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Capítulo 10: Un mundo ideal.

La luna lucía más grande y brillante que en días anteriores, iluminando cada rincón de los lugares por los que sobrevolaban esa noche sobre la alfombra mágica.

Yo te quiero enseñar
este mundo espléndido,
ven princesa y deja a tu corazón soñar.
Yo te puedo mostrar
cosas maravillosas,
con la magia de mi alfombra
vamos a volar...

Aladdin la miraba profundamente y ahí, sobre la alfombra y devolviéndole la mirada con la misma intensidad se vio a sí misma sintiendo cosquillas; era como mirar al príncipe por primera vez.

Un mundo ideal, será fantástico encontrar,
nadie que diga no, o a donde ir,
a aquellos que se aman.

Su corazón dio un vuelco cuando la princesa se acercó más a él; la vio mirar a su alrededor maravillada y la sonrisa en su rostro le hizo sentir el hombre más afortunado del mundo, porque estaba allí, viéndola y oyéndola cantar con él.

Un mundo ideal,
tan deslumbrante y nuevo,
donde ya vi al subir, con claridad,
que ahora en un mundo ideal estoy...

Ahora en un mundo ideal estoy...

Sobrevolaron los lugares más majestuosos, las tierras más lejanas e interesantes y, aún así, los ojos de Jasmine brillaban más en ese momento, mientras flotaban sobre una fiesta en plena calle de Agrabah, observando a la gente que bailaba, cantaba y reía, teniendo el tiempo de sus vidas.

— De todos los lugares que me has mostrado este es por mucho el más bello —inició la conversación la princesa, recibiendo gustosa la chaqueta de Al para escudarse del frío.

— A veces solo debes verlo de una perspectiva diferente —respondió, apoyándose en sus manos para inclinarse levemente hacia atrás y verla mejor.

— Son ellos, la gente. Ellos lo hacen hermoso... —sonrió, soltando un suspiro después— Y se merecen un líder que lo sepa y... No sé porqué creo que podría ser yo.

Aladdin fue rápido en interrumpirla— Porque deberías ser tú.

— ¿En serio lo crees? —alzó una ceja la morena, pero él no se vio intimidado, todo lo contrario. Tomó entre sus dedos un mechón de su cabello y lo llevó tras su oreja con una sonrisa, solo para preguntar:

— ¿Importa lo que yo piense?

Jasmine se quedó en silencio varios segundos; ese gesto, tan simple pero tan familiar. Miró a quien conocía como el Príncipe Ali y una idea cruzó su mente. Señaló abajo entre la gente— Mira ese mono adorable allá abajo. ¿Es Abu? —y claro que su idea funcionó.

— No, no. No puede ser Abu, él está en... —el chico se interrumpió a sí mismo, entendiendo lo que acababa de pasar, no atreviéndose a mirar a la princesa mientras esta, victoriosa pero molesta, le preguntaba.

— Entonces, ¿cuántos nombres tienes, Príncipe Aladdin

— Yo, yo...

— ¿Quién es el Príncipe Ali? 

— ¡Yo! —se apresuró a responder— Yo soy el Príncipe Ali.

— Pero, ¿cómo conoces la ciudad tan bien?

Piensa Al, piensa...

— ¡Vine a Agrabah antes! Porque, para conocer a la gente, debes verlos por ti mismo... Pero eso tu ya lo sabes. Cuando nos conocimos estabas disfrazada en tu propia ciudad —notó a la mujer dudar y añadió— Nos viste llegar, con bailarines, un elefante y una alfombra mágica. ¿Cómo puede un ladrón de la calle tener todo eso?

— Pero, ¿cómo no pude reconocerte? —esa era la pregunta de la que más quería la respuesta Jasmine, y la respuesta del hombre frente a ella la entristeció.

— La gente no ve al verdadero tú cuando eres de la realeza.

— Lo siento mucho, estoy avergonzada, es decir... Has visto más de Agrabah en días de lo que yo lo he hecho en toda mí vida...

Aladdin sintió un nudo en su garganta al mentir de forma tan descarada, más aún cuando notó el semblante de la princesa pasar de uno alegre a triste con su respuesta, por lo que decidió que ya era momento de volver y terminar la noche.

Y eso hicieron. Volaron hasta el balcón de la chica y él se aseguró de ayudarla a bajar de la alfombra a salvo, la alfombra teniendo su propio plan al descender lentamente hasta que el chico estaba a la altura de ella para darle un empujoncito.

Empujoncito que Al no desperdició. Miró a la princesa en busca de alguna señal que le dijese que no debía hacerlo y, cuando no encontró nada, se inclinó y capturó sus labios en un tierno primer beso.

Ambos se sonrieron y desearon las buenas noches; la princesa entrando a sus aposentos y él volando hasta su habitación soltando exclamaciones de jubilo.

— Me gusta esa cara. ¿Buena cita? —le preguntó el genio al verlo llegar, él relajado y bebiendo de una copa.

Así, al mismo tiempo en que Al y el genio hablaban de su noche, la princesa y Dalia hacían lo mismo; hablaron sobre cómo Ali era en realidad el supuesto ladrón, Jasmine más enamorada que nunca al ver que ambos eran, en realidad, la misma persona. Mientras, Al le explicaba al genio como, en lugar de aprovechar el momento en que lo descubrieron para decir la verdad, había decidido en cambio aumentar la extensión de la mentira.

Y, mientras esto ocurría, abajo, en lo más profundo del palacio, una chica gritaba y pateaba mientras un grupo de hombres la amordazaba; su cuerpo debilitándose entre más minutos pasaban, su respiración entrecortada al no poder llevar aire con normalidad a sus pulmones por tener el rostro cubierto con una especie de saco; su corazón latiendo tan rápido que parecía una bomba a punto de explotar y todo porque a sus oídos llegó la voz de Jafar, diciendo...

— Mi bailarina.

♡ ♡ ♡

A la mañana siguiente los guardias del visir interceptaron a Al, llevándolo con ellos a la torre más alta del palacio; lo ataron a una silla y pusieron la misma a la orilla de una enorme ventana que daba al mar, amenazándolo con dejarlo caer en cualquier momento.

Pero él mantuvo la calma— Caballeros, creo que ha habido algún tipo de confusión. No creo que sepan quién soy...

— No, no. Yo sé quién eres —el visir apareció por la entrada de la habitación, tras él dos guardias más que arrastraban a Hazel, débil y amordazada— como también sé quién es tu amiga, Aladdin.

— ¿Aladdin? —mierda, ahora sí que mantener la calma se había vuelto complicado; su mejor amiga lo miraba aterrada y él sabía que no era por su propia seguridad, sino que por verlo a él en peligro— No sé quién es él, yo soy el Príncipe Ali, de Ababua y ella —dijo, señalando con la cabeza a su amiga— es mi hermana, la Princesa Zel.

Jafar rió— Príncipe y princesa de un reino que no existe; poseedores de una alfombra mágica que pertenece a la Cueva de las Maravillas... A mí me parece que se encontraron cierto tesoro... Mí tesoro —declaró, regresando su mirada a la mujer a la que los guardias mantenían en pie a su lado— ¿Dónde está la lámpara?

Los guardias le quitaron bruscamente la tela que le impedía hablar, Hazel respirando profundamente, tosiendo. El visir se acercó a ella e iba a repetir la pregunta cuando Al interrumpió.

— Claramente ha habido algún tipo de malentendido... —intentó, comenzando a desesperarse cuando las manos del visir se acercaron al rostro de su amiga, interrumpiéndolo a media acción— Soy el Príncipe Ali.

Los dedos de Jafar rozaron levemente la mejilla de la mujer antes de que él decidiera voltear— Entonces, si te lanzara por ese balcón, y eres quien dices que eres, morirás ahogado.

— Jafar, por favor —suplicó Hazel, intentando soltarse del agarre de los guardias, sin éxito; aún estaba drogada con lo que fuese que usaron para dormirla la noche anterior.

— Pero, si sobrevives —continuó, ignorando a la mujer— solo puede ser por la lámpara; en cuyo caso tendré mi respuesta. Así que, por última vez —dijo, colocando amenazante la punta de su bastón en el pecho de Al— ¿Dónde está la lámpara?

— ¡Basta! —gritó Haz, encontrando fuerza en la desesperación— ¡No la necesitas! ¡Haré lo que quieras, te ayudaré en todo! Jafar, por favor —suplicó.

Su mejor amigo la miró preocupado y confundido, volviendo su mirada al visir— Escúchame, no sé quién crees que soy...

Y eso le bastó a Jafar— Adiós, Aladdin.

Con un movimiento de brazo el visir empujó a Aladdin con su bastón, dejándolo caer por la ventana, el grito de Hazel lo último que Al oyó.

♡ ♡ ♡

Hi

¿Les gustó el cap?

Jiji, lamento la demora.

Besos,

Connie.


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