3. La solicitud
📆 UNA SEMANA DESPUÉS
El que me haya bajado la inflamación de la rodilla, está ayudando a que la rehabilitación no sea tan dura ni me deje tan cansada. Levanto mi pierna con lentos movimientos realizando las series que Mario me ha dicho. Él va a ser la persona que se encargue de mi rehabilitación, algo que agradezco porque es muy profesional y competente, y por suerte no me trata como quien soy. No así algunas personas, a las que he visto cuchichear por los pasillos y también aquí en el gimnasio.
No debería afectarme esto. El que me miren y hablen de mi, pero, la verdad es que si me molesta porque desde que saben que soy la nieta del presidente del Real Madrid es como si tuviera delante de mi un cartel de prohibido acercarse a menos de un kilómetro.
-¿Te queda mucho con la máquina? -levanto mi mirada de la rodilla y al momento en mi rostro se forma una expresión asqueada. Carvajal, el capitán de la primera plantilla de fútbol, algo que él me recuerda constantemente, está frente a mi con sus brazos cruzados con evidentes signos de molestia al mirarme.
-Dos series más -le contesto pues no deseo de nuevo una confrontación con él. Bastante tengo con tener que aguantar su arrogancia cada vez que lo veo.
-¿Y no puedes hacerlas en otro sitio? te lo digo porque los jugadores tenemos prioridad en los aparatos. Aunque bueno, a lo mejor ser la nieta del presi te la da sobre los demás.
Levanto una de mis cejas, mordiéndome la lengua con tal de no mandarlo a la mierda, que es lo que se merece, pero, como he dicho, no quiero una nueva pelea con él. Así que, simplemente me levanto del aparato y después de coger mis muletas, con toda la calma del mundo, busco un lugar lo más apartado posible de él, donde no molestar.
-Todo tuyo -le contesto forzando una irónica sonrisa, alejándome de él.
Camino con pesadez pues esta clase de ejercicios me dejan bastante exhausta. Me siento en un banco, el cual no está siendo usado por nadie y retomo mis series, deseando acabar y así poder hacer otra cosa.
-Yo no me hubiera ido. Estás dejando que se salga con la suya -mi mirada se desvía hacia mi derecha, siendo la voz de Kylian la que me habla. No puedo evitar fijarme en la pesa que lleva en su mano, la cual usa para fortalecer los músculos de sus brazos. Y joder, que brazos. Musculosos. Con unas marcadas y gruesas venas. Bueno, es que el resto de él, es jodidamente así. Fuerte. Tonificado.
Dios, casi estoy babeando por él.
-Prefiero poner distancia entre él y yo. No quiero estar cerca suya -le confieso al jugador, quien detiene su ejercicio para ofrecerme una interrogativa mirada.
-¿Te ha hecho algo? -su pregunta preocupada me sorprende un poco, aunque bueno, es de las pocas personas que me habla y puede que hasta le interese lo que me pasa.
-No, desde el otro día no ha vuelto a decirme nada más. Pero, como que no se corta en hablar de mi cuando estoy delante. Me llama niñata mimada.
-¡Menudo gilipollas! Eres demasiado buena, Sianna. Otra en tu lugar, hubiera ido a chivarse a tu abuelo.
-Voy a tener que estar aquí demasiados meses. No quiero llamar la atención.
-Ya la has llamado, aunque no quieras.
Kylian prosigue sus ejercicios, no sin antes darle una larga mirada a Carvajal. Por lo que he podido intuir, a él no parece gustarle el lateral de su equipo, porque tampoco es que lo trate muy bien.
-Ese idiota se cree que estoy usando el ser nieta del presidente para la rehabilitación -le cuento pues de alguna manera, con él si que quiero justificar porque estoy aquí.
-La mitad del equipo es de tu abuelo. Puede hacer lo que le dé la gana contigo -me contesta él en un tono bastante duro que sé que no va dirigido a mi.
-Mi escuela, la Julliard, tiene un convenio con el Real Madrid, así que, mi presencia aquí está aún más que justificada -Kylian deja a un lado la pesa, ofreciéndome una larga mirada, una que se clava en mi de tal manera, que los latidos de mi corazón se vuelven algo alocados por su causa.
-Tú no tienes que justificarte con nadie, Sianna, bastante estás sufriendo ya.
Trago saliva sin ser capaz de contestarle pues su mirada y sus palabras me desconciertan. Desde que llegué aquí, no es raro el día en el que acabo a su lado, o bien haciendo algún ejercicio o recibiendo ánimos por su parte. Son apenas pocos minutos los que estamos juntos, pero, cada día espero esos minutos con una emoción inusitada.
-Me tienes que hacer un favor, Kyl -Brahim, otro de los jugadores del equipo, viene como un torbellino hacia donde estamos, colocándose de rodillas frente a su compañero.
-No te voy a dejar mi consola, cómprate una, joder -le contesta el francés mezclando su idioma natal con el español para darle más énfasis a sus palabras.
-No es eso. Le estoy preparando a Luara un viaje sorpresa a París por nuestro aniversario. Y quiero llevarla a algún hotel que no sea el típico de siempre. Algo original. ¿Conoces alguno? -la petición de Brahim me parece muy romántica. Por lo poco que sé, lleva algún tiempo con su novia y se nota lo mucho que la quiere.
-Tengo un amigo que es tour operador. Le preguntaré y que te lo gestione él, ¿te parece bien?
-¡Genial! Gracias, tío. Me salvas la vida -Brahim se levanta del suelo ofreciéndome una bonita sonrisa cuando se percata de que estoy allí- hola, Sianna. Joder, tienes la rodilla menos hinchada.
-Si, si que la tengo. Pero sigue doliendo de cojones -le contesto esbozando una amable sonrisa, pues Brahim me cae bastante bien, y es una de esas pocas personas con las que hablo.
-Recuerda que hemos quedado esta noche en mi casa -Brahim se gira para hablarle a Kylian, quien asiente a sus palabras. Aunque de nuevo, él se centra en mi- tú también puedes venir si quieres, Sianna.
Su invitación me deja algo descolocada, pues es la primera vez desde que estoy aquí que alguien se dirige a mi con estas proposiciones.
-No sé... -le contesto algo avergonzada pues no tengo ni idea en que consiste su invitación.
-Es una cena en mi casa. Con mi novia, Jude y la suya, y vosotros dos si venís. Anímate. Sólo cenaremos y nos meteremos con Kylian. Un planazo, te lo aseguro.
Aprieto mis labios uno contra el otro sin saber muy bien que contestarle. Se me da fatal conocer gente nueva pero, luego pienso que voy a tener que estar aquí aún muchos meses y que no puedo encerrarme en mi misma.
-No sé si podré, pero gracias -es la respuesta que le doy sin parecer descortés y sin descartar nada.
Brahim levanta uno de sus pulgares y vuelve a dejarnos solos a Kylian y a mi. Ninguno de los dos emite palabra alguna, hasta que por fin termino mi serie, lista para otro de los masajes terapéuticos de Mario.
-¿No puedes o no quieres? -la pregunta de Kylian es algo que yo también me llevo haciendo desde que Brahim me invitó.
-No conozco a nadie -me justifico porque la verdad es que me da bastante verguenza ir a cenar con personas que no he visto en mi vida.
-Me conoces a mi -casi sonrío con su respuesta. Tan rotunda y sincera como es él. Solo hemos hablado las veces que coincidimos en el gimnasio y siempre se muestra conmigo bastante claro en sus respuestas.
Me levanto del banco, agarrando mis muletas para buscar a Mario. A veces, su presencia me abruma y los nervios se apoderan de mi por su causa. Levanto mi cabeza buscando su mirada, encontrándome con la suya, tan intensa y abrumadora que a veces, siento que me falta el puto aire para respirar por su causa. Kylian ladea su boca en una sonrisa torcida, ofreciéndome una más que agradable sonrisa.
-Sianna. Si decides cambiar de idea, te aseguro que pasarás un rato muy agradable. Hay más vida más allá de Valdebebas.
📆MÁS TARDE
Llevo toda la tarde pensando en si ir o no a esa cena. Por un lado, me apetece mucho conocer a gente nueva, pero por otro, me da algo de vergüenza. Mi padre me advirtió sobre esto. Que no me dejara embaucar por los futbolistas que rondarían cerca de mi. Me dijo que todos querrían acercarse a la nieta del presidente, con intenciones no del todo buenas. También me dijo que no me valdría la pena hacer amigos, pues, una vez recuperada de mi lesión, volvería a Nueva York y tendría que dejarlos atrás.
Sé que tiene razón en lo que me dice, aunque no todos los futbolistas son como él los describe, y tampoco puedo evitar y desear tener algo más de vida social.
Salgo de mi habitación caminando muy despacio con las muletas. Mario no quiere que apoye el pie hasta que la inflamación haya desaparecido por completo. La semana que viene tenemos cita con la traumatóloga, y si todo sale bien, me dirá que día me operan.
Al pasar por el comedor, escucho la televisión y las risas de mi abuelo. Nuestra relación es correcta. Él solo se limita a preguntarme si necesito algo y a poner a mi disposición todo lo tiene, y yo, me muestro con él de forma educada. He decidido no someterle más a mis desprecios, pues, algo dentro de mi me dice que puede que me esté equivocando.
Entro en la estancia, viendo como él vuelve a reírse con algo que hay en la televisión. En cuanto se percata de mi presencia, en su boca se forma una sonrisa, una que aún no soy capaz de corresponderle.
-Hola, ¿necesitas algo, Sianna? ¿todo bien? –al momento él se pone en pie acercándose hacia donde estoy. No me extraña que se sorprenda de verme aquí, pues apenas salgo de mi habitación y mucho menos pasamos tiempo juntos.
-Si, no te preocupes. Te escuche reír.
-Oh, esto viendo un programa de humor. Tiene unos cuantos años, pero aún me arranca unas buenas carcajadas.
Él me señala la pantalla de la televisión, viendo que, efectivamente, un par de humoristas disfrazados ocupan toda la escena.
-¿Y qué haces aquí un viernes por la noche? ¿no tienes alguna cena de esas donde vais los empresarios? –no quiero que mi tono de voz sea de reproche o de burla. Es sólo que me sorprende verlo en casa con lo ocupado que está.
-Eso era antes, cuando era más joven. No me gusta mucho salir de noche. Me da sueño, y temo dormirme si hay discursos –no puedo evitar que una sonrisa escape de mi boca escuchándolo hablar, sobre todo porque lo cuenta de una forma bastante sincera.
-Saldrías en los programas de deportes al día siguiente.
-Tenlo por seguro. Ni al súper puedo ir a comprar sin que alguien lo anuncie.
-¿Tú vas al súper? –mi pregunta lo hace reír, y juro que esa risa se parece tanto a la de mi madre que un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo al recordarla.
-Cuando puedo, si, aunque Belén se encarga de eso. A mi no se me da bien. Desde que tu abuela murió, soy un negado para ciertas cosas.
No puedo evitar apretar mis dientes al recordarla, sobre todo porque el rostro de mi abuelo de nuevo se ha llenado de esa melancolía que lo caracteriza cuando se acuerda de mi madre o de mi abuela. Yo solo tenía ocho años cuando ella murió y solo recuerdo que mi madre lo pasó muy mal y estuvo muchos meses llorando. De hecho, me contó que tuvo que ir a un psicólogo para superarlo.
-¿Y tú porque no sales? –su pregunta me hace desviarme de mis pensamientos para centrarme en él.
-Te daría muchas razones por las que no lo hago, así que mejor me las ahorro –le respondo con pesadez, aunque no queriendo darle una mala contestación.
- ¿Has cenado?
-Aún no. No tengo mucha hambre todavía -aunque en realidad no lo he hecho pues decidir si ir o no a esa cena, es una de las razones por las que no he tomado nada todavía.
-¿Te apetece que pidamos una pizza? -el anhelo en el tono de voz de mi abuelo, y la forma que tiene de pedírmelo a punto hace que le conteste que si.
Pero luego recuerdo todo lo que mi padre me ha contado de él. De como desde que murió mi madre hace cinco años, apenas hemos tenido contacto porque a mi abuelo nunca le gustó que mis padres se casaran, y mucho menos soportaba a mi padre. No he crecido con su cariño. Ni con la del resto de mis primos, a los cuales, aún no he visto a pesar de llevar aquí una semana. Me odian por ser hija de quien soy, y eso es algo que nunca va a cambiar.
-No me apetece, gracias. Estoy algo cansada y prefiero quedarme en mi cuarto.
La decepción en su rostro es tan evidente que por un momento me arrepiento de lo que he hecho. Pero, las palabras de mi padre están tan arraigadas en mi, que decido guiarme por mi instinto y seguir sin confiar en él.
-Que descanses, Sianna.
Mi abuelo vuelve a sentarse en el sofá, no sin darme antes una calmada sonrisa. Una que no tiene ningún reproche en ella, ni se evidencia molestia o decepción en su rostro. Solo asume que no quiero estar con él.
Me doy la vuelta saliendo del comedor con una extraña sensación en mi pecho. Porque a pesar de todo, no dejo de pensar que estoy siendo injusta con él, aunque luego recuerdo que él si que lo fue con nosotros.
Las muletas resuenan por el largo pasillo hasta que por fin llego a mi habitación. Abro la puerta y después de cerrarla tras de mi, me dirijo a la cama, donde me dejo caer. Las muletas acaban en el suelo y ni ganas tengo de recogerlas. Busco una posición cómoda, con mi móvil en las manos. Mi Instagram siempre ha sido privado. Lo hice cuando alguien en la Escuela descubrió de quien era nieta y pasaba de que todo el mundo pudiera meterse en mi perfil. Solo tengo algunos mensajes de mis compañeros, interesándose por como estoy y deseándome una pronta recuperación.
Aunque, lo que más llama mi atención y me deja sin palabras, es una solicitud de seguimiento tan inesperada como repentina.
"Nunca en mi vida sentí los latidos de mi corazón tan acelerados, pensando casi, que me estaba dando taquicardia. Releí la notificación un par de veces más, con una tonta sonrisa en mi cara. Aunque no debía de hacerme ilusiones. Simplemente me seguía porque, bueno, no sé, porque era la nieta de su presidente y lo mismo lo hacía por compromiso.
No lo seguí. Por lo menos esa noche. Si lo hacía, corría el riesgo de que la gente lo descubriera y empezaran los malditos rumores de porque seguía Kylian a la nieta del presidente. Mi perfil era normalito, casi pasaba desapercibido y quería seguir siendo invisible. Aunque al parecer, no lo era para él"
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