Capítulo 10- Nueva vida.
Caminaron porque Caitlyn sentía la necesidad de despejar y Vi había insistido en que si iban a vivir allí a partir de ese momento, Cait necesitaba familiarizarse con las calles y las zonas. Tardaron más de dos horas en llegar a donde las luciérnagas, pues Vi se negó a correr por encima de los tejados como hacía siempre, temerosa de que Caitlyn se cayera e hiciera daño; pero esto le dio la oportunidad a Cait de ver más de la vida de Zaun.
Los puestos callejeros que la rodeaban, la manera en que todos parecían metidos en sus problemas y evitaban mirar a los demás; el peligro latente en cada esquina, que parecía haber disminuido en comparación con su primera visita en esas tierras. Cuando finalmente llegaron a las puertas del escondite de las luciérnagas, Vi no se extrañó de ver al mismo hombre mirándolas receloso y luego dejándolas pasar.
—¡Vi, regresaste! —exclamó Ekko al ver a las dos chicas cruzar la puerta del fondo del túnel, abriéndose hacia la luz de la mañana temprana—. Caitlyn —saludó educadamente, porque le costaba admitirlo, pero podía ver el bien que la piltoviana le hacía a Vi y eso era suficiente para que él dejase de desconfiar de ella.
—Creo que tenías una habitación con mi nombre por alguna parte —comentó la pelirrosa, mirando con perspicacia a Ekko, quien le sonrío suavemente y asintió con la cabeza—. Nos vendría bien usarla hasta que tengamos un plan.
—Ya sabes el camino —indicó Ekko, apartándose de delante de ellas—. El desayuno empezará pronto, os estaré esperando en el comedor —agregó, señalando hacia el área que cruzaba todo el patio, donde se mostraba un gran cubículo con ventanas anchas que hacía función de cocina general y comedor.
—Gracias, iremos pronto —aseguró Cait con suavidad, haciendo que Ekko le sonriera comprensivamente mientras Vi la observaba con dulzura; todavía sorprendiéndose cuando veía a Caitlyn interactuar con tanta naturalidad con quien debía ser un enemigo natural, acorde a las enseñanzas de Piltover.
—Vamos, es por aquí —dijo Vi, guiando el camino hacia el centro de habitaciones que estaba a la derecha, subiendo a un ritmo constante las escaleras hasta que llegaron al piso donde estaba la habitación con el nombre de Vi.
—Es muy acogedora —comentó Caitlyn cuando Vi abrió la puerta, sintiendo la misma sensación de calidez que la pelirrosa había sentido la primera vez que había entrado.
—Sé que no es como tu gran dormitorio elegante —farfulló Vi en una disculpa, quitándose los guanteletes y sacándose la mochila, acercándose a Caitlyn para ayudarla a quitar la suya—, pero sí, es acogedor y nos dará un lugar mientras planeamos qué hacer —dijo, colocando la mochila de Caitlyn al lado de la suya en el suelo.
—No tienes que excusar nada, estoy cómoda aquí —repuso Caitlyn, sus manos deslizándose por la rocosa pared mientras observaba atentamente toda la habitación—. Cuando era pequeña solía visitar la casa de mis abuelos paternos. Era un hogar humilde para Piltover y mi madre no iba nunca, pero papá me llevaba en cada ocasión que podía. Mi abuela me tenía separada una habitación muy parecida a esta, aunque no lo creas, y me sentía tan cómoda sentada en aquella cama hablando con ella o leyendo juntas, que nunca quería volver a casa al final del día.
—¿Por qué? —preguntó Vi, observando atentamente a Caitlyn desplazarse lento por la habitación hasta que se detuvo delante del gran agujero de la pared que funcionaba como ventana.
—Porque cuando cerraba la puerta de mi habitación, me sentía vacía —admitió Cait. Nunca le había contado aquello a nadie, porque quejarse no era algo que le gustase, pero era Vi con quien hablaba y le gustaba ser sincera con ella, la hacía sentir bien—. Papá intentaba lo que podía para estar conmigo, pero siempre se veía arrastrado por alguna obligación de mamá, y ella todo el tiempo estaba ocupada. Cierto, no me faltó de nada, pero me sentía sola, agobiada y percibía que no encajaba en esas pocas ocasiones donde tenía contacto social con alguien diferente a mis tutores escolares. Creo que por eso me apasioné tanto por disparar.
—¿A qué te refieres? —inquirió Vi, interesada en la historia de Caitlyn mientras se acercaba y apoyaba contra la pared, manteniéndose a la sombra y apreciando el sol que bañaba todo el cuerpo de Cait, quien se quitó el sombrero de la cabeza y pasó sus dedos por su azul cabello.
—Cuando disparaba estaba en control, éramos yo y el fusil contra el objetivo. Esa sensación de poder al sostenerlo entre mis manos, la adrenalina que te hacía ignorar tu entorno en el instante en que disparabas y, luego, la paz que quedaba —describió ella, recordando esos momentos iniciales donde descubrió qué era lo que verdaderamente le gustaba—. Aunque jamás pude contestar esa pregunta —añadió en un murmulló que Vi no alcanzó a oír del todo, recordando aquel torneo, Grayson, esas palabras: «Yo te pregunto, joven Kiramman, ¿tú por qué disparas?»
—Deberíamos bajar, necesitas comer algo —comentó Vi al notar la manera en que Caitlyn se había espaciado, perdida en sus pensamientos con expresión melancólica—. No has tenido arcadas ni náuseas por el momento, lo cual significa que debes de estar bien para sostener algo en el estómago.
—Creo que lo averiguaremos —dijo Caitlyn, sonriéndole a Vi mientras ambas salían de la habitación.
Podían notar las miradas curiosas sobre ellas a medida que se acercaban a donde estaba Ekko, que ya tenía dos platos de una especie de avena grumosa de color verde esperando por ellas, junto con una bola de pan para cada una. Caitlyn se sentó dejando el asiento al lado de Ekko libre para Vi, quien rápidamente se acomodó y empezó a devorar su comida; una maña que Caitlyn no había intentado corregir, Vi tenía derecho a comer como quisiera, a ella no le desagradaba.
—¿Pudieron acomodarse bien? —preguntó Ekko, dándole unas cucharadas a su plato y riendo ante Vi, quien asentía con la cabeza porque tenía medio pan mojado en aquella cosa verde metido en su boca, dándole un aspecto gracioso—. Bien, pueden quedarse el tiempo que quieran —aseguró el joven, mirando fijamente a Caitlyn para hacerle comprender que no tenía nada en su contra.
—Gracias —dijo ella con una sonrisa suave, volteando hacia su plato y probando tentativamente su contenido, sorprendiéndose al encontrar que el sabor era aceptable—. Toma el mío —le dijo a Vi, extendiéndole su pan al ver como la pelirrosa ya había devorado en su totalidad el suyo y todavía le quedaba más de medio plato de avena.
—No, es tuyo —negó ella, tomando dos
cucharadas seguidas de su plato.
—No lo quiero, está bien —insistió Caitlyn, colocando el pan cerca del plato de Vi. El sonido estrepitoso de una silla siendo volcada sobre el suelo, seguido del golpe de dos palmas contra la superficie de madera a la derecha de ellos, captó la atención de todos.
—¿Qué pasa, su majestad? —preguntó sarcásticamente un hombre que aparentaba unos 30 años, mirando con rabia en dirección a Caitlyn—. ¿Demasiado refinada para nuestra comida? —acusó, mirándola con una rabia profunda bajo los ojos, la misma que Cait reconocía haber visto en Vi aquel primer día en que trataron una con la otra, que iba y venía en los rasgos de la chica y que ahora se presentaba permanente en aquel hombre.
—Thunrak, basta ya —intervino Ekko, poniéndose de pie y haciéndole frente.
—¿Por qué? ¿Por decir la verdad? La chica de arriba, ricachona y delicada, la princesita comiendo entre los sapos —rebatió Thunrak, sus ojos fijos nuevamente en Caitlyn.
—¿Qué mierda dijiste? —bramó Vi, poniéndose de pie abruptamente y dando dos pasos hacia delante de forma amenazadora. Caitlyn se paró apresurada, sosteniéndola por uno de sus brazos para que no causara más problemas.
—Solo vámonos, no pasa nada —comentó Cait, temerosa de que se iniciara una pelea. No tenía problemas con la lucha, pero sí con las circunstancias. Fuera como fuera, aquel era el hogar de esas personas y con todo lo que Piltover les había hecho, no era de extrañar que no fueran amables ante una vigilante.
—Nadie se va a ninguna parte —dijo Ekko por encima de todos, haciéndolos callar mientras él se ponía de frente a Thunrak, tapando a Vi, quien todavía era contenida por Caitlyn—. Ellas son mis invitadas, están aquí y se quedarán por el tiempo que necesiten. Acostúmbrate —explicó firme, mirándolo con una orden implícita. Todos permanecieron callados durante varios minutos, hasta que lentamente regresaron su atención a sus desayunos y Thunrak salió molesto del comedor—. Lo lamento por eso, todavía está dolido por ciertos acontecimientos del pasado.
—Es comprensible, no pasa nada —aseguró Cait, sintiendo como Vi permanecía tensa y rígida, los deseos latentes de ir tras Thunrak y molerlo a golpes hasta el suelo sosteniéndose calmados solo por el agarre de Caitlyn en su brazo.
—Por hoy prefiero terminar el desayuno en el dormitorio —dijo Vi. Su voz fue un ronco gruñido que Ekko conocía bien, por lo que asintió dándoles el permiso no solicitado para que se retiraran; lo cual Caitlyn agradeció con una sonrisa sutil antes de salir con Vi, todavía sosteniéndola, sabiendo que ese contacto era lo único que mantenía a la chica ligeramente calmada.
Subieron las escaleras rápido, con Vi avanzando por delante de Caitlyn, sintiendo el deseo ansioso de golpear algo correr por sus venas. Caitlyn la seguía tan de cerca cómo podía, pues Vi tenía una habilidad innata para dejarla atrás; para cuando ella cruzó el umbral de la puerta, los puños vendados de Vi ya se enfrentaban constantemente a la pared del fondo, su chaqueta descansaba arrojada en el suelo sin cuidado y el sudor creaba una capa sobre la piel de su cuerpo.
Ella esperó, sabía que Vi tenía su propia forma de hacer las cosas y el que no se hubiera lanzado a arrancarle la cabeza a puñetazos al hombre era más que increíble para Caitlyn, no presionaría más allá de lo apropiado por un cambio que realmente no quería. Esa violencia venía con Vi, era parte de ella y la peliazul la aceptaba.
Pasaron varios minutos hasta que Cait vio a Vi detener su ataque rabioso a la pared, las gotas de sudor resbalando por su cuerpo, repasando las líneas de su tatuaje como aquella primera noche que la conoció. Su respiración errática, la cual Vi intentaba controlar, era lo único que se escuchaba dentro de aquella habitación; combinando con los sonidos de las risas externas y las personas trabajando.
Cait admitía que su única concentración era Vi; podía ver su lucha interna y la manera en que la ira iba pasando, aplacándose hasta desaparecer. Vi miró por encima de su hombro hacia Cait, quien estaba sentada en la cama mirándola con una sonrisa suave, la comprensión marcada en su expresión.
—Caitlyn —La voz amortiguada por la puerta cerrada, junto con dos toques firmes y ligeramente débiles en comparación con los de otra persona, llegaron a ellas, haciéndolas mirar en dirección a la puerta. Vi fue quien se adelantó, haciendo un gesto con la mano que le indicó a Caitlyn quedarse donde estaba. Después de lo del desayuno, prefería no confiar en nada.
—Oh, el hombrecillo peludo —comentó Vi, al ver a Heimerdinger parado delante de su habitación—. Adelante, pasa.
—Muchas gracias, aunque no aprecio el sobrenombre —repuso él, adentrándose en la habitación.
—Ya te acostumbrarás —afirmó Vi, dejando claro que no pensaba cambiarle el nombre.
—Caitlyn, ¿cómo te encuentras? —preguntó cortésmente él, ignorando el comentario de Vi, mientras ella se acercaba a tomar de la botella de agua que había en la mochila y que, afortunadamente, Cait había guardado pese a las protestas de Vi sobre no necesitarlo.
—Bien, supongo —respondió la peliazul, sin estar segura de qué significaba esa pregunta en medio de todo lo que estaba ocurriendo. Ella no se sentía, punto. No había formas de explicarlo de otra manera, simplemente estaba enfrentando una cosa a la vez sin pensar de más.
—Entiendo —dijo Heimerdinger, notándose algo nervioso de tener a Vi mirándole fijamente, apoyada de pie contra la pared, al lado de la gran ventana y sin perderse un segundo del intercambio—. Esperaba poder continuar nuestra conversación anterior— reveló, haciendo a Caitlyn tensarse, lo que puso a Vi en sobreaviso inmediatamente.
—¿Qué quiere decir sobre esa conversación? —preguntó Caitlyn, adoptando el tono firme que usaba como vigilante. Vi reconocía esa forma de hablar, Cait estaba enojada.
—Creo que quizás sería mejor una conversación privada —comentó suavemente Heimerdinger, mirando de reojo a Vi, quien negó con la cabeza mientras chasqueaba la lengua.
—No va a pasar, hombrecillo. Esto es mi problema tanto como de ella —dejó en claro Vi, separándose de la pared y caminando hacia Caitlyn hasta detenerse a su lado, quedándose de pie y cruzando los brazos frente a su pecho.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Heimerdinger, sin comprender cómo era eso posible.
Caitlyn se levantó y caminó sin explicaciones hacia las bolsas, extrayendo de un costado la carta arrugada de Jinx y entregándosela Heimerdinger antes de retomar el asiento en la cama. Ambas chicas lo vieron leer y releer la carta durante varios minutos hasta que su rostro adoptó una expresión de entendimiento.
—Es peor de lo que pensé —afirmó, un escalofrío recorrió el cuerpo de Vi ante esas palabras.
—¿No me diga? —espetó ella sarcásticamente, marcando sus palabras con veneno.
—No lo entienden, ella ya está advirtiendo que piensa usarle como un arma —explicó un Heimerdinger algo alterado, iniciando una caminata pequeña de un lado a otro de aquella zona de la habitación—. Ella vendrá eventualmente y si consigue lo que quiere será fatal para todos. Jinx con ese poder en sus manos sería imparable —Vi empezaba a alterarse de oírlo hablar rápido de forma desesperada, podía percibir que Caitlyn compartía esa sensación en ese instante—. Hay que hacerse cargo de esto de inmediato, todavía hay tiempo para detener el embarazo —dijo para sí mismo y ese fue el límite de Vi.
—¿Qué? —interrumpió, atrayendo la atención de Heimerdinger y haciéndolo mirarla sorprendido—. Escúchame bien, enanito, porque no pienso tener que repetirlo. Atrévete a intentar detener este embarazo, a siquiera proponerlo de nuevo, a pensarlo solamente, y te juro que conocerás de primera mano lo doloroso que puede ser recibir un golpe de los guanteletes de Atlas que tus amiguitos Jayce y Viktor construyeron —amenazó Vi, acercándose paso a paso hacia Heimerdinger, su enojo llenando el ambiente en la habitación. Esta vez Caitlyn no la detuvo.
—¿No comprenden el peligro que representa para todos? —dijo Heimerdinger y Caitlyn finalmente reconoció la emoción detrás de sus acciones.
—Tienes miedo —afirmó ella, haciendo que ambos le prestaran atención—. ¿Piensas que nosotras no? En mis planes de vida no estuvo nunca un bebé incluido y, sinceramente, dudo que lo estuviera en los de Vi —dijo Caitlyn, recibiendo un bufido por parte de la pelirrosa que confirmaba sus palabras—. Dejé mi casa y mi país porque Piltover jamás aceptaría lo que pasaba y querrían a mi bebé para ellos, pero eso no significa que no esté aterrada ante todo lo que está sucediendo. Sin embargo... —añadió, poniéndose de pie y acercándose a Vi, entrelazando sus manos—, no estoy sola en esto y la decisión ya está tomada. No es algo abierto a discusión —sentenció con firmeza, usando todo el carácter que le quedaba de Concejala.
—Entiendo —accedió Heimerdinger, su tono esta vez más cansado que el de la primera vez que habló—. Tenéis razón —comentó, dando pasitos fuera de la habitación, colocando la carta sobre el sillón al lado de la ventana antes de dirigirse a la puerta y abrirla—. Esperemos que sepan lo que están haciendo —añadió dramáticamente, antes de salir y cerrar la puerta.
—No nos podemos quedar aquí —declaró Vi pasados unos segundos de verlo irse, girando suavemente hacia Caitlyn, quien se limitó a apoyar su frente contra el hombro de Vi en un gesto agotado—. No nos dejarán en paz, ni las luciérnagas ni el hombrecillo. Ekko puede ser el líder, pero un avispero revuelto eventualmente deja de obedecer a la reina; y no sé qué haga el pequeño peludo, pero no creo que sea de los que no hacen nada.
—Mamá siempre lo tuvo en alta consideración, decía que por sus siglos de vida él podía ser el más sabio y a la vez más peligroso de los Concejales —comentó Cait, el lejano recuerdo de la primera vez que su madre la introdujo a todo el Concejo colándose en su mente—. ¿A dónde iremos? —preguntó Cait pasados unos minutos.
—A casa —proclamó Vi, haciendo que Caitlyn levantase la cabeza y la mirase a los ojos—. Mis planes eran tomar la antigua posición de Vander de cualquier manera, creo que es mejor seguir por esa línea de acción.
—¿Cómo piensas hacerlo? —preguntó Caitlyn, comprendiendo lo que Vi decía. La verdad ella no estaba muy enterada de cuales habían sido los planes de la chica para cuando regresara a Zaun, había preferido hablar del tema lo menos posible e interiorizarlo de forma casi nula.
—Los grandes dirigentes de los negocios fuertes que sostienen Zaun ya están de acuerdo desde hace un par de meses, solo tengo que soldar una última pieza, quizás la peor —explicó Vi, mirando a Caitlyn con preocupación.
La piltoviana supo leer esa expresión; lo que fuera que Vi iba a hacer no era algo de su agrado, probablemente estaría demasiado en contra si la pelirosa la miraba de esa forma tan culpable, con una disculpa implícita en sus ojos.
—¿Qué? —preguntó Cait, su tono más a la defensiva de lo que había planeado originalmente.
—Sevika —respondió Vi y Caitlyn se vio a sí misma corriendo fuera de la habitación hacia el baño que se encontraba en el fondo del pasillo de ese piso.
Finalmente las náuseas habían llegado ante la tensión de la sola idea de Vi volviendo a enfrentarse a esa mujer, sabiendo que esta vez ella no iría, lo cual hacía que el resultado fuera del todo impredecible. Lo único que Vi pensó, mientras corría detrás de Caitlyn para sostenerle el cabello lejos del rostro, fue que, antes de Sevika, tenía una batalla más grande que luchar, una contra Caitlyn para que la dejase ir.
***********
Y aquí estoy, de regreso con sus tres capítulos correspondientes y anunciando que se mantengan atentos, mañana he de subir los primeros 3 capítulos del otro fanfic de VixCait, 😉 os puede gustar mucho.
Dicho esto, por favor no sigan adelante sin dejarme dicho qué piensan del capítulo, sus comentarios me motivan a seguir escribiendo🥺.
Y ahora sí, SIGUENTE🔜🔜🔜.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro