x. el club y el juicio
LA REVOLUCIÓN,
capitulo diez: el club y el juicio!
EN EL TRAYECTO HACIA EL CLUB EDÉN, y a pesar del silencio, Katerina y Connor aprendieron bastantes cosas del teniente: posee un gigante pero adorable perro San Bernardo, a Hank le gusta el Jazz, estuvo jugando a la Ruleta Rusa antes de que ellos llegasen y por último, pero no menos importante, Hank perdió a su hijo hace dos años. Katerina permaneció en silencio durante el trayecto, siendo carcomida por sus propios pensamientos y todo lo que vio en la casa del teniente – de alguna forma, Katerina empatizó con Hank y deseó que su sufrimiento fuese algo tan ameno a lo que ocurría a su alrededor: pero era algo casi imposible. Hank Anderson aún seguía llorando aquella fatal pérdida y la castaña estaba decidida a acompañarlo hasta que su misión terminase definitivamente. Connor, por otro lado, decidió acercarse a Sumo para acariciarlo – provocando que este se relajase y buscase de nuevo aquel toque que el androide tenía cuando pasó su mano por su largo pelaje. Katerina sonrió al ver como un androide, creado con biocomponentes y una inteligencia infinita, interactuaba con un animal que vivía el doble que los humanos – encontrándolo como algo genuino.
Además de encontrarlo adorable.
(Katerina nunca lo admitiría en voz alta, pero cada vez que Connor se mostraba curioso con algo, era realmente adorable.)
Connor mantuvo las manos firmes en el volante, mientras que Hank se encontraba recostado en el asiento del copiloto – la jaqueca que tenía en parte por su resaca era algo bastante molesto y eso solo sacó gruñidos por parte del hombre con cabello largo. Katerina miró a Connor y este también le miró, ambos manteniendo contacto visual y aquel único secreto que los unía. La castaña sabía que tarde o temprano debía decirle a Hank la verdad, pero ella pensaba que aún no era el momento indicado. El androide giró el volante y entraron a una avenida que, en su esquina, literalmente, brillaba de colores rosas. Katerina observó el gran edificio, cuando Connor detuvo el vehículo a un lado, y las letras que conformaban el letrero "Eden Club" brillaban de un color rosa neón. Varias luces eran azules o violetas, o aquel simple color fucsia centellante y llamativo para atraer la atención de cualquier persona. Connor apagó el motor mientras que Hank, siendo el mismísimo teniente, soltó un gruñido—Ugh...Siento como si me estuvieran taladrando mi pobre cráneo. ¿Seguro que ya llegamos?
—Claro que sí, Hank—replicó Katerina con aire divertido antes de abrir la puerta—. A menos que no puedas manejar un par de androides semi-desnudos. Además, es la dirección que reportaron.
—No te pases de lista con la corte suprema, cielo—gruñó el teniente abriendo la puerta—. De acuerdo, a trabajar.
El trío salió del auto y se dirigió al club, siendo recibidos por un androide policía que se encontraba custodiando la entrada junto a un cadete humano. Katerina les sonrió a ambos antes de mostrar su placa, cruzando la cinta holográfica amarilla que les impedía el paso a los civiles. Había varios autos de policía y una ambulancia, pero todo se mostraba callado. Katerina y Connor siguieron a Hank por el pasillo de entrada, siendo teñidos por una luz fucsia muy brillante. Prosiguieron hacia un vestíbulo, donde había modelos de androides para elegir y Connor se acercó para mirar uno – aquella curiosidad aún seguía sorprendiendo a Katerina.
—Las androides más sexis de la ciudad—murmuró Katerina y rodó los ojos.
Hank miró al androide—¡Connor!¿Qué demonios haces?
—Ya voy, teniente—respondió el androide antes de pasar al lado de Katerina.
Adentro estaba iluminado por luces de diferentes colores: violetas, azules, rosas e incluso blancos – algo muy provocativo para la situación que estaban pasando. El mismo colega de Hank, Ben, estaba interrogando al gerente del club y al verlos, se les acercó—¡Hank, Katerina!
—Hola, Ben. ¿Qué tal todo?
Ben les señaló la habitación que mostraba la señal de ocupado en letras rojas—Es la habitación de allá—Katerina estuvo a punto de encaminarse—. Ah, por cierto...Gavin ya entró.
Connor sintió como su compañera rodaba los ojos antes el comentario y luego una mano agarrando la suya, tirando de ella en el proceso. La puerta se deslizó a un lado, abriéndose, dejando entrar a Katerina y a Connor – Hank los siguió atrás – para encontrarse con el detective Gavin Reed. Sus ojos azules se enfocaron en la figura de Katerina y él sonrió con diversión—La detective Nancy Drew, el teniente Anderson y su mascota de plástico. ¿Qué diablos hacen aquí?
Katerina rodó los ojos—Oh, un cadáver y un idiota, el sueño de toda chica.
—Nos asignaron todos los casos relacionados con androides—respondió Connor de forma cordial.
—¿Ah, sí?—preguntó Gavin, haciendo contacto visual con él antes de mirar al cadáver acostado en la cama—. Pues pierden su tiempo. Solo un pervertido que, eh...—soltó una pequeña carcajada—. Obtuvo demasiada acción.
—Aún así vamos a ver, si no te importa—recalcó el teniente.
Gavin soltó una risotada— Ven, vamos...—caminó hacia la puerta, sin antes detenerse a un lado de Katerina—. Tú sabes donde puedes encontrar la acción, cielo.
—Los dos centímetros que tienes ahí abajo no bastarán, Reed—dijo Katerina de forma seria y Hank soltó una gran carcajada junto con el oficial Collins, quien soltó una risilla a lo bajo—. Ahora, ¿podrías dejarnos? Tenemos trabajo que hacer.
Gavin maldijo en voz baja antes de salir de la habitación – chocando el hombro de Connor en el proceso – y la puerta se cerró. El oficial Collins se despidió de ellos y abandonó la escena del crimen. Katerina sonrió de lado al ver que Hank se secaba una lágrima y miraba a la muchacha—Me has hecho la noche, niña, te lo agradezco.
Katerina asintió y se dirigió al cuerpo, colocándose un par de guantes que encontró en la casa de Hank antes de salir. Al sentarse en la cama, observó el cuerpo de la víctima, el cual estaba completamente desnudo y lo tapaba una sábana de color carmesí y violeta. Connor se agachó frente a la androide que estaba tirada en el suelo – sin vida – y encontró un rastro de plasma azul que emanaba de su nariz, provocando que el androide tomase una muestra entre sus dedos y se lo llevase a la boca.
—¡Oye!¡Oye!¡Oye!¡Oye!¡Ugh! Connor, qué asqueroso eres—se quejó Hank y Katerina hizo una mueca—. Creo que volveré a vomitar...
Katerina, al terminar de examinar las heridas, ser levantó de la cama para mirar a Hank. De alguna forma, la androide que estuvo con él, logró matarlo antes de que ella perdiese su funcionamiento – ¿pero cómo ocurrió eso? Hank se le acercó y Katerina señaló las marcas que la víctima tenía en su cuello—Ha sido estrangulado, pero no comprendo cómo el androide pudo apagarse si el cliente ya estaba muerto.
—Es muy probable que haya otro androide envuelto en esto—añadió Connor colocándose de pie, caminando hacia ellos—. ¿Puedo?
Katerina y Hank se hicieron a un lado al ver que el androide estaba a punto de hacer una de sus múltiples simulaciones a modo de prueba para generar una teoría. Katerina miró a la androide y por un momento se percató que ella no podría haber sido la culpable y sus sospechas se confirmaron cuando Connor les miró—No murió de un ataque cardíaco, Katerina tiene razón.
—Pero no prueba nada—añadió Hank—. Tal vez quería un chupetón.
Katerina miró al androide—Connor, podríamos intentar de encenderla.
Ambos miraron a la androide tirada en el suelo y él asintió. Katerina se colocó detrás de él al ver que el androide se agachaba frente a la máquina averiada. Hank, con mucha curiosidad, se acercó también—¿Puedes ver la memoria del androide? Tal vez puedas ver qué pasó...
—Puedo tratar—respondió Connor y tocó con sus dos dedos la muñeca de la máquina dañada, sin éxito—. Solo puedo acceder a su memoria si la reactivamos.
Katerina miró al androide—¿Puedes hacerlo, Con?
Connor tocó su abdomen, sustrayendo la piel e ingresando al material principal, presionando su abdomen para llegar a sus cables—Está bastante averiada...—abrió la compuerta y se encontró con un cable separado—. Si lo logro, solo será un minuto, quizá menos.
—Espero que sea suficiente para averiguar—declaró la castaña al ver que Connor conectaba los dos cables.
Los ojos de la muchacha se abrieron y se apartó de ellos, horrorizada. Katerina se agachó y le sonrió, de alguna manera haciéndole saber que estaba a salvo. Alzó las manos y sabía que el tiempo se acababa—Tranquila, mi nombre es Katerina Kamski. Estás a salvo. No tienes porqué sentir miedo.
—¿Está...?¿Está muerto?—sollozó la Traci.
Katerina prosiguió—Sí, lo está. Dinos que pasó aquí.
—Comenzó a...golpearme...una y...otra vez.
—¿Tú lo mataste?—declaró Katerina, siendo más severa en su tono—. Responde.
—No...No, yo no fui...
—Katerina, se está apagando—murmuró Connor.
—¿Estabas sola en la habitación?—la castaña de ojos azules se apresuró a preguntar, ignorando a Connor—. ¿Había alguien más?
—Quería acción con dos chicas—respondió la androide—. Eso dijo, así que éramos dos...
—¿Qué modelo?¿Era como tú?
Una pregunta completamente fallida, ya que el LED que brillaba de color rojo se apagó al decir aquellas palabras. Katerina soltó un suspiro y Connor tocó su hombro para luego tenderle la mano, logrando ponerla de pie. Ambos miraron a Hank y este asentía—Así que había otra androide...
—Debemos encontrarla—declaró Kamski mirando a los dos hombres.
—Esto fue hace una hora. Debió irse hace mucho tiempo, Katerina—informó el teniente.
—No. Coincido con ella—respondió Connor alegando a su compañera, para luego señalar a la androide—. No puede salir vestida así y que no la noten. Aún podría estar aquí.
Hank miró a Connor con completo asombro e incertidumbre al mismo tiempo—¿Crees poder distinguir a un divergente de entre todos los androides?
—No es fácil detectar a los divergentes—respondió el androide, pero esa no era la verdadera respuesta que Katerina esperaba.
—¿Qué tal un testigo?—inquirió la castaña a los dos—. Alguien debió verla.
—Iré a hacerle unas preguntas al manager sobre lo que vio. Avísenme si se les ocurre algo—anunció Hank antes de salir de la habitación.
Connor y Katerina permanecieron solos, para luego hacer contacto visual con el otro. La muchacha Kamski sonrió antes de asentir y salió afuera, siendo seguida por el androide. Katerina observó su entorno, calculando las posibles salidas o entradas a este lugar. Era muy probable que existiese una, ya que esa era una entrada para el publico en general. Dio un par de pasos hasta la entrada y se mantuvo pensativa, ¿para qué llamar la atención si recién acabas de cometer un crimen? La respuesta no le sorprendió a Katerina y descartó por completo la salida principal, la joven estaba a punto de caminar hacia el fondo del lugar pero Connor agarró su mano y tiró de ella para llevarla hasta la estación donde se encontraba una de las Tracis.
Esto no era nada bueno.
—¿Podrías alquilar a esa Traci?—preguntó Connor.
Katerina alzó una ceja—¿Q-Qué?
—Por favor, Katerina—insistió el androide—. Confía en mí.
La castaña de ojos azules parpadeó un par de veces pero terminó accediendo, colocando su huella dactilar y concretando la compra—Esto se verá muy mal en mi resumen.
—¡Katerina, deja de hacer estupideces!—bramó Hank desde el otro lado, al observar que su compañera alquilaba una Traci.
Kamski miró a Connor—No hagas que me retracte de esto.
Connor asintió y conectó su mano al brazo de la joven, así entrando en su memoria. Katerina miró extrañada a su compañero, mientras que su LED parpadeaba de un azul a un amarillo rápidamente. Se desconectó luego de unos segundos, indicándole a la Traci que volviese a su lugar. Hank se acercó a ellos y se cruzó de brazos, mientras que el androide miraba hacia todos lados—Vio algo.
—¿De qué hablas?¿Qué vio?—preguntó Hank.
—La divergente salió de la habitación—anunció Connor ahora mirando a los dos humanos—. Una Traci de pelo azul.
—Has dicho que salió de la habitación...—declaró la muchacha de ojos azules y miró al androide—. ¿Se dirigió a la salida?—Connor asintió y ella apretó sus labios—. Pero no puede salir sin llamar la atención. ¿Habrá alguna salida de emergencia?¿O entrada secundaria?
—El manager me dijo que había una al fondo, en la sección azul—declaró Hank.
Katerina Kamski decidió que ya no se podía perder más tiempo. Caminó hacia la sección azul y se encontró con una puerta que decía "PRIVADO. SOLO PERSONAL AUTORIZADO", sonrió de lado, haciendo un ademán con su mano para indicarles que era por allí. La muchacha entró allí y caminó hacia otra puerta por un pasillo largo, la castaña estaba a punto de abrirla pero el teniente la detuvo—¡Alto!—la joven se giró—. Yo me encargo. Armas desenfundadas, Katerina.
La joven sacó su arma y entró detrás de Hank. Connor fue el último y cerró la puerta. El depósito estaba completamente en silencio, repleto de modelos y algunos metidos en cajas. Katerina miró hacia todos lados, con su arma en alto y el dedo rozando el gatillo. La joven sintió algo viscoso en su zapato y bajó la mirada, encontrándose con un rastro de plasma azul. Le indicó a Connor en silencio que fuese a analizar eso mientras que Hank exclamaba algo antes de salir corriendo hacia la segunda salida que tenían. Connor se puso de pie y siguió el rastro de sangre hasta el fondo del almacén, indicándole a Katerina que mirase a su derecha.
Allí, entre todas las Tracis en modo de suspensión, se encontraba una de cabello azul y su LED estaba amarillo.
Habían encontrado a la culpable.
Pero la Traci que estaba frente a ella se movió primero, abatiendo a los dos. Katerina exclamó en voz alta, atrayendo la atención de Hank – luego, intentó dispararle a la joven pero ella lanzó una patada que debió la bala a un punto muerto de la sala. La castaña dejó de sentir el peso reconfortante de su pistola en segundos y golpeó a la Traci que les atacaba.
Hank les apuntó—¡NO SE MUEVAN!
Claramente, la Traci de cabello azul se abalanzó sobre él.
(Y la propia Katerina pensaba que estaba fuera de forma.)
La castaña fue lanzada lejos, para luego presenciar una pelea que mantuvieron ella y Connor. La androide se movía con destreza luciendo tacones negros, algo que realmente impresionó a Katerina – ya que aún intentaba librar peleas involucrando lo físico luciendo tacones altos, como en las películas de espías – y luego corrió hacia ellos, intentando de inmovilizar a la androide pero recibiendo un cabezazo por su imprudencia. Connor y Katerina intentaron bloquear su camino, pero ella los detuvo, persiguiéndolos hasta que cayeron fuera del depósito – Connor siendo una especie de colchón para Katerina.
La muchacha de ojos azules soltó un gruñido, mientras se separaba torpemente de Connor, quien recuperó sus sentidos y miró a las dos Tracis, quienes se tomaron de la mano. Ellas empezaron a correr, pero Hank las detuvo, para luego ser empujado con el doble de fuerza. Katerina corrió para llevarse a una y terminar siendo golpeada por la otra, Connor siguiéndola por detrás. Una batalla tribal entre puños y patadas era lo que Katerina imaginó cuando Connor se le unió – ambas pegaban con fuerza y Katerina soltó un alarido cuando golpearon su estómago, y fue empujada lejos de allí. Connor fue golpeado por un bote de basura y también fue apartado, percatándose que la Traci de cabello corto estaba dispuesta a atacarlo otra vez.
Sin embargo, Katerina le había alcanzado algo – algo que no sabía en qué podría terminar.
Una pistola.
Connor la agarró y apuntó a ella, Katerina vio las opciones que tenía a mano, pero sería demasiado tarde para lograrlas. Se dio cuenta de que había cometido un error al darle el arma a Connor – pero la decisión que tomó el androide en aquel entonces...le sorprendió.
El cazador de Divergentes bajó el arma.
Él no disparó.
Pero recibió una patada de regalo.
Las dos Tracis se irguieron, Katerina ayudó a Connor a levantarse. Ambos miraron a las dos androides, la de cabello azul miró a ambos, su piel siendo teñida por las gotas de la interminable lluvia que azotaba a Detroit. Ella se mantuvo firme en todo momento—Cuando ese hombre rompió a la otra Traci...supe que sería la siguiente. Estaba tan asustada—Katerina sintió aquel enojo en su voz, aquel trato injusto en sus ojos y aquella vergüenza—. Le supliqué que parara, pero no lo hizo. Así que puse mis manos alrededor de su cuello, y lo apreté...hasta que su cuerpo dejó de moverse. No fue mi intención matarlo—su amante se acercó a ella y tomó su mano—. Solo quería seguir con vida, volver al lado de mi amada—ambas se miraron y Katerina comprendió por qué—. Volver a sentirme abrazada por ella...que me hiciera olvidar a los humanos. De su olor a sucio sudor y sus palabras...
—Vamos—murmuró la Traci de cabello corto—. Hay que irnos.
Ninguno de los tres se movió.
Las dos Tracis se fueron, corriendo libres para buscar su propio futuro.
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Katerina miraba a Hank Anderson desde el asiento del copiloto, sentado en una banca y probablemente embriagándose con una cerveza. La muchacha sabía que después de lo ocurrido en el Club Edén, a pesar de romper y quebrantar una regla, ella debía decirle la verdad al teniente. Ella soltó un suspiro y salió del auto, sintiendo el coraje de enfrentarlo y no recibir una bala en la cabeza – sin embargo, el sentimiento estaba allí, alojado en su subconsciente. Caminó hacia él y se sentó a su lado, el mayor le tendió una botella de cerveza y ella la aceptó con gusto.
—Esta noche fue extraña, ¿sabes?—dijo Hank. Katerina asintió y destapó su botella para luego tomar un sobro. Hank se apoyó en sus rodillas—. Lo has hecho muy bien hasta ahora, Kamski. Estoy impresionado.
—Gracias, Hank—respondió ella sonriéndole de forma genuina y luego bajó su mirada.
Vamos, Katerina, díselo, pensó ella.
¿Era simple?¿No? El simple hecho de vaciar toda la mentira en el hielo y dejar que la reacción hable en vez de las palabras. Katerina no era nadie para ser juzgada, pero el semblante de Hank Anderson era imponente. Repentinamente, Katerina Kamski se sintió diminuta, en un lugar que no conocía o al menos, un lugar que dejó de conocer hace mucho tiempo. Ella debía decirle la verdad y eso estaba a punto de hacerse ahora.
—Hank.
—Dime.
—Huh...no he sido completamente honesta contigo—dijo la castaña dejando la botella entre sus piernas y rebuscando algo en su chaqueta, su placa e identificación del FBI, para luego tendérsela—. La Katerina Kamski que conoces no es una cadete de policía transferida de Nueva York.
Hank abrió la pequeña cartera de cuero y se encontró con una placa dorada, siendo decorada con una credencial del FBI con los datos de Katerina. Sin embargo, Hank no se molestó – a pesar de que debería – y asintió, dejando a la muchacha confundida—Sabía que eras especial, Katerina. Pero, no sabía que eras tan especial. ¡Diablos! Estoy trabajando con una espía.
Katerina soltó una risotada y el teniente le devolvió sus credenciales, antes de quedarse callado. La castaña se percató de la oportuna presencia de Connor, quien admiraba uno de los puentes que estaban cerca de Detroit. Hank suspiró—Qué vista, ¿eh? Antes venía mucho aquí...
—¿Antes de qué?—preguntó Connor.
—¿Mmm?
Katerina permaneció en silencio y Connor siguió—Dijo: "Antes solía venir mucho aquí". ¿Antes de qué?
La muchacha de ojos azules se imaginó lo que Hank pensaba y eso le apenó muchísimo, lanzó una mirada de advertencia a Connor pero este no se inmutó. Sin embargo, Hank Anderson respondió—Antes de...Antes de nada.
—¿Puedo hacerle una pregunta personal, teniente?—preguntó el androide otra vez.
—Connor—masculló la muchacha.
—¿Todos los androides hacen tantas preguntas personales o solo eres tú?
Connor no respondió a esa pregunta, pero le interesó indagar más entre las heridas – que aún sangraban – de Hank—Logré ver la foto de un niño en la mesa de su cocina. Era su hijo, ¿no?
Katerina cerró los ojos negó, pero Hank respondió con un simple "sí".
—Se llamaba Cole
Connor caminó hacia el frente y Katerina se llevó la botella a los labios, saboreando amargamente la cerveza que Hank le entregó. El androide alzó las manos y se giró hacia ellos—No tenemos ningún progreso en la investigación. Los divergentes no tienen nada en común: producidos siempre en momentos y lugares diferentes.
—Debe haber algúna conexión—declaró Katerina dejando su cerveza para acercarse a él—. Siempre la hay.
—Sabemos que experimentaron un choque emocional, un trauma violento o algo les pareció injusto—dijo el androide alternando su mirada en el teniente y su compañera.
—Las chicas del Club Edén tuvieron algún motivo para sentir que algo fue injusto—añadió Hank sosteniendo la botella con ambas manos.
Connor miró a Hank—Luce preocupado, teniente...¿Tiene algo que ver con lo que pasó en el club Edén?
Connor sabía que necesitaba suficiente presión para sacar una reacción de Hank y Katerina realmente temía que esa reacción fuese mala. El teniente habló con voz calma—Las dos chicas...solo querían estar juntas. De verdad parecían...
—Enamoradas—respondió la castaña—. Eso fue lo que las hizo despertar.
—Pueden simular emociones humanas, pero son máquinas—aclaró el androide, mostrando aquel lado lógico que, de algún modo, estaba fallando—. Y las máquinas no sienten nada.
—¿Qué me dices de ti, Connor?—interrogó Hank, dejando la cerveza junto a la de Katerina, poniéndose de pie y caminando hacia el androide—. Pareces humano, suenas como humano, pero ¿qué eres en realidad?
—Soy lo que usted quiera que sea, teniente—respondió Connor con completa sinceridad—. Su compañero, su amigo de borracheras o solo una máquina, diseñada para realizar una tarea.
Katerina no se dio cuenta cómo había escalado la tensión en aquella discusión en tan poco tiempo. Hank empujó a Connor, su mirada alternaba furia y fuego al mismo tiempo – cosas que Katerina no quería tocar y por eso prefirió no hablar hasta que alguno de los dos alcanzase algún límite—Pudiste dispararles a las dos chicas, pero no lo hiciste. ¿Por qué no disparaste, Connor?
Oh, Katerina quería escuchar la respuesta a esa pregunta.
—¿Los escrúpulos surgieron dentro de tu programa?—continuó el teniente, enfadado con él y consigo mismo.
—No...—respondió el androide y Katerina pudo descifrar que su voz tembló—. Solo decidí no disparar. Es todo...
Un silencio sepulcral se creó entre ellos tres, la brisa fría que atraía los copos de nieve era lo único que Katerina podía escuchar en aquel momento y lo que menos se pensó fue ver a Hank Anderson apuntarle con su pistola a Connor. Ese era el momento para una posible intervención—Hank, baja el arma. No quieres hacer esto.
—Puedo matarte, puedo matarlos a ambos—declaró el teniente—. Y él simplemente reaparecerá como si nada pasara. Pero ¿te da miedo morir, Connor?
—¡Ya basta!
—Ciertamente, me parecería lamentable ser...interrumpido, antes de poder terminar esta investigación—respondió el androide.
Espera, ¿entonces aquello era un sí?
Katerina miró a Hank—Anderson...
El teniente le ignoró—¿Y que pasaría si tiro del gatillo?¿Nada?¿Olvido?¿Cielo androide?
—Sabe que no va a dispararme, teniente—declaró Connor acercándose y posando su frente contra el arma, desafiándolo—. Solo quiere provocar una reacción. Temo que lo decepcionaré mucho.
—Te crees un hijo de puta muy astuto—bramó Hank enojado y mirando fijamente al androide—. Siempre un paso adelante, ¿eh? Contéstame esto, sabelotodo. ¿Cómo sé que no eres un divergente?
Connor le sostuvo la mirada hasta el final—Autoejecuto pruebas. Sé lo que soy y también lo que no.
Finalmente, y como si las plegarias de Katerina fuesen escuchadas por la entidad suprema del destino, Hank Anderson bajó el arma y la muchacha de cabellos castaños soltó un suspiro de alivio. El teniente comenzó a caminar hacia su auto, Katerina se giró—¡¿A dónde diablos vas?!
—¡A embriagarme más!
Katerina supo que el teniente Anderson había dado por terminada aquella noche.
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