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xii. visitas familiares


LA REVOLUCIÓN,
capitulo doce: visitas familiares!



          LAS PESADILLAS ERAN ALGO QUE PERTURBABA A KATERINA DE FORMA CONSTANTE, pero la noche del 8 de Noviembre durmió sin una pesadilla – al menos eso era algo bueno. Connor se había quedado en su casa aquella noche, ya que la castaña sabía que aún seguía abrumado (y también, un poco asustado) por lo que había ocurrido en la Torre Stratford horas atrás. Katerina lo llevó a su apartamento para despejar su mente – o, mejor dicho, su disco de memoria – y entretenerlo por un rato. El androide supo pequeños detalles de la muchacha Kamski, cosas simples pero singulares los cuales hacían a Katerina tan especial en un entorno tan sombrío como este. Aprendió aspectos de su vida que ella nunca le había contado a nadie: muy pocas personas conocían el pasado de Katerina – a excepción de Elijah, quien compartió su infancia y adolescencia junto a ella. Conoció su vasto conocimiento en videojuegos y su inteligencia destacable en la escuela, hasta graduarse. Teniendo en cuenta que ella y Elijah les separa un mínimo de 5 años – Cyberlife ya se había fundado en ese entonces – dando como consecuencia la muerte de sus padres apenas dos años después.

          Katerina no lloró cuando se lo contó, pero Connor sabía que eso realmente la entristecía.

          Entendía el sentimiento del dolor, del duelo – pero nunca lo sintió, no como lo sintió ella aquel día. Un sentimiento amargo, el cual producía malestar e incontables lágrimas – Connor se dio cuenta de que aún tenía un camino largo para aprender.

          En cuanto a la castaña, no mencionó en ningún momento el sueño que tuvo la noche anterior – le pareció raro y no quería arruinar lo que ya había construido con Connor. Así que mantuvo aquel pensamiento al fondo del cajón y se retiró a dejar la taza de té que estaba tomando. Al observar el reloj que había colgado a un costado de la cocina, apretó los labios y apagó las luces—Ya es tarde—recalcó ella y miró al androide—. Sé que es estúpido preguntar si...

          —¿Si los androides duermen?—terminó Connor por ella y la muchacha de ojos azules asintió—. No lo definiría como "dormir", si no es estar suspendido por un par de horas hasta que la alarma suene.

          —Oh...—murmuró Katerina sonrojándose y se rascó la nuca—. Bueno...Hay espacio en mi cama para que te recuestes—el androide estuvo a punto de objetar, pero la muchacha, a pesar de su sonrojo y nerviosismo, le señaló con un dedo—. No permitiré que duermas parado, Connor, eres un invitado.

          Sin más, Katerina se retiró a su habitación para ponerse un pijama y se dio cuenta que Connor apagó las luces restantes – dirigiéndose a su habitación. La muchacha fue la primera en acostarse y dejó que el androide apagase la luz – para luego sentir peso a su lado en la cama. Katerina se tapó y miró la luz azul del LED de Connor, vibrando de forma pacífica y calma, sus ojos cerrados y su cuerpo completamente quieto. La joven cerró sus ojos y dejó que la presencia de Connor la ayudase a conciliar el sueño.

          Se durmió en tan solo cinco minutos.

          A la mañana siguiente, Katerina soltó un gruñido al escuchar como su teléfono vibraba contra su mesa de luz y se removió en la cama, buscando el dispositivo con su mano. Connor, quien había despertado hace cinco minutos, miraba atentamente los movimientos descuidados de su compañera – quien aún tenía más ganas de dormir que levantarse en aquel momento – y alargó su brazo para apagar la alarma que Katerina no lograba apagar. En cuanto Connor apagó la alarma, Katerina volvió a relajarse y se acurrucó contra Connor, retomando su plácido sueño.

          El androide no comprendía porqué ella estaba acurrucada a él.

          Buscó aquel comportamiento en bases de datos e Internet – encontrándolo como un comportamiento relacionado con el frío o para sentir el calor corporal de otra persona. También encontró resultados de un comportamiento similar que tenían los humanos con abrazarse mutuamente estando acostados – ambos compartiendo calor corporal, resguardándose en los brazos del otro. Connor miró a Katerina quien seguía durmiendo, su cabello castaño estaba enmarañado y disperso sobre su rostro, su respiración era tranquila y regulada, sus músculos se encontraban relajados y verla en ese estado de quietud realmente le fascinó a Connor. Lentamente, quitó un par de mechones rebeldes que caían sobre el rostro de la muchacha y aquella oscuridad resaltaba sus facciones como si brillaran. Las pocas pecas que tenía realmente aumentaban su belleza y estas eran adornadas por mejillas ligeramente sonrojadas.

          Connor llegó a la conclusión de que Katerina era realmente hermosa.

          Admiró su nariz y luego sus labios, suaves y carnosos. Connor sintió un fuerte deseo, como si fuese un instinto, de besarlos. ¿Qué diablos le ocurría?¿Acaso estaba a punto de sufrir un cortocircuito? No entendía como podía pasarle algo así, ¿por qué aquel instinto le pedía a gritos que la besara? Descartó la posible idea de ser divergente y quitó aquel pensamiento de su cabeza. Deja de mirarla así, diría Amanda. Pero él temía decirle que ya era demasiado tarde. Que no había vuelta atrás y continuaría con esa jugada hasta encontrar Jericho.

          Un golpe fuerte se escuchó en la puerta y Katerina gruñó, acurrucándose más a Connor – el golpe volvió a insistir y el androide decidió ir a responder. Connor llegó a la puerta y la abrió, revelando la figura de Hank Anderson en el umbral. Al ver a Connor, el teniente sonrió de manera socarrona antes de pasar y miró el apartamento—¿Interrumpí algo?

          —No, teniente.

          Katerina se asomó con cara de pocos amigos—Interrumpiste mi sueño, eso sí.

          Hank miró a Connor—Quiero suponer que usaron protección, ¿verdad?

          El rostro de Katerina se tiñó de rojo ante la supuesta situación que Hank expuso frente a ellos—¿Q-Qué?¡No!¡No lo hicimos!

          —No nací ayer, Katerina.

          —No nos hemos involucrado en actividades sexuales, teniente—rectificó Connor, sin una pizca de vergüenza como la que estaba sufriendo Katerina Kamski en aquel momento. La muchacha rodó los ojos y el androide miró a Hank—. ¿Ocurrió algo?

          —Nos vamos de paseo, tórtolos—replicó el teniente intentando, al menos, de fingir alegría. El hombre canoso miró a la muchacha, quien seguía asomada—. Así que, Julieta, ve a prepararte porque tu Romeo ya está listo.

          Katerina rodó los ojos antes de volver a su habitación – la muchacha se vistió rápidamente y abrió las ventanas, dejando ver que la nieve había aumentado. La muchacha de ojos azules respiró hondo antes de salir de su habitación, encontrándose con sus dos compañeros y corrió para agarrar su abrigo, sonriéndoles abiertamente. Hank abrió la puerta y el trío salió de allí – a donde sea que Hank los llevaría.




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          Katerina admiró la gran casa, con un estilo moderno y lujoso, además de tener un ventanal gigante y tener paredes negras que la recubrían desde afuera. Un pequeño puente con escaleras conducía a una puerta principal, el cual era iluminado tenuemente con luces blancas. La casa estaba bastante alejada de la ciudad de Detroit, pero aún era hermosa al verse rodeada de una soledad inevitable – con la nieve decorando cada espacio recóndito del entorno. Katerina se preguntó a dónde habían llegado y a pesar de las insistencias de Hank con decir: "Ya lo verás, niña" llegó a una conclusión muy apresurada – demasiada, en palabras de Katerina Kamski.

          Estaban en la casa de Elijah.

          Lo que menos esperaba en este momento de caos entre humanos y androides, a pesar de que las cosas estaban empezando a empeorar, era ir a darle una visita a su hermano. Por un lado, creyó que eso le haría bien ya que estaría con otra persona cercana a su entorno familiar, por otro lado, ¿qué estaba buscando Hank con esto? Elijah podría ser una persona inteligente, pero Katerina recordó la conversación que tuvo con su hermano hace dos días: Elijah Kamski había dejado Cyberlife. ¿Qué respuestas podría encontrar?

          El día se estaba poniendo interesante.

          Hank fue el primero en salir del auto, mientras que Connor se mantuvo quieto en el asiento del copiloto – ojos cerrados y su LED de un color azul calmo. Probablemente estaba realizando otro reporte para Cyberlife. Katerina salió del auto, cerrándose su abrigo para poner un pie en el suelo nevado. Cerró la puerta del vehículo y se dirigió a Hank, quien hablaba por teléfono animadamente con alguien – probablemente el capitán Fowler. La muchacha de cabellos castaños se acercó lentamente hacia él, intentando de interpretar la conversación como podía. Hank se despidió segundos después y se giró para mirar a su compañera, percatándose de su presencia.

          —¿Estás bien, Hank?—preguntó la ojiazul.

          Hank asintió, un poco aturdido—Sí. Sí...

          Connor salió justo a tiempo, encontrándose con la situación entre Katerina y Hank—¿Está todo bien, teniente?

          —Chris estaba patrullando anoche—declaró el teniente mirándolos a ambos—. Lo atacaron varios divergentes. Dijo que lo salvó Markus en persona...

          —¿Chris está bien?—inquirió el androide.

          —Sí, está muy consternado...—respondió Hank asintiendo—. Pero vivo. Qué diablos...

          —Gracias a dios que está bien—murmuró Katerina y miró hacia la entrada principal de la casa—. ¿Alguna explicación para venir a molestar a mi querido hermano?

          Hank sonrió de lado—¿Acaso es algo malo darle una visita familiar, Katerina? Mueve el trasero y vamos.

          Los tres caminaron hacia la entrada, cruzando aquel puente lentamente. Connor se mostró confundido, como si no quisiera entrar allí pero al mismo tiempo sí. Hank fue adelante, siendo seguido por la muchacha de cabellos castaños y por último: Connor. El androide miró a su compañera—Tengo un mal presentimiento. No debimos haber venido.

          —Mal presentimiento, ¿eh?—dijo Hank mirando a Connor por el rabillo del ojo—. Deberían revisarte el programa, podría ser una falla.

          Katerina le lanzó una bola de nieve a Anderson—Y yo pienso que hoy te levantaste del lado equivocado de la cama.

          —No empieces algo que no podrás terminar, Kamski—advirtió Hank con un dedo y se dirigió a tocar el timbre.

          Katerina respiró hondo mientras esperaba que Elijah, o al menos su androide, los recibiesen. La puerta se abrió, revelando a una hermosa chica de cabello rubio y ojos azules, tez pálida y facciones hermosas. Su cabello rubio estaba atado en una coleta baja y llevaba un vestido azul – además, iba descalza y su maquillaje era casi nulo. Katerina sonrió al darse cuenta que se trataba de Chloe, la primera androide en completar el test de Turing. Realmente Elijah se había lucido con sus diseños.

          —Huh, hola...—saludó Hank con sumo respeto—. Soy el teniente Hank Anderson, de la policía de Detroit. Vine a ver al señor Elijah Kamski.

          Chloe sonrió y se hizo a un lado—Pasen, por favor.

          Hank asintió y fue el primero en entrar a la lujosa casa. Katerina fue la siguiente y Connor entró sin antes darle una vista al auto. Chloe cerró la puerta y dirigió su mirada a Katerina, ella le sonrió, dejando que la androide se acercase y tomase sus manos—Tú debes ser la hermana de Elijah. ¿Katerina?

          —Sí, esa soy yo—dijo la castaña esbozando una sonrisa—. Es un gusto conocerte al fin, Chloe.

          —El sentimiento es mutuo—respondió la rubia con una sonrisa cálida—. Elijah me ha hablado mucho de ti—señaló los sillones que estaban a un costado—. Le avisaré a Elijah que están aquí. Pónganse cómodos, por favor.

          Sin más, la androide se retiró del vestíbulo y Katerina tomó asiento en uno de los sillones mientras que el teniente se sentó en el que estaba a su lado – a pocos metros de ella. Connor, por su parte, decidió recorrer el lugar: encontrando pistas comunes como un cuadro de Elijah Kamski junto con una mujer de piel morena – la misma persona que se encontraba Connor cada vez que estaba en el Jardín Zen: Amanda Stern. Katerina no llegó a conocerla, pero supo que Elijah había aumentado toda su inteligencia en IA con ella cuando estaba estudiando en la universidad.

          —Qué linda chica—declaró Hank.

          Katerina le sonrió—Sí, Chloe es realmente hermosa.

          —Es bonito aquí. Creo que los androides no han sido malos para todos—recalcó el teniente y miró a Connor, quien se colocó al lado de Katerina—. Estás a punto de conocer a tu creador. ¿Qué se siente?

          —No me despierta preguntas existenciales—respondió el androide enfocando su mirada en el teniente—. Si a eso se refiere.

          —A veces me gustaría ver a mi creador frente a frente...—murmuró Hank y Katerina asintió con él—. Me gustaría decirle un par de cosas.

          La puerta se abrió después de un silencio abrumador y Chloe salió esbozando una sonrisa—Elijah los verá ahora.

          Ambos humanos se pusieron de pie y caminaron hacia Chloe, cruzando un umbral para encontrarse en una habitación con un ventanal que daba al ambiente nevado y desolado que dirigía Detroit. Había un gran mural pintado en un lienzo gigantesco – probablemente pintado por Carl Manfred – y había una piscina con agua de un color rojizo. Dos androides idénticas a Chloe estaban dentro del agua, casi al borde. Elijah, claramente, estaba nadando en el agua.

          —¿Señor Kamski?—exclamó Hank.

          Elijah salió del agua—Un momento, por favor.

          Chloe los condujo hacia una alfombra, la cual estaba acompañada por dos sillones más y un pequeño escritorio con cajones. Elija no tardó en salir y ser recibido por su androide, quien le tendió una bata y se la colocó, ajustándola en la cintura. Elijah miró a Katerina y se acercó para besar su mejilla dulcemente—No esperaba tu visita, paloma.

          —Lamento venir sin avisar—dijo Katerina haciendo una mueca.

          —Tonterías—espetó su hermano mayor—. Sabes que siempre serás bienvenida aquí, paloma.

          Katerina simplemente asintió, mirando como Elija caminaba para ponerse frente a Hank y Connor. Sus manos se juntaron adelante y miró expectante a los compañeros de su hermana. Hank, por su parte, decidió hacer las presentaciones—Soy el teniente Anderson. Él es Connor. Y bueno, ya sabes quien es ella—señaló a Katerina.

          —¿En qué puedo ayudarlos, teniente?

          —Investigamos a los divergentes—declaró el teniente Anderson mirando a Elijah—. Sé que dejó Cyberlife hace unos años, pero esperaba que pudiera decirnos algo que no sepamos...

          —O algo que falte para comprender su comportamiento—terminó la menor de los hermanos Kamski.

          —Los divergentes...—empezó Elijah y miró a Katerina—. Son fascinantes, ¿no es así? Seres perfectos que tienen una inteligencia infinita y, ahora, libre albedrío...—pasó a mirar a Chloe—. Las máquinas son tan superiores a nosotros, que era inevitable un enfrentamiento. El logro más grande de la humanidad amenaza con llevarla a su destrucción. ¿No es irónico?

          —Creo que no has terminado de leer "Yo, Robot"—dijo Katerina alzando una ceja.

          Connor miró a Elijah de forma seria—Si se desata una guerra entre humanos y divergentes, podrían morir millones, señor Kamski. Es un asunto delicado en extremo.

          —Todas las ideas son virus que se propagan como epidemias—respondió Elijah mirando al cazador de divergentes—. ¿El deseo de ser libre es una enfermedad contagiosa?

          Katerina estuvo a punto de intervenir, pero Hank ya había perdido la paciencia—No estamos aquí para filosofar. Las maquinas que creó podrían estar planeando una revolución.

          Había veces que alguien debía ser sincero y directo con Elijah.

          Hank Anderson se había convertido en otra de ellas, ya que la primera era Katerina.

          —O nos da información útil o nos largamos de aquí.

          Elijah permaneció en silencio hasta que miró a Connor—¿Y que me dices tú, Connor?—se acercó a él y Katerina se tensó, sintiendo que algo andaba mal—. ¿De qué lado estás?

          —No estoy de ningún lado—respondió el androide, pero eso no convenció a Elijah lo suficiente—. Me diseñaron para detener a los divergentes y eso es lo que intento hacer.

          Elijah soltó una pequeña carcajada—Sí, estás programado para decir eso...pero tú...—se acercó más a él—. ¿Qué quieres realmente?

          Connor por un momento se sintió abrumado, no solo por los firmes cuestionamientos de Elijah Kamski sobre sus ordenes – si no por el simple hecho de querer algo—Lo que yo quiera no es...importante.

          Katerina se dio cuenta de la duda que había en las palabras de Connor. Y si una Kamski detecta eso, eso significaba que el otro también. Elijah miró a su androide y la llamó. Chloe, siempre obediente a su amo, caminó hacia él y Elijah se alejó de Connor, acercándose a ella para tomarla de sus hombros—De seguro conocen la prueba de Turing—volteó a la muchacha para que enfrentase a los dos hombres—. Una mera formalidad, algoritmos y capacidad computacional—miró a los tres integrantes—. Lo que me interesa...es si las máquinas pueden sentir empatía.

          —Esto no me está gustando—murmuró Katerina con cautela.

          —Tranquila, hermanita—dijo Elijah mirándola—. El segundo desafío es más peligroso que el primero. Lo llamo la prueba de Kamski. Verán que es algo muy sencillo—miró a Chloe—. Magnifica, ¿no es así? Uno de los primeros modelos inteligentes que desarrolló Cyberlife—tocó su mentón y la androide dirigió su mirada a él—. Joven y hermosa por siempre. Una flor que nunca se marchita—prosiguió a mirar al resto—. ¿Pero que es en realidad?¿Un pedazo de plástico que imita a un humano?—caminó hacia el escritorio, abriendo su cajón—. ¿O un ser vivo con alma?

          Katerina se quedó quieta al ver que Elijah, su hermano, sacaba un arma del cajón – cerrándolo para girarse y enfrentar a los invitados. ¿Por qué Katerina comenzó a respirar de manera irregular? No conocía el peligro que emanaba de las paredes y más con la mirada de Elijah dirigida a Connor. Elijah le ordenó en silencio a Chloe para que se arrodille y caminó hacia el cazador de divergentes—Tú sabrás si respondes o no a esa fascinante pregunta, Connor.

          —Elijah...—advirtió su hermana.

          Elijah le dio el arma a Connor, quien la agarró y dejó que Kamski apuntara hacia la cabeza de Chloe. Hank y Katerina, repentinamente, se encontraron nerviosos. Elijah miró a Connor—Destruye esta máquina y te diré todo lo que sé—pasó por detrás de él—. O perdónale la vida, si crees que la tiene. Pero entonces te irás sin ninguna respuesta de mi parte.

          —Ok, creo que eso es todo—dijo Hank y miró a la castaña—. Ven, vámonos. Perdón por sacarlo de la piscina.

          —¿Qué es más importante para ti, Connor?—preguntó el mayor de los Kamski—. ¿Tu investigación o la vida de esta androide?—el LED de Connor parpadeaba de un color azul a un amarillo—. Decide quien eres.

          —¡Suficiente!—exclamó Katerina pero su hermano alzó una mano, deteniéndola.

          —Una máquina obediente...—Elijah miró a Connor—. O un ser vivo, dotado de libre albedrío.

          Hank decidió intervenir—¡Ya es suficiente! Connor, nos vamos.

          El mayor de los Kamski tocó el hombro del androide—Aprieta el gatillo.

          —¡Connor, no!—dijo la castaña.

          —Y te diré lo que quieres saber.

          Katerina miró al androide—Por favor, Connor...

          El ambiente se mantuvo tan tenso que Katerina ni siquiera podía moverse, Hank se mantuvo petrificado y los tres humanos miraron expectantes la decisión del androide. Chloe no dijo nada, ni siquiera se quejó y el LED de Connor parpadeaba furiosamente. Katerina estaba preparada para correr y quitarle el arma de la mano, pero algo la detuvo en seco: Connor le tendió el arma a Kamski y soltó un respingo. Su LED estaba teñido de rojo, mostrando inestabilidad en su software y Katerina no movió sus ojos de él.

          No disparó.

          Connor decidió no dispararle a Chloe.

          El cazador de Divergentes había demostrado empatía.

          —Fascinante...—dijo Elijah mirando a Connor, quitándole el arma de sus manos—. La última oportunidad de Cyberlife para salvar a la humanidad...es un divergente.

          —Yo...¡no soy divergente!—se defendió Connor, sintiéndose el doble de abrumado.

          —Preferiste salvar a una máquina en lugar de cumplir tu misión—declaró el hermano de Katerina tendiéndole una mano a Chloe para ponerla de pie—. Viste a esta androide como un ser viviente. Mostraste empatía.

          Katerina soltó un suspiro—Mierda, Elijah...

          —Ah, lo recordé—declaró su hermano antes de mirar Connor—. Este es tu segundo desafío, Connor y espero que seas rápido para lograrlo.

          Katerina no logró reaccionar en el momento preciso que Elijah apuntaba su arma hacia ella y apretaba el gatillo, logrando que Connor se abalanzase sobre ella a tiempo – protegiéndola otra vez de la bala. La castaña cerró sus ojos y se encontró siendo envuelta por un cuerpo frío, sus manos tocaban sus brazos y la envolvían en un abrazo – la muchacha de ojos azules decidió abrirlos y se encontró con los ojos café de Connor. Ella jadeó y Connor tocó su rostro, buscando heridas superficiales.

          Katerina estaba bien y eso realmente reconfortó a Connor.

          ¿En que diablos estaba pensando su hermano?

          Él la ayudó a levantarse y Katerina estaba a punto de estallar, comenzando una de las tantas peleas con su hermano. Elijah miró a Connor—Se aproxima una guerra y deberás elegir un lado. ¿Traicionarás a tu propio pueblo o enfrentarás a tus creadores?¿Que podría ser peor que tener que elegir entre dos males?

          —Hank, llévate a Connor—ordenó Katerina y el teniente asintió.

          Los dos se dirigieron a la salida y Elijah miró por la ventana—Por cierto...Siempre dejo una salida de emergencia en mis programas. Nunca se sabe...

         Connor salió de allí sin decir una palabra y Katerina quedó sola junto a su hermano en cuanto la puerta se cerró. La muchacha miró con enfado a su hermano mayor—¡¿Qué diablos ha sido eso?!

          —Para ti, una demostración de su amor—recalcó Elijah aún mirando la ventana—. No intentes negarlo, paloma. Connor te ha salvado en unas cuantas ocasiones y sabes que algo está pasando en su programa. Solo necesitaba un empujón.

          —Te detesto.

          —Pero me amas, también.

          —Lamentablemente.

          —Cuídate, Katerina. Hay una revolución creándose y no quiero verte en los campos de batalla arriesgando tu vida—espetó su hermano ahora mirándola—. Quiero pensar que te gustó el regalo de cumpleaños que te hice, ¿verdad?

          —Claro que sí, gracias—dijo ella y sonrió—. Debo volver con ellos, prometo venir a verte cuando esto termine.

          La muchacha caminó hasta la puerta, para ser detenida por Elijah—Si necesitas ayuda, solo llámame.

          Katerina lo haría, pronto.




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