LA REVOLUCIÓN,
capitulo siete: instintos 'suicidas' según un rk800!
KATERINA KAMSKI CONCLUYÓ QUE HABÍA METIDO LA PATA HASTA EL FONDO. Total y monumentalmente hablando.
También se sentía un poco mareada.
No tardó mucho en orientarse y encontrar el camino conocido para ir hacia donde sus compañeros de investigación estaban. La muchacha de cabellos castaños caminó lentamente hasta llegar a la esquina donde a pocos metros se encontraba el motel del distrito Ravendale. Allí se encontró con varias patrullas de policías y con Hank hablándole a su colega. Connor fue el único que advirtió su entrada y Katerina pudo ver cómo su LED cambiaba bruscamente de un color amarillo a rojo. El androide se acercó a ella mientras que Hank se despedía de su colega para luego alcanzarlos y en cuanto vio a Katerina, supo que habría consecuencias para ella. Connor, por otro lado, solamente analizaba su rostro, buscando algún tipo de herida grave o fractura – pero todo permanecía normal.
—¿En diablos pensabas?—gruñó Hank enojado y Katerina apretó sus labios, sintiéndose apenada—. Mírate, maldita sea, parece que te arrolló un tren. Te expusiste a un riesgo innecesario, Katerina.
—Pensé que podría atraparla, Hank—recalcó la castaña intentando de no mostrarse molesta—. El androide estaba en posesión de un arma e intenté mostrarme pacífica—había una verdad y una mentira tan grande como una casa: Katerina era una persona que decía las medias verdades—. Pero eso no logró detenerla, así que ocurrió...esto—señaló su rostro.
Connor miró a la castaña—Aquello no hubiese ocurrido si...
—Si tú hubieses ido detrás de mí—replicó Katerina de forma fría y sin hacer contacto visual con él— Pero claro, obedeciste a Hank en quedarte. Hay veces que uno hace lo que es necesario para completar la misión, Connor—expresó ella con tono molesto y finalmente miró al androide—. Así soy yo, así es como trabajo. ¿Por qué te preocupas demasiado?
¿Por qué Katerina estaba tan enojada? Ni ella lo comprendía, pero sabía que la misión había fracasado y que ella recibió los golpes por ello. Katerina se dio cuenta que Connor quería ayudar, a su forma, pero eso solamente irritó más a la joven y eso terminó por dejar la conversación abierta, ya que la muchacha de cabellos castaños se dirigió a una ambulancia que habían llamado – dejándose tratar por un paramédico mientras que Connor y Hank observaban a la muchacha desde aquella esquina. Katerina dejó que le examinaran su nariz y el paramédico le aseguró que su tabique estaba intacto, solamente siendo un golpe leve. Su sien también fue limpiada y desinfectada correctamente, siendo cubierta por un par de pequeñas tiras blancas a modo de parche. La joven no se quejó por el dolor, sin embargo, se sintió mejor al haberse enfrentado a Kara y la niña – aquello sería crucial para contárselo a Mayen en el reporte.
Cuando el paramédico le indicó que tomara precauciones y que podía irse, fue un gran alivio: nada de estar haciendo reposo o tomando medicamentos. La castaña se sintió más fresca que una lechuga y decidió dirigirse hacia Hank, quien sonrió de lado al ver que su compañera estaba mejor. Connor, ya estaba en el auto y ella se metió en el asiento de atrás. Hank murmuró algo sobre su almuerzo y arrancó el auto, así que Katerina solamente se apoyó en el asiento y permaneció quieta (además de silenciosa) durante el corto viaje. Aún llovía a cántaros y Katerina realmente apestaba – deseando con toda su voluntad una ducha larga y una buena siesta – pero algo le decía que el día no había terminado.
Hank aparcó en una avenida que no era tan transitada, frente a un puesto de comida rápida. El teniente miró a la castaña por el espejo—Vamos, niña, que tú debes alimentarte—Katerina estaba a punto de objetar pero Hank alzó un dedo—. Si la suprema corte dice que me acompañes, haces lo que se te pide.
Katerina rodó los ojos y salió del auto, empapándose por quinta vez consecutiva en el día. Hank cruzó la calle y un taxi casi termina por atropellarlo, provocando que el teniente se quejara en voz alta. La castaña no tardó en reírse en voz alta, sintiéndose un poco mejor en ánimo. Ambos se acercaron al puesto y fueron vistos por el vendedor—Hank, ¿cómo te va?
—Eh, la mierda de siempre. Lo mismo para ella—replicó él y el vendedor asintió, dándose la vuelta para preparar los pedidos. Ambos se vieron sumergidos en el silencio y el teniente miró de reojo a la muchacha—. Sigues impresionándome, Katerina. ¿Hace cuánto que no hacías eso?
La castaña se sorprendió ante aquel comentario, pero decidió responder—Un par de meses, creo.
—Ah...la juventud en estos días—murmuró negando y le dio dos palmadas en el hombro a su compañera—. La adrenalina no corre en las venas de cualquiera, ¿sabes?
—Por eso me uní a la fuerza—replicó Katerina sin pensarlo, siquiera—. Porque se siente bien.
—¡Hola, Hank!—exclamó un hombre de piel morena, quien Katerina desconocía. Ella mantuvo su mirada al frente, escuchando la conversación con cuidado y permaneciendo de forma ajena a la misma mientras que Connor se acercaba por la calle. Hank estaba cerrando una apuesta con dinero, lo cual era irónico ya que resultaba ser una apuesta turbia pero la muchacha ni se inmutó.
Connor tampoco, pero Katerina sabía que estaba analizando cada aspecto de la situación.
Aquel androide probablemente sabía la verdadera misión de Katerina.
Eso era sinónimo de problemas, claro.
Connor se acercó y se colocó al lado de Katerina, siendo la única mujer justo entremedio de aquellos dos. Hank rodó los ojos y miró el androide—¿Cuál es tu problema?¿Es que nunca obedeces? No tienes que seguirnos a todos lados como un poodle.
Los poodles son realmente adorables, según Katerina a los diez años y ella también se cercioró que Connor también era adorable cuando se presentó por primera vez – y eso provocó que la castaña se sonrojara una vez más al recordarlo. Intentó meterse un balde de agua frío mental para mantenerse a la raya pero Connor lo hacía completa y estúpidamente difícil. ¿Por qué? Katerina estaba dispuesta a desconocer la respuesta.
—Lamento mi comportamiento en la estación de policía—respondió Connor, mirándolos a ambos humanos pero luego miró a Katerina—. Y lamento no haberte ayudado. No pretendía ser molesto.
—Uh, wow...—balbuceó el teniente—. Estás programado hasta para lamer botas o ser el muñeco Ken perfecto. Eso es el colmo. La gente de Cyberlife sí que pensó en todo, ¿eh?
Katerina soltó una carcajada por lo bajo y recibió su comida mientras que asentía, Hank también recibió lo mismo, agradeciéndole a Gary por el almuerzo. Katerina se dirigió a una mesa mientras que Connor observaba cada uno de sus pasos y Hank también se alejó del puesto, siguiendo a Katerina – pero Gary exclamó—¡No olvides eso aquí!
—Oh, imposible. Me sigue a todas partes—respondió Hank mirando de reojo a Connor antes de acercarse a la mesa con Katerina, claramente siendo seguido por el androide—. ¿Ves...?
Ambos humanos comenzaron a comer, de forma silenciosa y Katerina lo agradeció enormemente – mordiendo su hamburguesa para intentar recuperar algún tipo de energía. Pero el androide tenía otros planes, o eso era lo que Kamski pensaba. El androide permaneció con su LED en color azul, manteniéndose tranquilo en todo momento y miró a Hank—Ese chico, Pedro...estaba proponiéndole una apuesta turbia, ¿no es así?
—Sí—respondió Hank con completa honestidad.
—¿Y usted apostó?
—Sí.
La cara de genuina confusión por parte de Connor era demasiado evidente, ya que no lograba entender por qué el teniente Anderson participaba en ese tipo de apuestas – eso tomó a Katerina por sorpresa y miró al teniente, quien se encogió de hombros. Connor, de alguna forma, procedió—No pretendo alarmarlo, teniente, pero temo que sus amigos están involucrados en actividades ilegales.
—Todo el mundo hace lo que puede para sobrevivir—respondió Hank sosteniendo con orgullo a su hamburguesa—. Mientras no lastimen a nadie, no los molesto.
—¿Qué clase de teniente eres, Anderson?—soltó Katerina antes de echarse a reír.
—El que todas las nenas necesitan—bromeó él y la castaña negó con la cabeza.
Después de un momento de silencio, el androide habló—Quisiera hacerle una pregunta persona, teniente. ¿Por qué odia a los androides de ese modo?
Hank, por segunda vez consecutiva, le miró serio—Tengo mis razones.
Katerina se limitó a comer su hamburguesa en silencio y Hank le siguió, la muchacha le dio un par de mordiscos más y Connor los miró a ambos—¿Hay algo que quieran saber sobre mi?
Dime, Connor, ¿por qué eres tan adorable cuando quieres? Pensó Katerina mientras tragaba el último pedazo de hamburguesa.
—Claro que no—respondió Hank y la muchacha de ojos azules le envió una mirada asesina—. Bueno...sí. Huh...¿Por qué te hicieron tan ridículo y con esa voz tan rara? O, en palabras de Katerina: ¿Por qué te hicieron tan atractivo y adorable al mismo tiempo?
Katerina estaba dispuesta a matar a Hank Anderson en aquel momento, para luego cavar un hoyo y enterrarse viva diez metros bajo tierra – no solo por vergüenza, sino porque sus mejillas rojas la delataban. Connor, sin verse afectado, respondió—Cyberlife diseña androides para trabajar en armonía con los humanos. Tanto mi apariencia como mi voz se diseñaron cuidadosamente para facilitar mi integración.
Hank asintió—Pues la cagaron.
Katerina negó y evitó la mirada de Connor para tomar un sorbo de su bebida, dejando que el androide continuara hablando—Tal vez debería decirles lo que sabemos de los divergentes.
—Leíste mi mente—respondió Katerina intentando de cambiar de tema—. Puedes proceder.
—Creemos que una mutación ocurre en el software de algunos androides, lo cual los puede llevar a emular emociones humanas—replicó el androide.
Hank alzó una mano—En Español, ¿sí?
—Ellos no sienten emociones de verdad, solo se abruman con instrucciones irracionales—aclaró Connor con mayor simpleza—. Que los conducen a comportamientos impredecibles.
Hank suspiró, dejando su vaso de soda en la mesa—Como siempre, las emociones joden todo. Tal vez no son tan diferentes a nosotros. ¿Ya habías tratado con divergentes?
—Hace unos meses...—respondió Connor—. Un divergente amenazó con saltar de un balcón con una niña. Yo me encargué de salvarla.
Katerina recordó el video que Mayen le había enviado hace dos días: Connor realizando una operación de rescate y metiendo una bala en la cabeza al androide que tenía a una niña pequeña como rehén. Sin embargo, ella no dijo nada. Hank miró a Katerina y le dijo—Nuestro chico aquí ha hecho bien la tarea, ¿qué dices?
—Bastante impresionante—murmuró Kamski antes de darle otro sorbo a su soda.
Hank miró a Connor—¿Saber todo lo que necesitas sobre mí?
—Sé que se graduó con honores en la escuela—respondió Connor mirando a Hank—. Ganó reputación con varios casos y se convirtió en el teniente más joven de Detroit. También sé que ha recibido varios avisos disciplinarios en los últimos años y que pasa mucho tiempo en bares—luego miró a la castaña—. Katerina es una cadete de policía transferida de Nueva York, aunque no hay mucha información sobre ella.
Katerina permaneció congelada ante aquel comentario. Eso iba a ser un problema.
—¿Y cuál es tu conclusión?
—Creo que trabajar con un oficial con...problemas personales y con una cadete con instintos suicidas es un desafío mayor—soltó el androide y Katerina se atragantó con su soda al escucharlo, ¿acaso el androide fue capaz de catalogar a Katerina como una mujer con instintos suicidas? La joven estaba a punto de reclamarle una explicación pero Connor prosiguió—. Pero, mi programa me ayuda a adaptarme a la imprevisibilidad humana—y con eso, miró a Katerina para guiñarle un ojo.
Katerina nunca sintió su rostro tan enrojecido y Hank lo estaba viendo en vivo.
El LED de Connor parpadeó de un azul a un amarillo en cuestión de segundos—Me acaban de informar de un divergente sospechoso. Está a pocas cuadras—alternó su mirada en ambos—. ¿Echamos un vistazo? Los esperaré en el auto.
Y sin más, Connor se fue.
Katerina se tapó el rostro con ambas manos y Hank soltó una carcajada—No engañas a nadie, cielo. Te atrae ese androide, yo lo sé. Pareces una adolescente hormonada.
—Cállate, Hank—negó ella.
Pero ambos sabían que el teniente estaba diciendo la verdad.
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