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xv. la revolución androide


LA REVOLUCIÓN,
capitulo quince: la revolución androide!



          AQUELLA IGLESIA ERA ALGO QUE KATERINA NO ESPERABA COMO UN REFUGIO. Markus fue muy meticuloso en buscar un lugar seguro para reagrupar a los que quedaban vivos después que millares de soldados comandados por Perkins terminaran por masacrar a su gente. El grupo de androides se escabulló por las calles de Detroit por la noche y finalmente dieron con el refugio indicado. Connor no soltó la mano de Katerina en todo el trayecto y la castaña agradeció en silencio cuando el androide juntó sus manos en un fuerte agarre. Permanecieron en silencio durante todo el camino y Katerina entendía el porqué: Connor ahora era un divergente, lo que significaba traición para Cyberlife – oh, sin mencionar otra cosa: Connor estaba enamorado de ella y no dudó en demostrarlo cuando estaban en Jericho.

          Aquel beso no fue uno cualquiera.

          Él era consciente de sus acciones y se mostró bastante abrumado al perder el control de esa forma – pero Katerina estaba allí para ayudarlo y sabía que ella estaría dispuesta a guiarlo por aquel camino. Sostener la mano de Katerina se sintió diferente, no solo porque ya no era un gesto distraído, sino porque ambos tenían la misma intención – ambos querían lo mismo. Katerina sabía que la confusión y posible contusión había afectado al androide, así que decidió silenciosamente en ir lento con él, dar pequeños pasos y no empezar a correr. Sin embargo, su sonrisa no se borró de su rostro desde que Connor la besó en el medio del absoluto caos en Jericho. Markus hizo señas al grupo para que lo siguieran, siendo llevados a un callejón donde encontraron una puerta de servicio y lograron abrirla, entrando a una especie de jardín con lápidas – cosa que a Katerina le pareció aterrador – y allí accedieron a la gran catedral.

          Poco a poco los androides se unieron a ellos, algunos sin ningún rasguño y otros con heridas muy superficiales – pero la cantidad se había reducido mucho y la muchacha Kamski sintió tanta furia contra su propia especie. Especialmente Perkins, quien fue el responsable de orquestar aquella masacre. La muchacha observaba como varios androides entraban al nuevo refugio y observó que Markus también estaba observando como el resto de los androides se ponían a salvo en la catedral. La castaña sintió una mano tocar su hombro y se giró, encontrándose con la pareja de Tracis que escaparon del Club Edén. Ella las miró, ambas estaban vestidas con ropa abrigada y sin un rasguño—¿Tú...?¿Estás de nuestro lado?

          —Creo que siempre lo estuve—respondió Katerina sonriéndoles y extendió su mano—. Me alegro de que hayan conseguido salir a tiempo.

          La Traci de cabello azul tomó la mano de la castaña y asintió—Gracias.

          Katerina asintió y les permitió seguir su camino, donde ellas continuaron caminando hasta que encontraron un lugar cómodo. Había un murmullo muy bajo con la cantidad de androides que había allí y el pequeño grupo que se encontraba junto a Markus en la cabina del capitán estaba disperso. La muchacha de ojos azules buscó a Connor con la mirada y lo encontró a un lado de una pequeña plataforma que había en una de las paredes de la iglesia: el altar. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y se encontraba apoyado contra un pedazo de piedra, su mirada estaba baja y la muchacha se dio cuenta de que la cantidad de cosas que pasaban por su cabeza eran algo nuevo para él. Kamski se acercó lentamente a él, logrando que él la mirase estando a pocos metros, captando su absoluta atención.

          Pasos lentos, como un bebé, pensó la ojiazul.

          Ella se mantuvo cerca de su espacio personal y extendió su mano para tocar su mejilla, la cual Connor recibió como una caricia delicada, tomando la mano de ella en la suya. Katerina sonrió de forma cálida y decidió acercarse un poco más, siendo muy minuciosa con sus pasos y con las posibles reacciones de Connor – él dejó que ella se acercara y se perdió en aquellos ojos azules. Katerina miró al androide, preguntándose qué estaba pensando por su cabeza en aquel momento—¿Qué es lo que pasa por esa cabeza, Connor?¿Cómo te sientes?

          —Huh...confundido—murmuró él y la joven dio otro paso más—. Pero se siente bien.

          —¿Qué es lo que se siente bien?¿El ser libre?

          —Sí—respondió el androide y acercó a Katerina—. Pero también se siente bien tenerte cerca.

          Katerina se sonrojó tenuemente, sin borrar aquella sonrisa que sus labios esbozaban. La muchacha decidió cortar su mierda y abrazó a Connor con fuerza, dejándolo quieto – como había ocurrido días atrás. Sin embargo, esta vez era tan diferente como la anterior: Connor ahora comprendía el mero acto de abrazar – de sostener al otro y contenerlo con tus brazos. El divergente no perdió tiempo en estrechar el cuerpo de Katerina contra el suyo con fuerza, cubriéndola con sus brazos y sintiéndola cerca. La castaña hundió su rostro en el cuello de androide y sintió que él acunaba su cuerpo. Ambos se separaron un poco, quedando a pocos centímetros y Katerina tenía muchas ganas de besarlo otra vez.

          —Creo que ahora es mi turno—murmuró la castaña.

          Simplemente bastó eso para que Katerina Kamski besara a Connor lentamente, tomándose todo el tiempo del mundo. También debía admitir que el androide aprendía muy rápido – ya que tomó el control del beso en cuestión de segundos. Connor no tenía intenciones de soltarla y continuó besándola, sin tener en cuenta de que Katerina necesitaba oxígeno para respirar – a diferencia de él. Ambos se separaron y la muchacha Kamski estaba sin aliento. Un carraspeo se escuchó detrás de ellos, provocando que estos se separen completamente – siendo interrumpidos por Markus, quien se mostró algo sorprendido por aquella muestra de afecto. Sin embargo, no era por esa razón de la cual quería hablar con ellos. Connor miró a Markus—Es mi culpa, ellos consiguieron localizar Jericho...

          Katerina colocó una mano en su hombro—Debieron habernos rastreado, fuimos torpes.

          —Lo lamento, Markus—replicó Connor acercándose a él—. Puedo entender que no confíes en mi...o en ella.

          —Nunca fue mi intención atraer a los humanos a Jericho—se disculpó Katerina y bajó la mirada—. Realmente lo siento.

          —Ahora son uno de nosotros—respondió Markus mirándolos a ambos, luego fue hacia Katerina—. Tú cuidaste mis espaldas allá afuera y por eso decidí confiar en ti.

          —¿Cuál será el próximo movimiento?

          Markus apretó sus labios—Aún no lo sé, esperaremos a que logren llegar más androides.

          Katerina observó como Markus se alejaba de ellos y volvió a sentir las manos de Connor en su cintura, atrayéndola hacia otro abrazo. La muchacha se permitió relajarse, pero el miedo aún carcomía su mente – la guerra era tan inminente que la propia Katerina Kamski estaba destinada a pelear en ella.




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          La presidenta Warren ordenó un toque de queda a las seis de la mañana, Connor no le dijo nada hasta que despertó de un plácido sueño a las 11. Hank Anderson la había llamado un total de quince veces, al menos intentando de saber si realmente ella había partido a Maryland o se había quedado en Detroit. Además, Mayen también había llamado unas veinte veces, pero no recibió respuesta alguna. Markus sugirió que se deshiciera del teléfono móvil y ella lo hizo, por el miedo a ser rastreada – lanzándolo al agua y guardándose un papel con tres números para utilizar algún teléfono público. Lo que Markus descubrió por un androide que trabajaba en el departamento de estado era que Katerina estaba con una orden de búsqueda y captura, cosa que a la castaña le pareció realmente estúpido ya que ella no había cometido ningún crimen.

          —Esto es ridículo—murmuró ella mirando un comunicado—. Debo...Debo llamar a Mayen.

          —Es peligroso que salgas sola, las comunicaciones están restringidas—añadió el líder sosteniéndole la mirada—. Y más si hay toque de queda para los humanos.

          —Y más si eres una agente del FBI buscada—añadió Connor.

          —Gracias por el apoyo moral, caballeros—declaró Katerina rodando los ojos—. Mi teléfono está hundido bajo el agua y creo que ya nadie sabe usar el código morse...

          —La acompañaré a un teléfono público—decidió North entonces y los dos androides levantaron una ceja—. ¿Qué? Quiero salir, además, ella me cubrirá las espaldas.

          Sin más, ellas abandonaron su escondite y caminaron rápidamente por las calles desoladas de Detroit, había varios militares armados, pero lograron eludirlos. Katerina observó un teléfono publico a pocos metros y se metió rápidamente – llamó a Hank primero y atendió rápidamente, la castaña sintió un alivio al escuchar su voz.

          —¿Hank?

          —¿Quién habla?

          —Soy yo, Hank, Katerina—respondió ella y supo que el teniente estaba a punto de hablar—. No tengo tiempo, Hank. Debes escuchar atentamente: Mayen no fue quien me suspendió, falsificaron su pedido y Perkins es el responsable. De eso y del ataque a Jericho. Estoy bien y escondida, gracias a un pedido de búsqueda y captura falso también, porque no tomé el vuelo a Maryland. Connor y yo estamos bien. Intenta contactarte con mi superior, el teniente Mayen. Eres la única vía que me queda.

          —De acuerdo, haré lo posible para contactarme con él y salvarte el trasero. Cuídate.

          —Adiós, Hank.

          —¡Katerina!¡Ya vámonos!—susurró North y Katerina colgó el teléfono.

          Ambas se escondieron detrás de un auto al ver que dos soldados comenzaron a llevar un pequeño grupo de androides con ellos. Las dos se escabulleron rápidamente para regresar al escondite, aludiendo un par de soldados en el camino para regresar al mismo callejón y cruzar la puerta de servicio, entrando así de vuelta a su nuevo escondite.

          Caída la noche, la cantidad de androides se multiplicó un poco más, ya que lograron llegar de otras partes y los pocos que lograron escapar de Jericho. Katerina estaba acompañando a Connor en un asiento y observaban como varios androides se sentaban en sus lugares. La muchacha miró hacia un costado, varios androides se sentaban y otros permanecía parados – sin embargo, ella reparó en una androide de cabello blanco con una niña. Ella le indicó a Connor que volvería pronto y caminó hacia ellas. Kara abrazaba a Alice y mantenía su mirada perdida, mientras que Alice escuchó pasos en su dirección y giró su cabeza para encontrarse con la figura de Katerina. Ella sonrió a la muchacha, atrayendo la atención de Kara.

          —Hola, chicas—dijo ella sin dejar de sonreía y se sentó al lado de Alice—. Veo que lograron salir con vida. ¿No venía alguien más con ustedes?

          —Luther dijo que nos alcanzaría—respondió Alice con tono triste.

          —Lo hará—murmuró Katerina.

          —¿Estás de nuestro lado?—preguntó Kara—. ¿No trabajarás más para ellos?

          —Siempre trabajaré para ellos—declaró la muchacha Kamski levantándose de su asiento—. Pero esta vez estoy tomando mis decisiones y sé que esto...es lo correcto.

          Kara asintió y miró apenada a la castaña—Lamento haberte golpeado.

          —Está bien, me lo merecía—dijo Katerina antes de soltar una carcajada.

          Al girarse, Katerina se encontró con Markus hablando con North. Ambas lograron darse cuenta de que Warren había ordenado estrictamente que todos los androides debían ser entregados a las autoridades, para ser contenidos en campos de exterminio. Había un gran porcentaje que se encontraba escondido en la ciudad, pero en su mayoría estaban siendo entregados. El estado estaba evitando una catástrofe – eso era lo que Katerina Kamski entendía y decidió que permanecer en las sombras junto a los androides era lo mejor. Ella sabía que Markus debería enviar una respuesta al mundo que los observaba constantemente y si enviaban a los androides a ser masacrados en campos – la respuesta no sería bonita.

          El líder de los divergentes se dirigió al podio donde estaba a la vista de todos, la joven volvió al lado de Connor, tomando su mano en la suya y sintiendo completamente su cercanía. Markus miró a la multitud androide—Los humanos decidieron exterminarnos—declaró él—. En este momento, los nuestros están encerrados en campos siendo destruidos. Llegó la hora de hacer una elección, una que bien podría decidir el futuro de nuestro pueblo—Markus miró a Katerina y ella no tenía que leer su mirada para entender que su pesadilla se haría realidad—. Ahora, si ellos quieren guerra...la tendrán. Lucharemos por nuestra libertad. Y venceremos o moriremos...¡¿Están listos para seguirme?!

          Katerina y Connor dieron un paso hacia adelante, escuchando como todos los androides vitoreaban el nombre de Markus, apoyando su decisión de entrar en guerra. Los gritos se hicieron más y más fuertes, hasta incluso Katerina gritó con ellos. Un gran vitoreo de guerreros que estaban dispuestos a dar sus vidas por la libertad.

          Aquella llama ya se había encendido.




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          Connor había ideado el magnífico plan – para Katerina y Markus era suicidio – de infiltrarse en la Torre de Cyberlife para despertar a varios androides en los almacenes de la empresa. Markus no estaba tan convencido y Katerina se negaba rotundamente a que el androide volviese allí, teniendo en cuenta el riesgo de ser destruido o reiniciado. Sin embargo, Connor pareció muy seguro de lo que decía y eso llevó a decir su plan, siendo capaz de llevarlo a cabo y salir con un millar de androides. Markus se conformó con eso y decidió darle una oportunidad – al menos, la única que tendría – pero Katerina continuó negándose.

          —Connor, querrán desactivarte si vas allí—suplicó ella mientras que el androide ajustaba su corbata—. Por favor...

          Connor tomó ambas manos y se las llevó a la boca para besarlas delicadamente—Estaré bien, no dejaré que nadie me haga daño.

          —Pero...

          —Confía en mí.

          Katerina volvió a recordar ese sueño y recordó que él decía aquellas palabras.

          Confía en mí.

          ¿Acaso ella confiaba en él? Por supuesto que sí.

          Katerina miró fijamente a Connor—Vuelve a mí, por favor...

          Connor asintió antes de tomar el taxi que lo llevaría a la torre, besando intensamente a Katerina minutos antes de subirse. Markus observó la escena y vio cómo Katerina miraba al taxi alejarse de ellos rápidamente. El androide se acercó a ella y tocó su hombro—Estará bien, es un androide listo.

          —Lo sé—murmuró la muchacha—. Siempre cumple su misión.

          —Además, él no estará atrapado en el campo de batalla como nosotros—dijo Markus esbozando una sonrisa de lado y Katerina asintió—. No tienes que hacerlo si no quieres, ellos son tu pueblo.

          —Ustedes también forman parte de él—respondió Kamski mirándolo seriamente—. Es hora que el resto se dé cuenta lo que merecen.

          Markus asintió y le tendió un arma, Katerina la aceptó – colocándosela entre sus brazos y observando que varios androides salían del escondite. North se acercó a Markus y le tendió un palo, el cual tenía una bandera holográfica atada con el símbolo de la revolución androide. Los androides comenzaron a marchar y la joven de cabellos castaños también fue a marchar con ellos. Cruzaron calles, se abrieron paso entre la nieve, siendo cegados por una especie de neblina nocturna y copos de nieve cayendo a sus hombros. Llegaron a la avenida Woodward, donde tendrían el camino directo hacia el campo de exterminio más grande de todo Detroit. Katerina sabía que los soldados habían puesto trincheras para evitar cualquier acercamiento.

          Markus miró el objetivo y comenzó a trotar.

          North y Katerina lo siguieron, manteniendo su espacio. Markus comenzó a correr y la muchacha Kamski escuchó los pasos quebradizos de los androides detrás de ella. El grito de guerra comenzaba a formarse en sus anchas, la fuerza de todos fue lo que daba comienzo a la revolución. Katerina gritó mientras corría, siguiendo a los androides, siguiendo a Markus – llegando hasta las trincheras dónde los soldados no dudaron en abrir fuego. Los androides se abrieron paso entre ellos y llegaron al frente, pasando por los cuerpos sin vida de los humanos. Markus se paró en la trinchera y con completa furia, clavó su bandera. Katerina, North y Josh se pararon junto a él, mirando el puesto de avanzada que tenían los soldados.

          Perkins sabía bien lo que hacía.

          Un helicóptero sobrevoló la zona de la plaza Hart y Katerina decidió taparse el rostro. Markus se bajó de la trinchera y tomó su arma. North, a su lado, miró fijamente hacia detrás—Libertad o muerte.

          Katerina respiró hondo—Más libertad que muerte, por favor.

          La muchacha Kamski se aferró a su arma con fuerza, sintiendo sus nervios de punta y aquel miedo indomable que alguna vez deseó tragarla viva – sus pesadillas se estaban convirtiendo en realidad y la muchacha se vio de nuevo navegando a la deriva en un océano oscuro. Se dio cuenta de que la hora de estar en tierra firme ya había llegado y esto era cómo hacerlo. Si Katerina perdía la vida, al menos la recordarían como la traidora – pero una traidora que decidió hacer lo correcto. Ella soltó un respingo y le quitó el seguro al arma, mientras que Markus levantaba su mano, dando una señal de que todos estén preparados.

          Libertad o muerte.

          El fuego estaba ardiendo Detroit hasta sus cimientos.

          —¡ATAQUEN!

          El grito de guerra resonó como una balada trágica entre los androides, quienes salieron corriendo hacia el matadero blandiendo sus armas y escuchando el constante silbido de sus balas – el sonido sordo de sus bombas y el ardor de las explosiones. Katerina tomó refugio dentro de un par de bloques, junto a Markus y North. La androide miró a sus compañeros—¡Se reagruparon!¡Son más que nosotros y están mejor armados!

          Katerina disparó dos veces—¡Ese es el espíritu, North!

          —Debemos ser rápidos y abrumarlos—declaró Markus observando puntos para avanzar—. No hay otra opción.

          —Lo lograremos.

          Katerina disparó a uno de los soldados y salió corriendo hacia un auto para buscar protección, Markus le siguió y permanecieron los dos. Josh fue el primero en caer, sin darse cuenta de que los soldados tardarían tan poco en recargar. Los androides que estaban a su lado abrieron fuego y eso les dio tiempo para ir a ayudarlo, sacándolo del peligro – pero ya era muy tarde: Josh estaba destrozado. Markus ordenó a otros androides que lo cubrieran y así lo hicieron, Katerina y él corrieron hacia la trinchera y la saltaron, logrando que Katerina se abalanzara sobre uno – disparándole en el pecho instantáneamente. Markus pateó a otro y disparó a uno que venía por detrás, Katerina ejecutó al último.

          Un androide se refugiaba detrás de una torre—¡No quiero morir, Markus!

          Markus tomó sus brazos—Quédate aquí. No te muevas hasta que esto termine.

          El androide asintió y los dos se abrieron paso en las filas, disparándoles a varios soldados en el camino. Una granada explotó a varios metros de ellos, pero eso no evitó que ellos corriesen lo más rápido que podían. Katerina recargó y saltó una trinchera, siguiendo al líder y ambos se lanzaron al suelo, protegiéndose de la lluvia de balas. La muchacha se encontraba sin aliento, con su adrenalina a tope y su ritmo cardíaco muy alto. Markus coordinó otro ataque y los androides se movieron—¡Síganme!

          Lograron pasar una nueva fila y el ruido incesante de una ametralladora abrumó a Katerina. Un androide se colocó junto a ellos—¡Imposible avanzar!¡Esa ametralladora acaba con todo lo que se mueve!

          Katerina miró los tres escuadrones de androides que se encontraban allí, si Markus lograba hacer un movimiento limpio sin pérdidas, derrotarían casi todo el frente militar. Los dos escuadrones delanteros esperaron a que ellos abriesen fuego de cobertura y avanzaron para atacar.

          —¡Necesitamos apoyo aéreo!

          Katerina disparó a ese último soldado y se cubrió en la penúltima trinchera, North se les unió a Markus y a ella—¡Ya casi llegamos...!

          La muchacha se asomó y vio que varios tanques se estaban armando. Tendrían que crear un plan para destrozarlos, ya que con simples balas no lo lograrían. Pero ella sabía que los militares no dispararían sus tanques hasta que ellos no llegasen al perímetro establecido en el campo lleno de androides. Dispararon a un par de soldados, Katerina recibió un golpe de uno pero logró devolverlo. Markus le tendió un escudo y con ello se protegió de un par de balas, el grito incesante de los soldados y los androides era molesto, hasta llegó a aturdirla. Algo explotó a su lado y la muchacha se desplomó en el suelo frío.

          Katerina quería pensar que Connor la estaba pasando mejor que ella.

          Un ruido agudo resonó en sus oídos y el sonido de las bombas o las balas que volaban para matar androide o humanos era tan lejano a ella. Katerina soltó un chillido e intentó recobrar todo el sentido de sus movimientos y de su entorno. Se puso de pie, tambaleándose un poco y buscó su arma por todos lados, la encontró a pocos metros de ella y caminó torpemente para recobrarla. Respiró agitadamente, intentando de encontrar a Markus con la mirada – pero él fue quien se acercó primero. Tomó el rostro de Katerina en sus manos y gritó un par de palabras que la muchacha no logró descifrar, los ruidos, repentinamente, se hicieron más claros. Escuchó la voz de Markus y luego su vasta advertencia.

          —¡ABAJO!

          Él la empujó y ambos esquivaron una granada que explotó detrás de ellos. Katerina respiró hondo y se levantó junto al líder de los divergentes, apuntando su arma hacia los soldados que quedaban. Dispararon sin merced, Katerina contó cada bala que derribó a cada soldado que se interpuso en su camino. Agarró un escudo y se protegió de una bala más, pero Markus logró disparar. La castaña miró al resto del equipo, quien seguía derribando a los soldados y se volteó cuando el androide le gritó que se cubriera.

          Markus alzó el lanzacohetes con firmeza y no tardó en apretar el gatillo.

          Jaque mate.

          El cohete salió disparado en línea recta hacia los tanques y Katerina se cubrió rápidamente para escuchar la fuerte explosión que aquella arma desencadenaba. Al soltar el escudo, la muchacha de ojos azules observó a los soldados en llamas salir corriendo de los tanques, revolcándose en la nieve y otros soldados escapando de ellos. Katerina soltó una carcajada de felicidad—¡Se están retirando!

          —¡Los humanos abandonan el campo!—anunció North exaltada—. ¡Lo logramos, Markus!¡Ganamos!

          Pero para Markus eso no era una victoria, si no que eso marcaba el principio de una guerra.

          Katerina salió corriendo hacia los campos, abriendo las puertas con varios disparos y sus compañeros hicieron lo mismo – los androides prisioneros salieron de aquel campo, sintiendo una felicidad y un alivio profundo al ver que lograrían vivir. Los androides que participaron en la batalla vitorearon con energía y gritaron el nombre de Markus, volviendo a concentrarse en la calle. Katerina gritó junto a ellos y abrazó a un par, sintiéndose eufórica por una gran victoria. Cuando se giró, se encontró con un gran grupo de androides vestidos de blanco acercarse a ellos – siendo liderados por un solo androide vestido con su uniforme de Cyberlife.

          Connor lo había logrado.

          Ellos se detuvieron frente al reducido grupo de Markus y el líder se acercó a Connor, siendo acompañado por North y Katerina.

          —Lo lograste, Markus—dijo Connor.

          —Lo logramos—replicó él—. Es un gran día para nuestro pueblo. Los humanos no tendrán otra opción. Tendrán que escucharnos.

          Connor asintió y miró a Katerina, quien a pesar de tener su cara completamente raspada, con pocos cortes, sucia y con sangre seca, con una felicidad inmensa. Caminó hacia ella y la muchacha soltó su arma, caminando hacia el androide para abrazarlo con fuerza y que este la levantase levemente. Al colocarla en el suelo, Kamski se separó de él y sus rostros quedaron a centímetros, sus narices rozándose—Volviste a mi...

          —De alguna forma, siempre lo hice.

          Katerina no tardó en sellar sus labios con los de él, sintiendo un cálido calor en ella y no quería despegarse de él. El discurso que dio Markus en la gran plataforma, siendo acompañado por North, Katerina y Connor, fue muy conmovedor y algo ejemplar de un líder. A pesar de haber elegido un método violento, Kamski sabía que el androide quería hacer este proceso de forma pacífica. Así lo demostró con su discurso. Connor, por un momento, tembló y se percató de haber sacado su arma, pero luego la volvió a guardar, apretando la mano de Katerina para decirle en silencio que nada había sucedido.

          Pasada la madrugada, el sol comenzaba a salir y Hank se había contactado con ellos – él decía que debían encontrarse en aquel puesto de comida donde Hank llevó a los dos por primera vez y así lo hicieron. El ambiente seguía frío pero los rayos del sol lo calentaban lentamente, Connor y Katerina caminaron juntos – tomados de la mano – hasta encontrar una gran silueta con cabello largo y canoso. Connor le contó lo que sucedió en la torre de ensamblaje y que Hank reconoció quien era el verdadero androide que lo conocía.

          Hank Anderson también estaba vivo.

          Él se giró y miró a los dos con una sonrisa, acercándose a ellos y extendiendo sus brazos para abrazarlos. Los tres se unieron en un abrazo y Katerina sintió millones de emociones acumuladas: la revolución, las muertes de los androides...pero también las pérdidas humanas. La castaña soltó un sollozo y no tardó en largarse a llorar, siendo contenida por Hank y Connor, quienes la arrullaron y permitieron que ella temblara con su llanto. Era realmente bueno ver que todo había terminado y que aquella aventura fue alucinante.

          Katerina le invitaría unas copas al teniente Mayen como agradecimiento.

          Los tres terminaron en casa de Hank, siendo Katerina la próxima en llamar al teniente Mayen y reportarle que todo había terminado. Él prometió que personalmente se encargaría de ir a buscarla a Detroit y la llevaría de vuelta Baltimore – donde habría problemas por todo el revuelto que produjeron Jansen y Perkins contra ella. La castaña ya se imaginaba que pasaría algo así, pero agradeció todo lo que hicieron por ella. Al cortar, Katerina volvió al comedor, donde Hank tenía una taza de café en la mano y otra en la mesa. Connor estaba acariciando a Sumo, quien se había trepado sobre él y lamió su mano.

          —¿Qué te ha dicho?—preguntó Hank.

          —Dijo que él se encargaría personalmente de venir a buscarme—respondió ella sentándose en la silla—. Que cuando lleguemos a Baltimore, seré interrogada y cuestionada por las farsas de Jansen y Perkins. Me dijo que ambos fueron despedidos y fueron declarados culpables, así que pasarán un largo tiempo en la cárcel.

          —¿Eso significa que te irás?—preguntó Connor.

          Katerina simplemente asintió—Mi trabajo terminó aquí, Con. No pertenezco a la policía de Detroit, pertenezco al FBI.

          —¡Oh, vamos!—gruñó Hank y la muchacha levantó una ceja—. Esto no puede terminar en tragedia, Julieta.

          La joven miró su taza llena de café y pensó profundamente. Ella tampoco quería dejar a Connor y lo que ambos habían empezado, sentir que dejaba algo era bastante perturbador y no sabría cómo sería ese futuro sin ese algo. Su mente pensó millares de opciones, pero una salió de su boca—A menos que...—miró a Connor—. A menos que quieras venir conmigo, Connor. Es tu decisión.

          Connor se mantuvo en silencio, encontrando alguna respuesta lógica a las palabras de Katerina. ¿Qué respuesta lógica había? Ninguna, ya que él no era una máquina, era un divergente – un androide con inteligencia infinita y ahora libre albedrío. El androide miró a la muchacha y supo que ella era la indicada para guiarlo en su camino. Connor se dio cuenta de una cosa: él quería a Katerina en su vida.

          Él asintió y Katerina nunca se sintió tan feliz.

          Aquella misma tarde, el teniente Mayen aterrizó el helicóptero en la azotea del DPD, donde Katerina y Connor lo vieron bajarse. Él abrazó a su subordinada y estrechó la mano del androide. Hank se despidió de ambos y prometió viajar a Baltimore en cuanto todo aquel alboroto calme sus aguas, además de prometer que sacaría a Sumo a pasear y que lo llevaría con él. Katerina y Connor subieron al helicóptero y Mayen agradeció a Hank toda la ayuda que le proporcionó a su compañera. Fue el último en subirse y las hélices del helicóptero giraron rápidamente, levantando vuelo y dirigiéndose hacia el sol. En aquel mismo momento, Katerina envió un mensaje grabado a Elijah.

          Él estaba sentado frente a un gran ventanal y puso play al mensaje de voz de su hermana:

          —Elijah, hey. Lamento enviarte este largo mensaje a estas horas, sabes que muchas veces me da pereza escribir pero pienso que esto es lo mejor. Quería saber si estabas a salvo, lo cual no dudo ya que tu fortaleza está muy alejada del centro de Detroit y también llamaba para despedirme. Huh...la investigación terminó, lo que significa que ya no soy de uso en el campo si no hay amenaza así que esta tarde me iré de Detroit. Allí seré interrogada por una corte y tendré que testificar todo a causa de mis falsas acusaciones y fraude en documentos, todo esto fue orquestado por unos colegas – que ya no son colegas, claro. Oh...por cierto, Connor viene conmigo. Tenías razón, aquella "prueba de amor" como tú la llamas, logró romper su interfaz de máquina y ahora es un divergente. Además de eso, me besó pero eso ya es otra historia. Y no me vengas a decir que use condones y todo eso, ya soy lo suficientemente madura como para encargarme de estas cosas—hubo una pausa—. Realmente me alegró verte, ¿sabes? Sé que tú y yo no terminamos bien, hace cuatro años y lamento haberte tratado mal, el haberte alejado. Lo necesitaba, Elijah, nunca fue mi intención apartarte – pero debía saber quién era allá fuera. Ahora lo sé: soy Katerina Emilia Kamski. ¿Vendrás a visitarme? Cuando todo se calme allí y en Baltimore, Chloe y tú pueden venir, será divertido. Gracias, Elijah, de verdad. Te amo, hermano.

          Elijah Kamski cortó el mensaje y miró el sol que se ponía en el horizonte.

          Su hermana era igual que un videojuego, siempre evolucionando, siempre sometida a retos. Eso era lo que la hacía especial con cualquier persona, eso era lo que la hacía magnifica e intrigante al mismo tiempo.

          Katerina Emilia Kamski siempre fue una jugadora.

          Y también una vencedora.




FIN!



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sin editar

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