Elisa.

¿Otra vez?

—No, no es otra vez. — dijeron a mis espaldas.

Maldita sea, deberían dejar de hacer eso. Algún día moriré de un susto.

—¿Quien... eres tu? — Mi voz se fue de mi boca al verle sus enormes ojos verdes, muy hermosos, con pestañas largas, con una cabellera rubia y ondulada.

—Me llamo Elizabeth, puedes llamarme Eli, aunque dudo que nos volvamos a encontrar.

Estaba paralizada, no se si era por el miedo o por su belleza.

—Soy la madre de Brian.

Si mi mandíbula no estuviera pegada ya se me habría caído. Era obvio, sus enormes ojos verdes esa cabellera dorada y ese lunar en el pómulo, era idéntica a Brian, no, Brian era idéntico a su madre.

—Quiero pedirte un favor. Se de tu situación y por si lo olvidaste Brian cumple el veinticinco de este mes.

—¿En dos días?

—Si... hace dieciséis años desde que me fui le había hecho un regalo para su sexto cumpleaños, nunca se lo pude dar, fui mas mujer que madre al decidir suicidarme por la infidelidad de ese poco hombre.

—¿Va a cumplir...?

—Veintidós

—¿No cree que le va a doler?

—Por supuesto, no puedes curar las heridas del corazón, solo puedes olvidarlas.

—¿Y que quiere que haga yo?

—Encontrar el regalo en esa casa. Es una lastima que Fernando salía idéntico a el.

—¿A quien?

—A su padre, una copia exacta, ojos azules, cabello negro y maldad en su corazón.

—¿Como sabre cual es? — cambie de tema, no se quien es Fernando

—Esta en mi habitación, en mi mesa de noche en un cajón. Es un sobre. Brian se fue de esa casa sin mover una sola cosa. Todo lo que vez en esa casa es tal cual lo deje el día en que me fui.

—¿Pero... su casa...?

—La misma que te llevo Fernando, la misma en donde fumabas con mi hijo. La conoces bien.

Asentí. ¿Por que acepte?

—Por cierto, gracias.

—¿Por que?, solo es un regalo.

—Brian estaba pasando por momentos difíciles antes de conocerte y la noche en que se conocieron el... quería suicidarse. Le cambiaste el mundo a mi hijo Elisa. Gracias por convencerlo de vivir.