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Epílogo

Hazel soltó un suspiro en cuanto Jafar dejó de apuntar su báculo a ella y Aladdin; lucía enfurecido y, en simples palabras, como un lunático. Los miró a ambos, enfurecido por el simple hecho de ser llamado segundo otra vez.

— Me aseguraré de que nadie vuelva a decir esas palabras —prometió, dirigiéndose al genio después, que intentaba ocultar su sonrisa— ¡Genio! Para mi último deseo, deseo convertirme en el ser más poderoso del universo. ¡Más poderoso que tu!

— Hay un montón de áreas grises en ese deseo, pero... —dijo bajito el genio, haciendo que Hazel tuviese que ocultar su risa detrás de la manga de su blusa— ¡Sale el ser más poderoso del universo, en seguida!

Jafar comenzó a reír sin parar, Aladdin dedicándole una mirada reservada solo para los verdaderamente desquiciados, Hazel sujetándose de su brazo para evitar caer por la fuerte y oscura ventisca que envolvía al hombre, que lentamente comenzaba a crecer, su piel tornándose rojo sangre y de sus manos saltando chispas que asemejaban rayos, su voz sonando profunda y distorsionada cuando habló:

— El más poderoso del universo al fin... ¡No soy el segundo de nadie! —gritó, comenzando a formar una esfera de poder con sus manos, admirándola cautivado— ¡Y yo que creía que antes tenía poder! ¡Primero, mataré a esos tontos de Shirabad! —amenazó, mirando a los aún atrapados sultán y princesa, para luego soltar un grito, haciendo crecer la esfera en sus manos.

Se elevó en los aires y, cuando estuvo a punto de soltar todo su poder y enviarlo a la ciudad mencionada, enormes brazaletes de oro macizo aparecieron en sus muñecas, bloqueando toda la energía que corría por su cuerpo y con ella sus poderes.

— ¿Qué me han hecho? —preguntó, mirando sus muñecas con horror y luego a ellos— ¡¿Qué me han hecho?!

— No te hicimos nada, Jafar —respondió Hazel, mirándolo con una sonrisa que nadie podría borrar.

— Fue tu deseo, no el nuestro —añadió Aladdin, orgulloso— Un genio puede tener poderes cósmicos fenomenales, pero...

— Pero en un muy pequeñito espacio para vivir —explicó el genio en un tono burlón— Verás... —prosiguió, esta vez más serio— Un genio sin amo, se regresa a su lámpara. 

— ¡NO! ¡No, a la lámpara no! —gritó con horror Jafar, su cuerpo comenzando a disminuir en tamaño, siendo consumido por la lámpara en cuestión— ¡No me olvidaré de ninguno de ustedes! ¡Recuerden mis palabras, no olvidaré lo que me han hecho!

— ¡Adiós Jafar! —intentó huir Iago, volando por sobre la tormenta que la fuerza del malvado genio producía, pero fue atrapado casi de inmediato por su amo.

— ¡Loro, tu vienes conmigo! —chilló; y eso fue lo último que alcanzaron a oír antes de que su cuerpo y el del ave fueran succionados por completo por la lámpara.

 Las nubes desaparecieron y todo indicio de tormenta también, el cielo claro y el sol brillante sobre sus cabezas. Dalia, Jasmine y su padre descendieron y cayeron al suelo, las dos primeras corriendo a ayudar al hombre, al que Aladdin ya estaba ayudando a incorporarse.

Hazel, en cambio, se acercó a la nueva prisión de Jafar y la tomó con cautela, acercándola a su rostro para ver su reflejo, sonriendo a pesar del ya seco camino de sangre que iba de su cabeza al mentón por la herida de antes y sus ojos húmedos— Por estúpido —dijo, volteando cuando escuchó la risa del genio a sus espaldas.

— ¿Me permites? —le preguntó, extendiendo su mano para que le entregase la lámpara; cuando lo hizo, el genio sonrió complacido— Un par de años en la cueva de las maravillas deberían tranquilizarte —dijo, sabiendo que Jafar podría oírlo y, moviendo el brazo, lanzó la lámpara, enviándola directo a la cueva en donde él mismo había estado atrapado antes.

A sus espaldas escuchó a su monito llorar, la morena acercándose para ver qué ocurría— Oh, Abu... —murmuró— ¡Genio! ¿Crees que podrías ayudar a Abu con esto? —le preguntó, sonriéndole.

El hombre asintió y Hazel llevó su vista y prestó atención a su mejor amigo, que se disculpaba con tanto Jasmine como el sultán, comenzando a alejarse cuando la princesa lo llamó.

— ¿Aladdin? —dijo, mas cuando el muchacho volteó guardó silencio, no sabiendo muy bien como expresar en palabras todo lo que sentía; él se le adelantó.

— Espero que encuentres lo que buscas —le dijo, girándose nuevamente, recogiendo la lámpara perteneciente al genio en el camino y llegando hasta donde su mejor amiga lo esperaba con una triste sonrisa— También te debo una disculpa —susurró, Hazel negando con la cabeza, las lágrimas que había acumulado durante todo ese día por fin deslizándose por sus mejillas.

— No —susurró también, lanzándose a sus brazos y ocultando el rostro en su cuello, respirando tranquila al fin— Estamos bien.

Al la abrazó también, sintiendo como por fin el aire entraba a sus pulmones como debía.

Cuando se separaron el genio les sonrió y empezó a hablar enseguida, viendo sus expresiones— No, no, no. Nada de caras largas, tengo un montón de ideas —exclamó, comenzando a enlistar todas y cada una de ellas, sacándoles una carcajada.

— Genio —lo interrumpió Al, el hombre deteniéndose y mirándolo atento— Estoy listo para pedir mi último deseo.

— De acuerdo, de acuerdo, último deseo, vamos —sonrió, listo para conceder el último deseo del muchacho al que llamaba amigo, listo para ayudarlo a tener su final feliz.

— Bien, último deseo. ¿Genio?

— Espera, espera —el hombre respiró hondo, aumentando su energía y haciendo a Hazel sonreír. Miró a su mejor amigo y este le guiñó un ojo, haciendo que su sonrisa aumentara— Bien, bien, vamos.

— Yo deseo... —el genio cerró los ojos al escucharlo, listo para conceder lo que sea que le pidiese— Liberarte.

Hazel lo vio abrir los ojos lentamente, como si despertase de un sueño, sin entender nada— ¿Qué...? —murmuró, sus ojos yendo a los brazaletes en sus muñecas, que habían comenzado a brillar— ¿Q-qué? —ambos objetos de oro cayeron al suelo, desapareciendo en una nube de humo.

El hombre los miró mientras su cuerpo se volvía al de un humano normal, su piel dejando de ser azul y en cambio transformándose a la morena a la que Hazel se había acostumbrado.

— Esperen, ¿soy...? —el genio miraba sus manos y a ellos una y otra vez— esperen, esperen... Dime, dime que te traiga algo —le dijo a Al, haciendo reír a Hazel, aunque fue más bien un sollozo.

— Esto... ¿Tráeme mermeladas? —dudó Al, riendo.

— ¿Bu-búscalas tu mismo? —dudó también el genio, soltando una carcajada después— ¡Búscalas tu mismo! ¡Hazie, debe buscarlas él mismo! —celebró.

La morena asintió, limpiando sus lágrimas con la la manga de su blusa mientras el genio y su mejor amigo se daban un muy necesario abrazo.

— Gracias, gracias —repetía el hombre, dándole palmadas en la espalda a Aladdin.

— No, genio —murmuró él en respuesta— Gracias a ti. Te lo debo todo —cuando se separaron el hombre parecía querer aguantar una enorme sonrisa, sus ojos brillantes— ¿Qué vas a hacer ahora?

No esperaba que lo hiciera, pero apenas oyó la pregunta el genio la miró a ella. Tampoco pudo evitar el sonrojo que se apoderó de sus mejillas, y tanto el hombre como su mejor amigo lo notaron, el segundo soltando una risita que resultó en un golpe en el brazo cortesía de Haz.

— Bueno... —comenzó a decir el moreno, sus ojos fijos en Hazel, los de ella mirándolo, sus labios en una tímida sonrisa— hay una mujer con la que me encantaría viajar por el mundo y compartir mi vida —dijo, tomando con la misma timidez de ella una de sus manos, limpiando sus lágrimas con la otra— si ella me acepta.

No respondió, no con palabras, al menos. Miró al hombre y no pudo creer que quisiese lo mismo que ella, no pudo creer que la quisiera a ella. Se puso de puntitas y, con una mano en su mejilla y la otra deslizándose por su cuello, juntó sus labios en el primero de muchos besos.

Y todo lo que ella y el genio querían se hizo realidad; viajaron por el mundo y compartieron su vida, yendo y viniendo entre la aventura que era el mar y la comodidad que era Agrabah, donde visitaban a Aladdin y Jasmine que, como ellos, se habían casado y tenido hijos.

Hazel siempre había creído que su vida se resumía en tener que bailar para sobrevivir, pero ahora, con la brisa marina moviendo su cabello, sus hijos jugando al otro lado del barco y los brazos del hombre al que amaba alrededor de su cintura, había cambiado de opinión.

Su vida ahora se resumía con otras palabras.

Era un deseo concedido.

♡ ♡ ♡

Y llegamos al fin.

Quiero agradecerles por quedarse y apoyar esta historia incondicionalmente, incluso cuando tardaba semanas en actualizar JAJAJAJ 

Ahora, como lo prometí, la sorpresa, en tres palabras:

SECUELA. EN. AURADON.


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