido de la soldadura llamaba a Jinx con diversión. Su mente desfiguraba la imagen delante de ella y la unía de nuevo, observando a El químico terminar los prototipos que ella misma mejoraría posteriormente. Dando saltos alegres se acercó a donde estaba Viktor, que se mantenía neutral ante todo, sentado en una silla en la esquina. Cuando la chica estuvo delante de él, fue que el hombre alzó la mirada.
—Ven conmigo —ordenó la peliazul. Aunque su tono pareciera una petición sana, Viktor había aprendido a lo largo de ese mes que no lo era. Nada que viniera de ella era sano.
Se puso de pie, siguiendo con pasos firmes el cuerpo saltarín de la muchacha, dejando atrás a Signed, quien ignoró a propósito todo el intercambio; sabía que Jinx no le haría daño a Viktor, incluso en su locura ella era consciente de que lo necesitaba. Caminaron por unos siete minutos hasta que Jinx se detuvo delante de una puerta de metal que se mantenía sellada casi siempre. Por lo que Viktor sabía, allí era donde ella trabajaba todo lo que quería; su laboratorio personal, por decirlo de alguna manera.
—Esto te va a encantar —aseguró la joven, mordiéndose el labio mientras se inclinaba hacia adelante con una floritura y abría la puerta, adentrándose con Viktor siguiéndole los pasos—. ¿Listo? —preguntó, parada justo al lado del interruptor de la luz—. Contempla mi obra.
Jinx encendió las luces, eran tan intensas que por un instante Viktor tuvo que entrecerrar los ojos, aun en la habitación pintada absolutamente de negro. Sus ojos se fueron adaptando a la nueva iluminación, hasta que pudo repasar todo en derredor con normalidad, deteniendo la mirada en lo que Jinx había querido mostrarle.
Delante de él se alzaba un traje de combate, una armadura, para ser más específicos. Se mostraba detallada en tonos azules, con una hombrera gruesa en la parte izquierda que se cruzaba por su pecho e incluso tenía incluido los barrotes firmes para su pierna lastimada; que usando el shimmer y los trazos restantes de Hextech en él, ya no dolía, pero seguía necesitando soporte para mantenerse en pie. Incluía unos guantes y una capa azul con forro interior negro. Era más gruesa que su propio cuerpo, pero eso suponía una ventaja, porque al acercarse notó los reforzamientos internos que prevendrían daños en caso de recibir algún golpe.
—Puedo decir que te gusta —comentó Jinx con una sonrisa arrogante de aire triunfal, su labio marcado por sus dientes y la alegría desbordante de su persona.
—Es increíble —concedió Viktor, estirando la mano para tocar el firme material metálico de la armadura.
—Creo que deberías de empezar por esto —sugirió Jinx, haciendo a Viktor sobresaltarse al escucharla hablándole por la espalda; no sabía en qué momento ella se había movido hasta detrás de él.
Se giró para verla, prestando atención a la máscara con aspecto de calavera de algún tipo de animal que ella sostenía en las manos. La mirada expectante de Jinx recaía en él, que se limitaba a observar el raro ítem con curiosidad. Sus manos finalmente se alzaron hasta tocar la máscara, tomándola de las manos de Jinx y sintiendo su peso. No era demasiado pesada como para ser incómoda, pero dejaba sentir que la traías en la mano, notando que su función era también proteger su rostro, no solo ocultarlo.
—Con esto puedes tener una nueva identidad, ser quién tú quieras —dijo Jinx suavemente, rondando a pasos lentos alrededor de Viktor—. Nada te detendrá, si estás dispuesto a darlo todo —Viktor tembló ante lo que esas palabras significaban, sintiendo la penetrante mirada de Jinx sobre él, vistiendo su cuerpo con ansiedad—. ¿Qué dices? —Ella dejó la pregunta sostenida en el aire entre ellos, haciendo la espera indefinida.
Viktor respiró profundamente, sus manos temblaron de forma ligera mientras subía la máscara hasta su rostro, colocándola. Cerró los ojos, limitándose a sentir como la fabricación se ajustaba a sus medidas, sintiéndose cómoda y práctica, adaptándose a la sensación de pesantez extra en su rostro, al frío que calaba por el metal. Los temblores se detuvieron, Viktor se sintió sobrecogido por el verdadero significado de aquel gesto. Él era importante, él era necesario, él tenía poder. Viktor abrió los ojos y Jinx rio con fuerza.
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La tensión inicial en la guarida de las luciérnagas se había mitigado un poco con la estancia de Vi y Caitlyn, sobre todo porque la peliazul se limitaba a no salir de aquella habitación excepto para lo imprescindible; que afortunadamente Ekko comprendió que no incluía la actividad de comer, permitiendo que Vi le llevase la comida al cuarto.
La mayoría solo las veían cuando se iban juntas cada mañana y luego regresaban tarde cada noche. En ocasiones en que Caitlyn estaba muy cansada o su estómago estaba muy revuelto, solo Vi dejaba la guarida y Ekko se encargaba de suministrarle alimento a Caitlyn, pese a las quejas de ella sobre que podía bajar sola a buscarlo para no ocasionarles molestias.
Contrario a lo que pensaron, Ekko resultó llevarse bien con Caitlyn. Había visitado a Vi en varias ocasiones en el dormitorio para hablar del progreso del plan de reparación, lo cual había causado que también tuviese que tratar directamente con Caitlyn. De alguna forma la piltoviana se las había arreglado para mostrarle a Ekko ese lado de ella que Vi había visto desde el primer día, haciendo que el chico se relajara a su alrededor, por lo que no le era molestia evitarle malos ratos llevándole la comida a la habitación para que no enfrentara las miradas nada agradables que en más de una ocasión habían desesperado a Vi, llevándola casi al límite de golpear a alguien.
El trabajo de reparación había tomado más tiempo del que ambas habían considerado, incluyendo el tiempo en que Vi tenía que pasar reuniéndose con los ciudadanos de Zaun, organizando el desplazamiento de los negocios turbios hacia el Este bajo el control de Sevika, manejando la nueva administración de la población y los trabajos. Cait no podía evitar reírse al verla gruñir cada vez que tenía que detener sus planes de limpieza o reconstrucción para ir a poner orden en alguna zona donde se desataba una pelea por motivos estúpidos.
Pese a todo, Caitlyn admitía que Vi tenía un talento nato para liderar; había logrado no solo que Sevika se retirase, sino que todos los habitantes de Zaun, en mayor y menor medida, la aceptasen como la nueva líder. Ella solía atribuirlo al recuerdo de Vander, pero Cait podía ver admiración y esperanza en la mirada de muchos de ellos. No, no todo era por Vander. Con todos los contratiempos, no fue de extrañar que recién terminaran de arreglar el salón de entrenamiento y juegos.
—La puntuación más alta, ¿eres tú? —preguntó Cait, observando el marcador del juego de entrenamiento para lucha que estaba en una tarima pequeña en una esquina de la habitación.
—Sí, lo marqué cuando tenía 14 años —respondió Vi, acercándose por detrás de ella y abrazándola por la espalda, sus manos descansando en el vientre que finalmente mostraba indicios de tener vida en su interior. Era apenas una pequeña curva marcada, pero la ropa empezaba a quedarle apretada y Cait había tenido que empezar a utilizar sus blusas elásticas.
—Me pregunto qué puntuación harías hoy día —comentó Caitlyn con intriga, haciendo que Vi la mirase con una ceja alzada en su dirección.
—¿Estás desafiándome, Pastelito?— preguntó la pelirrosa con un tono coqueto.
—Muéstrame qué sabes hacer —provocó la mayor, saliéndose del abrazo de Vi y moviéndose hacia un lado, bajando de la pequeña tarima para dejarle a Vi el espacio que necesitaba.
—Ya verás —murmuró Vi por lo bajo, una sonrisa divertida adornando su rostro.
Vi encendió la máquina, poniéndose en posición para golpear cuando iniciara el juego. Tardó unos segundos, pero apenas las primeras esferas giraron para que las barras la golpearan, Vi inició una serie de golpes precisos y veloces que la hacían desafiar sus propios movimientos, acelerando en cada giro, presionando con más fuerza en cada acierto, su puño vendado impactando con los duros colchones o las barras, el marcador subiendo por segundos.
Caitlyn se limitaba a admirar el estilo salvaje de lucha de Vi. Era casi inverosímil la manera en que su memoria muscular se encargaba de todo, porque Cait podía perfectamente notar que Vi no estaba pensando sus movimientos; nunca lo hacía. El golpe final fue directo al centro, la máquina se detuvo, el marcador paró y un nuevo record estaba sellado.
—Bueno, eso fue impresionante —comentó una voz, ligeros aplausos acompañando cada palabra. Vi y Caitlyn se pusieron inmediatamente alertas, con la pelirrosa acercándose a Cait y cubriéndola con su cuerpo defensivamente—. No hay de qué preocuparse, no vengo a hacer daño— dijo la mujer, avanzando hacia la luz del sol que entraba por las ventanas, sus tacones rojos marcando cada paso mientras su figura era desvelada.
—¿Ahri? —preguntó Vi, de alguna forma dubitativa e impresionada.
—Sabía que me reconocerías —aseguró la mujer, una sonrisa radiante iluminando su rostro mientras avanzaba más hacia Vi y Caitlyn, sus curvas contoneándose encerradas en aquel vestido rojo, su negro cabello acentuando sus rasgos en contraste con la pálida piel.
—Es bueno verte —comentó Vi, relajando su postura y saludando afablemente. Ahri sonrió ante la manera en que Vi se mostraba más natural—. ¿Qué haces aquí? —preguntó confundida. De las pocas conversaciones que Vi recordaba haber tenido con Ahri, se encontraba una en la que enfatizaba que nunca visitaría Piltover o Zaun.
—Escuché sobre la independencia de Zaun y la nueva líder que ponía orden en la ciudad y no pude evitar reconocer el nombre y la descripción —explicó Ahri, sus ojos fijos en los de Vi en todo momento—. Pensé que podría darme una vuelta —añadió, su tono bajando a uno más ronco y lento que puso las alarmas de Vi alertas enseguida.
—Ella es Caitlyn —soltó Vi de repente, notando lo peligroso que todo podía ponerse si Ahri en serio estaba hablando de la manera que Vi había interpretado; recordaba el estilo de la mujer zorro, sabía lo que pasaba, por eso tenía que apresurarse a ponerle fin—. Es mi novia —explicó, enfatizando claramente las palabras—. Cait, ella es Ahri, una conocida de la cárcel.
—¿Estuviste en Stillwater? —preguntó Caitlyn, quien se había mantenido en silencio observando el intercambio mientras una sensación agria subía por su cuerpo, por eso no pudo contener la forma brusca en la que habló.
—Dos años y medio —explicó Ahri, finalmente mirando a Caitlyn, su lenguaje corporal volviéndose más recio y su voz más fría—. Me atraparon en algunos negocios extraños en las fronteras y consideraron que una condena sería entretenida —Ahri movió sus orejas de zorro, manteniendo el contacto visual con Caitlyn. Vi supo que algo malo se avecinaba cuando vio la sonrisa ladina con aires pervertidos que Ahri adoptaba, no tuvo tiempo de prevenirlo—, y vaya que fue entretenida —añadió, su voz raspando un tono obsceno mientras sus ojos se desviaban hacia Vi, quien en ese instante deseaba que la tierra se la tragase.
—Creo que esta conversación ha llegado a su final —espetó la pelirrosa, notando la tensión palpable proveniente de Caitlyn y sobre todo, sintiendo su propia ira corriendo por dentro—. Querías verme, ya me viste, puedes irte —bramó, dejando en claro que sus palabras no eran una sugerencia.
—Entiendo —respondió Ahri con una sonrisa relajada, girando sobre sus pies y caminando hacia afuera del local. Su mano se posó en la puerta y sus ojos rasgados se fijaron en Caitlyn unos segundos antes de mirar a Vi, barriendo con la mirada todo su cuerpo musculoso—. Estaré por los alrededores unos días, por si decides venir a buscarme para recodar buenos tiempos.
Vi quiso contestarle, su cuerpo se movió hacia adelante por inercia con toda la intención de asestarle en el rostro a Ahri uno de los puñetazos que antes recibía la máquina, pero la mujer zorro ya se había ido y ahora ella era quien tenía que enfrentar su propia rabia y la de Caitlyn.
Lentamente, temerosa de lo que podría encontrar, Vi se giró para mirar a Caitlyn, quien sostenía una mirada pétrea imperturbable que a Vi le recordó a la madre de Cait. La ira desapareció por el momento, dejando paso a la incomodidad y luego al miedo, sabiendo que Cait podía estar pensando cientos de cosas, las ciertas y las que no.
—Escucha, Pastelito… —intentó decir Vi, acerándose a Cait un paso, pero se detuvo al verla retroceder y alzar la mano delante de ella en un gesto para que parase.
—Vi, ahora no — interrumpió Cait, su respiración ralentizándose y su voz bajando a un tono firme de frustración—. Este encuentro ha sido demasiado y en este momento estoy furiosa, no sé si por las hormonas, los celos o una nefasta mezcla de ambos, pero lo que digas ahora no lograré comprenderlo y todo será peor, así que ahora no —explicó Caitlyn, dejando en claro que no era una sugerencia. Vi lo aceptó, asintiendo activamente con la cabeza— Iré a ver a Babette, dijo que los muebles que encargué para el bar ya estaban allí.
—¿Irás sola? —preguntó Vi, notando como Cait se colocaba aquella ancha chaqueta por encima y cerraba apropiadamente las hebillas de sus cintos de pierna.
—Tengo dos armas, una excelente puntería, un desbalance hormonal y un enojo de mil demonios —enumeró Caitlyn con fiereza, mirando a Vi como si pudiera evaporarla—. No creo que sea un problema —especificó, caminando hacia fuera del local a paso firme y dejando a Vi parada en el medio del salón, un suspiro saliendo de sus labios y el enojo finalmente cubriéndolo todo.
Caitlyn caminaba veloz, pasando entre los zaunitas que afortunadamente ya se habían acostumbrado a verla por el lugar; no todos la recibían, pero nadie la molestaba. Su cuerpo se movía solo mientras su mente maquinaba todas las formas en que podía hacer zorro a la parrilla.
Era una estupidez, ella lo sabía. No podía culpar a Vi por tener una vida antes de ella, aunque esa vida se hubiese desarrollado dentro de las paredes de Stillwater. Había sido obvio desde la primera vez que para Vi estar con una mujer no era algo nuevo; nunca habían tenido esa plática porque Caitlyn misma lo consideraba intrusivo y fuera de lugar.
Que ella no hubiese dejado salir sus deseos no significaba que Vi tuviera la culpa, pero cuando esa mujer se había aparecido en el local toda curvas, tela roja y voz seductora, hablando en tono coqueto, Caitlyn había sentido su sangre bullir.
Lo peor era que había reconocido que Ahri lo había hecho a propósito, podía ver el deseo de provocar la ira en Caitlyn latente en cada una de sus palabras y gestos; pero no había podido detener la reacción de todas maneras, porque igualmente podía notar que sus intenciones no eran solo esas. Ella quería a Vi, molestar a Caitlyn era el bonus.
Caitlyn soltó un suspiro pesado mientras tocaba la puerta del burdel, con el guardia dejándola pasar como ya era costumbre. Desde que Vi había tomado el mando era muy recurrente que vinieran a ver a Babette, por lo que sus trabajadores se habían acostumbrado a su presencia. Caminó hacia la oficina de la mujer de orejas puntiagudas, manteniendo la mirada fija en el pasillo e ignorando las múltiples habitaciones que desde tan temprano ya estaban ocupadas. La privacidad parecía un concepto perdido dentro de aquellas paredes.
—Caitlyn, que gusto verte —saludó Babette, sonriendo y elevando las orejas. En el último mes ambas se habían relacionado tanto que de cierta forma podían considerarse amigas; nunca como Vi, pero su relación era buena—. Supongo que viniste por los muebles —comentó, poniéndose de pie y abriendo la puerta que llevaba al pasillo externo.
—Vi está ocupada terminando con el salón de juegos, así que pensé en venir yo —confirmó la peliazul, siguiendo a la señora hacia el almacén trasero, donde una amistad había dejado las mesas encargadas, con las sillas y los dos sillones nuevos.
—Me alegra saber que ya casi lo tienen todo para abrir, a Zaun le vendría bien tener La última gota disponible de nuevo —comentó la madame, dejando que Caitlyn inspeccionara el trabajo a conciencia—. Mi amigo me comentó que hace muebles de casa también, sé que quieren mudarse para debajo del bar y que no tienen nada allí, priorizando el negocio.
—Es cierto, pero por el momento no será posible. Todos mis ahorros se van en estos muebles, los demás utensilios como vasos y mescladoras, además del primer cargamento de alcohol —explicó Caitlyn, su mano se deslizó por la madera, probando la calidad— ¿Cuánto cobrarían por llevarlos al bar? —preguntó, incorporándose para observar todo.
—Haré que Miguel y los muchachos lo lleven, libre de costo —aseguró Babette—. También quería darte esto. Es un regalo que creo que les vendrá bien a las dos para liberar estrés, ábrelo en casa —dijo, acercándose a Caitlyn y pasándole una caja mediana, algo estrecha.
—Gracias, quiero decir, por todo —contestó Cait, guardando la caja en su mochila.
—No pasa nada, iré a llamar a los chicos para que lo lleven, aprovechando que Vi está allá —informó la señora, dándole una palmadita cariñosamente suave a Cait en el muslo—. Tú deberías ir a casa, en tu condición es bueno descansar y no sofocarse tanto.
Caitlyn observó por última vez todos los muebles antes de suspirar y salir del almacén, regresando por el pasillo, nuevamente ignorando de forma activa los gemidos que se mezclaban con conversaciones por todo el lugar. Dobló por el pasillo de las habitaciones privadas, esas que sí tenían puertas e incluían precio nocturno; Babette les había dado carta blanca a ella y a Vi para usarlo y llegar a la puerta trasera, cortando camino para ir a casa cuando la visitaban.
Una puerta se abrió abruptamente cuando ella pasó frente de esta, mostrando a la última persona que Caitlyn hubiese querido ver en ese instante.
—Caitlyn, ¿cierto? Me pareció sentir tu olor —comentó Ahri, sonriendo arrogante y apoyando su cuerpo de forma sensual contra el marco de la puerta.
—La mujer zorro —saludó Caitlyn en reconocimiento, conteniendo la intención de hacer cualquier juego de palabras que mostrase lo que verdaderamente pensaba de Ahri.
—¿Podemos hablar? Tomará solo unos minutos —pidió la pelinegra, abriendo la puerta de su habitación de forma insinuante.
No quería, más que eso, no debía de hacerlo; sabía que era un error y que todo en Ahri estaba destinado a atraerla para que su voluntad se doblase y obedeciera, pero incluso ella era capaz de notar que Ahri no necesitaba usar sus poderes para convencerla. La intriga y, por encima de eso, los celos, eran un móvil potente en la decisión.
Caitlyn dio una inspiración profunda, pasando por alto la mirada altanera de Ahri mientras sus pasos la guiaban dentro de la habitación y Ahri cerró la puerta.
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Holaaaa, pequepinkypitufibolas, finalmente pude actualizar.
¿Opiniones del capítulo?
A lo largo del fic usaré personajes del juego y personales míos, espero que esa idea les guste. Aclaro, lo que los personajes de LoL hagan aquí no tiene nada que ver con mi gusto por ellos.
Comentarios, dudas o sugerencias, déjenlos sin problema y sí todavía les gusta el fanfic, pues SIGUIENTE🔜🔜🔜
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