Capítulo 11- Entre golpes y palabras.
Vi estaba terminando de vestirse, después de una considerablemente larga discusión entre ella y Caitlyn sobre lo mala idea que era ir a enfrentar a Sevika en su primer día allí.
Vi al final había podido convencer a la antigua vigilante, consiguiendo que se tranquilizara en la medida de lo posible y bajando a ver a Ekko para pedirle de favor que entregasen un mensaje a la mujer donde Vi la citaba en el bar La última gota; en honor a las cientos de peleas que tuvieron en el lugar, pero también a Vander, quien durante su vida había hecho del sitio una zona neutral y segura.
—Prometiste que evitarías la pelea si era posible —comentó Caitlyn, viéndola subir las mangas de la chaqueta verde oscura, asegurando un mejor agarre de los guanteletes.
—No significa que vaya a ir sin nada que me proteja —repuso Vi—. Esto es Los Carriles, no puedo solo ir a hablar de paz y amor como si no estuviera en riesgo de que ella me matase —explicó Vi, arrepintiéndose al instante cuando vio el rostro de Cait ponerse lívido—. Oye, tranquila. Es solo seguridad extra, pero estoy casi segura de que eso no pasará —intentó arreglarlo, acercándose a Cait y sosteniendo su rostro suavemente con sus manos.
—Esto es una locura —murmuró la peliazul, poniendo sus manos encima de las de Vi, sintiendo sus pulgares deslizándose con delicadeza por sus mejillas.
—Es necesario, necesitamos la mayor seguridad que podamos obtener —repitió Vi por quinta vez en aquel día; ciertamente había tenido que acudir a todos los argumentos para que Cait cediera a dejarla ir sin perseguirla más atrás.
Vi lo sabía, eso era lo que más preocupaba a Cait, la idea de que esta vez ella no estaría allí para protegerla si algo salía mal. El recuerdo grabado en su mente de aquella primera pelea que Vi tuvo con Sevika delante de Cait y como casi muere luego de eso, añadiendo que a lo largo de los tres meses en Piltover, con ocasionales visitas a Zaun, ella no siempre había sido la que se levantó triunfante luego de luchar contra Sevika.
—Confía en mí, Pastelito —dijo Vi, mirando fijamente a los ojos azules de Cait, que la observaban con aprensión—. Te prometo que volveré.
Caitlyn no dijo nada, no podía, simplemente se inclinó hacia adelante con fuerza y unió sus labios a los de Vi, besándola con una desesperación palpable. Sus brazos pasaron por encima de los hombros de la menor y sintió el agarre de los dedos de Vi en sus caderas, manteniendo sus cuerpos juntos mientras sus lenguas recorrían todo el interior de sus bocas entre jadeos, suspiros, mordidas suaves en los labios y la intensa succión de una sobre la otra.
Cuando se separaron, el pecho de Vi subía y bajaba de forma marcada, su respiración se limitaba a jadeos profundos y una sonrisa divertida se formó en sus labios, sosteniendo su frente pegada a la de Caitlyn.
—No hay jodida forma que no vuelva después de eso, Pastelito —aseguró Vi en palabras jadeantes, haciendo a Caitlyn sonreír.
—Bien, esa era la idea —confesó Caitlyn, mirándola divertida antes de soltarla, dejando salir un suspiro nervioso.
—Estaré de regreso, lo prometo —dijo Vi, levantando su mano para deslizar su pulgar por la mejilla de Caitlyn, bajando a su barbilla un segundo para luego retirarse; ese gesto de despedida que Caitlyn jamás confesaría cuánto le gustaba en la misma medida que la aterrorizaba.
Vi se puso los guanteletes y caminó hacia fuera de la habitación, mirando hacia atrás un momento para ver a Caitlyn sonreírle con confianza, apoyándola; porque de nada servía hacerla sentir mal en ese punto si igualmente tendría que ir a enfrentarse con Sevika. Sus ojos se encontraron y Vi le dio un pequeño guiño a Cait antes de voltearse hacia adelante y seguir caminando, bajando las escaleras y saliendo del edificio con prisa, reuniéndose con Ekko abajo, quien la esperaba en el aerodeslizador para llevarla; porque, sobre todo, Vi era su amiga.
—¿Lista? —preguntó Ekko, Vi inspiró profundamente antes de mirar hacia el balcón de su habitación con Caitlyn.
—Nunca lo he estado menos —admitió, girándose de frente a Ekko de nuevo—. Vamos.
La trayectoria fue rápida, ciertamente Vi tenía que convencer a Ekko de que le diera uno de aquellos aparatos voladores en algún momento, le encantaría aprender a montarlos. Para cuando el chico se detuvo delante del vacío bar, Vi ya podía observar desde afuera que las luces estaban encendidas, prueba de que Sevika estaba dentro. Tal cual habían hablado, Ekko no se quedaría a esperarla. Luego de que Vi bajase él le deseó suerte y se retiró, aún preocupado por la joven.
Vi respiró hondo, sintiendo el hormigueo que siempre recorría por su piel antes de que una lucha se exacerbara; caminó hacia la puerta y la empujó, abriéndola y viendo a Sevika cómodamente sentada en un sillón, esperándola, con el brazo metálico perfeccionado y lista para atacar si Vi lo hacía.
—Me alegra que aceptaras mi invitación —comentó Vi, manteniendo una distancia prudencial y observando los destrozos de la última pelea que habían tenido allí. Nadie había arreglado nada después de eso.
—Estoy segura de que sí —dijo Sevika, dándole una profunda calada a su cigarro—. ¿Empezamos o qué? —preguntó ella, poniéndose de pie de forma amenazante.
—La verdad es que quería intentar hacer esto sin golpes de por medio —confesó Vi, cargando sus guanteletes hasta el máximo—, pero ese simplemente no es mi estilo.
Sevika tiró la mesa hacia un lado mientras Vi corría hacia ella. Ambas mujeres gritaron y Vi fue la primera en impactar su puño contra el cuerpo de la mujer mayor, empujándola varios metros y haciéndola golpearse contra la pared detrás de la barra.
Sevika no tardó en recuperarse, corriendo hacia Vi; quien intentó esquivar el golpe de su puño, encontrándose con que Sevika le había engañado, haciéndola desviarse a dónde la quería exactamente. La pierna de Sevika, cubierta por botas metálicas envueltas en cuero, conectó con la costilla de Vi, haciéndola rodar varios metros y gruñir de dolor, pero no por eso la chica permaneció en el suelo.
Sus cuerpos volvieron a impactar, Vi asestando un golpe en el lado derecho mientras las garras de Sevika rasgaban la piel de su costado, afortunadamente no llegando a apuñalarla en esta ocasión. Aprovechando el impulso, Vi usó el guantelete para descargar energía en el suelo que la propulsó en la misma dirección en que su golpe envió a Sevika, alcanzándola y golpeándola contra la pared en un puñetazo que hizo que la mayor escupiera sangre.
Sevika aprovechó el instante en que Vi retrocedió para volver a golpearla, desequilibrándola y alcanzado a pegarle con su mano metálica en el rostro, causando un corte en la frente de Vi que hizo que la sangre que brotaba cegara su ojo al caer dentro. Vi escupió en el suelo y se puso de pie, cargando nuevamente los guanteletes y corriendo hacia Sevika. Esta vez se impulsó con sus piernas, elevándose en un salto que le daba la ventaja.
Sevika intentó resguardarse con su brazo, pero Vi logró llegar a ella y cayó en un golpe firme con todo el peso de su cuerpo. El guantelete finalmente destrozó la armazón externa del brazo robótico, causando un estruendo mientras Sevika usaba su brazo normal para pegarle otro puñetazo a Vi, pero la batalla ya estaba perdida.
Vi jadeaba mientras veía a la mujer mayor tirada en el suelo; su brazo metálico unido a su cuerpo, pero incapaz de moverlo; su boca manchada con sangre y algunos cortes en el rostro. Nada que Vi no hubiese visto antes, además, era consciente que ella tampoco estaba en su mejor momento. Podía sentir sus costillas magulladas, el ardor de la herida sangrante del brazo y su rostro que empezaba a inflamarse allí donde había recibido los golpes.
Escupiendo sangre brillante, Vi dejó caer los guanteletes, acercándose al almacén pequeño debajo de la barra y sacando una botella de un alcohol muy fuerte, junto con dos vasos; saltando la ironía de que después de tantas peleas ese pequeño espacio siguiera protegiendo su contenido. Vander siempre decía que nada que guardase allí colapsaría ni aunque tirasen abajo el bar.
Con una ligera mueca de dolor se acercó a donde Sevika descansaba, aun en el suelo contra la pared, sentándose frente a ella y apoyando su espalda en uno de los sillones que estaban tirados de lado en el suelo. Vi abrió la botella y sirvió ambos vasos, estirándose lo suficiente como para entregarle la bebida a Sevika, quien no protestó, tomándola y bebiendo un gran sorbo. Vi hizo lo mismo, sintiendo el ardor familiar bajar por su garganta.
—Te admiraba —confesó Vi, mirando fijamente a Sevika cuando bajó su vaso—. De pequeña solía pensar que eras una mujer impresionante por imponerte entre tantos hombres, incluso contra Vander. Ver que le traicionaste fue como perder un ídolo —admitió, una sonrisa triste desfigurando su expresión cansada.
—Vander estaba sumido en la culpa, no veía más allá de eso, no entendía que seguir viviendo como lo hacíamos no era vivir —explicó Sevika, sin importarle nada ya, no podría cambiar lo pasado ni aunque quisiera—. Silco quizás no tenía los mejores medios, pero su intención no era mala. Quería nuestra autonomía absoluta, ni siquiera le importaba ser quien tuviera el poder o no, siempre que fuéramos libres.
—Hablas de él como si hubiese sido un héroe —comentó Vi, mirándola intrigada.
—Lo fue, para muchos de nosotros lo fue —admitió Sevika, dándole un profundo trago a su vaso e inclinándolo hacia Vi cuando estuvo vacío. La pelirrosa rellenó el contenido y luego volvió a servirse a sí misma—. Estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta por asegurar que Zaun se alejara de Piltover, que dejáramos de ser la mancha oscura de la Ciudad de Arriba. Como dije, sus métodos no eran los más éticos, pero sus intenciones sí y no había muchas formas de hacer entender a la clase alta.
—Le eras muy fiel, ¿no? —dijo Vi, viendo en la mujer la misma emoción que años antes ella había sentido por Vander.
—Todos los que entendíamos su punto de vista le éramos fiel— repuso Sevika, bebiendo a la par de Vi—. Solo unos pocos egoístas con deseos de poder y sin sentimientos no lo eran, aunque mayormente las dudas sobre él caían por Jinx.
—¿Jinx? —preguntó Vi en tono amargo, sintiendo el ácido del alcohol subirle de regreso por la garganta, bajándolo con otro trago y rellenando su vaso.
—Aunque parezca increíble, él la amaba, Vi —declaró Sevika, su rostro relajado—. Él no la convirtió en lo que tú conociste, ella sola desarrolló esas características. Tus palabras de aquella noche activaron algo en la parte jodida de su cabeza; no fue tú culpa enteramente, eras una mocosa impulsiva que acaba de perderlo todo, pero ella también era una niña y no comprendía. Él estuvo allí para ella en ese proceso, Silco fue quien la aceptó aun con todas sus peculiaridades, nunca quiso cambiar nada de ella, porque todo la hacía feliz. Ella siempre fue su prioridad desde aquel día, hasta su último suspiro.
—Es… difícil de creer —repuso Vi, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos. La idea de que Silco hubiese sido un padre y el apoyo de Powder allí donde nadie más lo fue le enviaba una extraña sensación agridulce.
—Para todos lo fue, pero era así —añadió Sevika, rellenando su vaso y sonriendo de medio lado—. No me escuchaba ni a mí. Jinx le daba más problemas que soluciones, pero si siquiera te atrevías a insinuarlo él mismo te rectificaba de forma poco amable y muy sádica. Jinx era su mundo, su todo. Habría que ver la de barbaridades que hizo y él siempre la excusó, nunca la castigó. Para él, ella era perfecta.
—¿Perfecta? —dijo Vi, probando la palabra tentativamente, recordando que Silco le había dicho eso a Jinx cuando ella le había disparado.
—Tenía la oficina llena de utensilios estúpidamente decorados con esos monstruos de colores que ella dibujaba, era quien peinaba su cabello y lo trenzaba después de que ella lo lavase. La enseñó a luchar y, cuando en las noches las pesadillas podían con ella y recordaba aquel día, él era quien corría a su cuarto, se acostaba en su cama y pasaba la noche arrullándola. Aun cuando Jinx se dormía, él no se iba, se quedaba observándola, esperando por si las pesadillas regresaban —explicó Sevika. Vi ya no ocultaba sus lágrimas silenciosas que recorrían sus mejillas y Sevika sostenía una mirada melancólica—. Estoy segura de que él jamás la hubiese entregado, ni aunque le hubiesen dado el control absoluto de Zaun y Piltover juntos.
—¿Por qué me dices todo esto? —preguntó Vi, apurando el trago y haciendo oídos sordos a su voz cortada.
—Porque creo que mereces saber que no le faltó amor durante esos seis años. Quizás no era el tipo de amor que tus padres, Vander o tú le dieron a Powder, pero para Jinx era el amor que más necesitaba —respondió Sevika, encendiendo su cigarro y llenando sus pulmones con la nicotina—. Silco era su padre, más allá de cualquier otra cosa —Ambas permanecieron en silencio durante varios minutos, limitándose a beber y rellenar sus vasos. La botella ya había bajado por debajo de la mitad y Sevika iba por el tercer cigarro cuando Vi habló, sin tono ninguno en la voz.
—Caitlyn está embarazada —Sevika alzó la mirada hacia Vi, dando una calada a su cigarro y meditando la información antes de decir nada—. Es mío —añadió Vi, haciendo a Sevika alzar una ceja en un gesto interrogante, lo cual provocó que una risa queda y única saliera de la boca de Vi—. Es una larga historia —repuso, negando con la cabeza y dejando claro que eso sería todo lo que diría al respecto.
—Supongo que felicidades —comentó la morena, alzando el vaso en dirección a Vi.
—Sí, supongo —concordó la pelirrosa, alzando su vaso también, ambas bajando el contenido hasta el fondo de un trago. Vi sirvió el fondo de la botella a partes iguales—. Te dejaré el lado Este de Zaun, algo así como tu distrito oscuro exclusivo. Todos los que venden shimmer o cualquier otro contenido similar suelen estar allí, se maneja mucho tu mundo y puedes liderarlos a tu manera, solo te escucharán a ti de cualquier forma.
—¿Y a cambio? —preguntó Sevika, intrigada ante la tentadora oferta.
—Mantienes limpia el resto de la ciudad —ofreció Vi—. Nada de shimmer ni ninguna otra mierda fuera de tu territorio. Serás quien obtenga la mayor ganancia, los dirigirás, te obedecerán, pero solo en tu distrito —explicó Vi con firmeza, mirando directo a los ojos de Sevika con un desafío escrito—. ¿Qué dices?
Sevika le dio la última calada a su cigarro antes de apagarlo, bebiendo el alcohol restante y apoyándose en la pared con esfuerzo para ponerse de pie. Un gruñido escapó de sus labios por el dolor, pero finalmente logró incorporarse, rechazando todo intento de Vi de ponerse en pie para ayudarla. Dando una respiración profunda y cansada, Sevika tiró del cordón de su cuello, extrayendo una llave colgando de este; una llave que Vi reconoció de inmediato como la de la puerta de La última gota.
—Eres buena en esto, Vi —admitió la mayor, tirándole la llave, que Vi atrapó al vuelo, y caminando fuera del bar—. Sé que lo harás bien — añadió, saliendo totalmente del local sin explicar si se refería a liderar, a ser mamá o a ambas. Vi no necesitaba la explicación.
♤
Era de madrugada y Cait no había logrado dormir nada. Luego de intentar comer y no conseguir pasar la comida, vomitar más por nervios que por el embarazo, decidir hacer ejercicio para tranquilizarse y solo después de cuarenta y cinco minutos de intensa jornada darse cuenta de que tal vez eso era peligroso para su bebé, la peliazul estaba al borde de un ataque.
Había visto a Ekko regresar, sabía que Vi permanecería allá sola y las ansias de tomar el fusil y alejarse sigilosamente para ayudarla le hacían cosquillas en la piel; pero también pensaba que ya no podía actuar solo por Vi y por ella, que ahora tenía que pensar por alguien más también, por lo que se forzó a quedarse quieta en aquella habitación, manteniendo la opresión en su pecho a raya e intentando meditar la nueva realidad. No funcionó.
—Vaya mierda —murmuró una queja, llevando sus dedos a su cabeza, que latía con un dolor tensional punzante desde hacía horas.
—No pensé que maldecir fuera lo tuyo, Pastelito —Caitlyn rebotó fuera del asiento como si este tuviera púas en el segundo en que escuchó el tono despreocupado de Vi.
La observó entera: estaba sucia, llena de magullones, tenía un corte sangrante envuelto precariamente con las vendas en su brazo y otro que ya no sangraba en la frente, además parecía cansada, pero había vuelto con ella. Cait corrió a abrazarla, cerniéndose sobre Vi con fuerza hasta empotrarla contra la pared, su cuerpo temblando ante la sensación de alivio que la recorría al saberla de regreso.
Sintió a Vi abrazándola también, dando suaves besos en su sien, sintiendo como Cait escondía su cabeza en el cuello de Vi, sus manos haciendo recorridos tranquilizadores en su espalda mientras sus brazos la apretaban con más fuerza.
—Tranquila, Pastelito, estoy aquí —afirmó Vi, sintiendo a Caitlyn afianzar su abrazo sobre los hombros de Vi, percibiendo la humedad que llegaba a su hombro e ignorando el dolor en su herida que era sustituido por el dolor de haber hecho a Cait llegar a sentirse así de mal—. Estoy aquí —repitió en un susurro bajo en el oído de Cait y lo siguió repitiendo durante un largo tiempo.
Lo repetiría hasta que Cait estuviera segura de que era así; incluso mientras las temblorosas manos de la piltoviana la ayudaban a bañarse, quitando conscientemente todo rastro de sangre o suciedad; mientras le curaba las heridas, mirando con aflicción el corte que añadiría una cicatriz nueva en su cuerpo; y aun cuando ambas estaban acostadas en la cama, abrazándose y Caitlyn todavía se aferraba a Vi como si de repente esta fuera a esfumarse. Vi estaba consciente de que lo repetiría toda la vida si era necesario.
—Estoy aquí, estoy contigo —susurró por última vez esa noche, cuando finalmente Cait se quedó dormida.
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No sé ustedes, pero para mí el amor paternal de Silco por Jinx es una de las cosas más puras que existe, supera todo lo demás en el mundo y lo que escribí aquí es lo que genuinamente opinó de ellos y de lo que sucedió, pero déjenme saber vuestra opiniones, por favor.
Sin más, díganme qué creen del capítulo y sigan adelante🥰
SIGUIENTE🔜🔜🔜
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