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HOGAR, DULCE PESADILLA

Elisa.

Brian se había equivocado, mi madre no estaba.

¿Pero sabes que si estaba?, intacto y afilado. Mi cuchillo.

Subí con cautela las escaleras para verificar mis sospechas de que mi madre no estaba en su habitación y así fue, no estaba.

Deambule por mi habitación. No sabía si lo que hacia era correcto, si valía la pena, si era necesario. Abrí un cajón de mi mesita de noche y saque un cigarro para fumarlo.

Necesitaba ese cigarro y el aroma a tabaco.

Sentía los nudos en mis hombros desvanecerse. Pero ya no sentía la misma paz que antes. Los monstruos aun me asechaban, ya no se escondían cuando me tapaba con las sabanas o cuando prendía la luz, ya no existían sueños cuando dormía, solo pesadillas. Ese momento donde escaparse de la realidad ya no funciona.

¿Ahora si me morí?

Regrese a ese paraíso de arboles blancos.

—¿Volviste?

—¿Ni alegría te da de ver a tu hija?

—Ningún padre estaría feliz de que su hijo muriera.

—Tu esposa si.

Mi padre suspiro hondo.

—Asesínala.

—¿Como?

—Mátala, te deshaces de ella y yo vuelvo a ver al amor de mi vida.

—¿Al amor de tu vida?, me encerraba en una jaula como si fuera perro. ¿Ves esto? — levante la manga de mi sudadera haciendo ver pequeñas quemaduras en mis brazos. — apagaba sus cigarros en mi.

—Como madre fue un monstruo, pero como esposa fue lo mejor que me ha pasado. Mi árbol no es negro, como te lo imaginas, aun sigue de pie.

Troné la lengua. ¿Que un padre no debería de guiar a su hijo por el buen camino?

—Aun sigues sin aprender a soltar.

—¿Que no es mejor retroceder?

—Retroceder y aprender no es lo mismo que aferrarte y sufrir. Hasta que no aprendas la vida seguirá tratando de enseñarte. Cada ocasión peor que la anterior. Cúlpate del pasado y sufrirás el futuro.

Un portazo de la puerta principal hizo que abriera los ojos de golpe. Algo se callo al piso, como un vidrio, subió las escaleras y se encerró en una habitación justo al lado de la mía. Ya había regresado.

Asesínala

Corta la carne... como gelatina.

Sali de mi habitación con dirección a la cocina.

—Que deliciosa cena tendrás hoy, madre — dije para mi misma.

Empecé a cocinarlo lo que se me cruzara por el camino, en porciones pequeñas y justas solo para ella. Con mi hermoso cuchillo córtelos vegetales y algunas frutas, supongo que hice mucho ruido ya que ella se despertó y cuando me vio en la cocina su cara irradiaba un odio espectacular.

—¿¡Donde estabas maldita perra!?, me estaba muriendo de hambre por medio mes y tu perdida.

—En el hospital. — respondí relajada, seguía cortando las verduras.

—¡No me vengas con tus estúpidos cuentos!

Me golpeo la cabeza.

—Seguramente andabas de puta. — hablo entre dientes, con enojo. — Dime maldita mierda, ¿te voto el muchacho?, seguramente se dio cuenta que eres una inútil.

—Cállate.

—¿Que?

—Cállate.

Estaba a nada de llorar.

Entonces me soltó el primer golpe.

—¡A mi no me callas pequeña perra!

Caí al piso, perdí el equilibro en mis piernas. Aun en el piso me siguió golpeando, sentí mi cara entumecerse de los golpes, me arroja cualquier cosa que tuviera a su alcance. La sangre que escurría de mi nariz mancho en suelo y mi ropa.

—Tu no eres nadie para mandarme a callar. — dijo entre dientes, sujetándome del cabello, obligándome a mirarla. — No eres nadie y nunca serás nadie. Eres una mujer inservible. Ojala hubieras muerto tu y no tu padre.

Le di la primer puñalada, justo en el cuello.

Ella abrió los ojos y se tapo la herida cuando saque el cuchillo.

—¿¡Que crees que haces maldita perra!?

Volví a enterrar el cuchillo en su mejilla, evitando que hablara.

Se irguió rápidamente y salió casi corriendo de la cocina, busco su celular, probablemente para acusarme.

Aproveche que estaba de espaldas para apuñalarle.

Callo de rodillas al suelo.

—¡YO NO SOY NINGUNA PERRA, NI MALA HIJA, NO FUE MI CULPA QUE MI PADRE MURIERA — cada palabra, cada confesión me ardía en la garganta — YO NO DECIDI NACER EN TU FAMILIA!

—¡YO NO PEDI TENER UNA HIJA TAN ASQUEROSAMENTE MEDRIOCRE, RIDICULA E INSERVIBLE COMO TU!¡ERES UNA PERRA!

—¡CALLATEEE!

—¡A MI NO ME MANDAS A CALLAR!

Le corte la garganta, no quería seguir escuchando su maldita voz.

Yo estaba llorando, sentía los músculos de mi cara tensos y apretaba tanto el cuchillo que me dolían las manos.

Ella estaba limitada al piso, a gemir y bufar como un animal mientras escupía sangre.

Me miro, con sus ojos llenos de lagrimas y asustada de mi. De su hija.

—¡NOS VEREMOS EN EL MISMO INFERNO MALDITA PERRA!

La sangre se dispersaba por toda la sala, en mis pies tenia un charco de sangre, perdí el control de mi misma, de mis manos. Una niebla me tapo el razonamiento y yo solo seguía apuñalándola un y otra vez sin parar. La desfigure totalmente, no conocía a la mujer que tenia a mis pies.

Solté el cuchillo. Fue como si una parte de mi me poseyera.

La mire, mire mis actos, la escena, lo que hice y vi aquella foto de ellos dos con sus otros tres hijos, manchada de sangre.

Caí en cuenta de lo que hice.

Mate a mi madre.

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