Elisa.

Me sentía terriblemente mal, por mas que lo intentara no podía dormir, las lagrimas no paraban, me estaba quedando seca.

—Aaah, muñequita de porcelana. — Esa voz, yo conozco esa voz. — ¿como esta tu amante?

Lo mire. Ojos tan azules como el cielo.

—Esta vez me encargue de dispararle justo donde debí dispararte a ti, en el pecho. — levanto su mano y toco mi piel, justo en mi corazón.

—No. El no puede morir... aun existe la esperanza

—Segura?, ¿La esperanza es lo ultimo que pierdes o es el hecho de que no aceptas perderlo?

Tenia el pómulo morado y en el ojo una macha de sangre, una venda en la nariz y golpes repartidos por su cara y cuello.

—Bueno muñequita, yo me voy, ruégale a los dioses que sobreviva, aunque no creo que pase.

Medio la espalda, se volteo y a cierta distancia me miro por encima del hombro.

—Dile a Brian, que llegue vivo al hospital, pero la desgracia no fue para mi.

Tome mi café de la maquina y me dirigí al cuarto.

—Elisa. Creo que deberías dormir.

—Si pudiera dormir ya lo habría echo.

—Deberías tomar mas agua.

—Cállate. No estoy bien como para que me diga eso.

No mejora pero tampoco empeora

Cada ocasión peor que la anterior.

Pero ya me libere de mi pasado, ¿a que me aferraría?¿que es lo que todavía no aprendo?

Asesina...

Tres días, dos noches.