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viii. el nido de rupert


LA REVOLUCIÓN,
capitulo ocho: el nido de rupert!



          CONNOR NO SE EQUIVOCABA. Le informaron a Hank que había un sospechoso en un edificio departamental a un par de calles de su posición justo después de terminar su almuerzo. Con tan solo eso, Katerina y Hank se subieron al auto para que se viera inundado otra vez de música Heavy Metal a elección del teniente – quien arrancó el motor y salió por la avenida hacia el próximo destino y, posiblemente, el próximo caso. La investigación estaba sacando demasiadas conclusiones en cuanto a comportamiento de los androides y al menos uno de los dos casos estaba cerrado. Eso era suficiente para la muchacha Kamski, pero era incierto para Connor.

          Hablando de eso, Connor se mostró bastante confundido al escuchar las preguntas del teniente: quien alegó a Katerina de hacer una pregunta fuera de lugar. Aún recordó cuando las mejillas de la castaña se tiñeron de un color carmesí muy fuerte y la curiosidad subió a un nuevo nivel. Él sabía que Amanda le había ordenado estrictamente no involucrarse demasiado con sus compañeros – ¿pero a quién engañaba? La presencia de su compañera y el lazo que ambos estaban formando era bastante alarmante para el software del androide. En aquel momento, él recordó las palabras del teniente en su memoria: "Como siempre, las emociones joden todo". Connor realmente pensaba que eso no ocurriría, pero como iban las cosas con su compañera: era exactamente lo contrario. El androide, quien estaba en el asiento del copiloto, miró por el espejo retrovisor a Katerina, que miraba por la ventana de forma distraída y repentinamente, sus miradas se cruzaron. Ella sonrió de manera cálida, un leve rubor en sus mejillas y desvió su mirada inmediatamente.

          Hank rodó los ojos—Ugh, los jóvenes de ahora...

          El teniente Anderson aparcó su vehículo frente al edificio donde habían registrado al divergente sospechoso minutos atrás. El trío se bajó del auto y caminó hacia el edificio, mostrando sus placas por la puerta principal al llegar para luego dirigirse hacia el ascensor. En cuanto entraron, Connor cerró sus ojos y su LED permaneció en un cálido azul. Katerina se colocó a su lado mientras que Hank estaba al otro lado y cerró las puertas del ascensor. En aquellos minutos de silencio, Hank miró a Katerina, quien miraba a Connor de reojo y no tardó en echarse a reír.

          —¿De qué te ríes?—preguntó Katerina en voz baja.

          —Me río de tu cara de niña enamorada y que no puedes dejar de mirarlo.

          Katerina se cruzó de brazos—Qué gracioso, teniente.

          —¿Acaso crees que soy tonto?—replicó Hank esbozando una sonrisa socarrona—. La tensión que hay entre ustedes dos es insoportable y ni pienses negar lo que digo. Ambos son tan predecibles.

          —¿La corte suprema es un experto del amor?—dijo Katerina alzando una ceja—. Sí, claaro...

          —No seré un experto, aunque me halaga escuchar eso—declaró el teniente con una sonrisa de orgullo pero a la misma vez de travesura—. Pero veo los signos y ustedes dos son demasiado ciegos para verlo—la castaña estuvo a punto de protestar pero el teniente alzó su mano—. No me vengas con esas patrañas de "no es verdad" porque no te creo una mierda. He visto como lo miras a Connor y como él te mira a ti. Parece de una película cliché romántica y me da asco, siendo honesto.

          Katerina permaneció con la boca abierta, sin que ninguna palabra saliera y la cerró, sintiéndose pequeña en la pequeña corte que le juzgaba con los ojos bien abiertos. Hank esbozó una sonrisa de suficiencia y se cruzó de brazos, así molestando a la muchacha de cabellos castaños—Deja que pase el tiempo, pequeña. Ahí te darás cuenta.

          El ascensor se detuvo en el piso que Katerina apretó en cuanto entraron y Hank abrió la puerta para salir. Katerina estuvo a punto de seguirlo, de no ser por la quietud de Connor – quien seguía con los ojos cerrados – y la muchacha miró con confusión al androide.

          —¿Ahora qué le sucede?—preguntó Hank.

          —¿Connor?—llamó Katerina y chasqueó los dedos frente a él—. Huh...los androides tienen batería, ¿verdad?

          —No que yo sepa—murmuró Hank.

          Katerina volvió a chasquear los dedos frente a las narices del androide y no obtuvo reacción de su parte. La muchacha miró su LED: estaba encendido y el azul brillaba. Katerina tocó su mano y Hank probó con llamarlo otra vez, el LED de Connor se volvió amarillo y sus ojos se abrieron. En aquel intervalo que pareció de ser en segundos – Katerina soltó la mano del androide y se alejó de él con sus mejillas rojas. Hank reprimió una fuerte carcajada y Connor miró su mano con confusión – encontrándose varias huellas dactilares de Katerina en su piel sintética. Se sintió...algo abrumado ante la acción de su compañera y sintió aquella reacción que los humanos obtienen cuando se encuentran avergonzados o tímidos: sonrojo. Pero sus mejillas no se tiñeron de un color rojizo y eso intentó impedirlo. En cambio, miró al teniente e inquirió qué sucedía allí.

          —¿Se te acabó la batería o qué?—preguntó Hank en el pasillo.

          —Lo lamento, hacía un reporte para Cyberlife—se excusó el androide y los dos humanos se miraron entre ellos antes de mirar a Connor, quien permanecía quieto en el ascensor.

          —Y...¿te vas a quedar en el ascensor?—provocó Hank.

          —No, ya voy.

          Katerina soltó un suspiro y siguió a Hank a la puerta donde se había registrado el rastro del divergente. Connor le siguió por atrás y Hank fue el primero en cuestionar—¿Qué sabemos de este sujeto?

          —No mucho—declaró Connor siguiéndolos por el pasillo—. Solo un vecino que reportó ruidos extraños provenientes de este piso—Hank se quejó en voz baja y se colocó contra la puerta donde vivía el sospechoso. Connor, por su parte, se agachó para analizar unas plumas que se encontraban en el suelo—. Se supone que aquí no vive nadie, pero el vecino dijo ver a un hombre usando una gorra para ocultar un LED en la cabeza.

          —Un maestro del camuflaje—declaró Katerina y sonrió a Hank—. Eso es algo muy notable en los divergentes.

          —Cielos, si debemos investigar cada vez que alguien escuche un ruido extraño, necesitaremos más policías—dijo Hank enfurruñado contra la puerta.

          —La DPD puede hacer eso, ¿verdad?—preguntó Katerina y Hank le miró de mala gana—. Eso es un no, supongo.

          —Eh, ¿de verdad hiciste un reporte en el ascensor?—inquirió el teniente.

          —Correcto.

          —¿Con solo cerrar los ojos?

          —Correcto.

          Connor se acercó a la puerta y la golpeó suavemente. Katerina miraba expectante mientras que Hank realmente deseaba salir de allí. Al no recibir respuesta, Connor miró a Hank y este se encogió de hombros. Katerina, en cambio, lo alentó a insistir ya que en eso era bastante bueno. Connor volvió a tocar más fuerte—¿Hay alguien en casa?

          Repentinamente, escucharon un ruido y Katerina se llevó la mano al cinturón. Al ver que aquellos sonidos eran tan ambiguos y que el propietario no abría, Connor volvió a insistir—¡Abran!¡Policía de Detroit!

          Un estruendo resonó dentro y Hank se puso alerta, sacando su arma y colocándose delante de Connor, mientras que el mismo androide puso a Katerina detrás de él. Ella simplemente rodó sus ojos—Mis héroes y yo: la damisela en apuros.

          Hank abrió la puerta de una patada y permitió la entrada del equipo a la vivienda, donde Katerina aseguró cada habitación mientras empuñaba su arma. Connor siguió a Hank hasta la entrada final del pasillo, que, al abrirse, fue una zambullida de palomas. Katerina intentó ahogar su risa al escuchar las palabras de Hank al encontrarse con las 'mascotas' del supuesto sospechoso. Realmente dudaba encontrarlo vivo conviviendo con aquellas criaturas. Katerina entró con el arma en alto y examinó la cocina, Hank corrió hacia el baño destruido y no encontró nada. ¿Acaso habían espantado al sospechoso?

          Katerina deseaba que no.

          —Jesús, este lugar es un asco—exclamó Hank.

          —Y que lo digas—dijo Katerina intentando de respirar por la boca—. Esto apesta como la ropa interior de Elijah a los 15 años.

          Connor observó una chaqueta militar con iniciales—R. T. Tal vez son iniciales.

          —¿Le pone las iniciales a su chaqueta?—preguntó Katerina confundida—. Qué sofisticado.

          Hank rodó los ojos—Las mamás hacen eso con los niños de primaria, Katerina. Concéntrate.

          La muchacha de cabellos castaños miró hacia un rincón, donde se encontraba un mueble viejo y allí encontró algo. Tomó una pequeña tarjeta de identificación, la cual Connor detectó como falsa—Al parecer ya conocemos al sospechoso. Rupert Travis. Su licencia de conducir es falsa. No hemos venido en vano.

          Connor revisó varios armarios y una pared, descubriendo un libro dentro de un hueco hecho en la misma. Katerina fue al baño y observó una pequeña pieza – la cual era un LED – apoyada en el lavabo sucio. Cuando giró su mirada hacia la pared, se encontró con millones de palabras escritas en la pared: RA9. La joven se acercó a la pared y la tocó de forma delicada, sintió algo viscoso y retiró su mano de inmediato. La tinta era fresca y se acercó a la puerta para mirar a sus compañeros—Aquí hay tinta fresca y su LED está en el lavabo.

          Hank revisó la ventana para ver si el sospechoso había escapado por allí y nada había ocurrido, al escuchar la voz de Katerina, Hank se irguió y miró a la joven—No me sorprende. Era un androide. Ningún hombre podría vivir con tantas putas palomas.

          —Sin mencionar las enfermedades que transmiten—murmuró Katerina volviendo a la sala.

          La muchacha continuó inspeccionando la escena por más pistas, mientras que Connor se dirigía al baño. Volvió hacia donde estaba ella y se mantuvo quieto, analizando otro objeto. Katerina se colocó a un lado de la puerta y se dirigió a las otras habitaciones, queriendo ver algo que probablemente estaban descartando. Se escuchó un estruendo y Katerina se giró, observando a un androide correr y salir por la puerta al pasillo. La castaña lo siguió inmediatamente y chocó con una puerta para abrirlo.

          Katerina volvió a entrar en carrera, encontrándose con el sospechoso. Connor también los siguió detrás y ambos se encontraron en un campo lleno de maíz. Los dos persiguieron al sospechoso, entre los pastizales y subieron a otro rápidamente, corriendo hasta una camioneta de carga y continuaron en un tejado donde Katerina tomó el camino más directo mientras que Connor tomó un desvío más seguro. Sin embargo, él llego antes que ella y se deslizó por un ventanal hasta la abertura de una fábrica. Katerina hizo lo mismo y saltó hacia la abertura, siendo ayudada por Connor. Ambos corrieron hacia la entrada del depósito pero esta se cerró frente a ellos así que decidieron tomar la entrada secundaria, corrieron entre los caminos de lavanda y hierbas.

          —¡Ve por el lado más seguro, Katerina!—advirtió Connor.

          —¡No hay tiempo!—exclamó la muchacha.

          Ambos escalaron una pared y saltaron para deslizarse en otro ventanal, pero este no tendría otro edificio de soporte, si no que un tren en movimiento les ayudaría a atraparlo. Connor tomó la mano de Katerina y ambos saltaron al tren. Katerina sentía que sus nervios estaban prendidos fuego y se preguntó que estaría haciendo Hank ahora mismo. Al ver que Rupert saltaba hacia unas escaleras, ellos también lo hicieron y corrieron hacia él por unos jardines. Fueron insultados por varios trabajadores pero estos fueron ignorados y ambos treparon otra pared. Katerina estaba sintiendo un poco de nauseas pero soltó un gruñido, concentrándose en atrapar al divergente. Ambos cruzaron en una planta de verduras, esquivando los pasillos y obstáculos, para luego ser abatidos por un gran campo de maíz. Llegaron a una azotea y vieron que Hank exclamaba algo, para luego ser empujado hacia el vacío – sin embargo, Hank se sostenía de una mano.

          —¡CONNOR!—exclamó Katerina antes de empujarlo hacia Hank.

          La muchacha de ojos azules ignoró la protesta del androide, quien ayudó a Hank, para enfocarse en el divergente que escapaba. La muchacha se abalanzó sobre él y ambos cayeron en el maizal, Katerina soltó un gruñido y sacó su pistola, lanzando un tiro para herir al androide, pero terminó ganándose otro golpe en su mejilla. La joven pateó al androide con fuerza y ambos rodaron hasta que Rupert la apartó. Ella estaba dispuesta a golpearlo otra vez pero Rupert hizo una llave para agarrarla del cuello y Katerina, sabiendo que estaban un poco cerca del borde, decidió dar un salto para agacharse y romper con el agarre, provocando que Rupert estuviese contra el borde del edificio.

          Katerina miró al androide mientras soltaba un quejido—¡Ya basta! Estás arrestado.

          —No he hecho nada.

          —Tienes derecho a guardar silencio.

          El androide cerró los ojos, analizando sus opciones y Katerina no sabía si sentirse confundida o alerta. Pero el androide tomó a la joven y se echó hacia atrás, empujándolos a ambos hacia el vacío. Katerina soltó un chillido y cerró los ojos, esperando encontrarse con el asfalto que la mataría – pero aquello no llegó. Un estruendoso ruido sí. La joven miró hacia abajo y se encontró con el cuerpo desactivado de Rupert, dañado hasta en sus biocomponentes. La muchacha miró hacia arriba, encontrándose con Connor, quien mantenía un fuerte agarre contra la muñeca de su compañera.

          —Te tengo.

          Katerina realmente agradeció aquel gesto y Connor la levantó de un tirón, ambos cayendo al suelo del maizal. Ella sobre él. Connor miró a Katerina con confusión y súbita timidez, aquella era la primera vez que veía sus facciones faciales por completo y con más detalle que antes: ojos azules, mejillas con muy pocas pecas, cabello castaño brillante, comisuras de los labios sin una marca y labios carnosos y suaves. La muchacha se sonrojó instantáneamente y cayó en la cuenta de que estaba encima de Connor, ambos cuerpos pegados y la mano de ella estaba en su pecho. Katerina se separó rápidamente mientras que la respiración entrecortada de Hank fue más que evidente.

          —¡¿Acaso quieren matarme de un infarto?!

          Katerina se palmeó el rostro, mientras que Connor se ponía de pie—El divergente empujó a Katerina y el riesgo de supervivencia era del 5%, no podía permitir eso.

          —Gracias por salvarme, de todas formas—dijo la muchacha y Connor le dedicó una media sonrisa—. El divergente está muerto, el impacto le destrozó.

          —¡Mierda!—dijo Hank y le tendió una mano a Katerina, quien se levantó con dificultad—. Ese idiota casi te mata. ¿Por qué fuiste tan imprudente?

          —Pensé que podría detenerlo—se excusó ella.

          —Dios santo—murmuró el teniente—. Tendré que llamar a Ben para pedir una patrulla. ¿Segura que te sientes bien?

          —Tan fresca como una lechuga—añadió Katerina sonriendo de forma forzada, sabiendo que Connor podría haber detectado aquella mentira.

          —Entonces, vámonos—dijo Hank y los dos empezaron a caminar.

          Katerina dio uno, incluso dos pasos. Ya al tercero se desplomó en el suelo, perdiendo la conciencia al instante. Connor se acercó a ella rápidamente y tocó su rostro, buscando alguna contusión, pero todo parecía estar normal. Hank se le unió y el androide soltó un suspiro—Perdió la conciencia. Está agotada.

          —Sí, eso me suena a caso cerrado por hoy—declaró Anderson tocando la frente de la muchacha—. ¿Puedes cargarla?

          El androide asintió, cargando a la muchacha Kamski en brazos y dirigiéndose a la puerta de la azotea junto a Hank – ambos dispuestos a llevar a la muchacha a casa.




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