Elisa.

Todos moriremos.

Todos moriremos en algún punto de nuestra vida, por que no arriesgarnos y ver a la muerte a los ojos, para que cuando nos vallamos la recibamos como una vieja amiga.

Necesitas adrenalina para sentir que aun estas vivo...

—Yo se lo que quieres hacer... — soltó de la nada mi padre.

—¿Que cosa?

—La razón por la cual ahí un cuchillo de carnicero en mi casa.

Lo raro y hermoso de este lugar es que no sentías nada. No hay dolor, no hay tristezas, ni nostalgia, no existe el odio.

—¿Por que lo ignoras?

—Es mi madre y tu esposa. Durante cuatro años ella me hizo cargar con la culpa de tu muerte, un accidente que tome como mi responsabilidad. No podría con una muerte mas en mis manos.

—Entonces no la odias tanto como dices, aun tienes compasión por ella.

—Y no quiero pasar el resto de mis días en la cárcel.

—Por favor, hija, vives en México. EL demonio que te violo no va a recibir cargos y si la asesinas tu tampoco.

Nunca pensaría que mi padre apoyara el hecho de asesinar a la mujer que alguna vez amo.

—¿Sabes donde estas?

—¿Abajo de un árbol?

Mi padre sonrió cálido.

—¿Recuerdas lo que alguna vez te dije?

—¿Los arboles con frutos de amor? — mi padre asintió.

—No tienes curiosidad por ver quien planto este.

—La verdad, no.

—Yo se que si. — rio —pero no lo busques ahora, búscalo cuando estes a punto de regresar.

Tenia su peculiar olor a tabaco, su barba prominente y unas cuentas canas, tal y como lo recordaba.

—Lamento mucho haberme ido. — supongo que mi semblante cambio al recordar el accidente. — pero fue lo mejor.

Sentí que me cortaron el corazón. Me agarre del pecho con fuerza, tratando de no llorar. ¿no se suponía que no sentía nada?

—¿Recibiste suficiente amor?, mi pequeña paloma.

Abrí la boca, pero lo único que salían de ella era sollozos, lamento que me hubieran destruido la garganta en el otro mundo.

—No te estanques en el pasado, tampoco lo ignores. — baje la cabeza, las lagrimas caían directamente al suelo. — necesitas sentir para poder avanzar, no esta bien que seas feliz solo cuando te drogas.

Encaje las uñas en la tierra y arranque una buena cantidad de pasto.

—La muerte no es la solución a nada. ¿Quieres morir y arrepentirte de lo pudiste a ver hecho o quieres recordar que viviste plena y feliz?

—No... no, no.

—Todos moriremos. Estamos hechos para morir.

Empecé a ver borroso, todo se desvanecía, la voz de mi padre se empezó a ser mas lejana.

—Un día dejaras el mundo atrás, así que vive una vida que recuerdes.

Levante la vista para verlo por ultima vez, con su sonrisa cálida.

Gire mi cabeza para ver aquel árbol.

Einar y Elisa.

Tenia tallado aquel árbol con un fruto de amor.