Karla.

Por alguna razón no podía dormir. No se si era por el frio piso, por que estaba muy incomoda con todos hechos bolita para darnos calor.

O por que la mirada de Elisa me despertó.

Estaba ahí, en las escaleras, viéndonos a todos dormir plácidamente.

Por que no se levanto cuando la bañamos, la tuvimos que casi arrastrar.

Me enderece para sentarme en el piso y verla mas fijamente. Ella no decía nada. Por alguna razón tenia un ropa diferente a la que le pusimos.

Una sudadera negra y... un cuchillo en la mano.

Bajo las escaleras, peldaño por peldaño, con crujidos de una madera inexistente y unos sollozos aterradores.

Cuando se acerco lo suficiente como para que la luz de la luna la iluminara bien se desplomo en el suelo, con un golpe seco.

¿Por que los demás no se despiertan?

Empezó a gritar, a llorar frenéticamente, no le veía la cara, pero las lagrimas caían al suelo hasta que en un punto se tornaron rojas.

Yo lo hice. Yo lo hice.

Repetía frenéticamente, sin tiempo a tomar aire.

Unas voces invisibles le gritaban.

¡ASESINA!

Me desperté, toda sudada, con el corazón acelerado de lo que vi, lo que mi mente se imagino.

Cuando logre calmarme y dejar de escuchar esos gritos.

¡ASESINA!

Cuando empecé a escuchar el silencio de la casa, los grillitos cantaban en una arrulladora sonata, pude escuchar bien, unos sollozos, pero estos ya no eran desgarradores, eran tristes, melancólicos, nostálgicos.

Voltee al segundo piso, a una habitación negra sin puerta.

¿De donde salí tan valiente?

Pensé por automático, subí las escaleras en silencio, tratando de no despertar a nadie. Me acerque y los sollozos pararon, como si supiera que estaba ahí.

La vi y me vio, aun sentada en la cama, con la luna iluminándola. Lagrimas recién hechas escurrían por sus mejillas y caían sobre la sabana.

—¿Que tienes, Eli?

Negó con su cabeza.

Nada, dijo con su mirada.

Ya me escuchaba. Empanzaba a tener conciencia.

—¿Nada?

Volvió a negar

—Si no es nada, ¿por que estas así?

Volvió a negar.

Nada que te importe, quiso decir.

Me acerque a ella, me senté lo mas cerca que pude de ella antes de que se pusiera incomoda.

—Hace poco mi madre me dijo una cosa. Si no sabes que hacer solo sigue la marea, ella te guía, una ola fuerte no te ahoga, un agua tranquila advierte que vendrá lo peor.

—Una ola fuerte si puede ahogarte. — me respondió, débil y con una voz seca.

—Una ola fuerte te sumerge hasta el fondo, ¿y sabes que es lo mejor de tocar fondo?

Volvió a negar con su cabeza, expectante, como si la respuesta que le diera le fuera a solucionar algo.

—Solo puedes hacer una cosa. Subir.