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ix. connor, el detector de mentiras


LA REVOLUCIÓN,
capitulo nueve: connor, el detector de mentiras!



          CONNOR RECOSTÓ A SU COMPAÑERA EN EL COLCHÓN CON COMPLETA SUAVIDAD Y LA TAPÓ CON LAS MANTAS QUE HABÍA EN UNA SILLA. Katerina respiraba normalmente, siendo sumida a un sueño que nadie sabría ni en un millón de años. Connor observó cómo su pecho subía y bajaba a un ritmo completamente suave, llenando la habitación de paz muy sutil. Al chequear un par de veces que sus signos vitales se encontraban estables y no había anomalías, Connor se permitió dejarla sola, así cerrando la puerta de su habitación para ingresar al comedor que estaba cerca. No había rastros de Hank por ningún lado de la casa, así que el androide llegó a la conclusión de que el teniente había decidido volver a casa y dar el caso por terminado.

          Qué conveniente, según los pensamientos de Connor.

          El androide de ojos café vagó por la cálida vivienda de su compañera, su curiosidad aumentada al 200% y no había un freno para evitar eso. Connor analizó cosas minuciosas del entorno de Katerina: sus pocas pertenencias eran algo poco común ya que Connor solo había investigado el legajo de transferencia del Departamento de Policía de Nueva York, con muy pocos datos sobre ella. El RK800 miró a sus alrededores, encontrándose con una laptop y unos auriculares viejos junto a estos. Él sabía que no debía atreverse a invadir la privacidad de su compañera, pero Connor sabía que algo no cuadraba bien en el legajo de Katerina. Normalmente, en los legajos se dicen datos de procedencia tales como vivienda, familiares directos, condecoraciones y logros en la fuerza. ¿Cómo es posible que una cadeta recién salida de la escuela pueda pedir una transferencia sin siquiera haber pasado un año?

          Aquello, señores, era lo que no cuadraba en Katerina – porque no solo demostró ser buena en la actividad de detective, si no que demostró ser habilidosa en combate.

          Eso era algo que impresionaba a muchos.

          Connor tomó la laptop entre sus dedos y la llevó hasta la mesa, sentándose frente a la máquina y abriéndola, dejando ver un fondo de una fotografía vieja que Connor no tardó en analizar. Era una foto desde hace 8 años, donde se encontraban dos adultos y dos adolescentes – uno fue identificado como Elijah Kamski y otro fue identificado como Katerina Kamski. El androide frunció el ceño y analizó a los otros dos personajes de la foto: Judith y Jonah Kamski, ambos padres de los dos adolescentes. Al lograr desbloquear la computadora, se encontró con la misma foto y decidió buscar entre las carpetas, encontrando fotos de Katerina en su adolescencia y luego había fotos de Katerina con otras personas: compañeros de equipo y todas se encontraban en la misma ubicación – Baltimore, Maryland. Al analizar todas las personas que se encontraban allí, Connor buscó todos sus perfiles en las bases de datos del país y todas obtuvieron la misma conclusión: eran agentes del FBI.

          ¿Aquello significaba que Katerina también lo era?

          Connor volvió a buscar entre varias carpetas y encontró una noticia digital que se encontraba en el "Baltimore Post" sobre una condecoración a la agente activa más joven de la carrera y allí la encontró: con sus pantalones cargo de color azul marino y su camiseta negra con el símbolo del FBI en su pecho izquierdo, manteniéndose firme mientras que otra persona, a quien Connor vio y analizó como el Teniente Harold Mayen, le daba una placa. El androide continuó mirando todas las carpetas, encontrándose con varios archivos clasificados sobre varios objetivos capturados por el FBI hasta que entró en un acceso directo que pedía un usuario y contraseña – nada tan difícil que Connor no pudiese intentar.

          —¿Qué más escondes, Katerina?—murmuró él observando a través de los folios.

          Observó los contactos de sus superiores y, como si fuese por arte de magia, encontró su expediente en la base de datos. Connor abrió el archivo y encontró varias fotos de ella, en sus años de capacitación en la escuela del FBI. Encontró su nombre clave en los legajos y sus verdaderos datos: nacida en Detroit, graduada con honores, dejó Detroit para irse a Baltimore, ahora una agente del FBI, calificada y condecorada por grandes logros, especializada en operaciones infiltradas y extracción de objetivos valiosos para la agencia. Connor se mostró bastante desconcertado y sintió un sentimiento amargo, el cual categorizó como ¿traición? Incluso el mismísimo androide se mostró abrumado y eso podía decirse también por como su LED pasaba de rojo a amarillo al mismo tiempo. Él no comprendía, entonces, el hecho de porqué Katerina estaba allí. ¿Qué estaba investigando?

          Connor cerró la base de datos y volvió a las carpetas, encontrándose una llamada "__DETROIT" y no dudó en acceder a ella: encontrándose con varios archivos y, junto a eso, un legajo del teniente Anderson. También encontró material sobre la situación del rehén que el androide tuvo hace varios meses.

          ¿Katerina realmente había mentido?

          Un ruido sordo se escuchó en la habitación de Katerina y Connor dejó la laptop en su lugar antes de volver a sentarse en su asiento, de alguna forma camuflándose y parecer que estaba dormido. Su LED se mostraba en un quito azul y Katerina salió de su habitación. Ella se tocó la cabeza y bostezó, aun sosteniendo el teléfono en su mano y deteniéndose a medio paso al ver al androide sentado e inmóvil sobre la silla. La muchacha de ojos azules había recibido una llamada del teniente Mayen y decidió responderla lo antes posible, pero permaneció en silencio mientras que este la regañaba—¿Acaso me estás escuchando, Katerina?

          —¿Huh?¡Oh! Sí, sí—farfulló la joven, saliendo de su trance—. Estoy buscando mi computadora.

          La joven caminó descalza hacia el lugar donde se encontraba su laptop y la abrió, encontrándola desbloqueada y encendida. Ella recordó haberla apagado ayer por la noche y cuando despertó, no volvió a encenderla—¿Qué diablos...?—murmuró y se dio la vuelta, encontrándose con Connor mirándole fijamente.

          Él lo sabía.

          Maldita sea, Connor lo sabía.

          —¿Katerina?—el teniente Mayen habló al otro lado—. ¿Estás allí?

          Mierda, pensó Katerina, ahora sí que estoy en problemas.

          —Huh, sí—dijo ella y sonrió con puro miedo, intentando de idear un plan estúpido para enfrentar a Connor—. Sucedió algo. Te llamaré más tarde, ¿sí?—ella no le dio tiempo a responder porque cortó inmediatamente, dejando su teléfono en la mesada junto a su laptop y levantó las manos lentamente—. Puedo explicarlo.

          —Una típica respuesta que un humano daría—declaró el androide y Katerina le miró con seriedad—. Sin embargo, dejaré que expliques y digas la verdad. A menos que quieras hacerlo en un interrogatorio.

          —Tú no serías capaz...

          —Inténtalo.

          Oh, Connor sería capaz de llevarla a una sala de interrogatorios e interrogarla él mismo, pero la muchacha prefería hacerlo en la comodidad de su propia casa. La joven suspiró y miró de vuelta al androide—Mi nombre es Katerina Emilia Kamski, hermana de quien creó a los androides y Cyberlife. Perdí a mis padres hace cuatro años y soy una agente del FBI, condecorada y todo eso—declaró ella y antes de encaminarse a la cocina, alzó una ceja—. Pero supongo que eso ya lo sabías, ¿verdad?

          La muchacha se dirigió a la cocina y preparó el café molido para colocarlo en la máquina. Connor la siguió hasta allí, manteniéndose de pie mientras que ella se sentaba en la mesada junto a la máquina. Ella miró hacia abajo y dijo—Te preguntarás, ¿qué diablos hace una agente de operaciones especiales del FBI en Detroit? Simple, hace dos días, mi superior y comandante en jefe me encargó venir a investigar la actividad de los Divergentes. Por eso te conozco y sé quién eres, Connor.

          Connor se acercó a ella—¿Para qué mentir?

          —Esto es una misión encubierta, Con—explicó Katerina mirándolo a los ojos—. Nadie debe saber para quien trabajo. Sé que se lo dirás a Hank, pero esto debe quedar entre nosotros tres. Si es que pasa a mayores, bien, revelaré mi rango aquí y continuaré con la investigación – pero el FBI cuenta conmigo. ¿Podrías guardar este secreto, Connor?

          El androide, de alguna forma, dudó y su LED cambiaba de un azul a un amarillo, mostrando conflicto en su sistema. Katerina agarró su mano y la apretó, el androide sintió el calor corporal en ella—Por favor...—murmuró la castaña.

          Connor simplemente asintió y Katerina simplemente sonrió, bajándose de la mesada para abrazarlo. El androide se mostró confundido al tener a Katerina tan cerca y con sus brazos alrededor de él. Connor sabía que se trataba de un abrazo e intentó responder como debía, logrando que una carcajada emergiera de los labios de Katerina—Tú eres capaz de comprender muchas cosas, pero aún te falta mucho por aprender, Connor.

          —Entonces tendrás que enseñarme, agente.

          Katerina se separó de él y le sonrió—Será un placer.

          En cuanto cayó la noche y esta fue tan negra como un vacío, Katerina recibió un mensaje de Mayen – quien la felicitaba por haberle enviado todo el progreso de la investigación. Era demasiado obvio que Katerina omitiera la parte en donde Connor descubrió quien era y cuáles eran sus intenciones en Detroit, mostrándose como una agente comprometida. Dios sabría cuando Katerina realmente se metería en problemas así que la muchacha decidió por su cuenta ocultar aquella parte para mantenerse a raya. La muchacha se mantuvo en silencio mientras observaba el mensaje, mientras que Connor se encontraba con los ojos cerrados y su LED estaba en un profundo color azul.

          Katerina terminó su taza de café y fue a la cocina para dejarla en el fregadero. Aprovechó que Connor se encontraba...lo que sea que estaba haciendo y tomó una toalla para dirigirse a la ducha. En cuanto la encendió e ingresó, soltó un respingo al sentir el agua caliente chocar contra su cuerpo amoratado. La muchacha limpio todo rastro de suciedad mientras que tarareaba una canción de un videojuego viejo que ella jugaba. Aunque pasasen mil años, ella lo recordaría y también jugarlo era todo un placer. Katerina tenía una afición con los videojuegos cuando tenía trece años y eso le hizo ver que sus gustos, a pesar de su drástico cambio en cuanto sus padres murieron, aún no habían cambiado.

          La muchacha salió de la ducha y envolvió su cuerpo desnudo en la gran toalla para salir del baño, cruzando un pequeño pasillo que daba al comedor, encontrándose con Connor de pie y despierto. Katerina se sonrojó furiosamente y soltó una risita antes de correr hacia su habitación, cerrando la puerta. Connor la tocó suavemente—Me acaban de informar de un nuevo caso, recomendaría ir a buscar al teniente Anderson.

          Katerina se colocaba su ropa interior y giró su cabeza en dirección a la puerta—¡Dame cinco minutos!

          La muchacha lo hizo en menos tiempo que eso y salió de la habitación colocándose unas botas negras que estaban a juego con su chaqueta y su pantalón. La joven sonrió—Ya estoy lista, solo espera a que...—apoyó una mano en la pared y esta se enterró con un botón, accionando un mecanismo que provocó que un fragmento de la pared se moviera y revelara un pequeño deposito con armas, como si Katerina fuese una agente secreto. Ella miró a Connor, quien se mostró más confundido que ella—. Esto no es mío, lo juro.

          De repente, la voz de Elijah resonó en la mente de Katerina: "Ahora mismo, mientras hablamos, Chloe está acoplando un panel con armas para que sean de uso mientras estés aquí. Oh, ese es mi regalo de cumpleaños, por cierto."

          Katerina rodó los ojos—Mierda. Sí, esto es mío.

          —¿Llevarás un arma?—preguntó Connor.

          La joven observó la cantidad de armas que había allí con sus supuestas municiones y optó por llevarse un cuchillo y una pistola con su barra plateada. La joven sonrió y miró a Connor—¿Nos vamos?




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          Después de estar una larga hora buscando a Hank por bares conocidos, los dos decidieron tomar un taxi y dirigirse a la casa del teniente para ver si tenían suerte de encontrarlo allí. Katerina lo llamó alrededor de 10 veces consecutivas pero este no respondía el teléfono así que ir a su casa era la última oportunidad que ambos tenían. Connor y Katerina no volvieron a hablar de lo ocurrido en la casa de la muchacha, algo que Katerina realmente agradeció, a pesar de que sabía que tarde o temprano Hank se encontraría con la verdad. Ambos se encontraban en silencio y eso incomodó bastante a Katerina, todo el día había sido de locos y la muchacha solamente quería un pequeño rato de paz como lo tuvo hace un par de horas.

          —Oye, Connor...

          —¿Sí?

          —Huh...gracias por salvarme—dijo Katerina mientras esbozaba una sonrisa—. Y por llevarme a salvo a casa.

          —Eres mi compañera, Katerina—hasta el propio Connor se sorprendió cuando dijo aquella respuesta, pero la muchacha sabía que el androide hablaba con pura sinceridad.

          El taxi se detuvo frente a la casa del teniente y las puertas se abrieron, había comenzado a llover un poco y Katerina se colocó la capucha, bajando del vehículo para ver la gran vivienda del teniente. Su auto estaba fuera del garaje y mal estacionado, algunas luces estaban encendidas y reinaba el silencio en el barrio. La muchacha de cabellos castaños miró a Connor y este asintió, ambos caminando hacia la puerta para tocar el timbre.

          —¿Teniente Anderson?—llamó Connor, recibiendo ninguna respuesta del mismo. Él miró a su compañera y ella se encogió de hombros, optando por tocar el timbre varias veces—. ¿Hay alguien en casa?

          Sin respuesta.

          Katerina suspiró—Bien, entraremos a la antigua.

          La muchacha se agachó y sacó un gancho con un pequeño alfiler, disponiéndose a enterrarlo en la cerradura de la puerta. Connor se mostró fascinado al ver que la mismísima agente Kamski era capaz de entrar en propiedad ajena con solo dos cosas insignificantes. La muchacha se mantuvo concentrada, mientras que el androide decidió ir a echar un vistazo a los alrededores. La joven escuchó un sonido y giró su mano generando un "click" en la puerta.

          Katerina sonrió—¡Bingo!

          Ella giró la manija y esta se abrió, provocando que la muchacha esbozara una sonrisa triunfante. En cuanto se giró para indicarle a Connor que ambos podían entrar, vio que no estaba por ningún lado—¿Connor?

          Un ruido proveniente de la cocina provocó que la muchacha se volteara rápidamente y viera pedazos de vidrio en el suelo. La joven cerró la puerta lentamente y se dirigió hacia allí, sin antes ser olisqueada por un enorme, imponente y adorable perro San Bernardo. Ella sonrió y se agachó para acariciar a la gran bola de pelo que ella conoció por el nombre de Sumo. El perro lamió su rostro y ella soltó una carcajada—Así que tú eres el famoso Sumo, ¿eh?

          El perro ladró suavemente mientras volvía a lamer la cara de Katerina.

          —De acuerdo, Sumo, ¿has visto a mi compañero Connor y a tu amo Hank?

          Los ojos de Katerina se movieron hacia el comedor y encontró a Hank tirado en el suelo, posiblemente inconsciente. Oh, así que eso ocurría. Repentinamente, Connor pasó por el hueco roto de la ventana y cayó al suelo en seco. Sumo se le acercó rápidamente, dispuesto a olisquearlo también y el androide se mostró un poco intimidado—¡Argh...!¡Quieto...! Sumo...Yo soy tu amigo, ¿ves? Sé tu nombre...Vine a salvar a tu amo.

          Sumo se relamió el hocico y se alejó de Connor, dejándolo aún más confundido y este recibió una mano de Katerina—¿Connor se sintió intimidado por un San Bernardo? No lo creo.

          Connor parpadeó un par de veces y se levantó gracias a su amiga. Ambos se dirigieron hacia Hank, quien estaba tendido en el suelo: junto a él había una botella de whisky y un arma cargada. El androide miró los signos vitales de Hank mientras que Katerina se agachaba a su lado, observando al teniente. Connor miró a la castaña—Está bien, posible coma etílico.

          —¿Quién lo despertará?

          Connor simplemente rodó los ojos y miró a Hank—¿Teniente?—al no haber respuesta, el androide optó por un contacto más físico y palmeó su cara con suavidad un par de veces. Hank soltó gruñidos y al parecer aquello había funcionado—. ¡Despierte, teniente!—Hank murmuró algo inaudible y abrió un poco los ojos, provocando que Connor esta vez lanzara una bofetada a su rostro, logrando así despertarlo un poco más—. ¡Somos nosotros!—miró a la joven, quien intentaba ahogar una gran carcajada—. Ayúdame a levantarlo.

          —Hecho—dijo ella y tiró de su mano—. Hank, vamos a desembriagarte por tu propia comodidad y maldita seguridad—ambos lo levantaron y el teniente se quejó un poco, hasta que los dos lograron ponerlo de pie—. Como diría Connor: "Le agradezco su cooperación".

          —¡Oye!¡Lárguense de aquí, maldita sea!—bramó Hank y ambos lo acomodaron antes de emprender su camino hacia el baño—. ¡SUMO!¡Ataca!—el gran San Bernardo ladró suavemente, desde su lugar en el suelo, dejando en claro que él no atacaría—. Buen perro. ¡Ataca!—Katerina y Connor apoyaron a Hank contra una pared y este se quejó—. Mierda, creo que vomitaré.

          —Será mejor que nos demos prisa, Con—murmuró la muchacha asqueada.

          Ambos volvieron a agarrar al teniente y se dirigieron al baño, a pesar de sus constantes quejas y su falta de resistencia. Los dos intentaron sentar a Hank en la bañadera pero este no quiso hacer caso—Huh, no, no, no...No me quiero bañar, gracias.

          —Hank, métete ahí y deja de quejarte—Katerina lo empujó suavemente y Hank quedó dentro de la bañadera con sus brazos y piernas fuera—. ¿Ahora qué?

          Lo que Katerina menos esperó de Connor era que este abriese la llave del agua fría y terminase de empapar a Hank, mientras que este chilaba y terminaba por despertarse por completo, volviendo casi rápidamente a su estado de ebriedad—¡ARGH!¡CIÉRRALE!¡CIÉRRALE!

          Katerina cerró la llave inmediatamente mientras intentaba reprimir una gran carcajada ante la escena que presencio. Hank, por su parte, respiró agitadamente antes de mirarlos a los dos—¿Qué diablos hacen aquí?

          —Informaron de un homicidio hace 43 minutos—anunció Connor—. Como no lo encontramos en el bar de Jimmy, vinimos a ver si estaba en casa.

          —Ugh, dios, debo ser el único policía en el mundo—se quejó el teniente mientras se sentaba en el borde de la bañera de forma pertinente—. Que es violentado en su propia casa por su propio puto androide y su niña de cinco años.

          —¡Oye!

          Hank los miró a ambos—¿Qué no pueden dejarme en paz?

          —Parece que tiene problemas personas—dijo Connor y Katerina se palmeó la cara—. Debería acudir a un profesional a que lo ayude.

          Katerina miró al androide de reojo—Mal jugada, colega.

          —Púdrete, ¿me oiste bien?—dijo Hank poniéndose de pie—. ¡Ahora lárguense de aquí!

          Hank perdió el equilibrio por un momento y Connor lo ayudó a sentarse, manteniéndolo quieto con sus pensamientos. Katerina rodó los ojos y decidió salir de la habitación, pero se detuvo al oír a Connor hablar—Yo entiendo. Tal vez tampoco sea interesante el caso—miró a su compañero y le guiñó el ojo—. Hallaron a un hombre muerto en un club sexual en el centro. Supongo que resolverán el caso sin nosotros.

          Acaso Connor...¿lo estaba provocando?

          —¿Sabes? Tal vez me venga bien tomar un poco de aire...—declaró el teniente—. Hay ropa en el armario de la habitación—declaró él y Katerina se dirigió a buscarla.

          Estaban a punto de emprender una larga noche.




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sin editar

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