Hace días que no sé nada de ti,
amor. El corazón chilla pidiendo
tus caricias con fervor, esta mañana
el café se quedó frío esperando tu
llegada con pudor.

Las ojeras moradas me marcan
las horas del reloj con humor,
demasiada pasión que arde sola
aquí sin su autor.

Mis manos han perdido la
forma de escribir, mis dedos
las formas de coordinar las notas
del piano y mis brazos la conjetura
de darte un simple abrazo vano.

Esta noche he puesto a Dyathon
de fondo para amanecer, entre
letras dispersar por doquier.

¿Escuchas eso, eh?

Supongo que ésto ocurre cuando
extrañas esa parte de ti que le
pertenece a otro; que sí, que
sí te amo, y perdona si aún
no te lo he demostrado.

Pagar los platos rotos de
otros eso no te ha tocado, mi
alma ya ha sanado todo dolor
del pasado.

Así que ven aquí que te extraño,
acurrúcate entre estos brazos y
escucha mis regaños. Dejemos la monotonía y el orgullo de lado,
que hoy me he despertado con
más amor que en años.