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iv. el primer interrogatorio


LA REVOLUCIÓN,
capitulo cuatro: el primer interrogatorio!



          KATERINA PERMANECIÓ EN SILENCIO DURANTE TODO EL TRAYECTO HACIA EL DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE DETROIT. Su mirada se encontraba entre las patrullas que seguían al auto del teniente Anderson y en Connor, quien le miraba mediante el espejo retrovisor – intentando no ser tan evidente, claro, pero fallando en el intento. La muchacha volvió su vista a las patrullas y se mantuvo pensativa en aquel momento: el interrogatorio estaba a solo unos minutos de comenzar y aquella noche, si el androide no cooperaba, sería bastante larga – pero ya iba siendo hora de tener un poco de diversión entre manos con los androides de Cyberlife. Además, Connor había sido de mucha ayuda para encontrar al primer y único sospechoso del crimen, ya que no había ninguna otra persona más envuelta en el mismo.

          El interrogatorio, en otras palabras, sería otra historia y la muchacha Kamski se sentía completamente exaltada por empezar.

          Connor, por otra parte, mantenía su mirada fija en el espejo retrovisor. ¿Por qué? Ni él mismo podría encontrar una respuesta que concuerde con aquella pregunta – era pura e inocente curiosidad. El androide se mostró neutro al haber encontrado al divergente culpable en el ático, pero que Katerina Kamski decidiese ir junto a él a un territorio peligroso para un humano: eso, damas y caballeros, era algo digno de admirar en una mujer en pleno 2038. Connor no comprendía ese comportamiento, aunque había una definición en su diccionario digital. ¿Pero verlo? Era algo completamente diferente y Katerina se lo demostró en menos de cinco minutos de conocerse. En el lapso de tiempo que Hank conducía con rapidez en las calles de Detroit, el androide continuó mirando por el espejo hasta que la muchacha de ojos azules le miró fijamente y él desvió la mirada hacia el frente.

          Hank Anderson, por otro lado, intentaba de no echarse a reír. Eso, agregando que ya estaba sorprendido por la capacidad de búsqueda del androide y la construcción de una escena del crimen. (También el hecho de ver que a Katerina se le ruborizaban las mejillas cada vez que el androide estaba cerca.)

          Katerina sacó su teléfono y al encender la pantalla, se encontró con una notificación de llamadas perdidas. Eran dos del Teniente Mayen (y eso era culpa de Katerina, gracias a no haber enviado un reporte del día) y una pertenecía a su hermano Elijah. Oh, e incluso, y para la sorpresa de la muchacha, había un correo de voz. La castaña se llevó su móvil a la oreja y escuchó el mensaje—Katerina, hey. ¿Sabes? Realmente me sorprendió que llamaras, Chloe me mantuvo al tanto con tu situación con el FBI—la castaña casi se atraganta con su propia saliva. ¿Elijah sabe qué está haciendo allí? Miró a los presentes en el auto y Connor desvió su mirada de inmediato—. Oh, y espero que hayas pasado un hermoso cumpleaños. ¿Qué te parece si mañana voy a buscarte y damos un paseo? Te llevaré al DPD luego y podrás seguir haciendo tus cosas. Descansa, pequeña.

          Katerina bloqueó su teléfono en cuanto el mensaje de voz terminó y soltó un largo suspiro. Hank dijo algo a lo que Katerina no prestó atención pero en cuestión de segundos ya habían ingresado al estacionamiento del DPD junto con los patrulleros. La castaña se quitó el cinturón de seguridad e iba a abrir la puerta, sin embargo, Connor se la abrió por ella. Katerina agradeció el gesto con una sonrisa y Connor solamente asintió antes de seguirla hacia el recinto. El trío se encontró con el acusado, quien fue conducido hacia la sala de interrogatorios con Chris Miller mientras que otro hombre, quien estaba cruzado de brazos, observaba como se iban.

          —Katerina, este es el detective Gavin Reed—declaró Hank señalando a aquel hombre y ella le tendió una mano, a modo de estrechársela pero Gavin, en cambio, se la llevó a los labios mientras que Hank rodaba los ojos—. Creo que voy a vomitar.

          Gavin enfocó sus ojos azules en los de la muchacha—Es un placer conocerte al fin, Katerina.

          La muchacha Kamski no sabía si llorar o pegarle una bofetada al detective por sus insinuaciones, sin embargo, Connor decidió sacarla de allí con unas simples palabras—El sospechoso debe ser interrogado, teniente. No debemos perder tiempo.

          Katerina asintió, posando su otra mano en el hombro de Connor y asintiendo. Ambos dirigiéndose a la puerta del interrogatorio. Chris cerró la puerta y el pequeño grupo observó al androide aislado al otro lado del vidrio. Hank miró a sus compañeros—¿Dónde está Lauren?

          —Al parecer algo ocurrió con su familiar, el pintor Carl Manfred—replicó Gavin con indiferencia y eso provocó que el teniente soltase un suspiro—. Tú eres el teniente aquí, Hank, ve e interroga a ese bote de basura.

          (Connor y Katerina podrían coincidir en algo: el detective Gavin Reed era un completo y monumental idiota.)

          Hank hizo un ademán con la mano y presionó su mano contra el panel, mientras que el resto esperaba pacientemente en sus lugares. Gavinse colocó al lado izquierdo de Katerina (acompañando al oficial Miller) y observó cómo Hank entraba a la sala donde se encontraba el androide. Katerina, por su parte, decidió sentarse en una de las sillas cerca de Connor y observó al teniente sentarse frente al androide esposado. Los agentes presenciaron los múltiples intentos de que el androide hablara, sin embargo, a Hank se le estaban acabando las opciones y eso exasperó a Katerina. Gavin, por otro lado, le dirigió una mirada socarrona que solo provocó un leve mal humor en ella. La castaña miró su reloj: 6 de Noviembre del 2038. Ya eran las 00:41 de la madrugada.

          —¿Por qué lo mataste?¿Que pasó antes de que tomaras el cuchillo?—inquirió Hank al otro lado de la habitación. El teniente miró hacia el vidrio y luego volvió al androide—. ¿Cuánto estuviste en el ático?¿Por qué no intentaste huir?—al no recibir respuesta, chasqueó los dedos y miró hacia la ventana otra vez. Katerina sabía que Hank también estaba frustrado y escuchó un golpe en la mesa—. ¡Di algo, maldita sea!

          Y como si el mundo estuviese en contra de Hank Anderson, el androide no respondió ninguna pregunta.

          Hank suspiró y luego escupió—Púdrete, me largo de aquí.

          Katerina se levantó de su lugar y se colocó junto a Connor, Gavin por su parte, se recostó en la pared paralela a la puerta – mirando a Katerina fijamente. Aquellas miradas no pasaron desapercibidas por el androide, quien agradeció tener a la figura de Katerina a su lado. Hank no tardó en entrar a la sala donde se encontraban ellos—Que pérdida de tiempo interrogar a una máquina. ¡No lo dirá jamás!

          —No estaría de más golpearlo un poco—replicó Gavin mirando al androide.

          Katerina frunció el ceño—Debes estar bromeando.

          —¿Por qué no, muñeca?—replicó el detective sonriendo de lado—. Después de todo, no es humano.

          Connor notó que Katerina se mostraba molesta así que le ahorró una posible respuesta con insultos—Los androides no perciben dolor. Solamente lo averiaría y tampoco diría nada.

          —¿Y para qué producir dolor? Eso es lo menos que podemos hacerle, se dañaría—agregó Katerina y el androide asintió.

          —Los divergentes tienen una tendencia a la autodestrucción cuando están en situaciones estresantes—recalcó Connor.

          —Bien, sabelotodo—dijo Reed separándose de la pared y miró a los dos agentes nuevos—. ¿Qué debemos hacer?

          —Quizá pueda interrogarlo—respondió Connor y Gavin se echó a reír de forma descarada, la castaña le miró de forma asesina mientras que Hank lo meditaba—. Podría hacerlo junto con Katerina.

          —¿Q-Qué?—tartamudeó la joven—. No creo que sea una bue...

          —Es una excelente idea—Hank la cortó y alzó la mano—. No perdemos nada. Adelante, el sospechoso es todo suyo, chicos.

          Ambos salieron de la habitación donde estaban todos y en cuanto se cerró la puerta, Katerina miró a Connor. Él se giró, observando con curiosidad (Katerina lo describiría como confusión) a la castaña.

          —¿Por qué hiciste eso, Connor?

          —Porque su presencia podría ser de ayuda para el androide.

          Katerina rodó los ojos—Deja de tratarme de usted, Connor, es una maldita orden.

          La agente colocó su mano en el lector de huellas dactilares y la puerta se abrió en segundos, siendo seguido por el androide. Ambos miraron la pequeña habitación, con una mesa ubicada en el centro. El androide sospechoso se encontraba sentado, con la mirada gacha y con ambas manos sobre la mesa. Una carpeta se encontraba junto a él, con el símbolo del Departamento de Policía de Detroit en él. Katerina se sentó en la esquina de la mesa y observó que Connor estaba mirando a través de la ventana.

          —¿Qué gran pendejada está haciendo ahora?—Katerina escuchó a Hank hablar por su comunicador e intentó sofocar una carcajada ante la pura curiosidad del androide.

          Connor miró a Katerina y se acercó a la mesa, la muchacha abrió la carpeta y ambos observaron las imágenes tomadas desde la escena del crimen. Kamski miró a Connor y él asintió, sentándose en la silla junto a Katerina, quien se encontraba en la mesa. Ella miró al androide y esbozó una sonrisa, mostrándose como una persona que sacará al criminal de todo esto.

          —Soy la cadete Katerina Kamski—se presentó la castaña y señaló con su cabeza al androide que se encontraba presuntamente analizando las heridas del sospechoso—. Él es mi compañero Connor. Hemos venido aquí para hacerte unas preguntas. ¿Por qué no nos cuentas sobre ti?

          El androide permaneció en silencio y Katerina sabía que aquello iba a ser bastante complicado de hacer – pero eso no la desalentó. Connor alternaba su mirada entre la joven y el sospechoso, sin embargo, él no emitió palabra absoluta y ver la actitud entusiasta de su compañera le produjo una rara sensación de alivio. Los ojos azules de la muchacha examinaron al androide y habló mucho antes de pensar—¿Tienes miedo?

          Ninguna respuesta.

          —Escucha, sé que te han pasado muchas cosas—recalcó la muchacha inclinándose hacia el androide—. Pero tienes que ayudarnos a entender lo que pasó.

          Eso tampoco funcionó y Katerina estaba debatiendo si ser compasiva o ir directamente al grano con métodos más funestos. Connor, como una gran máquina, se adelantó primero—Si no dices nada, analizaré a profundidad tu memoria.

          —¡NO!—exclamó el androide aterrorizado—. No, por favor, ¡no hagas eso!

          Diablos, pensó Katerina, se me adelantó por un maldito segundo.

          El androide jadeaba por el terror que sentía y miró a los dos policías—¿Qué...?¿Qué van a hacerme?—ambos se mantuvieron en silencio y él se removió incómodo—. Me van a destruir, ¿no es así?

          Katerina alzó ambas manos, inspirando confianza—No, por supuesto que no. Solo estamos intentando entender lo que hiciste. Descubrimos que tu dueño te maltrataba y realmente lo siento por ello—su cabeza se inclinó un poco—. No fue culpa tuya.

          —¿Por qué quisieron delatarme?—inquirió el acusado con angustia—. ¿Por qué no me dejaron ahí, nada más?

          —Te habrían encontrado de todos modos—respondió Connor mirando fijamente al androide de Ortiz—. Mi compañera y yo solo nos adelantamos. Si te hubiesen encontrado antes, te habrían disparado en ese lugar.

          —Y no estarías aquí hablando con nosotros—concluyó Kamski apoyando una mano en el hombro de Connor.

          —No me quiero morir—suplicó el androide de Ortiz.

          —Entonces, confiesa—declararon los agentes al mismo tiempo.

          El sospechoso soltó un sollozo lleno de angustia—No...No puedo.

          Katerina soltó un suspiro y miró a Connor erguirse en la silla. La muchacha entabló contacto visual con el androide, como si estuviese buscando una respuesta que Connor podría tener – pero era algo inútil, aquella máquina no podría tenerla. Claramente ambos tendrían que desarrollar otra estrategia para lograr que el acusado hable pero Connor ya tenía otro plan en cuanto Katerina vio que el androide golpeaba la carpeta contra la mesa—¿Qué...?

          —28 puñaladas—exclamó Connor con aire amenazante mientras se paraba—. Querías asegurar su muerte, ¿eh?

          ¿Pero qué diablos estaba haciendo?¿Acaso estaba intentando estresar al androide metiendo presión? Moralmente eso era completamente incorrecto pero estrictamente necesario si ambos querían obtener una confesión y eso, agregando al hecho de que Connor estaba completamente especializado en el papel de 'poli malo'. El androide de Cyberlife miró con semblante duro al acusado y prosiguió—Acaso, ¿sentiste enojo?¿U odio?

          El androide acusado comenzó a temblar y Connor rodeó la mesa hacia su lado izquierdo, presionando más—Estaba sangrando—se inclinó hacia él—. Implorándote piedad, ¡pero tú lo apuñalaste una y otra y otra vez!

          —Por favor—suplicó el androide—. Por favor, déjame tranquilo...

          Katerina supo que Connor estaba empezando a cruzar un límite con las demandas y confió en que se detendría. Algo en lo que estaba rotundo y estúpidamente equivocada. El cazador de divergentes se inclinó hacia el androide y le miró fijamente—Sé que tú lo mataste. ¿Por qué no lo reconoces?

          —Por favor, ¡ya basta!

          —Creo que es suficiente, Connor—espetó Katerina en voz baja.

          Connor golpeó la mesa otra vez, asustando al androide e intimidando más a Katerina—Solo di "yo lo maté". ¿Es tan difícil de decir?

          —Connor, detente.

          El androide de Ortiz sollozó asustado—¡No más, no más!

          Finalmente, algo que logró un movimiento minúsculo en Katerina, fue que Connor agarró al sospechoso por la camisa y volvió a presionar para que confiese – la muchacha de cabello castaño se adelantó y alejó a Connor del androide.

          —¡He dicho que te detengas, maldita sea!

          Connor se mostró perplejo con aquellos actos y su LED pasó de un color celeste a amarillo en cuestión de segundos. Sabía que Katerina estaba molesta por aquella decisión, pero todo proceso rendía sus frutos. La muchacha Kamski volvió a sentarse en la mesa y Connor volvió a sentarse, el androide mirando hacia abajo—Me torturaba todos los días. Hacía todo lo que me decía, pero...—confesó el androide de Ortiz y las facciones de la muchacha se suavizaron—. Siempre había algo mal—Katerina y Connor se miraron, ambos intentando de ver qué pensaba el otro—. Y, un día, tomó un bat y comenzó a golpearme. Por primera vez, me sentí...asustado.

          Katerina miró al androide—¿Por qué?

          —Tenía miedo de que me destruyera, tenía miedo de morir...—respondió el acusado mirando a la pelirroja—. Así que...Tomé el cuchillo y lo apuñalé en el estómago. Me sentí mejor...—Katerina asintió y tocó levemente la mano del androide, intentando de consolarlo ante tal confesión. Connor miró aquel gesto y supo que Katerina también se lo había hecho antes. El cazador se sintió bien, en aquel momento, y eso no lo comprendía—. Así que lo apuñalé una y otra vez, hasta que cayó al piso...Había sangre por todos lados.

          —Bien hecho, pequeña—la castaña escuchó la voz de Hank en el comunicador en su oído.

          —La escultura, la del baño, tú la hiciste, ¿verdad?—preguntó Connor con decisión—. ¿Qué es lo que representa?

          —Es una ofrenda...—replicó el androide y miró a los dos agentes—. Una ofrenda para ser salvado.

          —¿Para quién?—inquirió la muchacha, expectante.

          —Para RA9. Solo RA9 puede salvarnos.

          La curiosidad de Katerina venció la velocidad de Connor—¿Quién es él?

          —Ya llegará el día, en que dejaremos de ser esclavos—respondió el acusado y miró a Connor, enfatizando la palabra 'esclavos' hacia él—. No más amenazas, no más humillación. Nosotros seremos...los amos.

          Así que RA9 es una persona que liberará a todos los androides. No un mesías, ni un dios, sino un revolucionario que desataría el caos y el levantamiento de las máquinas. Katerina no lograba decidirse si empezar a sentir miedo o compasión a las máquinas – que en realidad esto tendría que ocurrir. Connor se inclinó en la mesa—¿Por qué escribiste en la pared "ESTOY VIVO"?

          —Él siempre me decía que yo no era nada...Que solo era un pedazo de plástico—escupió con desprecio—. Tuve que escribirlo...porque él se equivocaba.

          Connor prosiguió—¿Cuándo comenzaste a sentir emociones?

          Oh, aquello era lo que sentían los divergentes: emociones. Las emociones eran algo que Katerina no lograba comprender en su totalidad, pero siempre supo que formaban parte de ella y de todo ser humano en cuestión. ¿Por qué los androides debían estar privados de ello? Kamski no lo entendía y el androide lo explicó de forma angustiosa—Antes, me golpeaba y yo jamás decía nada...Pero un día me di cuenta que no era...¡justo! Sentí...rabia, odio. Y supe lo que tenía que hacer.

          Katerina miró al androide—¿Por qué te escondiste en ático en lugar de escapar? Podrías haberlo hecho hace mucho tiempo.

          —No sabía que hacer...—murmuró el androide mirando a la muchacha—. Por primera vez, no había nadie que me dijera...—se detuvo y soltó un sollozo—. Tenía miedo y me escondí.

          Así, de forma tan calmada, Katerina se levantó de la mesa – dando por sentado que toda aquella charla era la confesión completa de un androide que quería dejar de ser maltratado. Connor miró hacia la ventana y declaró—Hemos terminado.

          Katerina miró al androide, quien se mostraba aterrorizado y escuchó la puerta de la sala abrirse. Allí entraron Hank, Gavin y el oficial Miller – este último se acercó gracias a las ordenes que emitió el detective Reed. El oficial sacó las llaves para quitar las esposas de la mesa y tocó al androide sutilmente y este se removió asustado—¡Déjame en paz!¡No me toquen!

          —¿Qué mierda haces?—preguntó Gavin acercándose—. ¡Muévete!

          El androide se negaba a cooperar y eso solamente ponía a Katerina más nerviosa. El detective Reed tampoco ayudaba. El forcejeo se hizo más evidente y Connor decidió intervenir, para la propia fortuna de Katerina—No haga eso. Si se siente amenazado se autodestruirá.

          —No te metas, ¿quieres? Ningún puto androide va a decirme qué hacer—exclamó Reed al androide y Katerina se esforzó en no partirle la nariz en aquel momento.

          El forcejeo continuó y Katerina dio un paso adelante—Miller, deja de forcejear con ese androide.

          Gavin, claramente, ignoró el comentario de su compañera—Chris, ¿vas a sacar a ese idiota o qué?

          —¡Lo intento!

          —¡No puedo permitirlo!¡Déjenlo tranquilo, ahora!—exclamó Connor apartando al oficial Miller e interponiéndose entre Reed y él.

          Gavin sacó su arma y apuntó a Connor—¡Te lo advertí, hijo de puta!

          Katerina, como si un shock de adrenalina le recorriese el cuerpo completo, golpeó a Miller y apuntó su arma a centímetros de la sien del detective Reed—Es suficiente, Reed. A menos que quieras una maldita bala en la cabeza.

          —Ocúpate de tus asuntos, Katerina.

          Hank sacó su arma y la apuntó hacia Gavin—La señorita dijo que ya es suficiente.

          La muchacha Kamski permaneció inerte y concentrada, con el dedo en el gatillo y la mirada concentrada en el detective, quien miró a ella, luego a Hank y por último, a Connor. Bajó el arma instantáneamente, mientras maldecía en silencio y miró a Hank—Esta vez no te saldrás con la tuya. Cuida de tu compañera, Hank.

          —Sé cómo cuidarme sola, Reed, muchas gracias.

          Gavin no volvió a hablar y salió de la sala maldiciendo en voz baja. Connor, entre tanto, miró al oficial Miller—Por favor, no lo toquen. Dejen que lo siga fuera del cuarto y no causará problemas.

          El androide se levantó y siguió al oficial, sin antes mirar a Connor, hasta salir de la habitación – dejando al trío solo. Katerina guardó su arma y Hank soltó un silbido—Mierda, Katerina. Has logrado tener más pelotas que cualquier hombre de este recinto.

          —Gracias, Hank—respondió Katerina y miró su teléfono—. Creo que es momento de que vuelva a casa.

          Hank no tardó en ofrecerle de llevarla a su casa, pero Katerina se negó – realmente necesitaba estar a solas en aquel mismo momento. Ella miró a Connor, quien estaba debatiendo si agradecerle por su ayuda o disculparse por sus métodos, pero para cuando había llegado a la conclusión: su compañera ya se había ido.




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